ABRO UN ATAÚD
Poseidón suspiró -De acuerdo, debemos de seguir leyendo ¿A quién le toca?
-Dame el libro, marisco- dijo Atenea -yo voy a leer
Poseidón resopló, pero le dio el libro
-Abro un ataúd- leyó
-Suena realmente hermoso- dijo Apolo con sarcasmo
-Encantador- dijo Connor
Saltar por una ventana a mil quinientos metros del suelo no suele ser mi diversión favorita.
-La mía tampoco- murmuró Nico
-Fue divertido- dijo Rachel
Sobre todo si llevo encima unas alas de bronce y tengo que agitar los brazos como un pato.
-Esa fue la parte divertida- bromeó Rachel
Caía en picado hacia el valle: directo hacia las rocas rojizas del fondo. Ya estaba convencido de que iba a convertirme en una mancha de grasa en el Jardín de los Dioses
-Esas manchas son muy difíciles de quitar- masculló Dionisio
-Ni siquiera quiero preguntar cómo lo sabe- susurró Percy a su novia
cuando oí que Annabeth me gritaba desde arriba:
— ¡Extiende los brazos! ¡Mantenlos extendidos!
-No es divertido- se quejó Percy al ver la mirada de su amigos
Por suerte, la pequeña parte de mi cerebro de la que aún no se había apoderado el pánico captó sus instrucciones y mis brazos obedecieron.
-Gracias a los dioses- murmuró Hazel
-De nada- dijo Apolo
En cuanto los extendí, las alas se pusieron rígidas, atraparon el viento y frenaron mi caída. Empecé a descender planeando, pero ya con un ángulo sensato, como un halcón cuando se lanza sobre su presa.
-Al menos ya no eras un pato- dijo Leo
-Al menos- asintió Percy
Aleteé una vez con los brazos, para probar, y tracé un arco en el aire con el viento soplándome en los oídos.
— ¡Yuju! —grité. Era una sensación increíble.
-Ten cuidado, no queremos que te estrelles- dijo Perséfone
-¿No que no te gustaba volar, bro?- preguntó Jason
-No, pero ahí fue increíble- dijo Percy -después de que dejé de aletear como un pato
En cuanto le pillé el tranquillo, sentí como si las alas formaran parte de mi cuerpo. Podía remontarme en el cielo o bajar en picado cuando lo deseaba.
-Sí bueno, anteriormente un chico hizo lo mismo y no terminó bien- comentó Ares -sería una lástima que pasara lo mismo
Una ola lo empapó
-Cállate- gruñó Poseidón
Levanté la vista y vi a mis amigos —Rachel, Annabeth y Nico— describiendo círculos y destellando al sol con sus alas metálicas.
-Nico le hizo honor a su apellido con esas alas- comentó Will
Más allá, se divisaba la humareda que salía por los ventanales del taller de Dédalo.
— ¡Aterricemos! —Gritó Annabeth—. Estas alas no durarán eternamente.
-Por fin un comentario decente- dijo Atenea
— ¿Cuánto tiempo calculas? —preguntó Rachel.
— ¡Prefiero no averiguarlo!
-Ninguno de nosotros quería averiguarlo- dijo Nico
Nos lanzamos en picado hacia el Jardín de los Dioses. Tracé un círculo completo alrededor de una de las agujas de piedra y les di un susto de muerte a un par de escaladores.
-Que grosero- dijo Connor con una sonrisa traviesa
Luego planeamos los cuatro sobre el valle, sobrevolamos una carretera y fuimos a parar a la terraza del centro de visitantes. Era media tarde y aquello estaba repleto de gente, pero nos quitamos las alas a toda prisa.
-Al menos no los vieron volando- comentó Apolo
-Para eso sirve la niebla- dijo Atenea
-Pero hay mortales que pueden ver a través de la niebla- señaló Apolo
-Sí, pero...- comenzó Atenea
-Ya gané- dijo Apolo - fin de la discusión, sigue leyendo
-Sigue leyendo- dijo Poseidón
Atenea le dio una mirada asesina
Al examinarlas de cerca, vi que Annabeth tenía razón. Los sellos autoadhesivos que las sujetaban a la espalda estaban a punto de despegarse y algunas plumas de bronce ya empezaban a desprenderse.
-Justo a tiempo- dijo Will
Era una lástima, pero no podíamos arreglarlas ni mucho menos dejarlas allí para que las encontraran los mortales, así que las metimos a presión en un cubo de basura que había frente a la cafetería.
-Sí, es una verdadera lástima- dijo Apolo -unas alas así me quedarían fabulosas
Usé los prismáticos turísticos para observar la montaña donde estaba el taller de Dédalo y descubrí que se había desvanecido. No se veía ni rastro del humo ni de los ventanales rotos. Sólo una ladera árida y desnuda.
-Se desplazó- dijo Artemisa
-Después de tanto trabajo- dijo Hestia
—El taller se ha desplazado —dedujo Annabeth—. Vete a saber adónde.
— ¿Qué hacemos ahora? —pregunté—. ¿Cómo regresamos al laberinto?
-Tendrán que buscar otra marca- dijo Atenea
Annabeth escrutó a los lejos la cumbre de Pikes Peak.
—Quizá no podamos. Si Dédalo muriera... Él ha dicho que su fuerza vital estaba ligada al laberinto. O sea, que tal vez haya quedado totalmente destruido. Quizá eso detenga la invasión de Luke.
-Aunque la detuviera, solo sería temporal- dijo Hades -buscaría otra manera
Pensé en Grover y Tyson, todavía en alguna parte allá abajo. En cuanto a Dédalo... aunque hubiese cometido horribles faltas y puesto en peligro a todas las personas que me importaban, igualmente pensé que le había caído en suerte una muerte horrible.
-Tú piensas eso de todo el mundo- masculló Ares con tono de burla
-Eso es muy noble de su parte- dijo Hestia
-Es estúpido- masculló Ares
-Ni siquiera vale la pena discutir con él- dijo Poseidón mirando a Hestia
—No —dijo Nico—. No ha muerto.
