En el palacio de Apolo:

-Ese chico Di Angelo en realidad te gusta ¿Cierto?- preguntó el dios a su hijo

Will estaba muy sonrojado -Mucho... ¿Por qué el interés?

Apolo sonrió -Es solo que nadie resistiría las amenazas de Jason, lo que sea que Bianca y Hazel estén tramando, y sobretodo soportar a Hades en plan padre sobreprotector, ese chico debe ser especial

-Es especial- dijo Will

-Entonces te ayudaré- dijo Apolo con una gran sonrisa

Will lo miró sorprendido -¿En serio?... Wow gracias, pero ¿Por qué lo harías? Digo... ¿No tienes ningún problema con que Nico sea... Chico?

Apolo rió -Will, soy un dios, eso a nosotros no nos importa, incluso yo he salido con algunos cientos de chicos muy ardientes, aunque no tanto como yo

-Gracias por la información- murmuró Will

-El caso- continuó Apolo como si Will no hubiera hablado -es que te ayudaré, no vaya a ser que Nico termine convertido en planta... O algo peor, de acuerdo, hagamos un plan

Palacio de Hades:

-¡Papá, vas a dejar de molestar a Will!

-No, y no me hables en ese tono Di Angelo o te convertiré en una planta de maíz

Nico hizo una mueca, las plantas de maíz no eran sus favoritas, pero el tono de Hades no era de enfado, era más como de irritación, como si no pudiera creer que su hijo estuviera abogando por Will

-El hijo de Júpiter y la chica romana están de mi lado -dijo Hades como si ese fuera un buen argumento -tú no puedes mandarme- el dios salió del palacio con aire ofendido

Nico maldijo en griego y en italiano, se quedó solo en medio del gran palacio

Mientras tanto, Piper y Jason paseaban por los jardines del Olimpo, su madre había dicho a Piper que no se acercara a su palacio, y dado que estaba con Ares, Piper pensaba obedecer, en su paseo se encontraron con Hazel, Bianca y Frank, este último miraba a su novia y a su ¿Cuñada? como si se hubieran vuelto locas

Los Stoll por su lado, trataban de hacerle jugarretas a Leo y Calipso, lo cual no salía muy bien, Leo también era experto en jugarretas

Reyna y Rachel también paseaban por los jardines, al parecer ambas chicas estaban formando una buena amistad

Todos los demás estaban dispersos en los distintos palacios o jardines

En la sala de trono:

Annabeth suspiró -De acuerdo, creo que es hora

Luke, Percy y Annabeth quedaron en un incómodo silencio durante mucho tiempo

-Lo lamento, lamento todo lo que les hice, fueron a los que más lastimé

Annabeth parecía que hubiera recibido una bofetada

-Annabeth, yo te quiero como a una hermana pequeña, no espero justificarme, pero mi vida fue un infierno con una madre loca, me persiguieron los monstruos, luego encontré una familia en Thalia y en ti, y cuando creí que podría estar seguro, Thalia murió, yo esperaba que en algún momento te pusieras de mi parte- rió amargamente -que absurdo ¿No?

-Debiste saber que eso no pasaría- dijo Annabeth

-Lo sabía, siempre lo supe, no quise lastimarte, yo creía- suspiró -creí que me amabas

Las lágrimas caían por el rostro de Annabeth, se veía tan furiosa y tan triste a la vez, que era difícil saber si atacaría o abrazaría a Luke

-Creíste que te amaba y aun así me usaste- dijo Annabeth

Lo primero que hizo Annabeth fue atacarlo, le hizo una llave de judo y lo amenazó, había pasado por mucho, la última vez que lo vio lo había perdonado, pero ahora teniéndolo delante de ella y que se estuviera disculpando la hacía enfurecer, antes no se sentía correcto estar molesta con una persona muerta...

