-¿Quién va a leer?- preguntó Jason?

-Yo- dijo Hades

-Uhhh... ¿Seguro?- dijo Nico

Hades asintió -Participamos en un concurso mortal de enigmas

Annabeth se sonrojó

Había oscurecido ya cuando hicimos nuestra invocación ante un agujero de seis metros de largo, junto al depósito de la fosa séptica.

-Porque obviamente tiene que haber ambiente para invocar a los muertos- dijo Leo

-El ambiente es muy importante- asintió Connor

Nico les hizo una mueca

Era un depósito de color amarillo chillón y en un lado tenía una cara sonriente y unas letras rojas que decían: «FELICES VERTIDOS S.A.»

-Bueno, eso arruinó el ambiente- dijo Thalia

-Pequeño detalle- comentó Percy

No encajaba demasiado con el ambiente de una invocación a los muertos, la verdad.

-Al menos lo admites- dijo Piper

Nico rodó los ojos

Había luna llena. Las nubes plateadas se deslizaban perezosamente por el cielo.

-Eso ya está un poco mejor- dijo Leo

Minos ya debería estar aquí —dijo Nico, frunciendo el ceño—. Es noche cerrada.

Quizá se ha perdido —dije, esperanzado.

-Ojalá- murmuró Bianca

-Eso habría estado mejor- dijo Perséfone

Él empezó a derramar cerveza de raíces y arrojó carne asada en el interior de la fosa; luego entonó un cántico en griego antiguo.

-Un hermoso cántico- dijo Grover con sarcasmo

Los grillos enmudecieron en el acto. En mi bolsillo, el silbato para perros de hielo estigio empezó a enfriarse y acabó congelado y pegado a mi muslo.

-Un canto de lo más feliz- dijo Leo

-Estaba invocando a los muertos ¿Que esperabas que cantara?- dijo Nico

-No lo sé- dijo Leo encogiéndose de hombros - ¿Has escuchado la canción que dice "cuando el reloj marca la una, las calaveras salen de su tumba?

-Eres un idiota Valdez- dijo Nico

Dile que pare —me susurró Tyson.

Una parte de mí sentía lo mismo.

-Creo que todo sentíamos lo mismo- dijo Annabeth

Aquello era antinatural. El aire de la noche se había vuelto gélido y amenazador.

-Daba miedo- musitó Tyson

Pero, antes de que pudiera decir nada, comparecieron los primeros espíritus.

-Demasiado tarde para arrepentirse- dijo Hermes

Surgió de la tierra una niebla sulfurosa y las sombras se espesaron y adoptaron formas humanas. Una silueta azul se deslizó hasta el borde de la fosa y se arrodilló para beber.

-Deténgalo- dijo Hades -el ritual es para Bianca- dijo mirando a su hija de reojo

— ¡Detenlo! —Exclamó Nico, interrumpiendo por un instante su cántico—. ¡Sólo Bianca puede beber!

Saqué a Contracorriente.

-Con eso fue más que suficiente- dijo Nico

A la vista del bronce celestial, los fantasmas se batieron en retirada con un silbido unánime.

-Muy rico, pero el bronce celestial no nos gusta- murmuró Travis

Pero ya era tarde para detener al primer espíritu, que había cobrado la forma de un hombre barbado con túnica blanca.

-Si en vida no fue amable, no se podía esperar nada más de él en la muerte- dijo Hestia

Llevaba una diadema de oro en la frente; sus ojos, aunque estuvieran muertos, adquirían vida de pura malicia.

-La peor- bufó Perséfone

— ¡Minos! —Dijo Nico—. ¿Qué estás haciendo?

Disculpadme, amo —respondió el fantasma, aunque no parecía muy apenado—.

-Era exactamente lo que quería- dijo Hazel

-Un fantasma de lo más abusivo- dijo Piper

El sacrificio olía tan bien que no he podido resistirlo. —Se miró las manos y sonrió—.

Es agradable poder verme a mí mismo de nuevo. Casi con formas sólidas...

-Nada más está perturbando el ritual- masculló Hades

— ¡Estás perturbando el ritual! —protestó Nico.

Los espíritus de los muertos empezaron a cobrar un brillo de peligrosa intensidad y Nico se vio obligado a reanudar el cántico para mantenerlos a raya.

-Si no tienes cuidado el ritual se perturbará aún más y esos fantasmas pueden ser peligrosos- dijo Hades

-¿Oíste sombritas? Nada de magia invoca fantasmas- dijo Will

Nico bufó

Sí, muy bien, amo —comentó Minos, divertido—. Seguid cantando. Yo sólo he venido a protegeros de estos mentirosos que os acabarían engañando.

-Ahí el único mentiroso es él- bufó Perséfone

Me miró como si fuese una especie de cucaracha—. Percy Jackson... vaya, vaya. Los hijos de Poseidón no han mejorado mucho a lo largo de los siglos, ¿no es cierto?

-En eso estoy completamente de acuerdo- dijo Zeus

-¿Estamos viendo al mismo chico?- preguntó amablemente Afrodita

Me daban ganas de arrearle un puñetazo, pero me figuré que mi puño le atravesaría el rostro sin tropezar con nada sólido.

-Estás en lo correcto- dijo Hazel

Buscamos a Bianca di Angelo —le dije—. Lárgate.

El fantasma rió entre dientes.

Tengo entendido que una vez mataste a mi Minotauro con las manos desnudas.

-Incluso los fantasmas saben lo que has hecho- comentó Rachel asombrada

Pero te aguardan cosas peores en el laberinto. ¿De veras crees que Dédalo va a ayudarte?

Los demás espíritus se removían, inquietos. Annabeth sacó su cuchillo y me ayudó a mantenerlos alejados de la fosa.

-Siempre es mejor cuando están juntos- dijo Afrodita encantada

Grover estaba tan nervioso que se agarró del hombro de Tyson.

-Vaya que sí estabas muy nervioso- dijo Connor

-No era un ambiente de lo más feliz- dijo Grover

A Dédalo no le importáis nada, mestizos —nos advirtió Minos—. No podéis confiar en él. Ha perdido la cuenta de sus años y es muy astuto. Vive amargado por los remordimientos del asesinato y ha sido maldito por los dioses.

Atenea hizo una mueca -El chico también tenía mi bendición

Algunos semidioses la miraron con confusión

— ¿Qué asesinato? —pregunté—. ¿A quién ha matado?

— ¡No cambies de tema! —Gruñó el fantasma—. Estás poniendo trabas a mi amo; tratando de persuadirlo para que abandone su propósito. ¡Yo le otorgaría un gran poder!

-¿De dónde podría otorgarle poder?- bufó Hades -está muerto

— ¡Ya basta, Minos! —le ordenó Nico.

El fantasma hizo una mueca despectiva.

Amo, ellos son vuestros enemigos.

-Por supuesto que no le conviene que tengas a tus amigos- dijo Reyna

-Le haría más difícil poder manipularlo- asintió Chris

¡No los escuchéis! Dejad que os proteja. Llevaré su mente a la locura, como hice con los otros.

Chris hizo una mueca

— ¿Qué otros? —Dijo Annabeth, sofocando un grito—. ¿No te referirás a Chris Rodríguez? ¿Fuiste tú?

