- Dame el libro niña, yo voy a leer- dijo Quirón -Asisto a la peor reunión de familia de mi vida

Annabeth se ofreció para ir a investigar ella sola, ya que tenía la gorra de invisibilidad, pero la convencí de que era demasiado peligroso. O íbamos todos juntos o no iba nadie.

-Me gusta la idea de que no vaya nadie- dijo Poseidón

— ¡Nadie! —Votó Tyson—. ¡Por favor!

Al final nos acompañó, aunque comiéndose las enormes uñas de puros nervios. Nos detuvimos en el camarote un momento para recoger nuestras cosas; pasara lo que pasase, no pensábamos quedarnos otra noche a bordo de aquel crucero lleno de zombis, por más que tuviesen un bingo de un millón de dólares.

-Una buena decisión- susurró Atenea

Comprobé que llevaba a Contracorriente en el bolsillo y que las vitaminas y el termo de Hermes estaban a mano en mi petate; no quería que Tyson cargara con todo, pero él insistió y Annabeth me dijo que no me preocupara.

-No era un gran peso- se defendió Annabeth

Tyson podía cargar tres petates al hombro con la misma facilidad con que yo llevaría una mochila.

Nos deslizamos por los pasillos hacia la suite del almirantazgo, siguiendo los planos de « Usted está aquí» que había por todo el barco.

-Al menos tienen señales para guiarte- murmuró Piper

-Son muy considerados- rió Jason abrazando a su novia

Afrodita dio un pequeño grito

Annabeth iba delante, invisible, explorando el terreno. Nos escondíamos siempre que pasaba alguien, pero la mayoría de la gente que vimos eran pasajeros con ojos de zombi.

Acabábamos de subir las escaleras de la cubierta 13, donde se suponía que estaba la suite del almirantazgo, cuando Annabeth nos dijo en un siseo:

— ¡Escondeos! —Y nos metió a empujones en un cuarto de la limpieza.

-Un armario de suministros suele ser romántico

-¡Mamá!- gritó Piper

Oí a dos tipos que venían por el pasillo.

— ¿Has visto a ese dragón etíope en la bodega? —dijo uno de ellos.

El otro soltó una risita.

Sí, es espantoso.

Annabeth era todavía invisible, pero me apretó el brazo con fuerza. Me pareció reconocer la voz del segundo tipo.

-Demonios- masculló Chris en voz baja

He oído que tienen dos más en camino —dijo aquella voz conocida—. Si siguen llegando a este ritmo, colega, no va a haber color... Las dos voces se fueron apagando por el pasillo.

— ¡Ése era Chris Rodríguez!

Los dioses miraron al chico incrédulos

-¡TÚ, SABANDIJA DESPRECIABLE! ¡LO SABÍA! ¡TIENES TRES SEGUNDOS PARA ALEJAR LAS MANOS DE MI HIJA!

Ares empezaba a brillar con un aura roja, los semidioses se pusieron en guardia, Chris había cometido errores, pero no por eso dejarían que Ares lo pulverizara.

-¡NIÑA, ALEJATE DE ÉL! ¡ES UN TRAIDOR!

Clarisse se veía más molesta que preocupada, el aura de Ares brilló con más intensidad, se acercó unos pasos al chico, dispuesto a destruirlo, los semidioses rodearon a su amigo.

Antes de que cualquier cosa pasara Hermes estaba delante de su hijo con una expresión seria muy poco vista en él.

-Ares, basta- habló tranquilamente el dios -mi hijo cometió un error, pero por eso es que estamos aquí.

-Tus hijos cometen muchos errores ¿No lo crees?- gruñó Ares -todo esto es culpa de ellos... Ahora, quítate

Ares atacó a Hermes, Hermes se defendió y de pronto más dioses se unieron, se oían gritos y explosiones, la única que no participaba era Hestia quien protegía a los semidioses.