Percy la tuvo que apartar, la abrazó hasta que su cuerpo dejó de temblar

Luke se puso de pie -Has mejorado mucho

Annabeth se apartó de Percy, pero ahora tenía una pequeña sonrisa, como si atacar a las personas fuera un relajante

-Eres un idiota- masculló Annabeth y le dio un abrazo rápido

Percy veía todo un poco incómodo

-Percy- habló Luke -también te hice mucho daño

Percy sonrió de lado -Está bien, bueno, no está bien, pero no te guardo rencor

-Eres una gran persona, Percy ¿Crees que podamos volver a ser amigos?

Percy lo miró incómodo -Podríamos... Intentarlo

-Cuida mucho a Annabeth

Annabeth y Percy se sonrojaron

-Siempre- dijo Percy

Luke suspiró -Muchas gracias chicos, aún tengo que hablar con mis hermanos e iré a rogar el perdón de Thalia, sé que será difícil ganarme la confianza de ellos y de ustedes, pero espero lograrlo

Percy y Luke se dieron las manos, luego el chico mayor salió de la sala

Annabeth suspiró -No ha sido tan malo

-En especial cuando lo atacaste- dijo Percy -¿Es una costumbre tuya?

-Cállate y vayamos a disfrutar nuestro tiempo libre- dijo Annabeth

Al atardecer todos se volvieron a reunir en la sala de trono, tomaron su lugar y la lectura se retomó

-Yo voy a leer- dijo Poseidón -los confederados muertos nos llevan en autostop

— ¡El termo! —grité mientras nos precipitábamos hacia el agua.

— ¿Qué? —Annabeth debió de pensar que había perdido la chaveta.

-Lo pensé- admitió Annabeth

Ella se aferraba a una de las correas del bote para salvar el pellejo, con todo el pelo disparado hacia arriba como si fuera un pincel.

-Ese no es un peinado con mucho estilo- murmuró Afrodita

Tyson sí me entendió. Logró abrir mi petate y sacar el termo mágico de Hermes sin que se le cayera y, lo que es más, sin caerse él.

Las flechas y jabalinas silbaban a nuestro alrededor.

Agarré el termo. Confiaba en no cometer un error.

— ¡Sujetaos bien!

— ¡Ya estoy sujeta! —aulló Annabeth.

— ¡Más fuerte!

Afirmé los pies bajo el banco hinchable del bote; Tyson nos asió por la camisa a Annabeth y a mí, y yo le di al termo un cuarto de vuelta.

Al instante emitió un chorro de viento que nos propulsó lateralmente y convirtió nuestra caída en picado en un estrepitoso aterrizaje en un ángulo de cuarenta y cinco grados.

El viento parecía reírse mientras salía del termo, como si se alegrara de liberarse por fin. Al impactar con la superficie del agua, rebotamos una, dos veces, como una piedra lanzada al ras, y de repente salimos zumbando como en una lancha motora, con el agua rociándonos la cara y sin otra cosa en el horizonte que el mar abierto.

-Suena horrible- murmuró Hazel

Oí un clamor furioso en el barco, pero ya nos hallábamos fuera del alcance de sus disparos. La Princesa Andrómeda se convirtió enseguida en un barquito de juguete y desapareció.

Mientras nos deslizábamos a toda velocidad por el agua, Annabeth y yo intentamos enviarle un mensaje Iris a Quirón. Pensábamos que era importante explicarle a alguien lo que se proponía Luke, y no sabíamos en quién más confiar.

-Fue buena idea, pero esos parientes míos...- dijo Quirón

A aquella velocidad, el bote levantaba una fina cortina de agua y la luz se descomponía en un arco iris al atravesarla: eran las condiciones ideales para enviar un mensaje Iris, aunque la cobertura era bastante mala. Annabeth arrojó un dracma de oro a la cortina de agua y yo recé para que la diosa del arco iris nos mostrara a Quirón. Apareció, su cara sin problemas, pero había una extraña luz estroboscópica y una música de rock atronando en segundo plano, como si estuviese en una discoteca.

