-Fin del capítulo- anunció Quirón -¿Quién quiere leer?

-Yo- dijo Poseidón -Annabeth quebranta las antiguas leyes

-Primero eran las leyes pequeñas, luego las leyes antiguas- dijo Leo negando con la cabeza

-Su lado rebelde salió a flote- dijo Connor

Quirón había insistido en que habláramos por la mañana, lo cual era como decirnos: «Vuestra vida corre un peligro mortal, chicos. ¡Que durmáis bien!»

Quirón sonrió -No podían quedarse despiertos toda la noche, no habría servido de nada

Me resultó difícil conciliar el sueño, pero, cuando lo hice por fin, soñé con una cárcel.

-Aquí vamos- murmuró Piper

Veía a un joven, vestido con túnica griega y sandalias, acuclillado en el interior de una grandiosa estancia. El techo se hallaba descubierto y dejaba ver el cielo nocturno, pero los muros, de mármol pulido y liso, tenían una altura de seis metros.

-Tus sueños Percy- suspiró Poseidón

Percy movió la cabeza resignado

Había cajas de madera esparcidas por el suelo; algunas medio rotas y volcadas, como si las hubiesen arrojado brutalmente. De una de ellas asomaba una serie de instrumentos de bronce: un compás, una sierra y otros que no identifiqué.

Los chicos miraron el libro con confusión

El chico se había acurrucado en un rincón, temblando de frío o tal vez de miedo.

-Creo que un poco de ambas- dijo Percy

Estaba cubierto de salpicaduras de barro y tenía las piernas, los brazos y la cara llenos de arañazos, como si lo hubieran arrastrado hasta allí junto con las cajas.

-No estoy entendiendo- dijo Piper -¿De quién estamos hablando?

-Ya lo sabrás- dijo Percy

Entonces se oía un crujido y las puertas de roble se abrían. Entraban dos guardias con armadura de bronce, sujetando a un anciano al que arrojaban al suelo, hecho un guiñapo.

-Que crueles- murmuró Hazel

— ¡Padre! —gritaba el chico, corriendo hacia él.

El viejo tenía la ropa hecha jirones, el pelo gris y una barba larga y rizada. Le habían roto la nariz y le sangraban los labios.

-Que horrible- musitó Bianca

— ¿Qué te han hecho? —decía el chico, sosteniéndole la cabeza. Y gritaba a los guardias—: ¡Os mataré!

No creo que sea hoy —respondía una voz.

-¿Ese sueño tiene que ver con el laberinto?- preguntó Leo

-Sí- contestó Percy

Los guardias se hacían a un lado. Detrás, aparecía un hombre muy alto ataviado con una túnica blanca y una fina diadema de oro. Tenía la barba puntiaguda como la hoja de una lanza. Sus ojos centelleaban de crueldad.

Has ayudado a los atenienses a matar a mi minotauro, Dédalo. Has vuelto a mi hija contra mí.

-Okay, eso ya tiene un poco más de sentido- dijo Piper -¿Hablamos del rey Minos?

Nico asintió con aire sombrío

Eso lo hicisteis vos mismo, majestad —graznaba el anciano.

Uno de los guardias le propinaba una patada en las costillas, arrancándole un grito de dolor.

Los chicos hicieron una mueca

— ¡Basta! —gritaba el chico.

Amas tanto tu laberinto —decía el rey— que he decidido permitir que permanezcas aquí. Este será tu taller. Idea otras maravillas para mí. Diviérteme. Todo laberinto precisa un monstruo. ¡Y tú serás el mío!

-Eso es delirante- dijo Rachel

No me dais miedo —replicaba el anciano.

El rey sonreía fríamente y fijaba su mirada en el chico.

Pero cualquier hombre se preocupa por su hijo, ¿no? Dame un nuevo disgusto, anciano, y el próximo castigo que deban infligir mis soldados... ¡se lo aplicarán a él!

-Es una locura- dijo Piper

El rey salía majestuosamente de la estancia, seguido de los guardias, y las puertas se cerraban con estruendo, dejando solos al chico y a su padre en medio de la oscuridad.

— ¿Qué vamos a hacer? —Gemía el joven—. ¡Te matarán, padre!

Atenea hizo una mueca

El anciano tragaba saliva e intentaba sonreír, lo cual le daba un aspecto espantoso con sus labios ensangrentados.

Ten coraje, hijo mío. —Alzaba los ojos hacia las estrellas—. Ya encontraré una salida.

-Leí algo como eso. Lo hizo, pero creo que su hijo no lo logró ¿Cierto?- dijo Piper

Percy asintió

Un barrote descendía y atrancaba las puertas con un golpetazo tremendo. Me desperté bañado en un sudor frío.

Poseidón miró con preocupación a su hijo

Aún me sentía algo tembloroso a la mañana siguiente, cuando Quirón convocó un consejo de guerra. Nos reunimos en el ruedo de arena, cosa que encontré muy extraña: es decir, tratar de discutir el destino del campamento mientras la Señorita O'Leary mascaba un yak de goma rosa de tamaño natural, arrancándole crujidos y pitidos, resultaba un poco raro.

