ANNABETH XXXIII, XXXIV
XXXIII
Annabeth
Así que después de una visita no tan esperada que tuvo coqueteos inapropiados con dos de las chicas que se llamaban igual, unos cuantos golpes e insultos que no se van a repetir, la Sala volvió digamos que a tener una relativa tranquilidad, Zeus seguía enfurruñado y Hera parecía bastante divertida, lo bueno es que la visita indeseada se había ido echando chispas, literalmente.
—Yo voy a leer— dijo Hades
Annabeth pensaba que podría haber sido peor. Si tenía que emprender una horripilante misión en solitario, por lo menos antes había tenido oportunidad de comer con Percy a orillas del Tíber.
—Al menos— dijo Thalia
—Siempre hay que ver el lado positivo— asintió Apolo
—Es cierto— dijo Perséfone
Y en ese momento tenía oportunidad de dar un paseo en moto con Gregory Peck.
Annabeth se sonrojó
—Y aquí es donde Percy se vuelve a poner celoso — bromeó Travis
—Es que tú también Percy, eres su novio, pero estamos hablando de Gregory Peck— comentó Apolo
—Estoy de acuerdo, aunque bueno, no era él— dijo Afrodita
—¿Por qué te tendrías que poner celoso de un dios super guapo?— comentó Connor con ironía
—Ay bueno, pero Annabeth también ese celosa— señaló Miranda
Sabía de la existencia de esa vieja película gracias a su padre. Durante los últimos años, desde que los dos habían hecho las paces, habían pasado más tiempo juntos, y ella había descubierto que su padre tenía un lado cursi.
—Y vaya que sí — murmuró Annabeth —bastante cursi
—Me lo puedo imaginar— comentó Percy
—Claro que sí, todos tenemos un nivel de cursilería dentro de nosotros— dijo Afrodita
—Sí, pero tú exageras— dijo Hermes
—Cállate— masculló Afrodita haciendo que unas palomas atacaran al dios de los ladrones
Sí, le encantaba la historia militar, las armas y los biplanos, pero también le encantaba el cine clásico, sobre todo las comedias románticas de los cuarenta y los cincuenta. Vacaciones en Roma era una de sus favoritas.
—Es comprensible — asintió Afrodita
—Son unas buenas películas— coincidió Apolo —algunas las produje yo
—Sí, las que no son famosas— replicó Artemisa
—¿Tú que sabes de comedias románticas?— bufó Apolo
Él había obligado a Annabeth a verla.
—Claro que te dió a elegir, o la ves o te vas de su casa— bromeó Piper
—Básicamente— asintió Annabeth riendo
—Qué van a tener la misma elección— señaló Leo a Charles y Zoé
—Lo bueno es que ya la vimos, no nos pueden correr— comentó Zoé con una sonrisa
—Saben lo que les conviene— asintió Percy riendo y Annabeth se sonrojó
La trama le parecía ridícula —una princesa escapa de sus escoltas y se enamora de un periodista estadounidense en Roma—,
—Me encanta cuando las protagonistas se escapan y se enamoran de alguien más — suspiró Afrodita
—Deberían de escaparse y no enamorarse de nadie— comentó Artemisa
—¿Y qué sentido tendría así?— dijo Afrodita
—tiene un punto— señaló Apolo —los clichés de las películas románticas son los mejores
pero sospechaba que a su padre le gustaba porque le recordaba su romance con la diosa Atenea: otra pareja imposible que no podía acabar con final feliz.
Para sorpresa de todos, Atenea se sonrojó un poco, pero les advirtió con una mirada asesina que nadie dijera nada, lamentablemente le hicieron caso
Su padre no se parecía en nada a Gregory Peck. Atenea desde luego no tenía nada que ver con Audrey Hepburn. Pero Annabeth sabía que la gente veía lo que quería ver. No necesitaban que la Niebla distorsionara sus percepciones.
—Bueno, obviamente no iba a ver a una diosa — comentó Hermes
—Aunque definitivamente tuvo que ver algo para que se enamorara ¿No es cierto?— señaló Afrodita con una risita
—Pues sí, definitivamente tiene un punto ahí— dijo Perséfone
Atenea se sonrojó un poco más
Mientras la moto azul celeste recorría zumbando las calles de Roma, la diosa Rea Silvia comentaba a cada paso a Annabeth lo mucho que la ciudad había cambiado a lo largo de los siglos.
—Y vaya que había cambiado — dijo Annabeth
—Bastante— coincidió Artemisa
—Antes era mejor— señaló Ares con aburrimiento
—Claro, porque se la pasaban matándose— dijo Deméter rodando los ojos
—El puente Sublicio estaba allí —dijo señalando un recodo del Tíber—. Ya sabes, donde Horacio y sus dos amigos defendieron la ciudad de un ejército invasor. ¡Eso sí que era un romano valiente!
—Sí lo era— coincidió Apolo
—La verdad sí fue bastante impresionante— comentó Hermes
—Y que lo digas— asintió Apolo
—Mira, querida —añadió Tiberino—, ese es el sitio donde Rómulo y Remo fueron arrastrados a la orilla.
—Vaya— dijo Rachel
—Era bastante impresionante estar en el lugar que fue el detonante de tantas cosas— mencionó Annabeth
—Sí, para nosotros es de no creerse, me imagino para ustedes que estuvieron ahí— dijo Katie
Parecía que estuviera hablando de un lugar en la ribera donde unos patos estuvieran haciendo un nido con bolsas de plástico y envoltorios de caramelos.
—Típico— dijo Percy
—Creo que ellos no lo ven de la misma manera— señaló Miranda
—Es que realmente algunas cosas son diferentes para los mortales que para los dioses— comentó Poseidón
—Lo notamos— murmuró Chris
—Ah, sí —dijo Rea Silvia suspirando alegremente—. Fuiste muy amable arrastrando a los bebés a la orilla para que los lobos los encontraran.
—No fue nada —dijo Tiberino.
—Es lo que uno hace un sábado por la mañana — asintió Connor
—Claro, uno siempre va a salvar bebés antes del desayuno— coincidió Percy
—Todo el mundo lo hace— dijo Leo —no sé por qué les sorprende
—Ni idea— dijo Piper
Annabeth se sentía mareada. El dios del río estaba hablando de algo que había sucedido hacía miles de años, cuando en aquella zona no había más que pantanos y puede que algunas chozas.
—Pues sí — dijo Apolo
—Pero de nuevo, es diferente— dijo Hermes
—Pero sigue siendo extraño— comentó Connor
Tiberino salvó a dos bebés, uno de los cuales pasó a fundar el mayor imperio del mundo. « No fue nada» .
—Para él podría no serlo— dijo Miranda
—Creo que ya nos dimos cuenta de eso— señaló Clarisse
—Y vaya que sí— dijo Annabeth
Rea Silvia señaló un bloque de pisos grande y moderno.
—Eso era un templo de Venus. Luego fue una iglesia. Luego un palacio. Luego un bloque de pisos. Se incendió tres veces. Ahora vuelve a ser un bloque de pisos. Y ese sitio de allí…
—Hubieran dejado mi templo — se quejó Afrodita
—A los mortales nada más les gusta construir para destruir y destruir para construir y es un círculo vicioso— bufó Dionisio
Los chicos intercambiaron una mirada entre ellos
—Por favor —dijo Annabeth—. Me está mareando.
Rea Silvia se rió.
—Lo siento, querida. Aquí se amontonan capas y más capas de historia, pero no es nada comparado con Grecia.
—Eso es cierto — dijo Jason
—Roma es una bebé a comparación de Gracia— coincidió Perséfone
—Todos estamos de acuerdo en eso— dijo Apolo
Atenas ya era antigua cuando Roma solo era una serie de chozas de barro. Ya lo verás, si sobrevives.
—Qué buenos ánimos — dijo Thalia
—Sí, creo que no necesitaba agregarle el "si sobrevives"— comentó Annabeth
—Definitivamente no lo necesitaba— señaló Percy
—Pero ¿Es que si no cómo lo va a ver?— preguntó Hermes y recibió varias miradas asesinas
—No me está ayudando mucho —murmuró Annabeth.
—Ya hemos llegado —anunció Tiberino.
—Fue muy rápido — dijo Percy
—Y que lo digas— murmuró Annabeth
—Pero es como los mortales dicen "al mal paso, darle prisa"— señaló Apolo
—Ese podría ser un buen punto— dijo Deméter
Annabeth hizo una mueca, pero no los contradijo
Detuvo la moto delante de un gran edificio de mármol que tenía una hermosa fachada, a pesar de la capa de suciedad que la cubría. Tallas ornamentadas de dioses romanos decoraban el contorno del tejado. La enorme entrada tenía unas puertas de hierro llenas de candados.
—Suena mal, pero no tal mal— murmuró Chris
—Yo esperaba como una cueva parecida a la boca de un lobo— dijo Connor
—Pero porque apenas está empezando— masculló Annabeth
—¿Tengo que entrar ahí?
Annabeth deseó haber llevado a Leo, o como mínimo haber cogido prestada una cizalla de su cinturón.
—Si lo hubiéramos sabido, te la hubiera prestado — asintió Leo
—En vez de que digas "si lo hubiéramos sabido, hubiera ido contigo"— comentó Piper negando con la cabeza y quitándole un poco de estrés al asunto
—Pero no crean que le daba miedo ir— comentó Miranda
—Para nada— dijo Leo
Rea Silvia se tapó la boca y se rió entre dientes.
—No, querida. No tienes que entrar. Tienes que ir por debajo.
—Eso sí ya suena mal— dijo Chirs
—Peor tantito— dijo Piper
—Entonces no necesitabas la cizalla— señaló Leo
—Al parecer no— comentó Annabeth
Tiberino señaló una serie de escalones de piedra en un lado del edificio: el tipo de escalera que habría bajado a un sótano si el edificio hubiera estado en Manhattan.
—Los sótanos nunca son una buena idea — dijo Frank
—Depende de para que los quieras— comentó Afrodita
—¡Mamá!— exclamó Piper
—Estoy de acuerdo— señaló Ares
—Ewww— murmuró Frank
—Roma es caótica sobre el suelo —dijo Tiberino—, pero eso no es nada comparado con su estado por debajo del suelo. Debes descender a la ciudad enterrada, Annabeth Chase.
—Por supuesto — dijo Thalia con una mueca
—No sé cómo no se nos ocurrió antes— dijo Miranda
—La verdad es que era muy obvio— señaló Hermes
Encuentra el altar del dios extranjero.
Todos los chicos miraron el libro con confusión
—¿Más dioses?— se quejó Travis
—Si supieras…— comentó Apolo
—Creo que mejor no queremos saber— dijo Chris
—Concuerdo completamente— dijo Katie
Los fracasos de tus predecesores te servirán de guía. Después… no lo sé.