-No exactamente, solo era una fiesta fuera de control- dijo Quirón

-Mis preferidas- dijo Dionisio

Se lo contamos todo: nuestra salida furtiva del campamento, Luke y el Princesa Andrómeda, el ataúd de oro con los restos de Cronos... Pero entre el ruido que había de su lado y el zumbido del viento y del bote surcando las olas, no sabía cuánto lograría captar de todo aquello.

-No mucho- admitió el centauro

Percy —chilló Quirón—, tienes que tener cuidado con...

Su voz quedó ahogada por un gran griterío alzado a su espalda: un montón de voces aullando en plena juerga como guerreros comanches.

— ¿Qué? —grité.

— ¡Maldita parentela! —Tuvo que agacharse para esquivar un plato que pasó por encima de su cabeza para ir a estrellarse fuera de nuestro campo visual—.

¡Annabeth, no deberías haber permitido que Percy saliera del campamento!

Pero si conseguís el vellocino...

-Ella no podía evitarlo- masculló Atenea

— ¡Sí, pequeña! —chillaba alguien que tenía detrás—. ¡Uau, Uau!

Alguien subió la música y puso los bajos tan a tope que hasta nuestro bote vibraba.

... Miami —gritaba Quirón—. Trataré de vigilar...

Nuestra nebulosa pantalla se desintegró como si alguien del otro lado le hubiese arrojado una botella, y Quirón se evaporó.

-Eso fue exactamente lo que pasó- dijo Quirón

Una hora más tarde divisamos tierra: una larga extensión de playa en la que se alineaban hoteles de muchos pisos. Las aguas empezaron a llenarse de barcos de pesca y buques cisterna. Un guardacostas pasó por estribor y luego dio media vuelta, como para echar un segundo vistazo. Imagino que no veían cada día un bote salvavidas sin motor, tripulado por tres adolescentes y lanzado a más de cien nudos.

— ¡Es Virginia Beach! —Dijo Annabeth cuando nos acercamos a la orilla—. ¡Por los dioses! ¿Cómo es posible que el Princesa Andrómeda haya llegado tan lejos en una sola noche? Deben de ser... —Cinco mil treinta millas náuticas —dije.

-Wow, sesos de alga sabe algo- murmuró Nico

Percy le sacó la lengua y se sorprendió al darse cuenta de que el esqueleto no podía molestar a Will, cada vez que trataba de acercarse algo lo detenía, así que Will estaba aún más cerca de Nico

Ella me miró asombrada.

— ¿Cómo lo sabes?

Pues... no estoy seguro.

Annabeth reflexionó un momento.

Percy, ¿cuál es nuestra posición?

Treinta y seis grados, cuarenta y cuatro minutos norte; setenta y seis grados, dos minutos oeste —respondí automáticamente. Luego sacudí la cabeza —. ¡Uau! ¿Cómo es que lo sé?

-Por mí- dijo Poseidón con orgullo

Por tu padre —dedujo Annabeth—. Cuando estás en el mar, posees una orientación perfecta. Es genial.

Yo no estaba tan seguro. No quería convertirme en un GPS humano, pero antes de que pudiera decir nada, Tyson me dio unos golpecitos en el hombro.

-Ya eres un GPS humano- habló Thalia

Viene bote.

Me di la vuelta. El guardacostas, ahora ya abiertamente, venía por nosotros. Nos hizo señales con las luces y empezó a ganar velocidad.

No podemos dejar que nos atrapen —dije—. Nos harían demasiadas preguntas.

Sigue adelante hasta la bahía de Chesapeake —dijo Annabeth—. Conozco un sitio donde escondernos.

Thalia y Luke la miraron

No le pregunté a qué se refería ni por qué conocía tan bien la región. Me arriesgué a aflojar un poquito más la tapa del termo: un nuevo chorro de viento nos impulsó como un cohete en torno al extremo norte de Virginia Beach y luego hacia la bahía de Chesapeake. El guardacostas se iba quedando cada vez más atrás. No aminoramos la marcha hasta que las orillas de la bahía empezaron a estrecharse. Entonces me di cuenta de que estábamos entrando en la desembocadura de un río.