-Sí fue muy raro- dijo Travis -la señorita O'Leary no dejaba espacio para los silencios dramáticos

Quirón y Quintus ocupaban la cabecera de la mesa. Clarisse y Annabeth se habían sentado juntas y se encargaron de resumir la situación.

-Creo que eso fue aún más raro- dijo Thalia

Tyson y Grover se acomodaron lo más lejos posible el uno del otro. También se hallaban en torno a la mesa Enebro, la ninfa del bosque, Silena Beauregard, Travis y Connor Stoll, Beckendorf, Lee Fletcher e incluso el mismísimo Argos, nuestro jefe de seguridad dotado de cien ojos.

-La situación es grave- dijo Hera

La presencia de este último me confirmó que la cosa era seria, porque raramente asiste a las reuniones, salvo que suceda algo muy grave.

A Percy no le hizo mucha gracia estar de acuerdo con la reina de los dioses, pero trató de no demostrarlo

Mientras Annabeth hablaba, Argos mantuvo su centenar de ojos azules fijos en ella con tal intensidad que todo su cuerpo quedó inyectado en sangre.

-Fue un poco raro- dijo Annabeth

Luke debía de conocer la entrada del laberinto —dijo mi amiga—. Se conocía al dedillo el campamento.

Me pareció detectar cierto orgullo en su voz, como si todavía sintiera respeto por aquel tipo, por malvado que fuera.

-Yo pensé lo mismo- dijo Travis alzando la mano

Annabeth rodó los ojos

Enebro carraspeó.

Eso trataba de decirte anoche. La entrada de esa cueva ha estado allí desde hace mucho. Luke solía utilizarla.

Luke se removió incómodo

Silena Beauregard frunció el ceño.

— ¿Conocías la entrada del laberinto y no dijiste nada?

La cara de Enebro se puso verde.

No sabía que fuera importante. Sólo es una cueva. Y a mí no me gustan esas repulsivas cavernas antiguas.

-Yo apoyo eso- dijo Piper

Tiene buen gusto —opinó Grover.

-Calmado galán- dijo Leo con una sonrisita

No le habría prestado ninguna atención de no ser... bueno, porque era Luke. — Se ruborizó con un verde aún más intenso.

-¿Qué decías del buen gusto?- preguntó Apolo

Grover bufó

-Pues no era la única- dijo Hermes

Thalia y Annabeth se sonrojaron

-Pues a mí me parece que Annabeth tiene un gusto excelente- dijo Afrodita

-Obviamente- dijo Poseidón

-Basta- murmuró Percy

Afrodita le guiñó un ojo

Grover resopló.

Retiro lo del buen gusto.

Interesante. —Quintus pulía su espada mientras hablaba—. ¿Y creéis que ese joven, Luke, se atrevería a usar el laberinto como vía de entrada para su invasión?

Sin duda —intervino Clarisse—. Si lograra meter a un ejército de monstruos en el Campamento Mestizo y presentarse de repente en mitad del bosque sin tener que preocuparse de nuestras fronteras mágicas, no tendríamos la menor posibilidad. Nos aniquilaría fácilmente. Debe de llevar meses planeándolo.

-Lo cual es una buena estrategia- dijo Atenea

Ha estado enviando exploradores al laberinto —apuntó Annabeth—. Lo sabemos... porque encontramos a uno.

Chris Rodríguez —dijo Quirón. Dirigió a Quintus una mirada significativa.

Ah —dijo él—. El que estaba en... Ya, entiendo.

-Ese mismo- murmuró Chris

— ¿El que estaba dónde? —pregunté.

Clarisse me lanzó una mirada furibunda.

-Como siempre- dijo Percy encogiéndose de hombros

La cuestión es que Luke ha estado buscando la manera de orientarse en el interior del laberinto. Quiere encontrar el taller de Dédalo.

Recordé mi sueño de esa noche: el anciano ensangrentado y con la ropa hecha jirones.

El tipo que creó el laberinto.

-Un aplauso para Percy- corearon los Stoll y luego aplaudieron

Sí —confirmó Annabeth—. El mayor arquitecto e inventor de todos los tiempos. Si las leyendas son ciertas, su taller está en el centro del laberinto. Él es el único que sabía orientarse por los pasadizos. Si Luke encontrara el taller y convenciera a Dédalo para que lo ayudase, no tendría que andar buscando a tientas el camino ni arriesgarse a perder su ejército en las trampas del laberinto. Podría dirigirse a donde quisiera: deprisa y sin correr peligro. Primero al Campamento Mestizo para acabar con nosotros. Y luego... al Olimpo.

-Pero... ¿No se supone que Dédalo está muerto?- preguntó Piper

-Sería lógico- dijo Jason

-Esperen y lo descubrirán- dijo Annabeth

Todos los presentes se quedaron en silencio, salvo el yak de goma que la Señorita O'Leary estaba destripando y que no paraba de soltar silbidos.

-¿Ven?- dijo Travis -no se podría hacer un buen silencio dramático

Finalmente, Beckendorf apoyó sus manazas sobre la mesa.

Un momento, Annabeth. ¿Has dicho «convencer a Dédalo»? ¿Es que no está muerto?

Quintus soltó un gruñido.