—Eso tampoco suena muy bien — dijo Miranda
—Eso de los "fracasos" sigo sin entenderlo, ¿Vas a ver literal los fracasos?— preguntó Connor
—Pero ¿Cómo puede ver los fracasos?— señaló Chris —suena a que no habría una buena manera de hacerlo
—O a lo mejor solo es metafórico— señaló Luke
—Mejor vamos a seguir leyendo y luego pueden discutirlo— comentó Dionisio rodando los ojos
A Annabeth le empezó a pesar la mochila sobre los hombros. Había estado estudiando el mapa de bronce durante días, buscando información por todas partes con el portátil de Dédalo. Lamentablemente, lo poco que había descubierto hacía que su misión pareciera todavía más imposible.
—Si es que eso era posible— murmuró Annabeth —y sí fue posible
Los chicos hicieron una mueca y ni que decir de aquellos que sabían lo que pasaría después de que Annabeth hubiera rescatado la estatua.
—Mis hermanos… ninguno llegó al templo, ¿verdad?
Tiberino negó con la cabeza.
Todos voltearon a ver a Annabeth con incredulidad, todos sabían que lo había logrado, pero pocos sabían cómo y bueno, la primer prueba y ¿Los demás hijos de Atenea ni siquiera habían llegado a ese Templo? Atenea recibió varias miradas indignadas, aunque de tres personas en especial
—Pero ya sabes el premio que te espera si consigues liberarla.
—Sí —dijo Annabeth.
—Podría traer la paz a los hijos de Grecia y de Roma —dijo Rea Silvia—. Podría cambiar el curso de la inminente guerra.
—Sigo sin entender que el poder especial para que cambie el curso de la guerra — comentó Bianca
—No es un rayo láser— dijo Leo —por si tenías la duda
—Lamentablemente no— dijo Percy
—Y eso no ayudó con su duda— señaló Calipso
—Si sobrevivo —dijo Annabeth.
Tiberino asintió tristemente.
—Porque también eres consciente de que debes enfrentarte a la guardiana, ¿verdad?
Annabeth hizo una mueca
Annabeth se acordó de las arañas del fuerte Sumter y del sueño que Percy le había relatado: la voz susurrante en la oscuridad.
—Sí.
—Bueno, genial— suspiró Thalia
—Lo sé— murmuró Annabeth
—Después de todo, creo que ya la mayoría de nosotros puede hacer la conexión— comentó Travis con una mueca
Los chicos asintieron
Rea Silvia miró a su marido.
—Es valiente. Tal vez sea más fuerte que los demás.
—Eso espero —dijo el dios del río—. Adiós, Annabeth Chase. Y buena suerte.
—Porque parece que la vas a necesitar — asintió Hermes
—Sí, gracias— masculló Annabeth
—Bueno, al menos no fueron tan mala compañía— señaló Apolo
—No como otros— coincidió Hermes
Rea Silvia sonrió.
—¡Nos espera una tarde maravillosa! ¡Nos vamos de compras!
—Que bueno que se la pasen bien — dijo Percy con sarcasmo
—Creo que aparte no les habían llegado las noticias de que Roma iba a ser destruida— señaló Piper
—Pueden ser compras para preparase para la destrucción de Roma— comentó Leo
—Y sería totalmente entendible— masculló Frank
Gregory Peck y Audrey Hepburn se fueron a toda velocidad en su motocicleta azul celeste. Entonces Annabeth se volvió y descendió los escalones sola. Había estado bajo tierra muchas veces.
—Pero no habías estado sola— murmuró Percy
—Lo sé— dijo Annabeth —pero de cualquier manera tenía que hacerlo
—Y es lo peor— comentó Percy
Pero en mitad del descenso se dio cuenta de lo mucho que hacía que no se aventuraba sola. Se quedó paralizada. Dioses, no había hecho algo parecido desde que era una cría.
—Vaya— dijo Piper
—Porque desde que llegó el sesos de alga nada más te metías en problemas junto con él— dijo Thalia
—Gracias— masculló Percy
—Para meterse en problemas se la arreglan ellos dos solitos— coincidió Grover
—Ni nos metemos en tantos problemas— señaló Percy
—Para nada— dijo Annabeth
Después de escapar de casa, había pasado unas semanas sobreviviendo por sí misma, viviendo en callejones y escondiéndose de monstruos hasta que Thalia y Luke la habían tomado bajo su protección. Luego había vivido hasta los doce años en el Campamento Mestizo.
Atenea hizo una mueca, con los libros había aprendido un poco sobre la vida de su hija y había pasado por muchas cosas, realmente quería saber que tanto le había costado encontrar y rescatar la estatua
Después, en todas sus misiones, había estado acompañada de Percy y de sus otros amigos. La última vez que se había sentido tan asustada y sola tenía siete años.
Annabeth se movió un poco incómoda en su lugar
—Pero no tiene nada de malo estar asustada— murmuró Percy
—Sería muy raro que no lo estuvieras— coincidió Thalia
—Y eso no te hace menos heroica— señaló Artemisa
—Supongo— murmuró Annabeth
Se acordó del día que Thalia, Luke y ella habían entrado en la guarida de unos cíclopes en Brooklyn. Thalia y Luke habían sido capturados, y Annabeth había tenido que liberarlos.
—Sí, fue bastante feo— dijo Thalia
Luke hizo una mueca
Todavía recordaba estar temblando en un oscuro rincón de aquella ruinosa mansión, escuchando cómo los cíclopes imitaban las voces de sus amigos, tratando de engañarla para que saliera.
—Cíclopes malos— dijo Tyson negando con la cabeza
—Y vaya que lo eran— coincidió Annabeth
—Lamentablemente no todos los cíclopes son buenos como tú, grandulón— comentó Percy
¿Y si eso era una artimaña también?, se preguntaba. ¿Y si los otros hijos de Atenea habían muerto porque Tiberino y Rea Silvia los habían hecho caer en una trampa? ¿Serían capaces de algo así Gregory Peck y Audrey Hepburn?
—Bueno, es una pregunta justa— dijo Apolo
—Pues sí, y la verdad es que sí es un poco sospechoso— dijo Connor
—Pero ¿Por qué dos dioses enviarían a los hijos de Atenea a una trampa?— preguntó Katie
—Porque son dioses romanos— señaló Clarisse con obviedad
Antes de que los romanos pudieran replicar Hades siguió la lectura, después de todo no necesitaban otra pelea más
Se obligó a seguir adelante. No tenía alternativa. Si la Atenea Partenos estaba allí realmente, podía decidir la suerte de la guerra. Y lo que era más importante, podía ayudar a su madre. Atenea la necesitaba.
Atenea la miró un poco sorprendida, claro, ella la había enviado a la misión, pero pues realmente nunca había dicho que lo hacía para ayudarla, porque la necesitaba. La estatua ayudaba a los semidioses, y pensó que era más que nada eso o que tal vez pues lo hacía por obligación.
—Sí, Atenea a nosotros también nos sorprende— comentó Apolo
—Cállate Apolo— masculló Atenea
Al pie de los escalones llegó a una vieja puerta de madera con una anilla de hierro. Encima de la anilla había una placa metálica con un ojo de cerradura. Annabeth empezó a pensar en formas de forzar la cerradura, pero en cuanto tocó la anilla, una silueta llameante apareció en medio de la puerta: la silueta de la lechuza de Atenea.
—Que bueno que no fue necesario forzar la cerradura — comentó Deméter
—Claro, porque forzar la cerradura va a ser más peligroso que todo lo que va a tener que hacer— señaló Hermes
—Llamaría más la atención— masculló Deméter
—No creo que nunca la hayan forzado antes— dijo Hermes
Del ojo de la cerradura salió un hilo de humo. La puerta se abrió hacia dentro. Annabeth miró arriba por última vez. En lo alto de la escalera, el cielo era un cuadrado de color azul radiante. Los mortales estarían disfrutando de la cálida tarde. Las parejas estarían haciendo manitas en los cafés.
—Como se debe y no en los establos— bromeó Leo para quitarle un poco de tensión al ambiente y funcionó porque todos se empezaron a reír
—¡Leo!— chillaron Percy y Annabeth
—A ver ¿Cómo que cómo se debe?— preguntó Piper —¿Tienes algo que confesarnos?
—Miralo, es un experto en el tema— dijo Travis riendo
—A ver Calipso, parece que Leo se quedó sin palabras, cuéntanos tú— dijo Connor, sí, ya sabían que había estado en una isla, pero lo importante era molestar a Leo
—Pero déjenos por lo menos taparle los oídos a Esperanza— dijo Zoé
—Yo me los puedo tapar solita— dijo Esperanza haciendo que todos se empezaran a reir de las expresiones sonrojadas de Leo y Calipso
Los turistas estarían recorriendo apresuradamente tiendas y museos. Los romanos estarían ocupándose de sus asuntos, probablemente sin plantearse los miles de años de historia que había bajo sus pies, y sin duda ajenos a los espíritus, los dioses y los monstruos que todavía moraban allí,
—Pero es mejor que no se preocupen, puede hacer más daño eso, los humanos dan miedo cuando tienen miedo— comentó Apolo
—Eso es muy cierto— coincidió Poseidón —se ponen bastante extraños
—Sí, no son tan diferentes de los dioses— murmuró Percy encogiéndose de hombros
Los dioses hicieron una mueca
o al hecho de que su ciudad pudiera ser destruida ese mismo día a menos que determinado grupo de semidioses consiguiera detener a los gigantes.
—Un día normal— dijo Piper
—Para nosotros— señaló Annabeth
—Pero un día normal al fin y a cabo— dijo Will
—Exacto— coincidió Piper
Annabeth cruzó la puerta. Se encontró en un sótano que era un cíborg arquitectónico. Antiguas paredes de ladrillo se hallaban surcadas por modernos cables eléctricos y tuberías. El techo se sostenía con una combinación de andamios de acero y viejas columnas romanas de granito.
—La verdad, sí era algo impresionante — dijo Annabeth
—Nos podemos imaginar que lo era— dijo Miranda
—Aunque también siento que daría miedo— comentó Connor
—Por supuesto— asistió Chris
En la parte delantera del sótano había montones de cajas de cartón. Annabeth abrió unas cuantas por curiosidad. Algunas estaban repletas de rollos de cuerda multicolor, como la que se usaba para las cometas o para los trabajos de artesanía.
—No suena exactamente a qué van a ser de mucha ayuda — murmuró Travis
—En realidad eso suena bastante útil— comentó Zoë
—Y en realidad lo fue— asintió Annabeth
—Pero es cuerda— señaló Travis
—Y por eso precisamente es importante— dijo Thalia —sobre todo si tiene que bajar aún más
Otras cajas estaban llenas de espadas de gladiador de plástico baratas. Tal vez en otra época la estancia había servido de almacén de una tienda de artículos turísticos.
—Suena posible — dijo Miranda
—Y de hecho lo hace— coincidió Bianca
—Bueno, al menos hay algo que tal vez te pueda servir — dijo Rachel
—Al menos— dijo Percy
Al fondo del sótano, el suelo había sido excavado y se podía ver otra escalera —era de piedra blanca— que descendía todavía más bajo tierra.
—Claro ¿Por qué no? Más abajo suena excelente — murmuró Grover
—Definitivamente sonaba como la mejor idea del mundo— asintió Annabeth
—Por supuesto que sí— coincidió Percy
Annabeth se acercó muy despacio al borde. Abajo estaba tan oscuro que ni siquiera se podía ver con el brillo que emitía su daga. Posó la mano en la pared y encontró un interruptor de la luz. Lo encendió. Unas deslumbrantes bombillas fluorescentes iluminaron la escalera.
