-Fin del capítulo- dijo Hera mirando con molestia a los chicos -¿Quién va a leer?

-Yo- dijo Connor -Tyson dirige una evasión

-Tyson iba con todo- señaló Travis

La buena noticia: el túnel de la izquierda era todo recto, sin ramificaciones, giros ni recodos. La mala: era un callejón sin salida.

-Eso se llama equilibrio cósmico- bromeó Leo

-No me gusta el equilibrio cósmico- dijo Percy

Después de correr unos cien metros, tropezamos con un bloque de piedra enorme que nos cerraba el paso.

-Es mejor que el túnel de la derecha- dijo Piper

A nuestras espaldas, resonaba el eco de algo que avanzaba por el túnel arrastrándose y jadeando ruidosamente. Un ser que no era humano, desde luego, y que nos seguía la pista.

-Sí, definitivamente es mejor- dijo Jason

Tyson —dije—, ¿no podrías...?

— ¡Sí! —Embistió la roca con el hombro tan brutalmente que el túnel entero tembló y empezó a caer polvo del techo.

-Solo no vayas a derribar el techo- dijo Apolo -eso acabaría muy mal

— ¡Date prisa! —Urgió Grover—. ¡No tires el techo abajo, pero date prisa!

La roca cedió por fin con un horrible crujido. Tyson la hizo girar un poco y entramos corriendo en un espacio más angosto.

-Cierren la entrada- aconsejó Artemisa

— ¡Cerremos la entrada! —gritó Annabeth.

Artemisa le sonrió

Nos pusimos todos detrás de la roca y empujamos. La criatura que nos perseguía aulló de rabia cuando desplazamos el enorme bloque hasta colocarlo en su sitio, tapiando el túnel.

-Lo malo es que en el laberinto nunca se puede estar seguro- dijo Hermes

Lo hemos atrapado —dije.

O nos hemos atrapado a nosotros mismos —advirtió Grover.

-Siempre tiene que salir algo mal- dijo Frank

Me volví. Nos encontrábamos en una cámara de cemento de dos metros cuadrados y la pared opuesta estaba cubierta de barrotes de hierro. Nos habíamos metido en una celda.

-Típico- dijo Nico

— ¿Qué demonios es esto? —dijo Annabeth, tirando de los barrotes. No se movieron ni un milímetro. A través de ellos, vimos una serie de celdas dispuestas en círculo alrededor de un patio oscuro: tres pisos de puertas con rejas y con pasarelas metálicas.

-Todo esto tiene una pinta tan buena- dijo Poseidón con sarcasmo

Una cárcel —respondí—. Quizá Tyson pueda romper... — ¡Chitón! —Susurró Grover—. Escuchad.

-Siempre que alguien dice eso, todo se descontrola- dijo Hazel

Los chicos asintieron

Por encima de nosotros, se oía un eco de sollozos que resonaba por todo el edificio. Y se captaba otro sonido: una voz áspera que refunfuñaba, aunque no entendí qué decía.

-Y aun así se acercaron- bufó Hera

Las palabras eran chirriantes, como guijarros revueltos en un cubo.

— ¿Qué lengua es ésa? —cuchicheé.

Tyson abrió unos ojos como platos.

— ¡No puede ser!

-¿Que?- preguntaron Travis y Leo

— ¿Qué? —pregunté.

Agarró dos barrotes y los dobló como si nada, dejando espacio suficiente incluso para un cíclope.

-Tendrán que esperar para saberlo- dijo Connor riendo

— ¡Esperad! —dijo Grover.

Tyson no le hizo caso y corrimos tras él.

-Al fin de cuentas son hermanos- bromeó Piper

La prisión era muy oscura; sólo unos cuantos fluorescentes parpadeaban arriba.

Conozco este sitio —me dijo Annabeth—. Es Alcatraz.

-¿La isla de San Francisco?- preguntó Leo

Annabeth asintió

-Llegaron hasta el otro extremo del país- comentó Jason impresionado

— ¿La isla que hay cerca de San Francisco?