Sería de esperar. Vivió hace... ¿cuánto? ¿Tres mil años? E incluso si estuviera vivo, ¿no dicen las viejas historias que huyó del laberinto?

-Exactamente- dijo Atenea con una mueca

Quirón removió sus cascos.

Ese es el problema, mi querido Quintus. Que nadie lo sabe. Hay algún rumor... bueno, muchos rumores inquietantes sobre Dédalo. Pero uno de ellos dice que hacia el final de su vida regresó al laberinto y desapareció. Quizá esté allá abajo todavía.

-Si es así, ese hombre me ha burlado- dijo Hades con los dientes apretados

Pensé en el anciano que había visto en mi sueño. Parecía tan frágil que resultaba difícil creer que pudiera durar una semana, no digamos ya tres mil años.

Los chicos rieron

Tenemos que bajar allí —resolvió Annabeth—. Hemos de encontrar el taller antes que Luke. Si Dédalo está vivo, lo convenceremos para que nos ayude a nosotros y no a él. Y si el hilo de Ariadna existe, nos encargaremos de que no caiga en manos de Luke.

Un momento —tercié—. Si lo que nos preocupa es un ataque, ¿por qué no volamos la entrada y sellamos el túnel?

Atenea bufó -Eso no serviría de nada

— ¡Qué gran ideal —exclamó Grover—. ¡Yo me ocuparé de la dinamita!

No es tan fácil, estúpido —rezongó Clarisse—. Ya lo intentamos en la entrada que encontramos en Phoenix. No salió bien.

-Por supuesto que no- dijo Atenea -el laberinto es arquitectura mágica

Annabeth asintió.

El laberinto es arquitectura mágica, Percy. Se necesitaría una potencia enorme para sellar una sola de sus entradas. En Phoenix, Clarisse derribó un edificio entero con un martillo de demolición y la entrada apenas se desplazó unos centímetros. Lo que hemos de hacer es impedir que Luke aprenda a orientarse.

Atenea le dio a su hija una mirada de aprobación

También podríamos combatir —sugirió Lee Fletcher—. Ahora ya sabemos dónde está la entrada. Podríamos levantar una línea defensiva y esperarlos. Si un ejército intenta atravesarla, nos encontrará aguardando con nuestros arcos.

Ares soltó una carcajada -No lo resistirían

Por supuesto que levantaremos defensas —asintió Quirón—. Pero me temo que Clarisse tiene razón. Las fronteras mágicas han mantenido este campamento a salvo durante cientos de años. Si Luke consigue meter un gran ejército en el corazón del campamento, traspasando nuestras fronteras... no tendremos fuerzas suficientes para derrotarlo.

Nadie parecía muy contento con tales noticias. Quirón siempre procuraba ser animoso y optimista. Si él decía que no podríamos contener un ataque, era para preocuparse.

-Es la verdad, chaval- dijo Ares

Debemos llegar nosotros primero al taller de Dédalo —insistió Annabeth—. Encontrar el hilo de Ariadna e impedir que Luke lo utilice.

Pero si nadie sabe orientarse en esos túneles —aduje—, ¿qué posibilidades tenemos?

-Percy tiene un punto- señaló Artemisa

Llevo años estudiando arquitectura —respondió ella—. Conozco mejor que nadie el laberinto de Dédalo.

A través de tus lecturas.

-Eso no va a ser suficiente- dijo Hera

Bueno, sí.

No es suficiente.

— ¡Habrá de serlo!

— ¡No lo es!

— ¿Vas a ayudarme o no?

-Pelea de enamorados- dijo Thalia de manera burlona

Todo el mundo nos estaba mirando como si jugáramos un partido de tenis. El yak de la Señorita O'Leary hizo « ¡hiiic!» cuando ésta le arrancó la cabeza de goma.

Quirón carraspeó.

Lo primero es lo primero. Hemos de organizar una búsqueda. Alguien debe bajar al laberinto, encontrar el taller de Dédalo e impedir que Luke utilice esa vía para invadir el campamento.

Todos sabemos quién ha de encabezar esa búsqueda —dijo Clarisse—. Annabeth.

Atenea hizo una mueca

Hubo un murmullo de asentimiento. Yo sabía que ella llevaba años esperando la ocasión de llevar a cabo su propia búsqueda, pero ahora se la veía incómoda.

Tú has hecho tanto como yo, Clarisse —señaló—. También tú deberías ir.

-Estaré loca si vuelvo ahí- dijo Clarisse

Ella meneó la cabeza.

Yo allí no vuelvo.

Travis Stoll se echó a reír.

No me digas que tienes miedo. ¿Clarisse, gallina?

Chris le dio una mirada molesta a su hermano, Travis se sonrojó

Ésta se puso de pie. Pensé que iba a pulverizar al guasón, pero se limitó a decir con voz temblorosa:

No entiendes nada, idiota. No pienso volver allá. ¡Nunca!

Y se alejó, furiosa.

-Idiota- dijo Chris dándole un golpe a su hermano

Travis nos miró a los demás, avergonzado. —No pretendía...

En la sala Travis lucía avergonzado

Quirón alzó la mano.

La pobre ha tenido un año muy difícil. Bueno, ¿estamos todos de acuerdo en que Annabeth debería liderar la búsqueda?

