ARDO COMO UNA ANTORCHA
-El capítulo acabó- dijo Hades -¿Seguimos?
-Sí- dijo Piper -yo voy a leer- Hades le pasó el libro -ardo como una antorcha
-Tengo el presentimiento de que este capítulo no me va a gusta- dijo Poseidón
-Espero que eso de "arder" sea metafórico- dijo Apolo
-Algo así- contestó Percy
Ya creía que le habíamos perdido la pista a la araña cuando Tyson captó un lejano sonido metálico.
-Gracias a los dioses- dijo Piper
Dimos unas cuantas vueltas, retrocedimos varias veces y por fin encontramos a la araña, que golpeaba una puerta de metal con su cabecita.
-Pero la encontramos- dijo Tyson orgulloso
-Es lo importante- asintió Percy
La puerta parecía una de aquellas anticuadas escotillas de los submarinos: con forma oval, remaches metálicos y una rueda, en lugar de un pomo, para abrirla.
-Usted ha llegado a su destino- anunció Leo - esperamos que el viaje haya sido de su agrado
-No lo fue- dijeron los chicos de la misión
Encima de ella había una gran placa de latón, que el tiempo había cubierto de verdín, con una eta griega en el centro.
-Esto se va poner interesante- dijo Hermes
Nos miramos unos a otros.
— ¿Listos para conocer a Hefesto? —dijo Grover, nervioso.
—No —reconocí.
-La honestidad ante todo- dijo Piper riendo
-Estaba nervioso- dijo Percy
— ¡Sí! —dijo Tyson, eufórico, mientras hacía girar la rueda.
-Listos o no, allá vamos- dijo Connor
En cuanto se abrió la puerta, la araña se deslizó al interior; Tyson la siguió de cerca y los demás avanzamos también, aunque con menos entusiasmo.
Hefesto resopló
-¿Dónde quedó la cortesía, niños?- preguntó Leo
-Con la Esfinge- contestó Percy
El lugar era inmenso. Como el garaje de un mecánico, estaba lleno de elevadores hidráulicos.
-Un buen lugar- comentó Leo -muy bien, muy bien
En algunos de ellos había coches, pero en otros se veían cosas bastante más extrañas:
-Era de esperarse- dijo Calipso
un hippalektryon de bronce desprovisto de su cabeza de caballo y con un montón de cables colgando de su cola de gallo,
-Hefesto y sus cosas raras- dijo Apolo
-Pero esas cosas raras nos dan mucha diversión- dijo Hermes
-sobre todo cuando las uso en Ares- dijo Hefesto
El dios de la guerra le dio una mirada asesina
un león de metal que parecía conectado a un cargador de batería, y un carro de guerra griego hecho enteramente de fuego.
-Eso suena fabuloso- dijo Leo
Había además una docena de mesas de trabajo totalmente cubiertas de artilugios de menor tamaño.
-Exactamente como se ve su cabaña- comentó Connor -es divertido descubrir cómo funcionan
Se veían muchas herramientas colgadas y cada una tenía su silueta pintada en un tablero, aunque nada parecía estar en su sitio.
-El desorden ayuda a generar mejores ideas- dijo Hefesto
-Es lo mismo que yo le digo a mi madre, pero aun así me hace limpiar mi habitación- dijo Percy con un puchero
El martillo ocupaba el lugar del destornillador; la grapadora, el de la sierra de metales, y así sucesivamente.
-Que bien- dijo Leo
Por debajo del elevador hidráulico más cercano, que sostenía un Toyota Corolla del 98, asomaban dos piernas:
-¡Eureka!- gritaron Apolo y Hermes -lo encontraron
la mitad inferior de un tipo enorme, con unos mugrientos pantalones grises y unos zapatos incluso más grandes que los de Tyson. En una de las piernas tenía una abrazadera metálica.
-Debe combinar con su oficio- bufó Ares
La araña se deslizó por debajo del coche y los martillazos se interrumpieron al instante.
-Interrumpiendo como siempre- bromeó Travis
—Vaya, vaya. —La voz retumbaba desde debajo del Corolla—. ¿Qué tenemos aquí?
-Una araña- dijo Leo
Hefesto lo miró con una ceja alzada y Leo se sonrojó
El mecánico salió sobre un carrito y se sentó. Había visto a Hefesto en el Olimpo en una ocasión, así que creía estar preparado.
-Nadie está preparado, muchacho- dijo Hefesto -tendríamos que agradecer a nuestra reina
En ese momento, sin embargo, tragué saliva.
Supongo que se habría lavado cuando lo vi en el Olimpo, o que habría usado algún truco mágico para que su forma resultara menos espantosa.
-Los siento- dijo Percy sonrojado
-Estoy acostumbrado- suspiró Hefesto
Pero al parecer allí, en su propio taller, no le preocupaba en absoluto su aspecto.
-No era un lugar donde esté Hera- dijo Hefesto
Llevaba un mono cubierto de grasa, con un rótulo bordado en el bolsillo de la pechera que decía «HEFESTO».
-Solo por si no lo reconocían- bromeó Hermes
-Uno nunca sabe- dijo Leo
La pierna de la abrazadera le chirriaba y daba chasquidos mientras se incorporaba y, una vez de pie, vi que el hombro izquierdo era más bajo que el derecho, de manera que parecía ladeado incluso cuando se erguía.
-¿También tiene que estar escrito como veo a las personas?- preguntó Percy
-Si no lo estuviera, perdería la diversión- dijo Piper
-Espero que los próximos libros estén desde su punto de vista- dijo Percy
Tenía la cabeza deformada y llena de bultos, y una permanente expresión ceñuda.
-No como Leo- señaló Piper
Su barba negra humeaba. De vez en cuando, se le encendía en los bigotes una pequeña llamarada que acababa extinguiéndose sola.
-Solo porque Leo no tiene bigotes- dijo Percy
-No son mi estilo- dijo Leo
Sus manos debían de ser del tamaño de unos guantes de béisbol y, sin embargo, sostenían la araña con increíble delicadeza.
-Aunque parezca increíble se puede lograr- dijo Hefesto
-Tyson hace lo mismo- observó Hazel
La desarmó en dos segundos y volvió a montarla.
—Ahí está —dijo entre dientes—. Mucho mejor así.
-A veces es necesaria una reconstrucción- dijo Leo
-Estoy totalmente de acuerdo- dijo Calipso
La araña dio un saltito alegre en su palma, lanzó un hilo de metal al techo y se alejó balanceándose.
