-¿Podemos saltarnos ese capítulo?- preguntó Percy

-No- dijo Poseidón- debemos saber que pasa

-No es necesario- dijo Percy -estoy bien

-Percy ¿Por qué quieres que saltemos el capítulo?- preguntó Piper

Percy se había levantado de su lugar y se movía sigilosamente a donde se encontraban Jason y Piper, se sentó en medio de ambos

-Porque temo por mi integridad física- contestó Percy

-Percy... ¿De qué demonios estás ha... Oh, ya entiendo- masculló Annabeth

-Por la mirada de Annie creo que alguien está en problemas- canturreó Connor

-Esa mirada sería capaz de congelar un desierto- señaló Travis

Entonces un presentimiento se posó sobre Leo, volteó a ver a su novia y estaba incluso más roja que Percy ¡Por los dioses! Sabía que en algún momento Percy había caído en la isla, pero ¿En serio? ¿Ahora?

-Pues podríamos saltárnoslo- comentó Leo

Calipso se sonrojó aún más

-Por supuesto que no- dijo Atenea -jamás debes saltarte algún capítulo de los libros

Percy trató de disfrazar su mirada de irritación, aunque sin mucho éxito

-¿Quién va a leer?- preguntó Piper con un poco de incomodidad

-Obviamente yo, cariño- dijo Afrodita - soy la más interesada en saber que ha pasado- dijo mirando a Percy y Calipso con una sonrisa

Percy suspiró y se acomodó en su nuevo lugar seguro

Desperté con la sensación de estar aún en llamas. Me escocía la piel y tenía la garganta como papel de lija.

-Pero despertaste, eso es lo que importa- suspiró Poseidón

-Después de ese despliegue de poder vas a tener que descansar mucho- comentó Hestia

-Por eso las vacaciones- dijo Apolo guiñando un ojo

Vi árboles y un cielo azul. Oí el gorgoteo de una fuente y percibí un olor a cedro y enebro, además de a muchas otras plantas de dulce fragancia.

-Ha llegado a su destino- dijo Thalia

Percy le sacó la lengua

Me llegó también un rumor de olas lamiendo una costa rocosa. Me pregunté si habría muerto, pero sabía que no era así.

-En el inframundo no tenemos cielo azul- dijo Nico

-Ni flores- dijo Hazel

-Pero están los Elíseos- señaló Bianca

Ya había estado en la Tierra de los Muertos y en ese lugar no se veía ningún cielo azul.

Traté de sentarme, pero los músculos no me obedecían.

-Tienes que tomarlo con calma- dijo Apolo

No te muevas. —Era la voz de una chica—. Estás demasiado débil para levantarte.

-Exactamente- dijo Apolo- que chica tan amable- comentó con sarcasmo

Calipso le dio una mirada asesina

Me aplicó un paño húmedo en la frente. Vi una cuchara de bronce y noté en la boca el goteo de un líquido que me alivió la sequedad de la garganta y me dejó un regusto tibio parecido al chocolate.

-Recuerda tener cuidado, no queremos que te incineres- dijo Perséfone

-No después de que te salvaras de eso- dijo Hermes

El néctar de los dioses. Entonces el rostro de la chica apareció por encima de mi cabeza.

Tenía los ojos almendrados y el pelo de color caramelo trenzado sobre un hombro.

-Esto se va a poner interesante- dijo Clarisse

Andaría por los quince o los dieciséis años, aunque no era fácil saberlo, porque la suya era una de esas caras que parecen intemporales.

-Es eso estoy de acuerdo- dijo Leo

Afrodita suspiró

Se puso a cantar y mi dolor se fue desvaneciendo. Era alguna clase de magia.

-Wow ¿Cómo lo descubriste?- preguntó Thalia con sarcasmo

-Tengo un sexto sentido- dijo Percy

Sentía que su música se me hundía en la piel, que reparaba y curaba mis quemaduras.

-Al menos está funcionando- dijo Hestia

-Aunque no es tan genial como mi magia curativa- dijo Apolo

— ¿Quién...? —farfullé.

— ¡Chist, valiente! —dijo—. Descansa y reponte. Ningún daño te alcanzará aquí. Soy Calipso.

