sábado, 18 de septiembre de 2021

Viaje al mar

  VIAJE AL MAR

Poseidón sonrió -Claro... No es el mejor momento, pero ¿Cuándo lo es? Además, todos necesitamos un descanso antes de leer las aventuras de mi hijo suicida... ¡Vamos!...

-Qué se diviertan- dijo Afrodita guiñando un ojo a Ares, quien salió detrás de la diosa

Frank, Piper y Clarisse miraban horrorizados

Apolo y Artemisa se apresuraron a ir en busca de Hermes para consolarlo un poco, los demás dioses charlaban y discutían un poco sobre la lectura

-Acérquense- dijo Poseidón

Los semidioses lo rodearon, Poseidón hizo un ademán y de repente ya no estaban en el Olimpo, se encontraban en un barco lo suficientemente grande para todos, en el medio del océano Atlántico en trajes de baño, algunos chicos olvidaron como se respira

-Papá ¿Por qué no simplemente nos apareciste en el mar?

-Eh tenido malas experiencias, hay veces que incluso a los dioses les da miedo el mar, mejor estar preparados, no es lo mismo estar en el océano con un barco, a estar completamente solo- Poseidón sonrió

Algunos semidioses miraban al mar con felicidad, otros con ansia y otro más con pánico

-De acuerdo escuchen, cada uno podrá respirar y soportar la presión durante un tiempo, váyanse con cuidado que no será eterno, no creo que ninguna criatura intente hacerles daño mientras estoy yo aquí, pero nunca se sabe, no las molesten y no se alejen demasiado ¿Entendido?

Los semidioses asintieron

-Perfecto, entonces solo salten del barco

Percy y Annabeth saltaron sin dudarlo, cuando estaban en el agua ambos se tomaron de la mano y se fueron hacia las profundidades

Rachel, Clarisse, Thalia, los Stoll, Will, Frank y Piper saltaron después, todos se dispersaron, excepto los últimos tres

-Vamos Jason, solo salta- habló Piper

Jason tragó saliva -¿Es seguro?

Poseidón, que aún seguía en el barco, sonrió, sabía que podía pasar eso, al igual que Percy volando, los hijos de sus hermanos no se sentían seguros en el mar, no importaba si eran griegos o romanos -Por supuesto que es seguro, no soy como tu padre, mira tu hermana ha saltado

Jason miró a su hermana, quien jugaba con algunos peces, al parecer le tenía miedo a las alturas, pero con el mar no tenía ningún problema

-Jason, si no quieres hacerlo, no hay problema, subiré contigo- dijo Piper

-No... Uh... Tú fuiste la de la idea... Quieres esto, lo haré- dijo determinado - lo haré por ti

-Jason no...

-¿Es completamente seguro?- volvió a preguntar

-Sí- respondió Poseidón

Cerrando los ojos, Jason saltó, Piper lo abrazó y besó suavemente -Eso fue muy valiente

Jason estaba un poco pálido, pero sonrió -lo que sea por ti, esto no está tan mal

Algunos peces grandes y pequeños se les acercaron, ambos chicos se tomaron de las manos y descendieron lentamente

Por otro lado, Frank y Will tenían el mismo problema, Nico y Hazel se negaban a saltar

-Vamos Haz, no va a pasar nada- Frank sonrió tranquilo -yo te voy a cuidar, sabes que nunca permitiría que te pasara algo

Hazel vaciló durante un minuto y luego saltó

Ahora Frank, Hazel y Will miraban al único integrante (aparte de Poseidón) que quedaba en el barco

-Salta Nico- dijo su hermana -esto no es tan malo

-No, no pienso hacerlo

Poseidón sonrió paciente, recordaba que a sus hermanos a veces también les costaba entrar -No va a pasar nada, Nico...

Nico negaba -No pienso hacerlo

-Vamos Nicks...

-No me llames así, Solace...

-¿Lo harías por una cajita feliz?

-No

-¿Por cinco?

Nico pareció considerarlo -No

-Nico, por favor- pidió Hazel

Will susurró algunas palabras a Hazel que Nico no pudo oír y luego la chica se alejó

-¿Qué te parecen 10 cajitas felices?

-Eso suena tentador- admitió Nico

-Entonces salta

-Está muy hondo

-¿Confías en mí?- preguntó suavemente Will

Nico vaciló solo un segundo -Sí

-Entonces vamos, te prometo que no te dejaré solo ni un momento

Nico enrojeció, miró a Poseidón quien fingía no oír la conversación

-Sonaba más tentadora la oferta de las cajitas

Will rió -Tendrás las cajitas y a mí, dos por uno, vamos, sabes que quieres hacerlo

Nico titubeó un momento más y luego saltó, aterrizó a lado de Will

Poseidón sonreía, les estaba tomando cariño a esos chicos, se metió al mar...

Percy y Annabeth se besaban, había criaturas a su alrededor como si fuera un espectáculo solo para ellos

Piper, Jason, Thalia, Rachel y los hermanos Stoll jugaban con algunos peces, hipocampos y uno que otro tiburón pequeño, a algo parecido a "las traes", Jason había recuperado algo de color y estaba riendo

Clarisse nadaba de un lado para otro haciendo carreritas con algunos tiburones

Frank cambiaba de forma (Poseidón tenía que preguntar cómo hacía eso) y hacía reír a Hazel cuando los peces retrocedían asustados por su continuo cambio

Nico y Will charlaban sobre cuántas cajitas felices Will le debía, aunque aún seguían con las manos entrelazadas

Poseidón suspiró, si el plan de Las Moiras tenía éxito, esta podía ser una gran familia

-Papá- la voz de Percy lo sacó de sus pensamientos -necesito tu ayuda

-¿Es algo malo?

-No- Percy miró a Annabeth, quien se había unido al juego de las traes -Escucha...

...-Te ayudaré- dijo Poseidón con una sonrisa, cuando Percy acabó su petición

-Gracias

Percy regresó hasta donde se encontraba su novia

Nadie tenía idea de cuento tiempo había pasado, todo esto era muy divertido, ver tiburones, peces, corales, sentir la marea, la presión, sentirse pequeño en la inmensidad del océano, incluso después de todo, Jason, Hazel y Nico lo estaban disfrutando, sin embargo, la diversión no es eterna, lo que sea que hubiera hecho Poseidón se estaba agotando, necesitaban el aire y la presión se empezaba a sentir (excepto para Percy y Annabeth, ya que el primero la protegía).

Cuando Poseidón se dio cuenta, sacó inmediatamente a todos y los puso de nuevo en el barco, al salir se dieron cuenta que el sol se había metido

-Eso fue maravilloso- dijo Piper feliz

-No está mal cuando te acostumbras- dijo Jason

-El mar es precioso- suspiró Hazel

Y como para confirmar sus palabras, en el mar empezaron a aparecer pequeños flashes de luces

-¿Qué es eso?- preguntó Nico

-Algunos animales del mar poseen bioluminiscencia- explicó Poseidón -algunas medusas y ctenóforos** eso ayuda a atraer presas

Los chicos miraban fascinados la danza de luces

-Este ha sido un viaje increíble, muchas gracias Señor Poseidón- dijo Piper

Los semidioses corearon un gracias

-De nada, pero después de un viaje tan fascinante, es hora de volver al Olimpo

Leyendo Percy Jackson y el ladrón del rayo, capítulo 22

 LA PROFECÍA SE CUMPLE

-Yo leo- se ofreció Artemisa -el capítulo se llama la profecía se cumple- miró de reojo a Hermes que se había puesto pálido

Todos tenían una buena hipótesis sobre lo que faltaba

Habíamos sido los primeros héroes en regresar vivos a la colina Mestiza desde Luke, así que todo el mundo nos trataba como si hubiéramos ganado algún reality show. Según la tradición del campamento, nos ceñimos coronas de laurel en el gran festival organizado en nuestro honor, y después dirigimos una procesión hasta la hoguera, donde debíamos quemar los sudarios que nuestras cabañas habían confeccionado en nuestra ausencia.

La mortaja de Annabeth era tan bonita —seda gris con lechuzas de plata bordadas—, que le comenté que era una pena no enterrarla con ella.

-Era una broma- dijo Percy -por favor, no se te ocurra nunca tomarme la palabra

-Claro que no, sesos de algas, pero tú tampoco lo vayas a hacer

Ambos se dieron un beso lento y lleno de amor

Me dio un puñetazo y me dijo que cerrara el pico.

Como era hijo de Poseidón, no había nadie en mi cabaña, así que la de Ares se había ofrecido voluntaria para hacer la mía. A una sábana vieja le habían pintado una cenefa con caras sonrientes con los ojos en cruz, y la palabra PRINGADO bien grande en medio. Moló quemarla.

Ares sonrió a Clarisse

-Lo hicimos con todo nuestro cariño, Prissy- dijo la chica con sarcasmo

Mientras la cabaña de Apolo dirigía el coro y nos pasábamos sándwiches de galleta, malvaviscos y chocolate, me senté rodeado de mis antiguos compañeros de la cabaña de Hermes, los amigos de Annabeth de la cabaña de Atenea y los colegas sátiros de Grover, que estaban admirando la recién expedida licencia de buscador que le había concedido el Consejo de los Sabios Ungulados.

Se oyeron varias felicitaciones para el sátiro, de parte de los semidioses y uno que otro dios

El consejo había definido la actuación de Grover en la misión como: « Valiente hasta la indigestión. Nada que hayamos visto hasta ahora le llega a la base de las pezuñas» .

Los únicos que no tenían ganas de fiesta eran Clarisse y sus colegas de cabaña, cuyas miradas envenenadas me indicaban que jamás me perdonarían por haber avergonzado a su padre.

-Y aún no te hemos perdonado

-Ya sé que me amas, Clarisse- dijo Percy riendo

-En tus sueños Jackson, mis gustos no son malos

-¡Hey!- gritó Annabeth

-Ajá- murmuró Percy

Por mí, bien. Ni siquiera el discurso de bienvenida de Dionisio iba a amargarme el ánimo.

Sí, sí, vale, así que el mocoso no ha acabado matándose, y ahora se lo tendrá aún más creído.

-Percy nunca ha sido creído- dijo Hazel

Bien, pues hurra. Más anuncios: este sábado no habrá regatas de canoas...

Regresé a la cabaña 3, pero ya no me sentía tan solo. Tenía amigos con los que entrenar por el día. De noche, me quedaba despierto y escuchaba el mar, consciente de que mi padre estaba ahí fuera. A lo mejor aún no estaba muy seguro de mí, o de verdad prefería que no hubiese nacido, pero vigilaba. Y hasta el momento, se sentía orgulloso de lo que había hecho.