Ella asintió.

Vinimos de excursión con el colegio. Es como un museo.

-Es... Interesante- dijo Rachel

No parecía posible que hubiéramos emergido del laberinto y aparecido en el otro extremo del país, pero Annabeth se había pasado todo el año en San Francisco, vigilando el monte Tamalpais, al otro lado de la bahía. Tenía que saber lo que decía.

-Claro que sí- dijeron Thalia y Piper al unísono

— ¡No os mováis! —advirtió Grover.

Pero Tyson siguió adelante sin prestarle atención.

-Sip, definitivamente hermanos- dijo Grover sonriendo

Grover lo agarró del brazo y tiró de él.

— ¡Para, Tyson! —susurró—. ¿Es que no lo ves?

Miré hacia donde señalaba y me dio un vuelco el corazón.

-Era horrible- dijo Grover

En la pasarela del segundo piso, al otro lado del patio, vislumbré al monstruo más horrible que había visto en mi vida.

-Y eso ya es decir mucho- señaló Percy

Era una especie de centauro con cuerpo de mujer de cintura para arriba. Pero, por debajo, en lugar de ser como un caballo, era un dragón: una bestia de seis metros por lo menos, negra y cubierta de escamas, con unas garras imponentes y una cola erizada de púas.

-No puede ser- murmuró Poseidón

-Estamos hablando de tu hijo- dijo Hades -así que sí puede ser

Parecía tener las piernas enmarañadas en una enredadera, aunque enseguida advertí que eran serpientes, cientos de víboras que le brotaban de la piel en todas direcciones y que se agitaban buscando algo que morder.

-Que horror- comentó Afrodita con una mueca

La cabeza de mujer tenía también una cabellera de serpientes, como la Medusa.

Atenea hizo una mueca

Y lo más extraño: alrededor de la cintura, allí donde el cuerpo femenino se unía con la parte de dragón, la piel le burbujeaba y se metamorfoseaba sin cesar, mostrando cabezas de animales —un lobo, un oso, un león—, como si llevara un tinturen de criaturas eternamente cambiantes.

-Que horrible- dijo Bianca

-Supera con creces a las vampiras- dijo Leo

Tuve la sensación de que se trataba de un ser formado sólo a medias, un monstruo tan antiguo que debía de proceder del principio de los tiempos, antes de que las formas animales se hubieran definido por completo.

-Y tienes toda la razón- dijo Hestia

Es ella —gimió Tyson.

— ¡Agachaos! —exclamó Grover.

Nos agazapamos en las sombras, pero el monstruo no nos prestaba atención.

-Por ahora- dijo Ares con una sonrisita un poco siniestra

-Cállate- dijo Atenea

Parecía estar hablando con el ocupante de una celda del segundo piso. De ahí procedían los sollozos. La mujer dragón dijo algo en su extraña y pedregosa lengua.

Los dioses hicieron una mueca

— ¿Qué dice? —Musité entre dientes—. ¿Qué lengua es ésa?

La lengua de los tiempos arcaicos —contestó Tyson con un escalofrío—. La que usaba la Madre Tierra con los titanes y... con sus demás hijos. Antes de los dioses.

Leo bufó

-Una época muy horrible porque por supuesto, no estaba yo- comentó Apolo

— ¿Tú la entiendes? —pregunté—. ¿Puedes traducirla?

Tyson cerró los ojos y empezó a hablar con una voz áspera y horripilante de mujer. —«Trabajarás para el amo o sufrirás.»

-Una plática motivacional- dijo Piper

Annabeth se estremeció.

No lo soporto cuando hace esto.

Como todos los cíclopes, Tyson tenía un oído sobrehumano y una misteriosa capacidad para imitar voces.

-Lo cual en la mayoría de las ocasiones lo utilizan para atrapar a su presa- dijo Piper con un escalofrío

Cuando lo hacía era como si entrase en trance.

«No me someteré» —dijo Tyson con una voz grave y afligida.