-Pensaba que el laberinto era suyo- masculló Clarisse

-Los intrusos merecían la locura- musitó Chris

El laberinto es mío —declaró el fantasma—, y no de Dédalo. Los intrusos se merecen la maldición de la locura.

— ¡Desaparece, Minos! —Exigió Nico—. ¡Quiero ver a mi hermana!

-El rey ha hablado- dijo Will -ahora desaparece- dijo tronando los dedos

-Ya no deberías juntarte con ellos- dijo Nico señalando a todos los chicos

-Te haces el duro, sombritas- dijo Will guiñándole un ojo

El fantasma se tragó su rabia.

Como deseéis, amo. Pero os lo advierto: no podéis fiaros de estos héroes.

-Mejor que esté con ellos- dijo Perséfone

Y dicho esto, se deshizo y volvió a la niebla.

Algunos espíritus intentaron adelantarse, pero Annabeth y yo los mantuvimos a raya.

-Como un buen equipo- dijo Afrodita

-Somos el equipo dinamita- dijo Percy

— ¡Bianca, aparece! —clamó Nico. Entonó su cántico más deprisa y los espíritus se agitaron aún más inquietos.

Está a punto —murmuró Grover.

-Me dan miedo los fantasmas- dijo Tyson

Una luz plateada parpadeó entre los árboles: un espíritu que parecía más fuerte y luminoso que los demás.

-Dio resultado- murmuró Will acercando más a Nico

Cuando se acercó, algo me dijo que lo dejara pasar.

-Buena decisión- dijo Bianca con una pequeña sonrisa

Se arrodilló a beber en la fosa. Al levantarse, vi que era el fantasma de Bianca di Angelo.

Nico vaciló e interrumpió su cántico. Bajé la espada.

-No sé qué tan bueno es esto- susurró Perséfone en el oído de Hades, el dios hizo una mueca

Los demás espíritus empezaron a arremolinarse alrededor, pero Bianca alzó los brazos y todos retrocedieron hacia el bosque.

-Hermanos- suspiró Will

Hola, Percy —saludó.

Tenía el mismo aspecto que en vida: un gorro verde ladeado sobre su pelo negro y abundante, los ojos oscuros y la piel muy morena, como su hermano.

-Ya ni tanto- dijo Will -necesitas pasar más tiempo en la luz

Nico bufó -Ya te tengo a ti...- Nico se sonrojó como si no pudiera creer lo que había dicho

Llevaba téjanos y una chaqueta plateada, el uniforme de las cazadoras de Artemisa, y portaba un arco colgado del hombro. Sonreía débilmente y su forma entera parecía temblar.

Los hermanos Di Angelo hicieron una mueca

Bianca... —dije. Me salió una voz ronca. Me había sentido culpable de su fin durante mucho tiempo, pero tenerla allí delante era mil veces peor: como si la impresión de su muerte hubiera regresado con toda su virulencia.

Nico asintió de acuerdo

-Me alegra de que ya no te sientas culpable- dijo Bianca a Percy -no tendrías por que

Recordé cómo habíamos buscado entre los restos del gigantesco guerrero de bronce sin encontrar el menor rastro de ella, hasta que comprendimos que había sacrificado su vida para derrotarlo—.

Los chicos que habían ido a la misión hicieron una mueca de nostalgia

Lo siento mucho.

No tienes por qué disculparte, Percy. La decisión la tomé yo. Y no lo lamento.

-Era necesario hacerlo- susurró Bianca

— ¡Bianca! —Nico dio un traspié, aturdido.

Ella se volvió hacia su hermano. Tenía una expresión triste, como si temiera aquel momento.

Y la mayoría en la sala parecía estar contendiendo la respiración como si ellos también temieran ese momento

Hola, Nico. ¡Qué alto estás!

— ¿Por qué has tardado tanto en responderme? —gritó—. ¡Lo he intentado durante meses!

Confiaba en que te dieras por vencido.

Nico se aferraba con fuerza a la mano de Will

— ¿Por qué? —Parecía desolado—. ¿Cómo puedes decir eso? ¡Estoy tratando de salvarte!

— ¡No puedes, Nico! No lo hagas. Percy tiene razón.

— ¡No! ¡Él te dejó morir! ¡No es tu amigo!

La tensión estaba llenando la sala, como cuando inflas un globo de más y sabes que en cualquier momento puede estallar

Bianca alargó un brazo, como para tocarle la cara a su hermano. Pero estaba hecha de pura niebla: su mano se evaporaba en cuanto se acercaba a la piel de un ser vivo.

-Una parte muy mala de estar muerta-. Dijo Hazel

Frank la abrazó

Escúchame bien —dijo—. Guardar rencor es muy peligroso para un hijo de Hades. Es nuestro defecto fatídico. Tienes que perdonar. Prométemelo.

No. Nunca.

-Por eso mis hijos casi nunca tienen un final feliz- murmuró Hades

Percy se ha preocupado por ti, Nico. Él puede ayudarte. Yo permití que viese lo

que te proponías con la esperanza de que te encontrara.

Así que fuiste tú —dije—. Tú me enviaste esos mensajes Iris.

-Pero ya lo habías dicho- señaló Piper

-Pero no estaba tan seguro- dijo Percy

Bianca asintió.

— ¿Por qué lo ayudas a él y no a mí? —Chilló Nico—. ¡No es justo!

Ahora te acercas más a la verdad —señaló Bianca—. No es con Percy con quien estás furioso, Nico, sino conmigo.

Los chicos asintieron

No.

Estás furioso porque te dejé para convertirme en una cazadora de Artemisa. Estás furioso porque morí y te dejé solo. Lo siento, Nico. Lo siento de verdad. Pero has de sobreponerte a la ira. Y deja de culpar a Percy por las decisiones que tomé yo; de lo contrario, provocarás tu propia perdición.

Y el globo estalló

-¡Pero aun así me dejaste!- gritó Nico

Bianca hizo una mueca -Estabas con buenas personas

-Personas que conocimos cinco minutos antes- dijo Nico con voz ronca

-Él tiene un punto- murmuró Leo, Calipso le tocó el brazo e hizo un pequeño gesto que decía "no te metas"

-Creí que lo entendías- dijo Bianca -dijiste que lo entendías- dijo con voz rota

-Pues mentí ¡Me dejaste! Solo nos teníamos el uno al otro ¡No te importó!- gritó Nico

-Sí me importaba, pero necesitaba conocer más cosas- dijo Bianca

Nico resopló -Y mira como resultó todo

Hades los miraba con una mueca, Hazel estaba punto de decir algo, pero Perséfone negó con la cabeza

-Cariño, esto solo lo pueden resolver ellos, dejen que digan todo lo que tienen que decir- dijo Perséfone

-Nico, lo siento muchísimo- dijo Bianca

-Te volviste a ir- dijo Nico en voz baja -en el inframundo, decidiste renacer, yo... Yo fui por ti

-Lo siento Nico, pero ¿Cómo podía saberlo?- dijo Bianca

-Te fuiste de nuevo, algún día podríamos habernos reencontrado- la voz de Nico se quebró

-Estamos aquí ahora- musitó Bianca

-Eso no cambia nada- masculló Nico

-Puede que no o pude cambiarlo todo, tienes personas que te aman y se preocupan por ti- señaló Bianca

-Pero no te tengo a ti- dijo Nico con la voz quebrada

-Sí me tienes, estoy aquí ahora, por favor Nico perdóname- dijo Bianca también con la voz rota

Nico no respondió, se pegó aún más al cuerpo de Will, una lágrima resbaló por su mejilla

La sala quedó en completo silencio, de una u otra forma todos había perdido a alguien que amaban, sabían de la furia que se sentía, el sentimiento de abandono y las ganas de ver una vez más a esa persona y reclamarle porque te dejó. No todos tenían esa oportunidad, Nico la tenía y lo había hecho, nadie se atrevió a decir una sola palabra y a pesar de que los hermanos Di Angelo se veían tristes también parecía que cualquier rencor guardado había disminuido y pronto podría desaparecer, al final de cuentas, guardar rencor es el defecto fatídico de los hijos de Hades.