-¡Basta!- gritó la diosa del hogar, cosa que sorprendió a todos -Hermes tiene razón, estamos aquí para que esos errores no se repitan, Ares, baja el arma- a regañadientes la bajó -todos nosotros somos culpables por ello, solo vean esto, Hermes haces bien en defender a tus hijos, pero pusieron en peligro a los semidioses, ahora siéntense y cállense, no traten de matar a nadie y continúen la lectura

Hestia tomó su lugar, los dioses la veían avergonzados y los semidioses la veían con la boca abierta

-Quirón, siga la lectura

El centauro obedeció

Annabeth se quitó la gorra y se hizo visible—. ¿Te acuerdas? De la cabaña once.

Recordaba vagamente a Chris del verano anterior. Era uno de aquellos campistas de origen indeterminado que se habían quedado varados en la cabaña de Hermes porque su madre o su padre olímpico no los había reconocido.

-Se tardó en reclamarme como hijo- murmuró Chris a su novia

Ahora que lo pensaba, me daba cuenta de que este verano no había visto a Chris en el campamento.

— ¿Qué hace otro mestizo aquí?

Annabeth meneó la cabeza, preocupada.

Continuamos por el pasillo. No necesitaba ningún mapa para saber que nos acercábamos a Luke. Tenía una sensación fría y desagradable: la presencia del mal, sin duda.

Percy. —Annabeth se detuvo de repente—. Mira.

Estaba ante una pared de cristal desde la que se dominaba un atrio central de varios pisos de altura que recorría el barco por la mitad. A nuestros pies se hallaba la galería Promenade, un centro comercial lleno de tiendas. Pero no era eso lo que había llamado la atención de Annabeth.

Un grupo de monstruos se había congregado delante de la tienda de golosinas. Eran una docena de gigantes lestrigones, como los que me habían atacado con bolas de fuego, dos perros del infierno y varias criaturas más extrañas aún: unas hembras humanoides con doble cola de serpiente en lugar de piernas.

-Un buen surtido de monstruos- habló Leo con voz aún temblorosa por ver a los dioses luchando entre ellos.

Dracaenae de Escitia —susurró Annabeth—. Son mujeres dragón.

Los monstruos formaban un semicírculo en torno a un joven con armadura griega que estaba haciendo trizas un maniquí de paja. Se me hizo un nudo en la garganta cuando advertí que el maniquí llevaba la camiseta naranja del Campamento Mestizo.

Los griegos gruñeron

El tipo de la armadura lo ensartó por el vientre y lo fue desgarrando hasta partirlo en dos; la paja volaba por todas partes y los monstruos lo aclamaban y soltaban alaridos.

Annabeth se apartó del cristal con el rostro lívido.

Vamos —le dije, intentando sonar más valiente de lo que me sentía—. Cuanto antes encontremos a Luke, mejor.

-Sí te oías valiente, sesos de alga

Al fondo del vestíbulo se veía una doble puerta de roble que daba la impresión de conducir a un lugar importante. Cuando estábamos a unos diez metros, Tyson se detuvo.

Voces dentro.

— ¿Las oyes desde aquí? —pregunté.

Tyson cerró los ojos como para concentrarse. Y de repente su voz se transformó en una ronca imitación de la voz de Luke:

Annabeth se estremeció -Aún odio cuando hace eso

... la profecía nosotros mismos. Los muy idiotas no sabrán hacia qué lado ir.

Piper también se estremeció a su mente llegaban imágenes difusas sobre una pelea con gigantes y uno de ellos usando la voz de Jason. Festus, Quione, el campamento Júpiter, se sentía aterrada hasta que sintió la mano de Jason sobre la suya, le dio una sonrisa y una mirada que decía "No importa qué ocurra, yo estoy aquí". Piper le devolvió el apretón.

Antes de que yo pudiese reaccionar, la voz de Tyson se hizo más grave y brutal, como la del otro tipo que habíamos oído hablando con Luke frente a la cafetería.

