-Nos queda un capítulo- comentó Will -¿Quién lee?

-Yo- dijo Zoë -en navidad me gano un nuevo enemigo

-¿Quién sería tan idiota como para hacerse tu enemigo?- preguntó Leo

-Pues...- murmuró Percy

Un esqueleto cortesía de Nico salió del suelo y le dio un zape a Leo

-¡Oh, así que tú eres el idiota!- dijo Leo

Nico le dio una mala mirada

Antes de dejar el Olimpo, decidí hacer unas llamadas. No era fácil con el jaleo de la fiesta, pero al final encontré una fuente tranquila en un rincón del jardín y le envié un mensaje Iris a mi hermano Tyson, en el fondo del océano.

Tyson y Percy se sonrieron

Le hablé de nuestras aventuras y de Bessie —él quería conocer todos los detalles sobre aquel bebé encantador de toro-serpiente—, y le aseguré que Annabeth estaba a salvo.

-Annabeth me cae bien- dijo Tyson

Annabeth le dio una pequeña sonrisa

Finalmente, le expliqué los daños que el ataque del mantícora había causado en el escudo que él me había fabricado el verano anterior.

— ¡Ajá! —dijo—. ¡Eso significa que era bueno! ¡Te salvó la vida!

-Vaya que sí- suspiró Poseidón

Ya lo creo, grandullón. Pero está destrozado.

— ¡De eso nada! —me prometió—. Iré a visitarte el próximo verano y te lo arreglaré.

La idea me entusiasmó. Supongo que no me había dado cuenta de lo mucho que lo echaba de menos.

-Yo también te echaba de menos- dijo Tyson

— ¿En serio? —le pregunté—. ¿Te dejarán unos días libres?

— ¡Sí! He hecho dos mil setecientas cuarenta y una espadas mágicas —dijo orgulloso, mientras me mostraba la hoja que estaba trabajando—. El jefe dice: « ¡Buen trabajo!». Me dejará que me tome todo el verano. Y yo iré de visita al campamento.

-Sí- murmuró Percy - ya te extrañaba

Todavía hablamos un rato de los preparativos de la guerra y del combate que libraba nuestro padre con los antiguos espíritus del mar,

Poseidón suspiró

y de las cosas divertidas que podríamos hacer juntos el próximo verano... Hasta que su jefe empezó a vociferar y tuvo que volver al trabajo.

-Pero aun así es un increíble trabajo- dijo Tyson

-Ya lo creo, grandullón- dijo Percy

Saqué mi último dracma de oro y mandé otro mensaje Iris.

Sally Jackson —dije—. En el Upper East Side de Manhattan.

-Que bien que pienses en ella- dijo Hestia

La niebla tembló un instante y enseguida apareció mi madre en la mesa de la cocina, riendo a carcajadas y con las manos entrelazadas con su amigo, el señor Besugoflis.

Poseidón suspiró

Aquello me resultó tremendamente embarazoso y ya estaba a punto de agitar la niebla con la mano para cortar la comunicación cuando mi madre reparó en mí.

Abrió unos ojos como platos y soltó a toda prisa la mano de Besugoflis.

-Y volviste a arruinar el momento- bromeó Leo

— ¡Ay, Paul! —le dijo—. Me he dejado el cuaderno en la sala de estar. ¿Te importa ir a buscármelo?

Claro, Sally. Ahora mismo voy.

-Que atento- dijo Afrodita con un suspiro

En cuanto salió de la habitación, mi madre se inclinó hacia delante para ver con claridad el mensaje.

— ¡Percy! ¿Estás bien?

Eh, sí, muy bien. ¿Qué tal va ese taller de escritura?

-Pues por lo que hemos leído va muy bien- dijo Afrodita para molestar a Poseidón

Ella frunció los labios.

Perfecto. Pero eso no importa. Cuéntame qué ha pasado.

Le hice un resumen lo más rápido que pude. Ella suspiró aliviada cuando escuchó que Annabeth estaba a salvo.