El dios veía a su hijos con una mueca de nostalgia, sus hijo nunca eran felices, ellos tenía que poder ser la excepción

Will tenía abrazado a Nico -¿Es necesario que sigamos aquí?- preguntó

-Pueden irse en lo que acabamos el capítulo- dijo Hades

Nico negó con la cabeza -No, vamos a quedarnos

-¿Estás seguro?- preguntó Hazel suavemente

-No más huir- Nico suspiró, siempre estaba huyendo de sus sentimientos y de las personas "estás tan asustado de que te rechacen que ni siquiera lo intentas" Había dicho Jason en aquel palacio, ya no más

Will, Jason, Percy, Hazel y Reyna le dieron una mirada de orgullo

Hades lo miró sorprendido antes de continuar la lectura

Es verdad —intervino Annabeth—. Cronos se está alzando contra los dioses, Nico. Atraerá a su causa a todo el que pueda.

Cronos me importa un pimiento —soltó Nico—. Yo sólo quiero recuperar a mi hermana.

Antes y ahora esas palabras eran ciertas

Eso no puedes lograrlo, Nico —le dijo Bianca con suavidad.

— ¡Soy el hijo de Hades! Sí puedo.

-Un poco egocéntrico- dijo Will con una pequeña sonrisa

No lo intentes —insistió ella—. Si me quieres, no...

Su voz se apagó. Los espíritus habían empezado a congregarse otra vez alrededor y parecían llenos de desazón. Sus sombras se agitaban. Sus voces cuchicheaban:

« ¡Peligro!»

-Ni siquiera los dejan tener unos minutos de plática- dijo Hestia

Algo se remueve en el Tártaro —señaló Bianca—. Tu poder llama la atención de Cronos. Los muertos deben regresar al inframundo. Para nosotros no es seguro permanecer aquí.

-Hará lo que sea para que te pongas de su lado- dijo Hades -es mejor que termines el ritual

Espera —rogó Nico—. Por favor...

Adiós, Nico —se despidió Bianca—. Te quiero. Recuerda lo que te he dicho.

Ambos hermanos se miraron con nostalgia durante unos momentos

Su forma tembló en el aire y todos los fantasmas desaparecieron, dejándonos solos con una fosa, un depósito amarillo de Felices Vertidos S. A. y una luna redonda y glacial.

-De nuevo se pone el ambiente- dijo Connor

Ninguno de nosotros quería partir esa noche, así que decidimos esperar a la mañana siguiente.

-Fue lo mejor- dijo Poseidón

-Fue un momento de gran intensidad- dijo Hestia

Grover y yo nos derrumbamos en los sofás de cuero de la sala de Gerión, lo cual resultaba mucho más cómodo que dormir sobre un petate en el laberinto. Sin embargo, ello no me evitó las pesadillas.

-Era de esperarse- suspiró Poseidón

-Los sueños se ponen peor conforme el peligro crece- comentó Atenea

Soñé que estaba con Luke, caminando por el lóbrego palacio de la cima del monte Tamalpais. Ahora ya era un edificio real, no un espejismo inacabado como el que había visto el invierno anterior.

-Bastante real- dijo Jason con una mueca

A lo largo de las paredes había braseros que ardían con llamas verdosas. El suelo era de mármol negro pulido. Soplaba un viento frío por el pasillo y, sobre nuestras cabezas, a través de las claraboyas, se veían nubes grises cargadas de tormenta que se arremolinaban en el cielo.

-Un lugar de lo más feliz- dijo Travis

-Como para unas vacaciones- comentó Connor con sarcasmo

Luke parecía listo para el combate. Llevaba pantalones de camuflaje, una camiseta blanca y una coraza de bronce; no llevaba su espada Backbiter al cinto, sino sólo una vaina vacía.

-Eso no me hace sentir mejor- dijo Poseidón

-En su momento, a mí tampoco- dijo Percy

Entramos en un gran patio donde se entrenaban docenas de guerreros y de dracaenae. En cuanto lo vieron, los semidioses se pusieron firmes y golpearon su escudo con la espada.

-Saludando a su señor- dijo Hermes con una mueca

— ¿Ha llegado el momento, mi señor? —preguntó una dracaena con su voz sibilante.

Pronto —prometió Luke—. Seguid trabajando.

-El ataque al campamento- supuso Apolo

Mi señor —dijo otra voz a su espalda. Kelli, la empusa, le sonreía radiante.

-Que horror- dijo Rachel

Esta vez llevaba un vestido azul y tenía un aspecto malvado y hermoso.

-Percy ¿Podrías explicarnos eso?- dijo Thalia burlona -creí que las mujeres demonio no eran tu tipo

Annabeth lo miró con una ceja alzada

Percy se sonrojó -Era un decir...

Sus ojos relampagueaban, a veces con un matiz castaño y otras totalmente rojos. El pelo le caía por la espalda y parecía captar el brillo de las antorchas, como si estuviera deseando convertirse otra vez en una llamarada.

-Que fijado- dijo Thalia

-Deja de molestarme, cara de pino- dijo Percy

El corazón me palpitaba. Estaba esperando que Kelli me viera y me ahuyentase del sueño como había hecho en otra ocasión, pero esta vez no pareció advertir mi presencia.

-Es asombroso- dijo Apolo -antes había podido detectarte ¿Ahora por qué no?

-O tal vez solo estaba fingiendo- dijo Artemisa

Tienes una visita —comunicó a Luke, haciéndose a un lado. E incluso éste pareció quedarse estupefacto.

El monstruo Campe se alzaba ante él con todas sus serpientes siseando y retorciéndose alrededor de sus piernas.

-Hora de rendir cuentas- bufó Clarisse

Las cabezas de animales seguían creciendo en su cintura. Tenía en las manos sus espadas chorreantes de veneno y, con sus alas de murciélago desplegadas, ocupaba todo el corredor por el que había llegado.

-Encantadora- murmuró Piper

— ¡Tú! —exclamó Luke, con voz algo temblorosa—. Te ordené que te quedaras en Alcatraz.