-¿No podía ser algo más que arañas?- bufó Atenea
Hefesto nos dirigió una mirada torva.
— ¿No os he construido yo, verdad?
— ¿Eh? —Dijo Annabeth—. No, señor.
—Menos mal —gruñó el dios—. Un trabajo muy chapucero.
-¿Gracias?- murmuró Percy
-Luego luego con los halagos- comentó Leo
Nos estudió a Annabeth y a mí.
—Mestizos —refunfuñó—. Podríais ser autómatas, desde luego, pero seguramente no lo sois.
-Causarían más problemas siendo autómatas- bufó Ares
—Nos conocemos, señor —le dije.
— ¿Ah, sí? —preguntó con aire ausente. Me dio la sensación de que le traía sin cuidado.
-Probablemente me traía sin cuidado- dijo Hefesto
-Me siento bienvenido- susurró Percy
Más bien parecía cavilar cómo me funcionaba la mandíbula; si iba con bisagra, con una palanca o con qué—.
-Los humanos son seres sorprendentes, aunque con muchos defectos, además de que se rompen fácilmente- dijo Hefesto
Bueno, pues si no te hice papilla la primera vez que nos vimos, supongo que no tengo por qué hacerlo ahora.
-A menos que lo hagas enojar- dijo Apolo -no te gustaría verlo enojado
Miró a Grover y frunció el ceño aún más.
—Sátiro. —Luego miró a Tyson y sus ojos centellearon—. Bueno, un cíclope. Bien, bien. ¿Qué haces viajando con éstos?
-Me siento querido- murmuró Grover
Percy asintió de acuerdo
—Eh... —balbuceó Tyson, contemplando maravillado al dios.
—Sí, bien dicho —asintió Hefesto—.
-Tyson siempre tiene las palabras adecuadas- dijo Connor "seriamente"
Será mejor que tengáis un buen motivo para molestarme. La suspensión de este Corolla es un verdadero quebradero de cabeza, ¿sabéis?
Leo asintió de acuerdo
—Señor —intervino Annabeth, vacilante—, estamos buscando a Dédalo. Pensamos...
— ¿A Dédalo? —Rugió el dios—. ¿Queréis ver a ese viejo canalla? ¿Os atrevéis a buscarlo?
-Les dije que no lo hicieran enojar- dijo Apolo
-Nunca sabes con que puedes hacer enojar a un dios- señaló Calipso
Los dioses se quedaron callados
Su barba estalló en llamas y los ojos negros destellaron como carbones.
—Eh, sí, señor. Por favor —musitó Annabeth.
-La táctica diplomática, muy bien- dijo Zoë
—Puf. Estáis perdiendo el tiempo.
-Es como la quinta persona que les dice lo mismo- dijo Piper
-Así sientes que lo vas a lograr- dijo Percy
—Miró algo que tenía en la mesa y se acercó cojeando a recogerlo: un amasijo de muelles y placas de metal, que empezó a manipular. En apenas unos segundos sostenía en sus manos un halcón de plata y bronce.
-¡Que guay!- exclamó Leo
El artilugio extendió sus alas metálicas, parpadeó con sus ojos de obsidiana y echó a volar por el taller.
-Eso es sorprendente- dijo Leo como niño chiquito
-Lo dice el que reparó un dragón de bronce- susurró Jason a Piper
Tyson se puso a reír y a dar palmas. El pájaro se le posó en el hombro y le mordisqueó cariñosamente la oreja.
-Era un bonito pájaro- dijo Tyson
Hefesto lo observó. Su ceño no se modificó, pero me pareció ver un brillo más amable en sus ojos.
-¡Salvados por Tyson!- gritaron los Stoll
—Presiento que tienes algo que decirme, cíclope.
La sonrisa de Tyson se desvaneció.
—S... sí, señor. Vimos al centimano.
-Que por cierto, puso en peligro la vida de mis hijos- masculló Poseidón
-Estaba asustado- dijo Hestia
Hefesto asintió. No parecía sorprendido.
— ¿A Briares?
—Sí. Es... estaba asustado. No quiso ayudarnos.
—Y eso te preocupa.
-Sí, porque sería de gran ayuda- dijo Apolo
-Tienen un campamento que defender- asintió Artemisa
— ¡Sí! —La voz le tembló—. ¡Briares tendría que ser fuerte! Es el mayor y el más viejo de los cíclopes. Pero huyó.
Hefesto soltó un gruñido.
—Hubo un tiempo en el que admiraba a los centimanos.
-Eran realmente admirables- dijo Hefesto
En los días de la primera guerra. Pero las personas, los monstruos e incluso los dioses cambian, joven cíclope. No puedes fiarte de ellos. Mira a mi querida madre, Hera.
-Perfecto ejemplo- susurró Apolo
-Queridísima madre- masculló Hefesto
La habéis conocido, ¿verdad? Os habrá sonreído y os habrá hablado largo y tendido de lo importante que es la familia, ¿cierto?
-La familia es lo más importante- masculló Hera -aunque ustedes no quieran verlo
Lo cual no le impidió expulsarme del monte Olimpo cuando vio mi rostro.
Hera hizo un gesto despectivo -Fue un accidente
—Creía que había sido Zeus —aduje.
-Mi querida madre lo prefiere así- dijo Hefesto
Hefesto carraspeó y lanzó un salivazo a una escupidera de bronce. Chasqueó los dedos y el robot halcón regresó otra vez a la mesa de trabajo.
-Mantente ocupado- murmuró Leo
—Ella prefiere contar esa versión —rezongó—. La hace quedar mejor, ¿no?
-Fue un accidente- dijo Hera -no tienes que ser tan resentido
Le echa toda la culpa a mi padre. La verdad es que a mi madre le gusta la familia, sí, pero sólo cierto tipo de familia. Las familias perfectas.
-Pues así como que seamos la familia perfecta...- murmuró Hermes
Hera le lanzó una mirada furiosa
Así que me echó un vistazo y... bueno, yo no encajo en esa imagen, ¿no?
Le quitó una pluma al halcón y el autómata entero se desmoronó en pedazos.
-Noooo- lloriqueó Leo
—Créeme, joven cíclope —prosiguió Hefesto—, no puedes confiar en los demás.
Fíate solamente del trabajo de tus propias manos.
-A veces hay que aprender a confiar- dijo Leo
Parecía una forma muy solitaria de vivir. Además, no es que me fiara precisamente del trabajo de Hefesto.