Percibí el cambio del agua salada a la dulce. Me sentía repentinamente cansado, exhausto, como si hubiera sufrido una brusca bajada de tensión. Ya no sabía dónde me encontraba ni en qué dirección debía orientar el bote. Menos mal que Annabeth me indicaba el camino.

-Nuestros poderes son mejores en el mar- dijo Poseidón

Allí —dijo—. Después de ese banco de arena.

Viramos hacia una zona pantanosa invadida de maleza y detuve el bote al pie de un ciprés gigante.

Los árboles se cernían sobre nosotros, cubiertos de enredaderas. Los insectos zumbaban entre la hierba; el ambiente era bochornoso, sofocante, y de la superficie del río se levantaba una nube de vapor. En resumen, no era Manhattan y no me gustaba nada.

-Uy, que delicado- rió Leo

Vamos —dijo Annabeth—. Está ahí, en el banco de arena.

— ¿El qué? —pregunté.

Tú sígueme. —Agarró su petate—. Y será mejor que ocultemos el bote. No debemos llamar la atención.

Después de cubrirlo con ramas, Tyson y yo seguimos a Annabeth por la orilla, con los pies hundidos en un lodo rojizo. Una serpiente se deslizó junto a mi zapato y desapareció entre las hierbas.

No es sitio bueno —dijo Tyson, y aplastó los mosquitos que empezaban a hacer cola en su brazo como si fuera un buffet.

-No me gustan los mosquitos- dijo Tyson con un puchero

Aquí —dijo Annabeth por fin.

Lo único que yo veía era un montón de zarzas. Ella apartó unas ramas enredadas, como si fuesen una puerta, y de repente vi que tenía ante mí un refugio camuflado.

El interior era lo bastante grande para tres, incluso si el tercero era Tyson. Las paredes eran de plantas entretejidas, como las chozas de los nativos, y daban la impresión de ser impermeables.

Annabeth le sonrió a sus compañeros

Amontonado en un rincón había todo lo necesario para una acampada: sacos de dormir, mantas, una nevera portátil y una lámpara de queroseno. También había provisiones para semidioses: puntas de bronce de jabalina, un carcaj repleto de flechas, una espada y una caja de ambrosía. Olía a moho, como si el lugar hubiera estado desocupado mucho tiempo.

Un escondite mestizo. —Miré maravillado a Annabeth—. ¿Lo construiste tú?

Thalia y yo —dijo en voz baja—. Y Luke.

-Teníamos muchos- dijo Thalia con una mirada ausente

Aquello no debiera haberme preocupado. Ya sabía que Thalia y Luke habían cuidado de ella cuando era pequeña, y también que habían vivido los tres como fugitivos, ocultándose de los monstruos y sobreviviendo por sus propios medios, hasta que Grover los encontró y trató de conducirlos a la colina Mestiza. Pero siempre que Annabeth hablaba de la época que había pasado con ellos, yo me sentía... No sé. ¿Incómodo?

Poseidón alzó una ceja y le sonrió sarcásticamente a su hijo. Percy se sonrojó al saber lo que seguía

No. Ésa no era la palabra. La palabra era « celoso».

Las risitas y los silbidos no se hicieron esperar

Annabeth le sonrió a su novio

-No tienes por qué estarlo- dijo Luke

-Ahora lo sé- dijo Percy

Y tú... —dije—. ¿No crees que Luke venga a buscarnos aquí?

Ella negó con la cabeza.

Construimos una docena de refugios como éste. Dudo mucho que recuerde siquiera dónde están. Ni creo que le importe.

-Sí recordaba donde estaban- murmuró Luke

Se tendió sobre las mantas y empezó a hurgar en su petate. Su modo de moverse decía bien a las claras que no le apetecía hablar más del asunto.

-Sabes leer perfectamente su lenguaje corporal- rió Piper

Hummm... ¿Tyson? —dije—. ¿Te importaría echar un vistazo por ahí?