— ¿Cómo puedes estar tan seguro? —pregunté.
—Cuando la gente muere, yo lo sé. Tengo una sensación, como un zumbido en los oídos.
Nico hizo una mueca
— ¿Y Tyson y Grover?
-Ellos no tienen alma mortal- dijo Hades
Nico meneó la cabeza.
—Eso es más difícil. Ellos no son humanos ni mestizos. No tienen alma mortal.
-Bien dicho- dijo Hades y le dio una mirada de aprobación
—Hemos de llegar a la ciudad —decidió Annabeth—. Allí tendremos más posibilidades de encontrar una entrada al laberinto. Debemos volver al campamento antes que aparezcan Luke y su ejército.
Luke se sonrojó
—Podríamos tomar un avión —sugirió Rachel.
Me estremecí.
—Yo no vuelo.
—Pero si acabas de hacerlo.
-Pero eso era muy poca altura- dijo Poseidón -si vuela más alto ya sabemos cómo se pone el dramático
Zeus bufó
—Eso era a poca altura, y de todas formas ya entrañaba su riesgo.
-Eso no impidió que lo disfrutaras- masculló Zeus
Pero volar muy alto es otra cosa... Es territorio de Zeus, no puedo hacerlo. Además, no hay tiempo para un avión. El camino de regreso más rápido es el laberinto.
-Además de que querías encontrar a Tyson y Grover- dijo Annabeth
Percy le sonrió
No lo expresé en voz alta, pero tenía la esperanza de que tal vez, sólo tal vez, encontráramos por el camino a Grover y Tyson.
-Que lindura- chilló Afrodita
—Necesitamos un coche para llegar a la ciudad —señaló Annabeth.
Rachel echó un vistazo al aparcamiento. Esbozó una mueca, como si estuviera a punto de hacer una cosa que lamentaba por anticipado.
-Eso justamente estaba haciendo- murmuró Rachel
—Yo me encargo.
— ¿Cómo? —preguntó Annabeth.
—Confía en mí.
Mi amiga parecía molesta, pero asintió.
-Que raro que parezca molesta cuando Rachel está ahí- comentó Connor
-Demasiado raro- dijo Thalia burlona
—Vale, voy a comprar un prisma en la tienda de regalos. Intentaré crear un arco iris y enviar un mensaje al campamento.
—Voy contigo —intervino Nico—. Tengo hambre.
-Que raro, si pareciera que no comes- regañó Will
-No de nuevo Solace- masculló Nico
-Estoy de acuerdo- dijo Deméter -a este niño le hacen falta muchos cereales
-En realidad... No es necesario- murmuró Nico, quién fue ignorado por Deméter y la diosa le regaló un plato con cereal
Nico refunfuñó
—Entonces yo me quedo con Rachel —dije—. Nos vemos en el aparcamiento.
Rachel frunció el ceño, como si no quisiera que la acompañara.
-Uy, ya ni Rachel te quiere- molestó Connor
-No empiecen- se quejó Percy
Lo cual me hizo sentir un poco incómodo, pero la seguí de todos modos.
Se dirigió hacia un gran coche negro estacionado en un extremo del aparcamiento.
-¿Lo van a robar?- preguntó Hermes entusiasmado
-No- murmuró Rachel
-Que aburrida- dijo Travis
Era un Lexus, con chófer y todo: el tipo de cochazo que veía a menudo por las calles de Manhattan. El conductor estaba fuera, leyendo el periódico. Iba con traje oscuro y corbata.
— ¿Qué vas a hacer? —le pregunté a Rachel.
—Tú espera aquí —contestó, agobiada—. Por favor.
-Bueno, lo pidió por favor- señaló Leo
-No te puedes negar a eso- dijo Connor
Se fue directa hacia el chófer y habló con él. El hombre puso mala cara. Rachel añadió algo más. Entonces el tipo palideció y dobló el periódico a toda prisa. Asintió y buscó a tientas el teléfono móvil.
-Eso fue mejor que robar- dijo Apolo
Tras una breve llamada, le abrió a Rachel la puerta trasera para que subiera. Ella me señaló y el chófer inclinó otra vez la cabeza, como diciendo: «Sí, señorita. Lo que usted quiera.»
-Y así chicos, es como se consigue un buen transporte- dijo Leo
-Aunque hubiera estado más divertido que lo robaran- dijo Travis
No entendía por qué se había puesto tan nervioso.
Rachel vino a buscarme justo cuando Nico y Annabeth salían de la tienda de regalos.
-A eso le llamo sincronización- murmuró Leo
—He hablado con Quirón —dijo Annabeth—. Se están preparando lo mejor posible para la batalla, pero quiere que volvamos al campamento. Necesitan a todos los héroes que puedan reclutar. ¿Hemos conseguido un coche?
-En realidad ustedes no lo consiguieron- dijo Apolo -lo hizo Rachel
Atenea bufó
—El conductor está listo —contestó Rachel.
El chófer estaba hablando con un tipo vestido con un polo y un pantalón caqui, que debía de ser el cliente que le había alquilado el coche.
-Uy, problemas- dijo Travis
-No en realidad- dijo Percy -pero le quitamos su transporte, espero que el otro coche haya llegado a tiempo
El tipo protestaba airadamente, pero oí que el otro le decía:
—Lo lamento mucho, señor. Se trata de una emergencia. Acabo de pedirle otro coche.
—Vamos —dijo Rachel.
Subió sin mirar siquiera al cliente,
-Esos modales- dijo Hestia amablemente
-Lo siento- murmuró Rachel sonrojándose
que se había quedado patidifuso, y los demás la seguimos.
-No es muy común que unos niños te quiten tu transporte- comentó Hermes
Unos minutos más tarde volábamos por la carretera. Los asientos eran de cuero y sobraba espacio para estirar las piernas. Había pantallas planas de televisión en los reposacabezas de delante y un minibar lleno de agua mineral, refrescos y aperitivos.