-Por lo de tu amiga- supuso Hefesto
-Y por las rañas que casi nos matan- dijo Percy
-Eso fue culpa de este cobarde que o quiso ir él mismo- señaló Hefesto
-¿A quién llamas cobarde?- gruñó Ares levantándose de su trono
-¡Cállense los dos!- bufó Hera
Una vez, en Denver, sus arañas mecánicas estuvieron a punto de matarnos a Annabeth y a mí.
-Una experiencia nada recomendable- dijo Percy
Y el año anterior había sido un modelo defectuoso del gigante Talos (otro pequeño proyecto de Hefesto) lo que había acabado con la vida de Bianca.
-Pero les habían advertido que no tocaran nada- masculló Dionisio
-Más te vale que te calles- dijo Hades con una mirada sombría
Ahora el dios entornó los ojos y se concentró en mí, como si estuviera leyéndome el pensamiento.
—A éste no le gusto —musitó—. No te preocupes, ya estoy acostumbrado. ¿Qué quieres pedirme tú, pequeño semidiós?
-Sí me gusta, pero no he tenido lo que se dice buenas experiencias con su trabajo- dijo Percy sonrojándose
-Incluso el mejor trabajo puede fallar- dijo Hefesto
—Ya se lo hemos dicho —respondí—. Debemos encontrar a Dédalo. Un tipo que trabaja para Cronos, Luke, está tratando de encontrar la manera de orientarse por el laberinto para invadir el campamento. Si no nos adelantamos y encontramos primero a Dédalo...
-El campamento corre peligro- dijo Travis
—Y yo también os lo he dicho a vosotros, chico. Buscar a Dédalo es una pérdida de tiempo. Él no os ayudará.
-Dan muchos ánimos- murmuró Connor
— ¿Por qué?
Hefesto se encogió de hombros.
—Algunos hemos sido desterrados sin contemplaciones...
Hera bufó -Y sigues con eso
Y nuestro aprendizaje de que no debemos fiarnos de nadie ha resultado incluso más doloroso. Pídeme oro.
-Eso suena como una buena oferta- bromeó Connor
-No se crean- murmuró Hazel
O una espada flamígera. O un corcel mágico.
-Cada vez se ponen mejor estas ofertas- dijo Leo
Eso puedo concedértelo fácilmente. Pero el modo de encontrar a Dédalo... Es un favor muy caro.
—Entonces sí sabe dónde está —lo presionó Annabeth.
-Bueno, creo que lo pillaron señor Hefesto- dijo Chris
—No es sabio ni juicioso andar buscando, muchacha.
-Buscar es el principio de toda sabiduría- dijo Atenea
—Mi madre dice que buscar es el principio de toda sabiduría.
Atenea le dio una mirada de aprobación a su hija
Hefesto entornó sus ojos.
— ¿Quién es tu madre?
—Atenea.
—Eso encaja. —Suspiró—. Buena diosa, Atenea.
-¿Hablamos de la misma Atenea?- preguntó Poseidón
-El marisco ha hablado- bufó Atenea
Una pena que prometiera no casarse nunca.
-Okaaaay- canturreó Apolo -eso sonó muy raro
-Recuerda que eres casado- señaló Hermes
Hefesto y Afrodita bufaron
-No sigan- masculló Atenea
Bien, mestiza. Puedo revelarte lo que deseas saber. Pero tiene un precio.
Necesito un favor
-Era de esperarse- dijo Calipso
—El que usted diga —respondió Annabeth.
-No debes apresurarte a hacer promesas- dijo Atenea
Hefesto se echó a reír de un modo muy ruidoso, que sonaba como el resoplido de un fuelle enorme avivando el fuego.
En la sala todos se echaron a reír mientras Percy se sonrojaba
—Ah, los héroes —dijo—. Siempre haciendo promesas temerarias. ¡Qué refrescante!
-Tampoco es como que tuviéramos de otra- dijo Percy
Pulsó un botón de su mesa de trabajo y en la pared se abrieron unos postigos metálicos. O era una ventana enorme, o se trataba de una pantalla gigante de televisión, no estaba del todo seguro.
-Me voy más a la pantalla gigante- dijo Leo
-Sirven para más cosas- comentó Hefesto
Se veía una montaña gris rodeada de bosques. Debía de ser un volcán, porque de la cima salía humo.
-Una fragua- murmuró Hefesto
-Esto no me está gustando- dijo Poseidón
—Una de mis fraguas —explicó Hefesto—. Tengo muchas, pero ésta era mi preferida.
-Así que no será un trabajo fácil- dijo Apolo
—Es el monte Saint Helens —intervino Grover—. Los bosques de los alrededores son grandiosos.
Grover suspiró
-Espera- dijo Poseidón -ahí es donde está atrapado Tifón ¡No los puedes mandar allá, es peligroso!
-Aún no sabes que ha pasado- dijo Hefesto
— ¿Has estado ahí? —pregunté.
—Buscando... ya sabes, a Pan.
—Un momento —dijo Annabeth, mirando a Hefesto—. Ha dicho que era su fragua preferida. ¿Qué sucedió?
-Espero que algo no tan malo- dijo Hazel
-Estamos hablando de la suerte de Percy- comentó Frank
Hefesto se rascó su barba humeante.
—Bueno, ahí es donde está atrapado el monstruo Tifón, ¿lo sabías?
-Ahora sí- dijo Percy
Antes era debajo del Etna, pero, cuando nos trasladamos a Norteamérica, su fuerza quedó sujeta bajo el monte Saint Helens. Una fuente de fuego espléndida, aunque algo peligrosa.
-Creo que ya te vas haciendo una idea del por qué el título del capítulo- dijo Apolo con una mueca
-Lamentablemente sí- comentó Poseidón
Siempre cabe la posibilidad de que escape. Hay muchas erupciones últimamente; no para de arrojar humo. Está muy inquieto con la rebelión de los titanes.
-Tifón es de los peores monstruos- se quejó Hermes
-Otra guerra, lo haremos puré- dijo Ares con arrogancia
-Así como en la última- dijo Artemisa con sarcasmo
— ¿Qué quiere que hagamos? —preguntó—. ¿Luchar con él?
-Eso sería suicidio- bufó Atenea
Hefesto soltó un bufido.
—Eso sería suicida. Hasta los dioses huían de Tifón cuando estaba libre.
-No huíamos, simplemente tratábamos de que no nos encontrara- comentó Hermes
No, rezad más bien para no tener que verlo nunca. Últimamente he percibido la presencia de intrusos en mi montaña. Alguien o algo están usando mi fragua.
-Para liberar a Tifón- supuso Hazel
Cuando yo llego no hay nadie, pero noto que la han utilizado. Deben de presentir mi llegada y desaparecen.
