Hermes sonrió -Una carrera con carros griegos

Nico dejó de perseguir a Percy

-Suena a mala idea- murmuró Hestia

-¡Es una idea increíble!- dijo Apolo -vamos, será divertido

Los chicos dudaron un momento, luego asintieron lentamente, Percy y Annabeth se miraron con una sonrisa

Travis se dio cuenta -Annabeth y Percy no pueden estar en el mismo equipo- gritó

-¿Por qué no?- preguntaron ambos

-No tenemos oportunidad contra ambos- señaló Travis

Los chicos asintieron

-Eso no es nuestra culpa- dijo Annabeth con una mirada asesina

Travis se estremeció

-¿Que les parece- dijo Hermes para salvar a su hijo -si el equipo se conforma entre hermanos?

-Aquí no tengo hermanos- gritaron algunos

-Los que no tengan hermanos pueden elegirse entre sí ¿Les parece?

No se les veía muy convencidos, pero aceptaron

Annabeth y Piper se miraron

-Espero que esto no termine como el captura de bandera- murmuró Deméter

-De acuerdo- dijo Hermes -leamos otro capítulo y después vemos como quedan los equipos y cuáles serán las reglas- miró a Apolo con una sonrisa maliciosa -¿Quién lee?

-Yo- dijo Jason -nadie consigue el vellocino de oro

— ¡He atrapado a Nadie! —decía Polifemo, regodeándose.

Nos deslizamos hasta la entrada de la caverna y al asomarnos vimos al cíclope, que sonreía con aire malvado y sostenía un puñado de aire. El monstruo agitó el puño y una gorra de béisbol cayó al suelo planeando. Allí estaba Annabeth, sujeta por las piernas y retorciéndose boca abajo.

-Odio a ese cíclope- murmuró Annabeth

— ¡Ja! —Dijo Polifemo—. ¡Repulsiva niña invisible! Ya tengo otra muy peleona para casarme. ¡A ti te voy a asar con salsa picante de mango!

-Al menos no quería casarse- dijo Thalia

Annabeth forcejeaba, pero parecía aturdida. Tenía un corte muy feo en la frente y los ojos vidriosos.

Voy a atacarlo —susurré a Clarisse—. Nuestro barco está en la otra parte de la isla. Tú y Grover...

Ni hablar —dijeron los dos al unísono.

-Cuando se ponen de acuerdo es mejor escucharlos- murmuró Percy

Clarisse iba armada con una lanza rematada con un cuerno de cordero que había sacado de la colección del cíclope. Grover había encontrado un hueso de muslo de oveja con el que no parecía demasiado contento, pero lo blandía como si fuese una porra.

Atacaremos juntos —gruñó Clarisse.

Sí —dijo Grover. Y pestañeó atónito, como si no pudiera creer que hubiese coincidido en algo con Clarisse.

-Eso merecía un festejo o algo- asintió Percy

Está bien —dije—. Plan de ataque Macedonia.

Ellos asintieron. Los tres habíamos pasado los mismos cursos de entrenamiento en el Campamento Mestizo.

Sabían de qué estaba hablando. Ellos se deslizarían a hurtadillas y atacarían al cíclope por los flancos mientras yo atraía su atención por el frente. Seguramente, aquello significaba que moriríamos todos, y no sólo yo, pero no por eso dejaba de agradecer su apoyo.

-No me gusta cuando estamos a punto de morir, pero no iba a dejarte solo- dijo Grover

Blandí mi espada y grité:

— ¡Eh, tú, bicho horrible!

El gigante giró en redondo.

— ¿Otro? ¿Tú quién eres?

Deja a mi amiga. Soy yo el que te insultó.

— ¿Tú eres Nadie?

— ¡Eso es, apestoso barril de moco!

-Ay Prissy, das pena- dijo Clarisse

No sonaba tan bien como los insultos de Annabeth, pero fue lo único que se me ocurrió—. ¡Yo soy Nadie y a mucha honra! Ahora, déjala en el suelo y ven aquí. Quiero sacarte el ojo otra vez.