-Siempre tuve curiosidad por esa historia- dijo Connor

-Espera... ¿Quieres decir que ustedes lo sabían desde antes?- preguntó Percy -¿No se suponía que nadie diría nada?- dijo mirando de Annabeth a Quirón

-Bueno, es tan secreto como cualquier cosa en el campamento- dijo Travis quitándole importancia

-Tan secreto como cuando Chris y Clarisse dicen que van a entrenar y solo se besuquean- dijo Connor

-Están muertos- masculló Clarisse

Cuando volví a despertarme estaba en una cueva, aunque debo admitir que no era ni mucho menos de las peores que había visto.

-La verdad no estoy segura si eso fue un cumplido- dijo Zoë

El techo relucía con formaciones de cristales de distintos colores —blanco, morado, verde—, como si me hallara en el interior de una de esas geodas que venden en las tiendas de recuerdos.

-Eso suena realmente lindo- dijo Hazel

-Es espléndido- murmuró Leo

Me encontraba tendido en una cama muy cómoda con almohadas de pluma y sábanas de algodón.

-Pasándola en grande- dijo Connor

Leo hizo una mueca

-¿Saben que eso no ayuda?- preguntó Percy

-Los sabemos- dijeron los Stoll con una sonrisa

La cueva estaba dividida con cortinas blancas de seda.

-La privacidad es importante- dijo Thalia

En un rincón, había un enorme telar y un arpa.

-Tiene buen gusto- dijo Apolo

-Mejor que el tuyo- dijo Calipso

En la pared opuesta se alineaban en unos estantes frascos de fruta en conserva.

-Al menos de hambre no te mueres- dijo Nico inocentemente

Del techo colgaban manojos de hierbas puestas a secar: romero, tomillo y muchas otras. Seguro que mi madre habría sabido el nombre de todas ellas.

-o es tan difícil aprender a diferenciar las hierbas- dijo Deméter

-No, solo debes ser la diosa de la agricultura- susurró Connor a su hermano

Había una chimenea excavada en la roca viva y una olla hirviendo al fuego. Olía muy bien, como a estofado de buey.

-Y eso lo puso más alerta- dijo Thalia

-Era comida- dijo Percy

Annabeth rodó los ojos

Me incorporé, procurando no hacer caso del palpitante dolor de cabeza que me abrumaba.

-No es bueno hacer eso- comentó cautelosamente Calipso

-A veces es mejor ignorar los dolores de cabeza, como a Percy por ejemplo- dijo Nico

-Yo sé que soy tu primo favorito- dijo Percy

Me miré los brazos, creyendo que los encontraría llenos de espantosas cicatrices, pero parecían estar bien.

-Te habrían hecho ver rudo- dijo Travis riendo

Algo más rosados que de costumbre, pero nada más. Llevaba una camiseta blanca de algodón y unos pantalones que no eran míos.

-Que interesante- dijo Jason divertido

-Así que tenías ropa que no era tuya...- dijo Connor

-Eso significa que alguien te tuvo que cambiar...- siguió Travis

-Por lo que te tuvieron que quitar la ropa- remató Thalia

Calipso se sonrojó furiosamente -Era magia- murmuró

-Querida por favor ¿Esperas que lo creamos?- preguntó Afrodita

-Chicos, en serio no ayudan- dijo Percy viendo a su novia fruncir el ceño

-Pero Annabeth no es celosa- dijo Piper riendo

-No lo soy- masculló Annabeth

¿Y tú, Leo?- preguntó Piper

-Tampoco- dijo Leo

Tenía los pies descalzos. Durante un instante de pánico, me pregunté qué habría ocurrido con Contracorriente, pero me palpé el bolsillo y allí estaba, en el mismo sitio donde reaparecía siempre.

-Eso es una buena noticia- dijo Perséfone -aunque no creo que ahí la necesites

No sólo eso: también encontré en el bolsillo el silbato para perros de hielo estigio. De algún modo, me había seguido hasta allí. Lo cual no me tranquilizaba precisamente.

-Ni a nosotros- comentaron Poseidón, Hestia, Apolo, Perséfone, Deméter y Hermes

Me puse de pie, no sin dificultades. El suelo de piedra parecía helado. Me volví y me encontré frente a un espejo de bronce pulido.

-Es lo que yo suelo hacer cuando me levanto- asintió Apolo

-Es indispensable- estuvo de acuerdo Afrodita

Sagrado Poseidón —musité. Tenía aspecto de haber perdido diez kilos, y no puede decirse que antes me sobraran.

-No fue mi mejor momento- murmuró Percy

Llevaba el pelo enmarañado y algo chamuscado en las puntas, como la barba de Hefesto.