Luke se removió en su lugar
Envío autómatas a investigar y no regresan. Hay algo antiguo allí... Algo maligno.
-El ejército del titán- dijo Jason
Quiero saber quién se atreve a invadir mi territorio y si pretenden liberar a Tifón.
-No suena tan peligroso la misión- dijo Apolo
-Excepto por el hecho de que el ejército está ahí- señaló Poseidón
— ¿Quiere que averigüemos quién es? —pregunté.
—Sí. Id allí. Quizá no presientan vuestra llegada. Vosotros no sois dioses.
-¿Cómo lo dedujiste?- preguntó Hermes
—Menos mal que se ha dado cuenta —murmuré.
—Id y averiguad lo que podáis —dijo Hefesto—. Volved a informarme y os contaré lo que queréis saber de Dédalo.
-Trato justo- comentó Dionisio
-Necesitan la información- dijo Perséfone -no les quedaba otra
—De acuerdo —convino Annabeth—. ¿Cómo podemos llegar allí?
Hefesto dio unas palmadas. La araña bajó balanceándose, colgada de un hilo de las vigas.
-Otra vez la araña- bufó Atenea
Annabeth retrocedió un paso cuando el bicho aterrizó a sus pies.
-Habiendo tantos animales...- suspiró Annabeth
—Mi creación os mostrará el camino —aseguró el dios—. No queda lejos si vais por el laberinto. Y procurad manteneros con vida, ¿de acuerdo?
-Haremos todo lo posible- dijo Leo
Los humanos son mucho más frágiles que los autómatas.
-Y nosotros no nos podemos reparar- dijo Percy
-No hay vida extra- comentó Jason
Íbamos muy bien hasta que tropezamos con las raíces de los árboles.
-Lo árboles arruinando su trayectoria- murmuró Travis
La araña corría a toda velocidad y nosotros manteníamos su ritmo, pero al ver un túnel lateral excavado en la tierra desnuda, plagado de gruesas raíces, Grover se detuvo en seco.
-Algo ha llamado su atención- murmuró Dionisio -debes caso a tus instintos
— ¿Qué pasa? —pregunté.
Él ni siquiera se movió. Miraba boquiabierto el túnel, mientras el viento le alborotaba el rizado pelo.
-Para darle efecto dramático- comentó Travis
— ¡Vamos! —Dijo Annabeth—. ¡Sigamos adelante!
—Es éste el camino —musitó Grover, sobrecogido—. Es éste.
-¡Por fin!- murmuraron los dioses
— ¿Qué camino? —pregunté—. ¿Quieres decir... para encontrar a Pan?
-Noooo, para ir a ver una película- bromeó Leo
Grover miró a Tyson.
— ¿No lo hueles?
—Tierra —dijo Tyson—. Y plantas.
-Se sentía diferente- anunció Tyson
— ¡Sí! Es el camino. ¡Estoy seguro!
La araña se alejaba ya por el pasadizo de piedra. Unos segundos más y le perderíamos la pista.
-Van a tener que separarse- comentó Artemisa
-Es la mejor opción- estuvo de acuerdo Zoë
—Ya volveremos —prometió Annabeth—. En el camino de vuelta para hablar con Hefesto.
-El laberinto no volverá a mostrarlo- dijo Dionisio
—El túnel habrá desaparecido para entonces —protestó Grover—. Tengo que seguirlo. ¡Una puerta así no permanecerá abierta!
-Hay cosas que solo se muestran una vez en la vida- dijo Hestia
-No puedes perder la oportunidad- coincidió Perséfone
—Pero no podemos —objetó Annabeth—. ¡Las fraguas!
Grover la miró con tristeza.
—Tengo que hacerlo, Annabeth. ¿No lo comprendes?
-Sí lo comprendía, pero no quería que nos separáramos en el laberinto- dijo Annabeth
Ella parecía desesperada, como si no entendiera nada. La araña casi se había perdido de vista. Recordé la conversación con Grover de la noche anterior y comprendí de inmediato lo que debíamos hacer.
-A veces hay que tomar decisiones difíciles- dijo Thalia -es la única forma
—Nos dividiremos —decidí.
— ¡No! —Dijo Annabeth—. Sería muy peligroso. ¿Cómo volveremos a encontrarnos? Además, no puede ir solo.
-No iba a ir solo- murmuró Percy
Tyson le puso a Grover una mano en el hombro.
—Voy con él.
Los chicos hicieron ruiditos de sorpresa
No podía creer lo que estaba oyendo.
-Ni nosotros- murmuró Frank
— ¿Estás seguro?
El grandullón asintió.
—El niño cabra necesita ayuda. Encontraremos al dios. Yo no soy como Hefesto. Me fío de los amigos.
Hefesto suspiró -Solo espero que nunca te fallen, los mortales suelen ser mentirosos
-Gracias- murmuraron algunos de los chicos
Grover respiró hondo.
—Volveremos a encontrarnos, Percy. Aún conservamos la conexión por empatía. Tengo... tengo que hacerlo.
-Te comprendemos- dijo Thalia
-Ustedes dos siempre se encuentran- dijo Jason -como sea lo hacen
No lo culpaba. Era el objetivo de su vida. Si no encontraba a Pan en aquel viaje, el consejo no le daría otra oportunidad.
-Sea como sea tiene que terminar- dijo Reyna
—Espero que tu intuición sea cierta.
—Estoy seguro. —Nunca me había parecido tan convencido, salvo cuando afirmaba que las enchiladas de queso eran mejores que las de pollo.
-Pero claro que son mejores- dijo Grover
-Me gustan las de pollo- comentó tímidamente Frank
-Yo estoy de acuerdo con Grover- dijo Piper
-¿Qué pasa por su cabeza, chicos? Obviamente las de pollo son mejores- dijo Apolo
-Prefiero las de queso- dijo Hermes
-Se están desviando del tema- refunfuñó Atenea
—Ve con cuidado.
Miré a Tyson, que se tragó un sollozo y me dio un abrazo de los suyos (por poco se me salen los ojos de las órbitas).
-Se siente el amor- comentó Will divertido
Enseguida él y Grover se internaron en el túnel de las raíces y desaparecieron en la oscuridad.
-¡Buena suerte!- gritaron los Stoll
—Esto no me gusta —se quejó Annabeth—. Separarse es una idea muy, pero que muy mala.
-Pero necesaria- dijo Rachel
—Volveremos a encontrarnos —declaré, fingiendo aplomo—. Y ahora vamos. ¡La araña se está alejando!