-Me siento muy orgullosos- sonrió Poseidón

Y en cuanto a mi madre, tenía la ocasión de empezar una nueva vida. Recibí la carta una semana después de mi llegada al campamento. Me contaba que Gabe había desaparecido misteriosamente; de hecho, que había desaparecido de la faz de la tierra. Lo había denunciado a la policía, pero tenía el extraño presentimiento de que jamás lo encontrarían.

En otro orden de cosas, mamá acababa de vender su primera escultura de hormigón tamaño natural, titulada El jugador de póquer, a un coleccionista a través de una galería de arte del Soho.

Artemisa sonrió satisfecha

-¡Esa mortal me encanta!- gritó Ares ganándose una mala mirada de Poseidón

Había obtenido tanto dinero que había pagado la fianza para un piso nuevo y la matrícula del primer semestre en la Universidad de Nueva York. La galería del Soho le había pedido más esculturas, que definían como « un gran paso hacia el neorrealismo superfeo» .

« Pero no te preocupes —añadía mi madre—. La escultura se ha acabado. Me he deshecho de aquella caja de herramientas que me dejaste. Ya es hora de que vuelva a escribir... —Al final incluía una posdata—: Percy, he encontrado una buena escuela privada en la ciudad. He dejado un depósito, por si quieres matricularte en séptimo curso. Podrías vivir en casa. Pero si prefieres quedarte interno en la colina Mestiza, lo entenderé» .

Doblé la carta con cuidado y la dejé en mi mesita de noche. Todas las noches antes de dormirme, volvía a leerla e intentaba decidir cómo responderle.

-Tal vez sería mejor que te quedaras, bro

-Bueno... Tal vez habría sido lo mejor- dijo Percy

El 4 de julio, todo el campamento se reunió junto a la playa para asistir a unos fuegos artificiales organizados por la cabaña 9. Dado que eran los hijos de Hefesto, no se conformarían con unas cutres explosioncitas rojas, blancas y azules.

-Mis hijos no podrían conformarse con menos- dijo Hefesto

Habían anclado una barcaza lejos de la orilla y la habían cargado con cohetes tamaño misil. Según Annabeth, que había visto antes el espectáculo, los disparos eran tan seguidos que parecerían fotogramas de una animación. Al final aparecería una pareja de guerreros espartanos de treinta metros de altura que cobrarían vida encima del mar, lucharían y estallarían en mil colores.

Hefesto sonrió satisfecho

Mientras Annabeth y yo extendíamos la manta de picnic, apareció Grover para despedirse. Vestía sus vaqueros habituales, una camiseta y zapatillas, pero en las últimas semanas tenía aspecto de mayor, casi como si fuera al instituto. La perilla de chivo se le había vuelto más espesa. Había ganado peso y los cuernos le habían crecido tres centímetros, así que ahora tenía que llevar la gorra rasta todo el tiempo para pasar por humano.

Me voy —dijo—. Sólo he venido para decir... Bueno, ya sabéis.

Intenté alegrarme por él. Al fin y al cabo, no todos los días un sátiro era autorizado a partir en busca del gran dios Pan. Pero costaba decir adiós.

-También a mí me costó mucho dejarlos- dijo Grover

Annabeth y Percy abrazaron a Grover

Sólo conocía a Grover desde hacía un año, pero era mi amigo más antiguo.

-Y tú el mío- asintió el sátiro

Annabeth le dio un abrazo y le recordó que no se quitara los pies falsos.

Yo le pregunté dónde buscaría primero.

Es... ya sabes, un secreto —me contestó—. Ojalá pudierais venir conmigo, chicos, pero los humanos y Pan...

Lo entendemos —le aseguró Annabeth—. ¿Llevas suficientes latas para el camino?

Sí.

¿Y te acuerdas de las melodías para la flauta?

-Annabeth en su papel de mamá controladora- rió Piper

Jo, Annabeth —protestó—. Pareces tan controladora como mamá cabra.

Piper y Grover chocaron los cinco

Agarró su cayado y se colgó una mochila del hombro. Tenía el aspecto de cualquier autoestopista de los que se ven por las carreteras: no quedaba nada del pequeño sietemesino al que yo defendía de los matones en la academia Yancy.

Bueno —dijo—, deseadme suerte.

Abrazó otra vez a Annabeth. Me dio una palmada en el hombro y se alejó entre las dunas.

Los fuegos artificiales surgieron entre explosiones en el cielo: Hércules matando al león de Nemea, Artemisa tras el jabalí, George Washington (que, por cierto, era hijo de Atenea) cruzando el río Delaware.

¡Eh, Grover! —le grité. Se volvió en la linde del bosque—. Dondequiera que vayas, espero que hagan buenas enchiladas.

Grover gimió -No hacían buenas enchiladas

Él sonrió y al punto desapareció entre los árboles.

Volveremos a verlo —dijo Annabeth.

Intenté creerlo. El hecho de que ningún buscador hubiera regresado antes tras dos mil años... En fin, decidí que prefería no pensar en aquello. Grover sería el primero. Sí, tenía que serlo.

-Gracias por la confianza- añadió Grover con una sonrisa

Transcurrió julio.

Pasé los días concibiendo nuevas estrategias para capturar la bandera y haciendo alianzas con las otras cabañas para mantener las zarpas de la cabaña de Ares lejos del estandarte. Conseguí subir por primera vez el rocódromo sin que me quemara la lava.

De vez en cuando pasaba junto a la Casa Grande, miraba las ventanas del desván y pensaba en el Oráculo. Intentaba convencerme de que su profecía se había cumplido.

-Es lo mismo que digo yo- resopló Hermes

« Irás al oeste, donde te enfrentarás al dios que se ha rebelado» . Había estado allí, y lo había hecho: aunque el dios traidor había resultado Ares en vez de Hades.

« Encontrarás lo robado y lo devolverás» . Hecho. Marchando una de rayo maestro. Marchando otra de yelmo de oscuridad para la cabeza grasienta de Hades.

« Serás traicionado por quien se dice tu amigo» . Este vaticinio seguía preocupándome. Ares había fingido ser mi amigo y después me había traicionado. Eso debía de ser lo que quería decir el Oráculo...

« Al final, no conseguirás salvar lo más importante» . Había fracasado en salvar a mi madre, pero sólo porque había dejado que se salvara ella misma, y sabía que eso era lo correcto. Así pues, ¿por qué seguía intranquilo?

La última noche del curso estival llegó demasiado rápido.

Los campistas cenamos juntos por última vez. Quemamos parte de nuestra cena para los dioses. Junto a la hoguera, los consejeros mayores concedían las cuentas de « fin de verano» .

Yo obtuve mi propio collar de cuero, y cuando vi la cuenta de mi primer verano, me alegré de que el resplandor del fuego enmascarara mi sonrojo. Era completamente negra, con un tridente verde mar brillando en el centro.

La elección fue unánime —anunció Luke—. Esta cuenta conmemora al primer hijo del dios del mar en este campamento, ¡y la misión que llevó a cabo hasta la parte más oscura del inframundo para evitar una guerra!

-En realidad, sí fue unánime- dijo Travis

-Aunque no lo creas, todos logramos ponernos de acuerdo- coincidió Connor

El campamento entero se puso en pie y me vitoreó. Incluso la cabaña de Ares se vio obligada a levantarse. La cabaña de Atenea empujó a Annabeth hacia delante para que compartiese el aplauso.

-Era lo justo- dijeron los Stoll

No estoy seguro de que vuelva a sentirme tan contento o triste como en aquel momento. Por fin había encontrado una familia, gente que se preocupaba por mí y que pensaba que había hecho algo bien. Pero, por la mañana, la mayoría se marcharía a pasar el año fuera.

A la mañana siguiente encontré una carta formal en mi mesilla de noche.

Sabía que la había escrito Dionisio, porque se empeñaba en escribir mi nombre mal:

Apreciado Peter Johnson:

Si tienes intención de quedarte en el Campamento Mestizo todo el año, debes notificarlo a la Casa Grande antes de mediodía de hoy. Si no anuncias tus intenciones, asumiremos que has dejado libre la cabaña o has muerto víctima de un final horrible. Las arpías de la limpieza empezarán a trabajar al atardecer. Tienen permiso para comerse a cualquier campista no autorizado.

-Es bueno saberlo- bufó Poseidón

Todos los artículos personales que olvidéis serán incinerados en el foso de lava.

¡Que tengas un buen día!

Sr. D. (Dionisio)

Director del Campamento N.° 12 del Consejo Olímpico

Ése es otro de los problemas del THDA. Las fechas límite no son reales para mí hasta que las tengo encima. El verano había terminado y yo seguía sin informar a mi madre, o al campamento, sobre si me quedaría o no. Y ahora sólo tenía unas horas para decidirlo.

La decisión debería haber sido fácil. Quiero decir que se trataba de escoger entre nueve meses entrenando para ser un héroe o nueve meses sentado en una clase... En fin.

Supongo que debía tener en cuenta a mi madre. Por primera vez tenía la oportunidad de vivir con ella un año sin la molesta presencia de Gabe. Podría sentirme cómodo en casa y pasear por la ciudad en mi tiempo libre. Recordaba las palabras de Annabeth durante nuestra misión: « Los monstruos están en el mundo real. Ahí es donde descubres si sirves para algo o no» .

Pensé en el destino de Thalia, hija de Zeus.

-Sabía que me amabas, primito- dijo Thalia burlona

Me preguntaba cuántos monstruos me atacarían si abandonaba la colina Mestiza. Si me quedaba en casa todo el año académico, sin Quirón o mis otros amigos para ayudarme, ¿llegaríamos mi madre y yo vivos al siguiente verano? Eso suponiendo que los exámenes de deletrear y las redacciones de cinco párrafos no acabaran conmigo. Decidí bajar al estadio y practicar un poco con la espada. Quizá eso me aclararía las ideas.

-Suele relajarme- dijo Percy al ver todas las miradas en él

Las instalaciones del campamento, casi desiertas, refulgían al calor de agosto. Los campistas estaban en sus cabañas recogiendo, o de aquí para allá con escobas y mopas, preparándose para la inspección final. Argos ayudaba a algunas chicas de Afrodita con sus maletas de Gucci y juegos de maquillaje colina arriba, donde el miniautobús del campamento esperaba para llevarlas al aeropuerto.

« Aún no pienses en marcharte —me dije—. Sólo entrena» .

