-Un capítulo más y se van a descansar- dijo Hestia -¿Quién va a leer?

-Yo- dijo Luke

Hermes miró dudoso a su hijo -¿Estás seguro?

Luke asintió

Varios chicos también veían con duda a Luke

-Grover se agencia un Lamborghini- leyó Luke

Los Stoll silbaron -Así se hace Grover

-No es lo que piensan- dijo Grover

Thalia y Percy se miraron, la primera se sonrojó, solo esperaba que ese capítulo no fuera el de la charla con Percy, mejor aún, esperaba que ni siquiera estuviera incluida

Estábamos cruzando el río Potomac cuando divisamos un helicóptero. Un modelo militar negro y reluciente como el que habíamos visto en Westover Hall. Venía directo hacia nosotros.

-Identificaron la furgoneta- dijo Atenea

Han identificado la furgoneta —advertí—. Tenemos que abandonarla.

Atenea miró horrorizada a Percy, Poseidón, Apolo, Hermes, los Stoll, Leo y Annabeth no pudieron evitar reírse

Zoë viró bruscamente y se metió en el carril de la izquierda. El helicóptero nos ganaba terreno.

Quizá los militares lo derriben —dijo Grover, esperanzado.

-No creo- dijo Reyna -tal vez piensan que es de los suyos

Los militares deben de creer que es uno de los suyos —continué—. ¿Cómo se las arregla el General para utilizar mortales?

-Con un buen trato- dijo Ares -dinero, poder

Son mercenarios —repuso Zoë con amargura—. Es repulsivo, pero muchos mortales son capaces de luchar por cualquier causa con tal de que les paguen.

Pero ¿es que no comprenden para quién están trabajando? —pregunté—.

¿No ven a los monstruos que los rodean?

-No sabemos cómo funcione la Niebla con ellos, pero no creo que les importe- dijo Rachel

Zoë meneó la cabeza.

No sé hasta qué punto ven a través de la Niebla. Pero dudo que les importase mucho si supieran la verdad. A veces los mortales pueden ser más horribles que los monstruos.

-Es cierto- suspiró Rachel

El helicóptero seguía aproximándose. A aquel paso acabarían batiendo una marca mundial, mientras que nosotros, con el tráfico de Washington, lo teníamos más difícil.

Thalia cerró los ojos y se puso a rezar.

Jason enarcó las cejas

Eh, papá. Un rayo nos iría de perlas ahora mismo. Por favor.

-Sí nos hacía falta- murmuró Bianca

Pero el cielo permaneció gris y cubierto de nubes cargadas de aguanieve. Ni un solo indicio de una buena tormenta.

-Bueno... Gracias por nada- murmuró Thalia

-No podemos interferir- habló Zeus cuidadosamente inexpresivo

Thalia rodó los ojos

— ¡Allí! —Señaló Bianca—. ¡En ese aparcamiento!

Quedaremos acorralados —dijo Zoë.

Confía en mí —respondió Bianca.

Zoë cruzó dos carriles y se metió en el aparcamiento de un centro comercial en la orilla sur del río. Salimos de la furgoneta y bajamos unas escaleras, siguiendo a Bianca.

Bianca les sonrió

Es una boca del metro —informó—. Vayamos al sur. A Alexandria.

Cualquier dirección es buena —asintió Thalia.

-Mientras más rápido mejor- dijo Piper

Compramos los billetes y cruzamos los torniquetes, mirando hacia atrás por si nos seguían. Unos minutos más tarde, estábamos a bordo de un tren que se dirigía al sur, lejos de la capital. Cuando salió al exterior, vimos al helicóptero volando en círculo sobre el aparcamiento. No nos seguían.

Grover dio un suspiro.

Suerte que te has acordado del metro, Bianca.

Ella pareció halagada.

Nico sonrió a su hermana

Sí, bueno... Me fijé en esta estación cuando pasamos por aquí el verano pasado. Recuerdo que me llamó la atención porque no existía cuando Nico y yo vivíamos en Washington.