—Al menos hay luz — dijo Bianca
—Y cuerdas— señaló Miranda
—Exacto, hay que ver siempre el lado positivo— comentó Apolo
—Supongo que sí— dijo Annabeth
Debajo, vio un suelo de mosaico decorado con ciervos y faunos: posiblemente una estancia de una antigua casa de campo, escondida debajo de aquel sótano moderno junto con las cajas de cuerda y las espadas de plástico.
—Eso suena bastante extraño— dijo Katie
—Sí, pero es una ciudad enterrada o al menos parte, entonces supongo que no va a ser lo único que va a encontrar— comentó Perséfone
—Definitivamente no fue lo único— dijo Annabeth
Bajó. La habitación medía aproximadamente dos metros cuadrados. Las paredes habían estado pintadas de vivos colores, pero la mayoría de los frescos se habían desconchado o se habían descolorido. La única salida era un agujero excavado en un rincón del suelo en el que el mosaico había sido arrancado.
—Suena como la primera escena de una película de terror — señaló Connor
—Vaya, gracias— masculló Annabeth
—De nada, porque sí lo suena— dijo Connor
Annabeth se agachó junto a la abertura. Descendía hasta una cueva más grande, pero Annabeth no podía ver el fondo. Oyó agua corriendo a unos diez o doce metros por debajo. El aire no olía a alcantarilla; solo a rancio y a humedad, y a algo ligeramente dulzón, como flores podridas.
Zoé hizo una mueca, recordando el olor dulzón que pudo percibir el día del ataque a los campamentos, más específicamente cuando ellos intentaban escapar ¿Podía ser lo mismo? Hasta donde sabía ella estaba muerta ¿No? No había hablado de eso con Charles, tal vez tenía que preguntarle si había percibido lo mismo que ella
Tal vez fuera un antiguo conducto para el agua de los acueductos. No había forma de bajar.
—No pienso saltar —murmuró para sí.
—Sería loco hacerlo si no puedes ver el final — murmuró Chris
—Y no sería precisamente bueno para tu salud— dijo Apolo
—Claro— asintió Annabeth, pero como no quería pensar en el otro lugar donde había "saltado", se enfocó en Piper—¿Qué piensas Piper, saltas a un lugar sin ver el fondo?
Piper le dio una sonrisa —Claro que sí, algún día tienes que caer ¿No? Y ya después le aseguras a tu amiga que es buena idea saltar
—Dioses— murmuró Katie
Como en respuesta a sus palabras, algo brilló en la oscuridad. La Marca de Atenea se encendió al fondo de la cueva y dejó ver unos relucientes ladrillos a lo largo de un canal subterráneo doce metros más abajo. La lechuza en llamas parecía estar provocándola: « Este es el camino, muchacha. Más vale que se te ocurra algo» .
—Lo típico — masculló Percy
—La buena noticia, es que también te dijeron por donde ir— dijo Apolo
—Pues sí— coincidió Annabeth
—Sí, podemos ver lo positivo en eso— aceptó Miranda
Annabeth consideró sus opciones. Era demasiado peligroso para saltar. No había escaleras de mano ni cuerdas. Pensó coger prestado un andamio metálico de arriba y usarlo como barra de bomberos, pero todos estaban bien sujetos. Además, no quería que el edificio se desplomase encima de ella.
—No creo que sea buena idea eso— dijo Hermes
—Sí, con un edificio encima va a ser un poco difícil recuperar la estatua— dijo Connor
—Cierto, retrasaría mucho mis planes— comentó Annabeth
—Exacto, y tienes el tiempo encima— aceptó Connor
La frustración la invadió como un ejército de termitas. Se había pasado la vida viendo como otros semidioses adquirían poderes increíbles. Percy podía controlar el agua. Si él hubiera estado allí, habría podido subir el nivel del agua y bajar flotando.
—A lo mejor y eso tampoco era buena idea— murmuró Percy —porque estás bajo tierra
—¿Ahora sí te preocupa?— preguntó Thalia divertida —digo, el festejo de su primer mes fue en una alcantarilla
—Deja eso, hizo explotar la alcantarilla— señaló Will con una mueca
—¿Una alcantarilla?— preguntó Zoé intercambiando una mirada con su hermano para que él le explicara, pero se veía igual de confundido que ella
—Puedo entender por qué no lo saben— dijo Piper riendo
—Espera, yo te cuento— dijo Apolo
—Le puedes contar ahorita, voy a cavar el capítulo— señaló Hades
—Me parece perfecto— asintió Annabeth
—Gracias. Son las personas más discretas del mundo— resopló Percy
Por lo que Hazel había dicho, ella podía orientarse bajo tierra con una precisión absoluta e incluso crear o cambiar el recorrido de los túneles. Ella habría podido abrir fácilmente un nuevo camino.
—Pero también podría hacer que la cueva se cayera— dijo Hazel
—Doña positiva— dijo Leo
—Es la verdad— asintió Hazel —sobretodo siendo una estructura tan antigua
Leo habría sacado las herramientas adecuadas de su cinturón y habría construido algo para salir del paso. Frank habría podido convertirse en pájaro. Jason habría podido controlar el viento y descender flotando.
—Yo creo que lo de Leo es mejor idea, porque Frank se habría podido convertir en pájaro, pero no te habría podido bajar— dijo Katie
—Pero también se puede convertir en dragón— señaló Travis
—Sí, pero no creo que el espacio sea suficiente— dijo Chris
—Y si también no hay suficiente viento, sería medio peligroso el viaje con Jason— dijo Bianca
Incluso Piper, con su poder de persuasión… podría haber convencido a Tiberino y a Rea Silvia para que la hubieran ayudado un poco más.
—Realmente no creo que hubiera funcionado— dijo Piper —sobretodo porque son dioses y casi siempre se dan cuenta de lo que estoy haciendo
—Sería increíble si eso no pasara— dijo Percy
—¡Lo sé!— coincidió Piper
—Que bueno que pasa, no quiero saber lo que harían esos dos— comentó Apolo
¿Y qué tenía Annabeth? Una daga de bronce que no hacía nada especial y una moneda de plata maldita.
—Pero si nosotros hubiéramos estado en tu lugar no lo hubiéramos logrado— señaló Percy
—Concuerdo completamente— asintió Piper
—Todos lo sabemos— dijo Leo
Los demás asintieron de acuerdo. Annabeth les dio una pequeña sonrisa
Tenía su mochila con el portátil de Dédalo, una botella de agua, unos cuantos pedazos de ambrosía para las emergencias y una caja de cerillas (probablemente inútil, pero su padre le había metido en la cabeza que siempre debía contar con una forma de encender fuego).
—Ese es un consejo útil— dijo Zoë
—Bastante práctico— coincidió Artemisa
—Bueno, pero está bajo tierra— señaló Perséfone
—Pero aún así siempre debes de tener una manera de hacer fuego, es bastante útil y nunca sabes lo que puedes necesitar— comentó Artemisa
No tenía poderes increíbles. Incluso su único artículo mágico de verdad, la gorra de la invisibilidad de los Yankees de Nueva York, había dejado de funcionar y se había quedado en su camarote del Argo II.
—Tal vez de cierta forma eso significa el "caminas sola", no tienes poderes que te puedan ayudar— comentó Rachel —lo habíamos estado viendo como que nadie te va a acompañar, pero también puede ser eso
—O ambas— señaló Reyna
—O ambas— coincidió Rachel
—Aunque de cualquier manera ninguna de las dos es exactamente genial— comentó Annabeth
« Tienes tu inteligencia» , dijo una voz. Annabeth se preguntó si Atenea estaba hablando con ella, pero probablemente se estaba haciendo ilusiones.
—O estabas alucinando, es diferente— dijo Apolo
—¡Apolo!— masculló Atenea
—¿Qué?— preguntó Apolo —puede ser posible
—En realidad creo que podría serlo— murmuró Annabeth
Percy hizo una mueca
Inteligencia… como el héroe favorito de Atenea, Odiseo. Él había ganado la guerra de Troya usando el ingenio, no la fuerza. Había vencido a toda clase de monstruos y adversidades con su astucia. Eso era lo que Atenea valoraba. « La hija de la sabiduría anda sola» .
—Bueno, genial— murmuró Thalia
—Pero de cualquier manera habría estado bien que al menos pudiera ir con un acompañante— señaló Hermes
—No creo que pudiera llegar a la estatua con un acompañante— dijo Atenea —a veces es mejor pensar en un plan para salvar tu propia vida que pensar en algo para salvar a más personas
Eso no solo significaba sin otras personas, advirtió Annabeth. También significaba sin poderes especiales. Vale, ¿cómo podía bajar sana y salva y asegurarse de que disponía de una forma de salir en caso necesario?
—La pregunta del millón— dijo Miranda
—Y vaya que lo era— asintió Annabeth
—Y lo malo es que no es como que puedas evadir esa pregunta— dijo Bianca
—Ojalá hubiera sido así de fácil— comentó Annabeth
Volvió a subir al sótano y se quedó mirando las cajas abiertas. Cuerda para cometas y espadas de plástico. La idea que se le ocurrió era tan ridícula que le entraron ganas de reírse, pero era mejor que nada.
—Las ideas ridículas suelen funcionar— sonrió Percy
—Mira que habla el especialista en ideas ridículas— comentó Thalia
—Gracias, voy a cobrar por mis sabios consejos— dijo Percy
—Espero que a mí no, sesos de alga— dijo Annabeth
—A ti no— mencionó Percy negando con la cabeza
Se puso a trabajar. Sus manos parecían saber exactamente qué hacer. A veces le ocurría eso, como cuando estaba ayudando a Leo con la maquinaria del barco o dibujando planos arquitectónicos por ordenador.
—Eso es genial— dijo Travis
—Y dices que no tienes ningún poder especial— señaló Perséfone
—Eso me parece muy especial— coincidió Bianca
—Por eso me gustaba que Annabeth me ayudara— dijo Leo
—Y todo nuestro trabajo tratando de ayudarte— comentó Piper negado con la cabeza
—Es que les tenía que decir cosa por cosa— señaló Leo
—De todas maneras ni nos gustaba ayudarte— bromeó Piper
Nunca había hecho nada con cuerda para cometas y espadas de plástico, pero parecía sencillo, natural. A los pocos minutos había usado una docena de rollos de cuerda y una caja llena de espadas para fabricar una escalera de cuerda improvisada:
—Y para eso fue funcional la cuerda— dijo Miranda
—Ahora es todo bastante comprensible— dijo Travis
—Todo tiene sentido— coincidió Connor
una cuerda trenzada, entrelazada para que resistiera pero no demasiado gruesa, con espadas atadas a intervalos de seis centímetros para hacer las veces de asideros de manos y pies. A modo de prueba, ató un extremo alrededor de una columna y se apoyó en la cuerda con todas sus fuerzas.