-¡Corran! ¡Lo lograrán!- gritó Leo
No había pasado mucho tiempo cuando el túnel empezó a calentarse en serio.
-Yo creí que se calentaban en broma- dijo Travis
-¡Por los dioses!- masculló Clarisse
Los muros de piedra adquirieron un brillo candente y el aire se enrareció. Daba la sensación de que caminábamos por un horno.
-¿Para que ir a un sauna si tienes un volcán?- bromeó Leo
El pasadizo descendía en una pronunciada pendiente y al fondo se oía un gran rugido, como el fragor de un río de metal. La araña se deslizaba a toda velocidad; Annabeth la seguía de cerca.
-Y por cerca se refiere a una distancia prudencial donde la araña no diera tanto miedo- dijo Thalia riendo
— ¡Eh, espérame! —le grité.
Ella me echó una mirada por encima del hombro.
— ¿Qué?
—Hay una cosa que ha comentado Hefesto antes... sobre Atenea.
-Esa conversación no- dijo Annabeth sonrojándose
Percy le dio una mirada divertida
—Ah, que juró no casarse nunca —respondió Annabeth—. Como Artemisa y
Hestia. Es una de las diosas solteras.
-Técnicamente- susurró Apolo
Parpadeé, perplejo. Era la primera vez que oía decir aquello de Atenea.
—Pero entonces...
— ¿Cómo es que tiene hijos semidioses?
-Creo que todos queremos saberlo- dijo Leo
Annabeth suspiró
Asentí. Seguramente me había ruborizado, pero hacía tanto calor allí dentro que Annabeth no lo notó.
-También estaba ruborizada- comentó Annabeth
—Percy, ¿tú sabes cómo nació Atenea?
—Brotó de la cabeza de Zeus con la armadura completa. O algo así.
Atenea rodó los ojos
—Exacto. No nació de la manera normal. Surgió literalmente del pensamiento. Y sus hijos nacen del mismo modo.
-¿Qué?- murmuraron los chicos
-Está perfectamente claro- bufó Atenea
Cuando Atenea se enamora de un mortal es algo puramente intelectual, tal como amó a Ulises en las antiguas historias. Es un encuentro de las mentes. Ella diría que es la forma más pura de amor.
-¿Tienes ombligo?- preguntó Leo
Annabeth suspiró frustrada -Sí tengo ¿Por qué siguen preguntando eso?
-Porque es la pregunta lógica- comentó Thalia
-Es que es raro- dijo Piper
-Así que si tuvieras hijos...- murmuró Nico amablemente
Annabeth se sonrojó -No, ni siquiera sé por qué estamos discutiendo esto
Percy también se sonrojó -Piper, por favor sigue leyendo
—Entonces tu padre y Atenea... tú no fuiste...
—Nací de parto cerebral —me confirmó Annabeth—. Literalmente. Los hijos de Atenea brotamos del pensamiento divino de nuestra madre y del ingenio mortal de nuestro padre. Se supone que somos un regalo, una bendición de la diosa a los hombres que ella ha elegido.
-Ningún otro comentario- masculló Atenea quien se miraba levemente sonrojada
—Pero...
—Percy, casi he perdido de vista a la araña. ¿Pretendes que te explique ahora los detalles exactos de mi nacimiento?
-Esa información fue suficiente, gracias- dijo Rachel
—Eh... no. Ya está bien.
Esbozó una sonrisa socarrona.
—Me lo imaginaba.
-Forma número uno de acabar con una conversación- dijo Connor
Se adelantó corriendo y yo la seguí, aunque no estaba seguro de si podría volver a mirarla de la misma manera. Algunas cosas, decidí, era mejor dejarlas envueltas en el misterio.
-Tú fuiste el que preguntó- dijo Annabeth
El rugido había ido en aumento. Después de un kilómetro más o menos, desembocamos en una caverna del tamaño del estadio de la Super Bowl. Nuestra araña se detuvo y se acurrucó hasta formar una bola. Habíamos llegado a la fragua de Hefesto.
-Espero que lo de arder sea solo una metáfora- pidió Poseidón
-Yo no estoy tan segura- dijo Artemisa
No había suelo propiamente dicho, sólo un lago de lava que bullía mucho más abajo, a centenares de metros.
-Ni yo, hermanita- dijo Apolo
Nosotros estábamos en una cresta rocosa que rodeaba todo el perímetro de la caverna. Una red de puentes metálicos se extendía sobre el abismo.
-No me hicieron sentir más seguro- dijo Percy
Y en el centro, una inmensa plataforma con toda clase de máquinas, calderas, fraguas y el yunque más grande que he visto en mi vida: un bloque de hierro como una casa.
-Eso no está bien- dijo Hermes
Unas criaturas se movían por la plataforma: una serie de sombras extrañas y oscuras que quedaban demasiado lejos para distinguirlas con claridad.
—No podremos acercarnos a hurtadillas —dije.
-Annabeth sí puede- dijo Thalia
-Pero ese no era el plan- dijo Percy
Annabeth recogió la araña metálica y se la metió en el bolsillo.
—Yo sí. Espera aquí.
-Pero le valió cualquiera que hubiera sido el plan- señaló Thalia
— ¡Un momento! —advertí. Pero, antes de que pudiera discutir, se puso la gorra de
los Yankees y se volvió invisible.
-Al menos estará segura mientras no la vean- dijo Artemisa
No me atreví a llamarla a gritos, pero no me gustaba la idea de que se acercara sola a la fragua.
-Por supuesto que no, cariño- dijo Afrodita
Si aquellas cosas percibían la llegada de un dios, ¿estaría Annabeth a salvo?
-Pero no transmite la misma aura que un dios- dijo Apolo
Miré a mi espalda el túnel del laberinto. Ya echaba de menos a Grover y Tyson.
-Nosotros también te echábamos de menos- dijeron ambos al unísono
Al final, decidí que no podía quedarme quieto y me deslicé sigilosamente por la cresta que bordeaba el lago de lava, con la esperanza de encontrar un ángulo más favorable desde donde observar la plataforma.
-Todos esperábamos eso- dijo Jason
El calor era espantoso. El rancho de Gerión había sido un paraíso comparado con aquel lugar.
-Que asco- dijo Hazel
En muy pocos minutos, estaba empapado de sudor.