Hades le lanzó una mirada fulminante a Zeus

Grover frunció el entrecejo.

— ¿Nueva, dices? Esa estación parecía muy vieja.

Quizá —dijo Bianca—. Pero cuando nosotros vivíamos aquí, de niños, el metro no existía, te lo aseguro.

-No- confirmó Nico

Thalia se incorporó en su asiento.

Un momento... ¿Dices que no había ninguna línea de metro?

Bianca asintió.

Yo no sabía nada de Washington, pero no entendía cómo era posible que todo su sistema de metro tuviera menos de doce años. Supongo que los demás estaban pensando lo mismo, porque parecían igual de perplejos.

-Fue toda una sorpresa- asintió Grover

Bianca —dijo Zoë—, ¿cuánto hace...?

Se interrumpió al oír el ruido del helicóptero, que fue aumentando de volumen rápidamente.

-¡Salgan!- gritó Hades

Tenemos que cambiar de tren —dije—. En la próxima estación.

Durante la media hora siguiente, sólo pensamos en escapar.

-Era como en las películas de terror- comentó Percy

Cambiamos dos veces de tren. No sabíamos adónde íbamos, pero logramos despistar al helicóptero al cabo de un rato.

-Espero que al menos tengan algo de ventaja- dijo Hestia

Por desgracia, cuando bajamos del tren, nos encontramos al final de la línea, en medio de una zona industrial donde sólo había hangares y raíles. Y nieve. Montañas de nieve. Daba la sensación de que hacía mucho más frío allí. Yo me alegraba de tener mi nuevo abrigo de piel de león.

-Era calientito- dijo Percy

Vagamos por las cocheras del ferrocarril, pensando que tal vez habría otro tren de pasajeros, pero sólo encontramos hileras e hileras de vagones de carga, muchos cubiertos de nieve, como si no se hubieran movido en años.

-Era lo más probable- dijo Zoë

Vimos a un vagabundo junto a un cubo de basura en el que había encendido un fuego. Debíamos de tener una pinta bastante patética, porque nos dirigió una sonrisa desdentada y dijo:

— ¿Necesitáis calentaros? ¡Acercaos!

-¿Monstruo?- preguntó Leo

-Nop- murmuró Percy

Nos acurrucamos todos alrededor del fuego. A Thalia le castañeteaban los dientes.

Esto es ge... ge... ge... nial.

Tengo las pezuñas heladas —dijo Grover.

-No creo que sea un mortal- dijo Hermes

Los pies —lo corregí, para disimular ante el vagabundo.

Quizá tendríamos que ponernos en contacto con el campamento —dijo Bianca.

-No podríamos ayudar- murmuró Quirón

No —replicó Zoë—. Ellos ya no pueden ayudarnos. Tenemos que concluir esta búsqueda por nuestros propios medios.

Observé las cocheras, desanimado. Muy lejos, en algún punto del oeste, Annabeth corría un grave peligro y Artemisa yacía encadenada.

-Al fin se acuerda de ella- dijo Perséfone con una sonrisita

Percy se sonrojó

Un monstruo del fin del mundo andaba suelto. Y nosotros, entretanto, estábamos varados en los suburbios de Washington, compartiendo hoguera con un vagabundo.

-Suena realmente alentador- dijo Travis

— ¿Sabes? —Dijo el tipo—, uno nunca se queda del todo sin amigos. —Tenía la cara mugrienta y una barba desaliñada, pero su expresión parecía bondadosa—.

¿Necesitáis un tren que vaya hacia el oeste?

-Parece un buen tipo- dijo Will sin reconocer aún a su padre

-Solace, para ti todos parecen buenos tipos- gruñó Nico

-Cieeerto, pero el mejor eres tú, sombritas- dijo Will

Sí, señor —respondí—. ¿Sabe usted de alguno?