-Hefesto imponiendo modas- bromeó Hermes

Si le hubiera visto esa cara a una persona que estuviera pidiendo dinero en el arcén de una autopista, habría puesto el seguro de las cuatro puertas.

-Más vale ser precavidos- bromeó Rachel

Me aparté del espejo. La entrada de la cueva quedaba a mi izquierda. Me dirigí hacia la luz del sol.

-¡No vayas a la luz!- gritaron dramáticamente los Stoll

La cueva se abría a un prado verde. A la izquierda había una arboleda de cedros y a la derecha, un enorme jardín de flores.

-Todo suena muy bonito, pero ya queremos saber que te entretuvo en esa isla- comentó Travis

-Hay personas malas y luego están ustedes- bromeó Piper señalando a los Stoll

Cuatro fuentes gorgoteaban en el prado, cada una con surtidores que disparaban agua a través de las flautas de sátiros de piedra.

-Eso habla de buen gusto- dijo Grover

-Por lo que yo veo, un gusto excelente- dijo Afrodita guiñando un ojo

Más allá, el césped descendía en una suave pendiente hacia una playa de roca. Las olas de un lago chapoteaban contra las piedras. Sabía que era un lago porque... bueno, porque lo sabía.

-Porque es agua dulce- dijo Poseidón

Se trataba de agua dulce, no salada. El sol destellaba en la superficie y el cielo estaba del todo azul. Parecía un paraíso, lo cual me puso nervioso.

-Deberías estarlo- comentó Thalia burlona -¿Has visto la cara de Annabeth?

-Son tan malos- murmuró Percy

Cuando te las has visto con fenómenos mitológicos durante unos años, aprendes que los paraísos suelen ser sitios mortales.

-Eso es lo menos preocupante- dijo Nico con una sonrisa

La chica con el pelo de color caramelo, la que había dicho llamarse Calipso, estaba en la playa hablando con un hombre.

-¡Por los dioses!- dijeron los Stoll -¡Hay dos!

-¿En serio chicos?- murmuró Leo

A él no lo veía muy bien —me deslumbraba el reflejo del sol en el agua—, pero parecía que discutían. Intenté recordar lo que sabía de Calipso a partir de los viejos mitos. Había oído ese nombre pero... no lograba acordarme.

-Vaya novedad- dijo Atenea con desaprobación

¿Era un monstruo? ¿Apresaba héroes y los mataba? Pero si tan malvada era, ¿por qué me había dejado con vida?

-Eso te debió dar una idea sobre ella- dijo Zoë

Caminé hacia ella lentamente, porque aún sentía las piernas entumecidas.

-Tienes mucho tiempo- dijo Apolo amablemente

Cuando la hierba dio paso a la grava, me concentré en el suelo para no perder el equilibrio y, al levantar otra vez la vista, descubrí que la chica estaba sola.

-Tú sola, yo solo, la isla sola...- dijo Travis

-Hay personas que solo quieren ver el mundo arder- dijo Jason

-El que está ardiendo es Leo- comentó Apolo - y de manera literal

Los chicos voltearon a ver a Leo quien tenía una pequeña llama en la nariz

-No sabía que podías hacer eso- comentó Hefesto

Leo se encogió de hombros -Es una habilidad del sexy Leo

Llevaba un vestido griego blanco sin mangas con un escote circular ribeteado de oro. Se restregó los ojos como si hubiera estado llorando.

Calipso se sonrojó

Bueno —dijo, procurando sonreír—, por fin despierta el durmiente.

— ¿Con quién hablabas? —La voz apenas me salía y, más que hablar, croaba como una rana chamuscada.

-Luego luego de metiche- murmuró Piper divertida

Ah... sólo era un mensajero —contestó—. ¿Cómo te sientes?

— ¿Cuánto tiempo he pasado inconsciente?

-El tiempo no es igual- dijo Apolo

Tiempo —dijo Calipso, pensativa—. El tiempo siempre resulta algo difícil aquí. La verdad es que no lo sé, Percy.

— ¿Sabes mi nombre?

Hablabas en sueños.

-Aparte de babear, también hablas- dijo Thalia negando con la cabeza

Me sonrojé.

Ya. Me lo han... dicho otras veces.

Sí. ¿Quién es Annabeth?

-Uhhh- corearon los Stoll

-Se pone más interesante- comentó Afrodita

Annabeth bufó

Ah, una amiga. Estábamos juntos cuando... Espera. ¿Cómo he llegado hasta aquí?, ¿dónde estoy?