Me acerqué al estadio de los luchadores de espada y descubrí que Luke había tenido la misma idea. Su bolsa de deporte estaba al borde de la tarima. Trabajaba solo, entrenando contra maniquíes con una espada que nunca le había visto. Debía de ser de acero normal, porque estaba rebanándoles las cabezas a los maniquíes, abriéndoles las tripas de paja. Tenía la camiseta naranja de consejero empapada de sudor. Su expresión era tan intensa que su vida bien habría podido estar en peligro.

Thalia suspiró

Lo observé mientras destripaba la fila entera de maniquíes, les cercenaba las extremidades y los reducía a una pila de paja y armazón.

Sólo eran maniquíes, pero aun así no pude evitar quedar fascinado con la habilidad de Luke. El tío era un guerrero increíble. Una vez más me pregunté cómo podía haber fallado en su misión.

Al final me vio y se detuvo a medio lance.

Percy.

Oh... perdona. Yo sólo...

No pasa nada —dijo bajando la espada—. Sólo estoy haciendo unas prácticas de última hora.

Esos maniquíes ya no molestarán a nadie más.

Luke se encogió de hombros.

Los reponemos cada verano.

Entonces vi en su espada algo que me resultó extraño. La hoja estaba confeccionada con dos tipos de metal: bronce y acero. Luke se dio cuenta de que estaba mirándola.

¿Ah, esto? Un nuevo juguete. Ésta es Backbiter.

Vaya.

Luke giró la hoja a la luz de modo que brillara.

Bronce celestial y acero templado —explicó—. Funciona tanto en mortales como en inmortales.

Algunos dioses vieron preocupados a Hermes, ya que no dejaba de apretar los apoyabrazos de su trono

Pensé en lo que Quirón me había dicho al empezar mi misión: que un héroe jamás debía dañar a los mortales a menos que fuera absolutamente necesario.

No sabía que se podían hacer armas como ésa.

Probablemente no se puede —coincidió Luke—. Es única. —Me dedicó una sonrisita y envainó la espada—. Oye, iba a buscarte. ¿Qué dices de una última incursión en el bosque, a ver si encontramos algo para luchar?

No sé por qué vacilé.

-Pero aun así fuiste- susurró Annabeth

Debería haberme alegrado que Luke se mostrara tan amable. Desde mi regreso se había comportado de forma algo distante. Temía que me guardara rencor por la atención que estaba recibiendo.

¿Crees que es buena idea? —repuse—. Quiero decir...

Oh, vamos. —Rebuscó en su bolsa de deporte y sacó un pack de seis latas de Coca-Cola—. Las bebidas corren de mi cuenta.

Miré las Coca-Colas, preguntándome de dónde demonios las habría sacado. No había refrescos mortales normales en la tienda del campamento, y tampoco era posible meterlos de contrabando, salvo quizá con la ayuda de un sátiro.

Quirón bufó

Por supuesto, las copas mágicas de la cena se llenaban de lo que querías, pero no sabía exactamente igual que la Coca-Cola.

Azúcar y cafeína. Mi fuerza de voluntad se desplomó.

Nico rodó los ojos

Claro —decidí—. ¿Por qué no?

Bajamos hasta el bosque y dimos una buena caminata buscando algún monstruo, pero hacía demasiado calor. Todos los monstruos con algo de seso estarían haciendo la siesta en sus fresquitas cuevas. Encontramos un lugar en sombra junto al arroyo donde le había roto la lanza a Clarisse durante mi primera partida de capturar la bandera.

Clarisse bufó -Por supuesto, tenías que recordarlo

Nos sentamos en una roca grande, bebimos las Coca-Colas y observamos el paisaje.

Al cabo de un rato, Luke preguntó:

¿Echas de menos ir de misión?

¿Con monstruos atacándome a cada paso? ¿Estás de broma? —Luke arqueó una ceja—. Vale, lo hecho de menos —admití—. ¿Y tú?

-Es un poco emocionante- admitió Percy

Annabeth asintió de acuerdo

Su rostro se ensombreció.

Estaba acostumbrado a oír decir a las chicas lo guapo que era Luke, pero en aquel instante parecía cansado, enfadado y nada atractivo. Su pelo rubio se veía gris a la luz del sol. La cicatriz de su rostro parecía más profunda de lo normal. Fui capaz de imaginarlo de viejo.

Llevo viviendo en la colina Mestiza desde que tenía catorce años —dijo—. Desde que Thalia... Bueno, ya sabes... He entrenado y entrenado y entrenado. Jamás conseguí ser un adolescente normal en el mundo real. Después me asignaron una misión, pero cuando volví fue como si me dijeran: « Hala, ya se ha terminado la diversión. Que tengas una buena vida» .

Arrugó su lata y la arrojó al arroyo,

-Eso no está para nada bien- gruñó Grover

lo cual me dejó alucinado de verdad.

Una de las primeras cosas que aprendes en el Campamento Mestizo es a no ensuciar. De lo contrario, las ninfas y las náyades te lo hacen pagar: cualquier día te metes en tu cama y te la encuentras llena de ciempiés y de barro.

-Me pasó- confesó Percy -desde ese día nunca he vuelto a ensuciar

A la porra con las coronas de laurel —dijo Luke—. No voy a terminar como esos trofeos polvorientos en el desván de la Casa Grande.

¿Piensas marcharte?

Luke me sonrió maliciosamente.

Pues claro que sí, Percy. Te he traído aquí abajo para despedirme de ti.

-Eso no suena bien- se quejó Poseidón

Hermes negaba repetidas veces

Chasqueó los dedos y al punto un pequeño fuego abrió un agujero en el suelo a mis pies. Del interior salió reptando algo negro y brillante, del tamaño de mi mano. Un escorpión.

Hice ademán de agarrar mi boli.

Yo no lo haría —me advirtió Luke—. Los escorpiones del abismo saltan hasta cinco metros. El aguijón perfora la ropa. Estarás muerto en sesenta segundos.

Pero ¿qué...?

Entonces lo comprendí. « Serás traicionado por quien se dice tu amigo» .

Tú... —musité.

Se puso en pie tranquilamente y se sacudió los vaqueros.

El escorpión no le prestó atención. Tenía sus ojos negros fijos en mí, mientras reptaba hacia mi zapato con el aguijón enhiesto.

He visto mucho en el mundo de ahí fuera, Percy —dijo Luke—. ¿Tú no? La oscuridad se congrega, los monstruos son cada vez más fuertes. ¿No te das cuenta de lo inútil que es todo esto? Los héroes son peones de los dioses. Tendrían que haber sido derrocados hace miles de años, pero han aguantado gracias a nosotros, los mestizos.

Los dioses se miraron preocupados, era claro que habían cometido muchos errores

No podía creer que aquello estuviera pasando.

Luke... estás hablando de nuestros padres —dije.

Soltó una carcajada y luego agregó:

¿Y sólo por eso tengo que quererlos? Su preciosa civilización occidental es una enfermedad, Percy. Está matando el mundo. La única manera de detenerla es quemarla de arriba abajo y empezar de cero con algo más honesto.

Estás tan loco como Ares.

Se le encendieron los ojos.

Ares es un insensato. Jamás se dio cuenta de quién era su auténtico amo.

Ares miraba el libro como si quisiera apuñalarlo

Si tuviese tiempo, Percy, te lo explicaría, pero me temo que no vivirás tanto.

El escorpión empezó a trepar por la pernera de mi pantalón. Tenía que haber una salida a aquella situación. Necesitaba tiempo.

Poseidón murmuraba -Por favor, por favor, por favor

Cronos —dije—. Ése es tu amo.

El aire se volvió repentinamente frío.

Deberías tener cuidado con los nombres que pronuncias —me advirtió Luke.

Cronos hizo que robaras el rayo maestro y el yelmo.

-Y le valió la advertencia- dijo Nico -como siempre

-Mira quien habla- contraatacó Percy

Te hablaba en sueños.

Percibí un leve tic en uno de sus ojos.

También te habló a ti, Percy. Tendrías que haberlo escuchado.

Te está lavando el cerebro, Luke.

Te equivocas. Me mostró que mi talento está desperdiciado. ¿Sabes qué misión me encomendaron hace dos años, Percy? Mi padre, Hermes, quería que robara una manzana dorada del Jardín de las Hespérides y la devolviera al Olimpo.

-Eso no es una tarea fácil- murmuró Hermes

Después de todo el entrenamiento al que me he sometido, eso fue lo mejor que se le ocurrió.

No es una misión fácil —dije—. Lo hizo Hércules.

Exacto. Pero ¿dónde está la gloria en repetir lo que otros ya han hecho? Lo único que saben hacer los dioses es repetir su pasado. No puse mi corazón en ello. El dragón del jardín me regaló esto. —Contrariado, señaló la cicatriz—. Y cuando regresé sólo obtuve lástima. Ya entonces quise derrumbar el Olimpo piedra a piedra, pero aguardé el momento oportuno. Empecé a soñar con Cronos, que me convenció de que robara algo valioso, algo que ningún héroe había tenido el valor de llevarse. Cuando nos fuimos de excursión durante el solsticio de invierno, mientras los demás campistas dormían, entré en la sala del trono y me llevé el rayo maestro de debajo de su silla. También el yelmo de oscuridad de Hades. No imaginas lo fácil que fue. Qué arrogantes son los Olímpicos; ni siquiera concebían que alguien pudiese robarles.

-En eso tiene razón el muchacho- señaló Atenea -es un error táctico de nuestra parte dejar las armas sin supervisión

Tienen un sistema de seguridad lamentable. Ya estaba en mitad de Nueva Jersey cuando oí los truenos y supe que habían descubierto mi robo.

El escorpión estaba ahora en mi rodilla, mirándome con ojos brillantes.

Intenté mantener firme mi voz.

¿Y por qué no le llevaste esos objetos a Cronos?

La sonrisa de Luke desapareció.

Me... me confié en exceso. Zeus envió a sus hijos e hijas a buscar el rayo robado: Artemisa, Apolo, mi padre, Hermes. Pero fue Ares quien me pilló. Habría podido derrotarlo, pero no me atreví. Me desarmó, se hizo con el rayo y el yelmo y me amenazó con volver al Olimpo y quemarme vivo. Entonces la voz de Cronos vino a mí y me indicó qué decir. Persuadí a Ares de la conveniencia de una gran guerra entre los dioses. Le dije que sólo tenía que esconder los objetos robados durante un tiempo y luego regocijarse viendo cómo los demás peleaban entre sí. A Ares le brillaron los ojos con maldad. Supe que lo había engañado.