Luego adoptó el tono del monstruo:

«Entonces disfrutaré de tu dolor, Briares.»

-Oh, esto se va a poner bueno- dijo Apolo

Tyson titubeó al pronunciar ese nombre. Nunca lo había visto salirse del personaje cuando imitaba a alguien, pero ahora dejó escapar un sonido extraño, como si se hubiera atragantado.

Tyson sonrió con nostalgia

Luego continuó con la voz del monstruo.

«Si creías que tu primer encarcelamiento fue insoportable, todavía te falta experimentar el verdadero tormento. Piensa en ello hasta que regrese.»

-Momento de la reflexión- dijo Travis

-Un pequeño empujón para hacer lo que quieres- dijo Jason

La mujer dragón avanzó pesadamente hacia el hueco de la escalera, con todas las víboras silbando alrededor de sus piernas, como una falda hawaiana. Extendió unas alas que no le había visto hasta entonces —unas enormes alas de murciélago que tenía dobladas en su espalda de dragón— y, dando un salto desde la pasarela, se elevó volando por encima del patio.

-Como si no fuera lo suficientemente aterradora, también debe de tener alas- dijo Will

-Así es esto- comentó Nico encogiéndose de hombros

Nos agazapamos entre las sombras. Sentí en la cara una oleada caliente y sulfurosa mientras el monstruo se alejaba por el aire y desaparecía.

Ho... horrible —murmuró Grover—. Nunca me había encontrado con un monstruo que apestara tanto.

-La peor- masculló Tyson

La peor pesadilla de los cíclopes —murmuró Tyson—. Campe.

— ¿Quién? —pregunté.

Tyson tragó saliva.

Todos los cíclopes la conocen y han pasado miedo desde muy pequeños oyendo

las historias que cuentan de ella. Era nuestra carcelera en los malos tiempos.

Tyson hizo una mueca

Annabeth asintió.

Ahora lo recuerdo. Cuando gobernaban los titanes, encarcelaron a los hijos anteriores de Gea y Urano: los cíclopes y los hecatónquiros.

-¿Los que?- murmuraron los chicos

Atenea rodó los ojos

— ¿Los heca... qué? —pregunté.

Se llaman centimanos también —dijo Annabeth—. Los llamaron así... bueno, porque tenían cien manos. Eran los hermanos mayores de los cíclopes.

Muy poderosos —prosiguió Tyson—. ¡Impresionantes! Tan altos como el cielo.

Capaces de partir montañas.

-Pobres montañas- dijo Leo

-Pero es impresionante- señaló Piper

Genial —dije—. A menos que seas montaña.

Campe era la carcelera —explicó—. Trabajaba para Cronos. Tenía encerrados a nuestros hermanos en el Tártaro y no paró de torturarlos hasta que llegó Zeus.

Zeus puso una mirada altiva

Él mató a Campe y liberó a los cíclopes y los centimanos para que lo ayudasen a luchar contra los titanes en la gran guerra.

-Soy genial- dijo Zeus

-Ahí va con sus aires de grandeza- dijo Hades

Y ahora Campe ha vuelto —observé.

Mal asunto —resumió Tyson.

-Pésimo asunto- masculló Poseidón

— ¿Y quién está en esa celda? —pregunté—. Antes has dicho un nombre...

— ¡Briares! —exclamó Tyson, animándose—. Un centimano. Son tan altos como el cielo y...

-Capaces de partir montañas- corearon los semidioses

Sí, ya —respondí—. Capaces de partir montañas.

Levanté la vista hacia el segundo piso, preguntándome cómo podía caber en una celda diminuta una cosa tan alta como el cielo, y por qué estaría llorando.

-Creo...- dijo Apolo -que porque está encerrado y si no obedece sufrirá las consecuencias

Creo que deberíamos ir a comprobarlo —propuso Annabeth—. Antes de que vuelva Campe.

-Que no se encuentren a Campe me parece bien- dijo Thalia

Al acercarnos, los sollozos aumentaron de volumen. En el primer momento, al atisbar a aquella criatura en el interior de la celda, no entendí lo que estaba viendo.