¡Raaaarrr! —rugió.

-Me agradan todas las onomatopeyas- rió Jason

La buena noticia: soltó a Annabeth. La mala: la dejó caer de cabeza sobre unas rocas, donde quedó inmóvil como un muñeco de trapo.

Atenea ahogó un grito, miraba a Annabeth como si esperara ver las heridas

Otra mala noticia: Polifemo corrió hacia mí, quinientos apestosos kilos de cíclope que debía combatir con mi pequeña espada.

— ¡Por Pan! —Grover surgió por la derecha y lanzó su hueso de oveja, que rebotó, inofensivo, en la frente del monstruo. Clarisse apareció por la izquierda, colocó la lanza contra el suelo, justo a tiempo para que el cíclope la pisara, y se echó a un lado para no quedar atrapada. Polifemo soltó un aullido de dolor, pero se arrancó la lanza como si fuese una astilla y siguió avanzando.

-No van a causar mucho daño así- gruñó Ares

Aguardé con la espada preparada.

El monstruo trató de agarrarme con su mano gigantesca. Yo rodé de lado y le lancé un tajo en el muslo.

Tenía la esperanza de ver cómo se desintegraba, pero aquel monstruo era demasiado grande y poderoso.

— ¡Encárgate de Annabeth! —le grité a Grover.

Corrió hacia ella, recogió su gorra de invisibilidad y la alzó en brazos, mientras Clarisse y yo tratábamos de distraer a Polifemo.

Tenía que reconocerlo: Clarisse era muy valiente.

-Ya lo sé, Prissy- dijo Clarisse

-Y modesta además- rió Chris

Atacaba una y otra vez al cíclope, que intentaba pisotearla y echarle mano sin ningún éxito. Era demasiado rápida para dejarse atrapar. Y en cuanto ella lanzaba un ataque, yo la secundaba pinchándole al cíclope un dedo del pie, el tobillo o la mano.

Pero no podíamos seguir así eternamente. Al final acabaríamos exhaustos o el monstruo tendría suerte y daría en el blanco. Le bastaba un solo golpe para matarnos.

Con el rabillo del ojo, vi que Grover había llegado al puente y empezaba a cruzarlo con Annabeth en brazos. Yo quizá no habría elegido aquel trayecto, teniendo en cuenta que al otro lado estaban las ovejas carnívoras, pero en aquel momento cualquier cosa parecía mejor que quedarse de nuestro lado. Lo cual me dio una idea.

— ¡Retirada! —le grité a Clarisse.

Ares dio un pequeño asentimiento (que ninguno vio) por lo general odiaba a quienes se retiraban, pero a veces era lo mejor

Ella rodó por el suelo mientras el puño del cíclope aplastaba un olivo que había junto a la entrada.

Echamos a correr colina abajo con el monstruo siguiéndonos de cerca. Él cojeaba a causa de las heridas y los cortes que tenía por todo el cuerpo.

Habíamos logrado volverlo algo más lento, pero también enloquecerlo de furia.

— ¡Os voy a hacer picadillo! —chillaba—. ¡Maldito seas mil veces, Nadie!

— ¡Más rápido! —le dije a Clarisse.

Bajamos corriendo por la ladera. El puente era nuestra única posibilidad. Grover ya estaba al otro lado y había dejado a Annabeth en el suelo. Teníamos que cruzar nosotros también, antes de que nos pillara el gigante.

— ¡Grover! —aullé—. ¡Saca el cuchillo de Annabeth!

Abrió unos ojos como platos cuando vio al cíclope detrás de nosotros, pero asintió como si hubiera captado la idea. Mientras Clarisse y yo atravesábamos el puente, Grover empezó a cortar las cuerdas.

La primera se rompió con un chasquido.