Para buscar un súper selvático o algo por el estilo.

-En otras palabras "estás haciendo mal tercio"- dijo Leo

— ¿Un súper?

Sí, para comprar patatas fritas. O dónuts. Cosas así. Pero no te vayas muy lejos.

Dónuts —dijo Tyson, muy serio—. Voy a buscar dónuts por la selva. — Salió y empezó a gritar—: ¡Dónuts!

En cuanto se fue, me senté junto a Annabeth.

-Que mono- chilló Afrodita

Oye, siento lo de... Ya sabes, que te encontraras con Luke y tal.

No es culpa tuya. —Desenvainó su cuchillo y empezó a limpiar la hoja con un trapo.

Nos ha dejado escapar con demasiada facilidad —dije.

-¿Demasiada facilidad?- preguntó Jason

En realidad, esperaba que fueran imaginaciones mías, pero Annabeth asintió.

Yo estaba pensando lo mismo. Eso que le oímos decir sobre una « jugada» y también lo de « morderán el anzuelo». Me parece que hablaba de nosotros.

— ¿El vellocino es el anzuelo? ¿O Grover?

Atenea prestó más atención, tenía una pequeña idea sobre eso

Ella estudió el filo del cuchillo.

No lo sé, Percy. Quizá quiere quedarse el vellocino. Quizá espera que hagamos nosotros lo más difícil para luego robárnoslo. Aún no puedo creer que envenenase el árbol...

— ¿Qué quería decir con eso de que Thalia se habría puesto de su lado?

Se equivoca.

No pareces muy convencida.

-Estás colmando mi paciencia, sesos de alga- masculló Thalia

Annabeth me lanzó una mirada fulminante y entonces casi deseé no haber hablado, al menos mientras ella empuñara el cuchillo.

-Sabia decisión- murmuró Luke

— ¿Sabes a quién me recuerdas sobre todo, Percy? A Thalia. Sois tan parecidos que resulta espeluznante.

-¡Qué horror!- chilló Thalia -no puedo creer que me compararas con él

Percy hizo una mueca -Ni a mí con ella

Quiero decir: o bien habríais sido amigos inseparables, o bien os habríais estrangulado el uno al otro.

-Ambas- dijeron los chicos

Dejémoslo en « amigos inseparables».

Thalia se enfadaba a veces con su padre, igual que tú. Ahora bien, ¿tú te revolverías contra el Olimpo por ese motivo?

Miré fijamente el carcaj de flechas que había en el rincón.

No.

Muy bien. Pues ella tampoco. Luke se equivoca.

Annabeth clavó el cuchillo en el suelo.

Quería preguntarle por la profecía que Luke había mencionado y por la relación que tenía con mi decimosexto cumpleaños, pero pensé que no me lo iba a contar. Quirón había dejado bien claro que no estaba autorizado a conocerla hasta que los dioses lo decidieran.

-Exactamente- dijo Annabeth -no pensaba hacerlo

— ¿Y a qué se refería Luke cuando te recriminaba que viajaras con un cíclope? —pregunté—. Ha dicho que tú precisamente...

Ya sé lo que ha dicho. Se refería... a la verdadera causa de la muerte de Thalia.

Aguardé, sin saber muy bien qué decir.

Annabeth inspiró, temblorosa.

Nunca puedes fiarte de un cíclope, Percy. Una noche, hace seis años, cuando Grover nos llevaba hacia la colina Mestiza...

Se interrumpió al oír chirriar la puerta de la choza. Tyson entró agachándose.

— ¡Dónuts! —dijo orgulloso, sosteniendo un caja.

-Hice lo que dijo Leo, mal tercio- murmuró el cíclope

Annabeth lo miró incrédula.

— ¿De dónde has sacado eso? Estamos en medio del pantano. No hay nada en varios kilómetros...

A sólo quince metros —dijo Tyson—. Una tienda de Dónuts Monstruo. Ahí, en la colina.

Esto me huele muy mal —murmuró Annabeth.

