-Yo leo- se ofreció Artemisa -el capítulo se llama la profecía se cumple- miró de reojo a Hermes que se había puesto pálido

Todos tenían una buena hipótesis sobre lo que faltaba

Habíamos sido los primeros héroes en regresar vivos a la colina Mestiza desde Luke, así que todo el mundo nos trataba como si hubiéramos ganado algún reality show. Según la tradición del campamento, nos ceñimos coronas de laurel en el gran festival organizado en nuestro honor, y después dirigimos una procesión hasta la hoguera, donde debíamos quemar los sudarios que nuestras cabañas habían confeccionado en nuestra ausencia.

La mortaja de Annabeth era tan bonita —seda gris con lechuzas de plata bordadas—, que le comenté que era una pena no enterrarla con ella.

-Era una broma- dijo Percy -por favor, no se te ocurra nunca tomarme la palabra

-Claro que no, sesos de algas, pero tú tampoco lo vayas a hacer

Ambos se dieron un beso lento y lleno de amor

Me dio un puñetazo y me dijo que cerrara el pico.

Como era hijo de Poseidón, no había nadie en mi cabaña, así que la de Ares se había ofrecido voluntaria para hacer la mía. A una sábana vieja le habían pintado una cenefa con caras sonrientes con los ojos en cruz, y la palabra PRINGADO bien grande en medio. Moló quemarla.

Ares sonrió a Clarisse

-Lo hicimos con todo nuestro cariño, Prissy- dijo la chica con sarcasmo

Mientras la cabaña de Apolo dirigía el coro y nos pasábamos sándwiches de galleta, malvaviscos y chocolate, me senté rodeado de mis antiguos compañeros de la cabaña de Hermes, los amigos de Annabeth de la cabaña de Atenea y los colegas sátiros de Grover, que estaban admirando la recién expedida licencia de buscador que le había concedido el Consejo de los Sabios Ungulados.

Se oyeron varias felicitaciones para el sátiro, de parte de los semidioses y uno que otro dios

El consejo había definido la actuación de Grover en la misión como: « Valiente hasta la indigestión. Nada que hayamos visto hasta ahora le llega a la base de las pezuñas» .

Los únicos que no tenían ganas de fiesta eran Clarisse y sus colegas de cabaña, cuyas miradas envenenadas me indicaban que jamás me perdonarían por haber avergonzado a su padre.

-Y aún no te hemos perdonado

-Ya sé que me amas, Clarisse- dijo Percy riendo

-En tus sueños Jackson, mis gustos no son malos

-¡Hey!- gritó Annabeth

-Ajá- murmuró Percy

Por mí, bien. Ni siquiera el discurso de bienvenida de Dionisio iba a amargarme el ánimo.

Sí, sí, vale, así que el mocoso no ha acabado matándose, y ahora se lo tendrá aún más creído.

-Percy nunca ha sido creído- dijo Hazel

Bien, pues hurra. Más anuncios: este sábado no habrá regatas de canoas...

Regresé a la cabaña 3, pero ya no me sentía tan solo. Tenía amigos con los que entrenar por el día. De noche, me quedaba despierto y escuchaba el mar, consciente de que mi padre estaba ahí fuera. A lo mejor aún no estaba muy seguro de mí, o de verdad prefería que no hubiese nacido, pero vigilaba. Y hasta el momento, se sentía orgulloso de lo que había hecho.

-Me siento muy orgullosos- sonrió Poseidón

Y en cuanto a mi madre, tenía la ocasión de empezar una nueva vida. Recibí la carta una semana después de mi llegada al campamento. Me contaba que Gabe había desaparecido misteriosamente; de hecho, que había desaparecido de la faz de la tierra. Lo había denunciado a la policía, pero tenía el extraño presentimiento de que jamás lo encontrarían.

En otro orden de cosas, mamá acababa de vender su primera escultura de hormigón tamaño natural, titulada El jugador de póquer, a un coleccionista a través de una galería de arte del Soho.

Artemisa sonrió satisfecha

-¡Esa mortal me encanta!- gritó Ares ganándose una mala mirada de Poseidón

Había obtenido tanto dinero que había pagado la fianza para un piso nuevo y la matrícula del primer semestre en la Universidad de Nueva York. La galería del Soho le había pedido más esculturas, que definían como « un gran paso hacia el neorrealismo superfeo» .

« Pero no te preocupes —añadía mi madre—. La escultura se ha acabado. Me he deshecho de aquella caja de herramientas que me dejaste. Ya es hora de que vuelva a escribir... —Al final incluía una posdata—: Percy, he encontrado una buena escuela privada en la ciudad. He dejado un depósito, por si quieres matricularte en séptimo curso. Podrías vivir en casa. Pero si prefieres quedarte interno en la colina Mestiza, lo entenderé» .

Doblé la carta con cuidado y la dejé en mi mesita de noche. Todas las noches antes de dormirme, volvía a leerla e intentaba decidir cómo responderle.