— ¿Estás seguro de que el viejo hombre caballo se ha ido definitivamente?

Quirón frunció el entrecejo

Tyson imitó la risa de Luke.

Ya no se fían de él. No pueden fiarse con los esqueletos que tiene en el armario. El envenenamiento del árbol ha sido la gota que colma el vaso.

Thalia miró mal a su padre ¿Cómo podía creer que Quirón la había envenenado?

Annabeth se estremeció.

— ¡Para ya, Tyson! ¿Cómo lo haces? Es espeluznante.

Tyson abrió su ojo con aire desconcertado.

Estoy escuchando.

Sigue —le dije—. ¿Qué más dicen?

-Ventajas de ser un cíclope- dijo Travis

-Nunca te perderás un buen cotilleo- razonó Connor

Tyson volvió a cerrar el ojo.

Siseó con aquella voz brutal:

— ¡Silencio!

Luego cuchicheó con la de Luke:

— ¿Estás seguro?

Sí —dijo Tyson con la otra voz—. Ahí fuera.

-Los cacharon- dijo Hazel

Me di cuenta demasiado tarde de lo que ocurría. Sólo tuve tiempo de decir:

— ¡Corred!

-Fue una buena palabra- murmuró Poseidón aún avergonzado

Las puertas del camarote principal se abrieron de golpe y allí estaba Luke, entre dos gigantes peludos armados con jabalinas; sus puntas de bronce nos apuntaban directamente al pecho.

Luke tenía la cara entre sus manos

El camarote principal era precioso y horrible.

Lo precioso: había grandes ventanales curvados en la pared del fondo, desde donde se veía la popa del barco; el agua verde y el cielo azul se extendían por todo el horizonte. El suelo estaba cubierto con una alfombra persa; dos sofás de lujo ocupaban el centro de la habitación, a un lado había una cama con dosel, al otro una gran mesa de caoba. La mesa estaba llena de comida: cajas de pizza, refrescos y un montón de sándwiches de rosbif en bandejas de plata.

-No suena tan mal- dijo Rachel

Lo horrible: en un estrado de terciopelo situado en la parte trasera de la habitación había un ataúd de oro de tres metros. Un sarcófago con grabados de estilo griego antiguo, que representaban escenas de ciudades en llamas y héroes sufriendo muertes horripilantes.

-Retiro lo dicho, es espeluznante

Pese a la luz solar que entraba a raudales por las ventanas, el ataúd impregnaba de frío toda la habitación.

Bueno —dijo Luke, abriendo los brazos con orgullo—. Mola un poco más que la cabaña once, ¿no?

Había cambiado desde el verano pasado. En lugar de bermudas y camiseta, llevaba una camisa abotonada, pantalón caqui y mocasines de piel. El pelo rubio rojizo, antes siempre alborotado, lo llevaba ahora muy corto. Parecía un modelo masculino malvado, mostrando cómo vestirían aquel año en Harvard los granujas de moda.

-Gracias por esa descripción Percy- dijo el aludido

-De nada- dijo Percy con una pequeña sonrisa

Aún tenía la cicatriz debajo del ojo: una línea dentada blanca que le había quedado de su combate con un dragón. Y apoyada en el sofá reposaba Backbiter, su espada mágica, que despedía un raro destello con aquella afiladísima hoja — mitad acero, mitad bronce celestial— capaz de matar tanto a los mortales como a los monstruos.

Sentaos —dijo.

Hizo un ademán con la mano y tres sillas de la mesa se deslizaron hasta el centro de la habitación.

Ninguno de nosotros se sentó.

-Buena decisión- murmuró Nico

Los grandiosos amigos de Luke seguían apuntándonos con sus jabalinas. Parecían gemelos, pero no eran humanos. Debían de medir unos dos metros y medio, y la única ropa que llevaban eran unos tejanos, seguramente porque su enorme caja torácica ya estaba cubierta con un espeso pelaje marrón.