Estábamos agazapados detrás de un árbol y mirábamos aquella tienda de dónuts en medio de la maleza. Parecía bastante nueva, con unos escaparates muy bien iluminados, una zona de aparcamiento y un estrecho camino que se internaba en el bosque. Pero no había nada más en los alrededores, y tampoco coches en el aparcamiento. Vimos sólo a un empleado que leía una revista detrás de la caja registradora. El letrero de la marquesina, con unas enormes letras negras que incluso yo podía descifrar, ponía: DÓNUTS MONSTRUO.

Un ogro de tebeo le estaba dando un mordisco a la última « O». El sitio olía muy bien, nos llegaba el típico aroma de dónuts de chocolate recién hechos.

-No tendría por qué estar ahí- dijo Atenea

Esto no debería estar aquí —susurró Annabeth—. Hay algo que no encaja.

Es sólo una tienda de dónuts —dije.

— ¡Chist!

— ¿Por qué cuchicheas? Tyson ha entrado y ha comprado una docena. Y no le ha pasado nada.

Él es un monstruo.

Venga ya, Annabeth. Dónuts Monstruo no significa que sean sólo para monstruos. Es una cadena. En Nueva York hay varios.

Una cadena —repitió ella—. ¿Y no te resulta extraño que aparezca un local así inmediatamente después de pedirle a Tyson que fuera a buscar dónuts? ¿Aquí, en medio del pantano?

Pensé en ello. Sí parecía un poquito raro, pero bueno, las tiendas de dónuts no ocupaban un puesto muy destacado en mi lista de amenazas siniestras.

-Ahora sí lo ocupan- dijo Percy

Podría ser una guarida —dijo Annabeth.

Tyson soltó un gemido. No creo que entendiese a Annabeth más de lo que yo la entendía (que no era mucho), pero su tono había conseguido ponerlo nervioso. Se había zampado media docena de dónuts de la caja y tenía la boca embadurnada de azúcar.

Una guarida ¿para qué? —pregunté.

— ¿Nunca te has preguntado por qué proliferan tan deprisa las tiendas que funcionan con una franquicia? —repuso—. Un día no hay nada y al otro día... ¡zas!, aparece una hamburguesería, o un café, o lo que sea. Primero un local, luego dos, cuatro... Réplicas exactas diseminándose por todo el país.

Hummm... Pues nunca lo había pensado.

Percy, si algunas cadenas se multiplican a tanta velocidad es porque sus sucursales están conectadas de un modo mágico a la fuerza vital de un monstruo. Algunos hijos de Hermes se las ingeniaron para hacerlo en la década de mil novecientos cincuenta. Criaron... —Se quedó petrificada.

Hermes sonrió

— ¿Qué? —pregunté—. ¿Qué criaron?

No hagas... movimientos... bruscos —dijo como si su vida dependiera de ello—. Muuuy despacio, date la vuelta.

-Empieza la acción- bramó Ares

Entonces lo oí: una especie de roce, como de algo enorme arrastrándose entre el follaje.

Me di la vuelta y vi una cosa del tamaño de un rinoceronte deslizándose entre las sombras de los árboles. Emitía un potente silbido y su mitad delantera se retorcía en todas direcciones. Al principio no entendí lo que veía. Luego comprendí que aquella cosa tenía múltiples cuellos: al menos siete, cada uno rematado con una sibilante cabeza de reptil. Tenía la piel curtida y debajo de cada cuello lucía un babero de plástico con una leyenda: « ¡Soy el Monstruo de los Dónuts!» .

Saqué mi bolígrafo, pero Annabeth me sostuvo la mirada y me transmitió una silenciosa advertencia.

Todavía no.

Capté el mensaje. Muchos monstruos tienen una vista desastrosa. Era posible que aquella hidra pasara de largo, pero si destapaba la espada, el brillo del bronce llamaría su atención.

-Pero conociendo tu suerte...- murmuró Jason

Aguardamos.