-Que raro- bufó Atenea

Tenía tamaño humano y la piel muy pálida, del color de la leche. Llevaba un taparrabos que parecía un pañal enorme. Sus pies resultaban demasiado grandes para semejante cuerpo; cada uno tenía ocho dedos y las uñas sucias y resquebrajadas.

Afrodita hizo una mueca de asco

Pero la parte superior de su cuerpo era lo más extraño de todo y hacía que Jano resultara casi normal en comparación.

-Vaya que sí- dijo Grover

De su tronco salían más brazos de los que habría podido contar: hileras e hileras de brazos que brotaban alrededor de todo su cuerpo. Eran brazos normales, pero había tantos y estaban tan enredados unos con otros que el tórax parecía algo así como un tenedor lleno de espaguetis enrollados.

-Ahora entiendo por qué podían partir montañas- dijo Rachel

Muchas de sus manos le cubrían la cara mientras sollozaba.

O el cielo no es tan alto como antes —musité—, o éste es bajo.

-Percy...- murmuraron los semidioses tratando de no reírse

Tyson no me hizo caso y cayó de rodillas.

— ¡Briares! —exclamó.

Los sollozos se interrumpieron.

— ¡Gran centimano! —Suplicó Tyson—. ¡Ayúdanos!

-No creo que sea de gran ayuda- musitó Perséfone

Briares levantó la vista. Tenía una cara larga y triste, con la nariz torcida y los dientes en pésimo estado. Sus ojos eran del todo castaños; quiero decir, completamente, sin la parte blanca ni la pupila negra: como unos ojos hechos de barro.

-Bueno, no era lo más raro en él- señaló Piper

Corre mientras puedas, cíclope —dijo Briares tristemente—. Yo ni siquiera puedo ayudarme a mí mismo.

— ¡Eres un centimano! —Insistió Tyson—. ¡Tú puedes hacer lo que quieras!

-No siempre se puede- murmuró Poseidón

Briares se limpió la nariz con cinco o seis manos. Muchas otras jugueteaban con los pedacitos de metal y madera de una cama rota, tal como Tyson jugaba en ocasiones con piezas sueltas. Era asombroso contemplarlo. Sus manos parecían poseer vida propia.

-Como Leo- observó Piper

-Reyna de belleza, sería increíble que yo tuviera cien manos- dijo Leo

Construyeron en un periquete un barquito de madera y, con la misma rapidez, lo desmontaron de nuevo. Otras manos se dedicaban a rascar el suelo de cemento sin ningún motivo aparente. Otras jugaban a «piedra, papel o tijeras». Había unas cuantas que hacían sombras chinescas en la pared con formas de patitos y perros.

-Sería muy guay- dijo Leo -pero no creo que quede con mi estilo

No puedo hacer nada —gimió Briares—. ¡Campe ha vuelto! Los titanes se alzarán y volverán a encerrarnos en el Tártaro.

— ¡Cambia esa cara y pórtate como un valiente! —exigió Tyson.

-Eh, así se hace Tyson- dijo Thalia

De inmediato, el rostro de Briares se transformó en otra cosa. Eran los mismos ojos castaños, sí, pero los rasgos me parecieron muy distintos. Ahora tenía la nariz respingona, las cejas arqueadas y una extraña sonrisa, como si estuviera tratando de hacerse el valiente. Pero fue sólo un momento, porque su cara enseguida volvió a ser la de antes.

-Cobarde- bufó Ares

No funciona —se lamentó—. Mi cara de susto regresa una y otra vez.

— ¿Cómo has hecho eso? —pregunté.

-Percy, no puedes ir preguntando a los centimanos como cambian de cara- dijo Piper

Annabeth me dio un codazo.

No seas maleducado. Los centimanos tienen cincuenta caras distintas.

Debe de ser complicado hacer la foto de fin de curso.

-Y decías que el grosero soy yo- dijo Leo

Tyson aún estaba en trance.