Señaló con su mano grasienta. Y entonces vi un tren de carga reluciente, sin nieve encima. Era uno de esos trenes de transporte de automóviles, con mallas de acero y tres plataformas llenas de coches. A un lado ponía: « Línea del sol oeste».

Todas las miradas fueron a Apolo

-Tú eras el buen tipo- dijo Will

-¿Así o más obvio?- preguntó Hermes

-Está prohibido interferir- gruñó Zeus -¿Por qué crees que no mandé el rayo que pidió Thalia?

-¿Porque eres un arrogante y te gusta verlos sufrir?- preguntó Poseidón

-Artemisa estaba en peligro- dijo Apolo seriamente

Luke se apresuró a seguir leyendo

Ese... nos viene perfecto —dijo Thalia—. Gracias, eh...

Se volvió hacia el vagabundo, pero había desaparecido. El cubo de basura estaba frío y completamente vacío, como si el hombre se hubiera llevado también las llamas.

-Para los que aún dudaban, sí, era Apolo- dijo Hermes

Una hora más tarde nos dirigíamos hacia el oeste traqueteando. Ahora ya no había discusiones sobre quién conducía, porque teníamos un coche de lujo cada uno.

-Gracias a Apolo- dijo Grover -no hubiera soportado otra pelea

Zoë y Bianca se habían quedado profundamente dormidas en un Lexus de la plataforma superior. Grover jugaba a los conductores de carreras al volante de un Lamborghini. Y Thalia le había hecho el puente a la radio de un Mercedes negro para captar las emisoras de rock alternativo de Washington.

Thalia sonrió

— ¿Puedo sentarme aquí? —le pregunté.

-Ay no- murmuró Thalia, hasta ahí su pequeña esperanza de que esa conversación no apareciera

Ella se encogió de hombros, así que me senté en el asiento del copiloto.

-Mala idea- dijo Percy

En la radio sonaban los White Stripes. Conocía la canción porque era uno de los pocos discos míos que le gustaban a mi madre. Decía que le recordaba a Led Zeppelin. Pensar en mi madre me entristecía, porque no parecía probable que pudiese estar en casa para Navidades. Quizá no viviría tanto tiempo.

-Poseidón hizo una mueca

Bonito abrigo —dijo Thalia.

-Bonita forma de iniciar la conversación- dijo Annabeth

-Pero no terminó de manera bonita- murmuró Percy

Me envolví en aquella piel marrón, agradecido por el calorcito que me proporcionaba.

Sí, pero el León de Nemea no era el monstruo que estamos buscando.

-En realidad, ya lo habían encontrado- dijo Artemisa

Ni de lejos. Nos queda mucha tela que cortar.

Sea cual sea ese monstruo misterioso, el General dijo que saldría a tu encuentro. Querían separarte del grupo para que el monstruo pudiera luchar en solitario contigo.

Thalia bufó

— ¿Dijo eso?

Bueno, algo parecido.

Fantástico. Me encanta que me utilicen como cebo.

-A mí también- dijo Percy con sarcasmo

— ¿No tienes idea de qué monstruo podría ser?

Ella meneó la cabeza, malhumorada.

-Que raro- comentó Jason con una sonrisa

Sabes adónde vamos, ¿no? —Dijo en cambio—. San Francisco. Era allí adónde se dirigía Artemisa.

Los romanos intercambiaron miradas

Recordé que Annabeth me había dicho algo sobre San Francisco en el baile: que su padre se mudaba allí y ella no podía acompañarlo. Que los mestizos no podían vivir en ese lugar.

-Sí podemos- dijo Frank

-Los semidioses griegos no podían- aclaró Quirón

— ¿Por qué? —pregunté—. ¿Qué tiene de malo San Francisco?

La Niebla allí es muy densa porque la Montaña de la Desesperación está muy cerca. La magia de los titanes (o lo que queda de ella) todavía perdura allí.

Los monstruos sienten por esa zona una atracción que no puedes ni imaginarte.

-Realmente era una buena mentira- dijo Hermes

— ¿Qué es la Montaña de la Desesperación?