—Que bueno que lo probaste antes— asintió Leo
—Habría sido malo que lo probara en el momento y me diera cuenta que no funcionaba— señaló Annabeth
—Definitivamente no sería el mejor comienzo— asintió Apolo
Las espadas de plástico se doblaron bajo su peso, pero proporcionaron un volumen adicional a los nudos de la cuerda, de modo que por lo menos podía agarrarse mejor. La escalera no ganaría ningún premio de diseño, pero podría llevarla hasta el fondo de la cueva sana y salva.
—Qué es lo importante— dijo Artemisa
—Primero lo funcional luego lo estético— asintió Hermes
—De cualquier manera nadie vio esa escalera— comentó Annabeth
—Y nadie te puede juzgar— coincidió Apolo
Primero, llenó la mochila con los rollos de cuerda sobrantes. No sabía por qué, pero eran un recurso más, y no pesaban demasiado.
—Es buena idea— coincidió Atenea
—Ya te fueron útiles una vez— asintió Deméter
Se dirigió de nuevo al agujero del suelo de mosaico. Fijó un extremo de la escalera al andamio más cercano, dejó caer la cuerda en la caverna y descendió.
—Genial— murmuró Piper
—Sí, se pone aún mejor— dijo Annabeth
—Por supuesto que sí— coincidió Thalia
Atenea hizo una mueca
XXXIV
Annabeth
Colgada en el aire, bajando con una mano detrás de la otra mientras la escalera se balanceaba violentamente, Annabeth dio gracias a Quirón por todos los años de entrenamiento en el curso de escalada que impartía en el Campamento Mestizo.
—Te habías quejado— dijo Quirón con una pequeña sonrisa
—Sí, todos la recordamos quejándose— dijo Connor
—Nunca me quejé con ustedes— comentó Annabeth
—No directamente— señaló Luke
—Es que de las cosas que más nos quejamos son las que más nos sirven— asintió Percy
—Así es— coincidió Annabeth
En repetidas ocasiones, se había quejado enérgicamente alegando que trepar por una cuerda no le ayudaría a vencer a un monstruo. Quirón se limitaba a sonreír, como si supiera que ese día llegaría.
—Sabía de la misión de los hijos de Atenea y tienes gran potencial— suspiró Quirón —intuía que algún día podría tocarte esa misión
—Bueno, gracias por las lecciones— dijo Annabeth —fueron de gran ayuda
—Me alegra que lo hayan sido— asintió Quirón
Finalmente Annabeth llegó al fondo. Se le escapó el borde de los ladrillos y cayó en el canal, pero resultó que solo tenía unos centímetros de profundidad. El agua helada penetró en sus zapatillas de deporte.
—Lo bueno que los semidioses no tenemos resfriados— comentó Katie
—La posibilidad es pequeña, a menos que jueguen con alguna de mis flechas de plaga, pero espero que no lo hagan— dijo Apolo
—Justo íbamos a ir a tu escondite secreto a sacarlas— mencionó Bianca
—¿Tú cómo sabes de mi escondite secreto?— preguntó Apolo mirándola con sospecha
—No es como que seas el mejor para esconder cosas— señaló Artemisa
—De hecho— asintió Bianca
Levantó su daga brillante. El canal poco profundo avanzaba por el centro de un túnel de ladrillo. Cada pocos metros, unas tuberías de cerámica sobresalían de las paredes.
—Hagas lo que hagas no rompas el desagüe— dijo Leo
—Era un desagüe antiguo y no voy con Percy— comentó Annabeth mirando a Percy con una sonrisa
—Pero las risas no faltaron— bromeó Percy
Annabeth le dio un golpe juguetón
Supuso que las tuberías eran desagües, parte de la antigua instalación de cañerías de Roma, aunque le pareció asombroso que un túnel como aquel hubiera sobrevivido, apretujado bajo tierra con todas las tuberías, sótanos y alcantarillas de otros siglos.
—Es bastante impresionante— asintió Thalia
—La verdad es que sí y bastante— asintió Annabeth
—Supongo que si no estuvieras en una misión super peligrosa podrías admirarlo mejor— dijo Rachel
—Sí, creo que lo vería desde otra perspectiva— dijo Annabeth
Una idea repentina la heló todavía más que el agua. Hacía unos años, Percy y ella habían participado en una misión en el laberinto de Dédalo: una red secreta de túneles y estancias, llena de hechizos y de trampas, que avanzaba por debajo de todas las ciudades de Estados Unidos.
—Sí, me acuerdo— murmuró Percy
—Y yo— coincidió Grover con una mueca
—Y que lo digan— asintió Rachel
—Sobre todo tú porque a parte del laberinto te tuviste que enfrentar a Annabeth celosa— dijo Travis y hubo varias risitas muy poco disimuladas
—Cállate — masculló Rachel
Zoé frunció el ceño, una intentaba dejar atrás la información que le había dado Connor, pero no cooperaban
Cuando Dédalo murió en la batalla del Laberinto, todo el laberinto se había desplomado… o eso creía Annabeth. Pero ¿y si eso era solo en Estados Unidos? ¿Y si la que tenía delante era una versión más antigua del laberinto?
—Eso suena aún peor— murmuró Chris
—Te estás asustando a ti misma nada más— dijo Perséfone
—Bueno, pero es que tiene un punto razonable— señaló Hermes
—Sí, pero está sola en ese lugar— dijo Perséfone
Dédalo le había dicho en una ocasión que su laberinto tenía vida propia. Estaba creciendo y cambiando continuamente. Tal vez el laberinto pudiera regenerarse, como los monstruos. Tendría sentido. Era una fuerza arquetípica, como diría Quirón: algo que en realidad no podía morir.
—Pues es que de cierta manera tiene sentido— coincidió Apolo
—Otro— se quejó la diosa de la primavera
—Pues es que sí tiene sentido— argumentó Apolo —además ya lo pensó
—Excelente argumento— asintió Hermes
Si eso era parte del laberinto… Annabeth decidió no dar vueltas al tema, pero también decidió no dar por sentado que sus señas fueran exactas. El laberinto hacía que las distancias carecieran de sentido.
—Sí, pero mejor no seguir pensando en el laberinto— dijo Grover
—Exacto— asintió Perséfone
—Lo sé, aunque sí era un poco difícil no hacerlo con todas las semejanzas— comentó Annabeth
—Nos imaginamos— suspiró Percy
Si no se andaba con cuidado, podía caminar seis metros en la dirección equivocada y acabar en Polonia.
—Sí, y no queremos eso— dijo Hermes
—Y luego para regresar también está muy complicado— coincidió Apolo
—Mejor que no suceda— asintió Travis
Por si acaso, ató un nuevo rollo de cuerda al extremo de su escalera improvisada. Así podría desenredarla detrás de ella a medida que exploraba. Un truco viejo pero bueno.
—Es de los mejores trucos— asintió Dionisio
—Patentado por Ariadna— dijo Apolo
—Obviamente— dijo Dionisio
Reflexionó sobre qué camino seguir. El túnel parecía igual en las dos direcciones. Entonces, a unos quince metros a su izquierda, la Marca de Atenea se encendió contra la pared.
—Bueno, al menos te guía— murmuró Katie
—Y también te estresa— dijo Miranda
—Pero la guía— dijo Katie —estará estresada, pero sabe por donde va
—Eso es cierto— comentó Percy
Annabeth habría jurado que la miraba con sus grandes ojos llameantes, como diciendo: « Pero ¿qué te pasa? ¡Date prisa!» .
Estaba empezando a odiar a esa lechuza.
—¿A penas?— preguntó Travis mitad en broma
—Se tardó en odiarla— coincidió Percy
Atenea le lanzó una mirada asesina
—todos coincidimos en eso, sesos de alga— asintió Thalia
Cuando llegó al lugar, la imagen se había desvanecido, y se había quedado sin la cuerda del primer rollo. Mientras ataba una nueva, miró al otro lado del túnel. Había una sección de ladrillos rota, como si una almádena hubiera abierto un agujero en la pared.
—¿Qué es una almádena?— preguntó Esperanza mirando a la fuente de información que era Zoé, pero en cambio fue Leo el que contestó
—Es cómo un mazo de hierro que tiene un mango largo y sí, se usa para romper piedras— dijo Leo
—Eso suena muy genial— dijo la niña
—Lo sé— asintió Leo
—Pero son peligrosos— señaló Calipso
—Ah sí, eso también— asintió Leo
Se acercó a echar un vistazo. Introdujo la daga por la abertura para iluminar y vio una cámara inferior larga y estrecha, con el suelo de mosaico, paredes pintadas y bancos dispuestos a cada lado. Tenía una forma parecida a un vagón de metro.
—Eso nunca es bueno— dijo Thalia
—Nueva regla "los metros no son buenos"— dijo Percy
—Sí, muchas cosas malas pasan en los metros— coincidió Leo
—Mejor evitar los metros— asintió Percy
—¿Te parece que somos ricos para evitarlo?— preguntó Travis
—Si alguien que si fuera rica nos financiara un transporte— comentó Leo casualmente
—¿Cómo es que de lo que dice el libro pasamos a esto?— preguntó Piper a nadie en particular
—No sé, pero esperamos que nos confirmes el nuevo transporte— dijo Leo
Asomó la cabeza por el agujero, con la esperanza de que nada le mordiera. En el extremo más cercano de la estancia había una puerta tapada con ladrillos. En el otro extremo había una mesa de piedra o tal vez un altar.
—Conque no sea ahí dónde hacían los sacrificios humanos— murmuró Connor
—Que escalofriante manera de pensar— dijo Miranda
—Sí, pero sí podría ser— dijo Connor encogiéndose de hombros
—Es cierto— asintió Hermes
Hum… El túnel de agua se prolongaba adelante, pero Annabeth estaba segura de que esa era la dirección. Recordó lo que Tiberino había dicho: « Encuentra el altar del dios extranjero» . No parecía que hubiera ninguna salida de la sala del altar, pero la caída al banco de abajo era breve.
—Bueno, ojalá lo sea, a veces las cosas no son lo que aparentan— dijo Apolo
—Así estarías un paso más cerca— asintió Deméter
—Lo que es bueno y malo a la vez— dijo Thalia, pues claro que era bueno para el resate de la estatua, pero malo para Annabeth que se tenía que enfrentar con la guardiana y ya la mayoría si no es que todos habían entendido quién era
Debería poder volver a salir sin problemas trepando. Descendió sin soltar la cuerda.
El techo de la sala tenía forma de barril y arcos de ladrillo, pero a Annabeth no le gustaba el aspecto de los soportes.
—Genial— suspiró Rachel
—Y por si no fuera suficiente te tienes que preocupar de que la cueva no se te caiga encima— dijo Chris
—Lo de siempre— dijo Annabeth
—Pues esperamos que no se caiga— dijo Katie
—Sí, yo esperaba lo mismo— coincidió Annabeth
Justo encima de su cabeza, sobre el arco más próximo a la puerta tapada con ladrillos, el coronamiento estaba agrietado por la mitad. Las fracturas de la presión recorrían el techo.
