martes, 22 de marzo de 2022

Leyendo Percy Jackson y el mar de los mounstros, capítulo 2

JUEGO AL BALÓN PRISIONERO

-Yo quiero leer- dijo Calipso -el capítulo se llama partido de balón prisionero con unos caníbales

-Suena prometedor- dijo Apolo

-Jason, vamos a cambiar lugares- propuso Annabeth

-¿Por qué?

-Por favor- Annabeth le dio "la mirada", Jason asintió a regañadientes

Annabeth se sentó a lado de Piper y ambas chicas empezaron a hablar en voz muy baja

Jason se sentó a lado de Percy, ambos chicos veían con un puchero a sus novias

-Creo que los han cambiado- rió Leo

El día empezó de un modo normal, o por lo menos tan normal como puede serlo en la Escuela Preparatoria Meriwether.

Ya sabes, esa escuela « progresista» del centro de Manhattan, lo que significa que nos sentamos en grandes pufs, no en pupitres, que no nos ponen notas y que los profesores llevan tejanos y camisetas de rock, lo cual me parece genial.

-Igual a mí- dijeron Leo, los Stoll, Hermes y Apolo

Yo padezco THDA, Trastorno Hiperactivo por Déficit de Atención, y además soy disléxico, como la mayoría de los mestizos. Por eso nunca me ha ido demasiado bien en los colegios normales, incluso antes de que acabara expulsado. Lo único que Meriwether tenía de malo era que los profesores siempre se concentraban en el lado más brillante y positivo de las cosas. Mientras que los alumnos... bueno, no siempre resultaban tan brillantes.

-Por eso ibas ahí- murmuró Atenea

Pongamos por caso la primera clase de aquel día, la de Inglés. Todo el colegio había leído ese libro titulado El señor de las moscas, en el que un grupo de chicos quedan atrapados en una isla y acaban chalados. Así pues, como examen final, los profesores nos enviaron al patio de recreo y nos tuvieron allí una hora sin la supervisión de ningún adulto para ver qué pasaba. Y lo que pasó fue que se armó un concurso de collejas entre los alumnos de séptimo y octavo curso, además de dos peleas a pedradas y un partido de baloncesto con placajes de rugby. El matón del colegio, Matt Sloan, dirigió la mayor parte de las actividades bélicas.

Sloan no era grandullón ni muy fuerte, pero actuaba como si lo fuera. Tenía ojos de perro rabioso y un pelo oscuro y desgreñado; siempre llevaba ropa cara, aunque muy descuidada,

-No es hijo mío- gruñó Ares al ver las miradas

como si quisiera demostrar a todo el mundo que el dinero de su familia le traía sin cuidado. Tenía mellado uno de sus incisivos desde el día que condujo sin permiso el Porsche de su padre para dar una vuelta y chocó con una señal de « ATENCIÓN: NIÑOS - REDUZCA LA VELOCIDAD» .

-¿Lo ven?- preguntó Ares

El caso es que Sloan estaba repartiendo tortas a diestro y siniestro cuando cometió el error de intentar darle una a mi amigo Tyson.

Tyson era el único chaval sin techo de la Escuela Preparatoria Meriwether. Por lo que mi madre y yo habíamos deducido, sus padres lo habían abandonado cuando era muy pequeño, seguramente por ser... tan diferente.

Poseidón se removió incómodo

Medía uno noventa y tenía la complexión del Abominable Hombre de las Nieves, pero lloraba continuamente y casi todo le daba miedo, incluso su propio reflejo.

-Es pequeño- murmuró Artemisa

Tenía la cara como deformada y con un aspecto brutal. No sabría decir de qué color eran sus ojos, porque nunca me animé a mirarlo más arriba de sus dientes torcidos. Aunque su voz era grave, hablaba de un modo más bien raro, como un chaval mucho más pequeño, supongo que porque nunca había ido al colegio antes de entrar en el Meriwether. Llevaba unos tejanos andrajosos, unas mugrientas zapatillas del número 50 y una camisa a cuadros escoceses con varios agujeros. Olía como huelen los callejones de Nueva York, porque vivía en uno de ellos, junto a la calle Setenta y dos, en la caja de cartón de un frigorífico.

-El padre del año- bufó Afrodita

Poseidón miraba incómodo a sus hijos

La Escuela Meriwether lo había adoptado a resultas de un proyecto de servicios comunitarios para que los alumnos pudieran sentirse satisfechos de sí mismos. Por desgracia, la mayoría no soportaba a Tyson. En cuanto descubrían que era un blandengue, un blandengue enorme, pese a su fuerza descomunal y su mirada espeluznante, se divertían metiéndose con él. Yo era prácticamente su único amigo, lo cual significaba que él era mi único amigo.

-Qué lindo- susurró Hestia

Mi madre había protestado un millón de veces en el colegio y los había acusado de no estar haciendo lo bastante para ayudarlo. También había llamado a los servicios sociales, pero al final nunca pasaba nada. Los asistentes sociales alegaban que Tyson no existía. Juraban y perjuraban que habían ido al callejón que les habíamos indicado y que nunca lo encontraban allí.

-Me escondía- dijo Tyson -no me gustaban esas personas

Cómo puede ser posible no encontrar a un chaval gigante que vive en la caja de un frigorífico, eso no lo entiendo.

El caso es que Matt Sloan se deslizó por detrás de él y trató de darle una colleja. A Tyson le entró pánico y lo apartó con un empujón más fuerte de la cuenta. Sloan salió volando y acabó enredado en el columpio que había cinco metros más allá.

¡Maldito monstruo! —gritó—. ¿Por qué no vuelves a tu caja de cartón?

-A los mortales no les gusta lo que es diferente- comentó Reyna

Tyson empezó a sollozar. Se sentó al pie de las barras para trepar (con tanta fuerza que dobló una) y ocultó la cara entre las manos.

¡Retira eso, Sloan! —le espeté.

Él me miró con desdén.

¿Por qué me das la lata, Jackson? Quizá tendrías amigos si no te pasaras la vida defendiendo a ese monstruo.

-Si son como él, es mejor que no tengas amigos- comentó Chris seriamente

Apreté los puños. Esperaba no tener la cara tan roja como la sentía.

No es un monstruo. Sólo es...

Traté de dar con la réplica adecuada, pero Sloan no me escuchaba. Él y sus horribles amigotes estaban muy ocupados riéndose a carcajadas. Me pregunté si sería cosa de mi imaginación o si realmente Sloan tenía a su alrededor más gorilas de lo normal. Me había acostumbrado a verlo rodeado de dos o tres, pero aquel día había más de media docena y estaba seguro de que no los conocía de nada.

-Vamos a empezar- susurró Poseidón

¡Espera a la clase de Deportes y verás, Jackson! —gritó Sloan—. Considérate hombre muerto.

Cuando terminó la hora, nuestro profesor de Inglés, el señor De Milo, salió a inspeccionar los resultados de la carnicería. Sentenció que habíamos entendido El señor de las moscas a la perfección.

Atenea bufó

Estábamos todos aprobados. Y nunca, dijo, nunca debíamos convertirnos en personas violentas. Matt Sloan asintió con seriedad y luego me lanzó una sonrisa burlona con su diente mellado.