-Casi tan genial como el carro solar- dijo Apolo
Empezamos a ponernos morados.
— ¿Adónde, señorita Dare? —preguntó el conductor.
—Aún no estoy segura, Robert. Debemos dar una vuelta por la ciudad y... echar un vistazo.
-Y rapidito- murmuró Travis
-Eso hubiera sonado muy grosero- dijo Hestia
-Pero habría estado genial- dijo Apolo
—Como usted diga, señorita.
Miré a Rachel.
— ¿Conoces a este tipo?
—No.
—Pero lo ha dejado todo para ayudarte. ¿Por qué?
-Una bonita cara es fundamental- dijo Apolo
-No precisamente- murmuró Rachel
-Poder de convencimiento- dijo Hermes
—Tú mantén los ojos abiertos —replicó ella—. Ayúdame a buscar.
Lo cual no era precisamente una respuesta.
-Respuesta evasiva, muy bien- canturreó Connor
Circulamos por Colorado Springs durante una media hora y no vimos nada que a Rachel le pareciera una posible entrada al laberinto. En ese momento era muy consciente del contacto de su hombro contra el mío.
-Seguimos con los pensamientos interesantes- chilló Afrodita
Percy hizo un sonido de queja
No podía dejar de preguntarme quién sería exactamente y cómo podía arreglárselas para acercarse a un chófer cualquiera y conseguir en el acto que la llevara.
-Yo también quiero saber eso- murmuró Apolo -eso hace que mi oráculo sea aún más increíble
-Creo que lo sabrán- dijo Rachel con cierta incomodidad
Después de una hora dando vueltas, decidimos dirigirnos al norte, hacia Denver, pensando que quizá en una ciudad más grande nos resultaría más fácil encontrar una entrada al laberinto, aunque la verdad es que habíamos empezado a ponernos nerviosos.
-No era para menos- dijo Artemisa -el tiempo se les estaba acabando
-Era lo que faltaba para hacer más divertido el asunto- dijo Piper
-Típico en nuestras vidas- dijo Leo
Estábamos perdiendo tiempo.
Entonces, cuando ya salíamos de Colorado Springs, Rachel se incorporó de golpe en su asiento.
— ¡Salga de la autopista!
-Y ya empezamos con las peticiones extrañas- dijo Leo
-Yo siempre he querido decir eso- dijo Connor
-Y también "siga a ese auto"- dijo Travis
El conductor se volvió.
— ¿Sí, señorita?
—He visto algo. Creo. Salga por ahí.
El hombre viró bruscamente entre los coches y tomó la salida.
— ¿Qué has visto? —le pregunté, porque ya estábamos prácticamente fuera de la ciudad.
-Las entradas están en lugares bastantes raros- comentó Hermes
No se veía nada alrededor, salvo colinas, prados y algunas granjas dispersas. Rachel indicó al hombre que tomara un camino de tierra muy poco prometedor.
-Incluso afuera el laberinto juega con ustedes- murmuró Leo
-Hay que meterle diversión a la vida- dijo Apolo
Los semidioses se miraron horrorizados
Pasamos junto a un cartel demasiado deprisa para que me diese tiempo a leerlo, pero Rachel dijo:
—Museo de Minería e Industria.
-Tiene lógica- dijo Atenea
Para tratarse de un museo, no parecía gran cosa: un edificio pequeño, como una estación de tren antigua, con perforadoras, máquinas de bombeo y viejas excavadoras expuestas afuera.
-No importa como se ve por fuera- bufó Atenea -lo importante es el contenido educativo
—Allí. —Rachel señaló un orificio en la ladera de una colina cercana: un túnel cerrado con tablones y cadenas—. Una antigua entrada a la mina.
-¡Por fin!- gritó Apolo
— ¿Es una puerta del laberinto? —Preguntó Annabeth—. ¿Cómo puedes estar tan segura?
—Bueno, ¡mírala! —Respondió Rachel—. O sea... yo lo veo, ¿vale?
-En otras palabras, cállate y sígueme- dijo Connor
-No cuestiones a la guía- bromeó Piper
-Lo importante es que la encontraron- dijo Perséfone
Le dio las gracias al chófer y nos bajamos los cuatro. Él ni siquiera pidió que le pagásemos.
-Eso me agrada- dijo Hermes
— ¿Está segura de que no corre ningún peligro, señorita Dare? Con mucho gusto puedo llamar a su...
— ¡No! —Exclamó Rachel—. No, de veras. Gracias, Robert. No necesitamos nada.
-Eso es muy sospechoso- dijo Apolo -y eso hace que mi oráculo sea aún más genial
El museo parecía cerrado, así que nadie nos molestó mientras subíamos la cuesta hacia la entrada de la mina. En cuanto llegamos vi la marca de Dédalo grabada en el candado. El misterio era cómo podía haber captado Rachel una cosa tan diminuta desde la autopista.
-Era como el brillo en los pasadizos del laberinto, simplemente estaba ahí y llamó mi atención- dijo Rachel
Toqué el candado y las cadenas cayeron al suelo en el acto. Quitamos los tablones a patadas y entramos. Para bien o para mal, estábamos de nuevo en el laberinto.
-Vamos de nuevo- se quejó Poseidón
Los túneles de tierra se volvieron enseguida de piedra. Giraban y se ramificaban una y otra vez, tratando de confundirnos, pero Rachel no tenía problemas para guiarnos.
-Aunque Annabeth no la quería ahí, fue de mucha ayuda- dijo Thalia
Annabeth se sonrojó
Le dijimos que teníamos que regresar a Nueva York y ella apenas se detenía cuando los túneles planteaban un dilema.
-Cuesta aceptar que se necesite la ayuda de un mortal- dijo Luke
Algunos dioses le dieron miradas asesinas por atreverse a hablar
Para mi sorpresa, Rachel y Annabeth se pusieron a charlar mientras caminábamos.