Calipso levantó la mano y pasó los dedos por mi pelo enredado.

Percy y Calipso se sonrojaron al mismo tiempo, de hecho hubiera sido una escena adorable de no ser por las miradas de Leo y Annabeth

Retrocedí, nervioso.

-Retrocedió, es un punto para Percy- dijo Thalia

Perdóname —se disculpó—. Me he acostumbrado a cuidar de ti. Cómo llegaste aquí, me preguntas... Caíste del cielo. En el agua, ahí mismo. —Señaló el otro lado de la playa—. No entiendo cómo has sobrevivido. El agua pareció amortiguar tu caída. Y en cuanto al dónde... estás en Ogigia.

-Fue una suerte que cayeras en el agua- dijo Poseidón

— ¿Y eso queda cerca del monte Saint Helens? —le pregunté, porque andaba fatal de geografía.

-Awww que monada- chilló Perséfone

Calipso se echó a reír. Una risita contenida, como si lo encontrase muy gracioso pero no quisiera avergonzarme. Era mona cuando se reía.

-Ya puedes quitarle el punto- dijo Thalia

Percy le sonrió inocentemente a su novia

No queda cerca de ninguna parte, valiente —explicó—. Ogigia es mi isla fantasma. Existe por sí misma, en todas partes y en ninguna. Aquí puedes curarte a salvo. Sin ningún temor.

-Que increíble oferta- dijo Connor

Pero mis amigos...

— ¿Annabeth, Grover y Tyson?

— ¡Sí! —exclamé—. He de volver con ellos. Están en peligro.

Ella me acarició la cara y esta vez no retrocedí.

-Hagan una oración a su dios favorito por la integridad física de Percy- comentó Hermes

Primero descansa. No les servirás de nada a tus amigos hasta que te repongas.

En cuanto lo hubo dicho, me di cuenta de lo cansado que estaba.

No serás... una malvada hechicera, ¿verdad?

-Ya estabas coqueteando con ella ¿Y apenas se te ocurre preguntar?- dijo Thalia

-Ustedes son terribles- señaló Hazel

Ella sonrió tímidamente.

— ¿Cómo se te ocurre una cosa así?

Bueno, en una ocasión conocí a Circe y también ella tenía una isla muy bonita. Lo malo es que le gustaba convertir a los hombres en conejillos de Indias.

-Una experiencia nada recomendable- dijo Percy -a menos que tengan una chica lista a su lado

Annabeth rodó los ojos, pero le dio una pequeña sonrisa

Calipso se echó a reír otra vez.

Prometo no convertirte en un conejillo de Indias.

— ¿Ni en ninguna otra cosa?

No soy una malvada hechicera —aseguró Calipso—. Ni tampoco tu enemiga, valiente. Ahora, descansa, que se te cierran los ojos.

-Esto es más divertido de lo que creí al principio- dijo Thalia

Tenía razón. Se me doblaban las rodillas y habría acabado cayéndome sobre la grava si ella no me hubiese sostenido. Su pelo olía a canela.

Los dedos de Leo se prendieron en llamas

Tenía mucha fuerza, o quizá era que yo estaba demasiado flaco y débil. Me condujo hasta un banco con almohadones junto a la fuente y me ayudó a echarme.

-Que excelente servicio- comentó Will

-¿Tú también?- preguntó Percy

Will se encogió de hombros

Descansa —me ordenó.

Y me quedé dormido arrullado por el murmullo de las fuentes y el olor a canela y enebro.

-Que romántico- dijo Afrodita

Desperté en la oscuridad, pero no estaba seguro de si era esa misma noche o muchas noches después. Me encontraba tendido en la cama, en el interior de la cueva, pero me levanté, me envolví en una bata y salí sin hacer ruido.

-Como un ladrón en la oscuridad- bromeó Hermes

Las estrellas brillaban a millares, como sólo se ve cuando estás muy lejos de la ciudad.

-Son hermosas- comentó Rachel

Identifiqué las constelaciones que Annabeth me había enseñado: Capricornio, Pegaso, Sagitario.

-Todo le recuerda a Annabeth- suspiró Afrodita

Y más allá, hacia el sur, cerca ya del horizonte, había una nueva: la Cazadora, un homenaje a una amiga nuestra que había muerto el invierno anterior.

Zoë sonrió con nostalgia

Percy, ¿qué ves?