Para que dejara de sollozar, tuve que prometerle a Tyson que a la hora del almuerzo le compraría un sandwich extra de mantequilla de cacahuete.

¿Soy... un monstruo? —me preguntó.

No —lo tranquilicé, apretando los dientes—. El único monstruo que hay aquí es Matt Sloan.

Tyson se sorbió los mocos.

Eres un buen amigo. Te echaré de menos el año que viene... si es que puedo...

Le tembló la voz. Me di cuenta de que no estaba seguro de que volvieran a admitirlo en el proyecto de servicios comunitarios. Me pregunté si el director se habría molestado en hablar con él del asunto.

-No lo hicieron- dijo Tyson tristemente

No te preocupes, grandullón —acerté a decir—. Todo irá bien.

Tyson me miró con una expresión tan agradecida que me sentí como un tremendo mentiroso. ¿Cómo podía prometerle a un chaval como él que todo iría bien?

El siguiente examen era de Ciencias. La señora Tesla nos dijo que teníamos que ir combinando productos químicos hasta que consiguiéramos que explotase algo. Tyson era mi compañero de laboratorio. Sus manos eran demasiado grandes para los diminutos frascos que se suponía debíamos usar y, de modo accidental, derribó una bandeja entera de productos químicos sobre la mesa y desencadenó en la papelera un gran hongo de gases anaranjados.

En cuanto la señora Tesla hubo evacuado el laboratorio y avisado a la brigada de residuos peligrosos, nos elogió a Tyson y a mí por nuestras dotes innatas para la química. Habíamos sido los primeros en superar su examen en menos de treinta segundos.

-¡No puedo creerlo!- gritó Atenea

Me alegraba que aquella mañana estuviese resultando tan ajetreada, porque eso me impedía pensar en mis propios problemas. No soportaba la idea de que se hubieran complicado las cosas en el campamento, ni mucho menos deseaba recordar siquiera la pesadilla de aquella noche. Tenía la horrible sensación de que Grover corría un serio peligro.

En Sociales, mientras dibujábamos mapas de latitud-longitud, abrí mi cuaderno de anillas y miré la foto que guardaba dentro: mi amiga Annabeth, de vacaciones en Washington D.C.

Afrodita soltó un chillido

Annabeth seguía hablando con Piper, pero estaba sonrojada

Iba con vaqueros y una cazadora tejana sobre una camiseta naranja del Campamento Mestizo, llevaba su pelo rubio recogido con un pañuelo y posaba de pie frente al Lincoln Memorial, con los brazos cruzados y el aire de estar muy satisfecha consigo misma, como si ella en persona hubiera diseñado el monumento. Ya sabes, Annabeth quiere ser arquitecta cuando sea mayor y por eso se pasa la vida visitando monumentos famosos y cosas por el estilo. Es un poquito rara en este sentido.

Annabeth interrumpió su conversación -Yo también te quiero, sesos de alga

Me había enviado la fotografía por e-mail después de las vacaciones de Pascua, y yo la miraba de vez en cuando para recordarme que Annabeth era real y que el Campamento Mestizo no era un producto de mi imaginación.

-Annabeth no estaba en el campamento ¿Cómo te lo puede recordar?- preguntó Bianca

-Porque ella es parte del campamento, si ella es real, el campamento lo es

-Si claro- dijo Nico -¿Ensayaste esa respuesta?

-No... Bueno, tal vez un poco- dijo Percy encogiéndose de hombros

Ojalá hubiese estado conmigo en aquel momento; ella habría sabido qué significaba mi sueño. Nunca lo reconocería en su presencia, pero, a decir verdad, ella era más lista que yo, por muy irritante que resultara a veces.

-Eso todos lo saben- dijo por primera vez Luke

Estaba a punto de cerrar el cuaderno, cuando Matt Sloan alargó el brazo y arrancó la foto de las anillas.

¡Eh! —protesté.

Sloan le echó un vistazo a la foto y abrió los ojos como platos.

Ni hablar, Jackson. ¿Quién es? ¿No será tu...?

Dámela. —Las orejas me ardían.

Sloan pasó la foto a sus espantosos compinches, que empezaron a soltar risitas y romperla en pedacitos para convertirlos en proyectiles.

-Tontos mortales- bufó Afrodita

Debían de ser alumnos nuevos que estaban de visita, porque todos llevaban aquellas estúpidas placas de identificación (« Hola, me llamo...» ) que daban en la oficina de inscripción. Y debían de tener también un extraño sentido del humor, porque habían escrito en ellas nombres extrañísimos como « Chupatuétanos» , « Devoracráneos» y « Quebrantahuesos» . Ningún ser humano tiene nombres así.

-¿Lo acabas de decir y no te diste cuenta?- preguntó Reyna con incredulidad

-Es posible- respondió Percy

Estos colegas se trasladan aquí el año que viene —dijo Sloan con aire fanfarrón, como si saberlo hubiese de aterrorizarme—. Apostaría a que ellos sí pueden pagarse la matrícula, a diferencia del tarado de tu amigo.

No es ningún tarado. —Tuve que hacer un esfuerzo para no darle un puñetazo en la cara.

-Entiendo eso- gruñó Ares conteniéndose para no arrancarle la cabeza al muchacho que abrazaba a su hija

Eres un auténtico pringado, Jackson. Por suerte para ti, en la próxima clase voy a acabar con todos tus sufrimientos.

Sus enormes compinches masticaron mi foto. Yo deseaba pulverizarlos, pero tenía órdenes estrictas de Quirón de no desahogar mi cólera ante simples mortales, por detestables que me resultasen.

-Eso es lo que hace un héroe- dijo Hestia de manera diplomática

Tenía que reservar mis fuerzas para los monstruos.

Aun así, no pude dejar de pensar: « Si supiera Sloan quién soy realmente...» .

Sonó el timbre.

Mientras Tyson y yo salíamos de la clase, una voz femenina me llamó en un susurro:

¡Percy!

Miré alrededor y escudriñé la zona de las taquillas, pero no había nadie que me prestara atención.

-De nuevo el acosador- rió Thalia

Annabeth levantó la vista y le sonrió, pero esta vez no interrumpió su conversación, parecía estar discutiendo un asunto de vida o muerte, aunque Piper estaba riendo

Por lo visto, las chicas del Meriwether no se habrían dejado pillar ni muertas pronunciando mi nombre.

Antes de que pudiera considerar si no habrían sido imaginaciones mías, un montón de chicos cruzaron el pasillo y nos arrastraron a Tyson y a mí hacia el gimnasio. Era la hora de Deportes. Nuestro entrenador nos había prometido un partido de balón prisionero, en plan batalla campal. Y Matt Sloan había prometido matarme.

El uniforme de gimnasia del Meriwether consiste en unos pantalones cortos azul celeste y unas camisetas desteñidas de colores variopintos. Por suerte, la mayor parte de los ejercicios atléticos los hacíamos de puertas adentro, de manera que no teníamos que trotar por el barrio de Tribeca con el aspecto de una manada de niños hippies.

Me cambié en los vestuarios lo más deprisa que pude porque no quería tropezarme con Sloan. Estaba a punto de salir cuando me llamó Tyson:

¿Percy? —Todavía no se había cambiado. Estaba junto a la puerta de la sala de pesas con el uniforme en la mano—. ¿Te importaría...?