-Tal vez sería mejor que te quedaras, bro

-Bueno... Tal vez habría sido lo mejor- dijo Percy

El 4 de julio, todo el campamento se reunió junto a la playa para asistir a unos fuegos artificiales organizados por la cabaña 9. Dado que eran los hijos de Hefesto, no se conformarían con unas cutres explosioncitas rojas, blancas y azules.

-Mis hijos no podrían conformarse con menos- dijo Hefesto

Habían anclado una barcaza lejos de la orilla y la habían cargado con cohetes tamaño misil. Según Annabeth, que había visto antes el espectáculo, los disparos eran tan seguidos que parecerían fotogramas de una animación. Al final aparecería una pareja de guerreros espartanos de treinta metros de altura que cobrarían vida encima del mar, lucharían y estallarían en mil colores.

Hefesto sonrió satisfecho

Mientras Annabeth y yo extendíamos la manta de picnic, apareció Grover para despedirse. Vestía sus vaqueros habituales, una camiseta y zapatillas, pero en las últimas semanas tenía aspecto de mayor, casi como si fuera al instituto. La perilla de chivo se le había vuelto más espesa. Había ganado peso y los cuernos le habían crecido tres centímetros, así que ahora tenía que llevar la gorra rasta todo el tiempo para pasar por humano.

Me voy —dijo—. Sólo he venido para decir... Bueno, ya sabéis.

Intenté alegrarme por él. Al fin y al cabo, no todos los días un sátiro era autorizado a partir en busca del gran dios Pan. Pero costaba decir adiós.

-También a mí me costó mucho dejarlos- dijo Grover

Annabeth y Percy abrazaron a Grover

Sólo conocía a Grover desde hacía un año, pero era mi amigo más antiguo.

-Y tú el mío- asintió el sátiro

Annabeth le dio un abrazo y le recordó que no se quitara los pies falsos.

Yo le pregunté dónde buscaría primero.

Es... ya sabes, un secreto —me contestó—. Ojalá pudierais venir conmigo, chicos, pero los humanos y Pan...

Lo entendemos —le aseguró Annabeth—. ¿Llevas suficientes latas para el camino?

Sí.

¿Y te acuerdas de las melodías para la flauta?

-Annabeth en su papel de mamá controladora- rió Piper

Jo, Annabeth —protestó—. Pareces tan controladora como mamá cabra.

Piper y Grover chocaron los cinco

Agarró su cayado y se colgó una mochila del hombro. Tenía el aspecto de cualquier autoestopista de los que se ven por las carreteras: no quedaba nada del pequeño sietemesino al que yo defendía de los matones en la academia Yancy.

Bueno —dijo—, deseadme suerte.

Abrazó otra vez a Annabeth. Me dio una palmada en el hombro y se alejó entre las dunas.

Los fuegos artificiales surgieron entre explosiones en el cielo: Hércules matando al león de Nemea, Artemisa tras el jabalí, George Washington (que, por cierto, era hijo de Atenea) cruzando el río Delaware.

¡Eh, Grover! —le grité. Se volvió en la linde del bosque—. Dondequiera que vayas, espero que hagan buenas enchiladas.

Grover gimió -No hacían buenas enchiladas

Él sonrió y al punto desapareció entre los árboles.

Volveremos a verlo —dijo Annabeth.

Intenté creerlo. El hecho de que ningún buscador hubiera regresado antes tras dos mil años... En fin, decidí que prefería no pensar en aquello. Grover sería el primero. Sí, tenía que serlo.

-Gracias por la confianza- añadió Grover con una sonrisa

Transcurrió julio.

Pasé los días concibiendo nuevas estrategias para capturar la bandera y haciendo alianzas con las otras cabañas para mantener las zarpas de la cabaña de Ares lejos del estandarte. Conseguí subir por primera vez el rocódromo sin que me quemara la lava.

De vez en cuando pasaba junto a la Casa Grande, miraba las ventanas del desván y pensaba en el Oráculo. Intentaba convencerme de que su profecía se había cumplido.

-Es lo mismo que digo yo- resopló Hermes

« Irás al oeste, donde te enfrentarás al dios que se ha rebelado» . Había estado allí, y lo había hecho: aunque el dios traidor había resultado Ares en vez de Hades.

« Encontrarás lo robado y lo devolverás» . Hecho. Marchando una de rayo maestro. Marchando otra de yelmo de oscuridad para la cabeza grasienta de Hades.

« Serás traicionado por quien se dice tu amigo» . Este vaticinio seguía preocupándome. Ares había fingido ser mi amigo y después me había traicionado. Eso debía de ser lo que quería decir el Oráculo...

« Al final, no conseguirás salvar lo más importante» . Había fracasado en salvar a mi madre, pero sólo porque había dejado que se salvara ella misma, y sabía que eso era lo correcto. Así pues, ¿por qué seguía intranquilo?