—Y se pone aún peor— dijo Thalia
—Creo que va a costar trabajo dejar la cueva intacta— dijo Chris
—Un poco— asintió Annabeth
Probablemente el lugar se había mantenido intacto durante dos mil años, pero Annabeth prefirió no pasar demasiado tiempo allí. Con la suerte que ella tenía, se desplomaría en los próximos dos minutos.
—Ni siquiera lo digas— murmuró Bianca
—Es que sí podría pasar— dijo Annabeth
—¿Sí se cayó la cueva?— preguntó Zoë
—La tiré— dijo Annabeth y todos la miraron como si se hubiera vuelto loca —podemos seguir leyendo y van a entender por qué lo hice
El suelo era un largo y estrecho mosaico con siete dibujos en fila, como una línea cronológica. A los pies de Annabeth había un cuervo. Después, un león. Otros parecían guerreros romanos con diversas armas.
—Bueno, genial— dijo Connor
—Todo eso grita "ambiente hostil"—dijo Katie
—Y eso que aún no han escuchado lo demás— comentó Annabeth
—Y eso nos confirma que sí fue ambiente hostil— coincidió Travis
El resto estaba demasiado deteriorado o cubierto de polvo para que Annabeth distinguiera los detalles. Los bancos situados a cada lado estaban cubiertos de cerámica rota. Las paredes estaban pintadas con escenas de un banquete:
—Casi se veía como una galería de arte— dijo Annabeth
—Pero no creo que en la galería tengan cerámica rota— dijo Piper
—¿Cómo sabes? Podría ser arte abstracto— señaló Leo
—Tiene un punto— dijo Rachel riendo
un hombre con túnica tocado con un gorro curvado como una cuchara para helado, sentado al lado de un hombre más grande que irradiaba rayos de sol. Alrededor de ellos había portadores de antorchas y sirvientes, y varios animales, como cuervos y leones, se paseaban al fondo.
—Espero que los cuervos y leones sean alguna especie de buena noticia— dijo Piper
—Los cuervos nunca son una buena noticia— comentó Apolo
—Eso es porque a ti te odian — señaló Artemisa
—Bueno sí, pero de cualquier manera no son buenas noticias— dijo Apolo
Annabeth no estaba segura de lo que representaba el dibujo, pero no le recordaba ninguna de las leyendas griegas que conocía.
—Por favor, no nos digan que de otro panteón— dijo Miranda
—¿Eso de "dios extranjero" no te dio alguna pista?— preguntó Katie
—En Roma los dioses griegos pueden ser extranjeros— señaló Miranda
—Entonces técnicamente sí serían de otro panteón— dijo Katie riendo
Miranda rodó los ojos
—Amor de hermanas— comentó Connor
Al fondo de la sala, el altar estaba minuciosamente labrado con un fresco en el que aparecía el hombre con el gorro con forma de cuchara para helado sosteniendo un cuchillo contra el pescuezo de un toro.
—Bueno, estoy confundido— dijo Travis
—Me suena conocido ¿Lo conocimos?— preguntó Apolo
—No sé, supongo. Conocemos a muchos dioses— dijo Hermes —como aquel que brillaba
—¿Queremos saber? Probablemente no— dijo Chris
—Probablemente no— coincidió Hermes
Sobre el altar había una figura de piedra de un hombre hundido hasta las rodillas en una roca, con una daga y una antorcha en sus manos extendidas. Una vez más, Annabeth no tenía ni idea de lo que esas imágenes significaban.
—Pues imagínate nosotros— comentó Katie
—Es que también interrumpen a cada cinco minutos— masculló Hades — si dejaran que la lectura siguiera y ya hicieran los comentarios al final
—Habríamos acabado los libros hace mucho— resopló Dionisio
—Pero no habría sido tan divertido— señaló Leo
—Concuerdo— asintió Travis
—O sea que no se van a callar— bufó Dionisio
—Nop— dijo Leo alegremente
Dio un paso hacia el altar. Su pie hizo CRAC. Miró abajo y se dio cuenta de que había atravesado con la zapatilla de deporte una caja torácica humana.
—Ay dioses— murmuró Miranda
—¿Ven que sí es como una película de terror?— preguntó Connor
—Y recuerden que siempre hay que voltear atrás— dijo Leo
—Orfeo no estaría de acuerdo contigo— señaló Apolo
Reprimió un grito. ¿De dónde había salido? Había mirado al suelo un momento antes y no había visto ningún hueso. En ese momento estaba lleno. Saltaba a la vista que la caja torácica era antigua. Se convirtió en polvo cuando ella sacó el pie.
—Que horror— murmuró Sammy
—¿Y cómo salieron tantos?— preguntó Bianca
—Probablemente porque se está acercado a la parte de la prueba— dijo Zoë
Atenea hizo una mueca porque sabía el por qué de esos huesos, la verdad es que era un gran alivio que Annabeth no se hubiera unido a ellos
Al lado había una daga de bronce corroída muy parecida a la suya. O el muerto había llevado el arma o el cuchillo lo había matado.
—Esperemos que la primera— dijo Travis
—Aunque tampoco es que sea lo mejor, porque entonces la daga no le sirvió de nada— señaló Thalia
—Wow, eres todo un rayo de esperanza— dijo Percy con sarcasmo
Alargó su daga para ver por delante de ella. Un poco más adelante, siguiendo el sendero de mosaico, yacía un esqueleto más completo entre los restos de un jubón rojo bordado como el de un hombre del Renacimiento.
—¿De eso se tratan lo de que debes seguir los fracasos de tus antecesores?— preguntó Bianca
—Porque si es así, es una frase muy literal— dijo Will
—Y espeluznante— comentó Rachel
—Y no nos esperábamos que fuera así— dijo Frank
Su cuello con volantes y su cráneo habían sufrido graves quemaduras, como si hubiera decidido lavarse el pelo con un soplete. Estupendo, pensó Annabeth. Alzó la vista a la estatua del altar, que sostenía una daga y una antorcha.
—Genial— dijo Chris
—Entonces siempre si era la segunda opción— señaló Piper
—Eso parecía— coincidió Annabeth
—Pero aun así Thalia sigue sin ser la alegría de la huerta— comentó Percy
Una especie de prueba, concluyó Annabeth. Aquellos dos habían fracasado. Perdón: no había solo dos. Más huesos y retales de ropa se hallaban esparcidos hasta el altar.
Se hizo un silencio sepulcral en la sala, y a pesar de que Annabeth estaba ahí todos la miraron con cierta preocupación, pues según había dicho Tiberino los semidioses nunca lograron pasar más allá de la primera prueba.
No sabía cuántos esqueletos había, pero estaba dispuesta a apostar que todos eran semidioses del pasado, hijos de Atenea embarcados en la misma misión.
Todos los chicos y algunos dioses voltearon a ver a Atenea con incredulidad y un poco de horror, porque tantos de sus hijos a lo largo de miles de años habían ido a parar ahí y durante todo ese tiempo a la diosa no parecía importarle, bueno, era lo mismo con los demás dioses, pero aún así
—¡Yo no seré otro esqueleto en tu suelo! —gritó a la estatua, esperando sonar valiente.
« Una chica —dijo una voz líquida, resonando por la sala—. No se permite entrar a chicas» .
« Una semidiosa —dijo una segunda voz—. Imperdonable» .
—¿Por qué no se les va a permitir entrar a chicas?— comentó Rachel
—Porque eran unos idiotas— masculló Annabeth
—Nos podemos imaginar que lo eran— coincidió Zoë
La cámara retumbó. Del techo agrietado cayó polvo. Annabeth echó a correr hacia el agujero por el que había entrado, pero había desaparecido. La cuerda había sido cortada.
—Por supuesto— masculló Percy
—Era un truco demasiado bueno como para durar— comentó Reyna
—Y que lo digas—murmuró Annabeth
Se subió al banco y aporreó la pared donde había estado el agujero, esperando que la ausencia del hueco fuera solo una ilusión, pero la pared estaba sólida. Estaba atrapada.
—Sí se parece al laberinto— murmuró Percy
—Te dije— comentó Annabeth
—Porque no era suficiente con un laberinto— dijo Grover
—Aunque técnicamente seguiría siendo uno— dijo Annabeth
—Aún sí— dijo Percy
A lo largo de los bancos aparecieron una docena de fantasmas relucientes: brillantes hombres de color morado vestidos con togas romanas, como los lares que había visto en el Campamento Júpiter. La miraban furiosamente como si hubiera interrumpido su reunión.
—Pues tendría sentido que hubiera fantasmas romanos ¿No?— preguntó Bianca
—Pero los fantasmas romanos no son precisamente buenas noticias— comentó Hazel
—Y sí, se sigue pareciendo a una película de terror— asintió Connor
—Y que todos creemos que se va a poner peor— dijo Chris
Ella hizo lo único que podía. Bajó del banco y apoyó la espalda contra la puerta tapiada con ladrillos. Trató de mostrarse segura de sí misma, aunque los ceñudos fantasmas morados y los esqueletos de semidioses que yacían a sus pies hacían que le entraran ganas de encogerse en su camiseta y gritar.
—Lo importante es la actitud— asintió Apolo
—Muchas veces impresiona más eso— coincidió Deméter
—Y si no muestras que estás asustada ellos no lo van a saber, y es una ventaja sobre ellos— comentó Perséfone
—Pero es más fácil decirlo que hacerlo— murmuró Annabeth
—Soy hija de Atenea —dijo, con el mayor atrevimiento del que pudo hacer acopio.
—Una griega —dijo un fantasma con repugnancia—. Todavía peor.
Algunos de los griegos miraron ofendidos el libro
—Que falta de respeto— dijo Connor negando con la cabeza
—Ojalá se arrepientan por eso— dijo Miranda
—Yo creo que lo hicieron— dijo Annabeth —o nos odian más
—Creo que la segunda es más probable— comentó Percy
Al final de la cámara, un fantasma con aspecto de anciano se levantó con dificultad (¿tenían artritis los fantasmas?)
—Ahora ni siquiera como fantasmas pueden estar en paz— dijo Connor
—O sea ¿que estar muerto es como estar vivo nada más que gratis?— preguntó Leo
—No exactamente— dijo Hades —a menos obviamente que te hayas escapado del Inframundo
—O que algo te tenga atado al mundo mortal— señaló Nico
y se situó junto al altar, clavando sus ojos oscuros en Annabeth. Lo primero que a ella le pasó por la cabeza es que se parecía al Papa. Llevaba una túnica reluciente, un gorro de punta y un cayado de pastor.
—Pues sí se parecía— dijo Annabeth un poco sonrojada ante las miradas
—Al Papa no le gustaría eso— señaló Piper riendo
—Sí pero nadie se lo va a decir— dijo Annabeth encogiéndose de hombros
—Claro que no, probablemente nos tachen de herejes— dijo Leo
—Lo que sería bastante irónico— argumentó Percy
—Esta es la cueva de Mitra —dijo el viejo fantasma—. Has interrumpido nuestros rituales sagrados. No puedes presenciar nuestros misterios y seguir con vida.
—No quiero presenciar vuestros misterios —le aseguró Annabeth—.