Poseidón miraba el libro con horror

Polifemo saltaba a nuestra espalda de una tabla a otra y hacía oscilar el puente de un modo brutal.

La mitad de las cuerdas ya estaban cortadas. Clarisse y yo saltamos en plancha para alcanzar tierra firme y aterrizamos junto a Grover. Lancé un mandoble a la desesperada y corté las cuerdas que quedaban.

El puente cayó en el abismo y el cíclope aulló... de felicidad, porque lo teníamos allí, a nuestro lado.

-Tienes bastante mala suerte- murmuró Bianca

— ¡Has fallado! —aulló eufórico—. ¡Nadie ha fallado!

Clarisse y Grover intentaron atacarlo, pero el monstruo los apartó de un golpe, como si fueran moscas.

Me puse furioso de veras.

-Adiós cíclope- dijo Hazel

No podía creer que hubiéramos llegado tan lejos, que hubiese perdido a Tyson y pasado tantos apuros sólo para acabar fallando en el último minuto: para ser derrotado por un estúpido monstruo con falda escocesa y esmoquin azul. ¡Nadie iba a aplastar a mis amigos de aquella manera! Quiero decir... nadie, nadie, no Nadie. Bueno, ya me entendéis.

-En realidad no, pero bueno- murmuró Travis

Sentí renovados bríos. Alcé la espada y me lancé al ataque, olvidando que era un combate absolutamente desigual. Le clavé la espada en la barriga, y cuando se dobló de dolor, le asesté un golpe en la nariz con la empuñadura. Rebané, coceé y aporreé con furia, y de repente Polifemo estaba en el suelo, aturdido y soltando gemidos, y yo encima de él, con la punta de la espada apuntando a su único ojo.

-Muy bien- los semidioses vitorearon

— ¡Huy, huy, huy, huy! —gemía el monstruo.

— ¡Percy! —Jadeó Grover—. ¿Cómo has...?

— ¡Noooo, por favor! —suplicaba el cíclope, mirándome lastimero. Le sangraba la nariz y por el rabillo del ojo le asomaba una lágrima—. Mis ovejitas me necesitan. ¡Yo sólo quiero proteger a mis ovejitas! —Y empezó a sollozar.

Yo había vencido. Ya sólo tenía que clavarle la espada. Un golpe seco y se acabó.

— ¡Mátalo! —Chilló Clarisse—. ¿A qué esperas?

El cíclope sonaba tan desolado. Igual... igual que Tyson.

-Tyson no es como los otros cíclopes- murmuró Hestia

— ¡Es un cíclope! —Me advirtió Grover—. ¡No te fíes de él!

Sabía que tenía razón. Y que Annabeth habría dicho lo mismo.

Pero Polifemo sollozaba... Y por primera vez caí en la cuenta de que él también era un hijo de Poseidón, como Tyson, como yo. ¿Cómo iba a matarlo a sangre fría?

-Eres demasiado bueno, niño- dijo Hera

Sólo queremos el Vellocino de Oro —le dije—. ¿Dejarás que nos lo llevemos?

— ¡No! —Gritó Clarisse—. ¡Mátalo!

El monstruo se sorbió la nariz ruidosamente.

Mi hermoso vellocino, la mejor pieza de mi colección. Llévatelo, hombre cruel. Tómalo y vete en paz.

-No confíes en él- dijo Reyna

Voy a retroceder muy despacio —le dije al monstruo—. Un movimiento en falso y...

Polifemo asintió como si comprendiera.

Di un paso atrás y, rápido como una cobra, el monstruo me lanzó al borde de la sima de un manotazo.

— ¡Estúpido mortal! —bramó mientras se incorporaba—. ¿Llevarte mi vellocino? ¡Ja! Primero he de comerte.

-Ya sé que hice mal- murmuró Percy antes de que alguien dijera algo

Abrió su bocaza y comprendí que sus muelas podridas iban a ser lo último que vería.