La última noche del curso estival llegó demasiado rápido.

Los campistas cenamos juntos por última vez. Quemamos parte de nuestra cena para los dioses. Junto a la hoguera, los consejeros mayores concedían las cuentas de « fin de verano» .

Yo obtuve mi propio collar de cuero, y cuando vi la cuenta de mi primer verano, me alegré de que el resplandor del fuego enmascarara mi sonrojo. Era completamente negra, con un tridente verde mar brillando en el centro.

La elección fue unánime —anunció Luke—. Esta cuenta conmemora al primer hijo del dios del mar en este campamento, ¡y la misión que llevó a cabo hasta la parte más oscura del inframundo para evitar una guerra!

-En realidad, sí fue unánime- dijo Travis

-Aunque no lo creas, todos logramos ponernos de acuerdo- coincidió Connor

El campamento entero se puso en pie y me vitoreó. Incluso la cabaña de Ares se vio obligada a levantarse. La cabaña de Atenea empujó a Annabeth hacia delante para que compartiese el aplauso.

-Era lo justo- dijeron los Stoll

No estoy seguro de que vuelva a sentirme tan contento o triste como en aquel momento. Por fin había encontrado una familia, gente que se preocupaba por mí y que pensaba que había hecho algo bien. Pero, por la mañana, la mayoría se marcharía a pasar el año fuera.

A la mañana siguiente encontré una carta formal en mi mesilla de noche.

Sabía que la había escrito Dionisio, porque se empeñaba en escribir mi nombre mal:

Apreciado Peter Johnson:

Si tienes intención de quedarte en el Campamento Mestizo todo el año, debes notificarlo a la Casa Grande antes de mediodía de hoy. Si no anuncias tus intenciones, asumiremos que has dejado libre la cabaña o has muerto víctima de un final horrible. Las arpías de la limpieza empezarán a trabajar al atardecer. Tienen permiso para comerse a cualquier campista no autorizado.

-Es bueno saberlo- bufó Poseidón

Todos los artículos personales que olvidéis serán incinerados en el foso de lava.

¡Que tengas un buen día!

Sr. D. (Dionisio)

Director del Campamento N.° 12 del Consejo Olímpico

Ése es otro de los problemas del THDA. Las fechas límite no son reales para mí hasta que las tengo encima. El verano había terminado y yo seguía sin informar a mi madre, o al campamento, sobre si me quedaría o no. Y ahora sólo tenía unas horas para decidirlo.

La decisión debería haber sido fácil. Quiero decir que se trataba de escoger entre nueve meses entrenando para ser un héroe o nueve meses sentado en una clase... En fin.

Supongo que debía tener en cuenta a mi madre. Por primera vez tenía la oportunidad de vivir con ella un año sin la molesta presencia de Gabe. Podría sentirme cómodo en casa y pasear por la ciudad en mi tiempo libre. Recordaba las palabras de Annabeth durante nuestra misión: « Los monstruos están en el mundo real. Ahí es donde descubres si sirves para algo o no» .

Pensé en el destino de Thalia, hija de Zeus.

-Sabía que me amabas, primito- dijo Thalia burlona

Me preguntaba cuántos monstruos me atacarían si abandonaba la colina Mestiza. Si me quedaba en casa todo el año académico, sin Quirón o mis otros amigos para ayudarme, ¿llegaríamos mi madre y yo vivos al siguiente verano? Eso suponiendo que los exámenes de deletrear y las redacciones de cinco párrafos no acabaran conmigo. Decidí bajar al estadio y practicar un poco con la espada. Quizá eso me aclararía las ideas.

-Suele relajarme- dijo Percy al ver todas las miradas en él

Las instalaciones del campamento, casi desiertas, refulgían al calor de agosto. Los campistas estaban en sus cabañas recogiendo, o de aquí para allá con escobas y mopas, preparándose para la inspección final. Argos ayudaba a algunas chicas de Afrodita con sus maletas de Gucci y juegos de maquillaje colina arriba, donde el miniautobús del campamento esperaba para llevarlas al aeropuerto.

« Aún no pienses en marcharte —me dije—. Sólo entrena» .

Me acerqué al estadio de los luchadores de espada y descubrí que Luke había tenido la misma idea. Su bolsa de deporte estaba al borde de la tarima. Trabajaba solo, entrenando contra maniquíes con una espada que nunca le había visto. Debía de ser de acero normal, porque estaba rebanándoles las cabezas a los maniquíes, abriéndoles las tripas de paja. Tenía la camiseta naranja de consejero empapada de sudor. Su expresión era tan intensa que su vida bien habría podido estar en peligro.

Thalia suspiró

Lo observé mientras destripaba la fila entera de maniquíes, les cercenaba las extremidades y los reducía a una pila de paja y armazón.

Sólo eran maniquíes, pero aun así no pude evitar quedar fascinado con la habilidad de Luke. El tío era un guerrero increíble. Una vez más me pregunté cómo podía haber fallado en su misión.