Afrodita hizo una mueca recordando a los gigantes

Tenían garras en lugar de manos; sus pies parecían pezuñas y sus narices, hocicos. En cuanto a sus dientes, todos eran colmillos afilados.

— ¡Vaya modales los míos! —dijo Luke en tono zalamero—. Estos son mis ayudantes, Agrius y Oreius. Es posible que hayáis oído hablar de ellos.

No dije nada. Lo que me asustaba no eran los dos osos gemelos, pese a las jabalinas con que me apuntaban.

Me había imaginado muchas veces que volvía a encontrarme a Luke, después de que intentara matarme el verano anterior. Me veía a mí mismo plantándole cara con audacia y desafiándolo a un duelo. Pero ahora que nos encontrábamos cara a cara, apenas podía impedir que me temblaran las manos.

-Está bien tener miedo, solo un idiota no lo tendría- dijo Artemisa

— ¿No conocéis la historia de Agrius y Oreius? —nos preguntó—. Su madre... bueno, es una triste historia, la verdad. Afrodita le ordenó que se enamorase; la joven se negó y corrió a Artemisa para suplicarle que la ayudara. Artemisa le permitió convertirse en una de sus doncellas cazadoras, pero Afrodita se vengó.

Las miradas estaban en la diosa

Hechizó a la joven para que se enamorase de un oso, y cuando Artemisa lo descubrió, la abandonó con repugnancia. Típico de los dioses, ¿no? Se pelean entre ellos y los pobres humanos quedan atrapados en medio.

Los dioses se miraron entre sí

Los dos hijos gemelos de la joven, Agrius y Oreius, no sienten ningún amor por el Olimpo; sin embargo, les gustan mucho los mestizos...

Para almorzar —gruñó Agrius. Su voz áspera y brutal era la que antes había oído hablando con Luke.

Su hermano Oreius se echó a reír mientras se relamía los labios rodeados de pelo.

— ¡Je, je, je!

Continuó riendo como si le hubiera entrado un ataque de asma, hasta que Luke y Agrius lo miraron fijamente.

-No era muy listo- masculló Luke

— ¡Cierra la boca, idiota! —Gritó Agrius—. ¡Aplícate tú mismo el castigo!

Oreius se puso a lloriquear. Se dirigió penosamente a un rincón, se desplomó sobre un taburete y empezó a golpearse la frente con la mesa de caoba. Las bandejas de plata brincaban a cada golpe.

Luke se comportaba como si todo aquello fuese de lo más normal.

-Era normal- dijo Luke

Se acomodó en un sofá y apoyó los pies en la mesilla de café.

Bueno, Percy, hemos permitido que sobrevivieras un año más. Espero que estés agradecido. ¿Qué tal tu madre? ¿Y el colegio?

Has envenenado el árbol de Thalia.

Él suspiró.

Directo al grano, ¿eh? Está bien: por supuesto que envenené el árbol. ¿Y qué?

Thalia suspiró

— ¿Cómo te atreviste? —Annabeth parecía tan furiosa que creí que iba a explotar—. ¡Thalia te salvó la vida! ¡Nuestras vidas! ¿Cómo has podido profanarla...?

-Eso mismo me pregunto yo- murmuró la cazadora

— ¡Yo no la he profanado! —Replicó Luke—. ¡Fueron los dioses quienes la profanaron, Annabeth! Si Thalia estuviese viva se pondría de mi lado.

-¡Por supuesto que no y lo sabes!- la cazadora miró fijamente a Luke hasta que se removió incómodo

— ¡Mentiroso!

Si supieras lo que se avecina entenderías...

— ¡Lo que entiendo es que quieres destruir el campamento! —gritó—. ¡Eres un monstruo!

Annabeth no dejaba de juguetear con el cabello de Percy, no sabía cómo sentirse acerca de Luke estando ahí.

Luke meneó la cabeza.