Todos asentimos, salvo Quintus, que cruzó los brazos y contempló la mesa, aunque no creo que nadie más se fijara.

-¿Que pretende?- preguntó Atenea para sí misma

Muy bien. —Quirón se volvió hacia Annabeth—. Querida, ha llegado la hora de que visites al Oráculo. Cuando vuelvas, suponiendo que regreses sana y salva de esa visita, discutiremos lo que hay que hacer.

Aguardar a que Annabeth regresara me pareció mucho más difícil que ir a visitar al Oráculo.

-Claro que sí- dijo Piper

Yo lo había oído pronunciar una profecía dos veces. La primera, en el polvoriento desván de la Casa Grande, donde el espíritu de Delfos dormía en el cuerpo momificado de una dama hippy. La segunda, el Oráculo se había dado un pequeño paseo por el bosque. Aún tenía pesadillas sobre aquello.

Thalia lo miró con comprensión

Yo nunca me había sentido amenazado por la presencia del Oráculo, pero había oído historias de campistas que habían perdido la razón o sufrido visiones tan reales que se habían muerto —literalmente— de miedo.

Luke hizo una mueca ante eso

Caminé de un lado para otro, esperando, mientras la Señorita O'Leary devoraba su almuerzo, que consistía en cincuenta kilos de carne picada y un montón de galletas para perro, cada una tan grande como la tapa de un cubo de basura. Me pregunté de dónde sacaría Quintus aquellas provisiones. No me parecía muy posible que se encontraran en cualquier tienda de mascotas.

-No se encuentran fácilmente- dijo Percy con tristeza

Quirón se hallaba enfrascado en una conversación con Quintus y Argos. Daba la impresión de que no estaban de acuerdo. El primero no paraba de mover la cabeza.

Quirón suspiró

Al otro lado del ruedo, Tyson y los hermanos Stoll jugaban con unos carros de bronce en miniatura que mi hermanastro había fabricado con unos trozos viejos de armadura.

Tyson y los hermanos Stoll se sonrieron

Dejé de dar vueltas. Escruté a través de los campos la ventana del desván de la Casa Grande, donde no se veía ninguna luz ni el menor movimiento. ¿A qué se debía su tardanza? Estaba casi seguro de que yo nunca había necesitado tanto tiempo para obtener una respuesta del Oráculo.

-Tal vez Annabeth estaba golpeando al oráculo- sugirió Piper

-La creo capaz- dijo Thalia

Percy —susurró una voz femenina.

Enebro se asomó entre los arbustos. Era curioso cómo se volvía casi invisible cuando estaba rodeada de plantas.

Me indicó por señas que me acercara con urgencia.

Tienes que saberlo: Luke no ha sido el único al que he visto rondando cerca de esa cueva.

-Quintus- dijo Atenea

— ¿Qué quieres decir?

Ella se volvió hacia el ruedo.

Tenía intención de contarlo, pero él estaba delante.

— ¿Quién?

El instructor de espada —dijo—. Estuvo fisgoneando por las rocas.

-Atenea, ¿Ahora me quieres quitar el puesto de adivinación?- preguntó Apolo

-No puedo creer que seas tan idiota y aún no te des cuenta- respondió Atenea

— ¿Quintus? ¿Cuándo?

No sé. Yo no me fijo mucho en el tiempo. Tal vez fue hace una semana, cuando se presentó aquí por primera vez.

Pero ¿qué hacía? ¿Llegó a entrar?

No... No estoy segura. Me da escalofríos, Percy. Ni siquiera lo vi llegar al claro.

De repente, estaba allí. Tienes que decirle a Grover que es demasiado peligroso...

-Grover, es demasiado peligroso- dijo Leo "seriamente"

— ¿Enebro? —Era Grover quien la llamaba—. ¿Dónde te has metido?

Ella suspiró.

Será mejor que me vaya. Recuerda lo que te he dicho. ¡No te fíes de ese hombre!

Regresó al ruedo corriendo.

Yo miré la Casa Grande, más inquieto que nunca. Si Quintus andaba tramando algo... Necesitaba conocer la opinión de Annabeth.

-Que buena excusa- dijo Hazel riendo

Quizá ella supiera cómo interpretar lo que Enebro acababa de revelarme. Pero ¿dónde demonios estaba? Pasara lo que pasara con el Oráculo, no era normal que tardara tanto.

Al final, no pude resistirlo más.

Iba contra las normas, pero nadie me vio.

-Lamentablemente para ti, estos libros lo dicen todo- comentó Connor

Bajé corriendo por la ladera de la colina y crucé los campos.

Percy puso su mejor mirada de chico inocente

En el salón de la Casa Grande reinaba un extraño silencio. Estaba acostumbrado a ver a Dionisio junto a la chimenea, jugando a las cartas, comiendo uvas y despotricando contra los sátiros, pero el señor D no estaba.

Crucé el pasillo, las tablas del suelo crujiendo a cada paso. Al llegar al pie de la escalera, vacilé. Cuatro pisos más arriba había una trampilla que conducía al desván.

-Eres todo un rebelde- dijo Apolo guiñando un ojo

Annabeth andaría por allá arriba. Me detuve y agucé el oído, pero lo que capté no era lo que esperaba.

