-Fin del capítulo- anunció Hades -¿Quién va a leer?

-Yo- dijo Piper -nos llevamos una sorpresa en Miami Beach

Los que sabían qué tipo de sorpresa le hicieron muecas a Luke

Percy, despierta.

El agua salada me salpicaba la cara. Annabeth me sacudía por el hombro.

A lo lejos, el sol se ponía tras los rascacielos de una ciudad. Divisé una carretera flanqueada de palmeras junto a la playa, escaparates de tiendas con deslumbrantes neones de color rojo y azul, y un puerto abarrotado de cruceros y barcos de vela.

Es Miami, me parece —dijo Annabeth—. Pero los hipocampos se están comportando de un modo raro.

-No van a querer acercarse más, demasiados humanos- comentó Poseidón

Era cierto: nuestros amigos habían aminorado la marcha, relinchaban y nadaban en círculos mientras husmeaban el agua. No parecían muy contentos. Uno de ellos estornudó. Yo sabía lo que estaban pensando.

No van a acercarse más —dije—. Demasiados humanos. Demasiada polución. Tendremos que nadar hasta la orilla.

Padre e hijo se sonrieron

A ninguno de nosotros le entusiasmaba la idea, pero nos resignamos y a Rainbow y sus amigos les dimos las gracias por el viaje. Tyson derramó unas lágrimas y desató a regañadientes el paquete que había usado como silla improvisada, donde guardaba sus herramientas y un par de cosas más que había logrado salvar del naufragio del Birmingham. Abrazó a Rainbow, rodeándole el cuello con los brazos, le dio un mango pasado que se había llevado de la isla y le dijo adiós.

-No me gusta despedirme de Rainbow- murmuró Tyson

Cuando las crines blancas de los hipocampos desaparecieron en el mar, nos pusimos a nadar hacia la orilla. Las olas nos empujaban, y en muy poco tiempo estábamos de vuelta en el mundo de los mortales. Recorrimos los muelles donde se alineaban los cruceros, abriéndonos paso entre un montón de gente que llegaba de vacaciones. Había mozos trajinando con carros llenos de maletas. Los taxistas hablaban a gritos en español e intentaban colarse en la fila para recoger clientes.

-Un día normal- dijo Rachel

Si alguien se fijó en nosotros, cinco chavales chorreando y con pinta de haberse peleado con un monstruo, nadie dio muestras de ello.

-No creo que fueran tan raros- murmuró Piper

Ahora que estábamos de nuevo entre mortales, el único ojo de Tyson no se distinguía bien gracias a la niebla. Grover había vuelto a ponerse su gorra y sus zapatillas. E incluso el vellocino se había transformado y ya no era una piel de cordero, sino una chaqueta de instituto roja y dorada, con una Omega resplandeciente bordada sobre el bolsillo.

Annabeth corrió al expendedor de periódicos más cercano y comprobó la fecha del Miami Herald. Soltó una maldición.

— ¡Dieciocho de junio! ¡Hemos estado diez días fuera del campamento!

-¡Por los dioses!- exclamó Bianca

— ¡No es posible! —dijo Clarisse.

Yo sabía que sí lo era. El tiempo transcurría de otro modo en los lugares monstruosos.

El árbol de Thalia debe de estar casi muerto —gimió Grover—. Tenemos que llegar allí con el vellocino esta misma noche.

-Rápido- dijo Zeus sorprendiendo a más de uno

Clarisse se dejó caer en el pavimento, abatida.

— ¿Cómo demonios se supone que vamos a hacerlo? —dijo con voz temblorosa—. Estamos a miles de kilómetros. Sin dinero y sin vehículo. Es exactamente lo que dijo el Oráculo. ¡Tú tienes la culpa, Jackson! Si no te hubieses entrometido...

— ¿Que es culpa de Percy? —Estalló Annabeth—. ¿Cómo puedes decir eso,

Clarisse? Eres la peor...

-No digan nada de sus sesos de alga, porque se pone loca- rió Thalia

— ¡Basta ya! —zanjé.

Clarisse se agarró la cabeza con las manos. Annabeth, frustrada, dio una patada al suelo.

Casi se me había olvidado, pero se suponía que aquella búsqueda era de Clarisse.

Clarisse rodó los ojos

Durante un momento espeluznante vi las cosas desde su punto de vista. ¿Cómo me habría sentido si un puñado de héroes se hubiese entrometido y me hubiera dejado en mal lugar?

-Tienes razón- murmuró Annabeth

Pensé en la conversación que había oído en la sala de calderas del CSS Birmingham: Ares habiéndole a gritos a Clarisse y advirtiéndole que no fallara. A él le tenía sin cuidado el campamento, pero si Clarisse lo hacía quedar mal...