-No hizo bien su trabajo- masculló Reyna

-Una verdadera lástima- comentó Nico

Campe parpadeó como los reptiles, o sea, cerrando los párpados de lado, y empezó a hablar en aquella lengua extraña y pedregosa. Pero esta vez, no sé cómo, la entendí:

«He venido a servirte. Déjame vengarme.»

Los dioses se le quedaron viendo con incredulidad

-¿Cómo es posible?- dijo Apolo

-Creo que ni él mismo sabía el alcance de su poder- dijo Artemisa

-Es sorprendente- dijo Hermes

Para otros dioses era más molesto que sorprendente

Tú eres carcelera —dijo Luke—. Tu trabajo...

«Yo los mataré. A mí nadie se me escapa.»

-Pues ya se había escapado- comentó Jason

Luke vaciló. Un hilo de sudor se le deslizó por la sien.

Muy bien —accedió—. Acompáñanos. Puedes llevar el hilo de Ariadna. Es un encargo de gran honor.

-Así que sí lograron conseguir el hilo- dijo Dionisio -buena suerte usándolo

Campe lanzó un siseo hacia las estrellas, envainó sus espadas, dio media vuelta y echó a caminar pesadamente, aporreando el suelo con su enormes patas de dragón.

Deberíamos haberla dejado en el Tártaro —masculló Luke—. Es demasiado caótica. Demasiado poderosa.

-Supongo que para tu señor era una buena aliada- dijo Hera con desdén

Kelli rió suavemente.

No has de temer el poder, Luke. ¡Utilízalo!

Cuanto antes nos pongamos en marcha, mejor —decidió él—. Quiero acabar de una vez.

Ah —respondió Kelli, apiadándose, mientras le recorría el brazo con un dedo—.

¿Te resulta desagradable destruir tu antiguo campamento?

-A mí sí me resulta desagradable que quieran destruirlo- dijo Connor

Yo no he dicho eso.

— ¿No te estarás replanteando el... papel especial que te corresponde?

Luke adoptó una expresión pétrea.

Sé cuál es mi deber.

Luke hizo una mueca

Estupendo —dijo la mujer demonio—. ¿Te parece que nuestra fuerza de choque bastará? ¿O tendré que pedirle ayuda a la Madre Hécate?

Tenemos más que suficiente —replicó Luke con aire sombrío—. El trato está casi cerrado. Sólo me queda negociar un paso seguro a través de la pista de combate.

-Ni siquiera quiero saber que significa eso- dijo Poseidón

-Nadie quiere hacerlo- dijo Artemisa -pero supongo que de todas maneras lo sabremos

Hummm... —dijo Kelli—. Esto suena interesante. No soportaría ver tu hermosa cabeza clavada de una lanza, si llegaras a fallar.

No fallaré. Y tú, demonio, ¿no tienes nada que hacer?

Sí, claro —aseguró Kelli, sonriendo—. Voy a llevar a la desesperación a nuestros enemigos indiscretos. Ahora mismo voy a hacerlo.

Fijó sus ojos en mí, sacó las garras y pulverizó mi sueño.

-Sí, solo estaba fingiendo- dijo Artemisa

De repente, me encontré en otro lugar.

-Otro sueño agradable- murmuró Percy

Me hallaba en lo alto de una torre de piedra desde la que se dominaban unos acantilados y el océano. El anciano Dédalo, inclinado sobre una mesa de trabajo, forcejeaba con un instrumento de navegación semejante a una brújula enorme. Parecía mucho más viejo que la última vez. Tenía la espalda encorvada y las manos sarmentosas. Soltaba maldiciones en griego antiguo y guiñaba los ojos como si no pudiera ver lo que hacía, a pesar de que era un día soleado.

-La muerte de su hijo debió pasarle factura- dijo Hestia con tristeza

— ¡Tío! —dijo una voz.

Un chico risueño de la edad de Nico subía los escalones con una caja de madera en las manos.

Atenea suspiró

Hola, Perdix —respondió el anciano con frialdad—. ¿Has terminados tus tareas? —Sí, tío. ¡Eran fáciles!

Dédalo lo miró ceñudo.

— ¿Fáciles? ¿Hacer subir el agua por la ladera sin una bomba te ha parecido fácil?

-No es tan complicado como suena- dijo Leo

Ya lo creo. ¡Mira!

El chico volcó la caja y hurgó entre la chatarra. Sacó un trozo de papiro y le enseñó al viejo inventor unos diagramas y unas notas. No tenían ningún sentido para mí, pero Dédalo asintió a regañadientes.

Ya veo. No está mal.

— ¡Al rey le ha encantado! —Aseguró Perdix—. ¡Ha dicho que quizá yo sea más listo que tú!

-Eso fue una muy mala elección de palabras- comentó Perséfone

-Sobre todo para un hijo de Atenea- comentó Afrodita

Annabeth hizo una mueca

— ¿Eso ha dicho?

Pero yo no le creo. ¡Estoy tan contento de que mi madre me enviase a estudiar contigo...! Quiero saber todo lo que tú sabes.

Sí —masculló Dédalo—. Así, cuando me muera, podrás ocupar mi puesto, ¿no es eso?

-El chico solo quería aprender- dijo Percy

El chico abrió los ojos de par en par.

— ¡Oh, no, tío! Pero he estado preguntándome... ¿por qué tiene que morir un hombre?

El inventor frunció el ceño.

Así son las cosas, muchacho. Todo muere, salvo los dioses.

-Así funciona el mundo- dijo Hera

Pero ¿por qué? —Insistió Perdix—. Si pudiese capturar el animus, atrapar el alma en otra forma distinta... Tú me has hablado de tus autómatas, tío. Toros, águilas, dragones, caballos de bronce. ¿Por qué no la forma en bronce de un hombre?

-Podría ser posible con magia- comentó Hazel

-Se tendría que ser muy cuidadoso- dijo Hefesto

No, muchacho —dijo Dédalo, cortante—. Eres un ingenuo. Eso es imposible. —No lo creo —persistió él—. Con un poco de magia... — ¿Magia? ¡Bah!

— ¡Sí, tío! La magia y la mecánica juntas. Con un poco de trabajo, se podría hacer un cuerpo totalmente parecido al humano, sólo que mejor. He tomado algunas notas.

-El chico tenía algo de razón, pero los mortales no pueden evadirme por siempre- dijo Hades

Le tendió al anciano un grueso rollo. Dédalo lo desplegó y estuvo leyendo un buen rato. Luego entornó los párpados, miró al chico, cerró el rollo y carraspeó.

No saldrá bien, muchacho. Cuando seas mayor lo comprenderás.

-Lo cual sonó como "he comprendido tus ideas, pero no voy a dejar que tú lo hagas"- dijo Leo

— ¿Quieres que te calibre el astrolabio, tío? ¿Se te han vuelto a hinchar las articulaciones?

El anciano apretó los dientes.

No. Gracias. ¿Por qué no te vas por ahí un rato?

-Otra forma de decirlo "ya me cansé de ti"- dijo Piper

Perdix no pareció advertir el enfado de su tío. Tomó un escarabajo de bronce del montón de chatarra y corrió al borde de la torre, donde sólo había un pretil bajo que apenas le llegaba a las rodillas. El viento soplaba con fuerza.

«Retrocede», quería gritarle, pero mi voz no sonaba.