Annabeth sonrió

— ¡Sabía que lo lograrías! —dijo—. Estoy muy orgullosa de ti.

Ya, bueno, será mejor que te deje seguir trabajando.

-Estaban muy ocupados- asintió Apolo seriamente

Percy... Paul y yo...

Mamá... ¿eres feliz?

La pregunta la pilló por sorpresa. Pensó un momento.

Sí. La verdad es que sí, Percy. Tenerlo cerca me hace feliz.

Entonces, perfecto. En serio. No te preocupes por mí.

-Eres un chico increíble- dijo Hestia con una sonrisa

Percy se sonrojó -Gracias

Lo más curioso es que lo decía de verdad. Teniendo en cuenta la aventura que acababa de concluir, tal vez debería haberme preocupado por ella. Había visto lo malvadas que pueden ser unas personas con otras, como Hércules con Zoë, o Luke con Thalia.

Los tres mencionados se movieron incómodos

También había conocido en persona a Afrodita, diosa del amor, y sus poderes me habían dado más miedo que el mismísimo Ares.

Afrodita sonrió -No debes temerle al amor

Pero al ver a mi madre contenta y riéndose después de tantos años soportando a mi espantoso padrastro, Gabe Ugliano, no podía dejar de alegrarme por ella.

— ¿Prometes no llamarlo señor Besugoflis? —me preguntó.

-Me conoce taaan bien- dijo Percy causando que todos rieran

Me encogí de hombros.

Bueno, por lo menos no en su presencia.

— ¿Sally? —llamó él desde la sala de estar—. ¿Necesitas el cuaderno verde o el rojo?

Tengo que dejarte —me dijo mamá—. ¿Nos vemos en Navidad?

— ¿Me pondrás golosinas azules en el calcetín?

Ella sonrió.

Si aún no eres demasiado mayor para eso...

-Jamás se es demasiado mayor para las golosinas- corearon los Stoll

Para las golosinas no soy mayor.

Nos vemos entonces.

Agitó la mano a través de la niebla. Su imagen se disolvió y pensé que Thalia tenía razón cuando en Westover Hall me había dicho que mi madre era estupenda.

-Pues claro que tengo razón- dijo Thalia

Comparado con el monte Olimpo, Manhattan estaba tranquilo. Era el viernes antes de Navidad, pero todavía muy temprano y apenas había gente en la Quinta Avenida. Argos, el jefe de seguridad (ya sabes, el de los múltiples ojos), nos recogió a Annabeth, a Grover y a mí en el Empire State para llevarnos de vuelta al campamento. Había una ligera ventisca y la autopista de Long Island estaba casi desierta.

-Es cuando la ciudad es más tranquila- dijo Rachel

Mientras subíamos por la Colina Mestiza hasta el pino donde relucía el Vellocino de Oro, casi esperaba encontrarme allí a Thalia. Pero no: no estaba. Había partido con Artemisa y las demás cazadoras en pos de una nueva aventura.

-Ay, ya sé que me extrañabas, sesos de alga- dijo Thalia

-Estaba aliviado, cara de pino- dijo Percy

Quirón nos recibió en la Casa Grande con chocolate caliente y sandwiches de queso. Grover se fue a ver a los demás sátiros para contarles nuestro extraño encuentro con la magia de Pan. Apenas una hora después, todos los sátiros del campamento corrían de un lado para otro, preguntando dónde estaba la cafetería más cercana.

Annabeth y yo nos quedamos un rato hablando con Quirón y con otros campistas veteranos: Beckendorf, Silena Beauregard y los hermanos Stoll. Incluso estaba Clarisse, de Ares, que ya había regresado de su misión secreta de reconocimiento. Deduje que habría pasado muchas dificultades, porque ni siquiera trató de pulverizarme.

-Wow Prissy, sí que eres masoquista- dijo Clarisse

Tenía una nueva cicatriz en la barbilla, y llevaba el pelo rubio cortado al rape de un modo irregular, como si alguien la hubiese atacado con un par de tijeras.

Tengo noticias —masculló inquieta—. Malas noticias.