Ares se removió en su trono al sentir las miradas de Hestia y Afrodita

Clarisse —pregunté—, ¿qué te dijo exactamente el Oráculo?

Ella levantó la vista. Pensé que me iba mandar a paseo.

-Sí quería mandarte- admitió Clarisse

Pero no: respiró hondo y recitó la profecía:

Navegarás en el buque de hierro con guerreros de hueso, acabarás hallando lo que buscas y lo harás tuyo, pero habrás de temer por tu vida sepultada entre rocas, y sin amigos fracasarás y no podrás volar sola a casa.

— ¡Uf! —musitó Grover.

No —dije yo—. Espera un momento... Ya lo tengo.

Busqué dinero en mis bolsillos, pero sólo encontré una dracma de oro.

— ¿Alguien tiene dinero?

-¿Para qué quieres dinero?- preguntó confundido Leo

-Ya lo sabrás- dijo Percy

Annabeth y Grover menearon la cabeza, malhumorados. Clarisse sacó de su bolsillo un dólar confederado, todavía húmedo, y suspiró.

— ¿Dinero? —preguntó Tyson vacilante—. ¿Quieres decir... papeles verdes? Lo miré.

Sí, eso.

— ¿Como el que llevábamos en los petates?

Sí, pero ésos los perdimos... —Me interrumpí al ver que Tyson hurgaba entre sus cosas y sacaba la bolsa impermeable llena de billetes que Hermes había incluido en nuestro equipaje—. ¡Tyson! —exclamé—. ¿Cómo...?

-Tyson salvando el día- gritó Travis

Creí que era una bolsa de comida para Rainbow —dijo—. La encontré flotando en el mar, pero sólo había papeles.

Me tendió la bolsa. Al menos trescientos dólares en billetes de cinco y de diez. Corrí a la parada y detuve un taxi que acababa de dejar a unos pasajeros.

Clarisse —llamé—. Venga. Te vas ahora mismo al aeropuerto. Annabeth, dale el vellocino.

-Annabeth le ha pegado lo mandón- murmuró Piper

No sé cuál de las dos parecía más pasmada mientras yo le quitaba a Annabeth la chaqueta del vellocino, metía todo el dinero en el bolsillo y se la entregaba a Clarisse.

— ¿Vas a dejarme...?

Esta búsqueda es tuya —dije—. Y sólo hay dinero para un billete.

-Que lindura- suspiró Afrodita

Además, yo no puedo viajar en avión. Zeus me haría volar en mil pedazos.

Zeus miraba el techo del Olimpo

Eso es lo que significaba la profecía: fracasarás sin amigos, o sea, no podrás hacerlo sin nuestra ayuda, pero tendrás que volar tú sola a casa. Has de llevar allí el Vellocino sin falta.

Vi cómo trabajaba su mente, primero con suspicacia, preguntándose qué clase de trampa intentaba tenderle, y al final convencida de que hablaba en serio.

Subió al taxi.

Cuenta conmigo. No fallaré.

Convendría que no fallaras.

-Sería lo mejor- dijo Thalia

El taxi salió zumbando entre una nube de humo. El Vellocino de Oro ya estaba en camino.

Percy —dijo Annabeth—, eso ha sido... — ¿Muy generoso? —propuso Grover.

Una verdadera locura —lo corrigió Annabeth—. Te estás apostando la vida de toda la gente del campamento a una sola carta: que Clarisse llegue esta noche con el vellocino.

-Fue una buena decisión- dijo Percy

-Ahora lo sé, sesos de alga- dijo Annabeth

Esta búsqueda era suya —dije—. Se merece una oportunidad.

Percy es bueno —dijo Tyson.

Percy es demasiado bueno —refunfuñó Annabeth.

-Me amas- rió Percy

-Eres insoportable- dijo Annabeth con una sonrisa

Pero yo no pude dejar de pensar que tal vez, sólo tal vez, había logrado impresionarla un poquito.

Todos miraban a Clarisse esperando que lo dijera, ella no lo hizo

La sorprendí, en todo caso. Y eso no era fácil de conseguir.

Venga —les dije a mis amigos—. Vamos a buscar otro modo de llegar a casa.

Y fue en ese momento cuando me volví y me encontré la punta de una espada en la garganta.

-Lo que me faltaba- gruñó Poseidón

Eh, colega —dijo Luke—. Bienvenido a Estados Unidos.

Las miradas fueron al hijo de Hermes

Sus matones de siempre, aquellos dos osos gemelos, se materializaron a ambos lados. Uno sujetó a Annabeth y a Grover por el cuello de la camiseta. El otro intentó agarrar a Tyson, pero éste lo derribó sobre un montón de maletas y le soltó un rugido a Luke.