-Es serio que tu hijo es muy lento- dijo Atenea

Poseidón y Annabeth miraron mal a la diosa

Ella arqueó una ceja.

— ¿De verdad no lo sabes? Pregúntaselo a la estúpida de Zoë. Ella es la experta.

Zoë miró a Thalia con incredulidad

Miró al frente con rabia. Me habría gustado preguntarle a qué se refería, pero tampoco quería parecer un idiota.

-Bueno, tampoco sería una novedad- comentó Nico

-Me ofendes- dijo Percy

Me molestaba la sensación de que ella supiese más que yo, de manera que mantuve la boca cerrada.

-Te duró como diez segundos esa decisión- dijo Thalia

El sol de la tarde se colaba a través de la malla del vagón de carga, arrojando una sombra sobre el rostro de Thalia. Pensé en cuan distinta era de Zoë. Ésta, tan formal y distante como una princesa;

Zoë se sonrojó un poco

ella, con sus ropas andrajosas y su actitud rebelde. Y no obstante, había algo similar en ambas. El mismo tipo de dureza. Ahora mismo, con la cara sumida en la sombra y una expresión lúgubre, tenía todo el aspecto de una cazadora.

-De hecho son muy parecidas- dijo Grover

Dos flechas se clavaron cerca de sus pies

-Quiero decir, no se parecen en absolutamente nada- dijo Grover tragando saliva

Y de repente se me ocurrió.

Por eso no te llevas bien con Zoë.

-Ay no- gimió Thalia

Ella frunció el entrecejo.

— ¿Qué?

Las cazadoras trataron de reclutarte —dije sin estar del todo convencido.

-Odio cuando descubres los secretos de la gente- murmuró Thalia

Media sala asintió

Sus ojos brillaron peligrosamente. Pensé que iba a echarme del Mercedes, pero se limitó a suspirar.

-Te hubiera echado en ese momento- masculló Thalia

Percy sonrió inocentemente

Estuve a punto de unirme a ellas —reconoció al fin—. Luke, Annabeth y yo nos tropezamos una vez con las cazadoras, y Zoë intentó convencerme. Casi lo logró, pero...

Thalia cerró los ojos, Luke se demoró en seguir leyendo y miró a Thalia con tristeza, Thalia se aferraba fuertemente a su asiento

— ¿Pero?

Sus dedos aferraron el volante.

Tendría que haber dejado a Luke.

Un jadeo de incredulidad recorrió la sala, Luke y Thalia estaban sumamente sonrojados

Artemisa hizo una mueca y Afrodita suspiró

Luke tragó saliva antes de continuar

Ah.

Zoë y yo acabamos peleándonos. Ella me dijo que era una estúpida. Que me arrepentiría de mi elección. Que algún día Luke me fallaría.

-Bueno... Tenía razón- dijo Leo

Calipso le dio un golpe

La tensión entre Luke y Thalia se podía sentir en toda la sala

Observé el sol a través de la malla metálica. Daba la impresión de que viajábamos más rápido a cada segundo que pasaba: las sombras parpadeaban como un proyector antiguo.

— ¡Vaya palo! —Dije—, tener que reconocer que acertaba.

-Mal comentario- dijo Jason

Luke agarraba con fuerza el libro

— ¡No es cierto! Luke nunca me falló. Nunca.

-Van a pelear con él- señaló Reyna

Tendremos que luchar con él —le recordé—. No habrá más remedio.

Luke quería decir algo, Annabeth lo interrumpió

-Solo acaba de leer- recomendó

Luke suspiró y continuó

Thalia no respondió.

Tú no lo has visto últimamente —le advertí—. Sé que es difícil de creer, pero...

Haré lo que debo.

— ¿Incluso si eso significa matarlo?

Hazme un favor —dijo—. Sal de mi coche.

-Nunca me habían corrido de un coche de lujo- murmuró Percy, sacándole una pequeña sonrisa a Thalia

Me sentí tan mal por ella que no discutí. Cuando me disponía a alejarme, bajó la ventanilla y me llamó:

Percy.