Entonces, algo silbó por encima de mi cabeza y... ¡zum!

Una piedra como una pelota de baloncesto se coló por la garganta de Polifemo. Un triple impresionante, directo a la canasta. El cíclope se atragantó e intentó deglutir aquella píldora inesperada. Se tambaleó hacia atrás. Sólo que no había espacio para tambalearse. Le resbaló un talón, se resquebrajó el borde de la sima y el gran Polifemo, aleteando con los brazos como una gallina, se desplomó en el abismo.

Me di la vuelta.

Hacia la mitad del camino que llevaba a la playa, completamente ileso aunque estuviera en medio de un rebaño de ovejas asesinas, divisé a un viejo amigo.

— ¡Polifemo malo! —Exclamó Tyson—. ¡No todos los cíclopes son tan buenos como parecemos!

Más vítores se oyeron e hicieron sonrojar al cíclope

Tyson nos dio una versión resumida de lo que había pasado: Rainbow el hipocampo, que por lo visto nos había seguido desde Long Island Sound con la esperanza de que Tyson jugase con él, lo había rescatado cuando se hundía bajo la chatarra del CSS Birmingham y había logrado ponerlo a salvo. Los dos juntos habían recorrido desde entonces el Mar de los Monstruos tratando de localizarnos, hasta que Tyson detectó un fuerte tufo a oveja y dio con la isla.

Quería abrazar al muy zoquete, pero estaba rodeado de ovejas asesinas.

Percy abrazó a Tyson

Tyson, gracias a los dioses. ¡Annabeth está herida!

-¿Das gracias a los dioses porque está herida?-murmuraron algunos confundidos

-No- dijo Percy

— ¿Das gracias a los dioses porque está herida? —preguntó desconcertado.

-Se oyó así- dijeron los chicos

— ¡No! —Me arrodillé junto a Annabeth y me asustó mucho lo que vi. El corte que tenía en la frente era mucho peor de lo que suponía. Tenía el nacimiento del pelo ensangrentado. Estaba pálida y sudorosa.

Grover y yo intercambiamos miradas nerviosas. Entonces se me ocurrió una idea.

Tyson, el vellocino. ¿Me lo puedes traer?

— ¿Cuál? —dijo Tyson, mirando a las docenas de ovejas que tenía a su alrededor.

— ¡En el árbol! —le dije—. ¡El de oro!

Ah. Qué bonito. Sí.

-Gracias Tyson- Annabeth sonrió

Se movió pesadamente, procurando no pisar las ovejas. Si alguno de nosotros hubiera intentado acercarse al vellocino, habría sido devorado vivo, pero supongo que Tyson olía igual que Polifemo, porque el rebaño ni siquiera le prestó atención. Seguían acurrucándose a su alrededor y balando cariñosamente, como si estuvieran esperando una golosina. Tyson extendió el brazo y levantó el vellocino de la rama de la que llevaba siglos colgando. Al instante, las hojas del roble se volvieron amarillas. Tyson empezó a caminar despacio hacia mí, pero yo le grité:

— ¡No hay tiempo! ¡Tíramelo!

La dorada piel de cordero cruzó por los aires como un frisbee peludo y reluciente. Solté un bufido al atraparla. Era más pesada de lo que esperaba: unos treinta kilos de preciosa lana de oro.

La extendí sobre Annabeth, cubriéndole todo el cuerpo salvo la cara, y rogué en silencio a todos los dioses, incluso a los que me caían mal.

« Por favor. Por favor».

-Owww que lindura- arrulló Afrodita

Su rostro recuperó el color. Le temblaron los párpados y abrió los ojos. El corte en su frente empezó a cerrarse. Vio a Grover y le dijo débilmente:

No te habrás... casado, ¿verdad?

Grover sonrió de oreja a oreja.

No. Mis amigos me han convencido de que no lo hiciera.

-Que buenos amigos tienes- rió Leo

Annabeth —dije—, no te muevas.