—Pues sí, ya así te deberían dejar seguir con tu camino— mencionó Apolo
—No fueron muy diplomáticos— comentó Annabeth
—Es que a lo mejor ser fantasma quita la diplomacia— dijo Piper
—Es probable— coincidió Jason
Estoy siguiendo la Marca de Atenea. Si me decís dónde está la salida, me marcharé.
Su voz sonaba serena, cosa que la sorprendió.
—Bastante— coincidió Annabeth
—Y a nosotros, pero que bueno que haya sido así para que no le dieras ventaja a tus enemigos— asintió Apolo
—Eso de controlar el tono de voz siempre me ha parecido un superpoder en sí mismo—dijo Piper
—Y vaya que sí— dijo Annabeth
—Completamente de acuerdo— dijo Thalia
No tenía ni idea de cómo salir de allí, pero sabía que debía tener éxito donde sus hermanos habían fracasado. Su camino llevaba más adelante: hasta las profundidades subterráneas de Roma. « Los fracasos de tus predecesores te servirán de guía
—Creo que sí era literal— dijo Leo
—Ya en este punto no sabes si es mejor que sea litera o no— señaló Percy
—Sí, de cualquier manera va a haber algo malo— asintió Leo
—Todos concordamos en eso— dijo Jason
—había dicho Tiberino —. Después… no lo sé» .
Los fantasmas susurraron entre ellos en latín. Annabeth captó unas cuantas palabras desagradables sobre las semidiosas y sobre Atenea.
Atenea resopló
—Los fantasmas que insultan en latin son los peores — asintió Hermes
—Es mejor que insulten en griego— dijo Apolo
—O que mejor no lo hagan— masculló Atenea —se creen mejores que todos
—¿Alguien más se dio cuenta de la ironía?— preguntó Poseidón
Se oyeron risitas alrededor de la Sala de Trono
Finalmente, el fantasma con gorro de papa golpeó el suelo con su cayado. Los otros lares se quedaron en silencio.
—Tu diosa griega no tiene ningún poder aquí —dijo el Papa—.
—Genial— masculló Thalia
—¿Y entonces por qué se ponen tan a la defensiva?— preguntó Bianca
—Porque son unos imbéciles y en vida lo eran más— dijo Artemisa
—Puedo imaginarlo— asintió Annabeth
¡Mitra es el dios de los guerreros romanos!
—Ah sí lo conozco, me caía mal— dijo Apolo
—¿No has podido superar que lo empezaran a llamar "sol invicto"?
—¿Lo llamaban así?— preguntó Bianca levantando las cejas
—¿Puedes creerlo?— resopló Apolo —ya tenían suficiente conmigo para que lo llamaran "sol"
—Sus seguidores eran raros— asintió Hermes
—Ese dios se creía mejor solo por ser extranjero— masculló Ares
—Pero aunque eso no explica por qué ellos están ahí— dijo Perséfone
¡Es el dios de la legión, el dios del imperio!
—Pero si ni siquiera era romano —protestó Annabeth—. ¿No era persa o algo así?
—No creo que fuera lo mejor para decir— dijo Hermes
—Pero es la verdad ¿No?— dijo Thalia
—Sí, pero también fue entrando como un dios romano— dijo Hermes
—Eran un poco sensibles con ese tema— comentó Annabeth
—¡Sacrilegio! —gritó el anciano, aporreando el suelo con su bastón varias veces más—. ¡Mitra nos protege! Yo soy el pater de esta hermandad…
—El padre —tradujo Annabeth.
—¿Si es una hermandad por qué hay padre?— señaló Travis
—Esa es una muy buena pregunta— asintió Leo
—Solo es un simbolismo— dijo Reyna
—Sí, pero entonces debería ser "gran hermano mayor" o algo así— dijo Travis
—Tiene lógica— coincidió Percy
—Las hermandades son de hermanos— dijo Leo
—¡No me interrumpas! Como pater, debo proteger nuestros misterios.
—¿Qué misterios? —preguntó Annabeth—. ¿Una docena de tíos muertos sentados por ahí en una cueva?
—Tal vez sean sus secretos— coincidió Will
—¿No los deberían entonces guardar o algo?— preguntó Leo
—Los secretos mejor guardados son los que están a simple vista— comentó Rachel
—Sí, no creo que ellos piensen lo mismo— dijo Annabeth encogiéndose de hombros
Los fantasmas murmuraron y se quejaron hasta que el pater consiguió dominarlos silbando como si estuviera parando un taxi. El viejo tenía buenos pulmones. —Está claro que eres una incrédula. Debes morir, como los otros.
—Vaya— dijo Zoë
—Entonces por eso les tiraste la cueva encima— dijo Bianca
—Algo así— comentó Annabeth, aunque hizo una mueca porque también había resultado un poco mal para ella
« Los otros» . Annabeth hizo un esfuerzo por no mirar los esqueletos. Su mente empezó a trabajar furiosamente, tratando de aferrarse a cualquier dato sobre Mitra en su poder. El dios tenía un culto secreto para guerreros.
—El club de pelea, nadie habla del club de pelea— dijo Apolo
—Y el idiota no nos dejaba entrar— masculló Ares
—Sí, aquí entre nosotros no era precisamente popular, no como en la legión— dijo Hermes —y sus seguidores tampoco nos caían bien
—Por eso a ninguno se nos ocurrió que sus seguidores tuvieran que ver con esto— coincidió Apolo
—Aunque si lo piensas, puede tener lógica— dijo Artemisa
Era famoso en la legión. Era uno de los dioses que había suplantado a Atenea como deidad de la guerra. Afrodita había mencionado su nombre durante la charla que habían mantenido mientras tomaban té en Charleston.
—Claro— asintió Piper
—Un grosero de lo peor— bufó Afrodita
—Sí, no es buena compañía— dijo Apolo
—Tú tampoco— señaló Artemisa
—Pero él es peor— dijo Apolo
—Entonces que bueno que no vamos a tener más visitas— comentó Percy
Todos los chicos asintieron de acuerdo
Aparte de eso, Annabeth no sabía nada más. Mitra no era uno de los dioses de los que hablaban en el Campamento Mestizo. Dudaba que los fantasmas estuvieran dispuestos a esperar mientras ella sacaba el portátil de Dédalo y buscaba información.
—Yo creo que no— dijo Piper
—Que mal educados por no esperar— resopló Travis
—Y vivos eran peores— dijo Perséfone
—Sí, creo que nos podemos imaginar— murmuró Hazel
Escudriñó el mosaico del suelo: siete dibujos en fila. Examinó los fantasmas y se fijó en que todos llevaban una especie de insignia sobre la toga: un cuervo, una antorcha o un arco.
—Tenéis ritos de paso —soltó de repente—. Los miembros se dividen en siete niveles. Y el nivel superior es el de pater.
—Yo no había entendido eso— dijo Rachel
—¿De dónde sacaste el siete?— preguntó Travis
—De los siete dibujos que había— dijo Annabeth encogiéndose de hombros —fue una apuesta arriesgada
—Pero tienes razón— dijo Deméter
—La verdad es que si no lo dices, no entendía— dijo Piper
—Ni yo— comentó Thalia
Los fantasmas dejaron escapar un grito ahogado colectivo. A continuación, todos empezaron a gritar al unísono.
—¿Cómo lo sabe? —preguntó uno.
—Ya que nos lo has dicho, creo que era obvio— dijo Miranda
—O sea, no lo habíamos descubierto, pero sí — dijo Chris
—No sé cómo no nos dimos cuenta antes— comentó Katie
—Imagínense el asombro de ellos y sus "secretos"— señaló Annabeth con una pequeña sonrisa
—Debió ser todo un shock— dijo Rachel
—¡La chica ha descubierto nuestros secretos!
—¡Silencio! —ordenó el pater.
—¡Y también podría estar al tanto de las pruebas! —gritó otro .
—¡Las pruebas! —dijo Annabeth—. ¡Estoy al tanto!
—Ellos solitos descubrían los secretos— señaló Bianca
—Sí, no eran muy inteligentes— dijo Annabeth
—Su culto era de puros hombres, no se podía esperar nada mejor— comentó Artemisa
—Iba a insultar a mi hermana con ese argumento, pero es que en realidad tiene razón. Eran "uy, nuestro culto, somos mejores que todos" y están revelando de la forma más patética sus súper secretos— dijo Apolo
Otra ronda de gritos ahogados de incredulidad.
—¡Es ridículo! —chilló el pater—. ¡La chica miente! Hija de Atenea, elige la forma en que deseas morir. ¡Si no la eliges tú, el dios la elegirá por ti!
—Ni siquiera creo que Mitra tenga el tiempo de estar decidiendo— bufó Dionisio
—Quién sabe, no creo que tenga mucho que hacer— dijo Hermes
—Tal vez desplazar a más dioses— masculló Atenea
—Fuego o daga —aventuró Annabeth.
Hasta el pater se quedó pasmado. Al parecer, no se acordaba de que hubiera víctimas de antiguos castigos tiradas en el suelo.
—Bueno, mejor para ti— dijo Clarisse
—Obvio, eso sí lo había descubierto— asintió connor muy orgulloso de sí mismo
—Claro— asintió Percy —muy fácil de descubrir
—Súper obvio— coincidió Miranda
—¿Cómo… cómo lo has…? —tragó saliva—. ¿Quién eres?
—Una hija de Atenea —repitió Annabeth—. Pero no una hija cualquiera. Soy … ejem, la mater de mi hermandad. La magna mater, en realidad. No hay misterios para mí. Mitra no puede ocultarme nada.
—Vaya— dijo Piper con una pequeña sonrisa
—Bueno, a mí también me daría miedo que llegara alguien y me dijera eso— dijo Bianca
—Y conociendo todos los "secretos mejor guardados del mundo"— coincidió Rachel
—¡La magna mater! —dijo gimiendo un fantasma, desesperado.
—¡Matadla!
Uno de los fantasmas la atacó, alargando las manos para estrangularla, pero pasó a través de Annabeth.
Nico rodó los ojos
—Nos habíamos dado cuenta que eran mensos, pero no esperaba que tanto— dijo Katie
—Bueno, están rebelando todos sus secretos, yo creo que sí son muy mensos— dijo Piper
—Del 1 al los seguidores de mitra ¿qué tan menso te sentiste hoy?— preguntó Leo
—Es la mejor forma de medida que he escuchado en mi vida— comentó Zoé
—Gracias— dijo Leo —tengo mis momentos
—Estás muerto —le recordó ella—. Siéntate.
El fantasma se quedó avergonzado y se sentó.
—Muy hábil no era— dijo Thalia
—Y así es como hace que la obedezcan— dijo Piper
—Pero te apuesto lo que quieras a que con Charles y Zoé no funciona— bromeó Leo
Percy se empezó a reír —Entró a esa apuesta
Annabeth se sonrojó
—¡Oye! Tampoco somos tan desobedientes— dijo Zoé
—Tú sí lo eres— señaló Charles y eso provocó que se rieran más
—Bueno sí, pero no todo el tiempo. Lo prometo— añadió Zoé
—Es bueno saberlo— murmuró Annabeth
—No necesitamos matarte —gruñó el pater—. ¡Mitra lo hará por nosotros!
La estatua del altar empezó a brillar.