-Además, no hubiera cambiado nada- dijo Annabeth

Le dio cuerda al escarabajo y lo lanzó por los aires. El artilugio desplegó las alas y se alejó con un zumbido. El chico se echó a reír, satisfecho.

Más listo que yo —masculló Dédalo en un susurro que Perdix no llegó a oír.

— ¿Es cierto que tu hijo se mató volando, tío? He oído que le hiciste unas alas enormes, pero que fallaron.

-Se parece un poco a Nico cuando lo conocimos- dijo Thalia con una sonrisa

-Con la pregunta sobre Annabeth- bufó Percy

-Para que se arroja por el acantilado- dijo Nico encogiéndose de hombros

-Siento no haber tenido otra elección- masculló Annabeth

Dédalo cerró los puños.

Ocupar mi lugar —murmuró.

El viento agitaba las ropas del chico y le alborotaba el pelo.

Me gustaría volar —dijo—. Construiría unas alas que no fallaran. ¿Crees que sería capaz?

-Bueno, ambos tenían la misma edad- dijo Will -eso explicaría sus preguntas

Quizá fuera un sueño dentro de un sueño, pero de repente me imaginé a Jano, el dios de las dos caras, flotando en el aire junto a Dédalo y sonriendo mientras se pasaba su llave plateada de una mano a otra. «Elige —le susurraba al anciano inventor—.

Elige.»

-Jano está presente en las elecciones importantes- dijo Hera

Dédalo tomó otro de los bichos metálicos del chico. Sus ojos estaban rojos de rabia.

Perdix —le gritó—. Tómalo.

Entonces le lanzó el escarabajo de bronce. Divertido, el chico intentó atraparlo al vuelo, pero el lanzamiento era demasiado largo y el artilugio pasó volando. Perdix hizo un esfuerzo, se acercó al pretil demasiado y el viento lo empujó.

-¡Por los dioses!- murmuraron los chicos

Consiguió aferrarse al borde de la torre.

— ¡Tío! —gritó—. ¡Ayúdame!

El rostro del anciano era una máscara inescrutable. No se movió de su sitio.

Venga, Perdix —dijo Dédalo en voz muy baja—, fabrícate unas alas. Pero date prisa.

-Que cruel- dijo Hazel

-No puedo creer que haya sido capaz- dijo Piper

-Un chico tan brillante- murmuró Atenea

— ¡Tío! —gritó el chico mientras le resbalaban los dedos. Y cayó a plomo al mar.

Hubo un instante de silencio. La figura del dios Jano tembló y se desvaneció. Luego un trueno sacudió los cielos y una severa voz femenina llegó de lo alto: «Lo pagarás caro, Dédalo.»

Era una voz que ya había oído antes. Era la madre de Annabeth, Atenea.

-Nunca se metan con Atenea- dijo Apolo

Dédalo levantó la vista con el ceño fruncido.

Siempre te he honrado, madre. Lo he sacrificado todo para seguir tu camino.

«Pero el chico también tenía mi bendición. Y lo has matado. Habrás de pagar un alto precio por ello.»

-El chico no se merecía eso- dijo Atenea

— ¡No he hecho más que pagar! —Masculló Dédalo—. Lo he perdido todo. Sufriré en el inframundo, sí, no me cabe duda. Pero entretanto...

Tomó el rollo de papiro del chico, lo estudió un momento y se lo guardó en la manga.

-Las notas del muchacho lo convencieron- dijo Hefesto

«No lo comprendes —replicó Atenea con frialdad—. Pagarás ahora y eternamente.» Dédalo se desmoronó de repente, presa de tremendos dolores. Sentí lo que él sentía. Un dolor ardiente alrededor del cuello, como si llevase puesto un collar al rojo vivo, que me dejó sin aliento y me sumió en un pozo negro.

-No es mi culpa que tu hijo lo sintiera- dijo Atenea al ver la mirada de Poseidón -el castigo era solo para Dédalo, de hecho ni siquiera tenía por qué sentirlo, solo era un sueño

-Pues parece que no era solo eso- dijo Artemisa

Al despertar en la oscuridad, aún me agarraba la garganta con las manos.

— ¿Percy? —Dijo Grover desde el otro sofá—. ¿Estás bien?

-No parabas de moverte- dijo Grover

Procuré respirar con normalidad. No sabía qué contestarle. Acababa de ver al tipo que buscábamos, a Dédalo, asesinando a su propio sobrino. ¿Cómo iba a encontrarme bien?

-No había manera- dijo Percy

La televisión estaba encendida y su luz azulada

parpadeaba en la habitación.

— ¿Qué... qué hora es? —farfullé.

Las dos de la mañana —respondió Grover—. No podía dormir; estaba mirando el Canal Naturaleza. —Se sorbió la nariz—. Echo de menos a Enebro.

Me restregué los ojos para despejarme.

Ya, bueno... pronto la verás otra vez.

Grover meneó la cabeza tristemente.

— ¿Sabes qué día es hoy? Acabo de verlo en la tele. Trece de junio. Han pasado siete días desde que salimos del campamento.

-El plazo se ha vencido- dijo Dionisio

-Tienes que encontrarlo- dijo Hestia

— ¿Cómo? No puede ser.

El tiempo transcurre más deprisa en el laberinto —me recordó—. La primera vez que tú y Annabeth bajasteis, creíais que habían pasado sólo unos minutos, ¿verdad? Y en realidad había sido una hora.

-Odio eso- dijo Piper

-Todos lo odiamos- estuvo de acuerdo Annabeth

Ah. Cierto —asentí. Y entonces comprendí lo que estaba diciendo y noté de nuevo una tenaza ardiente en la garganta—. ¡La fecha límite del Consejo de los Sabios Ungulados!

-Eso era lo que esperaban- bufó Dionisio -por eso dieron tan poco tiempo

Grover tomó el mando de la tele y le arrancó un trozo de un bocado.

Estoy fuera de plazo —dijo con la boca llena de plástico—. En cuanto vuelva, me quitarán mi permiso de buscador. Y nunca más me darán autorización para volver a salir.

Hablaremos con ellos —le prometí—. Haremos que te concedan más tiempo.

Grover tragó con esfuerzo.

-Con trabajo le ofrecieron esa oportunidad- dijo Perséfone

No aceptarán. El mundo se está muriendo, Percy. Cada día que pasa, empeora.

La vida salvaje... Noto que se desvanece. He de encontrar a Pan.

-Todo por culpa de los mortales- dijo Hera -sin duda un gran invento

Lo conseguirás, tío. No tengo ninguna duda.

Grover me miró con ojos tristes de cabra.

Siempre has sido un buen amigo, Percy. Lo que has hecho hoy, salvar a los animales del rancho de las garras de Gerión, ha sido asombroso. Me... me gustaría parecerme más a ti.

Percy y Grover se sonrojaron

-Eres muy valiente Grover- dijo Hestia con cariño -siempre tratando de proteger a tus amigos

No digas eso —repliqué—. Tú tienes tanto de héroe...

No, qué va. Lo intento, pero... —Suspiró—. Percy, no puedo volver al campamento sin encontrar a Pan. Lo entiendes, ¿verdad? Si fracaso, no podré mirar a Enebro a la cara. ¡Ni siquiera podré mirarme a la cara a mí mismo!