Al final me vio y se detuvo a medio lance.

Percy.

Oh... perdona. Yo sólo...

No pasa nada —dijo bajando la espada—. Sólo estoy haciendo unas prácticas de última hora.

Esos maniquíes ya no molestarán a nadie más.

Luke se encogió de hombros.

Los reponemos cada verano.

Entonces vi en su espada algo que me resultó extraño. La hoja estaba confeccionada con dos tipos de metal: bronce y acero. Luke se dio cuenta de que estaba mirándola.

¿Ah, esto? Un nuevo juguete. Ésta es Backbiter.

Vaya.

Luke giró la hoja a la luz de modo que brillara.

Bronce celestial y acero templado —explicó—. Funciona tanto en mortales como en inmortales.

Algunos dioses vieron preocupados a Hermes, ya que no dejaba de apretar los apoyabrazos de su trono

Pensé en lo que Quirón me había dicho al empezar mi misión: que un héroe jamás debía dañar a los mortales a menos que fuera absolutamente necesario.

No sabía que se podían hacer armas como ésa.

Probablemente no se puede —coincidió Luke—. Es única. —Me dedicó una sonrisita y envainó la espada—. Oye, iba a buscarte. ¿Qué dices de una última incursión en el bosque, a ver si encontramos algo para luchar?

No sé por qué vacilé.

-Pero aun así fuiste- susurró Annabeth

Debería haberme alegrado que Luke se mostrara tan amable. Desde mi regreso se había comportado de forma algo distante. Temía que me guardara rencor por la atención que estaba recibiendo.

¿Crees que es buena idea? —repuse—. Quiero decir...

Oh, vamos. —Rebuscó en su bolsa de deporte y sacó un pack de seis latas de Coca-Cola—. Las bebidas corren de mi cuenta.

Miré las Coca-Colas, preguntándome de dónde demonios las habría sacado. No había refrescos mortales normales en la tienda del campamento, y tampoco era posible meterlos de contrabando, salvo quizá con la ayuda de un sátiro.

Quirón bufó

Por supuesto, las copas mágicas de la cena se llenaban de lo que querías, pero no sabía exactamente igual que la Coca-Cola.

Azúcar y cafeína. Mi fuerza de voluntad se desplomó.

Nico rodó los ojos

Claro —decidí—. ¿Por qué no?

Bajamos hasta el bosque y dimos una buena caminata buscando algún monstruo, pero hacía demasiado calor. Todos los monstruos con algo de seso estarían haciendo la siesta en sus fresquitas cuevas. Encontramos un lugar en sombra junto al arroyo donde le había roto la lanza a Clarisse durante mi primera partida de capturar la bandera.

Clarisse bufó -Por supuesto, tenías que recordarlo

Nos sentamos en una roca grande, bebimos las Coca-Colas y observamos el paisaje.

Al cabo de un rato, Luke preguntó:

¿Echas de menos ir de misión?

¿Con monstruos atacándome a cada paso? ¿Estás de broma? —Luke arqueó una ceja—. Vale, lo hecho de menos —admití—. ¿Y tú?

-Es un poco emocionante- admitió Percy

Annabeth asintió de acuerdo

Su rostro se ensombreció.

Estaba acostumbrado a oír decir a las chicas lo guapo que era Luke, pero en aquel instante parecía cansado, enfadado y nada atractivo. Su pelo rubio se veía gris a la luz del sol. La cicatriz de su rostro parecía más profunda de lo normal. Fui capaz de imaginarlo de viejo.

Llevo viviendo en la colina Mestiza desde que tenía catorce años —dijo—. Desde que Thalia... Bueno, ya sabes... He entrenado y entrenado y entrenado. Jamás conseguí ser un adolescente normal en el mundo real. Después me asignaron una misión, pero cuando volví fue como si me dijeran: « Hala, ya se ha terminado la diversión. Que tengas una buena vida» .

Arrugó su lata y la arrojó al arroyo,

-Eso no está para nada bien- gruñó Grover

lo cual me dejó alucinado de verdad.

Una de las primeras cosas que aprendes en el Campamento Mestizo es a no ensuciar. De lo contrario, las ninfas y las náyades te lo hacen pagar: cualquier día te metes en tu cama y te la encuentras llena de ciempiés y de barro.

-Me pasó- confesó Percy -desde ese día nunca he vuelto a ensuciar

A la porra con las coronas de laurel —dijo Luke—. No voy a terminar como esos trofeos polvorientos en el desván de la Casa Grande.

¿Piensas marcharte?

Luke me sonrió maliciosamente.

Pues claro que sí, Percy. Te he traído aquí abajo para despedirme de ti.

-Eso no suena bien- se quejó Poseidón

Hermes negaba repetidas veces

Chasqueó los dedos y al punto un pequeño fuego abrió un agujero en el suelo a mis pies. Del interior salió reptando algo negro y brillante, del tamaño de mi mano. Un escorpión.