—Creo que no estaba tan ocupado para decidir— señaló Apolo
—O nada más está fanfarroneando— dijo Hermes
—No lo sé— dijo Apolo —pero ojalá que no se aparezca por ahí
—Yo también lo esperaba— dijo Annabeth
Annabeth pegó las manos a la puerta tapiada con ladrillos situada a su espalda. Esa tenía que ser la salida. El mortero se estaba desmoronando, pero no era lo bastante endeble para atravesarlo usando la fuerza bruta.
—Genial— dijo Percy
—Bueno, creo que dada la naturaleza de tu misión nada va a hacerse mediante la fuerza bruta ¿No?— comentó Reyna
—Sí, también lo supuse— dijo Annaeth
Miró desesperadamente alrededor de la estancia: el techo agrietado, el mosaico del suelo, las pinturas de las paredes y el altar labrado. Empezó a hablar, haciendo las primeras deducciones que le venían a la mente.
—Ojalá sean buenas deducciones— dijo Deméter
—Todo lo que ha dicho es bastante bueno— dijo Atenea
—Y por eso esperamos que siga así— comentó Perséfone
—Definitivamente yo también esperaba que fueran buenas deducciones— asintió Annabeth
—Es inútil —dijo—. Lo sé todo. Ponéis a prueba a vuestros iniciados con el fuego porque la antorcha es el símbolo de Mitra. Su otro símbolo es la daga. Por eso también podéis ser puestos a prueba con el cuchillo. Queréis matarme como… como Mitra mató al toro sagrado.
—Eso no suena como a pruebas divertidas— señaló Connor
—Pobre toro— dijo Katie negando con la cabeza
—Sí, tampoco creo que sea divertido para él— murmuró Tyson
—Tampoco creo que lo fuera— dijo Annabeth
—Pero lo importante es que estás haciendo muy buenas deducciones— dijo Artemisa
Era una pura suposición, pero en el altar se veía a Mitra matando a un toro, de modo que Annabeth dedujo que debía de ser importante. Los fantasmas se pusieron a gemir y se taparon los oídos. Algunos se abofeteaban a sí mismos como si quisieran despertar de una pesadilla.
—Están muertos— señaló Katie
—Oye, no seas grosera— dijo Travis
—Pero es la verdad, no creo que vayan a "despertar" por más que lo intenten— dijo Katie
—Pues sí, tiene un punto— asintió Miranda
—¡La gran madre lo sabe! —dijo uno—. ¡Es imposible!
A menos que eches un vistazo a la habitación, pensó Annabeth cada vez más segura de sí misma.
—Bueno, lograste desequilibrar a esos imbéciles— dijo Thalia
—Yo creo que mereces un premio por semejante actuación— dijo Apolo
—Yo creo que te odiaron con toda su vida ¿O con toda su muerte?— preguntó Percy
—Yo también lo creo— coincidió Annabeth
Lanzó una mirada fulminante al fantasma que acababa de hablar. Tenía una insignia de un cuervo en la toga: el mismo símbolo que había en el suelo a los pies de ella.
—¿El más bajo?— preguntó Bianca
—Sí, todo basado en suposición, pero viendo que hizo lo que le dije, yo creo que sí— dijo Annabeth
—¿Saben? Ya cuando lo dice sí tiene sentido— asintió Leo
—Sí, es de esas cosas muy obvias, pero que te das cuenta hasta que alguien las dice— asintió Piper
—Tú solo eres un cuervo —lo regañó—. Es la categoría más baja. Quédate calladito y déjame hablar con tu pater.
El fantasma se acobardó.
—¡Piedad! ¡Piedad!
—¿Cómo se atreve a hablar si es solo un cuervo?— preguntó Leo negando con la cabeza
—Ay no, con estos cultos que no respetan las jerarquías— dijo Percy rodando los ojos
—Qué rápido se acobardó— masculló Ares
—Es solo un cuervo— señaló Apolo
En la parte delantera de la sala, el pater tembló; Annabeth no tenía claro si de ira o de miedo. El gorro de papa se había ladeado sobre su cabeza como un indicador del nivel de gasolina inclinándose hacia la posición de vacío.
—Ya no se veía muy pater que digamos— comentó Annabeth
—¿Y ya tampoco se parecía al Papa?— preguntó Will
—No, no realmente— dijo Annabeth
—Verdaderamente sabes mucho, gran madre. Tu sabiduría es vasta, razón de más por la que no puedes marcharte. La tejedora nos advirtió de que vendrías.
—La tejedora…
—Claro que sí— resopló Atenea
—Obviamente— asintió Hermes
—Era lo que se esperaba— comentó Perséfone
Embargada por una abrumadora sensación de ansiedad, Annabeth comprendió a lo que se refería el pater: el ser que rondaba en la oscuridad en el sueño de Percy, la guardiana del templo. En ese momento deseó no conocer la respuesta, pero trató de mantener la calma.
Annabeth hizo una mueca, la verdad es que lo dudaba, pero en realidad no quería que viniera en esos libros todo lo que había pasado, no quería volver a oírlo, pero como se veía el asunto, tendría que hacerlo
—La tejedora me teme. No quiere que siga la Marca de Atenea. Pero vosotros me dejaréis pasar.
—¡Debes elegir una prueba! —insistió el pater—. ¡Fuego o daga! ¡Si sobrevives a una, tal vez lo consigas!
—Pues no sé, no suena exactamente al tipo de pruebas donde sobrevives— murmuró Leo
—Irónico que lo digas tú— comentó Piper
—Ya lo sé, gracias— dijo Leo —pero sí son pruebas muy raras
Annabeth miró los huesos de sus hermanos. « Los fracasos de tus predecesores te servirán de guía» . Todos habían elegido una cosa u otra: fuego o daga.
—Entonces no hay una opción correcta— dijo Luke
—Cuéntenos ¿Qué hubieran elegido ustedes?— preguntó Apolo
—Abandonar la misión— dijo Bianca y los chicos se pusieron a reír
—Claro que estoy de acuerdo con Bianca, pero si no se puede, pues elijo jugo— dijo Leo
—Así no se vale, tú eres inmune al fuego— dijo Piper
—Obvio, no voy a escoger algo a lo que no sea inmune— comentó Leo encogiéndose de hombros —además, no sabemos qué tipo de fuego
—Hubiera elegido la opción de desesperarlos hablando hasta que decidan matarme o me den el paso— comentó Zoé
—Concuerdo completamente con ella— dijo Connor
—Y yo— asintió Percy
—Pues siguiendo con la idea de Zoé, yo habría intentado usar embrujahabla— comentó Piper
—Las opciones eran daga o fuego, nada más— se quejó Apolo
—Pero es más fácil que sobrevivas al fuego ¿No?— dijo Chris
—No lo sé, el fuego me parece muy malo— dijo Katie
—Pero depende de hacia donde vaya la daga— dijo Thalia —porque si la daga puede ir a cualquier lugar, prefiero eso, puedo hacer que me den en un punto no mortal
—¿Y si los digo que me meto a su culto?— preguntó Jason
—Sí, sí. También puede ser una buena idea— dijo Travis
—Me deshago de los fantasmas, al final de cuentas siguen siendo eso, fantasmas— dijo Nico
—Ay no, Leo y tú son unos tramposos— argumentó Will
—Bueno, hoy aprendimos que las opciones están para tirarlas a la basura— dijo Apolo
Quizá habían pensado que podían superar la prueba, pero todos habían muerto. Annabeth necesitaba una tercera opción. Se quedó mirando la estatua del altar, que brillaba con más intensidad por momentos.
—Está ejerciendo influencia— dijo Atenea con una mueca de desagrado
—¿Y aún así sus argumentos siguen en pie?— preguntó Hermes
—¡Sí!— dijeron casi todos los chicos
Podía percibir su calor a través de la sala. Su instinto le dictaba que se centrara en la daga o en la antorcha, pero en lugar de ello se concentró en el pedestal de la estatua. Se preguntó por qué sus piernas estaban hundidas en la piedra.
—¿Y por qué?— preguntó Connor
—Porque justo hicieron la estatua cuando se cayó en un hoyo— comentó Apolo con gran seriedad
—Esa fue una broma que aún lo hace enojar— dijo Hermes
—¿O sea que no es verdad?— preguntó Connor
—No— dijo Hermes riendo
—¿No se suponía que eso era un secreto?— preguntó Annabeth
—Un secreto a voces— coincidió Hermes
Entonces cayó en la cuenta: tal vez la pequeña estatua de Mitra no estaba hundida en la roca. Tal vez estaba saliendo de la roca.
—Ni antorcha ni daga —dijo Annabeth con firmeza—. Hay una tercera prueba, y esa será la que pase.
—¿Las piedras?— preguntó Miranda
—¿Aventarte piedras?— dijo Leo
—¿Por qué me aventarían piedras?— señaló Annabeth
—Por lo mismo que te pueden quemar o apuñalar— dijo Leo
—¿Una tercera prueba? —preguntó el pater.
—Mitra nació de una roca —dijo Annabeth, con la esperanza de estar en lo cierto—. Salió completamente desarrollado de una piedra, empuñando su daga y su antorcha.
—Cierto— dijo Apolo
—Me gustaba más la teoría del hoyo— señaló Connor
—A nosotros también, pero te digo que no le hace gracia— dijo Apolo
Los gritos y gemidos le indicaron que su conjetura había sido correcta.
—¡La gran madre lo sabe todo! —gritó un fantasma—. ¡Es nuestro secreto mejor guardado!
« Entonces tal vez no deberíais colocar una estatua sobre el tema en vuestro altar» ,
—Detalles— dijo Will
—Pero supongo que les tengo que dar las gracias por ser tan idiotas— dijo Annabeth
—Nunca pensé que eso fuera motivo de agradecimiento— comentó Percy
—¿Nadie te ha agradecido todavía?— preguntó Thalia riendo
—Eres una grosera, no tienes respeto por mi mamá— dijo Percy negando con la cabeza
—A tu mamá sí la respeto— dijo Thalia
—Pues no parece— señaló Percy
pensó Annabeth. Sin embargo, estaba agradecida a aquellos estúpidos fantasmas. Si hubieran permitido a las guerreras participar en su culto, habrían aprendido a tener sentido común.
—Definitivamente— coincidió Artemisa
—Por supuesto que sí— dijo Zoë —los secretos seguirían siendo secretos
—Pero no podemos esperar mucho de ellos— dijo Thalia
Annabeth señaló teatralmente la pared por la que había venido.
—¡Yo también nací de la piedra, como Mitra! ¡Por lo tanto, he pasado la prueba!
—¡Bah! —le espetó el pater—. ¡Tú has salido de un agujero en la pared! No es lo mismo.
—Bueno, no fue tan imbécil— dijo Hazel
—Obvio, porque uno es un agujero en la pared y lo otro es un agujero en el suelo— asintió Travis
—Pero siento que es más cool el de la pared— comentó Leo
—Definitivamente— dijo Percy
De acuerdo. Por lo visto el pater no era un tonto rematado, pero Annabeth no perdió la confianza. Echó un vistazo al techo, y se le ocurrió otra idea; todos los detalles encajaron.