Ah, sí. —Procuré reprimir el tono de fastidio—. Claro, hombre.

-Lo siento- dijo Tyson

-Tranquilo grandullón, el que lo siente soy yo- dijo Percy

Tyson se metió en la sala de pesas y yo monté guardia en la puerta mientras se cambiaba. Me sentía algo extraño haciendo aquello, pero Tyson me lo pedía casi todos los días. Imagino que era porque tiene el cuerpo totalmente lampiño, así como unas extrañas cicatrices en la espalda sobre las cuales nunca me he atrevido a preguntarle.

Poseidón miró con arrepentimiento a su hijo

En todo caso, yo ya había aprendido que si se burlaban de él cuando se estaba cambiando, podía disgustarse mucho y empezar a arrancar las puertas de las taquillas.

Cuando entramos en el gimnasio, el entrenador Nunley estaba sentado ante su escritorio leyendo la revista Sports Illustrated. Nunley debía de tener un millón de años. Era un tipo con gafas bifocales, sin dientes y con un grasiento mechón de pelo gris. Me recordaba al Oráculo del Campamento Mestizo —una momia apergaminada—, sólo que el entrenador Nunley se movía mucho menos y no despedía oleadas de humo verde. Bueno, al menos yo no lo había visto.

Matt Sloan se acercó y le dijo:

Entrenador, ¿puedo ser yo el capitán?

¿Cómo? —Nunley levantó la vista y musitó—: Hum, está bien.

Sloan sonrió satisfecho y se encargó de formar los equipos. A mí me nombró capitán del equipo contrario, pero no tenía ninguna importancia a quiénes eligiese yo, porque todos los tipos cachas y los chicos más populares se pasaron al bando de Sloan. Y lo mismo hizo el grupo de visitantes.

En mi equipo estaban Tyson, Corey Bailer —el flipado de la informática—,

Raj Mandali —un verdadero prodigio del cálculo— y media docena de chavales a los que Sloan y su banda se dedicaban a hostigar habitualmente. En condiciones normales, habría tenido suficiente con la ayuda de Tyson, pues él solo ya valía por medio equipo, pero los visitantes eran casi tan altos y fuertes como él, al menos en apariencia, y había seis de ellos en el otro bando.

Sloan volcó una cesta llena de pelotas en medio del gimnasio.

Miedo —susurró Tyson—. Huelen raro.

-Te lo advirtió- dijo Grover

Yo lo miré.

¿Quién huele raro?

Ellos. —Tyson señaló a los nuevos amigos de Sloan—. Huelen raro.

Los visitantes hacían crujir los nudillos y nos miraban como si hubiera llegado la hora de la masacre. Volví a preguntarme de dónde habrían salido aquellos tipos. Tenía que ser de algún sitio donde alimentaran a sus alumnos con carne cruda y los apalearan con bates de béisbol.

Entonces Sloan tocó el silbato del entrenador y empezó el partido. Su equipo se abalanzó hacia la línea central. En el mío, en cambio, Raj Mandali gritó algo en urdu —seguramente: « ¡Necesito mi orinal!» — y echó a correr hacia la salida. Corey Bailer se alejó a rastras y trató de esconderse detrás de las colchonetas apoyadas contra la pared. Los demás hacían lo posible para no encogerse de miedo y convertirse en blancos seguros. —Tyson —dije—. Vamos a...

Recibí un pelotazo en la barriga y caí sentado en medio del gimnasio. Nuestros oponentes estallaron en carcajadas.

Veía borroso. Me sentía como si un gorila acabara de darme un masaje en la boca del estómago.

-Tus pensamientos son raros- comentó Rachel

No podía creer que alguien fuera capaz de lanzar una pelota con tanta potencia.

¡Agáchate, Percy! —gritó Tyson.

Rodé por el suelo justo cuando otra bola pasaba rozándome la oreja a la velocidad del sonido.

¡Buuuuuum!

La pelota rebotó en la colchoneta de la pared y Corey Bailer soltó un aullido.

¡Eh! —grité a los del equipo contrario—. ¡Por poco matáis a alguien!

Uno de los visitantes, el llamado Quebrantahuesos, me dirigió una sonrisa malvada. Lo había visto antes, pero ahora parecía todavía más descomunal, incluso más que Tyson. Los bíceps le abultaban bajo la camiseta.

¡Esa es la intención, Perseus Jackson!

-Dijo tu nombre completo, por favor dime que te diste cuenta- dijo Poseidón

Bastó que dijera mi nombre de aquella manera para que un escalofrío me recorriera de arriba abajo. Nadie me llamaba Perseus, salvo los que conocían mi verdadera identidad. Amigos... o enemigos.

-Eso suena como si fueras un criminal- habló Leo

¿Qué había dicho Tyson? « Huelen raro» .

Monstruos.

-¡Por fin!- gritó media sala

Todos los que rodeaban a Matt Sloan estaban aumentando de tamaño. Ya no eran chavales, se habían convertido en gigantes de dos metros y medio con ojos de locura, dientes afilados y unos brazos peludos tatuados con serpientes, chicas bailando el hula hop y corazones de enamorado.

Matt Sloan soltó la pelota.

¡Uau! ¡Vosotros no sois de Detroit! ¿Quién...?

Los demás chavales de mi equipo empezaron a chillar y retroceder hacia la salida, pero el gigante Chupatuétanos lanzó una pelota con mortífera precisión. Pasó rozando a Raj Mandali, que ya estaba a punto de salir, y dio de lleno en la puerta, cerrándola como por arte de magia. Raj y los otros empezaron a aporrearla desesperados, pero la puerta no se movía.

¡Dejadlos marchar! —grité a los gigantes.

El llamado Quebrantahuesos me soltó un gruñido. En el bíceps tenía un tatuaje que rezaba: « Me gustan mis Ricuras» .

¿Cómo? ¿Y dejar escapar unos bocados tan sabrosos? ¡No, hijo del dios del mar! Nosotros los lestrigones no sólo estamos aquí para darte muerte. ¡Queremos nuestro almuerzo!

-Suerte nivel Percy Jackson- corearon los Stoll

Hizo un gesto con la mano y apareció otro montón de pelotas en el centro del gimnasio. Pero aquéllas no eran de goma. Eran de bronce, del tamaño de una bala de cañón, y tenían agujeros que escupían fuego. Debían de estar al rojo vivo, pero los gigantes las agarraban con las manos como si nada.

¡Entrenador! —grité.

Nunley levantó la vista adormilado, pero si llegó a ver algo fuera de lo normal en aquel partido de balón prisionero, no lo demostró. Ése es el problema de los mortales. Una fuerza mágica, la niebla, difumina ante sus ojos la verdadera apariencia de los monstruos y los dioses, de manera que tienden a ver solamente lo que son capaces de comprender. Quizá el entrenador vio a varios chavales de octavo aporreando, como de costumbre, a los más pequeños. Quizá los demás vieron a los gorilas de Sloan a punto de lanzar cócteles Molotov (tampoco habría sido la primera vez). En todo caso, seguro que nadie se había dado cuenta de que nos enfrentábamos con auténticos monstruos devoradoresde-hombres sedientos de sangre.

Hummm... sí —murmuró entre dientes el entrenador—. Jugad limpio.