Sollozos. Y procedían de abajo.

Rodeé la escalera. La puerta del sótano estaba abierta. Ni siquiera sabía que hubiera un sótano en la Casa Grande.

-Pues claro que hay- dijo Dionisio con tono de fastidio

Atisbé en su interior y vislumbré en el rincón más alejado dos figuras sentadas entre grandes pilas de cajas de ambrosía y de fresas en conserva. Una era Clarisse. La otra, un adolescente de aspecto latino con unos pantalones de camuflaje andrajosos y una camiseta negra muy sucia.

-Te voy a matar Perseus- masculló Clarisse poniéndose de pie, Chris la agarró de la cintura e hizo que se volviera a sentar

Tenía el pelo revuelto y grasiento. Se abrazaba los hombros y sollozaba sin parar. Era Chris Rodríguez, el mestizo que se había ido con Luke.

Chris hizo una mueca, pero no soltó a Clarisse que se removía en sus brazos

Está bien —le decía Clarisse—. Toma un poco más de néctar.

— ¡Eres un espejismo, Mary! —Chris retrocedía hacia el rincón—. ¡Apártate!

No me llamo Mary. —La voz de Clarisse era amable, aunque muy triste. Nunca habría imaginado que pudiera hablar con ese tono—. Me llamo Clarisse. Recuerda. Por favor.

-Lo voy a matar- seguía mascullando Clarisse

— ¡Está oscuro! —Chilló Chris—. ¡Demasiado oscuro!

Ven fuera —dijo ella, tratando de persuadirlo—. La luz del sol te ayudará.

-Quien diría que una hija tuya pudiera ser tan linda con alguien- susurró la diosa del amor en el oído de Ares

Un... un millar de calaveras. La tierra lo cura una y otra vez.

Chris —suplicó Clarisse, que parecía al borde de las lágrimas—. Has de recuperarte. Por favor. El señor D volverá pronto. Él es un experto en locura. Resiste.

-Lo soy- dijo Dionisio con tono altivo

Los ojos de Chris tenían la expresión desesperada y salvaje de una rata acorralada.

No hay salida, Mary. No la hay.

Entonces me vio por un instante y soltó un ruido ahogado y despavorido.

— ¡El hijo de Poseidón! ¡Es horrible!

-Pues sí está feo, pero aun así lo queremos- bromeó Leo

Afrodita rió -Ese chico es súper sexy

-Ni siquiera estaba hablando de mí- dijo Percy sonrojado

Retrocedí con la esperanza de que Clarisse no me hubiese visto. Me detuve a escuchar, creyendo que saldría furiosa y dando gritos, pero siguió habiéndole a Chris con voz suplicante e insistiéndole en que tomara un poco de néctar. Quizá pensara que sólo había sido una alucinación más de Chris, aunque... « ¿Hijo de Poseidón?» Él me había mirado, sin duda. Sin embargo, ¿por qué tenía la sensación de que no se refería a mí?

Poseidón palideció ¿Un hijo suyo que la tierra curaba una y otra vez? Eso pintaba mal

En cuanto a la ternura de Clarisse... nunca se me habría ocurrido que pudiera gustarle alguien. Por su modo de pronunciar el nombre de Chris, deduje que lo había conocido antes de que cambiara de bando. Y mucho mejor de lo que yo habría podido suponer.

Chris se sonrojó y le dio un pequeño beso a su novia

Pero ahora él estaba temblando en un sótano oscuro, sin atreverse a salir y murmurando incoherencias sobre una tal Mary. No era de extrañar que Clarisse no quisiera ni oír hablar del laberinto. ¿Qué le habría sucedido a Chris allá abajo?

-No quieres saber- dijo Chris

Oí un crujido procedente de arriba —la trampilla del desván quizá— y corrí hacia la puerta. Tenía que salir de la casa.

— ¡Querida niña! —Dijo Quirón—. Lo has conseguido.

Annabeth llegó al ruedo, se sentó en un banco de piedra y miró el suelo.

Annabeth suspiró

— ¿Y bien? —preguntó Quintus.

Levantó la vista y me miró a mí. No sabía si pretendía advertirme o si aquella expresión de sus ojos era puro y simple miedo. Luego se fijó en Quintus.

-Oh, eso no suena nada bien- dijo Hazel

He escuchado la profecía. Yo dirigiré la búsqueda para encontrar el taller de Dédalo.

Nadie mostró la menor alegría. Es decir, Annabeth nos caía bien y queríamos que le encargaran una búsqueda, pero aquélla parecía entrañar un peligro demencial.

-Y vaya que sí- dijo Rachel

Después de ver a Chris, no quería ni imaginarme a Annabeth descendiendo otra vez a aquel extraño laberinto.

Quirón arañó la arena con un casco.

— ¿Qué dice exactamente la profecía, querida? Los términos precisos del Oráculo tienen mucha importancia.

Apolo y Rachel asintieron de acuerdo

Annabeth inspiró profundamente.

Yo... Bueno, ha dicho: «Rebuscarás en la oscuridad del laberinto sin fin...» Todos aguardamos.