Los dioses te han cegado. ¿No puedes imaginarte un mundo sin ellos, Annabeth? ¿De qué sirve toda esa historia antigua que estudias? ¡Tres mil años de lastre! Occidente está podrido hasta la médula. Tiene que ser destruido. ¡Únete a mí! Podemos volver a construir el mundo partiendo de cero. Y podríamos utilizar tu inteligencia, Annabeth.

— ¡Será porque tú no tienes ninguna!

Él entornó los ojos.

Te conozco, Annabeth. Te mereces algo mejor que participar en una búsqueda inútil para salvar el campamento. La colina Mestiza será arrasada por los monstruos antes de un mes. Los héroes que sobrevivan no tendrán otra alternativa que unirse a nosotros o ser perseguidos hasta su completa extinción.

¿De verdad quieres quedarte en el equipo perdedor... con semejante compañía?

añadió señalando a Tyson.

-¡Luke!- masculló Thalia

— ¡Ten cuidado! —dije.

Viajando con un cíclope —prosiguió en tono de reproche—. ¡Y tú hablas de profanar la memoria de Thalia! Me sorprendes, Annabeth. Que tú precisamente...

Annabeth suspiró

-No debiste haberle hablado así- gruñó Thalia

— ¡Para ya! —gritó ella.

No sabía a qué se refería Luke, pero Annabeth había escondido la cabeza entre las manos, como a punto de llorar.

Luke miró a Annabeth, nunca le había gustado verla llorar

— ¡Déjala en paz! —dije—. Y no te metas con Tyson.

Luke se echó a reír.

Ah, sí, ya me he enterado. Tu padre lo ha reconocido.

-¿Otro espía?- murmuró Afrodita

Los que sabían quién era, miraron a la diosa con melancolía

Debí de mostrar mi sorpresa, porque él sonrió.

Sí, Percy, estoy enterado de todo. Y también de vuestro plan para encontrar el Vellocino de Oro. ¿Cómo eran las coordenadas...? ¿Treinta, treinta y uno, setenta y cinco, doce? Ya ves, aún me quedan amigos en el campamento que me mantienen informado.

Espías, querrás decir.

Él se encogió de hombros.

— ¿Cuántas ofensas de tu padre estás dispuesto a soportar, Percy? ¿Te parece que ha sido agradecido contigo? ¿Crees que Poseidón se preocupa más por ti de lo que se preocupa por este monstruo?

-Sí- dijo Percy

Tyson apretó los puños y emitió un ruido sordo con la garganta.

Luke ahogó una risita.

Los dioses te están utilizando de mala manera, Percy. ¿Tienes idea de lo que te espera si llegas a cumplir los dieciséis años? ¿Nunca te ha explicado Quirón la profecía?

-No podía decirte- habló Quirón

-Está bien

Lo que yo quería era provocarlo y desafiarlo, pero, como de costumbre, él sabía pillarme desprevenido.

¿Si llegaba a cumplir los dieciséis?

Yo sabía que el Oráculo le había hecho una profecía a Quirón muchos años atrás, y que una parte de esa profecía tenía que ver conmigo. ¿Pero qué quería decir aquello de si llegaba a cumplir los dieciséis? No sonaba nada bien.

Sé lo que necesito saber —logré decir—. Como por ejemplo, quiénes son mis enemigos.

-Un buen conocimiento- dijo Hefesto

Entonces es que eres tonto.

Tyson aplastó la silla más cercana y la convirtió en un montón de astillas.

— ¡Percy no es tonto!

-Sí lo es, pero es adorable- rió Annabeth y le dio un beso

Antes de que yo pudiese pararlo, Tyson arremetió contra Luke. Lanzó los puños hacia su rostro —un par de golpes capaces de agujerear una plancha de titanio—, pero los osos gemelos se interpusieron antes del impacto. Cada uno atrapó un brazo de Tyson y lo detuvo en seco. Luego le dieron un buen empujón y lo mandaron al suelo alfombrado con tanta fuerza que retumbó la cubierta entera.