Ares refunfuñó

Me dejó ir, y yo regresé al Olimpo antes de que notaran mi ausencia. —Luke desenvainó su nueva espada y pasó el pulgar por el canto, como hipnotizado por su belleza—. Después, el señor de los titanes... m-me castigó con pesadillas. Juré no volver a fracasar. De vuelta en el Campamento Mestizo, en mis sueños me dijo que llegaría un segundo héroe, alguien a quien podría engañarse para llevar el rayo y el yelmo al Tártaro.

Tú invocaste al perro del infierno aquella noche en el bosque.

Teníamos que hacer creer a Quirón que el campamento no era seguro para ti, así te iniciaría en tu misión. Teníamos que confirmar sus miedos de que Hades iba tras de ti. Y funcionó.

Quirón negó, sin quererlo había hecho exactamente lo que Cronos quería

Las zapatillas voladoras estaban malditas —dije—. Se suponía que tenían que arrastrarme a mí y a la mochila al Tártaro.

Una sombra cubrió el rostro de Nico

Y lo habrían hecho si las hubieses llevado puestas. Pero se las diste al sátiro, cosa que no formaba parte del plan. Grover estropea todo lo que toca. Hasta confundió la maldición. —Luke miró al escorpión, que ya estaba en mi muslo—. Deberías haber muerto en el Tártaro, Percy. Pero no te preocupes, te dejo con mi amigo para que arregle ese error.

Thalia dio su vida para salvarte —dije, y me rechinaban los dientes—. ¿Así es como le pagas?

¡No hables de Thalia! —gritó—. ¡Los dioses la dejaron morir! Ésa es una de las muchas cosas por las que pagarán.

Te están utilizando, Luke. Tanto a ti como a Ares. No escuches a Cronos.

¿Que me están utilizando? —Su voz se tornó aguda—. Mírate a ti mismo. ¿Qué ha hecho tu padre por ti? Cronos se alzará. Sólo has retrasado sus planes. Arrojará a los Olímpicos al Tártaro y devolverá a la humanidad a sus cuevas. A todos salvo a los más fuertes: los que le sirven.

Aparta este bicho —dije—. Si tan fuerte eres, pelea conmigo.

-No lo hará- dijo Thalia suspirando

Luke sonrió.

Buen intento, Percy, pero yo no soy Ares. A mí no vas a engatusarme. Mi señor me espera, y tiene misiones de sobra que darme.

Luke...

Adiós, Percy. Se avecina una nueva Edad de Oro, pero tú no formarás parte de ella.

Trazó un arco con la espada y desapareció en una onda de oscuridad.

El escorpión atacó.

Lo aparté de un manotazo y destapé mi espada. El bichejo me saltó encima y lo corté en dos en el aire.

-Eso es bueno, pero no te picó ¿Verdad?- preguntó preocupada Hestia

Iba a felicitarme por mi rápida reacción cuando me miré la mano: tenía un verdugón rojo que supuraba una sustancia amarilla y despedía humo. Después de todo, el bichejo me había picado.

-¡No, no, no!- murmuraba Poseidón

Hermes salió de la sala con aire derrotado

-¿Estará bien?- preguntaron los Stoll

Poseidón asintió -Aún no conoce a su hijo, pero se debe sentir culpable por las decisiones del muchacho

Me latían los oídos y se me nubló la visión. Agua, pensé. Me había curado antes. Llegué al arroyo a trompicones y sumergí la mano, pero no ocurrió nada.

-El veneno es muy fuerte- dijo Atenea

El veneno era demasiado fuerte. Perdía la visión y apenas me mantenía en pie... « Sesenta segundos» , me había dicho Luke. Tenía que regresar al campamento. Si me derrumbaba allí, mi cuerpo serviría de cena para algún monstruo. Nadie sabría jamás qué había ocurrido.

Sentí las piernas como plomo. Me ardía la frente. Avancé a tropezones hacia

el campamento, y las ninfas se revolvieron en los árboles.

Socorro... —gemí—. Por favor...

Dos de ellas me agarraron de los brazos y me arrastraron. Recuerdo haber llegado al claro, un consejero pidiendo ayuda, un centauro haciendo sonar una caracola.

Después todo se volvió negro.

Me desperté con una pajita en la boca. Sorbía algo que sabía a cookies de chocolate. Néctar.

Abrí los ojos.

Estaba en una cama de la enfermería de la Casa Grande, con la mano derecha vendada como si fuera un mazo. Argos montaba guardia en una esquina. Annabeth, sentada a mi lado, sostenía mi vaso de néctar y me pasaba un paño húmedo por la frente.

Afrodita los miró tiernamente

Aquí estamos otra vez —dije.

Cretino —dijo Annabeth, lo que me indicó lo contenta que estaba de verme consciente—.

-Estaba muy contenta, me diste un buen susto- dijo Annabeth

Estabas verde y volviéndote gris cuando te encontramos. De no ser por los cuidados de Quirón...

Bueno, bueno —intervino la voz de Quirón—. La constitución de Percy tiene parte del mérito.

Estaba sentado junto a los pies de la cama en forma humana, motivo por el que aún no había reparado en él. Su parte inferior estaba comprimida mágicamente en la silla de ruedas; la superior, vestida con chaqueta y corbata. Sonrió, pero se le veía pálido y cansado, como cuando pasaba despierto toda la noche corrigiendo los exámenes de latín.

¿Cómo te encuentras? —preguntó.

Como si me hubieran congelado las entrañas y después las hubieran calentado en el microondas.

-Eso no está tan mal- señaló Apolo -al menos no moriste

Bien, teniendo en cuenta que eso era veneno de escorpión del abismo.

Ahora tienes que contarme, si puedes, qué ocurrió exactamente.

Entre sorbos de néctar, les conté la historia.

Cuando finalicé, hubo un largo silencio.

No puedo creer que Luke... —A Annabeth le falló la voz. Su expresión se tornó de tristeza y enfado—. Sí, sí puedo creerlo. Que los dioses lo maldigan... Nunca fue el mismo tras su misión.

Hay que avisar al Olimpo —murmuró Quirón—. Iré inmediatamente.

Luke aún está ahí fuera —dije—. Tengo que ir tras él. Quirón meneó la cabeza.

No, Percy. Los dioses...

No harán nada —espeté—. ¡Zeus ha dicho que el asunto estaba cerrado!

-¿Lo ves, Zeus? Era importante discutirlo- gritó Hera

-Siempre haciendo tu voluntad- gruñó Hades

Percy, sé que esto es duro, pero ahora no puedes correr en busca de venganza. Primero tienes que reponerte, y después someterte a un duro entrenamiento.

No me gustaba, pero Quirón tenía razón. Eché un vistazo a mi mano y supe que tardaría en volver a usar la espada.

Quirón, tu profecía del Oráculo era sobre Cronos, ¿no? ¿Aparecía yo en ella? ¿Y Annabeth?

Quirón se revolvió con inquietud.

Percy, no me corresponde...

Te han ordenado que no me lo cuentes, ¿verdad?

Sus ojos eran comprensivos pero tristes.

Serás un gran héroe, niño. Haré todo lo que pueda para prepararte. Pero si tengo razón sobre el camino que se abre ante ti... —Un súbito trueno retumbó haciendo vibrar las ventanas—.

-Zeus siempre de dramático- murmuró Hades

¡Bien! —exclamó Quirón—. ¡Vale! —Exhaló un suspiro de frustración y añadió—: Los dioses tienen sus motivos, Percy. Saber demasiado del futuro de uno mismo nunca es bueno.

-Entonces... ¿Por qué ahora mismo es bueno?- preguntó confundido Percy

-Es diferente- explicó Apolo -Las Moiras quieren cambiar algo que pasará y para eso debemos aprender de nuestros errores

Pero no podemos quedarnos aquí sentados sin hacer nada —insistí.

No vamos a quedarnos sentados —prometió Quirón—. Pero debes tener cuidado. Cronos quiere que te deshilaches, que tu vida se trunque, que tus pensamientos se nublen de miedo e ira. No lo complazcas, no le des lo que desea.

Entrena con paciencia. Llegará tu momento.

Suponiendo que viva tanto tiempo.

-Que optimista eres, hijo- murmuró Poseidón

Quirón me puso una mano en el tobillo.

Debes confiar en mí, Percy. Pero primero tienes que decidir tu camino para el próximo año. Yo no puedo indicarte la elección correcta... —Me dio la impresión de que tenía una opinión bastante formada, pero que prefería no aconsejarme—. Tienes que decidir si te quedas en el Campamento Mestizo todo el año, o regresas al mundo mortal para hacer séptimo curso y luego volver como campista de verano. Piensa en ello. Cuando regrese del Olimpo, debes comunicarme tu decisión.

Quería hacerle más preguntas, pero su expresión me indicó que la discusión estaba zanjada; ya había dicho todo cuanto podía.

Regresaré en cuanto pueda —prometió—. Argos te vigilará. —Miró a Annabeth—. Oh, y querida... cuando estés lista, ya están aquí.

¿Quiénes están aquí?

Nadie respondió.

Quirón salió de la habitación. Oí su silla de ruedas alejarse por el pasillo y después bajar cuidadosamente los escalones.

Annabeth estudió el hielo en mi bebida.

¿Qué pasa? —le pregunté.

Nada. —Dejó el vaso encima de la mesa—. He seguido tu consejo sobre algo. Tú... ¿necesitas algo?

-Annabeth, siguiendo un consejo de Percy- se asombró Nico

-Mis consejos no siempre son malos- dijo Percy

Sí, ayúdame a incorporarme. Quiero salir fuera.

Percy, no es buena idea.

Saqué las piernas de la cama. Annabeth me sujetó antes de que me derrumbara al suelo. Tuve náuseas.

Te lo he dicho —refunfuñó Annabeth.

Estoy bien —insistí.

-Eres demasiado necio- dijo Hestia

-Al mar no le gusta que lo contengan- dijeron Percy y Poseidón

No quería quedarme tumbado en la cama como un inválido mientras Luke rondaba por ahí planeando destruir el mundo occidental. Conseguí dar un paso. Después otro, aún apoyando casi todo mi peso en Annabeth. Argos nos siguió a prudente distancia.

Cuando llegamos al porche, tenía el rostro perlado de sudor y el estómago hecho un manojo de nervios. Pero había conseguido llegar a la balaustrada.

Estaba oscureciendo. El campamento parecía abandonado. La cabañas estaban a oscuras y la cancha de voleibol en silencio. Ninguna canoa surcaba el lago. Más allá de los bosques y los campos de fresas, el canal de Long Island Sound reflejaba la última luz del sol.