Dejé de mirar el cielo y regresé a la tierra. Aunque las estrellas fueran asombrosas, Calipso las superaba.

-Creo que no todo le recuerda a Annabeth- dijo Atenea y miró a su hija como diciendo "¿Y aun así es tu novio?"

O sea, yo había visto a la diosa del amor en persona, a Afrodita, y nunca diría esto en voz alta, porque ella me fulminaría y reduciría a cenizas,

-Cariño, no es necesario que yo lo haga, aunque después de leer eso me gustaría hacerlo, pero tu novia está presente- dijo Afrodita con una sonrisa encantadora

pero a mi modo de ver Calipso era muchísimo más guapa, sencillamente porque resultaba más natural, como si no pretendiera ser hermosa ni le importara siquiera. Lo era, y punto.

Annabeth alzó una ceja, Percy miró nervioso. Annabeth sabía que Percy la quería ¡Por los dioses, había hecho tanto por ella! Pero a ninguna persona le gustaría oír sobre los coqueteos de su novio con otra chica o sobre lo bonitas que eran, por otra parte tampoco sabía cómo lo estaba tomando Leo, es decir los chicos recién eran pareja.

Con su pelo trenzado y su vestido blanco, parecía resplandecer a la luz de la luna. Tenía en las manos una pequeña planta de flores delicadas y plateadas.

Estaba mirando... —De repente, me encontré contemplando su cara—. Eh... lo he olvidado.

-Ya acaben con esto, por favor- dijo Percy

Ella rió suavemente.

Bueno, ya que estás levantado, puedes ayudarme a plantarla.

Me tendió la mata, que tenía en la base un grumo de tierra y raíces.

-La jardinería es muy relajante- dijo Perséfone -y romántica- dijo mirando con un leve sonrojo a Hades

Las flores resplandecieron cuando las sostuve. Calipso recogió su pala de jardinería y me guió hasta el borde del jardín, donde comenzó a cavar.

Es un lazo de luna —me explicó—. Sólo puede sembrarse de noche.

-Esto sembrando lazo de luna, de noche- dijo Travis

-¿De dónde sacan tantas cosas?- preguntó Bianca

-Es un don- dijo Connor

Observé cómo parpadeaba la luz plateada alrededor de sus pétalos.

— ¿Para qué sirve?

— ¿Servir? —musitó ella—. Para nada especial, supongo. Vive, da luz, derrama belleza. ¿Ha de servir para algo más?

Supongo que no.

-Con eso es suficiente- dijo Perséfone

Tomó la planta y nuestras manos se encontraron. La piel de sus dedos era cálida.

-Odio estos libros- dijo Percy

Allanó bien la tierra y retrocedió un poco, observando su trabajo.

Adoro mi jardín.

Es impresionante —asentí.

-Lo es- dijo Leo

No es que yo fuera un gran aficionado a los jardines, la verdad, pero Calipso tenía glorietas con seis tipos distintos de rosas, espalderas cubiertas de madreselva, hileras de parras cargadas de uvas de un rojo púrpura que habrían enloquecido a Dionisio—.

-Que delicia- dijo el dios -se podría hacer un vino excelente

Mi madre siempre ha deseado tener un jardín — comenté.

— ¿Y por qué no ha plantado uno?

Bueno, vivimos en Manhattan. En un apartamento.

— ¿Manhattan? ¿Apartamento?

-Bueno, ha esto encerrada por tres mil años- dijo Zoë

-Y de no ser por Leo serían más- dijo Calipso

Los dioses se miraron un poco avergonzados

Me quedé mirándola.

No sabes de qué te hablo, ¿verdad?

Me temo que no. No he salido de Ogigia en... mucho tiempo.

Bueno, Manhattan es una gran ciudad y no hay mucho sitio para jardines.

-A los mortales les interesan más otras cosas- bufó Deméter

Calipso frunció el ceño.

Qué pena. Hermes viene de visita de vez en cuando y me ha contado que el mundo ha cambiado mucho. Pero no creía que fuera hasta el punto que ni siquiera puedas tener un jardín.

— ¿Por qué no has salido de tu isla?

-Ya te habías tardado- dijo Nico

-Déjalo sombritas, estaba demasiado ocupado viendo a la chica- dijo Will

-En serio los odio- dijo Percy

-No es divertido- murmuró Calipso

Ella bajó la mirada.

Es mi castigo.

— ¿Por qué? ¿Qué hiciste?