Y volvió a concentrarse en su revista.

Se oyeron varias quejas

El gigante Devoracráneos lanzó una pelota. Yo me eché a un lado para esquivar aquel ardiente cometa, que me pasó junto al hombro a toda velocidad.

¡Corey! —chillé.

Tyson lo sacó de detrás de las colchonetas un segundo antes de que la bola estallara en ellas y las convirtiera en un montón de jirones humeantes.

¡Rápido! —dije a mis compañeros—. ¡Por la otra salida!

Echaron a correr hacia los vestuarios, pero Quebrantahuesos hizo otro gesto con la mano y también aquella puerta se cerró de golpe.

Nadie saldrá de aquí hasta que tú quedes eliminado —rugió—. Y no estarás eliminado hasta que te hayamos devorado.

Me arrojó su bola de fuego. Mis compañeros de equipo se dispersaron segundos antes de que el proyectil abriera un cráter en el suelo.

Iba a echar mano de Contracorriente, que siempre guardaba en el bolsillo, cuando me di cuenta de que llevaba puestos los pantalones de deporte, que no tenían bolsillos. Contracorriente se había quedado en mis tejanos, en la taquilla del vestuario. Y la puerta del vestuario estaba cerrada a cal y canto. Me encontraba completamente indefenso.

-Perfecto- masculló Poseidón

Y ahora, otra bola de fuego venía hacia mí a la velocidad del rayo. Tyson me apartó de un empujón, pero la explosión me alcanzó y me lanzó por los aires. De repente, me encontré en el suelo del gimnasio, aturdido por el humo y con la camiseta llena de agujeros chisporroteantes. Al otro lado de la línea central, dos gigantes hambrientos me miraban desde lo alto.

¡Carne! —bramaron—. ¡Filete de héroe para almorzar!

Los dos se dispusieron a rematarme.

¡Percy necesita ayuda! —gritó Tyson, y se interpuso entre nosotros de un salto, justo cuando me lanzaban sus bolas. —¡Tyson! —chillé, pero ya era tarde.

Las bolas se estrellaron contra... No, él las atrapó al vuelo.

Tyson sonrió

El torpe de Tyson, el que volcaba el material de laboratorio y destrozaba las estructuras del parque infantil todos los días, se las había arreglado para atrapar aquellas dos bolas de metal al rojo vivo que volaban hacia él a un trillón de kilómetros por hora. Y no sólo eso, sino que se las lanzó de vuelta a sus atónitos propietarios.

¡Nooooo! —chillaron, pero las esferas de bronce les explotaban en el pecho.

Los gigantes se desintegraron en dos columnas de fuego gemelas: un signo inequívoco de que eran monstruos de verdad. Porque los monstruos no mueren, sólo se disipan en humo y polvo, lo cual ahorra un montón de problemas a los héroes, que no tienen que ponerse a limpiar después de una pelea.

-Sería el colmo que tuviéramos que limpiar- dijo Luke, ganándose unas cuantas miradas de resentimiento

¡Mis hermanitos! —gimió Quebrantahuesos el Caníbal. Flexionó los músculos y sus tatuajes se contorsionaron—. ¡Pagarás cara su destrucción!

¡Tyson! —grité—. ¡Cuidado!

Otro cometa se precipitaba ya hacia nosotros y Tyson apenas tuvo tiempo de desviarlo de un golpe. Salió disparado como un cohete, pasó por encima de la cabeza del entrenador y aterrizó en las gradas provocando una tremenda explosión.

¡BUUUUUUM!

Los chavales corrían en todas direcciones gritando y tratando de esquivar los cráteres, que aún humeaban y echaban chispas; otros aporreaban la puerta y pedían socorro. El propio Sloan estaba petrificado en mitad de la pista, mirando incrédulo aquellas bolas mortíferas que volaban a su alrededor.

El entrenador Nunley seguía sin enterarse de nada. Dio unos golpecitos a sus audífonos, como si las explosiones le hubieran provocado alguna interferencia, pero continuó absorto en la revista.

Todo el colegio debía de haber oído aquel estruendo. El director o tal vez la policía vendría en nuestra ayuda.

¡La victoria será nuestra! —rugió Quebrantahuesos el Caníbal—. ¡Nos vamos a dar un festín con tus huesos!

Quería decirle que se estaba tomando demasiado en serio aquel partido de balón prisionero, pero antes de que pudiese hacerlo me disparó otra bola.

-He decidido que odio el juego de balón prisionero- murmuró Apolo

Los otros tres gigantes siguieron su ejemplo.

Sabía que estábamos perdidos. Tyson no podría desviar todas aquellas bolas a la vez. Además, debía de tener graves quemaduras en las manos desde que había detenido aquella primera volea. Y sin la ayuda de mi espada... Y entonces se me ocurrió una idea desesperada.

-O sea que todo va a estar bien- dijo Leo

Corrí en dirección a los vestuarios.

¡Salid de ahí! —alerté a mis compañeros—. ¡Apartaos de la puerta!

Las explosiones se sucedían a mi espalda. Tyson había bateado dos bolas, devolviéndoselas a sus propietarios para convertirlos en cenizas. Ya sólo quedaban en pie dos gigantes.

Una tercera bola se dirigía a toda velocidad hacia mí. Me obligué a aguardar unos segundos y me eché a un lado. La esfera ardiente derribó la puerta del vestuario.

Ya me imaginaba que los gases acumulados en las taquillas de la mayoría de los alumnos bastaban para provocar una explosión. Así que tampoco me sorprendió que la bola llameante desencadenara un estallido monumental.

¡BRAAAAAAAM!

La pared se vino abajo y las puertas de las taquillas —así como los calcetines, los suspensorios y otros adminículos personales igual de chungos— llovieron sobre el gimnasio.

-Ewww- varias chicas hicieron una mueca

Me volví justo a tiempo para ver cómo Tyson golpeaba en la cara a

Devoracráneos. El gigante se desplomó. Pero el único que quedaba, Quebrantahuesos, se había reservado astutamente una bola a la espera de la ocasión propicia. Y la lanzó en el momento preciso que Tyson se volvía hacia él.

¡No! —chillé.

La bola le dio de lleno en el pecho. Impulsado por el impacto, Tyson cruzó la pista entera y fue a estrellarse contra la pared trasera, que se agrietó e incluso se desmoronó en parte, abriendo un agujero por el que se veía la calle Church. Yo no entendía cómo aún seguía vivo, pero él sólo parecía aturdido.

-Te afectaba mucho la Niebla- dijo Hera

La bola de bronce humeaba a sus pies. Tyson trató de recogerla, pero cayó atontado sobre un montón de ladrillos carbonizados.

¡Bueno! —dijo Quebrantahuesos relamiéndose—. Soy el único en pie. Voy a tener carne de sobra. Hasta para llevar una bolsita a mis Ricuras... Recogió otra bola y apuntó a Tyson.

¡Espera! —grité—. ¡Es a mí a quien buscas!

El gigante sonrió con crueldad.

¿Quieres morir tú primero, joven héroe?

Tenía que hacer algo. Contracorriente debía de estar por allí, en alguna parte...

Entonces divisé mis tejanos en un montón humeante de ropa, justo a los pies del gigante. Si conseguía llegar hasta ellos... Sabía que era inútil, pero decidí ir a la carga.