¿Qué vas a hacer? —me preguntó Annabeth.

No lo sé.

Le dije que tenía la impresión de que Quirón quería que me quedara todo el año para seguir con mi entrenamiento personalizado, pero no estaba seguro. En cualquier caso, admití que me sentía mal por dejarla sola, con la única compañía de Clarisse...

Annabeth apretó los labios y luego susurró:

Me marcho a casa a pasar el año, Percy.

¿Quieres decir con tu padre? —pregunté, mirándola a los ojos.

-No, tengo una familia secreta escondida por ahí

Percy le sacó la lengua -Muy graciosa, listilla

Señaló la cima de la colina Mestiza. Junto al pino de Thalia, justo al borde de los límites mágicos del campamento, se recortaba la silueta de una familia: dos niños pequeños, una mujer y un hombre alto de pelo rubio. Parecían estar esperando. El hombre sostenía una mochila que se parecía a la que Annabeth había sacado del Waterland de Denver.

Le escribí una carta cuando volvimos —me contó Annabeth—, como tú habías dicho. Le dije que lo sentía. Que volvería a casa durante el año si aún me quería. Me contestó enseguida. Así que hemos decidido darnos otra oportunidad. —Eso habrá requerido valor.

Apretó los labios.

¿Verdad que no vas a intentar ninguna tontería durante el año académico? O al menos no sin antes enviarme un mensaje iris.

Sonreí.

No voy a buscarme problemas. Normalmente no hace falta.

Cuando vuelva el próximo verano —me dijo—, iremos tras Luke. Pediremos una misión, pero, si no nos la conceden, nos escaparemos y lo haremos igualmente. ¿De acuerdo?

-¡Annabeth!- dijo Atenea sorprendida por las ideas de su hija

Parece un plan digno de Atenea.

Chocamos las manos.

Cuídate, sesos de alga —me dijo—. Mantén los ojos abiertos.

Tú también, listilla.

Afrodita suspiró

La vi marcharse colina arriba y unirse a su familia. Abrazó a su padre y miró el valle por última vez. Tocó el pino de Thalia y dejó que la condujeran más allá de la colina, hacia el mundo mortal.

Por primera vez me sentí realmente solo en el campamento. Miré el Long Island Sound y recordé las palabras de mi padre: « Al mar no le gusta que lo contengan» .

Tomé una decisión.

Me pregunté si Poseidón la aprobaría.

-Por supuesto que sí- dijo el mencionado

Volveré el verano que viene —le prometí contemplando el cielo—. Sobreviviré hasta entonces. Después de todo, soy tu hijo. —Le pedí a Argos que me acompañara hasta la cabaña 3 para preparar mis bolsas y marcharme a casa.

-Ese es el fin del primer libro- dijo Artemisa

Los dioses miraron el trono vacío de Hermes, este libro les había dado muchas sorpresas y les hacía sentir un poco culpables

Los Stoll, Thalia, Annabeth y Percy veían con tristeza el libro, como por arte de magia, la portada de otro libro apareció

-El que sigue se llama Percy Jackson y el mar de los monstruos- habló Apolo

Poseidón se puso pálido -Por favor dime que no fuiste a...

Atenea tenía la misma expresión -Dime que no seguiste a ese chico suicida hasta ese mar

Cuando los chicos no respondieron, los dioses se pusieron aún más pálidos

-Va a ser una lectura muy agitada- murmuró Hades

-Señor Poseidón- dijo Travis con una voz seria que casi nunca oían -tal vez no sea el momento, pero hablando de mar...

Poseidón sonrió -Claro... No es el mejor momento, pero ¿Cuándo lo es? Además, todos necesitamos un descanso antes de leer las aventuras de mi hijo suicida... ¡Vamos!...

Leyendo Percy Jackson y el ladrón del rayo, capítulo 21

 SALDO CUENTAS PENDIENTES

*En el templo de Apolo*

El dios había puesto una cama extra para su hijo, el hijo de Júpiter ya estaba instalado en su propia cama y veía con ojos entrecerrados a Will, el silencio era un poco incómodo, le hacía recordar al dios los momentos previos a que fulminara a un mortal por fijarse en su hermanita... ¡Ay, qué tiempos aquellos!

Jason se aclaró la garganta y miró fijamente a Will -¿Así que tú y Nico...

Will se ruborizó un poco -Nico y yo nada... Aún

-Solace- advirtió Jason y empezó a echar chispas... Literalmente

-De acuerdo, de acuerdo- Will alzó las manos en señal de rendición -puede que Nico me guste un poco- dijo lo último con un susurro

-Eso ya lo sé, lo que quiero saber es... ¿Qué tan... Uh... Serio quieres ser?

Jason ahora se veía incómodo, Apolo observaba su charla de chicos divertido

-¿Por qué te importa?- preguntó suavemente Will

-Porque Nico es mi pequeño primo y el chico ya ha sufrido bastante y no lo merece

Will asintió comprensivo -Estoy de acuerdo, prometo hacer todo lo que esté en mis manos para que sea feliz... Aunque no sé si Nico quiera

Jason pensó en la sonrisa de Nico y estuvo seguro que Nico sí quería, sin embargo no lo mencionó, sino su papel de poli malo no funcionaría

-Eso depende de ti, pero te aseguro que no quieres tenerme como enemigo, cuidadito Solace- Jason tenía una mirada seria -buenas noches

Apolo soltó una risa que disimuló como tos

Will miraba incrédulo a Jason, aunque le tenía un poco de miedo, también estaba asombrado por el hecho de proteger a Nico, Apolo veía a su hijo con una sonrisa cómplice, entendía perfectamente su posición...

Y después de esa charla tan agradable, las luces del palacio se apagaron

Al día siguiente los dioses y semidioses desayunaban en el comedor mientras bromeaban y reían, Jason le seguía lanzando miradas de advertencia a Will cuando Nico no se daba cuenta. Piper y Hazel le dieron sonrisas tranquilizadoras, lo cual lo hizo sentir más incómodo

-¡Solo dos capítulos más!- gritó Travis

-Vamos a terminar- dijo Percy suspirando cuando todos acabaron -espero que el siguiente esté desde el punto de vista de alguno de ustedes

-No lo creo, sesos de alga, recuerda cual misión sigue...- señaló Annabeth

Percy gimió -Podría estar desde el punto de vista de Clarisse

-Espero que no, Prissy- dijo la mencionada -no querrás saber que pensaba de ti

Percy le sacó la lengua

Todos tomaron sus lugares

-Solace ¿Otra vez aquí?- gruñó Nico cuando vio las intenciones del chico

-No hay espacio ¿Recuerdas?

Nico maldijo en italiano, pero terminó recorriéndose

Jason miró a Will con ojos entrecerrados hasta que Piper le dio un golpe juguetón

-Yo leo- dijo Poseidón -no creo que estos capítulos me den más ataques

-Claaaro- murmuró Percy

-El capítulo es saldo cuentas pendientes

Es curioso cómo los humanos ajustan la mente a su versión de la realidad. Quirón ya me lo había dicho hacía mucho. Como de costumbre, en su momento no aprecié su sabiduría.

-Como siempre- dijo Quirón mirando a su aprendiz

-Lo siento- dijo Percy con una sonrisa

Según los noticiarios de Los Ángeles, la explosión en la playa de Santa Mónica había sido provocada por un secuestrador loco al disparar con una escopeta contra un coche de policía. Los disparos habían acertado a una tubería de gas rota durante el terremoto.

El secuestrador (alias Ares) era el mismo hombre que nos había raptado a mí y a otros dos adolescentes en Nueva York y nos había arrastrado por todo el país en una aterradora odisea de diez días.

Después de todo, el pobrecito Percy Jackson no era un criminal internacional.

-¡Gracias a los dioses!- dijo Hazel -no te imagino tras las rejas

Había causado un buen revuelo en el autobús Greyhound de Nueva Jersey al intentar escapar de su captor (a posteriori hubo testigos que aseguraron haber visto al hombre vestido de cuero en el autobús: « ¿Por qué no lo recordé antes?» ).

-Eso pasa por no poner atención, Percy- rió Piper

El psicópata había provocado la explosión en el arco de San Luis; ningún chaval habría podido hacer algo así. Una camarera de Denver había visto al hombre amenazar a sus secuestrados delante de su restaurante, había pedido a un amigo que tomara una foto y lo había notificado a la policía. Al final, el valiente Percy Jackson (empezaba a gustarme aquel chaval)

-A mí también, bro

se había hecho con un arma de su captor en Los Ángeles y se había enfrentado a él en la playa. La policía había llegado a tiempo. Pero en la espectacular explosión cinco coches de policía habían resultado destruidos y el secuestrador había huido. No había habido bajas. Percy Jackson y sus dos amigos estaban a salvo bajo custodia policial.

Fueron los periodistas quienes nos proporcionaron la historia. Nosotros nos limitamos a asentir, llorosos y cansados (lo cual no fue difícil), y representamos los papeles de víctimas ante las cámaras.

-No sabía que tenías dotes de actriz, Annie- rió Piper

-Créeme, no fue difícil interpretar el papel- dijo Annabeth

Lo único que quiero —dije tragándome las lagrimas—, es volver con mi querido padrastro. Cada vez que lo veía en la tele llamándome delincuente juvenil, algo me decía que todo terminaría bien. Y sé que querrá recompensar a todas las personas de esta bonita ciudad de Los Ángeles con un electrodoméstico gratis de su tienda. Éste es su número de teléfono.

-¡Así se hace!- gritó Hermes

Todos sonreían por la jugada del chico

La policía y los periodistas, conmovidos, recolectaron dinero para tres billetes en el siguiente vuelo a Nueva York. No tenía otra elección que volar, así que confié en que Zeus aflojara un poco, dadas las circunstancias.

-Solo porque llevabas mi rayo- masculló Zeus

Pero aun así me costó subir al avión.

El despegue fue una pesadilla. Las turbulencias daban más miedo que los dioses griegos. No solté los reposabrazos hasta que aterrizamos sin problemas en La Guardia. La prensa local nos esperaba fuera, pero conseguimos evitarlos gracias a Annabeth, que los engañó gritándoles con la gorra de los Yankees puesta: « ¡Están allí, junto al helado de yogur! ¡Vamos!» . Y después volvió con nosotros a recogida de equipajes.

Nos separamos en la parada de taxis. Les dije que volvieran al Campamento Mestizo e informaran a Quirón de lo que había pasado. Protestaron, y fue muy duro verlos marchar después de todo lo que habíamos pasado juntos, pero debía afrontar solo aquella última parte de la misión. Si las cosas iban mal, si los dioses no me creían... quería que Annabeth y Grover sobrevivieran para contarle la verdad a Quirón.