-Y eso fue muy grosero- dijo Percy sacándole la lengua

Tenía los ojos enrojecidos, aunque no supe si de rabia o tristeza.

-Ambas- dijo Thalia en el mismo estado

Annabeth también quería unirse a las cazadoras. Quizá deberías preguntarte por qué.

-¡Thalia!- chilló Annabeth -eso fue bajo

Percy entrecerró los ojos y negó con la cabeza

Antes de que pudiera responder, subió el cristal de la ventanilla.

-Igual de dramática que su padre- murmuró Hades

-¡No soy dramática/dramático!- gritaron padre e hija al mismo tiempo

Me senté al volante del Lamborghini de Grover. Él dormía en la parte de atrás. Había pasado un rato tratando de impresionar a Zoë y Bianca con su música de flauta, pero finalmente se había dado por vencido.

-Son difíciles de impresionar- comentó Grover

Mientras miraba cómo se ponía el sol, pensé en Annabeth.

Annabeth besó a su novio

Me daba miedo dormirme. Me inquietaba lo que pudiera soñar.

No tengas miedo de los sueños —dijo una voz a mi lado.

-¡Un acosador!- gritó Leo

Me volví. En cierto sentido, no me sorprendió encontrarme en el asiento del copiloto al vagabundo de las cocheras del ferrocarril.

-No soy un acosador- murmuró Apolo

-Ajá- dijo Will

Llevaba unos téjanos tan gastados que casi parecían blancos. Tenía el abrigo desgarrado y el relleno se le salía por las costuras. Parecía algo así como un osito de peluche arrollado por un camión de mercancías.

-Buena referencia- rió Grover

Apolo se hizo el ofendido

Si no fuera por los sueños —dijo—, yo no sabría ni la mitad de las cosas que sé del futuro. Son mucho mejores que los periódicos del Olimpo. —Se aclaró la garganta y alzó las manos con aire teatral.

Los sueños igual que un iPod, me dictan verdades al oído y me cuentan cosas guay.

Todos miraron a Apolo con una mueca de horror y sorpresa

— ¿Apolo? —deduje. Sólo él sería capaz de componer un haiku tan malo.

-Ups- murmuró Percy

Él se llevó un dedo a los labios.

Estoy de incógnito. Llámame Fred.

-Vaya incógnito- dijo Hermes

— ¿Un dios llamado Fred?

Bueno... Zeus se empeña en respetar ciertas normas. Prohibido intervenir en una operación de búsqueda humana. Incluso si ocurre algo grave de verdad.

Pero nadie se mete con mi hermanita, qué caramba. Nadie.

Artemisa miró con sorpresa a su hermano y luego le dio una pequeña sonrisa

— ¿Puedes ayudarnos, entonces?

Chist. Ya lo he hecho. ¿No has mirado fuera?

El tren. ¿A qué velocidad vamos?

Él ahogó una risita.

Bastante rápidos. Por desgracia, el tiempo se nos acaba. Casi se ha puesto el sol. Pero imagino que habremos recorrido al menos un buen trozo de América.

-Bastante rápido- dijo Rachel

Pero ¿dónde está Artemisa?

Su rostro se ensombreció.

Sé muchas cosas y veo muchas cosas. Pero eso no lo sé. Una nube me la oculta. No me gusta nada.

Apolo miró fríamente a Luke

— ¿Y Annabeth?

-Se me hacía raro que no preguntara por ella- dijo Piper

Frunció el entrecejo.

Ah, ¿te refieres a esa chica que perdiste? Humm. No sé

Percy rodó los ojos

Hice un esfuerzo para no enfurecerme. Sabía que a los dioses les costaba tomarse en serio a los mortales, e incluso a los mestizos. Vivimos vidas muy cortas, comparados con ellos.

— ¿Y qué me dices del monstruo que Artemisa estaba buscando? —le pregunté—. ¿Sabes lo que es?