Hice ademán de agarrar mi boli.

Yo no lo haría —me advirtió Luke—. Los escorpiones del abismo saltan hasta cinco metros. El aguijón perfora la ropa. Estarás muerto en sesenta segundos.

Pero ¿qué...?

Entonces lo comprendí. « Serás traicionado por quien se dice tu amigo» .

Tú... —musité.

Se puso en pie tranquilamente y se sacudió los vaqueros.

El escorpión no le prestó atención. Tenía sus ojos negros fijos en mí, mientras reptaba hacia mi zapato con el aguijón enhiesto.

He visto mucho en el mundo de ahí fuera, Percy —dijo Luke—. ¿Tú no? La oscuridad se congrega, los monstruos son cada vez más fuertes. ¿No te das cuenta de lo inútil que es todo esto? Los héroes son peones de los dioses. Tendrían que haber sido derrocados hace miles de años, pero han aguantado gracias a nosotros, los mestizos.

Los dioses se miraron preocupados, era claro que habían cometido muchos errores

No podía creer que aquello estuviera pasando.

Luke... estás hablando de nuestros padres —dije.

Soltó una carcajada y luego agregó:

¿Y sólo por eso tengo que quererlos? Su preciosa civilización occidental es una enfermedad, Percy. Está matando el mundo. La única manera de detenerla es quemarla de arriba abajo y empezar de cero con algo más honesto.

Estás tan loco como Ares.

Se le encendieron los ojos.

Ares es un insensato. Jamás se dio cuenta de quién era su auténtico amo.

Ares miraba el libro como si quisiera apuñalarlo

Si tuviese tiempo, Percy, te lo explicaría, pero me temo que no vivirás tanto.

El escorpión empezó a trepar por la pernera de mi pantalón. Tenía que haber una salida a aquella situación. Necesitaba tiempo.

Poseidón murmuraba -Por favor, por favor, por favor

Cronos —dije—. Ése es tu amo.

El aire se volvió repentinamente frío.

Deberías tener cuidado con los nombres que pronuncias —me advirtió Luke.

Cronos hizo que robaras el rayo maestro y el yelmo.

-Y le valió la advertencia- dijo Nico -como siempre

-Mira quien habla- contraatacó Percy

Te hablaba en sueños.

Percibí un leve tic en uno de sus ojos.

También te habló a ti, Percy. Tendrías que haberlo escuchado.

Te está lavando el cerebro, Luke.

Te equivocas. Me mostró que mi talento está desperdiciado. ¿Sabes qué misión me encomendaron hace dos años, Percy? Mi padre, Hermes, quería que robara una manzana dorada del Jardín de las Hespérides y la devolviera al Olimpo.

-Eso no es una tarea fácil- murmuró Hermes

Después de todo el entrenamiento al que me he sometido, eso fue lo mejor que se le ocurrió.

No es una misión fácil —dije—. Lo hizo Hércules.

Exacto. Pero ¿dónde está la gloria en repetir lo que otros ya han hecho? Lo único que saben hacer los dioses es repetir su pasado. No puse mi corazón en ello. El dragón del jardín me regaló esto. —Contrariado, señaló la cicatriz—. Y cuando regresé sólo obtuve lástima. Ya entonces quise derrumbar el Olimpo piedra a piedra, pero aguardé el momento oportuno. Empecé a soñar con Cronos, que me convenció de que robara algo valioso, algo que ningún héroe había tenido el valor de llevarse. Cuando nos fuimos de excursión durante el solsticio de invierno, mientras los demás campistas dormían, entré en la sala del trono y me llevé el rayo maestro de debajo de su silla. También el yelmo de oscuridad de Hades. No imaginas lo fácil que fue. Qué arrogantes son los Olímpicos; ni siquiera concebían que alguien pudiese robarles.

-En eso tiene razón el muchacho- señaló Atenea -es un error táctico de nuestra parte dejar las armas sin supervisión

Tienen un sistema de seguridad lamentable. Ya estaba en mitad de Nueva Jersey cuando oí los truenos y supe que habían descubierto mi robo.

El escorpión estaba ahora en mi rodilla, mirándome con ojos brillantes.

Intenté mantener firme mi voz.

¿Y por qué no le llevaste esos objetos a Cronos?

La sonrisa de Luke desapareció.

Me... me confié en exceso. Zeus envió a sus hijos e hijas a buscar el rayo robado: Artemisa, Apolo, mi padre, Hermes. Pero fue Ares quien me pilló. Habría podido derrotarlo, pero no me atreví. Me desarmó, se hizo con el rayo y el yelmo y me amenazó con volver al Olimpo y quemarme vivo. Entonces la voz de Cronos vino a mí y me indicó qué decir. Persuadí a Ares de la conveniencia de una gran guerra entre los dioses. Le dije que sólo tenía que esconder los objetos robados durante un tiempo y luego regocijarse viendo cómo los demás peleaban entre sí. A Ares le brillaron los ojos con maldad. Supe que lo había engañado.