— ¿Yo? Nada. Pero me temo que mi padre sí hizo lo suyo. Se llama Atlas.

-Momento perfecto para una gran revelación- dijo Piper

-Y con eso ¿Cómo te sientes?- preguntó Connor a Leo

-¿Yo? ¿Por qué?- dijo Leo

-Es el padre de tu novia- señaló Travis

-Son muy molestos- dijo Leo

Al oír su nombre sentí un escalofrío. Había conocido al titán Atlas el invierno anterior y nuestro encuentro no había sido muy amistoso. El titán había intentado matar a casi todas las personas que me importaban.

-Típico- murmuró Reyna

Aun así —dije, vacilante—, no es justo castigarte por lo que haya hecho tu padre. Conocí a otra hija de Atlas. Se llamaba Zoë. Una de las personas más valerosas que he conocido.

Zoë le dio una pequeña sonrisa

Calipso me estudió un buen rato con ojos tristes.

¿Qué pasa? —pregunté.

— ¿Ya... ya te sientes curado, mi valiente? ¿Crees que pronto estarás en condiciones de partir?

-Uy tan rápido te quiere correr- dijo Nico

-Se entiende- dijo Thalia

— ¿Cómo? No lo sé. —Removí las piernas. Las tenía entumecidas. Y me estaba mareando después de estar tanto rato de pie—. ¿Tú quieres que me vaya?

-¿O sea que no quieres irte?- preguntó Atenea -no sé qué es lo que Annabeth ve en ti

-¿En serio no lo sabes?- preguntó Poseidón

Yo... —Su voz se quebró—. Nos veremos por la mañana. Que duermas bien.

Y se alejó corriendo hacia la playa. Estaba demasiado perplejo para hacer otra cosa que mirarla mientras ella desaparecía en la oscuridad.

-Fin del capítulo- murmuró Percy -ya vamos a dormir

-Todavía falta- dijo Afrodita con una sonrisa

Percy se quejó

No sé cuánto tiempo transcurrió exactamente.

-Dos semanas, Perseus- comentó Annabeth

-Lo siento- dijo Percy

Ambos sabían que no era lo máximo que pasaron separados, pero aun así era raro recordarlo

Como había dicho Calipso, era difícil percibir el paso del tiempo en la isla. Sabía que debía marcharme. Mis amigos estarían preocupados. Eso como mínimo. En el peor de los casos podían correr un grave peligro.

-Eso era poco- masculló Clarisse -Annabeth casi pone de cabeza el campamento

Ni siquiera sabía si Annabeth habría conseguido salir del volcán. Intenté utilizar varias veces mi conexión por empatía con Grover, pero no lograba establecer contacto. Me resultaba muy penoso no saber si se encontraban bien.

-Gracias por la preocupación- comentó Grover

Por otro lado, sin embargo, me sentía muy débil. Sólo podía sostenerme de pie unas cuantas horas. Lo que había hecho en el monte Saint Helens, fuese lo que fuese, me había agotado como ninguna otra experiencia que recordara.

-Antes no había sutilizado tanto poder- dijo Poseidón

No me sentía como un prisionero ni nada por el estilo.

-Estabas muy cómodo- dijo Thalia

Me acordé del hotel Loto, en Las Vegas, donde había quedado atrapado en un asombroso mundo de diversiones, hasta el punto de olvidar todo lo que de verdad me importaba.

-Ni me lo recuerdes- bufó Nico

Pero la isla de Ogigia no era así en absoluto. Pensaba en Annabeth, Grover y Tyson todo el tiempo. Recordaba perfectamente por qué debía marcharme. Pero... no podía. Y además, estaba la propia Calipso.

-Wow, eso fue mucha información- dijo Leo

-Leo...- murmuró Calipso

-Lo lamento, eso fue... Antes- dijo Percy

Ella no hablaba mucho de sí misma, pero justamente por eso me intrigaba más. Me sentaba en el prado, sorbiendo néctar, y trataba de concentrarme en las flores o en las nubes o en los reflejos del lago, pero en realidad contemplaba a Calipso mientras trabajaba:

-Acosador- dijo Connor

-Tampoco tenía otra cosa que hacer- dijo Jason, Piper le dio un golpe

su modo de apartarse el pelo por encima del hombro, el pequeño mechón que le caía por la cara cuando se arrodillaba a cavar en el jardín... A veces, extendía el brazo y los pájaros salían volando del bosque para posarse en su mano: loros, periquitos, palomas.