-Como si te fuera a hacer caso- rió Annabeth

Pese a nuestras protestas, ella se sentó y entonces advertí que el corte se le había curado casi del todo. Tenía mucho mejor aspecto. De hecho, parecía irradiar salud, como si le hubiesen inyectado un resplandor benéfico.

Entretanto, Tyson empezaba a tener problemas con las ovejas.

— ¡Abajo! —les decía al ver que intentaban subírsele en busca de comida. Algunas husmeaban en nuestra dirección—. No, ovejitas. ¡Por aquí! ¡Venid!

Le hacían caso, pero era obvio que tenían hambre y empezaban a darse cuenta de que Tyson no tenía golosinas para ellas. No se iban a contener demasiado tiempo con tanta carne fresca a su alcance.

Tenemos que irnos —dije—. Nuestro barco está...

El Vengador de la Reina Ana estaba demasiado lejos.

-Obviamente- bufó Poseidón

La ruta más corta habría sido a través de la sima, pero acabábamos de destruir el único puente que la cruzaba. La única posibilidad que nos quedaba era pasar entre las ovejas.

Tyson —le dije—, ¿podrías llevarte el rebaño lo más lejos posible?

Las ovejas quieren comida.

— ¡Ya lo sé! ¡Quieren carne humana! Intenta alejarlas del camino. Danos tiempo para llegar a la playa y luego reúnete con nosotros.

Tyson parecía indeciso, pero dio un silbido.

— ¡Vamos, ovejitas! ¡La carne está por allí!

Se alejó trotando hacia el prado, con todas las ovejas detrás.

Sigue con el vellocino encima —le dije a Annabeth—. Por si no estás totalmente curada. ¿Puedes ponerte de pie?

Hizo un intento, pero palideció en el acto.

— ¡Uf! No del todo curada...

Clarisse se sentó a su lado y le examinó el pecho, lo que le arrancó un grito sofocado.

Tiene un par de costillas rotas —dijo.

-Lo que nos faltaba- bufó Atenea

— ¿Cómo lo sabes? —pregunté.

Clarisse me lanzó una mirada iracunda.

Porque yo me las he roto más de una vez, enano. Voy a tener que cargar con ella.

Hubo varias miradas sorprendidas

Antes de que pudiese discutir, agarró a Annabeth como si fuera un saco, se la cargó sobre los hombros y la llevó hacia la playa.

En cuanto llegamos a la orilla, me concentré en el Vengador de la Reina Anna. Le ordené que levara el ancla y viniera a buscarnos. Tras unos minutos de ansiosa espera, lo vi rodeando el extremo de la isla.

— ¡Ya vengo! —gritó Tyson, y bajó a saltos por el camino mientras las ovejas balaban frustradas, cincuenta metros más atrás, visto que su amigo se largaba sin darles de comer.

No creo que nos sigan en el agua —les dije a los demás—. Lo único que tenemos que hacer es nadar hacia el barco.

-¿Con Annabeth herida?- preguntó Deméter

— ¿Con Annabeth en este estado? —protestó Clarisse.

Podemos lograrlo —insistí. Empezaba a recuperar mi confianza. Me hallaba de nuevo en mi terreno, el agua—. Y una vez a bordo, estaremos fuera de peligro.

Estuvimos a punto de conseguirlo.

-Odio ese " a punto"- dijo Thalia

Íbamos vadeando por el agua junto a la entrada del barranco, cuando oímos un tremendo rugido y vimos a Polifemo, arañado y magullado pero todavía vivo, con su esmoquin azul hecho jirones, chapoteando hacia nosotros con una roca en cada mano.

-Fin- dijo Jason

-¡No puede acabar ahí!- dijeron Atenea y Poseidón al unísono

-Otro capítulo- dijo Ares

Hermes lo miró con las cejas alzadas -Nop, vengan chicos, vamos a poner las reglas del juego