-Ahora sí- dijo Apolo con una sonrisa

No. Pero hay alguien que tal vez lo sepa. Si aún no has encontrado a ese monstruo cuando llegues a San Francisco, busca a Nereo, el viejo caballero del mar. Tiene una larga memoria y un ojo muy penetrante. Posee el don del conocimiento, aunque a veces se ve oscurecido por mi Oráculo.

Percy recordó a Nereo de su misión a Alaska, el trato que hizo con el viejo Fineas y el dolor que la sangre de Gorgona le había causado y eso lo llevó al recuerdo de las Arai

Cada día recordaba más, pero ya no estaba seguro de querer hacerlo, cada recuerdo era peor

Pero si es tu Oráculo —protesté—. ¿No puedes decirnos lo que significa la profecía?

Apolo suspiró.

Eso es como pedirle a un pintor que te hable de su cuadro, o a un poeta que te explique su poema. Es como decirle que ha fracasado. El significado sólo se aclara a través de la búsqueda.

-Es cierto- dijo Rachel

Dicho de otro modo, no lo sabes.

-Aparte- rió Will

Apolo consultó su reloj.

— ¡Uy, mira qué hora es ya! He de irme corriendo. No creo que pueda arriesgarme a ayudaros otra vez, Percy. ¡Pero recuerda lo que te he dicho! Duerme un poco. Y cuando vuelvas, espero que hayas compuesto un buen haiku sobre el viaje.

-No soy bueno con los haikus- murmuró Percy

Yo quise responder que no estaba cansado y que no había escrito un haiku en

mi vida, pero Apolo chasqueó dos dedos y se me cerraron los ojos.

-Y lo que sigue no es bueno...-murmuró Percy -lo lamento- dijo dirigiéndose a Zoë

Ella lo miró confundida

En mi sueño, yo era otra persona. Iba con una anticuada túnica griega (demasiado ventilada en los bajos)

-No la recomiendo- bromeó Percy

y unas sandalias de cuero con cordones. Llevaba la piel del León de Nemea anudada a la espalda como una capa y corría, arrastrado por una chica que me agarraba con fuerza de la mano.

Zoë maldijo

— ¡Deprisa! —decía. Estaba demasiado oscuro para verle la cara con claridad, pero percibía el miedo en su voz—. ¡Deprisa o nos encontrará!

Calipso miró a su hermana, que estaba pálida

Era de noche. Un millón de estrellas resplandecían en el cielo. Corríamos entre hierbas muy altas y el olor de las flores daba al aire un aroma embriagador. Era un hermoso jardín y, sin embargo, la chica me guiaba a través de él como si estuviéramos a punto de morir.

-Perseus...- murmuró Zoë entre dientes

-No es mi culpa- dijo Percy

No tengo miedo —le decía yo.

— ¡Deberías tenerlo! —respondía, y seguía arrastrándome. Sus largas trenzas oscuras le bailaban en la espalda. Su manto de seda resplandecía levemente a la luz de las estrellas.

Subíamos corriendo la cuesta. Me llevaba detrás de un arbusto espinoso y nos derrumbábamos jadeando. No entendía por qué ella tenía tanto miedo. El jardín parecía tranquilo. Y yo me sentía muy fuerte, mucho más de lo que me había sentido nunca.

Zoë agarraba tan fuerte su asiento que los nudillos se le pusieron blancos

No hace falta que corramos —le decía. Mi voz sonaba más grave, más segura—. He vencido a miles de monstruos con mis manos desnudas.

-Presumido- murmuró Piper con enojo al reconocer quien era

A éste no —respondía la chica—. Ladón es demasiado fuerte. Debes subir la montaña dando un rodeo para llegar a mi padre. Es la única manera.

Zoë hizo una mueca de dolor

El dolor que latía en su voz me sorprendió. Estaba preocupada de verdad, casi como si yo le importara.

No me fío de tu padre —replicaba.