-Horribles noticias- masculló Clarisse

Ya te contaré —me dijo Quirón con forzada jovialidad, interrumpiendo a Clarisse—. Lo importante es que has vencido. ¡Y que has salvado a Annabeth!

Ella me sonrió agradecida y yo desvié la mirada.

Por alguna razón, me sorprendí a mí mismo pensando en la presa Hoover y en la extraña mortal que había conocido allí: Rachel Elizabeth Daré.

-In-có-mo-do- dijo Leo

Percy se sonrojó

No sabía por qué, pero sus irritantes comentarios me venían a la cabeza una y otra vez. « ¿Es que matas a todo el que se suena la nariz?». Si estaba vivo era gracias a las muchas personas que me habían ayudado, incluida aquella mortal con que me había cruzado por azar. Y ni siquiera le había dicho quién era.

Luke está vivo —dije—. Annabeth tenía razón.

Ella se incorporó en su asiento.

— ¿Cómo lo sabes?

Procuré no sentirme molesto por su interés.

-Celoso- rió Afrodita

Le conté lo que me había dicho mi padre sobre el Princesa Andrómeda.

Bueno —dijo removiéndose, inquieta—. Si la batalla final ha de producirse cuando Percy cumpla dieciséis, al menos nos quedan dos años para resolver algunas cosas.

Me dio la sensación de que « resolver algunas cosas» quería decir « conseguir que Luke se corrija», lo cual todavía me irritó más.

Annabeth le dio una sonrisa de disculpa

Quirón nos miraba con expresión sombría. Sentado junto al fuego en su silla de ruedas, me pareció muy viejo. Es decir, era viejísimo, sí, pero normalmente no lo parecía.

-¿Gracias?- murmuró el centauro

Dos años pueden parecer mucho tiempo —dijo—. Pero no es más que un abrir y cerrar de ojos. Aún tengo la esperanza de que tú no seas la criatura de la profecía, Percy. Pero si lo eres, la segunda guerra de los titanes está a punto de comenzar. El primer golpe de Cronos será contra el campamento.

-Es cierto- murmuró Atenea -nos debilitará

— ¿Cómo lo sabes? ¿Por qué ha de importarle el campamento?

Porque los héroes son las herramientas de los dioses —dijo Quirón—.

Destruye las herramientas y los dioses quedarán muy tocados. Las fuerzas de Luke acudirán aquí. Mortales, semidioses, monstruos... Tenemos que estar preparados. Las noticias que ha traído Clarisse tal vez nos den alguna pista sobre cómo piensan atacarnos, pero...

Llamaron a la puerta y Nico di Angelo entró en la sala resoplando y con las mejillas rojas de frío.

Venía sonriente, pero miró alrededor con inquietud.

— ¡Eh! ¿Y mi hermana?

-¿Nadie se lo dijo?- preguntaron Jason y Reyna al unísono

-Creímos que lo mejor era esperar a Percy- dijo Quirón

Se hizo un silencio mortal. Yo miré a Quirón. No podía creer que nadie se lo hubiera dicho. Y entonces comprendí por qué: habían esperado a que apareciéramos nosotros para decírselo en persona.

Era lo último que deseaba hacer, pero se lo debía a Bianca.

-No me debes nada Percy, pero gracias- dijo Bianca

Nico. —Me levanté de mi confortable asiento—. Vamos a dar una vuelta, ¿vale? Tenemos que hablar.

Escuchó la noticia en silencio, lo cual aún me lo hacía más difícil. Yo seguí hablando; traté de explicarle cómo había ocurrido, cómo se había sacrificado Bianca para que la búsqueda no fracasara. Pero a medida que hablaba tenía la sensación de estar empeorando las cosas.

-No se puede recibir una noticia de ese tipo de manera agradable- dijo Annabeth reconfortando a su novio

Ella quería que conservaras esto —le dije, y saqué la figura que Bianca había encontrado en la chatarrería. Nico la sostuvo en la palma de la mano y la contempló.