-Que sexy- dijo Afrodita
-¡Afrodita!- mascullaron los dioses
-¡Mamá!- chilló Piper
Afrodita suspiró -Que aburridos son
Los ojos me ardían a causa del humo. Avancé poco a poco, procurando no acercarme demasiado al borde, hasta que me encontré el paso bloqueado por una vagoneta con ruedas metálicas, como las que usan en las minas. Levanté la lona y descubrí que estaba medio llena de residuos de metal. Iba a intentar rodearla, arrimándome a la pared, cuando oí voces que venían de más adelante, seguramente de un túnel lateral.
-Métete a la vagoneta- dijo Hermes
-Si lo hace quedará acorralado- dijo Artemisa
-Si no lo hace lo van a descubrir- dijo Hermes
— ¿Lo llevamos? —preguntó uno.
—Sí —respondió otro—. La película casi ha terminado.
Me entró pánico. No tenía tiempo de retroceder. No se me ocurría ningún sitio donde esconderme... salvo la vagoneta.
-Decisión tomada- anunció Hermes
Me encaramé a toda prisa, me metí dentro y me cubrí con la lona. Confiaba en que no me hubieran visto. Agarré a Contracorriente con fuerza, por si tenía que recurrir a ella.
-Nunca está de más- dijo Poseidón agarrando con fuerza el borde de su trono
La vagoneta se movió con una sacudida.
— ¡Uf! —Dijo una voz ronca—. Pesa una tonelada.
—Es bronce celestial —expuso el otro—. ¿Qué te creías?
-¡Gracias a los doses!- dijo Hazel -no se dieron cuenta
Me empujaron hacia delante. Doblamos una esquina y por el eco de las ruedas en las paredes deduje que habíamos cruzado un túnel hasta llegar a una pequeña habitación. Confiaba en que no fueran a arrojarme a un recipiente de fundición.
-Por favor no- dijo Bianca
-Pero ahora ¿Cómo vas a salir?- preguntó Reyna
-Tengo mis métodos- contestó Percy
Si empezaban a volcar la vagoneta, tendría que salir de allí y abrirme paso con la espada. Me llegaba una algarabía de voces que parloteaban, pero no sonaban humanas: algo a medio camino entre el grito de una foca y el gruñido de un perro.
-Oh, que bien- dijo Rachel con sarcasmo
Había otros sonidos también: algo similar a un viejo proyector de cine y una vocecita que narraba una historia.
—Acomodaos atrás —ordenó una nueva voz procedente del otro extremo de la habitación—. Ahora, jóvenes, prestad atención a la película. Luego habrá tiempo para preguntas.
Las voces se acallaron y pude oír la película.
-No fue de mis películas favoritas- dijo Percy -hubiera preferido la de buscando a Nemo o algo así
-La de la Sirenita- dijo Leo
«A medida que el demonio marino madura —decía el narrador— se producen cambios en su cuerpo. Tal vez habéis notado que os han crecido colmillos y sentís un repentino deseo de devorar seres humanos. Estos cambios son perfectamente normales y les suceden a todos los monstruos jóvenes.»
-Sí habría estado más interesante la de buscando a Nemo- dijo Connor
Un clamor de excitados gruñidos inundó la habitación. El profesor —supuse que debía de ser un profesor— ordenó a los jóvenes que guardaran silencio y la proyección continuó. La mayor parte no la entendí y tampoco me atrevía a asomar la cabeza.
-Suficiente con lo que oí- dijo Percy
La película seguía hablando de crisis de crecimiento, de problemas de acné causados por el trabajo en las fraguas y de la higiene adecuada de las aletas. Y por fin, concluyó.
-¡Gracias a los dioses!- exclamaron los chicos
—Ahora, jóvenes —dijo el instructor—, ¿cuál es el nombre correcto de nuestra especie?
— ¡Demonios marinos! —ladró uno.
—No. ¿Alguien más?
— ¡Telekhines! —gruñó otro monstruo.
-No serían tan peligrosos si no hubiera tantos- dijo Poseidón
— ¡Muy bien! —Dijo el instructor—. ¿Y por qué estamos aquí?
— ¡Venganza! —gritaron varios.
—Sí, sí, pero ¿por qué?
— ¡Zeus es malvado! —Intervino un monstruo—. Nos arrojó al Tártaro sólo porque utilizábamos la magia.
Zeus bufó -No eran confiables
—En efecto —confirmó el maestro—. Después de que hubiéramos fabricado muchas de las mejores armas de los dioses... El tridente de Poseidón, para empezar.
-Hicieron un trabajo increíble- dijo Poseidón
Y por supuesto, ¡la mayor arma de los titanes! Zeus, sin embargo, se deshizo de nosotros y prefirió confiar en esos cíclopes tan torpes. Por eso nos estamos apoderando de las fraguas del usurpador Hefesto. Y pronto controlaremos los hornos submarinos, ¡nuestro hogar ancestral!
-Que sueños tan delirantes- comentó Apolo -están del lado equivocado
Agarré con más fuerza mi bolígrafo-espada. ¿Aquellas criaturas que hablaban con gruñidos habían creado el tridente de Poseidón? ¿Qué era todo aquello? Nunca había oído una palabra sobre los telekhines.
—Así pues, jóvenes, ¿a quién serviremos?
— ¡A Cronos! —gritaron todos.
-Como si él fuera un buen gobernante- bufó Zeus, recibió algunas miradas irónicas, pero no se dio cuenta o no le importó
—Y cuando crezcáis y os convirtáis en telekhines adultos, ¿fabricaréis armas para su ejército?
— ¡Sí!
—Excelente. Bueno. Os hemos traído un poco de chatarra para que practiquéis. Veamos lo ingeniosos que sois.
-¡La vagoneta!- exclamó Poseidón
Hubo un revuelo de cuerpos en movimiento y de voces excitadas que se aproximaban a la vagoneta. Me dispuse a destapar a Contracorriente. Cuando retiraron la lona de un tirón, me levanté bruscamente al tiempo que mi espada cobraba vida y me encontré ante un montón... de perros.
-Pero los perritos son muy adorables- dijo Tyson
-Esos no- dijo Percy
-No son del todo perros- comentó Poseidón
O sea, tenían cara de perro, con el hocico negro, ojos castaños y orejas puntiagudas. Pero sus cuerpos eran negros y lustrosos, como los de los mamíferos marinos, con unas piernas rechonchas a medio camino entre las aletas y los pies, y con manos casi humanas, pero provistas de garras. Era algo parecido a la combinación de un crío, un dóberman y un león marino.
— ¡Un semidiós! —gruñó uno.
— ¡Cómetelo! —gritó otro.