-Lo hicimos- dijo Annabeth

-También para nosotros fue difícil verte marchar- habló Grover

Subí a un taxi y me encaminé a Manhattan.

Treinta minutos más tarde entraba en el vestíbulo del edificio Empire State.

Debía de parecer un niño de la calle, vestido con prendas ajadas y con el rostro arañado. Hacía por lo menos veinticuatro horas que no dormía. Me acerqué al guardia del mostrador y le dije:

Quiero ir al piso seiscientos.

Leía un grueso libro con un mago en la portada. La fantasía no era lo mío, pero el libro debía de ser bueno, porque le costó lo suyo levantar la mirada.

-Es que es molesto que te interrumpan cuando lees- dijo Annabeth

Ese piso no existe, chaval.

Necesito una audiencia con Zeus.

Me dedicó una sonrisa vacía.

¿Una audiencia con quién?

Ya me ha oído.

Estaba a punto de decidir que aquel tipo no era más que un mortal normal y corriente, y que mejor me largaba antes de que llamara a los loqueros, cuando dijo:

Sin cita no hay audiencia, chaval. El señor Zeus no ve a nadie que no se haya anunciado.

-Aceptó muy rápido que existe Zeus-comentó Artemisa

Bueno, me parece que hará una excepción. —Me quité la mochila y la abrí.

El guardia miró dentro el cilindro de metal y, por un instante, no comprendió qué era. Después palideció.

¿Esa cosa no será...?

Sí lo es, sí —le dije—. ¿Quiere que lo saque y...?

¡No! ¡No! —Brincó de su asiento, buscó presuroso un pase detrás del mostrador y me tendió la tarjeta—. Insértala en la ranura de seguridad. Asegúrate de que no haya nadie más contigo en el ascensor.

Así lo hice. En cuanto se cerraron las puertas del ascensor, metí la tarjeta en la ranura. En la consola se iluminó un botón rojo que ponía « 600» . Lo apreté y esperé, y esperé. Se oía música ambiental y al final « ding» .

-Fue mi idea- dijo Apolo orgulloso

Las puertas se abrieron. Salí y por poco me da un infarto.

Estaba de pie sobre una pequeña pasarela de piedra en medio del vacío. Debajo tenía Manhattan, a altura de avión. Delante, unos escalones de mármol serpenteaban alrededor de una nube hasta el cielo. Mis ojos siguieron la escalera hasta el final, y entonces no di crédito a lo que vi.

« Volved a mirar» , decía mi cerebro.

« Ya estamos mirando —insistían mis ojos—. Está ahí de verdad» .

-Sí, todos tenemos esa reacción- Annabeth le dio un suave beso a su novio

Desde lo alto de las nubes se alzaba el pico truncado de una montaña, con la cumbre cubierta de nieve. Colgados de una ladera de la montaña había docenas de palacios en varios niveles. Una ciudad de mansiones: todas con pórticos de columnas, terrazas doradas y braseros de bronce en los que ardían mil fuegos. Los caminos subían enroscándose hasta el pico, donde el palacio más grande de todos refulgía recortado contra la nieve. En los precarios jardines colgantes florecían olivos y rosales. Vislumbré un mercadillo al aire libre lleno de tenderetes de colores, un anfiteatro de piedra en una ladera de la montaña, un hipódromo y un coliseo en la otra. Era una antigua ciudad griega, pero no estaba en ruinas. Era nueva, limpia y llena de colorido, como debía de haber sido Atenas dos mil quinientos años atrás.

« Este lugar no puede estar aquí» , me dije. ¿La cumbre de una montaña colgada encima de Nueva York como un asteroide de mil millones de toneladas? ¿Cómo algo así podía estar anclado encima del Empire State, a la vista de millones de personas, y que nadie lo viera?

Pero allí estaba. Y allí estaba yo.

Mi viaje a través del Olimpo discurrió en una neblina. Pasé al lado de unas ninfas del bosque que se reían y me tiraron olivas desde su jardín. Los vendedores del mercado me ofrecieron ambrosía, un nuevo escudo y una réplica genuina del Vellocino de Oro, en lana de purpurina, como anunciaba la Hefesto Televisión. Las nueve musas afinaban sus instrumentos para dar un concierto en el parque mientras se congregaba una pequeña multitud: sátiros, náyades y un puñado de adolescentes guapos que debían de ser dioses y diosas menores. Nadie parecía preocupado por una guerra civil inminente. De hecho, todo el mundo parecía estar de fiesta.

-Así es básicamente la vida- dijo Hermes

Varios se volvieron para verme pasar y susurraron algo que no pude oír.

Subí por la calle principal, hacia el gran palacio de la cumbre. Era una copia inversa del palacio del inframundo. Allí todo era negro y de bronce; aquí, blanco y con destellos argentados.

Hades debía de haber construido su palacio a imitación de éste. No era bienvenido en el Olimpo salvo durante el solsticio de invierno, así que se había construido su propio Olimpo bajo tierra. A pesar de mi mala experiencia con él, lo cierto es que el tipo me daba un poco de pena. Que te negaran la entrada a aquel sitio parecía de lo más injusto. Amargaría a cualquiera.

Algunos dioses miraron con simpatía al dios, otros más bien parecían aburridos

Unos escalones conducían a un patio central. Tras él, la sala del trono.

« Sala» no es exactamente la palabra adecuada. Aquel lugar hacía que la estación Grand Central de Nueva York pareciera un armario para escobas. Columnas descomunales se alzaban hasta un techo abovedado, en el que se desplazaban las constelaciones de oro. Doce tronos, construidos para seres del tamaño de Hades, estaban dispuestos en forma de U invertida, como las cabañas en el Campamento Mestizo. Una hoguera enorme ardía en el brasero central. Todos los tronos estaban vacíos salvo dos: el trono principal a la derecha, y el contiguo a su izquierda.

Todas las miradas fueron de Zeus a Poseidón

No hacía falta que me dijeran quiénes eran los dos dioses que estaban allí sentados, esperando que me acercara. Avancé con piernas temblorosas.

Como había hecho Hades, los dioses se mostraban en su forma humana gigante, pero apenas podía mirarlos sin sentir un cosquilleo, como si mi cuerpo fuera a arder en cualquier momento. Zeus, el señor de los dioses, lucía un traje azul marino de raya diplomática. El suyo era un trono sencillo de platino. Llevaba la barba bien recortada, gris, veteada de negro, como una nube de tormenta. Su rostro era orgulloso, hermoso y sombrío al mismo tiempo, y tenía los ojos de un gris lluvia. A medida que me acerqué a él, el aire crepitó y despidió olor a ozono.

Sin duda el dios sentado a su lado era su hermano, pero vestía de manera muy distinta. Me recordó a uno de esos playeros permanentes de Cayo Hueso. Llevaba sandalias de cuero, pantalones cortos caqui y una camiseta de las Bahamas con estampado de cocos y loros. Estaba muy bronceado y sus manos se veían surcadas de cicatrices, como un viejo pescador. Tenía el pelo negro, como el mío. Su rostro poseía la misma mirada inquietante que siempre me había señalado como rebelde. Pero sus ojos, del verde del mar, también como los míos, estaban rodeados de arrugas provocadas por el sol, lo que sugería que solía reír.

-Lo hago- dijo Poseidón interrumpiéndose

Su trono era una silla de pescador. Ya sabes, el típico asiento giratorio de cuero negro con una funda acoplada para afirmar la caña. En lugar de una caña, la funda sostenía un tridente de bronce, cuyas puntas despedían una luminiscencia verdosa. Los dioses no se movían ni hablaban, pero había tensión en el aire, como si acabaran de discutir.

Me acerqué al trono de pescador y me arrodillé a sus pies.

Padre. —No me atreví a levantar la cabeza. El corazón me iba a cien por hora. Sentía la energía que emanaba de los dos dioses. Si decía lo incorrecto, me fulminarían en el acto.

A mi izquierda, habló Zeus:

¿No deberías dirigirte primero al amo de la casa, chico?

Mantuve la cabeza gacha y esperé.

Paz, hermano —dijo por fin Poseidón.

-¡Qué dramático- suspiró Afrodita -si sigue así me va a quitar el puesto!

Su voz removió mis recuerdos más lejanos: el brillo cálido que había sentido de bebé, su mano sobre mi frente—. El muchacho respeta a su padre. Es lo correcto.

¿Sigues reclamándolo, pues? —preguntó Zeus, amenazador—. ¿Reclamas a este hijo que engendraste contra nuestro sagrado juramento?

-Miren quien habla- murmuró Thalia

He admitido haber obrado mal. Ahora quisiera oírlo hablar.

-¡Poseidón!- gritó Afrodita

« Haber obrado mal...» . Se me hizo un nudo en la garganta. ¿Eso es todo lo que yo era? ¿Una mala obra? ¿El resultado del error de un dios?

-Por supuesto que no- dijo Poseidón

Ya le he perdonado la vida una vez —rezongó Zeus—. Atreverse a volar a través de mi reino... ¡Bueno! Debería haberlo fulminado al instante por su insolencia.

¿Y arriesgarte a destruir tu propio rayo maestro? —replicó Poseidón con calma—. Escuchémoslo, hermano.

Zeus refunfuñó un poco más y decidió:

Escucharé. Después me pensaré si lo arrojo del Olimpo o no.

Perseus —dijo Poseidón—. Mírame.

Lo hice, y su rostro no me indicó nada. No había ninguna señal de amor o aprobación, nada que me animase.

Poseidón miraba incómodo el libro

Era como mirar el océano: algunos días veías de qué humor estaba, aunque la mayoría resultaba ilegible y misterioso.

Tuve la impresión de que Poseidón no sabía realmente qué pensar de mí. No sabía si estaba contento de tenerme como hijo o no.

-Estoy contento- dijo Poseidón

Aunque resulte extraño, me alegré de que se mostrara tan distante. Si hubiese intentado disculparse, o decirme que me quería, o sonreír siquiera, habría parecido falso, como un padre humano que buscara alguna excusa para justificar su ausencia. Podía vivir con aquello. Después de todo, tampoco yo estaba muy seguro de él.

Dirígete al señor Zeus, chico —me ordenó Poseidón—. Cuéntale tu historia.

Así pues, conté todo lo ocurrido, con pelos y señales. Luego saqué el cilindro de metal, que empezó a chispear en presencia del dios del cielo, y lo dejé a sus pies.