El gigante se echó a reír.

Se acerca mi almuerzo. —Levantó el brazo para lanzarme el proyectil, y yo me preparé para morir.

-Perseus, no debes prepararte para eso- dijo Poseidón

De repente, el cuerpo del gigante se puso todo rígido y su expresión pasó del regodeo al asombro. En el punto exacto donde debía de tener el ombligo se le desgarró la camiseta y apareció algo parecido a un cuerno. No, un cuerno no: era la punta reluciente de una hoja de metal.

La bola se le cayó de la mano. El monstruo bajó la mirada y observó el cuchillo que le había traspasado desde la espalda.

Uf —murmuró, y estalló en una llameante nube verde. Un gran disgusto, supongo, para sus Ricuras...

De pie, entre el humo que se iba disipando, vi a mi amiga Annabeth. Tenía la cara mugrienta y arañada; llevaba al hombro una mochila andrajosa y la gorra de béisbol metida en un bolsillo. En la mano sostenía un cuchillo de bronce. Aún brillaba en sus ojos grises una mirada enloquecida,

-Suele tener esa mirada- dijeron Thalia y Luke al unísono

Luke sonrió, Thalia apartó la mirada

como si hubiera recorrido mil kilómetros perseguida por una manada de fantasmas.

Matt Sloan, que había permanecido mudo de asombro todo el tiempo, pareció recobrar por fin el juicio. Miró parpadeando a Annabeth, como si la recordase vagamente por la fotografía de mi cuaderno.

Ésta es la chica... La chica...

Annabeth lo tumbó de un puñetazo en la nariz.

Déjame en paz, amigo.

-Awwww lo defiende- chilló Afrodita

El gimnasio estaba en llamas mientras los chavales seguían gritando y corriendo en todas direcciones. Oí el aullido de las sirenas y una voz confusa por megafonía. Por las ventanillas de las puertas de emergencia divisé al director, el señor Bonsái, que luchaba furiosamente con la cerradura rodeado por un montón de profesores agolpados a su espalda.

Annabeth... —balbuceé—. ¿Cuánto tiempo llevas...?

Prácticamente toda la mañana —respondió mientras envainaba su cuchillo de bronce—. He intentado encontrar una ocasión para hablar contigo, pero nunca estabas solo.

Algunos ahogaron un grito al darse cuenta de lo que eso significaba, Annabeth estaba totalmente roja, era obvio que podía seguir su conversación y la lectura al mismo tiempo, o tal vez era porque lo había vivido

La sombra que he visto esta mañana... —La cara me ardía—. Ay, dioses. ¿Estabas mirando por la ventana de mi habitación?

-¿Te gustó lo que viste?- preguntó Thalia

-¡Thalia!- chilló Annabeth

-¿Valió la pena? ¿Repetirías el espectáculo?- preguntó Piper deteniendo su conversación

-¡Piper!

-¿Se pone pijama para dormir o estaba en ropa interior?- preguntó Afrodita

-¿Durante cuánto tiempo estuviste viéndolo?- masculló Atenea

-¿Estaba babeando?- preguntó Thalia

Y muchas otras preguntas (aún más incómodas) se oían por toda la sala, Percy y Annabeth estaban muertos de vergüenza

Poseidón miraba a su hijo con una sonrisa burlona, mientras Atenea miraba a Annabeth totalmente escandalizada

¡No hay tiempo para explicaciones! —me espetó, aunque también ella parecía algo ruborizada—. Simplemente no quería...

-Lo acosa y luego no quiere decirle nada- comentó Rachel

¡Allí! —gritó una mujer.

Las puertas se abrieron con un estallido y todos los adultos entraron de golpe.

Te espero fuera —dijo Annabeth—. Y a él también. —Señaló a Tyson, que seguía sentado con aire aturdido junto a la pared, y le lanzó una mirada de repugnancia que no acabé de entender—. Será mejor que lo traigas.

¡Qué dices! —me asombré.

¡No hay tiempo! —dijo—. ¡Date prisa!

Se puso su gorra de béisbol de los Yankees, un regalo mágico de su madre, y se desvaneció en el acto.

Con lo cual me quedé solo en medio del gimnasio en llamas, justamente cuando el director aparecía, escoltado por la mitad del profesorado y un par de policías.

¿Percy Jackson? —dijo el señor Bonsái—. ¿Qué...? ¿Cómo...?

Junto a la pared agujereada, Tyson soltó un quejido y se incorporó entre un montón de ladrillos carbonizados.

La cabeza duele.

Matt Sloan se acercó también. Me miró con una expresión de terror.

¡Ha sido Percy, señor Bonsái! Ha incendiado el edificio entero. El entrenador Nunley se lo contará. Él lo ha visto todo.

El entrenador había seguido leyendo su revista todo el tiempo, pero — menuda suerte la mía— eligió aquel momento para levantar la vista, al oír que Sloan pronunciaba su nombre.

¿Eh? Hummm... sí.

-No ayuda para nada y encima te mete en más problemas- habló Jason

Los demás adultos se volvieron hacia mí. Sabía que nunca me creerían, incluso en caso de que pudiera contarles la verdad.

Entonces saqué a Contracorriente de mis tejanos destrozados.

Vamos —le dije a Tyson. Y salté a la calle por el agujero de la pared.

-Buen final- dijo Hestia -tal vez deberían descansar un poco, mañana seguimos con el libro, Calipso, Reyna, pueden venir conmigo a mi palacio

Los chicos asintieron

-Cuenta conmigo- susurró Piper a Annabeth mientras se iban

-¡Chase, no vayas espiar el palacio de Poseidón!- gritó Leo haciendo que todos rieran

-Vamos- dijo Poseidón a sus hijos -tendré que poner protección extra para evitar acosadores

-¡Papá!- gritó Percy

Poseidón rió -Andando

Leyendo Percy Jackson y el mar de los mounstros, capítulo 1

MI MEJOR AMIGO SE PRUEBA UN VESTIDO

Los semidioses aparecieron riendo en la sala de trono, todos estaban felices después de aquel viaje, las risas y las pláticas no paraban, Hestia sirvió un banquete que los semidioses no tardaron en acabarse. Will, por su lado, le pidió a su padre el favor de aparecer las cajitas felices que le debía a Nico, el chico le dio una pequeña sonrisa que no pasó desapercibida por el dios de los muertos y le dio una mirada asesina a Will

Después de la cena los chicos se dirigieron al palacio de sus padres (o en el caso de Jason y Thalia, al de sus hermanos)

Al día siguiente después del desayuno balanceado que incluía muchos cereales, se acomodaron en sus respectivos asientos (aún seguía sin haber espacio para Will)

-El nuevo libro se titula Percy Jackson y el mar de los monstruos- leyó Hestia

Antes de que continuara, una luz brillante llenó la sala de trono, de ella salió un muchacho joven, alto, apuesto, de cabello rubio arena, ojos azules, con una cicatriz del ojo hasta la barbilla...