— ¡Todo saldrá bien, Briares! ¡Te ayudaremos! ¿Me das tu autógrafo?

Briares se sorbió los mocos.

— ¿Tienes cien bolígrafos?

-¿Quién cargaría con cien bolígrafos?- preguntó Leo

Chicos —los interrumpió Grover—. Hemos de salir de aquí. Campe va a volver.

Nos detectará tarde o temprano.

Rompe los barrotes —apuntó Annabeth.

-Los rompe y se van de ahí antes de que llegue Campe- dijo Poseidón

— ¡Sí! —Exclamó Tyson sonriendo con orgullo—. Briares puede hacerlo. Es muy fuerte. Incluso más que los cíclopes. ¡Mirad!

Briares gimoteó.

Ares bufó

Una docena de sus manos empezaron a jugar dando palmadas cruzadas, pero ninguna hizo el menor intento de romper los barrotes.

Si tan fuerte es —dije—, ¿por qué se encuentra encerrado en la cárcel?

-Ay Percy, tampoco puedes ir preguntando por que están encerrados- dijo Rachel

Annabeth me dio otra vez en las costillas.

Está aterrorizado —susurró—. Campe lo tuvo encerrado en el Tártaro durante miles de años. ¿Cómo te sentirías tú?

Los chicos del Argo II hicieron una mueca

El centimano se cubrió la cara otra vez.

— ¿Briares? —Dijo Tyson—. ¿Qué te ocurre? ¡Muéstranos tu fuerza descomunal!

Tyson —intervino Annabeth—. Creo que será mejor que rompas tú los barrotes.

-Será lo mejor- dijo Artemisa -antes de que llegue esa cosa

La sonrisa de Tyson fue borrándose lentamente.

Yo los rompo —accedió. Asió la puerta entera de la celda y la arrancó de sus goznes como si fuera de arcilla.

Venga, Briares —dijo Annabeth—. Vamos a sacarte de aquí.

-Están perdiendo el tiempo- bufó Hera

Le tendió la mano. Durante un instante, la cara de Briares se transformó y adoptó una expresión esperanzada. Muchos brazos se extendieron hacia fuera, pero muchos más —al menos el doble— los apartaron a cachetes.

-Está muy asustado- murmuró Perséfone

No puedo —dijo—. Me castigará.

Claro que puedes —le aseguró Annabeth—. Ya luchaste con los titanes una vez y venciste, ¿recuerdas?

-Y eso solo lo hace asustarse más- comentó Hestia

Recuerdo la guerra. —Su rostro se metamorfoseó de nuevo, ahora con la frente arrugada y un mohín en los labios. Su cara amenazadora, supongo—. Los rayos sacudían el mundo. Arrojamos muchas rocas. Los titanes y los monstruos no vencieron por poco. Ahora están recuperando fuerzas otra vez. Campe me lo ha contado.

— ¡No le hagas caso! —dije—. ¡Vamos!

-Discurso motivacional de Percy- comentó Thalia riéndose

Él no se movió. Grover tenía razón: no nos quedaba mucho tiempo antes de que ese monstruo regresara. Pero tampoco podíamos dejar a Briares allí. Tyson se pasaría semanas enteras sollozando.

-Lo que uno hace por los hermanos- suspiró Apolo

Artemisa rodó los ojos

Una partida de «piedra, papel o tijeras» —le propuse—. Si gano, nos acompañas.

Si pierdo, te dejamos en la cárcel.

-Tiene cien manos- observó Piper

-¿Cómo podrías ganarle?- preguntó Hazel

-Ya lo verán- dijo Percy riendo

Annabeth me miró como si me hubiese vuelto loco.

La cara de Briares adoptó una expresión indecisa.

Yo siempre gano a «piedra, papel o tijeras».

-Sí, me imagino que siempre debe ganar- dijo Travis

Entonces vamos allá. —Me golpeé la palma con el puño tres veces.

Briares hizo lo mismo con sus cien manos, lo cual sonó como un ejército entero que avanzara tres pasos. Luego me salió con una avalancha entera de piedras, una colección de tijeras y suficiente papel para hacer una flota de avioncitos.