«El muerto, el traidor y el desaparecido se alzan.» Grover pareció animarse.

— ¡El desaparecido! ¡Ha de referirse a Pan! ¡Es genial! —Con el muerto y el traidor —añadí—. No tan genial.

-Pero eso no importa- dijo Dionisio

Poseidón decidió ignorarlo

— ¿Y qué más? —Dijo Quirón—. Cuéntanos el resto.

«Te elevarás o caerás de la mano del rey de los fantasmas —añadió Annabeth—. El último refugio de la criatura de Atenea.»

-Bueno, obviamente el rey de los fantasmas es Nico-dijo Will guiñándole un ojo

-Tiene lógica- dijo Apolo -pero no me gusta lo de la criatura de Atenea y menos si su hija va a liderar la misión

Todos se miraron incómodos. Annabeth era hija de Atenea, y eso del «último refugio» no sonaba muy bien.

-Pero ella está aquí- dijo Atenea -creo que se refiere a ¿Dédalo?

Algunos dioses y chicos (que no estuvieron en el campamento en esa época) miraron a la diosa con confusión

Eh... no hemos de precipitarnos en sacar conclusiones —dijo Silena—. Annabeth no es la única criatura de Atenea, ¿no?

— ¿Y quién puede ser el rey de los fantasmas? —preguntó Beckendorf.

-Nico, el mejor- dijo Will haciendo sonrojar a su novio

Nadie respondió. Recordé el mensaje Iris en el que había visto a Nico invocando a los espíritus. Tenía el funesto presentimiento de que la profecía estaba relacionada con eso.

— ¿Nada más? —Dijo Quirón—. La profecía no parece completa.

-Y no lo está- dijo Apolo

Annabeth vaciló.

No recuerdo exactamente.

Quirón arqueó una ceja. Mi amiga era bien conocida por su memoria. Nunca olvidaba lo que oía.

-Ahí supimos que algo estaba mal- dijo Percy

Ahora se removió en el banco.

Algo así como: «Destruye un héroe con su último aliento.»

-Aún falta- dijo Apolo

— ¿Y? —insistió Quirón. Annabeth se puso en pie.

La cuestión es que he de entrar en el laberinto. Encontraré el taller y le pararé los pies a Luke. Y necesito ayuda. —Se volvió hacia mí—. ¿Vendrás?

-Y evadió la pregunta- dijo Piper

Ni siquiera lo dudé.

Cuenta conmigo.

Ella sonrió por primera vez en varios días y, solamente con eso, sentí que todo lo demás valía la pena.

-Awww- Afrodita soltó un grito

-Eres tan dulce- dijo Perséfone

-Son adorables- coincidió Hestia

Los chicos veían a la pareja con una sonrisita

— ¿Tú también, Grover? El dios salvaje te está esperando.

Grover pareció olvidar lo mucho que odiaba los subterráneos. La alusión al «desaparecido» lo había llenado de energía.

— ¡Me llevaré provisiones extra de aperitivo!

Y Tyson —dijo Annabeth—. También a ti te necesito.

-Eso va a ser interesante, pero peligroso- señaló Apolo

— ¡Yuju! ¡Hora de hacer BUUUM! —Aplaudió con tanta fuerza que despertó a la Señorita O'Leary, que dormitaba en un rincón.

— ¡Espera, Annabeth! —Dijo Quirón—. Esto va contra las antiguas leyes. A un héroe sólo se le permiten dos acompañantes.

Quirón suspiró

-Atenea, tu hija tiene más espíritu rebelde que tú- dijo Afrodita con una sonrisa

Los necesito a los tres —insistió ella—. Es importante, Quirón.

No entendía por qué estaba tan segura, pero me alegraba de que hubiera incluido a Tyson. No contemplaba la posibilidad de dejarlo en el campamento. Era grande y fuerte, y tenía una asombrosa destreza para los artefactos mecánicos. A los cíclopes, a diferencia de los sátiros, no les creaba ningún problema estar bajo tierra.

Tyson sonrió

Annabeth. —Quirón sacudía la cola, muy inquieto—. Piénsalo bien. Vas a quebrantar las antiguas leyes y eso siempre acarrea consecuencias. El pasado invierno salieron cinco en busca de Artemisa y sólo regresaron tres. Piénsalo. El tres es un número sagrado. Hay tres Moiras, tres Furias, tres hijos olímpicos de Cronos. Es un buen número, un número fuerte que se mantiene firme frente a los peligros. Cuatro... es arriesgado.

-Tiene razón, Annabeth, es muy arriesgado- comentó Atenea

Annabeth suspiró.

Lo sé. Pero hemos de hacerlo así. Por favor.

A Quirón aquello no le gustaba, me daba cuenta.

-Por supuesto que no- dijo Quirón -no hay que tomarse las antiguas leyes a la ligera

Quintus nos estudiaba como si quisiera descubrir quiénes de nosotros regresaríamos vivos.

-Pues todos están vivos- dijo Hades -no hay de que preocuparse

Perséfone le dio un codazo

Quirón suspiró.

Muy bien. Suspendamos aquí la sesión. Los que van a participar en la búsqueda deben prepararse. Mañana al amanecer os enviaremos al Laberinto.