-Luke- susurró Annabeth

-Luke Castellan, hijo de Hermes- tronaron tres voces -ahora los dioses han conocido las razones para tu traición, ya te hemos explicado de que trata esto, has de seguir la historia a partir de aquí... Dioses, recuerden que no pueden dañar a nadie

Luke miraba a todos con los ojos abiertos y una mirada de culpabilidad, los ojos de Hermes brillaron, pero no se atrevió a acercarse a su hijo

-Percy, Annabeth- susurró, su mirada viajó -hermanos... Thalia- dijo con voz rota

Nadie sabía que hacer ni que decir, la tensión era palpable en la sala, Thalia se levantó de su lugar, caminó hacia él y le dio un puñetazo tan fuerte, que lo hizo retroceder

-Tú... Tonto... No- la voz le temblaba tanto que sus palabras no tenían coherencia

Luke sonrió un poco

Annabeth y Percy no sabían que hacer, así que no se movieron de su lugar, los Stoll estaban igual de asombrados

-Toma asiento- dijo amablemente Hestia, haciendo un gesto para que Apolo quitara todas las cosas, el dios hizo un puchero, pero obedeció

Luke se sintió tan incómodo como ellos, ni siquiera los dioses le pidieron una reverencia, se sentó a un lado de Rachel

Antes de que pasara el shock por la repentina aparición de Luke, la luz volvió a llenar la sala, esta vez salió una chica de ojos negros, cabello oscuro y piel oliva

-Bianca- susurró Nico, parándose tan rápido que casi tira a Will, corrió hasta su hermana y la envolvió en un fuerte abrazo

Bianca reía -Nico, me estas asfixiando

-¿Cómo estás aquí? Pensé que habías...

-No lo sé Nico, Las Moiras me trajeron y me contaron lo que intentan hacer

Nico la volvió a abrazar, incluso Hades se adelantó -¿Bianca?

La chica hizo una reverencia -Hola padre

Hades la abrazó, dejando asombrado a más de uno, luego se alejó

-Ven- dijo Nico con un poco del ánimo infantil que lo había caracterizado -quiero presentarte a alguien- se adelantó hasta Hazel -Bianca, ella es Hazel, es nuestra hermana

Hazel se levantó con timidez -Hola

-Hola- ambas chicas se dieron incómodo abrazo -me alegra que estés aquí

-A mí también

Percy también abrazó a Bianca e hizo las presentaciones necesarias

Nico sonreía, después de que Percy le presentó a todos, Nico dejó a sus hermanas en el mismo lugar y se fue al suyo, ver donde se sentaba Nico, dejó a Bianca completamente sorprendida

-¿Nico y ese chico Will...?- susurró Bianca a Hazel

Hazel se encogió de hombros -Aún no lo sabemos...

La luz volvió a llenar la sala, esta vez salieron de ella cuatro chicos...

Los chicos se dieron cuenta donde estaban e hicieron una reverencia

-¿Las Moiras les contaron su plan?- preguntó Hestia, los chicos asintieron -de acuerdo, entonces preséntense

-Reyna Ávila Ramírez-Arellano, hija de Belona

Atenea le dio una mirada asesina

-Toma asiento- dijo Hestia

Los semidioses la saludaron, tal vez no se acordaban de las misiones en sí, pero se acordaban de las personas

Reyna se acercó hasta donde estaba Nico, lo abrazó y charló un poco con él

Después de que Reyna tomara asiento, un adolescente hispano de cabello negro y ojos marrones se adelantó

-Chris Rodríguez, hijo de Hermes- hizo una reverencia, Hermes le sonrió

-Chris- susurró Luke

El chico lo oyó y volteó a verlo, el color se drenó de su rostro, luego se volteó hacía Clarisse

-Hola- sonrió y la abrazó

Ares echaba fuego por los ojos (esto no fue literalmente ¡Gracias a los dioses!)

-¡QUITA TUS SUCIAS MANOS DE MI HIJA!- gruñó el dios

Chris se separó con las manos en alto, se oyeron risitas por parte de los demás semidioses

-Tranquilo suegro- bromeó el chico

Ares estaba a punto de pararse de su trono, hasta que Afrodita le tomó el brazo

-Tranquilo querido, hacen linda pareja- suspiró

Hermes trataba de no reírse

-Aleja a tu engendro de mi hija

Hermes se encogió de hombros -Apoyo a Afrodita- le guiñó un ojo a su hijo

Chris se sentó a lado de Clarisse

-Por favor sigan con las presentaciones- dijo Afrodita mientras trataba de calmar a Ares

-Tyson, hijo de Poseidón

-Por supuesto que es tu hijo- se burló Zeus

Poseidón le sonrió a su hijo, los semidioses lo rodearon y saludaron, Tyson le dio un abrazo rompe huesos a Annabeth y Percy

-Hola grandullón, te he extrañado

-Yo también, hermano

Annabeth sonrió incómoda -Yo también te he extrañado, ven vamos a sentarnos

-¿Qué pasa?- susurró Percy al ver la actitud incómoda de su novia

-Percy, ¿Recuerdas cuál libro vamos a leer?

Percy la miró confundido -El mar de los mons... ¡Por los dioses!- dijo mirando a Tyson

-Exacto, me porté terrible con él- dijo apenada

Percy gimió -Creo que no se compara a lo que pensé yo sobre él

Annabeth lo miró fijamente -¿Qué...

-Ya lo descubrirás, creo que tengo que empezar a disculparme

Ambos chicos tomaron sus lugares, pensando en todas las disculpas que tendrían que dar en el próximo libro

Antes de que la última chica tuviera la oportunidad de hablar, Artemisa se adelantó y la abrazó, derramando un par de lágrimas

-¡Zoë! Thalia dijo que...

-Mi señora, Thalia tiene razón, pero Las Moiras me trajeron

-Me alegra tanto, vamos, vamos mi querida compañera, toma asiento

Los ánimos estaban en el punto más alto cuando nuevamente la luz apareció, dejando a un chico sonriendo como maniático que tomaba a una muchacha de la mano

-¡Leo!- gritó Piper corriendo hacia él, casi haciéndolo caer por la fuerza del abrazo, luego lo golpeó -estábamos preocupados

Los semidioses que lo conocían lo fueron a saludar y a golpear

Los dioses miraban a la chica asombrados -¿Calipso?- preguntó Zeus

La chica los miró fríamente, los chicos también saludaron a la muchacha, el saludo entre Percy y ella fue demasiado incómodo, todos saludaban, charlaban y reían, la felicidad se podía sentir en el ambiente, la única que se negó a saludar a la recién llegada, fue Annabeth, en realidad cuando la vio dio un paso atrás y regresó a su lugar

Annabeth sabía que Percy había estado en su isla cuando el monte St. Helen explotó, sin embargo esa no era la razón por la que no se presentó... La razón era que esa chica le trajo recuerdos: *Estaba en el mismo lugar oscuro de sus sueños, Percy estaba a su lado, pero estaban peleando contra algún monstruo, de repente, ella no lo veía más, en realidad no veía nada, luego Percy se alejaba de su lado, sentía en el pecho la opresión del abandono.*

Se dio cuenta que estaba temblando hasta que Percy la rodeó con sus brazos -¿Estás bien?

-Sí- mintió -prométeme que no nos vamos a separar

Percy la miró confundido, pero lo prometió

-Leo, ¿Recuerdas nuestra misión?- preguntó Jason

Leo lo miró -Sí, ¿Ustedes no?

Piper negó -¿Puedes contarnos?

Leo asintió -Estábamos en... Eh... Este...