-Ajá y ahora ¿Cómo vas a ganar?- preguntó Hazel

Percy le sonrió

Te lo he dicho —comentó con tristeza—. Yo siempre... —Puso su cara de perplejidad—. ¿Tú qué has hecho?

Una pistola —le dije, enseñándole la que había hecho con los dedos.

Los chicos empezaron a reír

-¿Que clase de truco es ese?- preguntó Apolo

-Ahora ya sé cómo ganarte- señaló Hermes

Era un truco que Paul Blofis había utilizado conmigo, pero eso no iba a contárselo—. La pistola gana a todo lo demás.

-También quedé impactado cuando lo usaron conmigo- dijo Percy

No es justo.

Yo no he dicho que fuera a ser justo. Campe tampoco lo será con nosotros si nos quedamos aquí. Te culpará a ti por cargarte la puerta. ¡Venga, vamos!

-Así por las buenas pues sí- dijo Leo

Briares se sorbió la nariz.

Los semidioses son unos tramposos —murmuró.

-Me lo han dicho- dijeron los semidioses

Lentamente, sin embargo, se levantó y nos siguió fuera de la celda.

Empezaba a sentirme un poco más animado.

-Y aquí es cuando todo se descontrola- dijo Piper

Lo único que teníamos que hacer era bajar y encontrar la entrada del laberinto. Pero justo en ese momento Tyson se quedó petrificado.

Abajo, a nuestros pies, Campe nos esperaba gruñendo

-Que mala suerte- dijo Apolo

Por el otro lado —señalé.

Salimos disparados por la pasarela. Esta vez, Briares nos siguió sin dudarlo. Es más, se colocó delante de todos, haciendo aspavientos de pánico con sus cien brazos.

-Sabe cómo hacerlo- dijo Frank

A nuestra espalda oí el batir de las enormes alas de Campe al elevarse por los aires. Silbaba y gruñía en su lengua arcaica, y no me hacía falta traductor para comprender que quería matarnos.

-Eso fue lo menos que nos dijo- susurró Tyson

Bajamos corriendo las escaleras, cruzamos un pasadizo y dejamos atrás un puesto de guardia para desembocar... en otro bloque de celdas.

Poseidón y Atenea soltaron maldiciones en griego

A la izquierda —dijo Annabeth—. Aún me acuerdo de la visita.

Salimos a toda velocidad y fuimos a dar al patio delantero de la prisión, que estaba cercado con torres de vigilancia y una valla de alambre de espino.

-Eso no la va a detener- murmuró Atenea

Después de tanto tiempo encerrado, la luz del sol casi me cegó. Había un montón de turistas circulando de un lado para otro y sacando fotos. Soplaba un viento helado. Al sur destellaba la ciudad de San Francisco, blanca, soleada y hermosa, pero hacia el norte, sobre el monte Tamalpais, se arremolinaban grandes nubes cargadas de tormenta.

-Una terrible vista- comentó Reyna

El cielo entero parecía una peonza negra que girara sobre aquella montaña en cuya cima seguía atrapado Atlas y donde se estaba levantando de nuevo el palacio titánico del monte Othrys.

Jason suspiró

Resultaba difícil creer que los turistas no percibieran la tormenta sobrenatural que se avecinaba, pero lo cierto es que no daban muestras de sentir alarma.

-Los mortales ven lo que quieren ver- dijo Quirón

Está mucho peor —dijo Annabeth, escrutando el cielo hacia el norte—. Las tormentas han sido tremendas durante todo el año, pero esto...

-Pero aún los persigue Campe- dijo Apolo -es mejor que corran

Seguid —aulló Briares—. ¡Aún nos persigue!

Corrimos hacia el otro extremo del patio: lo más lejos posible del bloque de celdas.

Campe es demasiado grande para cruzar esas puertas —dije con optimismo.

-No necesita cruzarlas- comentó Artemisa

Entonces explotó el muro.