No debes fiarte —asentía ella—. Tendrás que engañarlo. Pero no puedes tomar el premio directamente... ¡o morirás!

Zoë soltó una maldición

Yo reía entre dientes.

Entonces, ¿por qué no me ayudas, bella muchacha?

Tengo miedo. El Ladón me detendría. Y mis hermanas, si se enterasen, me repudiarían.

-¿Eso que tiene que ver con la historia?- preguntó Connor quien no había reconocido nada

-Ya lo verás- dijo Percy

Entonces no hay más remedio. —Me incorporaba frotándome las manos.

— ¡Espera! —decía la chica.

Parecía atormentada por una duda. Finalmente, con dedos temblorosos, se llevaba una mano al pelo y se quitaba un largo broche blanco.

Si has de luchar, llévate esto. Me lo dio mi madre, Pleione. Ella era hija del océano y la fuerza del océano se halla encerrada en él. Mi poder inmortal.

-Todos cometemos errores- murmuró Calipso

Zoë levantó la mirada hacia su hermana y por primera vez se sonrieron

-Aunque algunos más graves que otros- suspiró Zoë

La chica soplaba en el broche y éste brillaba levemente. Destellaba a la luz de las estrellas como un brillante caracol marino.

Llévatelo —me decía—. Y conviértelo en un arma.

Percy se sintió incómodo con eso

Yo me echaba a reír.

— ¿Un broche para el pelo? ¿Cómo va a matar esto a Ladón, bella muchacha?

Tal vez no sirva —reconocía—. Pero es lo único que puedo ofrecerte si te obstinas en tu propósito.

Su voz me ablandaba el corazón.

-No me gusta que hables como si fueras él- dijo Zoë un poco incomoda -tú eres mejor

Percy se sonrojó

Alargaba la mano y tomaba el broche. Éste empezaba a crecer en el acto y a hacerse más pesado... hasta que me encontraba con una espada de bronce reluciendo en mi mano. La miraba y me resultaba muy familiar.

Bien equilibrada —decía—. Aunque normalmente prefiero usar mis manos desnudas. ¿Cómo llamaré a esta espada?

Anaklusmos —respondía la chica con tristeza—. La corriente que te toma por sorpresa. Y que antes de darte cuenta, te ha arrastrado a mar abierto.

Los chicos que aún no habían entendido de que se trataba, ahogaron un grito

Antes de que pudiera darle las gracias, se oía un rumor entre la hierba, un silbido semejante al aire escapando de un neumático, y la chica exclamaba:

— ¡Demasiado tarde! ¡Ya está aquí!

-Eso es lo malo de que lean mis pensamientos- dijo Percy

Me incorporé de golpe en el asiento del Lamborghini. Grover me sacudía un brazo.

Percy, ya es de día. El tren ha parado. ¡Vamos!

Intenté sacudirme el sueño. Thalia, Zoë y Bianca habían alzado la malla metálica. Fuera se veían montañas nevadas con grupos de pinos diseminados aquí y allá; un sol encarnado asomaba entre dos picos.

Grover suspiró

Saqué mi bolígrafo del bolsillo y lo miré detenidamente. Anaklusmos, el antiguo nombre griego de Contracorriente. Tenía una forma distinta, pero estaba seguro de que la hoja era la misma que había visto en mi sueño.

-Así es- dijo Quirón

Y también estaba seguro de otra cosa: la chica que había visto era Zoë Belladona.

-Fin del capítulo- dijo Luke

-Lo siento- se disculpó Percy -no controlo mis sueños

-Está bien- murmuró Zoë

Thalia salió rápidamente de la sala, Luke la miró sin saber si seguirla o no, Annabeth lo miró y le dio un pequeño asentimiento de cabeza, Luke salió de la sala

-30 dracmas a que lo golpea- murmuró Percy

Annabeth le dio un golpe juguetón -Vamos sesos de alga, vayamos a dar un paseo

Uno a uno los semidioses se fueron dispersando