-También para nuestra sorpresa- dijo Connor
-Y así chicos, es como se inicia una bonita amistad- dijo Leo
Annabeth le hizo varias preguntas personales, pero, como Rachel se mostraba evasiva, empezaron a hablar de arquitectura. Resultó que Rachel tenía ciertos conocimientos de la materia porque había estudiado arte.
-Quien imaginaría que les gustara lo mismo- dijo Percy
-Sí, quién lo imaginaría- dijo Thalia en tono burlón
-Yo no... Me refería... A eso- murmuró Percy sonrojando al igual que Annabeth y Rachel
Los chicos, Poseidón, Afrodita, Perséfone y Apolo le dieron miradas irónicas a Percy
Hablaban de las fachadas de distintos edificios de Nueva York (« ¿Has visto ese otro?», bla, bla, bla), así que me quedé un poco más atrás con Nico, sumido en un incómodo silencio.
-Te hubieras unido a la plática, Nico- se burló Thalia
-Thalia- gritó Nico sonrojándose
Will gruñó. Percy se sonrojó, mientras los chicos trataban de reírse
Hades bufó -Creo que prefiero al rubio molesto, que a tu mocoso- dijo dirigiéndose a Poseidón
-Por supuesto que sí- dijo Apolo
-Claro- dijo Will -porque Percy... No es su tipo
-Uhhh- corearon los Stoll
-Yo ni siquiera dije algo- se quejó Percy
-Esto no se va a quedar así, cara de pino- dijo Nico
Thalia no le hizo caso, estaba muy ocupada riéndose
Hestia veía al grupo de semidioses con una sonrisa
—Gracias por venir a buscarnos —le dije por fin.
Nico entornó los párpados. Ya no parecía enfurecido como antes; sólo receloso y cauto.
—Te debía una por lo del rancho, Percy. Además... quería ver a Dédalo con mis propios ojos. Minos tenía razón, en cierto modo. Dédalo habría de morir. Nadie debería ser capaz de eludir la muerte tanto tiempo. No es natural.
-Al fin alguien lo entiende- refunfuñó Hades
-Claro- dijo Poseidón -es tu hijo
—Es lo que tú has buscado todo el tiempo —comenté—. Intercambiar el alma de Dédalo por la de tu hermana.
Nico caminó otros cincuenta metros antes de responder.
—No ha sido fácil, ¿sabes? Tener sólo a los muertos por compañía. Saber que jamás seré aceptado entre los vivos. Sólo los muertos me respetan, y es porque me tienen miedo.
-Eso no es cierto- dijeron los chicos
-Aunque a veces das miedo...- murmuró Leo
-¡Leo!- gritaron Hazel y Jason
-Pero sí nos caes bien- dijo Leo alzando las manos en señal de rendición
—Podrías ser aceptado —aseguré—. Podrías hacer amigos en el campamento.
Él se quedó mirándome.
— ¿De veras lo crees, Percy?
Atenea alzó una ceja
-Eso fue hace mucho tiempo- dijo Percy
Los chicos lo miraron confundidos
No respondí. La verdad era que no lo sabía. Nico siempre había sido algo diferente, pero desde la muerte de Bianca se había vuelto casi... espeluznante.
Nico bufó
-Eso fue hace tiempo- volvió a decir Percy sonrojado -Sí tienes amigos- sonrió de manera inocente
Tenía los ojos de su padre: ese fuego intenso y maníaco que te hacía sospechar que era un genio o un loco.
Fue el turno de Hades de bufar -No estoy loco, mocoso ¿Quieres saber lo que es locura?
-No, no quiere- dijo Poseidón
-Odio esto- susurró Percy
Y la manera en que había fulminado a Minos y se había llamado a sí mismo el rey de los fantasmas... resultaba impresionante, desde luego, pero también me intimidaba.
-Si eso te intimida...- murmuró Ares
-Creo recordar que Hades te intimidaba- dijo Apolo -desde aquel día que dijo que te despellejaría vivo
-Yo no lo temo a nadie- masculló Ares
-¿No?- preguntó Hades dándole una mirada tétrica mientras la temperatura de la sala bajaba y algunos fantasmas aparecían y desaparecían
-Estás asustando a los chicos- dijo Hestia
-Y a Ares- agregó Apolo
Ares le dio una mirada asesina, pero no dijo nada
-Están peor que sus hijos- dijo Hera
Antes de que atinara a decirle algo, me tropecé con Rachel, que se había detenido.
-Admite que querías tropezarte con ella- bromeó Travis
Percy le sacó la lengua
Nos encontrábamos en una encrucijada. El túnel continuaba recto, pero había un ramal que doblaba a la derecha: un pasadizo circular excavado en la oscura roca volcánica.
— ¿Qué pasa? —pregunté.
Los chicos de la misión se miraron incómodos, llegaba el momento en que los dioses sabrían como resurgió Cronos, ellos solo sabía que Luke lo había ayudado
Rachel examinó aquel túnel oscuro. A la débil luz de la linterna, su rostro se parecía al de uno de los espectros de Nico.
-Gracias- murmuró Rachel
— ¿Es éste el camino? —preguntó Annabeth.
—No —contestó Rachel, nerviosa—. En absoluto.
—Entonces, ¿por qué nos paramos? —pregunté.
—Escucha —indicó Nico.
Luke se removía incómodo en su asiento
Noté una ráfaga de viento procedente del túnel, como si la salida estuviera cerca. Y percibí un olor conocido que me traía malos recuerdos.
—Eucaliptos —dije—. Como en California.
-No de nuevo- murmuró Zoë
El pasado invierno, cuando nos enfrentamos a Luke y el titán Atlas en la cima del monte Tamalpais, el aire olía exactamente igual.
—Hay algo maligno al fondo de ese túnel —dijo Rachel—. Algo muy poderoso.
-Que es mejor que no investiguen- dijo Poseidón
—Y el aroma de la muerte —añadió Nico, lo cual no contribuyó a que me sintiera mejor.
-Definitivamente no investiguen- se quejó Poseidón
Annabeth y yo nos miramos.
—La entrada de Luke —dedujo—. La que lleva al monte Othrys, al palacio del titán.