-Como Blancanieves- bromeó Rachel

Ella les daba los buenos días, les preguntaba qué tal iban las cosas en sus nidos y ellos gorjeaban un rato y luego se alejaban volando alegremente. Los ojos de Calipso relucían de felicidad.

-Oh, qué lindo- chilló Perséfone

Me miraba un momento y nos sonreíamos, pero casi de inmediato ella volvía adoptar aquella expresión de tristeza y se daba la vuelta. No me explicaba qué le pasaba.

-¿En serio?- preguntó Piper -los chicos a veces son tan idiotas

-¡Oye!- se quejaron los chicos

Una noche cenamos juntos en la playa. Unos criados invisibles habían puesto la mesa y servido un estofado de buey y una jarra de sidra, lo cual quizá no suene tan espectacular, pero sólo para quien no lo haya probado...

-Una velada romántica- molestó Apolo

-Ya basta chicos- dijo Percy

Al principio, ni siquiera había reparado en la existencia de aquellos criados, pero al cabo de un tiempo advertí que las camas se hacían solas, las comidas quedaban preparadas como por arte de magia y la ropa aparecía lavada y doblada por unas manos invisibles.

-Que guay- dijo Connor -eso ayudaría con la limpieza de la cabaña

-Piensa en grande- dijo Travis -nos ayudaría a tomar prestadas las cosas

-Que orgulloso estoy- dijo Hermes

El caso es que Calipso y yo nos encontrábamos allí cenando. Ella estaba preciosa a la luz de las velas. Yo le hablaba de Nueva York y del Campamento Mestizo, y me puse a contarle una anécdota de Grover, que una vez se había comido la pelota mientras jugábamos al pimpón.

-Me dejas en vergüenza- murmuró Grover

Calipso empezó a reírse con aquella risa asombrosa y nos miramos a los ojos. Pero enseguida bajó la mirada.

Otra vez —dije.

— ¿Qué?

Siempre te estás... apartando, como si procurases no pasártelo bien.

-Pero no sabía cuánto tiempo le quedaba contigo- señaló Hestia

Ella mantuvo los ojos fijos en su vaso de sidra.

Como ya te he dicho, Percy, he sido castigada. Estoy maldita, podría decirse.

— ¿Cómo? Deseo ayudarte.

-Eso no fue lo mejor para decir- comentó Piper

No digas eso. Por favor, no digas eso.

Cuéntame en qué consiste el castigo.

Los dioses se removieron incómodos

Cubrió su estofado a medio terminar con una servilleta y de inmediato unas manos invisibles retiraron el cuenco.

-¿No podías esperar hasta después de la comida?- preguntó Connor

Percy, esta isla, Ogigia, es mi hogar, mi tierra natal. Pero también es mi prisión. Estoy... bajo arresto domiciliario, supongo que lo llamarías tú. Nunca podré visitar ese Manhattan tuyo ni ningún otro sitio. Estoy aquí sola.

-Ya no más- dijo Leo

Calipso le dio una sonrisa radiante

Porque tu padre era Atlas.

Ella asintió.

Los dioses no se fían de sus enemigos. Y hacen bien. No debería quejarme. Algunas prisiones no son en absoluto tan bonitas como la mía.

-Tenemos buen gusto- comentó Apolo

Calipso bufó -¿Debería sentirme agradecida?

Pero no es justo —protesté—. Que estés emparentada con él no significa que le des tu apoyo. La otra hija de Atlas que yo conocí, Zoë Belladona, combatió contra él. Y no estaba encarcelada.

-Pero nuestras historias son diferentes- comentó Zoë

Pero yo, Percy —apuntó Calipso en voz baja—, sí lo apoyé en la primera guerra.

Es mi padre.

— ¿Qué? ¡Pero si los titanes son unos malvados!

Ah, ¿sí? ¿Todos? ¿Siempre? —Frunció los labios—. Dime, Percy... No deseo discutir contigo, pero dime, ¿tú apoyas a los dioses porque son buenos o porque son tu familia?

Los dioses se miraron con incomodidad

No respondí. Tenía razón. El invierno anterior, después de que Annabeth y yo salváramos el Olimpo, los dioses habían mantenido un debate sobre si debían matarme o no.

-El chico tiene un punto- dijo Hades

No habían demostrado ser muy buenos precisamente. Sin embargo, yo los apoyaba porque Poseidón era mi padre.