La hidra estaba a menos de un metro. Parecía husmear el terreno y los árboles como si buscara algo. Luego advertí que dos cabezas estaban desgarrando un trozo de lona amarilla: uno de nuestros petates. Aquella cosa había estado ya en nuestro refugio. Estaba siguiendo nuestro rastro.

Me palpitaba el corazón. En el campamento ya había visto una cabeza de hidra disecada, pero aquello no me había preparado en absoluto para enfrentarme con una de verdad. Cada cabeza tenía forma de diamante, como las serpientes de cascabel, pero en la boca contaba con una doble hilera de dientes de tiburón.

Tyson temblaba. Dio un paso atrás y partió sin querer una ramita. Al instante, las siete cabezas se volvieron silbando hacia nosotros.

— ¡Dispersaos! —gritó Annabeth, y se lanzó hacia la derecha.

Yo rodé hacia la izquierda. Una cabeza de la hidra escupió un chorro de líquido verde que pasó junto a mi hombro y acabó rociando un olmo. El tronco empezó a echar humo y desintegrarse. El árbol entero se venía abajo sobre Tyson, que no se había movido de su sitio y permanecía paralizado frente al monstruo.

-¡Muévete!- gritó Poseidón al libro

— ¡Tyson! —Le hice un placaje con todas mis fuerzas y logré derribarlo justo cuando la hidra se lanzaba sobre él. El árbol se desplomó con estrépito sobre dos cabezas.

La bestia retrocedió dando tumbos, liberó de un tirón sus cabezas atrapadas y gimió enfurecida. Le escupió ácido al árbol con las siete cabezas a la vez, y el tronco se disolvió hasta convertirse en un humeante charco de desperdicios.

— ¡Muévete! —le dije a Tyson.

Padre e hijo sonrieron

Me hice a un lado y destapé a

Contracorriente con la esperanza de desviar la atención del monstruo.

Funcionó.

La visión del bronce celestial resulta odiosa para la mayoría de los monstruos. En cuanto apareció la hoja resplandeciente de mi espada, la hidra se abalanzó hacia ella con todas sus cabezas, silbando y mostrando los dientes.

La buena noticia era que Tyson estaba fuera de peligro por el momento. La mala era que yo estaba a punto de disolverme en un charco de materia viscosa.

-Me gusta más la idea de que ninguno de los dos esté en peligro- dijo Poseidón

Una cabeza hizo amago de morderme. Sin pensarlo, enarbolé la espada...

-¡No!- gritó Atenea

— ¡No! —aulló Annabeth.

Demasiado tarde. Le rebané limpiamente la cabeza, que rodó sobre la hierba y dejó en su lugar un muñón palpitante: un muñón que enseguida dejó de sangrar y empezó a hincharse como un balón.

En cuestión de segundos, el cuello cercenado se ramificó en otros dos y cada uno creció hasta convertirse en una nueva cabeza. Ahora tenía ante mí a una hidra de ocho cabezas.

— ¡Percy! —Me regañó Annabeth—. ¡Acabas de abrir en alguna parte otra sucursal de Dónuts Monstruo!

-Estuvo a punto de morir ¿Y le dices eso?- murmuró Rachel con incredulidad

-Ay, el amor y sus distintas formas- suspiró Afrodita

Esquivé otro chorro de ácido.

— ¿Estoy a punto de morir y eso es lo único que te preocupa? ¿Cómo podemos acabar con ella?

— ¡Con fuego! —Gritó Annabeth—. ¡Necesitamos fuego!

En cuanto lo dijo, recordé la historia. Las cabezas de la hidra sólo dejarían de multiplicarse si quemábamos los muñones antes de que volvieran a crecer. Eso, al menos, era lo que Hércules había hecho. Pero nosotros no teníamos fuego.

Retrocedí hacia el río. La bestia me siguió.

Annabeth se movió hacia mi izquierda e intentó distraer una de sus cabezas, manteniendo a raya aquellos dientes afiladísimos con su cuchillo. Pero otra cabeza se abalanzó de lado sobre ella y la derribó en el lodo.