—He de comprobarlo —dije.
-Perseus...- masculló el dios del mar
-Lo siento, tenía que hacerlo- dijo Percy
—No, Percy.
—Luke podría estar ahí mismo —insistí—. O Cronos... Tengo que averiguar qué pasa.
Annabeth vaciló.
—Entonces iremos todos.
-Sabes que eso no sucederá, cariño- dijo Afrodita -ahí podría encontrarse Luke
Annabeth suspiró
—No —dije—. Es demasiado peligroso. Si cayera Nico en sus manos, o la propia Rachel, Cronos podría utilizarlos. Tú quédate aquí para protegerlos.
-Chantaje, dulce chantaje- murmuró Connor
Atenea le dio a Percy una mala mirada antes de seguir leyendo
Me guardé una cosa: que me preocupaba Annabeth. No me fiaba de lo que pudiera hacer si veía otra vez a Luke. Él ya la había engañado y manipulado demasiadas veces.
-Percy- dijo Annabeth
-Lo siento, listilla- murmuró Percy -pero no sabía que podrías hacer
-¿Cómo te puede gustar ese muchacho si ni siquiera confía en ti?- masculló Atenea
-No seas amargada- suspiró Afrodita -¿Acaso no ves que lindos lucen juntos? Eres la diosa de la sabiduría, pero no entiendes mucho sobre el amor, querida
Los chicos miraron a Afrodita con la boca abierta de asombro
—No, Percy —rogó Rachel—, no vayas tú solo.
—Iré deprisa —le prometí—. No cometeré ninguna estupidez.
Annabeth, Rachel y Nico lo miraron con incredulidad
-No hice ninguna estupidez- se defendió Percy
-¿No?- preguntó Nico
Percy se sonrojó
Annabeth se sacó del bolsillo la gorra de los Yankees.
—Llévate esto, por lo menos. Y anda con cuidado.
—Gracias. —Recordé la última vez que nos habíamos separado, cuando me había deseado suerte con un beso en el monte Saint Helens. Esta vez lo único que me había ganado había sido la gorra.
-¿Que esperabas si ha estado enojada?- preguntó Thalia
-Un beso no habría estado nada mal- suspiró Afrodita
-Pero estaba Rachel y Nico- dijo Perséfone
-Eso lo habría hecho más interesante- bromeó Apolo
-Esto para nada es incómodo- dijo Percy
Me la puse.
—Ahí va la nada andante...
Y me deslicé, invisible, por el oscuro pasadizo de roca.
Incluso antes de llegar a la salida oí voces: los rugidos y ladridos de los herreros demonios marinos, los telekhines.
-No de nuevo con esas cosas- murmuró Poseidón
—Al menos conseguimos salvar la hoja —dijo uno—. El amo nos recompensará de todos modos.
—Sí, sí —chilló otro—. Una recompensa fuera de lo común.
-Pobres ilusos- bufó Hera
Otra voz, ésta más humana, balbuceó:
—Hummm, sí, fantástico. Y ahora, si habéis terminado conmigo...
— ¡No, mestizo! —Dijo un telekhine—. Debes ayudarnos a hacer la presentación. ¡Es un gran honor!
-Creo que tenemos diferentes conceptos de "gran honor"- dijo Jason
—Ah, bueno... gracias —respondió el mestizo, y entonces me di cuenta de que era Ethan Nakamura, el tipo que había huido después de que le salvara la vida en la pista de combate.
-Mestizos malagradecidos- bufó Dionisio
-Nadie te mandó que lo hicieras- masculló Ares
Me deslicé hacia la salida. Tuve que recordarme a mí mismo que era invisible. Se suponía que ellos no podían verme.
-Eso significa ser invisible, sirenita- señaló Leo
Percy le hizo una mueca
Al salir me azotó una ráfaga de viento frío. Me hallaba muy cerca de la cima del monte Tamalpais. El océano Pacífico se extendía a mis pies, todo gris bajo un cielo encapotado.
-Aunque el océano está abajo, no se te vaya a ocurrir aventarte ¿De acuerdo?- dijo Poseidón
-No- murmuró Percy
Unos seis metros más abajo, vi a dos telekhines colocando una cosa sobre una roca: un objeto largo y delgado, envuelto en un paño negro. Ethan les ayudaba a desenvolverlo.
—Cuidado, idiota —le regañó el telekhine—. Al menor contacto, la hoja arrancará el alma de tu cuerpo.
-No puede ser- masculló Zeus
-Una bonita arma- dijo Reyna con sarcasmo
Ethan tragó saliva.
—Entonces será mejor que la desenvolváis vosotros.
Levanté la vista hacia la cima, donde se alzaba con aire amenazador una fortaleza de mármol negro idéntica a la que había visto en sueños.
-Muy amenazadora- suspiró Jason
Me hacía pensar en un mausoleo gigantesco, con muros de quince metros de altura. No entendía cómo era posible que los mortales no lo vieran.
-La Niebla- corearon los chicos
Pero también era verdad que yo mismo veía borroso todo lo que quedaba por debajo de la cumbre, como si hubiese un espeso velo entre mis ojos y la parte baja de la montaña. Había allí un fenómeno mágico funcionando: una Niebla muy poderosa.
-Tiene que proteger la fortaleza- dijo Poseidón - no necesita ojos curiosos por ahí
-además de que también le gusta ser dramático- bufó Hades
Por encima de mí, en el cielo se arremolinaba una enorme nube con forma de embudo. No veía a Atlas, pero lo oía gemir a lo lejos, más allá de la fortaleza, todavía agobiado bajo el peso del cielo.
-Ese lugar le corresponde y más después de secuestrar a mi hermanita- dijo Apolo
Calipso alzó una ceja y miró de forma irónica a Apolo, sin embargo la expresión de Zoë decía que estaba de acuerdo con el dios
— ¡Ahora! —dijo el telekhine y, con actitud reverente, alzó el arma. La sangre se me heló en las venas.