Quintus me llevó aparte mientras la reunión empezaba a disolverse.

Tengo un mal presentimiento —me dijo.

Por supuesto que lo tiene, pensó Atenea

La Señorita O'Leary se me acercó, meneando la cola alegremente. Me puso su escudo a los pies y se lo lancé. Quintus la observó mientras la perra corría a buscarlo. Recordé lo que me había contado Enebro: que lo había visto merodeando cerca de la entrada del laberinto. No me fiaba de él, pero cuando volvió a mirarme, creí ver auténtica preocupación en sus ojos.

-Tal vez sí estaba preocupado- dijo Connor -aunque sea un poco

No me gusta la idea de que bajéis —dijo—. Ninguno de vosotros. Pero, si debéis hacerlo, ten presente una cosa: la razón de ser del laberinto es engañarte, distraer tu atención. Lo cual es un gran peligro para los mestizos. A nosotros es fácil distraernos.

-Era su manera de ayudar- dijo Annabeth

— ¿Tú has estado allí?

Hace mucho —respondió con voz cansada—. Salí con vida por los pelos. La mayoría de los que entran no tienen tanta suerte.

Me agarró del hombro.

Percy, mantén la mente centrada en lo que más importa. Si eres capaz de hacerlo así, tal vez halles el camino. Y ahora quiero darte una cosa.

-Eso no me gusta- dijo Poseidón

Me tendió un tubito de plata. Estaba tan frío que poco faltó para que se me cayera de las manos.

— ¿Un silbato? —pregunté.

Un silbato para perros —explicó Quintus—. Para la Señorita O'Leary.

-¿Y para que te va a servir?- preguntó Leo

Ah, gracias, pero...

— ¿De qué va a servir dentro del laberinto? No estoy seguro de que funcione, pero la Señorita O'Leary es un perro del infierno; es capaz de presentarse cuando la llaman sin importar lo lejos que esté. Me sentiré mejor sabiendo que lo llevas encima. Cuando realmente necesites ayuda, úsalo. Pero ten cuidado, el silbato está hecho con hielo estigio.

-Entonces va a funcionar- dijo Hades

— ¿Cómo?

Del río Estigio. Es muy difícil de trabajar. Muy delicado. No se derrite, pero se hará añicos en cuanto soples por él, de manera que sólo podrás usarlo una vez.

Pensé en Luke, mi viejo enemigo. Justo antes de emprender mi primera búsqueda, también me había hecho un regalo: unos zapatos mágicos diseñados para arrastrarme a la muerte. Quintus parecía tan buena persona, tan preocupado... Y la Señorita O'Leary estaba muy apegada a él, lo cual también había de tenerse en cuenta. En ese momento regresó con el escudo lleno de babas, lo dejó a mis pies y ladró excitada.

-Tienes todo el derecho a desconfiar- dijo Poseidón

Me sentí avergonzado por recelar de Quintus. Pero en su momento también había confiado en Luke.

Gracias —dije. Me deslicé el silbato helado en el bolsillo, prometiéndome a mí mismo que no lo usaría, y corrí en busca de Annabeth.

En todos los años que llevaba en el campamento, nunca había entrado en la cabaña de Atenea.

-Es un lugar para cerebritos- dijo Connor

-Un lugar increíble para hacer bromas- dijo Travis

Annabeth les dio una mirada asesina

Era un edificio plateado, aunque sin nada especial, con unas simples cortinas blancas y una lechuza tallada en piedra sobre el dintel. Los ojos de ónice de la lechuza parecían seguirme a medida que me acercaba.

— ¡Hola! —grité.

Nadie respondió. Di un paso y contuve el aliento. Aquello era un verdadero taller para cerebritos.

Percy y lo Stoll chocaron los cinco

Las literas estaban todas pegadas a una pared, como si dormir no tuviese la menor importancia. La mayor parte de la estancia se hallaba ocupada con bancos, mesas de trabajo, herramientas y armas. Al fondo había una enorme biblioteca llena de viejos rollos de pergamino, libros encuadernados en piel y ediciones en rústica. Había una mesa de dibujo con infinidad de reglas y transportadores junto a algunas maquetas en tres dimensiones.

Atenea sonrió

El techo estaba cubierto de mapas enormes de guerras antiguas. Había armaduras colgadas bajo las ventanas y sus planchas de bronce destellaban al sol.

Annabeth estaba al fondo, hurgando entre los viejos rollos.

-Vaya vaya, con que estaban solos- dijo Leo

-Creo que hay un regla sobre eso ¿No es así hermano?- dijo Connor

-Sí, la hay hermano, aquí tenemos unos rompedores de reglas- dijo Travis

Quirón miró a la pareja con una ceja alzada, ambos se sonrojaron

Toc, toc —dije.

Se volvió, sobresaltada.

Ah... hola. No te había oído.

— ¿Estás bien?

Ella examinó con el ceño fruncido el rollo que tenía en las manos.

Intento investigar un poco. El laberinto de Dédalo es tan descomunal que los relatos que hay sobre él no se ponen de acuerdo en casi nada. Los mapas no parecen conducir a ninguna parte.