Qué pena de cíclope —dijo Luke—. Por lo visto, mis dos osos juntos son demasiado para él. Quizá debería permitirles que...

-Juntos...- murmuró Atenea

Luke —le interrumpí—. Escucha. Tu padre nos ha enviado.

-Mala elección de palabras- dijo Hermes

Su cara enrojeció.

— ¡No te atrevas a mencionarlo siquiera!

Nos dijo que tomáramos este barco. Yo creí que era sólo un medio de transporte, pero en realidad nos ha enviado aquí para que te encontráramos. Me dijo que no piensa renunciar a ti, por muy enfadado que estés.

— ¿Enfadado? —Rugió Luke—. ¿Renunciar a mí? ¡Él me abandonó, Percy! ¡Y yo quiero destruir el Olimpo! ¡Triturar cada trono hasta convertirlo en escombros! Dile a Hermes que eso es lo que va a ocurrir. Cada vez que se nos une un mestizo, los Olímpicos se vuelven más débiles y nosotros más fuertes. Él se vuelve más fuerte.

-Por supuesto, la lealtad de los mestizos está con él- dijo Atenea

Señaló el sarcófago de oro.

Aquella caja me ponía carne de gallina, pero hacía lo posible por disimular.

— ¿Ah, sí? —pregunté—. ¿Y qué tiene de especial...?

Entonces se me ocurrió lo que podía haber en el interior del sarcófago. La temperatura en la habitación pareció descender de golpe veinte grados.

— ¡Uau! ¿No querrás decir...?

Se está reagrupando —dijo Luke—. Poco a poco, estamos extrayendo su fuerza vital del abismo. Con cada recluta que se une a nuestra causa, aparece un nuevo fragmento...

— ¡Qué asqueroso! —dijo Annabeth.

Afrodita le dio la razón

Luke le sonrió con desdén.

Tu madre surgió del cráneo abierto de Zeus, Annabeth. Yo en tu lugar no hablaría demasiado.

-En eso tiene razón- dijo Apolo riendo

-Te voy a matar- masculló Atenea

Muy pronto habrá suficiente sustancia del señor de los titanes como para recomponerlo por entero. Pieza a pieza, le construiremos un nuevo cuerpo: una tarea digna de las fraguas de Hefesto.

Estás loco —dijo Annabeth.

Únete a nosotros y serás recompensada. Tenemos amigos muy poderosos, patrocinadores lo bastante ricos para comprar este crucero y mucho más. Percy, tu madre no tendrá que volver a trabajar; puedes comprarle una mansión si quieres. Tendrás poder, fama, todo lo que desees. Y tú, Annabeth, podrás realizar tu sueño de convertirte en arquitecto. Podrás construir un monumento que dure mil años. ¡Un templo para los dioses de la nueva era!

Algunos miraron a Annabeth como si pensaran que diría que sí

Annabeth les hizo una mueca

Vete al Tártaro a hacer gárgaras —le dijo ella.

Luke suspiró.

Es una pena.

Sacó algo que parecía un mando a distancia y pulsó un botón rojo. En unos segundos, la puerta se abrió y aparecieron dos miembros de la tripulación armados con porras. Tenían la misma mirada vidriosa que los otros mortales que habíamos visto, pero me dio la sensación de que eso no los haría menos peligrosos en una pelea.

Ah, muy bien, seguridad —dijo Luke—. Me temo que tenemos polizones.

Sí, señor —dijeron con voz soñolienta.

Luke se volvió hacia Oreius.

Ya es hora de darle de comer al dragón etíope. Lleva a estos idiotas abajo y enséñales cómo se hace.

Atenea miró enojada al hijo de Hermes

Oreius empezó a reír estúpidamente.

— ¡Je, je, je!

Déjame ir a mí también —refunfuñó Agrius—. Mi hermano es un inútil. Y ese cíclope...

No será ninguna amenaza —dijo Luke.