-¿Qué pasa?- preguntó Jason

-No sé, lo tengo todo en mi cabeza, pero es como si las palabras no salieran ¿Les pasa?- ambos chicos negaron, Leo se encogió de hombros -Como sea, ya ni modo, yo quería contarles...

Cuando las charlas se apagaron un poco, Hestia habló

-Semidiós, preséntate por favor, Calipso, puedes tomar asiento, ya nos enteraremos después de cómo estás aquí

-Oh sí claro, Leo "sexy" Valdez, hijo de Hefesto, a sus órdenes- hizo una reverencia exagerada

Hefesto lo miró sorprendido

-Creí que sería hijo tuyo- susurró Apolo a Hermes

-Yo también- susurró de vuelta el dios

-Ya saben por qué están aquí, ahora les haremos un breve resumen- Apolo chasqueó los dedos y lo que había pasado en el primer libro apareció en la mente de los recién llegados

-¡Perfecto!- gritó Leo -vamos a leer los pensamientos de Ariel

Una ola lo empapó -Cállate Charmander

Jason estaba riendo

-¡Cállate Superman!- gritaron ambos chicos

Luego todos estallaron en carcajadas, Hestia veía a los chicos con una mirada cálida, como la diosa del hogar, ver la unión de estos chicos la hacía feliz, solo había un chico que parecía no pertenecer ahí "Luke Castellan" quien seguía mirando para todos lados con nerviosismo

-Dioses- tronaron tres voces a la vez -todos los semidioses que hemos enviado tienen que ver de un modo u otro con nuestra decisión, este será el último grupo... Por ahora

La sala quedó en silencio

-De acuerdo muchachos, tenemos que empezar a leer- dijo Hestia -¿Quién quiere hacerlo?

-Yo- dijo Bianca -Capitulo uno, mi mejor amigo de compras por un vestido de novia

Grover se sonrojó

-¡Pensé que yo era tu mejor amigo!- dijo Jason

-Tú eres mi bro- Percy le dio una mirada de cachorrito

Mi pesadilla empezaba así:

-Empezamos bien- dijo Poseidón con sarcasmo

Estaba en una calle desierta de un pueblecito de la costa, en mitad de la noche, y se había desatado un temporal. El viento y la lluvia azotaban las palmeras de la acera. Una serie de edificios rosa y amarillo, con las ventanas protegidas con tablones, se alineaban a lo largo de la calle. A sólo una manzana, más allá de un seto de hibisco, el océano se agitaba con estruendo.

« Florida» , pensé, aunque no estaba muy seguro de cómo lo sabía. Nunca había estado en Florida.

Luego oí un golpeteo de pezuñas sobre el pavimento. Me di la vuelta y vi a mi amigo Grover corriendo para salvar el pellejo.

Sí, he dicho « pezuñas» .

Grover es un sátiro.

-Gracias por la aclaración- dijo Leo

De cintura para arriba, parece el típico adolescente desgarbado con una pelusilla de chivo y un serio problema de acné. Camina con una extraña cojera, pero nunca adivinarías que hay algo en él que no es humano, a menos que lo sorprendieras sin pantalones (cosa que no te recomiendo). Unos tejanos holgados y unos zapatos con relleno disimulan el hecho de que tiene pezuñas y unos peludos cuartos traseros.

Grover había sido mi mejor amigo en sexto curso y había participado conmigo y una chica llamada Annabeth en nuestra aventura para salvar el mundo. Pero no lo había visto desde el mes de julio, cuando emprendió solo una peligrosa búsqueda de la que ningún sátiro había regresado vivo.

-Pero Grover es el mejor- dijo Percy

El caso es que, en mi sueño, Grover venía huyendo con la cola entre las patas y los zapatos en las manos, como hace siempre que necesita moverse deprisa. Pasó al galope frente a las tiendas para turistas y los locales de alquiler de tablas de surf, mientras el viento doblaba las palmeras casi hasta el suelo.

Grover estaba aterrorizado por algo que había dejado atrás. Debía de venir de la playa, porque tenía el pelaje cubierto de arena húmeda. Había conseguido escapar y ahora trataba de alejarse de algo.

Un rugido estremecedor resonó por encima del fragor de la tormenta. Detrás de Grover, en el otro extremo de la manzana, surgió una figura indefinida que aplastó una farola, que acabó estallando en una lluvia de chispas.

Grover dio un traspié y gimió de puro terror mientras murmuraba: « Tengo que escapar. ¡Tengo que avisarles!» .

-Fue la peor experiencia romántica de mi vida- dijo Grover

Clarisse asintió para sí misma

Yo no lograba distinguir quién o qué lo perseguía, pero oía a aquella cosa refunfuñar y soltar maldiciones. El suelo temblaba a medida que se aproximaba. Grover dobló a toda prisa una esquina y titubeó; se había metido en un patio sin salida, lleno de tiendas, y ya no tenía tiempo de retroceder. La puerta más cercana se había abierto con los embates del temporal. El letrero que coronaba el escaparate, ahora sumido en la oscuridad, ponía: « VESTIDOS DE NOVIA ST. AUGUSTINE» .

Grover entró corriendo y se ocultó tras un perchero repleto de vestidos de novia.

La sombra del monstruo pasó por delante de la tienda. Yo incluso podía olerlo. Era una combinación repugnante de lana mojada y carne podrida, con ese agrio olor corporal

-Ewww- Afrodita hizo una mueca

que sólo los monstruos son capaces de despedir; algo así como una mofeta que sólo se alimentara de comida mexicana.

Grover temblaba tras los vestidos de novia y la sombra pasó de largo.

Ya no se oía más que la lluvia. Grover respiró hondo. Quizá aquella cosa se había ido.

Entonces centelleó un relámpago y explotó la fachada entera de la tienda, mientras una voz monstruosa bramaba: « ¡Mííííía!» .

-Eso no suena nada bien- murmuró Piper

Me senté en la cama de golpe, tiritando.

No había tormenta ni ningún monstruo. La luz de la mañana se colaba por la ventana de mi dormitorio.

Me pareció atisbar una sombra a través del cristal: una forma humana.

Thalia le dio una sonrisa burlona a Annabeth

Annabeth le dio una mirada de "ni se te ocurra"

Enseguida oí que golpeaban mi puerta y a mi madre llamándome:

Percy, vas a llegar tarde. —La sombra de la ventana desapareció.

Tenía que ser mi imaginación.

-O un acosador- sugirió Leo

-O acosadora- habló Thalia

Percy y Annabeth se sonrojaron, Atenea veía a su hija con incredulidad

Era la ventana de un quinto piso, con una salida de incendios antiquísima y desvencijada... Era imposible que hubiera nadie ahí fuera.

-Los acosadores tienen su mañas- dijo Thalia seriamente

Vamos, cariño —insistió mi madre—. Es el último día de colegio.

¡Deberías estar entusiasmado! ¡Casi lo has conseguido!

Voy —logré decir.

Palpé bajo la almohada y para tranquilizarme agarré el bolígrafo con el que dormía siempre. Lo saqué de su escondite y examiné una vez más la inscripción en griego antiguo que tenía grabada a un lado: Anaklusmos. Contracorriente.