Era una guadaña: una hoja curvada, como una luna creciente, de casi dos metros, con un mango de madera recubierto de cuero.
-Esto pinta cada vez peor- masculló Poseidón
La hoja destellaba con dos colores distintos: el del acero y el del bronce. Era el arma de Cronos, la que utilizó para cortar en pedazos a su padre, Urano, antes de que los dioses lograran arrebatársela y lo cortaran a él a su vez en trocitos que arrojaron al fondo del Tártaro.
-Le trae buenos recuerdos- dijo Apolo
-Ya cállate- dijo Artemisa
Habían vuelto a forjar aquella arma mortífera.
—Hemos de santificarla con sangre —dijo el telekhine—. Luego tú, mestizo, cuando nuestro señor despierte, nos ayudarás a ofrecérsela.
-¿Cómo puede soportar eso?- murmuró Bianca -es horrible
Corrí hacia la fortaleza. Me palpitaban los oídos. No es que me apeteciera mucho acercarme a aquel espantoso mausoleo negro, pero tenía que hacerlo.
-¿No que no harías nada estúpido?- preguntó Leo
-Tenía que hacerlo- dijo Percy
-Estabas solo- comentó Piper
-Pero era necesario.- señaló Percy
Debía impedir que Cronos se alzara, y aquella sería tal vez mi única ocasión.
Crucé volando un vestíbulo oscuro y llegué a la sala principal. El suelo relucía como un piano de caoba: completamente negro y, sin embargo, lleno de luz.
-Perseus, es mejor que des la vuelta- dijo Poseidón
Percy le sonrió de manera inocente
Junto a las paredes, se alineaban estatuas de mármol negro. No reconocía las caras, pero comprendía que se trataba de las imágenes de los titanes que habían gobernado antes de los dioses.
-No fue una era cool- dijo Apolo
Al fondo de la sala, entre dos braseros de bronce, se alzaba un estrado, y sobre éste se hallaba el sarcófago dorado.
Percy y Annabeth se tomaron de la mano
Aparte del chisporroteo del fuego, reinaba un completo silencio. No estaba Luke.
No había guardias. Nada.
Parecía demasiado fácil, pero me acerqué al estrado.
-Que parezca fácil no quiere decir que lo sea- dijo Poseidón pálido -solo sal de ahí, estás solo
-Lo siento, pero tenía que hacerlo- dijo Percy
El sarcófago era tal como lo recordaba: de unos tres metros de largo, demasiado grande para un ser humano. Tenía esculpidas en relieve una serie de intrincadas escenas de muerte y destrucción:
-Lo que cualquiera quisiera en su ataúd- dijo Leo con sarcasmo
imágenes de los dioses pisoteados por carros de combate y de los templos y monumentos más famosos del mundo, destrozados y envueltos en llamas.
-Delirios de grandeza- bufó Zeus
Los dioses le dieron miradas irónicas
Todo el ataúd desprendía un halo de frío glacial. Mi aliento se transformaba en nubes de vapor, como si estuviera en el interior de un frigorífico.
-El detalle que faltaba para hacerlo más entretenido- dijo Piper con sarcasmo
-Y falta lo más entretenido- dijo Percy con una mueca
Saqué a Contracorriente. Sentir su peso en mi mano me reconfortó un poco.
-Aun así no creo que sea de mucha ayuda- dijo Perséfone
Cada vez que me había acercado a Cronos en el pasado, su voz maligna me había hablado en el interior de mi mente. ¿Por qué permanecía ahora en silencio?
-Esa podría ser una buena señal- dijo Apolo
-Con él no hay buenas señales- dijo Deméter
Había sido descuartizado en millares de pedazos con su propia guadaña. ¿Qué iba a encontrarme si abría la tapa del ataúd? ¿Cómo podían construirle un nuevo cuerpo?
-Es lo que todos nos hemos estado preguntando- dijo Apolo -esto es bastante raro
No tenía respuesta para eso. Solamente sabía una cosa: si estaba a punto de alzarse, debía abatirlo antes de que se hiciera con su guadaña.
-Tendrías una pequeña oportunidad- dijo Hades
-Inténtalo- dijo Zeus
-Cállense- masculló Poseidón
Tenía que hallar el modo de detenerlo.
Me detuve junto al sarcófago. La tapa estaba decorada todavía más profusamente que los costados, con escenas de terribles carnicerías y de poderío desatado.
-¿Dónde podría conseguir uno así?- preguntó Connor
-No lo sé, hermano, estaba pensando lo mismo- dijo Travis
-Están locos- murmuró Chris
En medio había una inscripción grabada con letras más antiguas que el griego: una lengua mágica. No pude leerla bien, pero sabía lo que decía: «CRONOS, SEÑOR DEL TIEMPO.»
-Como si no fueran suficientes las inscripciones de desastres- bufó Hera
Toqué la tapa con la mano. Las yemas de los dedos se me pusieron azules. Una capa de escarcha rodeó mi espada. Entonces oí ruido a mi espalda.
-Ahora o nunca- dijo Artemisa
-Mejor nunca- dijo Poseidón
Voces que se aproximaban. Ahora o nunca. Empujé la tapa dorada y cayó al suelo con un enorme ¡BRAAAAMMM!
-Eso le da un efecto más dramático- dijo Leo
Alcé la espada, lista para asestar un golpe mortal. Pero, al mirar al interior, no comprendí lo que veía.
-Eso no es extraño- bufó Atenea
Unas piernas mortales, con pantalones grises. Una camiseta blanca y unas manos entrelazadas sobre el estómago. Le faltaba una parte del pecho: un orificio negro del tamaño de una herida de bala allí donde debía estar el corazón.
-Así debería quedarse- masculló Poseidón
Tenía los ojos cerrados y la piel muy pálida. El pelo rubio... y una cicatriz que le recorría el lado izquierdo de la cara.
El cuerpo del ataúd era el de Luke.