-No soy recomendable para su dieta- dijo Percy
No llegaron más lejos porque lancé un gran mandoble, trazando un arco con Contracorriente, y toda la primera fila de monstruos quedó volatilizada.
-¡Así se hace!- gritaron los Stoll
— ¡Atrás! —grité al resto, fingiendo ferocidad. Al fondo estaba el maestro: un telekhine de casi dos metros que me gruñía con sus colmillos de dóberman. Hice todo lo posible para intimidarlo con la mirada.
-No creo que te costara mucho trabajo bro, eres intimidante- dijo Jason
-Gracias bro, pero no más que tú- dijo Percy
-Aún pueden unirse a las cazadoras- bromeó Thalia mirando a Annabeth y Piper
Annabeth y Piper negaron divertidas
— ¡Nueva lección! —anuncié—. La mayoría de los monstruos se volatilizan cuando los hiere una espada de bronce celestial. Este cambio es perfectamente normal... ¡y lo experimentaréis ahora mismo si no os ECHÁIS ATRÁS!
Para mi sorpresa, funcionó.
-Sí eres intimidante- dijo Hazel con un leve sonrojo
Los monstruos retrocedieron, pero eran veinte por lo menos y mi capacidad para amedrentarlos no iba a durar mucho.
Salté de la vagoneta, grité: « ¡LA CLASE HA TERMINADO!» y corrí hacia la salida.
-Ya averiguaron- dijo Poseidón -ahora salgan de ahí
Los monstruos me persiguieron ladrando y soltando gruñidos. Esperaba que aquellas piernas achaparradas y con aletas no les permitieran correr muy deprisa, pero la verdad es que avanzaban con bastante ligereza. Gracias a los dioses, había una puerta en el túnel que conducía a la caverna. La cerré de golpe y giré la rueda para atrancarla, aunque dudaba de que eso los mantuviera a raya mucho tiempo.
-Pero al menos has ganado tiempo- comentó Artemisa
No sabía qué hacer. Annabeth andaba por allí, pero era invisible. Nuestras posibilidades de hacer una sutil labor de reconocimiento habían saltado por los aires, así que corrí hacia la plataforma suspendida sobre el lago de lava.
-Te hubieras quedado en tu lugar- bufó Atenea
-No empieces- dijo Afrodita
— ¡Annabeth! —chillé.
— ¡Chist! —Una mano invisible me tapó la boca y me obligó a agacharme tras un caldero enorme de bronce—. ¿Quieres que nos maten?
-Estaban a punto- dijo Percy
Encontré a tientas su cabeza y le quité la gorra de los Yankees. Annabeth recobró ante mí su apariencia visible, ahora muy ceñuda y con la cara tiznada de ceniza.
— ¿Se puede saber qué te pasa, Percy?
— ¡Vamos a tener compañía! —Le hablé a toda prisa de la clase de orientación para monstruos. Ella abrió mucho los ojos.
—Así que son telekhines —dijo—. Debería habérmelo imaginado. Y están haciendo... Bueno, míralo.
-Nos podemos imaginar que están haciendo- bufó Hades
Atisbamos por encima del caldero. En el centro de la plataforma había cuatro demonios marinos, pero éstos eran completamente adultos y medían al menos dos metros y medio. Su pelaje negro relucía a la lumbre mientras se afanaban de aquí para allá y hacían saltar chispas martilleando por turnos un trozo muy largo de metal al rojo vivo.
-No podía levantarse y no tenerla a su lado- dijo Hestia
—La hoja casi está terminada —comentó uno—. Sólo hace falta enfriarla otra vez con sangre para fundir los metales.
-Muy bonito- dijo Piper
—Sí, señor —dijo otro—. Estará incluso más afilada que antes.
— ¿Qué es eso? —susurré.
-Algo que no quieres ver de cerca y espero que en serio no lo veas de cerca- masculló Poseidón
Annabeth meneó la cabeza.
—No paran de hablar de fundir metales. Me pregunto...
—Antes se han referido a la mayor arma de los titanes —recordé—. Y han dicho... que ellos fabricaron el tridente de mi padre.
—Los telekhines traicionaron a los dioses —me explicó Annabeth—. Practicaban la magia negra. No sé qué hacían exactamente, pero Zeus los desterró al Tártaro.
—Con Cronos.
-No podíamos confiar en ellos- masculló Zeus
-Fue lo mejor- asintió Hera
Asintió.
—Hemos de salir...
Apenas lo había dicho cuando la puerta de la clase explotó y los jóvenes telekhines salieron atropelladamente por el hueco. Tropezaban unos con otros, tratando de averiguar por dónde debían seguir para lanzarse al ataque.
Percy y Annabeth se sonrojaron al recordar ese momento, dioses y chicos miraron con curiosidad
—Ponte otra vez la gorra —dije—. ¡Y lárgate!
— ¿Cómo? —Chilló Annabeth—. ¡No! ¡No voy a dejarte aquí!
-Tienes que hacerlo- dijo amablemente Hestia -necesitan contarle a Hefesto
-No puedes detenerlo tú solo- dijo Poseidón- son demasiados
—Tengo un plan. Yo los distraeré. Tú puedes usar la araña metálica. Quizá vuelva a conducirte hasta Hefesto. Has de contarle lo que ocurre.
—Pero ¡te matarán!
—Todo saldrá bien. Además, no tenemos opción.
-Odio cuando no tenemos opción- masculló Annabeth
-También yo- dijo Percy
Annabeth me miró furiosa, como si tuviera ganas de darme un puñetazo.
Piper se auto interrumpió, leyó en voz baja lo que seguía y soltó un gritito que hizo sentir muy orgullosa a Afrodita
-¡Piper!- dijo Jason sorprendido
-Lo siento, estuve esperando esto- dijo Piper
-Todos queremos saber- gritó Leo
Y entonces hizo una cosa que me sorprendió todavía más. Me besó.
Hubo más gritos y chillidos
-¡Por fin!- gritó Afrodita -estuve esperando esto durante mucho tiempo
-¡Gracias a los dioses!- dijo Hazel
-Sabía que este momento llegaría- gritó Deméter
Atenea rodó los ojos
-Ya era hora- dijo Perséfone
-Aprecien el hecho de que Annabeth lo besó- dijo Thalia
Ambos chicos estaban sonrojados
—Ve con cuidado, sesos de alga. —Se puso la gorra y desapareció.
En otras circunstancias, probablemente me habría quedado allí sentado el resto del día, contemplando la lava y tratando de recordar cómo me llamaba. Pero los demonios marinos me devolvieron bruscamente a la realidad.