Estábamos en el pabellón del comedor, precisamente en el mismo sitio donde habíamos hablado antes de que yo partiera. A pesar de la protección mágica del campamento, el viento era helado. Nevaba levemente sobre los escalones de mármol, e imaginé que fuera de los límites del campamento debía de estar cayendo un auténtico temporal.

Prometiste que la protegerías —dijo Nico.

Podría haberme apuñalado con una navaja oxidada y no me habría resultado tan doloroso como aquella manera de recordarme mi promesa.

-Nico...- comenzó Percy

Nico alzó una mano -Sé lo que pasó, Percy no necesitas decir nada más

Nico —repuse—, lo intenté. Pero Bianca se sacrificó para salvarnos a los demás. Le dije que no lo hiciera. Pero ella...

— ¡Me lo prometiste! —Me lanzó una mirada furibunda con los ojos enrojecidos y empuñó con fuerza la figura del dios—. No debería haber confiado en ti. —La voz se le quebró—. Me mentiste. ¡Mis pesadillas eran ciertas!

-¿Qué pesadillas?- preguntó Perséfone

Nico agarraba con fuerza la mano de Will

— ¿Qué pesadillas?

Arrojó la pequeña figura, que rodó tintineando por el mármol helado.

— ¡Te odio!

Tal vez esté viva —dije a la desesperada—. No estoy seguro...

— ¡Está muerta! —Cerró los ojos. Todo el cuerpo le temblaba de rabia—. Debería haberlo adivinado. Está en los campos de Asfódelos ahora mismo, de pie ante los jueces. Puedo sentirlo.

Se hizo el silencio en la sala cuando todos comprendieron lo que eso quería decir, Will abrazó a su novio, Bianca miró a su hermano con arrepentimiento

— ¿Qué significa que puedes sentirlo?

-El peor poder de los hijos de Hades- susurró Nico a Will

Antes de que respondiera, oí un sonido a mi espalda. Un silbido y un rechinar de dientes que conocía muy bien.

Saqué mi espada y Nico sofocó un grito. Giré en redondo y me encontré frente a cuatro guerreros-esqueleto. Me dedicaron una sonrisa sin labios y avanzaron con sus espadas desnudas. No entendía cómo se las habían ingeniado para entrar en el campamento, pero eso ahora no importaba. No iba a conseguir ayuda a tiempo.

— ¡Pretendes matarme! —Chilló Nico—. ¿Tú has traído... estas cosas?

-Te siguieron- murmuró Poseidón con frustración

— ¡No! Quiero decir... sí, me han seguido, pero no... ¡Corre, Nico! No es posible destruirlos.

— ¡No me fío de ti!

El primer esqueleto se lanzó a la carga. Desvié su mandoble, pero los otros tres también se me echaban encima. Partí a uno por la mitad, aunque empezó a recomponerse de inmediato. Le corté a otro la cabeza, pero su cuerpo seguía luchando.

— ¡Corre, Nico! —grité—. Ve a pedir ayuda.

— ¡No! —respondió él, tapándose los oídos.

-Sombritas- murmuró Will

No podía luchar con los cuatro a la vez, sobre todo porque no había modo de matarlos. Lancé tajos a diestra y siniestra, giré a toda velocidad, paré un montón de golpes y los atravesé con mi espada, pero los esqueletos seguían como si nada.

Era sólo cuestión de minutos. Los zombis acabarían derrotándome.

— ¡No! —Gritó Nico—. ¡Marchaos!

Nico se sonrojó, aunque como estaba recostado sobre Will ninguna persona lo notó

El suelo retumbó y los esqueletos se quedaron inmóviles. Yo me aparté rodando justo cuando se abría a sus pies una grieta y el suelo se desgarraba como una boca ávida. De la grieta surgió una llamarada y luego la tierra se tragó a los esqueletos con un gran crujido: ¡crunch!

Silencio.

En el lugar donde hacía unos segundos habían estado los esqueletos se veía ahora una marca de seis metros que recorría en zigzag el suelo de mármol del pabellón. No quedaba ni rastro de los guerreros-esqueleto.