Los dioses le dieron miradas incrédulas
-Eso es más de lo que un mestizo debería hacer- bufó Zeus -ese mocoso tuyo es un demente
-¿Tan malo fue lo que pasó entre nosotros que tuviste que hacer eso?- murmuró Hermes -lo que tuviste que hacer para que eso fuera posible...
Luke se removió incómodo
-Ese engendro bueno para nada- masculló Ares -nos debimos deshacer de él desde que llegó
-¿Y eso de que serviría?- preguntó Hestia -lo que tenemos que hacer es evitar que pase
-Pero ese chico ha puesto la vida de mi hijo en peligro muchísimas veces- dijo Poseidón
-También de mi hija- masculló Atenea
-No van a hacerle nada- dijo Hermes
-No serviría de nada- dijo Hestia -además hay un juramento
-Como si les importaran los juramentos- bufó Hera
-Solo sigan leyendo y siéntense- dijo Hestia a Atenea, Poseidón, Zeus, Ares y Hermes que se levantaron cerca del chico con miradas asesinas (Excepto por el último) los dioses hicieron caso a regañadientes
Debería haberle asestado una estocada en aquel momento. Tendría que haberle clavado la punta de Contracorriente con todas mis fuerzas.
-Tú no eres así, Percy- dijo Hazel
Pero estaba demasiado aturdido. No comprendía nada. Por mucho que odiara a Luke, por mucho que me hubiese traicionado, no acababa de entender por qué estaba en el ataúd y por qué parecía tan rematadamente muerto.
-No es tan difícil entenderlo- murmuró Atenea
-En su posición lo sería bufó Poseidón
Las voces de los telekhines sonaron ahora muy cerca.
— ¿Qué ha pasado? —gritó uno de los demonios al ver la tapa caída. Me alejé tambaleante del estrado, olvidando que era invisible, y me oculté tras una columna.
-Creo que realmente nadie lo puede culpar- dijo Reyna -estaba demasiado aturdido
— ¡Cuidado! —Le advirtió el otro demonio—. Tal vez ha despertado. Hemos de ofrecerle ahora los presentes. ¡Inmediatamente!
-Mejor mañana- dijo Leo tratando de aligerar el ambiente
Los dos telekhines avanzaron arrastrando los pies y se arrodillaron, sujetando la guadaña con su envoltorio de tela.
—Mi señor —dijo uno—. El símbolo de vuestro poder ha sido forjado de nuevo.
-Esto está tan mal- dijo Poseidón, sus nudillos se pusieron blancos de la fuerza con la que agarraba su trono
Silencio. En el ataúd no sucedió nada.
—Serás idiota —masculló el otro telekhine—. Primero le hace falta el mestizo.
Ethan retrocedió.
-No le hubieras salvado la vida- bufó Dionisio
-Percy no es esa clase de persona ¿No te has dado cuenta?- dijo Perséfone
-Si no era ese mestizo, habría sido alguien más- comentó Artemisa
— ¿Qué significa que le hago falta?
— ¡No seas cobarde! —Ladró el primer telekhine—. No precisa tu muerte, sólo tu lealtad. Júrale que te pones a su servicio. Renuncia a los dioses. Con eso basta.
— ¡No! —grité. Era una estupidez,
-No haré ninguna estupidez- dijo Leo imitando la voz de Percy
sin duda, pero salí de mi escondite y destapé el bolígrafo—. ¡No, Ethan!
— ¡Un intruso! —Los telekhines me mostraron sus dientes de foca—. Nuestro amo se ocupará de ti enseguida. ¡Deprisa, chico!
-¡Ya sal de ahí, Perseus!- gritó Poseidón
—Ethan —supliqué—, no les hagas caso. ¡Ayúdame a destruirlo!
Él se volvió hacia mí. Entre las sombras de su rostro se perfilaba el parche de su ojo. Parecía apenado.
-Al menos tiene la decencia de lucir apenado- masculló Hera
—Te dije que no me perdonaras la vida, Percy. «Ojo por ojo.» ¿Nunca has oído este dicho? Yo aprendí su significado del peor modo... al descubrir de qué divinidad procedo. Soy el hijo de Némesis, diosa de la Venganza. Y fui creado precisamente para esto.
-Ahora tiene sentido- murmuró Apolo
Se volvió hacia el estrado.
— ¡Renuncio a los dioses! ¿Qué han hecho ellos por mí? Asistiré a su destrucción. Serviré a Cronos.
-Otro mocoso infame- masculló Ares
-No sabía que supieras el significado de la palabra- comentó Hermes
El edificio entero retumbó. Una voluta de luz azul se alzó del suelo, a los pies de Ethan Nakamura, y lentamente se deslizó hacia el ataúd y empezó a temblar en el aire, como una nube de pura energía. Luego descendió hacia el sarcófago.
-Es hora de salir- dijo Apolo
Luke se incorporó de golpe. Abrió los ojos. Ya no eran azules, sino dorados, del mismo color que el féretro. El orificio de su pecho había desaparecido. Estaba completo. Saltó del sarcófago con agilidad. Allí donde sus pies tocaron el suelo, el mármol se congeló dibujando un cráter de hielo.
Los dioses que sentían aprecio por Percy lo miraron con preocupación
Miró a Ethan y los telekhines con aquellos espantosos ojos dorados, como si fuese un niño recién nacido y no comprendiera lo que veía. Luego volvió la vista hacia mí y una sonrisa de reconocimiento se dibujó en sus labios.
-Bueno, arruinaste más de una oportunidad, era obvio que te iba a reconocer- dijo Artemisa
—Este cuerpo ha sido bien preparado. —Su voz era como la hoja de una cuchilla de afeitar que se deslizara por mi piel. Era la de Luke, sí, pero ya no era de él mismo.
Luke se removía incómodo, Hermes miraba a su hijo con una mueca
Por debajo, resonaba un timbre más horrible: un sonido frío y antiguo, como de un metal arañando una piedra—. ¿No te parece, Percy Jackson?
No podía moverme, ni siquiera responder.
-Eso suele provocar su presencia- masculló Zeus
Cronos echó la cabeza atrás y soltó una carcajada. La cicatriz de su rostro se arrugó de un modo siniestro.