Ares refunfuñó

Me dejó ir, y yo regresé al Olimpo antes de que notaran mi ausencia. —Luke desenvainó su nueva espada y pasó el pulgar por el canto, como hipnotizado por su belleza—. Después, el señor de los titanes... m-me castigó con pesadillas. Juré no volver a fracasar. De vuelta en el Campamento Mestizo, en mis sueños me dijo que llegaría un segundo héroe, alguien a quien podría engañarse para llevar el rayo y el yelmo al Tártaro.

Tú invocaste al perro del infierno aquella noche en el bosque.

Teníamos que hacer creer a Quirón que el campamento no era seguro para ti, así te iniciaría en tu misión. Teníamos que confirmar sus miedos de que Hades iba tras de ti. Y funcionó.

Quirón negó, sin quererlo había hecho exactamente lo que Cronos quería

Las zapatillas voladoras estaban malditas —dije—. Se suponía que tenían que arrastrarme a mí y a la mochila al Tártaro.

Una sombra cubrió el rostro de Nico

Y lo habrían hecho si las hubieses llevado puestas. Pero se las diste al sátiro, cosa que no formaba parte del plan. Grover estropea todo lo que toca. Hasta confundió la maldición. —Luke miró al escorpión, que ya estaba en mi muslo—. Deberías haber muerto en el Tártaro, Percy. Pero no te preocupes, te dejo con mi amigo para que arregle ese error.

Thalia dio su vida para salvarte —dije, y me rechinaban los dientes—. ¿Así es como le pagas?

¡No hables de Thalia! —gritó—. ¡Los dioses la dejaron morir! Ésa es una de las muchas cosas por las que pagarán.

Te están utilizando, Luke. Tanto a ti como a Ares. No escuches a Cronos.

¿Que me están utilizando? —Su voz se tornó aguda—. Mírate a ti mismo. ¿Qué ha hecho tu padre por ti? Cronos se alzará. Sólo has retrasado sus planes. Arrojará a los Olímpicos al Tártaro y devolverá a la humanidad a sus cuevas. A todos salvo a los más fuertes: los que le sirven.

Aparta este bicho —dije—. Si tan fuerte eres, pelea conmigo.

-No lo hará- dijo Thalia suspirando

Luke sonrió.

Buen intento, Percy, pero yo no soy Ares. A mí no vas a engatusarme. Mi señor me espera, y tiene misiones de sobra que darme.

Luke...

Adiós, Percy. Se avecina una nueva Edad de Oro, pero tú no formarás parte de ella.

Trazó un arco con la espada y desapareció en una onda de oscuridad.

El escorpión atacó.

Lo aparté de un manotazo y destapé mi espada. El bichejo me saltó encima y lo corté en dos en el aire.

-Eso es bueno, pero no te picó ¿Verdad?- preguntó preocupada Hestia

Iba a felicitarme por mi rápida reacción cuando me miré la mano: tenía un verdugón rojo que supuraba una sustancia amarilla y despedía humo. Después de todo, el bichejo me había picado.

-¡No, no, no!- murmuraba Poseidón

Hermes salió de la sala con aire derrotado

-¿Estará bien?- preguntaron los Stoll

Poseidón asintió -Aún no conoce a su hijo, pero se debe sentir culpable por las decisiones del muchacho

Me latían los oídos y se me nubló la visión. Agua, pensé. Me había curado antes. Llegué al arroyo a trompicones y sumergí la mano, pero no ocurrió nada.

-El veneno es muy fuerte- dijo Atenea

El veneno era demasiado fuerte. Perdía la visión y apenas me mantenía en pie... « Sesenta segundos» , me había dicho Luke. Tenía que regresar al campamento. Si me derrumbaba allí, mi cuerpo serviría de cena para algún monstruo. Nadie sabría jamás qué había ocurrido.

Sentí las piernas como plomo. Me ardía la frente. Avancé a tropezones hacia

el campamento, y las ninfas se revolvieron en los árboles.

Socorro... —gemí—. Por favor...

Dos de ellas me agarraron de los brazos y me arrastraron. Recuerdo haber llegado al claro, un consejero pidiendo ayuda, un centauro haciendo sonar una caracola.

Después todo se volvió negro.

Me desperté con una pajita en la boca. Sorbía algo que sabía a cookies de chocolate. Néctar.

Abrí los ojos.

Estaba en una cama de la enfermería de la Casa Grande, con la mano derecha vendada como si fuera un mazo. Argos montaba guardia en una esquina. Annabeth, sentada a mi lado, sostenía mi vaso de néctar y me pasaba un paño húmedo por la frente.

Afrodita los miró tiernamente

Aquí estamos otra vez —dije.