Miré a Nico sobrecogido.

— ¿Cómo has...?

— ¡Vete! —chilló—. ¡Te odio! ¡Ojalá estuvieras muerto!

-Ese tipo de frases son de familia- asintió Ares satisfecho -y eso que nosotros somos inmortales

Y bajó corriendo las escaleras y se internó en el bosque. Me lancé en su persecución, pero resbalé y caí por los escalones helados. Cuando volví a levantarme, vi lo que me había hecho resbalar.

Recogí la figura del dios que Bianca había tomado de la chatarrería para llevársela a Nico. « La única que le falta», me había dicho. Un último regalo de su hermana.

La miré con pavor, pues ahora comprendía por qué su cara me resultaba familiar. La había visto en otra ocasión.

Era la figura de Hades, el señor de los muertos.

-Exagerado- murmuró Hades

Annabeth y Grover me ayudaron a buscar por el bosque, pero no había ni rastro de Nico di Angelo.

Tenemos que contárselo a Quirón —dijo Annabeth, jadeando.

-Eso sería sensato- masculló Quirón mirando a los chicos

No —respondí.

Ella y Grover me miraron.

Humm... —murmuró Grover, nervioso—. ¿Qué quiere decir ese no?

Yo mismo estaba intentando entender por qué lo había dicho. Me había salido instintivamente.

-Intentabas protegerlo- dijo Hazel sonriendo

-Como dije, eres un peligro- señaló Atenea -¿Qué pasará si alguien más descubre de quien es hijo?

No podemos dejar que se sepa. No creo que nadie se haya dado cuenta de que Nico es...

Un hijo de Hades —remató Annabeth—. Percy, ¿te haces una idea de lo grave que es esto? ¡También Hades rompió su juramento! ¡Es terrible!

-Yo sí mantengo mis promesas- dijo Hades

No lo creo —contesté—. No creo que rompiera su juramento.

— ¿Cómo que no?

Él es su padre —dije—, pero Bianca y Nico llevaban fuera de circulación mucho tiempo, desde antes de la Segunda Guerra Mundial.

Zeus le lanzó una mirada furibunda a su hermano

— ¡El Casino Loto! —exclamó Grover. Y le contó a Annabeth la conversación que habíamos mantenido con Bianca—. Ella y Nico estuvieron encerrados en ese sitio durante décadas. Pero habían nacido antes de que se hiciera el juramento.

Yo asentí.

— ¿Y cómo escaparon? —objetó Annabeth.

No lo sé —reconocí—. Bianca dijo que fue a buscarlos un abogado y los llevó a Westover Hall. No sé quién podría ser ni por qué lo hizo. Tal vez forme parte del Gran Despertar. No creo que Nico sepa quién es. Pero no podemos contárselo a nadie, ni siquiera a Quirón. Si los olímpicos llegan a enterarse...

Empezarían otra vez a pelearse entre ellos —dijo Annabeth—. Es lo último que nos hace falta ahora.

-Es tan raro que nosotros peleamos- comentó Apolo con sarcasmo

Grover parecía muy inquieto.

Pero no se les pueden ocultar cosas a los dioses. No para siempre, al menos.

No hace falta que sea para siempre —respondí—. Sólo dos años. Hasta que cumpla los dieciséis.

Annabeth palideció.

Pero, Percy, eso significa que la profecía tal vez no se refiera a ti. Podría referirse a Nico. Hemos de...

No —insistí—. La profecía me concierne a mí.

— ¿Por qué estás tan seguro? —saltó—. ¿Es que pretendes hacerte responsable del mundo entero?

-Sí- murmuraron los chicos del Argo II

Era lo último que deseaba, pero no se lo dije. Sabía que tenía que dar un paso al frente y asumir la responsabilidad.

No puedo permitir que Nico corra más peligros —dije—. Eso al menos se lo debo a su hermana. Les he fallado... a los dos. No permitiré que ese pobre chico sufra más.

-Percy...- dijo Bianca

-Nico solo tenía 10 años- comentó Percy

Ese pobre chico que te odia y que quiere verte muerto —me recordó Grover.