-No hay nada mejor que la práctica- dijo Reyna

Pensé en lo que había dicho Quintus: que el laberinto intenta distraerte. Me pregunté si Annabeth lo sabría.

Nos las arreglaremos —le prometí.

Piper les sonrió

Se le había soltado el pelo y le caía alrededor de la cara en una enmarañada cascada rubia. Sus ojos grises parecían casi negros.

Desde que tenía siete años deseo dirigir una búsqueda —dijo.

-Hasta que dirigí una- comentó Annabeth

Lo vas a hacer de maravilla.

Me miró agradecida, pero enseguida bajó la vista y se concentró en los libros y rollos que había sacado de los estantes.

Estoy preocupada, Percy. Quizá no tendría que haberte pedido que vinieras. Y tampoco a Tyson y Grover.

-Es arriesgado lo que hiciste- comentó Artemisa -pero lo importante es que lo creías correcto

— ¡Eh!, ¡somos tus amigos! No nos lo perderíamos por nada del mundo.

Pero... —Se interrumpió.

— ¿Qué ocurre? —pregunté—. ¿Es la profecía?

Seguro que todo irá bien —dijo con un hilo de voz.

— ¿Cuál es el último verso?

Annabeth hizo una mueca

Entonces hizo algo que me sorprendió de verdad. Pestañeó para reprimir las lágrimas y extendió los brazos hacia mí.

-Es muy lindo, pero el último verso no debe ser nada bueno- dijo Perséfone

Me acerqué y la abracé. Sentí un enloquecido revoloteo de mariposas en el estómago.

Percy y Annabeth se sonrojaron

Eh... ¡que todo va de maravilla! —Le di unas palmaditas en la espalda.

Adquirí de pronto una aguda percepción de la habitación entera. Tenía la sensación de que podía leer el rótulo más diminuto de cualquier libro de las estanterías.

-Ese es el efecto- dijo Afrodita encantada

El pelo de Annabeth olía a champú al limón. Estaba temblando.

Tal vez Quirón tenga razón —musitó—. Estoy quebrantando las leyes. Pero no sé qué hacer. Os necesito a los tres. Me da la sensación de que eso es lo correcto.

Entonces no te preocupes —acerté a decir—. Nos hemos enfrentado a muchos problemas otras veces y los hemos superado.

-Juntos- dijo Percy sonriendo

-Juntos- repitió Annabeth

Esto es diferente. No quiero que os pase nada... a ninguno de vosotros.

-Temes que algo le pase ¿El último verso tiene que ver con él?- preguntó Perséfone

Poseidón continuó leyendo antes de que Annabeth respondiera, quería y no quería saberlo, tenía la esperanza de que no se tratara sobre su hijo

Alguien carraspeó a mis espaldas.

Era Malcolm, uno de los hermanastros de Annabeth. Tenía la cara como un tomate.

-Siempre tienen que arruinar el momento- se quejó Afrodita

Esto... perdón —balbuceó—. Las prácticas de tiro al arco empiezan ahora, Annabeth. Quirón me ha pedido que viniese a buscarte.

Me separé de ella.

Estábamos buscando unos mapas —dije como un estúpido.

A pesar de todo, los chicos y uno que otro dios rieron

-Creo que estuvo de más el comentario, sesos de alga- dijo Thalia riendo

-Déjame en paz, cara de pino- dijo Percy sonrojado

Malcolm me miró.

Vale.

Dile a Quirón que voy enseguida —le indicó Annabeth.

Malcolm se alejó corriendo. Ella se restregó los ojos.

Tú sigue con lo tuyo, Percy. Será mejor que yo me prepare para la práctica de tiro.

Asentí, aunque nunca me había sentido tan confuso.

-Hubo otro momento que lo superó- susurró Percy a su novia con una sonrisa

Quería salir corriendo de la cabaña... pero no lo hice.

Annabeth —dije—. En cuanto a la profecía, ese verso sobre el héroe y su último aliento...

— ¿Te preguntas qué héroe podría ser? No lo sé.

No. Otra cosa. Estaba pensando que «último aliento» suena... ¿No terminará la profecía con la palabra «muerto»?

-Las profecías y su nota feliz- dijo Leo

Ella bajó la vista y se concentró en sus pergaminos.

Será mejor que vayas a prepararte, Percy. Nos... Nos vemos por la mañana.

La dejé allí, estudiando mapas que no conducían a ninguna parte. No podía desprenderme de la sensación de que uno de nosotros no regresaría vivo de aquella búsqueda.

-De acuerdo ¿Cuál es el último verso?- preguntó Poseidón

-¿No quedamos que nada de spoilers?- preguntó a su vez Apolo

-Calla- dijo Afrodita -yo también quiero saber

-Y yo- dijeron Perséfone, Deméter, Hestia, Hermes y algunos chicos

Apolo suspiró

-Y perderás un amor frente algo peor que la muerte- musitó Annabeth

La sala entera sabía que en esa época Annabeth estaba enamorada de Luke y la mayoría sabía lo que le había pasado, la sala quedó en silencio por un momento

-Creo que deberíamos tomarnos la tarde libre, por lo que hemos leído este libro no va a ser fácil- comentó Perséfone -¿Les parece?

Chicos y dioses asintieron de acuerdo