Los turistas se pusieron a dar gritos cuando el monstruo surgió entre el polvo y los escombros con sus alas desplegadas, que abarcaban casi todo el patio.

-Corran, corran, corran- musitó Poseidón

En sus brazos sostenía dos espadas: dos largas cimitarras de bronce que destellaban con un raro fulgor verdoso y soltaban volutas de vapor hirviente cuyo agrio olor nos llegaba desde lejos.

-Están envenenadas- dijo Atenea entre dientes

— ¡Veneno! —Exclamó Grover con un gañido—. No dejéis que os toquen esas cosas o...

— ¿Moriremos? —aventuré.

Hummm... después de desmenuzarte y hacerte polvo lentamente, sí.

-Yo voto por que se alejen de las espadas- dijo Piper

Mejor evitemos esas espadas —decidí.

— ¡Briares, lucha! —Chilló Tyson—. ¡Recupera tu tamaño real!

Pero el centimano más bien parecía querer encogerse y volverse más pequeño.

Ares refunfuñó

Ahora tenía puesta su cara de pavor total.

Campe se abalanzó hacia nosotros. Sus alas de dragón azotaban el aire con estruendo y centenares de serpientes se retorcían alrededor de su cuerpo.

Durante un segundo pensé en sacar a Contracorriente para plantarle cara.

-¡Ni se te ocurra hacerlo!- dijo Poseidón

Sólo un segundo: luego se me formó un nudo en la garganta. Entonces Annabeth gritó justamente lo que yo estaba pensando:

— ¡Corramos!

Ahí concluyó la discusión.

-Me parece bien- dijo Poseidón

-Corran o convenzan a Briares de ayudarlos- señaló Deméter

No había forma de combatir con aquella cosa. Cruzamos el patio de la prisión a toda velocidad y salimos por las puertas con el monstruo pegado a nuestras espaldas. Los mortales gritaban y corrían enloquecidos. Las sirenas de emergencia empezaron a aullar.

-Al menos saben que están en peligro- dijo Perséfone

Llegamos al muelle justo cuando un barco turístico dejaba a un grupo de pasajeros

en tierra. La nueva remesa de visitantes se quedó de piedra al ver que corríamos hacia ellos, seguidos de una multitud de turistas aterrorizados, seguidos de... no sé qué verían a través de la Niebla, pero no debía de ser agradable.

-Supongo que no, pero es mejor que no estén ahí- dijo Jason

— ¿El barco? —preguntó Grover.

Demasiado lento —dijo Tyson—. Volvamos otra vez al laberinto. Es nuestra única oportunidad.

Habrá que distraerla —señaló Annabeth.

Tyson arrancó de cuajo una farola metálica.

Yo la distraigo. Vosotros adelantaos.

-Hermanos- suspiró Poseidón

Ambos chicos se sonrieron

Te ayudo —dije.

No —respondió—. Tú sigue. El veneno hiere a los cíclopes. Hace mucho daño. Pero no los mata.

— ¿Estás seguro?

Ve, hermano. Nos veremos dentro.

-Ambos son muy valientes- dijo Hestia con cariño

Me repugnaba la idea de dejarlo allí. Ya había estado una vez a punto de perder a mi hermano y no quería correr ese riesgo de nuevo. Pero no había tiempo para discutir y no se me ocurría nada mejor.

-Y Briares no estaba en condiciones de ayudar- dijo Hazel

Annabeth, Grover y yo tomamos a Briares cada uno de una mano y lo arrastramos otra vez hacia los puestos de helados y refrescos, mientras Tyson, soltando un bramido, ponía la farola en ristre y cargaba contra Campe como si fuera un caballero con su lanza.

-¡Muy bien Tyson!- gritó Travis

Ella estaba siguiendo a Briares con la mirada, pero Tyson logró captar su atención cuando le clavó la farola en el pecho y la empujó contra la pared.