—Bueno, fue una buena idea, más o menos— dijo Annabeth
—Una idea muy arriesgada al parecer— dijo Percy
—Tal vez, pero era mejor que enfrentarme a sus pruebas— comentó Annabeth
—Controlo las piedras —levantó los brazos—. Os demostraré que mi poder es superior al de Mitra. Con un solo golpe, derribaré esta cueva.
—No estoy seguro de que esa sea una buena idea— señaló Hades
—A mí me parece una idea brillante— dijo Apolo
—Para lograr el pasó sí, pero no sabe si hay algo debajo— dijo Hades
—Pero debe de haber algo— dijo Apolo
—O a qué tan profundo es— argumentó Hades
Los fantasmas empezaron a gemir, a temblar y a mirar el techo, pero Annabeth sabía que no veían lo mismo que ella. Aquellos fantasmas eran guerreros, no ingenieros. Los hijos de Atenea tenían muchas aptitudes, no solo en el combate.
—Y más si han estudiado cosas de arquitectura— señaló Piper con una sonrisa
Annabeth le devolvió la sonrisa —Sí, no debieron estar tan satisfechos de sí mismos
Annabeth había estudiado arquitectura durante años. Sabía que esa antigua cámara estaba a punto de venirse abajo. Reconocía las fracturas de la presión, que emanaban de un único punto: la parte superior del arco de piedra situado justo encima de ella.
—Pero te podría aplastar— comentó Hazel
—Pero también podría no hacerlo— dijo Annabeth
—Dioses— murmuró Percy
El coronamiento estaba a punto de desmoronarse, y cuando eso ocurriera, suponiendo que pudiera calcular correctamente el momento…
—¡Imposible! —gritó el pater—.
—Me está cayendo mal— dijo Leo
—¿A penas?— preguntó Percy —yo creo que te tardaste un poquito
—Es que le estaba dando una oportunidad— dijo Leo —pero ya pasó el periodo de prueba
La tejedora nos ha ofrecido muchos tributos para que destruyamos a todo hijo de Atenea que ose entrar en nuestro templo. Y nunca la decepcionamos. No podemos dejarte pasar.
—Bueno, no puedo creer que se hayan unido con ella— comentó Hermes
—Yo no entiendo que ganaban con eso— dijo Katie
—Tributos— señaló Leo
—Sí pero se supone que es un culto a un dios— dijo Katie
—Un dios que vino a reemplazar a Atenea— dijo Rachel —¿Y qué mejor manera de estar sobre la diosa que reemplazó que escondiendo una estatua tan importante?
—Esa es una buena suposición— dijo Apolo —pero también solo podrían ser ellos, sin la influencia de Mitra
—Lo dudo— comentó Afrodita mirando sus uñas —sus seguidores eran una representación bastante fiel de cómo él era en realidad
—¡Entonces temes mi poder! —dijo Annabeth—. ¡Reconoces que yo podría destruir vuestra cámara sagrada!
El pater frunció el entrecejo. Se puso derecho el gorro con inquietud.
—Sí, yo entendí lo mismo— coincidió Percy
—Era muy obvio ¿Verdad?— dijo Annabeth
—Por supuesto que sí— asintió Percy
Annabeth sabía que lo había puesto en una situación imposible. No podía echarse atrás sin parecer un cobarde.
—Me encanta cuando ponen a las personas tan idiotas como él en esas situaciones— asintió Dionisio complacido
Los chicos del Campamento Mestizo intercambiaron una mirada
—Haz lo que quieras, hija de Atenea —decidió—. Nadie puede derribar la cueva de Mitra, y menos de un solo golpe. ¡Y menos aún una chica!
—Qué idiota— resopló Artemisa
—Bastante idiota, ojalá le haya tocado la parte más pesada de la cueva— dijo Piper
—Ya está muerto— señaló Annabeth
—Sí, pero de todos modos— dijo Piper
Annabeth levantó la daga. El techo era bajo. Podía llegar fácilmente al coronamiento, pero tendría que aprovechar su único golpe. La puerta situada detrás de ella estaba bloqueada, pero en teoría, si la sala empezaba a desplomarse, los ladrillos se volverían endebles y se desmoronarían.
Varios de los chicos empezaron a mirar con aprehensión del libro a Annabeth porque a pesar de las bromas y todo, sabían lo peligrosa que era la misión y en realidad el derrumbe de la cueva podría ser contraproducente para ella. Zoé y Charles también intercambiaron una mirada que parecía expresar exactamente la misma preocupación, no sabía más que la estatua había sido rescatada ¿Qué tan mala había sido esa misión y por qué no sabían nada?
Debería poder abrirse paso antes de que todo el techo se viniera abajo; suponiendo, claro está, que hubiera algo detrás de la pared de ladrillo, no solo tierra sólida; y suponiendo que Annabeth fuera lo bastante rápida y lo bastante fuerte y tuviera la suficiente suerte.
—Esperemos que sí— dijo Perséfone
—Hay muchas suposiciones— dijo Atenea
—Pues sí, pero tal vez, no sé, si tuviera ayuda o algo así sería más fácil— señaló Poseidón
Atenea le dio una mirada asesina
De lo contrario, estaba a punto de convertirse en una tortita semidivina.
—Y no queremos eso— dijo Apolo
—No definitivamente no me gustaría eso— dijo Annabeth
—Por supuesto que no— comentó Percy
—Bueno, chicos —dijo—. Parece que habéis elegido al dios de la guerra equivocado.
Golpeó el coronamiento. La hoja de bronce celestial lo hizo añicos como si fuera un terrón de azúcar. Por un instante no pasó nada.
—Típico— dijo Leo
—Sí, fue bastante malo que no pasara nada tan al principio— dijo Annabeth
—Porque les sigue dando tiempo de regodearse— coincidió Chris
—¡Ja! —se regodeó el pater—. ¿Lo ves? ¡Atenea no tiene ningún poder aquí!
La sala tembló. Una fisura recorrió el techo a lo largo, y el otro extremo de la caverna se desplomó y sepultó el altar y al pater.
—Por fin— dijo Travis
—Genial, aunque me hubiera gustado que sufrieran más y se arrepintiera por ser tan idiotas— comentó Rachel y todos la voltearon a ver con incredulidad —¿Qué? No lo nieguen, también lo querían
Se abrieron más grietas. De los arcos cayeron ladrillos. Los fantasmas gritaban y huían, pero no podían atravesar las paredes. Al parecer, no podían salir de esa cámara ni siquiera muertos.
—Una mala manera de descubrirlo— comentó Nico
—¿Eso es suficiente sufrimiento para ti?— preguntó Reyna
—No realmente, esperaba que le ofrecieran disculpas de rodilla mientras entendían que son idiotas— dijo Rachel
—No creo que les haya ni dado tiempo de pensarlo— comentó Annabeth
Annabeth se volvió. Embistió contra la entrada con todas sus fuerzas, y los ladrillos cedieron. Mientras la cueva de Mitra implosionaba detrás de ella, se lanzó a la oscuridad y se sorprendió cayendo.
—Y esa no es tan buena noticia— dijo Apolo
—Esperamos que no sea mucha distancia— dijo Perséfone
Pero atenea miró a su hija con algo parecido al orgullo, había sobrevivido la primera prueba, básicamente llegó a donde nadie más lo había hecho, aunque sabía que la dificultad iba a aumentar, pero definitivamente esa chica estaba demostrando ser una verdadera heroína.
—Bueno, el capítulo se acabó— dijo Hades —¿Quién va a leer?
—No, espera. Tenemos una historia que contar— dijo Apolo
—Nooo— se quejó Percy
A Helena le gustaba estar ahí leyendo los libros, algunas bromas no las entendía del todo, pero otras eran divertidas. Ella no quería regresar a su casa, bueno, en realidad ya ni siquiera tenía casa a la que regresar, así que aquí era diferente, muy diferente de la vida que había llevado antes del ataque, pero era acogedor y era mejor que estar en la calle escondiéndose de los monstruos. Thom y ella no tenían armas, nadie les había querido dar una, así que siempre se tenían que esconder tras los demás y claro, los monstruos le daban mucho miedo y ganas de llorar, pero también quería defenderse. Ella y su hermano eran pequeños, pero no eran ningunos tontos, sabían que no tenían a dónde regresar, y tampoco tenían con quién, y si las cosas seguían igual iba a ir a ese momento todo feo, ni siquiera les habían dado tiempo de procesar, de llorar o algo, simplemente estaba en un lugar y de repente estaba en otro en donde ni siquiera había nacido, era bastante raro.
Y bueno, esperaba no regresar ahí, aunque pues todos sus recuerdos estaban en el lugar de donde venía. Y uno de sus más recientes recuerdo era sobre su cumpleaños, de hecho, su cumpleaños había sido apenas un par de semanas antes del ataque, claro que ya intuían que algo estaba mal con las fallas de las protecciones de los campamentos, pero aún así sus papás festejaron su cumpleaños (de ella y Thom) como si nada de lo que estaba pasando importara.
A ella y a su hermano les encantaba disfrazarse, de princesas, príncipes, superhéroes o cualquier cosa que les gustara en el momento, así que en ese cumpleños ambos hermanos habían decidido ser súper héroes, no importaba de qué equipo, solo superhéroes. Ella estaba disfrazada de la Mujer Maravilla y Thom de Iron man, de hecho su disfraces habían sido un regalo del tío Leo y funcionaban increíble, eran geniales, casi se sentían como verdaderos superhéroes. Además todos sus amigos y también algunos adultos iban disfrazados, Bianca peleaba con Charles porque se había disfrazado del Capitán América, el tío Percy había ido disfrazado de Aquaman, el tío Leo de Batman, mientras que Sam y Esperanza iban de Black Panter y Scarlet Witch respectivamente, todo era muy divertido
—¿Se están divirtiendo?— preguntó su padre con una sonrisa, iba disfrazado de Superman, mientras ella y su hermano tenían las mejillas sonrojadas por las risas
—¡Sí, mucho!— asintió Thom
—¡Gracias!— dijo Helena abrazándolo
—No hay de qué, princesa, perdón, Mujer Maravilla— dijo su papá abrazándola más fuerte
—¿Quieres jugar?— preguntó Thom
—Sí, déjame encontrar a Piper porque su pastel de cumpleaños no va a estar seguro si ella está cerca— bromeó y los dejó jugando
Unos momentos más tarde Helena vio a sus padres riéndose y pasándola increíblemente genial, eran así cuando estaban juntos y siempre estaban con ellos, como si no quisieran perderse ni una parte de su vida.
Luego sus padres se empezaron a besar
—¡Ewwww!— chillaron ella y su hermano
—Que groseros son ustedes dos— dijo su mamá —¿Están listos para partir el pastel?
—¡Sí!
—Nada de soplarle a la velita de cumpleaños del otro— comentó su papá
Ambos niños asintieron de acuerdo. Viendo a su familia enfrente de ellos cuando los subieron a una silla para apagar su velita se volvieron a sentir como superhéroes, era muy lindo verlos a todos, y quería seguirlos viendo siempre, lamentablemente después de apagar la velita, el deseo no se cumplió.
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