Cretino —dijo Annabeth, lo que me indicó lo contenta que estaba de verme consciente—.

-Estaba muy contenta, me diste un buen susto- dijo Annabeth

Estabas verde y volviéndote gris cuando te encontramos. De no ser por los cuidados de Quirón...

Bueno, bueno —intervino la voz de Quirón—. La constitución de Percy tiene parte del mérito.

Estaba sentado junto a los pies de la cama en forma humana, motivo por el que aún no había reparado en él. Su parte inferior estaba comprimida mágicamente en la silla de ruedas; la superior, vestida con chaqueta y corbata. Sonrió, pero se le veía pálido y cansado, como cuando pasaba despierto toda la noche corrigiendo los exámenes de latín.

¿Cómo te encuentras? —preguntó.

Como si me hubieran congelado las entrañas y después las hubieran calentado en el microondas.

-Eso no está tan mal- señaló Apolo -al menos no moriste

Bien, teniendo en cuenta que eso era veneno de escorpión del abismo.

Ahora tienes que contarme, si puedes, qué ocurrió exactamente.

Entre sorbos de néctar, les conté la historia.

Cuando finalicé, hubo un largo silencio.

No puedo creer que Luke... —A Annabeth le falló la voz. Su expresión se tornó de tristeza y enfado—. Sí, sí puedo creerlo. Que los dioses lo maldigan... Nunca fue el mismo tras su misión.

Hay que avisar al Olimpo —murmuró Quirón—. Iré inmediatamente.

Luke aún está ahí fuera —dije—. Tengo que ir tras él. Quirón meneó la cabeza.

No, Percy. Los dioses...

No harán nada —espeté—. ¡Zeus ha dicho que el asunto estaba cerrado!

-¿Lo ves, Zeus? Era importante discutirlo- gritó Hera

-Siempre haciendo tu voluntad- gruñó Hades

Percy, sé que esto es duro, pero ahora no puedes correr en busca de venganza. Primero tienes que reponerte, y después someterte a un duro entrenamiento.

No me gustaba, pero Quirón tenía razón. Eché un vistazo a mi mano y supe que tardaría en volver a usar la espada.

Quirón, tu profecía del Oráculo era sobre Cronos, ¿no? ¿Aparecía yo en ella? ¿Y Annabeth?

Quirón se revolvió con inquietud.

Percy, no me corresponde...

Te han ordenado que no me lo cuentes, ¿verdad?

Sus ojos eran comprensivos pero tristes.

Serás un gran héroe, niño. Haré todo lo que pueda para prepararte. Pero si tengo razón sobre el camino que se abre ante ti... —Un súbito trueno retumbó haciendo vibrar las ventanas—.

-Zeus siempre de dramático- murmuró Hades

¡Bien! —exclamó Quirón—. ¡Vale! —Exhaló un suspiro de frustración y añadió—: Los dioses tienen sus motivos, Percy. Saber demasiado del futuro de uno mismo nunca es bueno.

-Entonces... ¿Por qué ahora mismo es bueno?- preguntó confundido Percy

-Es diferente- explicó Apolo -Las Moiras quieren cambiar algo que pasará y para eso debemos aprender de nuestros errores

Pero no podemos quedarnos aquí sentados sin hacer nada —insistí.

No vamos a quedarnos sentados —prometió Quirón—. Pero debes tener cuidado. Cronos quiere que te deshilaches, que tu vida se trunque, que tus pensamientos se nublen de miedo e ira. No lo complazcas, no le des lo que desea.

Entrena con paciencia. Llegará tu momento.

Suponiendo que viva tanto tiempo.

-Que optimista eres, hijo- murmuró Poseidón

Quirón me puso una mano en el tobillo.

Debes confiar en mí, Percy. Pero primero tienes que decidir tu camino para el próximo año. Yo no puedo indicarte la elección correcta... —Me dio la impresión de que tenía una opinión bastante formada, pero que prefería no aconsejarme—. Tienes que decidir si te quedas en el Campamento Mestizo todo el año, o regresas al mundo mortal para hacer séptimo curso y luego volver como campista de verano. Piensa en ello. Cuando regrese del Olimpo, debes comunicarme tu decisión.

Quería hacerle más preguntas, pero su expresión me indicó que la discusión estaba zanjada; ya había dicho todo cuanto podía.

Regresaré en cuanto pueda —prometió—. Argos te vigilará. —Miró a Annabeth—. Oh, y querida... cuando estés lista, ya están aquí.

¿Quiénes están aquí?

Nadie respondió.

Quirón salió de la habitación. Oí su silla de ruedas alejarse por el pasillo y después bajar cuidadosamente los escalones.

Annabeth estudió el hielo en mi bebida.

¿Qué pasa? —le pregunté.

Nada. —Dejó el vaso encima de la mesa—. He seguido tu consejo sobre algo. Tú... ¿necesitas algo?