—Luke te temía —dijo la voz del titán—. Sus celos y su odio han sido instrumentos muy poderosos. Lo han mantenido obediente. Te doy las gracias por ello.
-Hay cosas que no se deberían agradecer- dijo Percy
-Lo siento- dijo Luke
Ethan se derrumbó de puro terror, tapándose la cara con las manos. Los telekhines sostenían la guadaña, temblorosos.
-Pero querían ser sus sirvientes- masculló Hades
Finalmente, recuperé el valor. Me arrojé sobre aquella cosa que había sido Luke para clavarle la espada en el pecho, pero su piel desvió el golpe como si fuese de acero.
-Lo sabía- murmuró Hermes para sí mismo
-Percy, en serio estás loco- dijo Piper
-Bastante loco, bro- dio Jason
Me miró con aire divertido. Luego sacudió la mano y salí volando por los aires.
Me estrellé contra una columna. Me puse de pie penosamente, todavía aturdido por el porrazo, pero Cronos ya había tomado el mango de su guadaña.
La tierra empezaba a temblar a causa de Poseidón
-No de nuevo- murmuró Hermes -Percy está aquí
Poseidón le dio una mirada asesina -Tu mocoso...
-Cometió errores- dijo Hermes -por eso estamos aquí
-Los mestizos no son los únicos que cometen errores- dijo Hestia
Zeus, Ares, Dionisio y Hera miraban aburridos, los mestizos sorprendidos
—Ah... mucho mejor —dijo—. Luke llamaba Backbiter a su espada. Un nombre apropiado, sin duda. Ahora que ha sido forjada de nuevo, ésta también devolverá cada mordedura.— ¿¿Qué has hecho con Luke? —gemí.
Cronos alzó su guadaña.
—Ahora me sirve con todo su ser, como yo necesitaba. La diferencia es que él te temía, Percy Jackson, y yo no.
Entonces eché a correr.
-Esa sí es una buena decisión- dijo Zoë
-Aunque no creo que sirva de mucho- dijo Artemisa -es el señor del tiempo
No lo pensé siquiera. No lo sopesé en mi mente, en plan: « ¿Qué? ¿Le hago frente e intento luchar otra vez?» Nada de eso. Simplemente me limité a correr.
Pero los pies me pesaban como si fueran de plomo. El tiempo se ralentizó, como si el mundo se hubiera vuelto de gelatina.
-Necesitan una distracción- dijo Bianca
Ya había tenido esa misma sensación otra vez y sabía que procedía del poder de Cronos. Su presencia era tan intensa que era capaz de doblegar el tiempo por sí solo.
— ¡Corre, pequeño héroe! —se burló—. ¡Corre!
Poseidón miraba a su hijo con preocupación
Miré hacia atrás y vi que se me acercaba tranquilamente, balanceando su guadaña como si disfrutara de la sensación de tenerla de nuevo en sus manos. Ningún arma bastaría para detenerlo. Ni siquiera una tonelada de bronce celestial.
Lo tenía a tres metros cuando oí un grito:
—¡Percy!
Era Rachel.
-Otra suicida- bufó Dionisio
-No sé en que puede ayudar una mortal- comentó Hera
Algo pasó volando por mi lado y, al cabo de un instante, un cepillo para el pelo de plástico azul le dio a Cronos en el ojo.
— ¡Aj! —gritó éste.
Dioses y chicos miraron incrédulos a Rachel
-¡Así se hace RED!- gritaron los Stoll
-Ese es mi oráculo- chilló Apolo
-Para ser una simple mortal eso estuvo bien- dijo Ares a regañadientes
-¿No quieres unirte a la caza?- preguntó Artemisa
-Deja a mi oráculo- gritó Apolo
-Eso fue sorprendente- dijo Reyna
Los chicos vitorearon haciendo sonrojar aún más a Rachel
-No estuvo mal- murmuró Luke
-No se metan con Rachel y su cepillo azul- dijo Percy
Por un momento, pareció únicamente la voz de Luke: una voz llena de sorpresa y de dolor. Noté mis miembros otra vez libres y corrí hacia Rachel, Nico y Annabeth, que estaban en la entrada de la sala, consternados.
-Le diste la distracción que necesitaba- dijo Poseidón aliviado
— ¿Luke? —Gritó Annabeth—. ¿Qué...?
Corriendo más deprisa que en toda mi vida, la agarré de la camiseta y la arrastré hacia fuera.
-Era capaz de quedarse- asintió Thalia
Annabeth se sonrojó
Salimos de la fortaleza y casi habíamos llegado a la entrada del laberinto cuando oí el bramido más atroz del mundo: la voz de Cronos, que recuperaba el control.
— ¡Salid tras ellos!
— ¡No! —gritó Nico. Dio una palmada y una columna de piedra del tamaño de un camión brotó de la tierra justo delante de la fortaleza. El temblor que provocó fue tan intenso que se vinieron abajo sus columnas frontales.
-¡Muy bien, sombritas!- dijo Will -pero no te sobrepases con esos poderes del inframundo
-No empieces Solace, era necesario- dijo Nico
Me llegaron, amortiguados, los alaridos de los telekhines que habían quedado atrapados dentro. Una nube de polvo lo cubrió todo.
-Ahora su única opción es correr- dijo Perséfone
Nos zambullidos en el laberinto y seguimos corriendo mientras, a nuestra espalda, el señor de los titanes estremecía con su aullido el mundo entero.
-Acabó el capítulo- dijo Atenea
-Ese final suena casi poético- dijo Apolo -aunque tengo un haiku mejor...
-¡NO!- gritaron todos en la sala
-Después de ese capítulo, lo que menos necesito es un haiku- dijo Poseidón
-Ninguno lo necesita- dijo Hermes
-Que aburridos son- murmuró Apolo
-Vamos a terminar el libro- dijo Poseidón -quedan pocos capítulos y se pone cada vez peor- masculló dándole una mirada sombría a Luke -sigamos
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