Percy —dijo Luke con calma—, o le dices a tu gigante que se aparte de mi vista o le pido a Oreius que compruebe cómo resuenan las dos cabezas de tus amigos.

Atenea apretó los dientes

Oreius sonrió de oreja a oreja y levantó del suelo a Annabeth y Grover, que pataleaban y gritaban.

— ¿Qué quieres, Luke? —refunfuñé.

Esbozó una sonrisa que le deformaba la cicatriz de la cara.

Señaló el otro extremo del muelle y me di cuenta de una cosa que tendría que haberme saltado a la vista desde el principio: el crucero más grande del puerto era el Princesa Andrómeda.

Algunos griegos miraron con resentimiento a Luke

Bueno —dijo Luke—, lo que quiero es ofrecerte otra vez mi hospitalidad, por supuesto.

Los osos gemelos nos subieron a bordo del Princesa Andrómeda y nos llevaron a la cubierta de popa, frente a aquella piscina con surtidores que rociaban agua. Una docena de matones variados —reptiles, lestrigones, semidioses con armadura— se había reunido para brindarnos su « hospitalidad».

Bueno —musitó Luke—. El vellocino. ¿Dónde está?

-Sí fue una buena decisión- murmuró Hades

Nos examinó con atención. Me pinchó la camisa con la punta de su espada.

Se asomó a los vaqueros de Grover.

¡Eh! —protestó él—. ¡Eso es pelo de cabra natural!

Perdona, viejo amigo —dijo Luke con una sonrisa—. Tú dame el vellocino y yo permitiré que reanudes la búsqueda que habías emprendido.

¡Ja! —Dijo Grover—. Conque « viejo amigo», ¿eh?

Grover bufó

Quizá no me has oído. —La voz de Luke sonaba peligrosamente tranquila —. ¿Dónde... está... el vellocino?

Aquí no —dije. Seguramente no tendría que habérselo dicho, pero resultaba agradable soltarle la verdad en la cara—. Lo hemos enviado por delante. Esta vez la has pifiado, « amigo».

-No debiste dar la información, chaval- dijo Ares

Luke entornó los ojos.

Mientes. No puedes haber... —Se sonrojó repentinamente ante la espantosa posibilidad que se le estaba ocurriendo—. ¿Clarisse?

Asentí.

— ¿Le has confiado...? ¿Le has dado...?

Así es.

— ¡Agrius!

El oso gigante retrocedió.

— ¿Ssí?

Baja y prepara mi corcel. Súbelo a cubierta. Tengo que irme volando al aeropuerto. ¡Rápido!

-No puede hacer eso- gruñó Ares

Pero, jefe...

— ¡Deprisa! —Gritó Luke—. O te echaré de comida al dragón.

El oso tragó saliva y bajó pesadamente por las escaleras. Luke deambulaba junto a la piscina, soltaba maldiciones en griego antiguo y aferraba su espada con tal fuerza que los nudillos parecían a punto de estallarle.

El resto de la pandilla tenía un aire más bien incómodo. Quizá nunca habían visto a su jefe tan desquiciado.

Me puse a pensar... Si pudiera utilizar la furia de Luke, hacerle hablar de tal modo que todos vieran lo delirantes que eran sus planes...

Luke suspiró, vaya que Percy lo había hecho bien

Miré la piscina, los surtidores pulverizando el agua y formando un arco iris a la luz del crepúsculo. Y de pronto se me ocurrió una idea.

Has estado jugando con nosotros desde el principio —le recriminé—. Pretendías que te trajéramos el vellocino y ahorrarte así el trabajo de encontrarlo tú.

— ¡Por supuesto, idiota! —replicó ceñudo—. ¡Y tú has acabado estropeándolo todo!

-Eso es lo que siempre me dicen- dijo Percy encogiéndose de hombros

— ¡Traidor! —me saqué del bolsillo mi último dracma de oro y se lo arrojé. Tal como esperaba, él lo esquivó fácilmente. La moneda atravesó la cortina de agua iluminada por el arco iris.

Confié en que mi silenciosa oración fuese escuchada. Puse en ella todo mi corazón: « Oh, diosa, acepta mi ofrenda».

Nos engañaste a todos —lo increpé—. ¡Incluso a Dionisio en el Campamento Mestizo!

Dionisio bufó

A su espalda, el surtidor empezó a temblar, pero yo debía acaparar la atención de todo el mundo, así que destapé a Contracorriente.

Luke sonrió con desdén.

No es momento de hacerse el héroe, Percy. Tira tu miserable espadita o haré que te maten más pronto que tarde.