Se produjo un largo silencio, sólo interrumpido por el crepitar de la hoguera.

Zeus abrió la palma de la mano. El rayo maestro voló hasta allí. Cuando cerró el puño, los extremos metálicos zumbaron por la electricidad hasta que sostuvo lo que parecía más un relámpago, una jabalina cargada de energía sonora que me erizó la nuca.

Presiento que el chico dice la verdad —murmuró Zeus—. Pero que Ares haya hecho algo así... es impropio de él.

Es orgulloso e impulsivo —comentó Poseidón—. Le viene de familia.

Percy tosió algo que sonó como "Thalia"

¿Señor? —tercié.

Ambos respondieron al unísono:

¿Sí?

Ares no actuó solo. La idea se le ocurrió a otro, a otra cosa.

Describí mis sueños y aquella sensación experimentada en la playa, aquel fugaz aliento maligno que pareció detener el mundo y evitó que Ares me matara. —En los sueños —proseguí—, la voz me decía que llevara el rayo al inframundo. Ares sugirió que él también había soñado. Creo que estaba siendo utilizado, como yo, para desatar una guerra.

¿Acusas a Hades, después de todo? —preguntó Zeus.

-El chico/Percy no quería decir eso- dijeron Nico y Hades al mismo tiempo

Will sonrió

No —contesté—. Quiero decir, señor Zeus, que he estado en presencia de Hades. La sensación de la playa fue diferente. Fue lo mismo que sentí cuando me acerqué al foso. Es la entrada al Tártaro, ¿no? Algo poderoso y malvado se está desperezando allí abajo... algo más antiguo que los dioses.

Poseidón y Zeus se miraron. Mantuvieron una discusión rápida e intensa en griego antiguo. Sólo capté una palabra: « Padre» .

Los hermanos miraron con repugnancia al pensar en su padre

Poseidón hizo alguna sugerencia, pero Zeus cortó por lo sano. Poseidón intentó discutir. Molesto, Zeus levantó una mano.

Asunto concluido —dijo—. Tengo que ir a purificar este relámpago en las aguas de Lemnos, para limpiar la mancha humana del metal. —Se levantó y me miró. Su expresión se suavizó ligeramente—. Me has hecho un buen servicio, chico. Pocos héroes habrían logrado tanto.

-¡Ni siquiera pensaste en investigar el asunto!- gritaron Hera y Deméter

-Tal vez no valía la pena- se defendió Zeus

Tuve ayuda, señor —respondí—. Grover Underwood y Annabeth Chase...

Para mostrarte mi agradecimiento, te perdonaré la vida. No confío en ti, Perseus Jackson. No me gusta lo que tu llegada supone para el futuro del Olimpo, pero, por el bien de la paz en la familia, te dejaré vivir.

-Gracias, por su consideración- habló Thalia

Esto... gracias, señor.

Ni se te ocurra volver a volar. Que no te encuentre aquí cuando vuelva. De otro modo, probarás este rayo. Y será tu última sensación.

El trueno sacudió el palacio. Con un relámpago cegador, Zeus desapareció.

Me quedé solo en la sala del trono con mi padre.

Tu tío —suspiró Poseidón— siempre ha tenido debilidad por las salidas dramáticas. Le habría ido bien como dios del teatro.

-Poseidón, acabas de decir que el chico es un error ¿Y luego te pones a hacer chistes? Eso no es para nada lindo- dijo la diosa del amor

Un silencio incómodo.

Señor —pregunté—, ¿qué había en el foso?

¿No te lo has imaginado ya?

¿Cronos? ¿El rey de los titanes?

Incluso en la sala del trono del Olimpo, muy lejos del Tártaro, el nombre « Cronos» oscureció la estancia, haciendo que la hoguera a mi espalda no pareciera tan cálida.

Lo mismo pasó en la sala

Poseidón agarró su tridente.

En la primera guerra, Percy, Zeus cortó a nuestro padre Cronos en mil pedazos, justo como Cronos había hecho con su propio padre, Urano. Zeus arrojó los restos de Cronos al foso más oscuro del Tártaro.

Nico se estremeció, ahora que recordaba un poco más, era todo peor, al menos el calor que el cuerpo de Will desprendía era un recordatorio de que estaba bien

El ejército titán fue desmembrado, su fortaleza en el monte Etna destruida y sus monstruosos aliados desterrados a los lugares más remotos de la tierra. Aun así, los titanes no pueden morir, del mismo modo que tampoco podemos morir los dioses. Lo que queda de Cronos sigue vivo de alguna espantosa forma, sigue consciente de su dolor eterno, aún hambriento de poder.

Se está curando —dije—. Está volviendo.

Poseidón negó con la cabeza.

De vez en cuando, a lo largo de los eones, Cronos se despereza. Se introduce en las pesadillas de los hombres e inspira malos pensamientos. Despierta monstruos incansables de las profundidades. Pero sugerir que puede levantarse del foso es otro asunto.

Eso es lo que pretende, padre. Es lo que dijo.

Poseidón guardó silencio durante un largo momento.

Zeus ha cerrado la discusión sobre este asunto. No va a permitir que se hable de Cronos.

-Como siempre, solo hace su voluntad- gruñó Hera

Has completado tu misión, niño. Eso es todo lo que tenías que hacer.

Pero... —Me interrumpí. Discutir no iba a servir de nada. De hecho, bien podría enfadar a mi padre—. Como... deseéis, padre.

Una débil sonrisa se dibujó en sus labios.

La obediencia no te surge de manera natural, ¿verdad?

No... señor.

-Tal para cual- bufó Atenea

En parte es culpa mía, supongo. Al mar no le gusta que lo contengan. —Se irguió en toda su estatura y recogió su tridente. Entonces emitió un destello y adoptó el tamaño de un hombre normal—. Debes marcharte, niño. Pero primero tienes que saber que tu madre ha vuelto.

Impresionado, lo miré fijamente y pregunté:

¿Mi madre?

La encontrarás en casa. Hades la envió de vuelta cuando recuperaste su yelmo. Incluso el Señor de los Muertos paga sus deudas.

-Yo sí cumplo mis promesas- dijo Hades

El corazón me latía desbocado. No podía creérmelo.

¿Vais a... querríais...?

Quería preguntarle a Poseidón si le apetecía venir conmigo a verla, pero entonces reparé en que eso era ridículo.

-Awwww ternurita- gritó Afrodita -qué lindo

Me imaginé al dios del mar en un taxi camino del Upper East Side. Si hubiese querido ver a mi madre durante todos éstos años, lo habría hecho. Y también había que pensar en Gabe el Apestoso.

Los ojos de Poseidón adquirieron un tinte de tristeza.

Cuando regreses a casa, Percy, deberás tomar una decisión importante. Encontrarás un paquete esperándote en tu habitación.

¿Un paquete?

Lo entenderás cuando lo veas. Nadie puede elegir tu camino, Percy. Debes decidirlo tú.

Asentí, aunque no sabía a qué se refería.

Tu madre es una reina entre las mujeres —declaró Poseidón con añoranza —. No he conocido una mortal como ella en mil años.

Afrodita volvió a chillar

Poseidón se sonrojó, aún no conocía a aquella mortal, pero si hablaba así de alguien es que valía realmente la pena

Aun así... lamento que nacieras, niño.

Poseidón bufó, molesto consigo mismo

Te he deparado un destino de héroe, y el destino de los héroes nunca es feliz. Es trágico en todas las ocasiones.

Intenté no sentirme herido. Allí estaba mi propio padre, diciéndome que lamentaba que yo hubiese nacido.

No me importa, padre.

Puede que aún no —dijo—. Aún no. Pero aquello fue un error imperdonable por mi parte.

-Un poco de tacto, Poseidón- dijo Hestia

Os dejo, pues. —Hice una reverencia incómoda—. N-no os molestaré otra vez.

Me había alejado cinco pasos cuando me llamó.

Perseus. —Me volví. Había un fulgor en sus ojos, una especie de orgullo fiero—. Lo has hecho muy bien, Perseus. No me malinterpretes. Hagas lo que hagas, debes saber que eres hijo mío. Eres un auténtico hijo del dios del mar.

-Eso estuvo mejor- habló la diosa del hogar -aun así no fue suficiente

Cuando regresé caminando por la ciudad de los dioses, las conversaciones se detuvieron. Las musas interrumpieron su concierto. Todos, personas, sátiros y náyades, se volvieron hacia mí con expresiones de respeto y gratitud, y cuando pasé junto a ellos se inclinaron como si yo fuera un héroe de verdad.

-¡Eres un héroe de verdad!- gritaron los semidioses

Quince minutos más tarde, aún en trance, ya estaba de vuelta en las calles de Manhattan.

Fui en taxi hasta el apartamento de mi madre, llamé al timbre y allí estaba: mi preciosa madre, con aroma a menta y regaliz, cuyo cansancio y preocupación desaparecieron de su rostro al verme.

¡Percy! Oh, gracias al cielo. Oh, mi niño.

Me dio un fuerte abrazo y nos quedamos en el pasillo, mientras ella sollozaba y me acariciaba el pelo. Lo admitiré: también yo tenía los ojos llorosos. Temblaba de emoción, tan aliviado me sentía.

Las diosas (incluida Artemisa) miraban con ternura a Percy

Me dijo que sencillamente había aparecido en el apartamento aquella mañana y Gabe casi se había desmayado del susto. No recordaba nada desde el Minotauro, y no podía creerse lo que le había contado Gabe: que yo era un criminal buscado, que había viajado por todo el país y había estropeado monumentos nacionales de incalculable valor. Se había vuelto loca de preocupación todo el día porque no había oído las noticias. Gabe la había obligado a ir a trabajar, puesto que tenía un sueldo que ganar.

Poseidón apretó los puños

Me tragué la ira y le conté mi historia. Intenté suavizarla para que pareciera menos horrible de lo que en realidad había sido, pero no era tarea fácil. Estaba a punto de llegar a la pelea con Ares cuando la voz de Gabe me interrumpió desde el salón.

¡Eh, Sally! ¿Ese pastel de carne está listo o qué?

Cerró los ojos.

No va a alegrarse de verte, Percy. La tienda ha recibido hoy medio millón de llamadas desde Los Ángeles... Algo sobre unos electrodomésticos gratis.

Ah, sí. Sobre eso...

-Más vale que no haga nada- murmuró Poseidón para sí mismo

Consiguió lanzarme una sonrisita.

No lo enfades más, ¿vale? Venga, pasa.