-Lo harás, eres el primero en mucho tiempo que tiene noticias de él- comentó Hermes

Su voz sonaba tan infeliz que resultaba doloroso escucharla. Habíamos pasado muchas cosas juntos, pero nunca lo había visto tan hundido.

Ya se nos ocurrirá algo —le aseguré—. Tú no has fracasado. Eres el campeón de los niños cabra, ¿de acuerdo? Enebro lo sabe. Y yo también.

-Eres el mejor- dijeron Thalia y Annabeth al unísono

Grover cerró los ojos.

El campeón de los niños cabra —murmuró, desanimado.

Mucho después de que se durmiera, yo seguía despierto, contemplando las cabezas que Gerión había colgado como trofeos iluminadas por el resplandor azul de la televisión.

-Eso es un poco aterrador- dijo Leo

-Lo sé, pero no quería volver a dormir- dijo Percy

A la mañana siguiente bajamos desde el rancho hasta la rejilla de retención y nos despedimos.

— ¿Por qué no nos acompañas, Nico? —sugerí sin pensármelo. Supongo que todavía tenía presente mi sueño y también lo mucho que me recordaba al joven Perdix.

-Y necesitabas tenerlo cerca para protegerlo- asintió Reyna

El negó con la cabeza. No creo que ninguno de nosotros hubiera dormido bien en aquel rancho diabólico, pero su aspecto era peor que el de los demás.

-Gracias- murmuró Nico

Tenía los ojos enrojecidos y la cara blanca como la cera. Iba envuelto en una túnica negra que debía de haber pertenecido a Gerión, porque incluso para un adulto habría sido tres o cuatro tallas demasiado grande.

-Que adorable- dijo Will

-¿Por qué te pusiste su ropa?- preguntó Hades con incredulidad

-Era cómoda- dijo Nico

Necesito tiempo para pensar —respondió sin mirarme a los ojos, aunque noté que su ira aún no se había aplacado. El hecho de que su hermana hubiera salido del inframundo por mí, y no por él, no parecía haberle sentado muy bien.

-Odio que leas a la gente tan bien- dijo Nico

-Todos lo odiamos- asintió Thalia

-Yo no pedí que leyeran mis pensamientos- dijo Percy con un puchero -podrían haber sido los de Annabeth

-No- dijo Annabeth -y menos durante esa misión

Escucha, Nico —le dijo Annabeth—, Bianca sólo quiere que estés bien.

Le puso una mano en el hombro, pero él se apartó y empezó a subir la cuesta hacia el rancho. Tal vez fueran imaginaciones mías, pero la niebla matinal parecía seguirlo a medida que caminaba.

-Entonces todos tenemos una increíble imaginación- dijo Annabeth

Me preocupa —dijo Annabeth—. Si se pone a hablar otra vez con el fantasma de

Minos...

No le pasará nada —prometió Euritión. El pastor se había lavado y arreglado. Llevaba unos vaqueros nuevos y una camisa ranchera, e incluso se había recortado la barba. Tenía puestas las botas de Gerión—. Puede quedarse aquí y meditar todo el tiempo que quiera. Prometo mantenerlo a salvo.

-Puedo cuidarme yo mismo- dijo Nico

-Lo sabemos, pero todos queremos ayudarte- dijo Will

— ¿Y tú? —le pregunté.

Euritión le rascó a Ortos un cuello y luego el otro.

Las cosas en este rancho van a cambiar a partir de ahora. Se acabó la carne de vaca sagrada.

-¡Por fin!- chilló Apolo

Estoy pensando en empanadas de semillas de soja. Y voy a hacerme amigo de esos caballos carnívoros. Quizá me inscriba en el próximo rodeo.

-Eso está mejor- dijo Ares

La sola idea me dio escalofríos.

Pues... buena suerte.

Sí. —Euritión escupió en la hierba—. Supongo que ahora vais a buscar el taller de Dédalo.

La mirada de Annabeth se iluminó.

— ¿Puedes ayudarnos?

Euritión se quedó mirando la rejilla de retención. Tuve la impresión de que la cuestión lo ponía nervioso.

-Annabeth es la única que no se pondría nerviosa- dijo Thalia

No sé dónde está. Pero seguramente Hefesto sí lo sabrá.

Eso dijo Hera —asintió Annabeth—. Pero ¿cómo podemos encontrarlo?

-Hera siempre tan amable- murmuró Hefesto

Euritión se sacó algo de debajo del cuello de la camisa. Era un collar: un disco plateado y liso con una cadena de plata. Tenía una depresión en el centro, como la huella de un pulgar. Se lo entregó a Annabeth.

Hefesto viene por aquí de vez en cuando —dijo—. Estudia los animales para copiarlos en sus autómatas. La última vez... le hice un pequeño favor. Para una bromita que quería gastarles a mi padre, Ares, y a Afrodita.

-¡Traición!- gritó Ares

-Que raro- dijo Atenea

-Pero nos entretiene- dijo Apolo

-Siempre es tan divertido- comentó Hermes

Y él, en señal de gratitud, me dio esta cadena. Me dijo que si alguna vez necesitaba encontrarlo, el disco me guiaría hasta su fragua. Pero sólo una vez.

— ¿Y me lo das a mí? —exclamó Annabeth.

Euritión se sonrojó.

-Awwww que lindo- dijo Perséfone

Yo no tengo ninguna necesidad de ver las fraguas, señorita. Me sobra trabajo aquí. Sólo hay que apretar el botón y él te encamina.

Cuando Annabeth lo pulsó, el disco cobró vida y desplegó en el acto ocho patas metálicas. Para perplejidad de Euritión, ella lo arrojó al suelo con un chillido.

— ¡Una araña! —gritó la muchacha.

-Bueno- se defendió Hefesto -era para un hijo de Ares

Es que... las arañas le dan un poco de miedo —explicó Grover—. Una antigua rivalidad entre Atenea y Aracne.

Ah. —Euritión parecía avergonzado—. Lo siento, señorita.

-Se disculpa mucho- bufó Ares

La araña se arrastró hacia la rejilla de retención y desapareció entre los barrotes.

— ¡Rápido! —dije—. Esa cosa no va a esperarnos.

Annabeth no parecía tener mucha prisa, pero no nos quedaba alternativa. Nos despedimos de Euritión, Tyson sacó la rejilla y saltamos otra vez al interior del laberinto.

-Otra vez a su alegre misión- dijo Poseidón

Ojalá le hubiera puesto una correa a aquella araña, porque se deslizaba por los túneles tan deprisa que la mayor parte del tiempo ni siquiera la veía. De no ser por el excelente oído de Tyson y Grover, no habríamos sabido qué camino elegir.

-Fue una persecución interesante- dijo Annabeth

Recorrimos un túnel de mármol, giramos a la izquierda... y estuve a punto de caer en un abismo.

-Odio los abismos- murmuró Percy

Tyson me sujetó en el último momento y me arrastró hacia atrás.