— ¿Quién envenenó el árbol de Thalia, Luke?

Yo, por supuesto —gruñó—. Ya te lo dije. Usé veneno de pitón vieja, traído directamente de las profundidades del Tártaro.

El nombre hizo que repentinamente la sala se sintiera más fría

— ¿Quirón no tuvo nada que ver en el asunto?

Zeus se removió en su trono, había caído en la trampa muy fácilmente

— ¡Ja! Sabes muy bien que él nunca lo habría hecho. Ese viejo idiota no tiene agallas.

Quirón frunció el entrecejo

— ¿Eso son agallas, según tú? ¿Traicionar a tus amigos? ¿Poner en peligro a todo el campamento?

Luke levantó su espada.

Tú no entiendes ni la mitad de todo este asunto. Iba a dejar que te llevases el vellocino... una vez que yo lo hubiese utilizado.

Aquello me hizo vacilar. ¿Por qué habría de dejar que me llevase el vellocino? Seguramente mentía, pero en todo caso debía seguir captando su atención a cualquier precio.

Pensabas reconstruir a Cronos —dije.

— ¡Sí! Y la magia del vellocino habría acelerado diez veces su regeneración. Pero no creas que nos has detenido, Percy. Sólo has ralentizado un poco el proceso.

-Que bueno- murmuró Deméter

O sea que envenenaste el árbol, traicionaste a Thalia y nos tendiste una trampa... todo para ayudar a Cronos a destruir a los dioses.

Luke apretó los dientes.

— ¡Ya lo sabes! ¿Por qué me sigues preguntando?

Porque quiero que te oiga toda la audiencia.

— ¿Qué audiencia?

Entornó los ojos, miró atrás y todos sus matones hicieron lo mismo. Dieron un grito y retrocedieron un paso.

Sobre la piscina, en medio del arco iris nublado de vapor, temblaba la imagen de un mensaje Iris: Dionisio, Tántalo y el campamento entero en el pabellón del comedor. Todos permanecían sentados y en silencio, mirándonos atónitos.

-Fue demasiado impactante- murmuró Connor

Bueno —dijo Dionisio secamente—, una inesperada distracción nocturna.

Señor D, ya lo ha oído —dije—. Todos han oído a Luke. Quirón no tuvo ninguna culpa en el envenenamiento.

Quirón le sonrió a Percy

El señor D suspiró. —Supongo que no.

Ese mensaje Iris podría ser una trampa —sugirió Tántalo, aunque él tenía casi toda su atención puesta en una hamburguesa de queso, que estaba intentando acorralar con ambas manos.

-Ya regrésalo al inframundo- murmuró Hera

Me temo que no —dijo el señor D, mirando con repulsión a Tántalo—. Por lo visto, tendré que rehabilitar a Quirón como director de actividades; creo que echo de menos las partidas de pinacle con ese viejo caballo.

-Aunque nunca pueda ganar- masculló el dios del vino

Tántalo atrapó la hamburguesa, que esta vez no se le escapó volando. La levantó del plato y la observó asombrado, como si fuese el mayor diamante del mundo.

— ¡La tengo! —dijo riendo a carcajadas.

Ya no necesitamos tus servicios, Tántalo —anunció el señor D.

Tántalo parecía estupefacto.

— ¿Qué? Pero...

Puedes regresar al inframundo. Estás despedido.

— ¡No! Pero... ¡Nooooooooo!

Mientras se iba disolviendo en una niebla, asió con fuerza la hamburguesa y quiso llevársela a la boca, pero ya era demasiado tarde. Se desvaneció por completo y la hamburguesa cayó en el plato de nuevo.

-Pobre- dijo Hades con sarcasmo

Los campistas estallaron en vítores.

Luke bramaba de rabia. Atravesó el surtidor con su espada y el mensaje Iris se disolvió. Pero ya había cumplido su misión.

Me sentí bastante satisfecho de mí mismo, hasta que Luke se volvió y me dirigió una mirada asesina.

Cronos tenía razón, Percy. Eres poco fiable. Habrá que reemplazarte.

Thalia apretó los puños

No estuve muy seguro de lo que quería decir, pero no tuve tiempo para reflexionar. Uno de sus hombres tocó un silbato de bronce y las puertas de la cubierta se abrieron de golpe. Aparecieron una docena de guerreros que formaron a nuestro alrededor un círculo erizado con las puntas de bronce de sus lanzas.

Luke me sonrió.

No saldrás vivo de este barco.

-Fin del capítulo- anunció Piper -¿Podemos ir a comer?

-Vayamos- murmuró Deméter

Poseidón miraba mal a Luke -Cada vez se ponen más peligrosos estos libros- masculló saliendo hacia el comedor