-Una increíble forma de llamar la atención- dijo Chris

El monstruo chilló y empezó a asestar mandobles con sus espadas hasta dejar toda la farola cortada en rodajas. El veneno le goteaba y formaba charcos que chisporroteaban a su alrededor sobre el suelo de cemento.

Poseidón suspiró

Tyson retrocedió de un salto cuando la cabellera de Campe se lanzó silbando hacia él. Las víboras de sus patas de dragón disparaban las lenguas mortíferas en todas direcciones. Un león surgió entre las cabezas a medio formar de su cintura y dio un rugido.

-Lindo- dijo Connor con sarcasmo

Lo último que vi de la pelea, mientras nos alejábamos a todo correr hacia el interior de la prisión, fue a Tyson levantando a pulso un puesto de helados y arrojándoselo a Campe.

-No querría a Tyson de enemigo- dijo Leo

El veneno y el helado explotaron y se esparcieron por todas partes; las furiosas serpientes del pelo de Campe quedaron todas manchadas de tuti-fruti... Entramos de nuevo en el patio de la cárcel.

No voy a conseguirlo —dijo Briares, resoplando.

-Tyson está arriesgando su vida por él- resopló Poseidón

— ¡Tyson está arriesgando su vida para ayudarte —le chillé—, así que vas a conseguirlo!

-Exactamente- gritó Poseidón

Cuando llegamos a la puerta del bloque de celdas, oí un rugido rabioso. Miré hacia atrás y vi que Tyson se acercaba a toda pastilla. Campe lo seguía de cerca, cubierta de helado y de camisetas. Una de las cabezas de oso de su cintura llevaba ahora unas gafas de sol de Alcatraz (algo torcidas).

— ¡Deprisa! —urgió Annabeth, como si hiciera falta que lo dijera.

Los chicos rieron

Percy abrazó a su novia

Al fin encontramos la celda por la que habíamos llegado, pero la pared del fondo se veía completamente lisa: ni rastro del bloque de piedra.

— ¡Busca la marca! —dijo Annabeth.

-Dense prisa- dijo Afrodita

— ¡Ahí! —Grover puso el dedo en una hendidura, que se convirtió de inmediato en la A griega. La marca de Dédalo emitió un resplandor azul y la pared de piedra se entreabrió rechinando.

Demasiado despacio.

-Nunca le demuestres a un laberinto que tienes prisa- dijo Leo

Tyson aún estaba cruzando el bloque de celdas; Campe iba pegada a su espalda, lanzando tajos a diestro y siniestro, cortando barrotes, muros y todo lo que se le ponía por delante.

Empujé a Briares al interior del laberinto; luego pasaron Annabeth y Grover.

-Lo lograrán- dijo Hestia

— ¡Puedes lograrlo! —le grité a Tyson, pero enseguida comprendí que no era así. Ya tenía encima a Campe, que alzó con furia ambas espadas.

-Necesitarán otra distracción- dijo Artemisa

Había que distraerla con algo grande. Le di un golpecito a mi reloj, que giró en espiral y se convirtió en un escudo de bronce. A la desesperada, se lo lancé al monstruo a la cara.

¡PLAF!.

-Tener un escudo en la cara debe ser suficiente distracción- dijo Apolo

Le acerté de lleno en el morro y ella titubeó justo la fracción de segundo que Tyson necesitaba para entrar de un salto en el laberinto. Lo seguí en el acto.

-¡Gracias a los dioses!- dijo Hazel

-De nada- comentó Apolo

Campe se abalanzó hacia nosotros, pero ya era demasiado tarde. La roca volvió a cerrarse y nos aisló herméticamente con su fuerza mágica.

-Un problema menos- dijo Hermes

El túnel entero vibraba con las acometidas de la bestia, que rugía rabiosa. Por si acaso, no nos quedamos a jugar a «pom, pom, ¿quién es?» con aquella criatura infernal.

-Gracias por la aclaración- dijo Zoë

Corrimos en la oscuridad y, por primera y última vez, me alegré de estar de nuevo en el laberinto.

-Y aún quedan muchos problemas- dijo Connor -he acabado ¿Quién sigue?