Los chicos dela Argo II hicieron una mueca

El túnel continuaba más adelante, pero no había suelo en un trecho de treinta metros; sólo se veía un hueco oscuro y una serie de travesaños de hierro en el techo. La araña mecánica ya había cruzado la mitad del abismo colgada de los travesaños, a los que iba lanzando sus hilos metálicos.

— ¡Un pasamanos! —Dijo Annabeth—. Se me dan muy bien.

-¿En serio?- murmuró Annabeth para sí misma

Saltó al primer travesaño, se agarró firmemente y empezó a pasar de uno a otro balanceándose. Le daba miedo la araña más diminuta, pero no la posibilidad de caer al vacío desde un pasamanos larguísimo.

-Los pasamanos no son tan difíciles- comentó Annabeth

A ver quién entiende eso.

Llegó al otro lado y echó a correr detrás de la araña. Me tocaba a mí. Cuando crucé el abismo, miré atrás y vi que Tyson se había subido a Grover a caballito (¿o sería a cabrallito?).

Los chicos estallaron en carcajadas

Grover se sonrojó

El grandullón llegó al final del pasamanos en tres brazadas. Menos mal porque, justo cuando saltaba a mi lado, se quebró el último travesaño.

Seguimos adelante y pasamos junto a un esqueleto desmoronado en un lado del túnel. Llevaba aún los restos de una camisa, unos pantalones y una corbata. La araña no aminoró el paso. Resbalé en un montón de pedazos de madera, pero cuando enfoqué con la linterna descubrí que eran lápices: cientos de lápices partidos por la mitad.

-Por favor que no venga esa parte- dijo Annabeth

Percy la miró divertido -Muy tarde, listilla

El túnel se abrió de repente a una gran estancia tan iluminada que la luz resultaba cegadora. Lo primero que me llamó la atención, cuando los ojos se acostumbraron, fueron los esqueletos.

-Eso suele llamar mucho la atención- dijo Leo

Había docenas tirados por el suelo. Algunos antiguos y ya blanqueados; otros recientes y muchísimo más repulsivos. No olían tan mal como los establos de Gerión, pero casi.

En el otro extremo de la estancia vi a una criatura monstruosa subida a un estrado reluciente. Tenía el cuerpo de un enorme león y cabeza de mujer.

-Esfinge- dijo Atenea -eres capaz de pasarla- dijo a su hija

Habría resultado guapa tal vez, pero llevaba el pelo pegado al cráneo, recogido en un moño inflexible, y se había puesto demasiado maquillaje, de manera que me recordaba a la profesora de música de tercer curso. Tenía prendida en el pecho una insignia con cinta azul que tardé unos segundos leer: « ¡ESTE MONSTRUO HA SIDO DECLARADO EJEMPLAR!»

-¿Quién tendría tan mal gusto?- preguntó Leo

Esfinge —gimoteó Tyson.

Yo sabía muy bien qué le daba tanto miedo. De pequeño, en Nueva York, Tyson había sido atacado por una esfinge. Aún tenía las cicatrices en la espalda.

A cada lado de la criatura, había un foco deslumbrante. La única salida era el túnel que quedaba justo detrás del estrado. La araña mecánica se deslizó entre las garras de la esfinge y desapareció.

-Tienen que darse prisa o la perderán- señaló Hefesto

Annabeth se adelantó para seguirla, pero el monstruo dio un rugido y le mostró los aguzados colmillos que albergaba en su boca, por lo demás de aspecto normal. De inmediato, descendieron unos barrotes y bloquearon ambas salidas: la de nuestra espalda y la que teníamos enfrente.

-Pueden pasarla sin tener que luchar- dijo Poseidón

-Sí...- murmuró Percy

Entonces el gruñido del monstruo se convirtió en una sonrisa radiante.

— ¡Bienvenidos, afortunados concursantes! —dijo—. Prepárense para jugar a... ¡RESOLVER EL ENIGMA!

Resonaron unos aplausos enlatados desde el techo, como si hubiese unos altavoces invisibles. Los focos hicieron un barrido por toda la estancia, reflejándose en el estrado y confiriendo a los esqueletos un resplandor de discoteca.

-No podemos negar que tiene estilo- dijo Connor

-Estoy de acuerdo, hermano- dijo Travis

— ¡Premios fabulosos! —Proclamó la esfinge—. ¡Supere la prueba y le tocará avanzar! ¡Fracase y me tocará devorarlo! ¿Quién va a ser nuestro próximo concursante?

Annabeth me tomó del brazo.

De esto me encargo yo —susurró—. Ya sé qué va a preguntar.

Annabeth se pasó una mano por la cara, señal de frustración

No discutí demasiado. No quería que la devorase un monstruo, pero pensé que si la esfinge iba a plantear un enigma, Annabeth era la más indicada para intentar resolverlo.

-Antes de hacer enojar a la Esfinge- susurró Grover

Subió al podio del concursante, sobre el que se encorvaba aún un esqueleto con uniforme escolar. Ella lo quitó de en medio de un empujón y el esqueleto se desplomó en el suelo con estrépito.

Perdón —le dijo Annabeth.

— ¡Bienvenida, Annabeth Chase! —Aulló la bestia, aunque ella no había dicho su nombre—. ¿Está lista para la prueba?

-Por supuesto que lo está- dijo Atenea

Sí —declaró—. Dígame su enigma.

— ¡Son veinte enigmas, de hecho! —respondió alegremente la esfinge.

-No puede ser- dijo Poseidón

-Mi hija es capaz de hacerlo- dijo Atenea arrogante

— ¿Cómo? Pero si en los viejos tiempos...

— ¡Hemos elevado el listón! Para pasar, debe demostrar su habilidad en los veinte. ¿No es fantástico?

-No- murmuraron los chicos

Los aplausos resonaban y se apagaban bruscamente, como si alguien fuera abriendo y cerrando un grifo.

Annabeth me miró, nerviosa. Le dirigí un gesto con el puño para animarla.

De acuerdo —contestó a la esfinge—. Estoy lista.

Resonó desde el techo un redoble de tambor. Los ojos del monstruo relucían de excitación.

— ¿Cuál es... la capital de Bulgaria?

-¿Qué clase de pregunta es esa?- gritó Atenea

-Es una pregunta difícil- comentó Apolo

Annabeth arrugó el ceño. Durante un instante espantoso, creí que se había quedado en blanco.

Sofía —dijo—, pero...

— ¡Correcto! —Más aplausos enlatados. La esfinge sonrió tan abiertamente que volvimos a verle los colmillos—. Asegúrese por favor de marcar su respuesta claramente en la hoja de examen con un lápiz del número dos.

-Estos monstruos de ahora- murmuró Leo

— ¿Cómo? —Annabeth parecía perpleja. Enseguida apareció ante ella un cuadernillo y un lápiz perfectamente afilado.

Asegúrese de que rodea cada respuesta sin salirse del círculo —dijo la esfinge—.

Si ha de borrar, borre totalmente o la máquina no será capaz de leer sus respuestas.

-Esos exámenes son los peores- dijo Piper

— ¿Qué máquina? —preguntó Annabeth.

La esfinge señaló con la zarpa. Junto a uno de los focos había una caja de bronce con infinidad de palancas y con la letra griega éta en un lado: la marca de Hefesto.