-Un hermoso momento arruinado- bufó Afrodita
— ¡Allí! —gritó uno de ellos.
La clase de telekhines al completo empezó a cruzar el puente. Corrí al centro de la plataforma, dándoles tal susto a los cuatro demonios adultos que se les cayó la hoja de metal candente. Debía de medir casi dos metros y era curvada como una luna creciente. Había visto muchas cosas terroríficas, pero aquella hoja de metal —fuese lo que fuese — me asustó más que cualquier otra.
-Tienes la motivación de ese beso- dijo Perséfone -puedes hacerlo
-Creo que tenemos un club de fans- susurró Percy en el oído de su novia
Los demonios adultos se recobraron enseguida de la sorpresa. De la plataforma salían cuatro rampas, pero antes de que acertara a echar a correr en una u otra dirección, cada uno había cubierto una salida.
El más alto soltó un gruñido.
—Pero ¿qué tenemos aquí? ¿Un hijo de Poseidón?
—Sí —refunfuñó otro—. Huelo el mar en su sangre.
-Tú puedes lograrlo Percy, confió en ti, eres poderoso- dijo Poseidón
Percy se sonrojó aún más
Alcé a Contracorriente. El corazón me latía a cien por hora.
—Derriba a uno de nosotros, semidiós —dijo el tercer demonio—, y los demás te romperemos en pedazos. Tu padre nos traicionó. Tomó nuestro regalo y no abrió la boca cuando nos arrojaron al abismo. Haremos que lo corten en pedazos ante nuestros propios ojos. A él y a los demás olímpicos.
-Suerte con eso- masculló Ares
Ojalá hubiera tenido un plan. Ojalá no hubiese mentido a Annabeth.
Annabeth le dio un golpe a su novio
Yo sólo quería que se marchara y se pusiera a salvo, y esperaba que hubiera sido lo bastante sensata para hacerme caso.
-Y ojalá no lo hubiera hecho- dijo Annabeth
-Sabes que era lo mejor- contestó Percy
Pero en ese momento empezaba a darme cuenta de que aquél iba a ser quizá el lugar donde habría de sucumbir. Nada de profecías sobre mí. Acabaría destrozado en el corazón de un volcán por una pandilla de leones marinos con cara de perro.
-No, no puede terminar así- dijo Poseidón
-Tú hijo está en la sala- señaló Apolo
Los jóvenes telekhines habían llegado ahora a la plataforma y me lanzaban gruñidos mientras aguardaban a que sus mayores se ocuparan de mí.
Sentí que me ardía una cosa en el muslo. El silbato de hielo estaba cada vez más frío. Si alguna vez iba a necesitar ayuda en mi vida, sería en ese momento. Pero vacilé.
No me fiaba del regalo de Quintus.
-Y estás en todo tu derecho, pero estás en peligro- dijo Hestia
Antes de acertar a decidirme, el telekhine más alto dijo:
—Veamos lo fuerte que es. ¡A ver cuánto tarda en arder!
-¡No era metafóricamente!- gritó Poseidón
Recogió un poco de lava del horno más cercano, lo cual hizo que se le prendiera fuego en los dedos, cosa que a él no pareció molestarle. Los demás telekhines lo imitaron. El primero me arrojó un puñado de roca fundida y me incendió los pantalones.
-No veo como tu mocoso pueda salir de esta- bufó Zeus
-Percy se encuentra en la sala- señaló Hermes
Otros dos puñados me salpicaron en el pecho. Muerto de terror, tiré la espada y me sacudí la ropa. Las llamas empezaban a envolverme. Curiosamente, al principio sólo noté un calorcito, pero luego la temperatura empezó a subir de forma vertiginosa.
-Estos libros me van a matar y son inmortal- dijo Poseidón examinando a su hijo
—La naturaleza de tu padre te protege —dijo uno de ellos—. Hacerte arder resulta difícil. Pero no imposible, jovencito. No imposible.
-Y menos estando acorralando- dijo Artemisa suavemente
Me arrojaron más lava y recuerdo que me puse a chillar. Estaba envuelto en llamas. Aquel dolor era lo peor que había sentido en mi vida. Me consumía. Me desmoroné en el suelo y oí los aullidos extasiados de los niños demonio.
Entonces recordé la voz de la náyade del río: «El agua está en mi interior.»
-Este niño va a ser algo impresionante- dijo Deméter -han visto lo poderoso que es
Necesitaba el mar. Sentí un tirón en las entrañas, pero no tenía nada alrededor que me ayudara. Ni un grifo ni un río. Ni siquiera un caparazón de molusco petrificado. Además, la última vez que había desatado mi poder en los establos, había habido un instante terrorífico en el que casi se me había escapado de las manos.
-Agitador de la tierra- murmuró Atenea para sí
Pero no tenía opción. Invoqué el mar. Rebusqué en mi interior y me esforcé en recordar las olas y las corrientes, la fuerza incesante del océano. Y la desaté con un espantoso grito.
-Pero te salvaste- dijo Poseidón -eso es todo lo que importa
-Creo que ni siquiera tú sabes el alcance de tu poder- bufó Atenea -y eso es peligroso
Más tarde no fui capaz de describir exactamente lo ocurrido. Un explosión, un maremoto, un poderoso torbellino me atrapó y me arrastró hacia abajo, hacia el lago de lava. El agua y el fuego entraron en contacto.
-¡Por los dioses!- dijeron los chicos impresionados
Estalló una columna de vapor ardiente y salí propulsado desde el corazón del volcán en una descomunal explosión: apenas una astilla impulsada por una presión de un millón de toneladas.
-Eso es demasiado poder- dijo Atenea
Lo último que recuerdo antes de perder el conocimiento fue la sensación de volar, de volar tan alto que Zeus jamás me lo perdonaría.
-Ya son demasiadas cosas- masculló Zeus
-Tuvo que salvar su vida- dijo firmemente Poseidón
Y luego la impresión de descenso, de que el humo, el fuego y el agua salían de mí. Era un cometa que corría disparado hacia la tierra.
-Fin del capítulo- dijo Piper
-Vamos a leer otro- dijo Poseidón -necesito saber que pasó
-Estoy bien- dijo Percy -eso ya pasó
-No importa, necesito saberlo- dijo Poseidón
Percy suspiró, luego se sonrojó furiosamente -Piper ¿Podrías decirme como se llama el siguiente capítulo?
Piper lo miró raro -Me tomo unas vacaciones eternas
-¿Podemos saltarnos ese capítulo?- preguntó Percy
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