Zoë suspiró

Pensé en quitarle la tapa, pero algo me detuvo. ¡Hacía tanto tiempo que no recurría a Contracorriente...!

Además, mi madre, el día que destrocé su vitrina manejando una jabalina torpemente, me hizo prometer que no volvería a usar armas mortíferas en el apartamento.

-Fue un accidente, no tenía nada contra su vitrina- dijo Percy

Deposité a Anaklusmos en la mesilla y me arrastré fuera de la cama.

Me vestí lo más rápido que pude. Procuraba no pensar en mi pesadilla, ni en monstruos, ni en la sombra de la ventana.

« Tengo que escapar. ¡Tengo que avisarles!» .

¿Qué había querido decir Grover?

Con tres dedos formé una garra sobre mi corazón y la moví hacia fuera, como empujando: un gesto para ahuyentar males que me había enseñado Grover hacía mucho tiempo.

Aquel sueño no podía ser real.

Último día de colegio. Mi madre tenía razón, debería sentirme entusiasmado; por primera vez en mi vida, casi había logrado pasar un año entero sin que me expulsaran,

-¡Nuevo récord!- gritó Leo

sin accidentes extraños, sin peleas en clase, sin profesores que se convirtiesen de repente en monstruos decididos a acabar conmigo con una comida envenenada o me dieran tareas para casa con carga explosiva. Al día siguiente me iría hacia mi lugar preferido de este mundo: el Campamento Mestizo.

Un día más y ya estaba. Ni siquiera yo era capaz de estropearlo.

Como de costumbre, no tenía ni idea de lo equivocado que estaba.

-Claro, así de mala es tu suerte- dijo Poseidón derrotado

Mi madre había preparado gofres azules y huevos azules para desayunar. Ella es así, celebra las ocasiones especiales preparando comida de color azul. Supongo que es su manera de decir que todo es posible: Percy casi termina séptimo curso, los gofres pueden ser azules... Pequeños milagros por el estilo.

-Por ejemplo, una hija de Atenea saliendo con un hijo de Poseidón- rió Afrodita

Desayuné en la cocina mientras ella lavaba los platos. Iba vestida con su uniforme de trabajo: la falda azul con estrellas y la blusa a rayas rojas y blancas que se ponía para vender golosinas en Sweet on America, la tienda de caramelos donde trabajaba. Llevaba su largo pelo castaño recogido en una cola de caballo.

Los gofres estaban muy buenos, pero me temo que no los engullía como de costumbre, porque mi madre me miró y frunció el ceño.

¿Te encuentras bien, Percy?

Sí... perfecto.

Ella siempre se daba cuenta cuando algo me preocupaba. Se secó las manos y se sentó frente a mí.

¿Es el colegio, o es...?

No hizo falta que terminara la frase, yo sabía muy bien lo que me estaba preguntando.

Creo que Grover está metido en un aprieto —dije. Y le conté el sueño que había tenido.

Ella apretó los labios. No solíamos hablar de ese otro aspecto de mi vida. Procurábamos vivir del modo más normal posible, pero mi madre estaba al corriente de la situación de Grover.

Yo no me preocuparía, cariño —dijo—. Grover ya es un sátiro mayor; si hubiese algún problema, estoy segura de que nos habrían avisado desde el campamento... —Me pareció que tensaba los hombros al pronunciar esta última palabra.

¿Qué ocurre? —pregunté.

Nada. ¿Sabes qué vamos a hacer? Esta tarde iremos a celebrar el fin de curso. Os llevaré a Tyson y a ti al Rockefeller Center, a esa tienda de monopatines que os gusta tanto.

-Eso hubiera estado muy bien, hermano mayor- dijo Tyson

-Lo sé, grandullón- suspiró Percy

Uf, eso sí que era una tentación. Nosotros siempre íbamos muy justos de dinero. Entre las clases nocturnas de mi madre y mi matrícula en la escuela privada, no podíamos permitirnos ningún extra, como por ejemplo un monopatín. Pero algo en su voz me inquietaba.

Un momento —dije—. Creía que esta tarde íbamos a preparar mi equipaje para el campamento.

Ella empezó a estrujar el trapo que tenía entre las manos.

Ay, cariño, es que... anoche recibí un mensaje de Quirón.

El corazón se me encogió. Quirón era el director de actividades del Campamento Mestizo, y no se habría puesto en contacto con nosotros a menos que ocurriese algo muy grave.

¿Qué te dijo?

Considera que... ir al campamento ahora mismo podría ser peligroso para ti. Quizá tengamos que aplazarlo.

¿Aplazarlo? ¿Pero cómo va a ser peligroso, mamá? ¡Yo soy un mestizo! Es el único lugar del mundo seguro para alguien como yo.

Normalmente sí, cariño. Pero con los problemas que ahora tenemos... —¿Qué problemas?

Lo siento, Percy. Lo siento mucho. Iba a contártelo esta tarde, pero ahora no puedo explicártelo del todo. Ni siquiera estoy segura de que Quirón fuese capaz de hacerlo. Ha ocurrido todo tan de repente...

Me quedé atónito. ¿Cómo era posible que no pudiera ir al campamento? Quería hacerle un millón de preguntas, pero justo en ese momento el reloj de la cocina dio la media.

Mi madre casi pareció aliviada.

Las siete y media, cariño. Tienes que irte... Tyson debe de estar esperándote.

-Qué lástima, no más explicaciones, hora de la escuela- rió Travis

Pero...

Hablaremos esta tarde, Percy. Ahora vete a la escuela.

Era lo último que me apetecía hacer, pero mi madre tenía una expresión de fragilidad, una especie de aviso escrito en su mirada. Si la presionaba demasiado, se echaría a llorar. Además, lo que decía de mi amigo Tyson era cierto: no tenía que hacerle esperar en la estación del metro, eso lo disgustaba mucho, le daba miedo andar solo por lugares subterráneos.

-Hay demasiada gente- dijo Tyson

Recogí mis cosas y me dispuse a marcharme, pero todavía me detuve en el umbral.

Mamá... ese problema del campamento, ¿podría tener algo que ver con mi sueño sobre Grover?

No me miró a los ojos.

Ya hablaremos luego, cariño. Te lo explicaré todo... al menos, todo lo que pueda.

Me despedí de ella a regañadientes. Corrí escaleras abajo para pillar a tiempo el tren n.° 2.

No podía saberlo en aquel momento, pero no me sería posible mantener una charla con mi madre aquella tarde.

-Lo supuse- suspiró Poseidón

De hecho, ya no volvería a casa durante mucho, mucho tiempo.

Al salir a la calle, miré el edificio de piedra rojiza de enfrente. Por un segundo vi una sombra oscura, una silueta humana dibujándose contra la pared, una sombra que no parecía pertenecer a nadie.

Luego empezó a ondularse y se desvaneció.

-Ahí está otra vez el acosador- dijo Piper mirando fijamente a Annabeth -que lugar tan inseguro- rió

-Fin del capítulo- dijo Bianca -fue corto

-El drama viene más adelante- comentó Percy

-Yo quiero leer- dijo Calipso

Capítulos Leyendo Percy Jackson en el Olimpo

El ladrón del rayo     - PRÓLOGO     -  INICIO  1- pulverizó accidentalmente a mi profesora  2- tres ancianas tejen los calcetines  3- Grov...