-Así es como se empieza una buena relación con los primos- dijo Thalia

Tal vez logremos encontrarlo —proseguí—. Podemos convencerlo de que no pasa nada y esconderlo en un lugar seguro. Annabeth se estremeció.

Si Luke lo encuentra...

No lo encontrará —dije—. Yo me encargaré de que tenga otras cosas de que preocuparse. Concretamente, de mí.

-Eso da miedo- comentó Leo

No estaba muy seguro de que Quirón se hubiera tragado lo que Annabeth y yo le contamos. Creo que se daba cuenta de que le ocultaba algo sobre la desaparición de Nico. Pero finalmente aceptó nuestra versión.

-¿Qué más podía hacer?- comentó Quirón

Por desgracia, Nico no era el primer mestizo que había desaparecido.

Un chico tan joven... —suspiró, con las manos en la barandilla del porche —. Espero que lo haya devorado algún monstruo. Mejor eso que ser reclutado en el ejército del titán.

-Wow gracias- murmuró Nico

Esa idea me hizo sentir muy incómodo. Poco me faltó para cambiar de parecer y contarle la verdad. Pero no lo hice.

-Eso era lo que querías- reflexionó Annabeth mirando al centauro

Quirón asintió

— ¿De veras crees que el primer ataque se producirá aquí? —le pregunté.

Quirón contempló la nieve que caía sobre las colinas. Desde allí podía verse la columna de humo del dragón que vigilaba el pino y también el resplandor del Vellocino de Oro.

No será hasta el próximo verano, por lo menos —respondió—. Este invierno será muy duro... el más duro desde hace siglos. Lo mejor es que te vayas a casa, Percy. Procura concentrarte en el colegio. Y descansa. Necesitas descansar.

Miré a Annabeth.

— ¿Y tú?

Ella se ruborizó.

Al final, voy a hacer un intento en San Francisco. Tal vez pueda vigilar el monte Tamalpais y asegurarme de que los titanes no intentan otra maniobra

-Esa es una idea excelente- dijo Atenea

. — ¿Enviarás un mensaje Iris si pasa algo?

Ella asintió.

Aunque creo que Quirón tiene razón. No será hasta el verano. Luke va a necesitar tiempo para recobrarse.

A mí no me gustaba la idea de aguardar. En agosto cumpliría quince. Estaría tan cerca de los dieciséis que prefería no pensarlo siquiera.

Muy bien —dije—. Pero cuídate. Y nada de acrobacias salvajes con el Sopwith Camel.

-Y si haces acrobacias salvajes, invitas a Percy- dijo Piper

Ella sonrió con cautela.

Trato hecho. Por cierto, Percy...

No terminó la frase.

-Otra vez arruinaron el momento- bufó Afrodita

Fuese lo que fuese, se vio interrumpida por la súbita aparición de Grover, que salió de la Casa Grande tambaleante y muy pálido, como si hubiera visto un espectro.

— ¡Ha hablado! —gritó.

Dionisio puso atención

Calma, sátiro —dijo Quirón, arrugando el entrecejo—. ¿Qué ocurre?

Estaba... tocando la flauta en la sala —balbuceó— y tomando café.

Montones de café. ¡Y de repente habló en mi mente!

— ¿Quién? —preguntó Annabeth.

— ¡Pan! —Gimió Grover—. El señor de la vida salvaje en persona. ¡Lo he oído! He de buscar una maleta.

Todos los dioses miraron incrédulos al sátiro

— ¡Uau...! —exclamé—. ¿Qué te ha dicho?

Grover me miró fijamente.

Sólo tres palabras. « Te estoy esperando».

-¡Por mí!- exclamó Dionisio -muchacha sigue leyendo

-El libro acabó, señor- dijo Zoë

-Leamos el otro- dijo Dionisio

-Ya es tarde Dionisio- dijo Hestia -dejemos descansar a los chicos

Dionisio refunfuñó

-¿Ya podemos desatar a mi hijo?- preguntó Hermes