Hefesto miró al piso

Bueno —prosiguió la esfinge—, siguiente pregunta...

Un momento —protestó Annabeth—. Aquello del animal que camina a cuatro patas por la mañana... ¿no va a preguntármelo?

— ¿Disculpe? —dijo la esfinge, ahora claramente irritada.

-No la hagas enojar- dijo Thalia

El enigma sobre el hombre. Camina a cuatro patas por la mañana, como un bebé; con dos a mediodía, como un adulto, y con tres por la tarde, como un viejo con su bastón. Ése es el enigma que planteaba siempre, ¿no?

— ¡Y por eso justamente cambiamos la prueba! Porque los concursantes ya se sabían la respuesta. Bueno, segunda pregunta, ¿cuál es la raíz cuadrada de dieciséis?

-Esas no son buena preguntas- volvió a decir Atenea

-Solo necesitan cruzar- señaló Poseidón

Cuatro —respondió Annabeth—, pero...

— ¡Correcto! ¿Qué presidente estadounidense firmó la Proclamación de Emancipación?

Abraham Lincoln, pero...

— ¡Correcto! Enigma número cuatro. ¿Qué...?

— ¡Un momento! —gritó Annabeth.

-Cállate- gritaron los Stoll, Thalia, Leo, Piper, Apolo y Hermes

Annabeth les hizo una mueca

Habría querido decirle que dejara de quejarse. ¡Lo estaba haciendo muy bien! Tenía que limitarse a responder a las preguntas para que pudiéramos largarnos.

-Hubiera sido más sencillo- dijo Grover

Esto no son enigmas —alegó.

— ¿Cómo que no? Claro que lo son. Estas preguntas han sido diseñadas especialmente...

Son sólo un montón de datos estúpidos, escogidos al azar. Se supone que los enigmas han de obligarte a pensar.

-Por supuesto- dijo Atenea -esas preguntas ni siquiera están a la altura de una hija mía

— ¿A pensar? —La esfinge frunció el ceño—. ¿Cómo se supone que voy a evaluar si es usted capaz de pensar?

¡Qué absurdo! Bueno, ¿qué cantidad de fuerza se precisa...?

— ¡Basta! —Insistió Annabeth—. ¡Esta prueba es una idiotez!

-Supongo que era de esperarse- dijo Poseidón

Hummm, Annabeth —intervino Grover, nervioso—. A lo mejor lo que deberías hacer es, ya sabes, terminar primero y protestar después.

Soy hija de Atenea —alegó ella—. Y esto es un insulto a la inteligencia. No pienso responder a esas preguntas.

Annabeth se sonrojó

-Lo arruinaste- dijeron los Stoll

-Tengo que estar de acuerdo con ellos- dijo Thalia -solo tenías que contestar

-No- dijo Atenea - lo hiciste muy bien, esas preguntas eran estúpidas

En parte me dejó impresionado por atreverse a plantar cara de tal manera. Pero, por otra parte, tenía la impresión de que con su orgullo sólo iba a conseguir que nos mataran a todos.

-Defecto fatídico le llaman- dijo Will

Los focos nos deslumbraron con su brusca intensidad. Los ojos negros del monstruo destellaban.

Entonces, querida, si no pasa, fracasa. Y como no podemos permitir que ningún niño se quede atrasado, ¡será DEVORADA!

-Pudieron resolverlo de una forma pacífica- dijo Leo

Annabeth se sonrojó aún más

-Pero por otro lado, las preguntas sí eran muy fáciles- señaló Jason

Algunos chicos lo miraron con incredulidad

La esfinge mostró sus colmillos, que relucían como si fueran de acero inoxidable, y dio un salto hacia el podio.

— ¡No! —Tyson se lanzó en el acto a la carga. No soporta que nadie amenace a Annabeth, aunque me asombró que demostrara semejante valor después de la mala experiencia que había tenido con una esfinge.

-Lo siento- murmuró Annabeth

Tyson le sonrió -Nadie te hace daño

Le hizo al monstruo un placaje cuando todavía estaba en el aire y los dos se desplomaron sobre un montón de huesos. Eso le dio tiempo a Annabeth para recobrar la serenidad y sacar su cuchillo. Tyson se levantó con la camisa hecha jirones. La esfinge rugía, estudiando el momento oportuno.

Saqué a Contracorriente y me situé delante de Annabeth.

-Awwww- chilló Afrodita - su valiente caballero

— ¡Vuélvete invisible! —le dije.

— ¡Puedo luchar!

— ¡No! —grité—. ¡La esfinge va a por ti!

-Nadie va a lastimar a su chica- dijo Perséfone

Como para confirmar mis palabras, el monstruo derribó a Tyson, lo quitó de en medio y saltó de nuevo, tratando de pasarme de largo. Grover le clavó en el ojo la tibia de un esqueleto, lo que le arrancó un alarido de dolor. Annabeth se puso su gorra y desapareció en el acto. Cuando la bestia se lanzó sobre donde se hallaba un segundo antes, se encontró con las zarpas vacías.

-Todo por no querer contestar unas preguntas- bufó Hades

— ¡No es justo! —rugió—. ¡Tramposa!

Ahora que mi amiga no estaba a la vista, el monstruo se volvió hacia mí. Alcé mi espada, pero, antes de que pudiera darle una estocada, Tyson arrancó del suelo la máquina de puntuaciones y se la tiró por la cabeza, deshaciéndole el moño. El artilugio terminó estrellándose en el suelo y las piezas quedaron esparcidas por todas partes.

-Ahora salgan de ahí y rápido- dijo Poseidón -les gusta hacer las cosas más difíciles

-Así es divertido- dijo Percy

— ¡Mi máquina! —gritó—. ¿Cómo voy a ser ejemplar si no puedo puntuar las pruebas?

Los barrotes de los dos túneles se alzaron en ese momento y todos corrimos hacia el fondo de la estancia. Confiaba en que Annabeth hiciera lo mismo.

-Tal vez no era suficiente para ella- dijo Clarisse

Annabeth rodó los ojos, pero se mostraba avergonzada

La esfinge se apresuró a perseguirnos, pero Grover sacó sus flautas de junco y se puso a tocar. De repente, los lápices recordaron que habían formado parte de los árboles: se congregaron en torno a las garras de la esfinge, desarrollaron raíces y ramas, y empezaron a enredársele en las patas. El monstruo acababa desgarrando los nudos, pero aquello nos dio el tiempo que necesitábamos.

-¡Gracias a los dioses!- fijo Hazel

Tyson arrastró a Grover hacia el túnel y los barrotes se cerraron con estrépito detrás de nosotros.

— ¡Annabeth! —grité.

— ¡Aquí! —Murmuró a mi lado—. ¡No te detengas!

-No pensaba hacerlo- dijo Percy con una sonrisa

Corrimos por el túnel mientras seguíamos escuchando los rugidos de la esfinge, que se lamentaba desolada por todas las pruebas que tendría que corregir a mano.

-Pobre Esfinge nunca contempló que le pudiera tocar un hijo de Atenea- dijo Perséfone

-Sus preguntas eran un insulto- dijo Atenea

-Ajá...- murmuraron los dioses

-El capítulo acabó- dijo Hades -¿Seguimos?