-Annabeth, siguiendo un consejo de Percy- se asombró Nico

-Mis consejos no siempre son malos- dijo Percy

Sí, ayúdame a incorporarme. Quiero salir fuera.

Percy, no es buena idea.

Saqué las piernas de la cama. Annabeth me sujetó antes de que me derrumbara al suelo. Tuve náuseas.

Te lo he dicho —refunfuñó Annabeth.

Estoy bien —insistí.

-Eres demasiado necio- dijo Hestia

-Al mar no le gusta que lo contengan- dijeron Percy y Poseidón

No quería quedarme tumbado en la cama como un inválido mientras Luke rondaba por ahí planeando destruir el mundo occidental. Conseguí dar un paso. Después otro, aún apoyando casi todo mi peso en Annabeth. Argos nos siguió a prudente distancia.

Cuando llegamos al porche, tenía el rostro perlado de sudor y el estómago hecho un manojo de nervios. Pero había conseguido llegar a la balaustrada.

Estaba oscureciendo. El campamento parecía abandonado. La cabañas estaban a oscuras y la cancha de voleibol en silencio. Ninguna canoa surcaba el lago. Más allá de los bosques y los campos de fresas, el canal de Long Island Sound reflejaba la última luz del sol.

¿Qué vas a hacer? —me preguntó Annabeth.

No lo sé.

Le dije que tenía la impresión de que Quirón quería que me quedara todo el año para seguir con mi entrenamiento personalizado, pero no estaba seguro. En cualquier caso, admití que me sentía mal por dejarla sola, con la única compañía de Clarisse...

Annabeth apretó los labios y luego susurró:

Me marcho a casa a pasar el año, Percy.

¿Quieres decir con tu padre? —pregunté, mirándola a los ojos.

-No, tengo una familia secreta escondida por ahí

Percy le sacó la lengua -Muy graciosa, listilla

Señaló la cima de la colina Mestiza. Junto al pino de Thalia, justo al borde de los límites mágicos del campamento, se recortaba la silueta de una familia: dos niños pequeños, una mujer y un hombre alto de pelo rubio. Parecían estar esperando. El hombre sostenía una mochila que se parecía a la que Annabeth había sacado del Waterland de Denver.

Le escribí una carta cuando volvimos —me contó Annabeth—, como tú habías dicho. Le dije que lo sentía. Que volvería a casa durante el año si aún me quería. Me contestó enseguida. Así que hemos decidido darnos otra oportunidad. —Eso habrá requerido valor.

Apretó los labios.

¿Verdad que no vas a intentar ninguna tontería durante el año académico? O al menos no sin antes enviarme un mensaje iris.

Sonreí.

No voy a buscarme problemas. Normalmente no hace falta.

Cuando vuelva el próximo verano —me dijo—, iremos tras Luke. Pediremos una misión, pero, si no nos la conceden, nos escaparemos y lo haremos igualmente. ¿De acuerdo?

-¡Annabeth!- dijo Atenea sorprendida por las ideas de su hija

Parece un plan digno de Atenea.

Chocamos las manos.

Cuídate, sesos de alga —me dijo—. Mantén los ojos abiertos.

Tú también, listilla.

Afrodita suspiró

La vi marcharse colina arriba y unirse a su familia. Abrazó a su padre y miró el valle por última vez. Tocó el pino de Thalia y dejó que la condujeran más allá de la colina, hacia el mundo mortal.

Por primera vez me sentí realmente solo en el campamento. Miré el Long Island Sound y recordé las palabras de mi padre: « Al mar no le gusta que lo contengan» .

Tomé una decisión.

Me pregunté si Poseidón la aprobaría.

-Por supuesto que sí- dijo el mencionado

Volveré el verano que viene —le prometí contemplando el cielo—. Sobreviviré hasta entonces. Después de todo, soy tu hijo. —Le pedí a Argos que me acompañara hasta la cabaña 3 para preparar mis bolsas y marcharme a casa.

-Ese es el fin del primer libro- dijo Artemisa

Los dioses miraron el trono vacío de Hermes, este libro les había dado muchas sorpresas y les hacía sentir un poco culpables

Los Stoll, Thalia, Annabeth y Percy veían con tristeza el libro, como por arte de magia, la portada de otro libro apareció

-El que sigue se llama Percy Jackson y el mar de los monstruos- habló Apolo

Poseidón se puso pálido -Por favor dime que no fuiste a...

Atenea tenía la misma expresión -Dime que no seguiste a ese chico suicida hasta ese mar

Cuando los chicos no respondieron, los dioses se pusieron aún más pálidos

-Va a ser una lectura muy agitada- murmuró Hades

-Señor Poseidón- dijo Travis con una voz seria que casi nunca oían -tal vez no sea el momento, pero hablando de mar...

Poseidón sonrió -Claro... No es el mejor momento, pero ¿Cuándo lo es? Además, todos necesitamos un descanso antes de leer las aventuras de mi hijo suicida... ¡Vamos!...