Se dio la vuelta para echar un vistazo al ataúd de oro, como si algo le preocupara.

Tú quédate aquí, Agrius. Tenemos asuntos importantes de que hablar.

Pero...

No me falles, Oreius. Quédate en la bodega y encárgate de que el dragón se alimente como es debido.

-Eso realmente suena mal- murmuró Piper

Oreius nos aguijoneó con su jabalina y nos arrastró fuera del camarote principal, seguido por los dos guardias.

Mientras recorríamos el pasillo con la jabalina de Oreius pinchándome la espalda, pensé en lo que había dicho Luke: que los dos gemelos juntos eran demasiado para las fuerzas de Tyson. Quizá por separado...

Atenea se sorprendió de que el bobo chico captara la idea

Abandonamos el corredor hacia la mitad del barco y cruzamos la cubierta al aire libre llena de botes salvavidas. Sabía ya lo bastante de aquel barco para comprender que aquélla iba a ser nuestra última oportunidad de ver el sol. Cuando llegáramos al otro lado, tomaríamos el ascensor, bajaríamos a la bodega y asunto concluido.

Miré a Tyson y dije:

— ¡Ahora!

Gracias a los dioses, lo entendió. Se dio media vuelta y de un manotazo mandó a Oreius diez metros hacia atrás, directo a la piscina, donde fue a caer en medio de aquella familia de turistas.

— ¡Aggg! —Chillaron los tres críos a la vez—. ¡Esto no es pasárselo bomba!

Uno de los guardias sacó su porra, pero Annabeth le dio una patada con tanta puntería que lo dejó sin aliento. El otro guardia corrió hacia la alarma más cercana.

— ¡Detenlo! —gritó Annabeth, pero ya era tarde.

Antes de que lo golpeara en la cabeza con una tumbona, el tipo consiguió accionar la alarma.

Empezaron a parpadear luces rojas y aullar sirenas.

-Deberían correr- murmuró Apolo

— ¡Un bote salvavidas! —chillé.

Corrimos al más cercano.

Cuando logramos quitarle la cubierta, había ya un montón de monstruos y guardias pululando por la cubierta y empujando a los turistas y camareros, que llevaban bebidas tropicales en sus bandejas. Un tipo con armadura griega sacó su espada y arremetió contra nosotros, pero resbaló en un charco de piña colada.

-Pobre tipo- dijo Leo

Los arqueros lestrigones se reunieron en la cubierta que quedaba por encima de la nuestra y prepararon las flechas en sus enormes arcos.

— ¿Cómo se arranca este cacharro? —gritó Annabeth.

Un perro del infierno saltó hacia mí, pero Tyson lo apartó dándole un porrazo

Con un extintor.

-Muy bien- sonrió Poseidón

— ¡Sube! —grité. Destapé a Contracorriente y corté en el aire la primera lluvia de flechas. Unos segundos más y acabarían con nosotros.

El bote salvavidas estaba suspendido a un lado del barco, a mucha altura por encima del agua. Annabeth y Tyson no lograban aflojar la polea.

Yo me puse a su lado de un salto.

-¡Ni se te ocurra Perseus Jackson!- gritó Atenea al entender que iba a hacer

-Ya se me ocurrió- dijo Percy simplemente

— ¡Agarraos! —chillé, y corté las sogas.

Una lluvia de flechas silbó sobre nuestras cabezas mientras nos desplomábamos en caída libre hacia el océano.

-Fin del capítulo- anunció Quirón -dioses creo que deberíamos descansar un poco

Los dioses asintieron -De acuerdo, vayan a pasear o algo, nos vemos aquí en la tarde

Afrodita se llevó rápidamente a Ares antes de que iniciara otra pelea

Los dioses y los chicos desfilaron fuera

-Annabeth, Percy ¿Podemos hablar?

Ambos chicos se voltearon para encarar a Luke

Annabeth suspiró -De acuerdo, creo que es hora