-No fue mi mejor batalla- susurró Annabeth

— ¡No lastimes a mis amigos! —Tyson se lanzó a la carga y se interpuso entre la hidra y Annabeth. Mientras ella se incorporaba de nuevo, Tyson empezó a aporrear con los puños las ocho cabezas a una velocidad increíble. Pero ni siquiera Tyson podría detenerlas por mucho tiempo.

Retrocedíamos poco a poco, esquivando chorros de ácido y desviando las acometidas de las cabezas sin cercenarlas. Pero era consciente de que no hacíamos más que aplazar una muerte segura.

-El positivismo Jackson- dijo Hazel

Al final cometeríamos un error y aquella cosa nos mataría a los tres.

Entonces oí un ruido extraño: un chuc-chuc-chuc que al principio tomé por los latidos de mi corazón. Sonaba con tanta fuerza que hacía temblar la orilla del río.

— ¿Qué es ese ruido? —gritó Annabeth, sin quitar los ojos de la hidra.

Motor de vapor —dijo Tyson.

— ¿Qué? —Me agaché y la hidra escupió su ácido por encima de mi cabeza.

Entonces, del río que teníamos a nuestra espalda, nos llegó una voz femenina muy conocida:

— ¡Allí! ¡Preparad la batería del treinta y dos!

Chris le sonrió a su novia

No me atrevía a desviar la vista, pero si la chica que teníamos detrás era quien yo creía, ahora teníamos enemigos en dos frentes.

-Qué dramático, Prissy- masculló Clarisse

Una rasposa voz masculina dijo:

— ¡Está demasiado cerca, señora!

— ¡Malditos héroes! —Dijo la chica—. ¡Avante a todo vapor!

Sí, señora.

Fuego a discreción, capitán.

Annabeth entendió lo que iba a ocurrir una fracción de segundo antes que yo.

— ¡Al suelo! —gritó, y nos tiramos boca abajo justo cuando la explosión surgía del río y sacudía la tierra.

-No estaba seguro si quería matarnos a nosotros o a la hidra- murmuró Percy

Clarisse rodó los ojos

¡BUUUUUM!

Hubo un fogonazo de luz y una gran columna de humo, y la hidra explotó allí delante, duchándonos con una repulsiva baba verde que se evaporaba de inmediato, como suele ocurrir con las vísceras de los monstruos.

— ¡Qué asqueroso! —gritó Annabeth.

— ¡Barco de vapor! —aulló Tyson.

Me puse de pie, tosiendo aún por la nube de pólvora que seguía flotando junto a la orilla.

Ante nosotros, resoplando penosamente, bajaba por el río el barco más extraño que he visto en mi vida. Navegaba muy hundido en el agua, como un submarino, y la cubierta era de hierro. En el centro había una torreta de forma trapezoidal con troneras a ambos lados para los cañones. Una bandera ondeaba encima: un jabalí salvaje y una lanza en un campo rojo de sangre.

Ares sonrió con crueldad

La cubierta estaba llena de zombis con uniforme gris: soldados muertos con una piel brillante que les recubría el cráneo sólo en parte, como los espíritus demoníacos que había visto en el inframundo montando guardia ante el palacio de Hades.

Era un acorazado. Un barco de la guerra de Secesión. Conseguí descifrar su nombre, escrito junto a la proa con letras mohosas: CSS Birmingham.

De pie junto al cañón humeante que por muy poco no había acabado con nosotros, estaba Clarisse con la armadura griega de combate.

— ¡Pringados! —dijo con una sonrisa sarcástica—. Aunque supongo que debo rescataros. Venga, subid a bordo.

-¡Mi chica los salvó!- gritó Ares -sin su ayuda, los pringados no hubieran sobrevivido

-¡Ares!- gritaron Atenea y Poseidón

Clarisse sonreía burlona, fue el turno de Annabeth y Percy para rodar los ojos

-De acuerdo- habló Hestia -un capítulo más y cenamos ¿Quién lee?