Durante mi ausencia el apartamento se había convertido en Tierra de Gabe. La basura llegaba a los tobillos en la alfombra. El sofá había sido retapizado con latas de cerveza y de las pantallas de las lámparas colgaban calcetines sucios y ropa interior.

Gabe y tres de sus amigotes jugaban al póquer en la mesa.

Artemisa rodó los ojos

Cuando Gabe me vio, se le cayó el puro y la cara se le congestionó.

¿Cómo... cómo tienes la desfachatez de aparecer aquí, pequeña sabandija?

Creía que la policía...

No es un fugitivo —intervino mi madre sonriendo—. ¿No es maravilloso, Gabe?

Nos miró boquiabierto. Estaba claro que mi vuelta a casa no le parecía tan maravillosa.

Ya es bastante malo que tuviera que devolver el dinero de tu seguro de vida, Sally —gruñó—. Dame el teléfono. Voy a llamar a la policía.

Todos en la sala podían sentir la ira del dios del mar, Percy estaba igual o incluso peor al recordar lo que seguía, Annabeth le dio un suave apretón en la mano y se pegó más a él.

¡Gabe, no!

Él arqueó las cejas.

¿Dices que no? ¿Crees que voy a aguantar a este monstruo en ciernes en mi casa? Aún puedo presentar cargos contra él por destrozarme el Cámaro.

Pero...

Levantó la mano y mi madre se estremeció.

-Oh no, no lo hizo- gruñó Artemisa

Percy cerró los ojos para tratar de alejar la furia que sentía, ya que la tierra empezaba a temblar

-Ya pasó- murmuró Annabeth -tu madre está a salvo en casa

La tierra se calmó

Poseidón se tocaba el puente de la nariz... ¡Esas tontas reglas! ¡Él no podía hacer nada mientras madre e hijo sufrían!

¿Cuántos errores había cometido?

Apolo le quitó amablemente el libro y siguió leyendo ante la mirada perpleja de todos

Entonces comprendí algo: Gabe había pegado a mi madre. No sabía cuándo ni cómo, pero estaba seguro de que lo había hecho. Quizá llevaba años haciéndolo sin que yo me enterase. La ira empezó a expandirse en mi pecho. Me acerqué a Gabe, sacando instintivamente mi bolígrafo del bolsillo.

Él se echó a reír.

¿Qué, pringado? ¿Vas a escribirme encima? Si me tocas, irás a la cárcel para siempre, ¿te enteras?

-Sigue siendo un mortal- señaló Hestia de manera amable

Vale ya, Gabe —lo interrumpió su colega Eddie—. Sólo es un crío.

Gabe lo fulminó con la mirada e imitó con voz de falsete:

Sólo es un crío.

Sus otros colegas rieron como idiotas.

Está bien. Seré amable. —Gabe me enseñó unos dientes manchados de tabaco y añadió—: Tienes cinco minutos para recoger tus cosas y largarte. Si no, llamaré a la policía.

¡Gabe, por favor! —suplicó mi madre.

Prefirió huir de casa —repuso él—. Muy bien, pues que siga huido.

Me moría de ganas por destapar Anaklusmos, pero la hoja no hería a los humanos. Y Gabe, en la definición más pobre del término, era humano.

Mi madre me agarró del brazo.

Por favor, Percy. Vamos. Iremos a tu cuarto.

Permití que me apartara. Las manos aún me temblaban de ira.

Mi habitación estaba abarrotada de la basura de Gabe: baterías de coche estropeadas, trastos y chismes de toda índole, e incluso un ramo de flores medio podridas que alguien le había enviado tras ver su entrevista con Barbara Walters.

Gabe sólo está un poco disgustado, cariño —me dijo mi madre—. Hablaré con él más tarde. Estoy segura de que funcionará.

Mamá, nunca funcionará. No mientras él siga aquí.

Ella se frotó las manos, nerviosa.

Mira... te llevaré a mi trabajo el resto del verano. En otoño a lo mejor encontramos otro internado... —Déjalo ya, mamá.

Bajó la mirada.

Lo intento, Percy. Sólo... que necesito algo de tiempo.

De pronto apareció un paquete en mi cama. Por lo menos, habría jurado que un instante antes no estaba allí. Era una caja de cartón del tamaño de una pelota de baloncesto. La dirección estaba escrita con mi caligrafía:

Los Dioses

Monte Olimpo

Planta 600

Edificio Empire State Nueva York, NY

Con mis mejores deseos, PERCY JACKSON

-El dichoso paquete- dijo Piper

-Bro, tu imprudencia fue devuelta- dijo Jason

Percy sonrió un poco

Encima, escrita con la letra clara de un hombre, leí la dirección de nuestro apartamento y las palabras: « DEVOLVER AL REMITENTE». De repente comprendí lo que Poseidón me había dicho en el Olimpo: un paquete y una decisión. « Hagas lo que hagas, debes saber que eres hijo mío. Eres un auténtico hijo del dios del mar».

Miré a mi madre.

Mamá, ¿quieres que desaparezca Gabe?

Percy, no es tan fácil. Yo...

Mamá, contesta. Ese cretino te ha pegado. ¿Quieres que desaparezca o no?

Vaciló, y después asintió levemente.

Sí, Percy. Quiero, e intento reunir todo mi valor para decírselo. Pero eso no puedes hacerlo tú por mí. No puedes resolver mis problemas.

Miré la caja.

Sí podía resolverlos. Si la llevaba a la mesa de póquer y sacaba su contenido, podría empezar mi propio jardín de estatuas justo allí, en el salón. Eso es lo que un héroe griego habría hecho, pensé. Era lo que Gabe se merecía. Pero la historia de un héroe siempre acaba en tragedia, como había dicho Poseidón.

Recordé el inframundo. Pensé en el espíritu de Gabe vagando eternamente en los Campos de Asfódelos, o condenado a alguna tortura terrible tras la alambrada de espino de los Campos de Castigo: una partida de póquer eterna, sumergido hasta la cintura en aceite hirviendo y escuchando ópera. ¿Tenía yo derecho a enviar a alguien allí, incluso tratándose de alguien tan despreciable como Gabe?

-No, eso es lo que diferencia a los héroes de los villanos- dijo Atenea

Un mes antes no lo habría dudado. Ahora...

Puedo hacerlo —le dije a mi madre—. Una miradita dentro de esta caja y no volverá a molestarte.

Mi madre miró el paquete y lo comprendió.

No, Percy —dijo apartándose—. No puedes.

Poseidón te llamó reina —le dije—. Me contó que no había conocido a una mujer como tú en mil años.

Percy... —musitó ruborizándose.

Mereces algo mejor que esto, mamá. Deberías ir a la universidad, obtener tu título. Podrías escribir tu novela, conocer a un buen hombre, vivir en una casa bonita. Ya no tienes que protegerme quedándote con Gabe. Deja que me deshaga de él.

Se secó una lágrima de la mejilla.

Hablas igual que tu padre —dijo—. Una vez me ofreció detener la marea y construirme un palacio en el fondo del mar.

Todos miraban con incredulidad a Poseidón, jamás le había ofrecido eso a nadie

Creía que podía resolver mis problemas con un simple ademán.

¿Y qué hay de malo en eso?

Sus ojos multicolores parecieron indagar en mi interior.

Creo que lo sabes, Percy. Te pareces lo bastante a mí para entenderlo. Si mi vida tiene que significar algo, debo vivirla por mí misma.

-Tiene razón- comentó Artemisa -esa mortal me agrada

No puedo dejar que un dios o mi hijo se ocupen de mí... Tengo que encontrar yo sola el sentido de mi existencia. Tu misión me lo ha recordado.

Oímos el sonido de las fichas de póquer e improperios, y el canal deportivo ESPN en el televisor del salón.

Dejaré la caja aquí —dije—. Si él te amenaza...

Ella asintió con aire triste.

¿Adónde piensas ir, Percy?

A la colina Mestiza.

¿Para verano... o para siempre?

Supongo que eso depende.

Nos miramos y tuve la sensación de que habíamos alcanzado un acuerdo. Ya veríamos cómo estaban las cosas al final del verano.

Me besó en la frente.

Serás un héroe, Percy. El mayor héroe de todos.

-Lo eres- dijeron sus amigos, haciendo sonrojar a Percy

Volví a mirar mi habitación e intuí que ya no volvería a verla. Después fui con mi madre hasta la puerta principal.

¿Te marchas tan pronto, pringado? —me gritó Gabe por detrás—. ¡Hasta nunca!

Tuve un último momento de duda. ¿Cómo podía desperdiciar la oportunidad de darle su merecido a aquel bruto? Me iba sin salvar a mi madre.

¡Sally! —gritó él—. ¿Qué pasa con ese pastel de carne?

Una mirada de ira refulgió en los ojos de mi madre y pensé que, después de todo, quizá sí estaba dejándola en buenas manos. Las suyas propias.

-Es lo mejor que puedes hacer- aseguró Artemisa

El pastel de carne llega en un minuto, cariño —le contestó—. Pastel de carne con sorpresa.

Me miró y me guiñó un ojo.

Lo último que vi cuando la puerta se cerraba fue a mi madre observando a Gabe, como si evaluara qué tal quedaría como estatua de jardín.

-Espero que lo haya hecho- habló Poseidón

-Un capítulo más- anunció Apolo

-Solo queda un capítulo, ya no puede pasar nada ¿Cierto?- preguntó Poseidón

Percy se removió -Hay que leer

-La profecía ya se cumplió ¿No es así?- dijo Hermes -irás al oeste donde te enfrentarás al dios que se ha revelado. Ese era Ares y no Hades. Encontrarás lo robado y lo devolverás. Encontraste y devolviste el rayo y el Yelmo de oscuridad. Serás traicionado por quien dice ser tu amigo. Ese era Ares ¿No?. Fingió ser tu amigo y luego te traicionó. Al final, no conseguirás salvar lo más importante. No conseguiste salvar a tu madre del inframundo...

Annabeth y Percy se miraron

-Creo, señor Hermes, que es mejor seguir leyendo- añadió Annabeth

Apolo miró a Hermes, él, como dios de la profecía sabía que aún no estaba completa

Hermes frunció el ceño y miró a sus hijos que apartaron la mirada, suspiró derrotado, tenía una buena hipótesis sobre lo que faltaba, es solo que tenía la esperanza de estar equivocado

-Yo leo- se ofreció Artemisa

Capítulos Leyendo Percy Jackson en el Olimpo

El ladrón del rayo     - PRÓLOGO     -  INICIO  1- pulverizó accidentalmente a mi profesora  2- tres ancianas tejen los calcetines  3- Grov...