-¿También pretendes que demos agradecimientos?- preguntó Zeus

-Pues sería bueno- dijo Hestia

Quizá me equivoqué en la guerra —admitió Calipso—. Y para ser justa, debo decir que los dioses me han tratado bien. Me visitan de vez en cuando. Me traen noticias del mundo exterior. Pero ellos pueden marcharse. Y yo no.

-Era tu castigo- masculló Hera

Calipso bufó

— ¿No tienes amigos? —pregunté—. Quiero decir... ¿no hay nadie que quiera vivir aquí contigo? Es un lugar muy bonito.

Le resbaló una lágrima por la mejilla.

-Esto es tan cursi- dijo Ares con una mueca de asco

Me... prometí a mí misma que no hablaría de esto. Pero...

La interrumpió un rumor sordo que procedía del lago. En el horizonte apareció un resplandor que fue cobrando intensidad hasta que divisé una columna de fuego que se deslizaba por la superficie del agua y se acercaba a nosotros.

-¿No que no había peligro?- preguntó Rachel

-No era un peligro- dijo Percy

Me levanté y llevé la mano a mi espada.

— ¿Qué es eso?

Calipso suspiró.

Un visitante.

-Un visitante no peligroso- dijo Leo

Cuando la columna de fuego llegó a la playa, ella se levantó y le hizo una reverencia formal. Las llamas se disiparon y entonces vimos ante nosotros a un hombre muy alto vestido con un mono gris, con una abrazadera metálica en la pierna y con la barba y el pelo humeantes y medio chamuscados.

-¿Hefesto?- preguntaron los dioses

-Algo debió pasar- dijo Poseidón

Señor Hefesto —saludó Calipso—, es un raro honor.

El dios del fuego soltó un gruñido.

Calipso. Tan bella como siempre.

-¿Quién diría que uno de tus descendientes sería su salvador?- dijo Afrodita -sin duda yo creí que sería uno de los míos

¿Nos disculpas, querida? He de hablar un momento con nuestro joven Percy Jackson.

Hefesto miró el libro con curiosidad

El dios se sentó torpemente en la mesa y pidió una Pepsi. El criado invisible la abrió demasiado bruscamente y la derramó sobre la ropa de trabajo del huésped. Hefesto rugió, soltó unas cuantas maldiciones y aplastó la lata.

-Estúpidos criados- dijo Hefesto

Estúpidos criados —masculló—. Lo que necesita Calipso son unos buenos autómatas. ¡Ellos nunca fallan!

Señor —dije—, ¿qué ha ocurrido? ¿Annabeth...?

-Hasta que te acuerdas- masculló Atenea

-No dejé de pensar en ella- dijo Percy

-Se nota- bufó Atenea

Está perfectamente —respondió—. Una chica con recursos. Encontró el camino de vuelta y me lo contó todo. Está preocupadísima, ¿sabes?

Percy le dio una sonrisa de disculpa

— ¿Usted no le ha dicho que estoy bien?

Eso no tengo que decírselo yo —adujo Hefesto—. Todos creen que has muerto.

-Y fue horrible- dijo Annabeth

-Lo siento- dijo Percy escudándose en Jason

Tenía que asegurarme de que pensabas volver antes de contarles dónde estabas.

— ¿Qué insinúa? —exclamé—. ¡Claro que quiero volver!

-¡No lo parece!- masculló Leo

Hefesto me observó con aire escéptico. Se sacó una cosa del bolsillo: un disco de metal del tamaño de un iPod. Pulsó un botón y el artilugio se expandió para convertirse en una televisión de bronce en miniatura.

-Un excelente invento- dijo Hefesto

En la pantalla se veían imágenes filmadas del monte Saint Helens, con una gran columna de fuego y cenizas elevándose hacia el cielo.

«Todavía se ignora si podrían producirse nuevas erupciones —decía el locutor—.

-¿Fue tu despliegue de poder?- preguntó Artemisa asombrada

Las autoridades han ordenado la evacuación de casi medio millón de personas como medida de precaución.

-Vaya Percy- dijo Piper

Entretanto, las cenizas han llegado a caer en puntos tan alejados como el lago Tahoe o Vancouver, y el área entera del monte Saint Helens ha sido cerrada al tráfico en un radio de ciento cincuenta kilómetros.

-¡Por los dioses!- dijo Hazel

-Causaste un buen desastre- dijo Reyna

Aunque no se ha informado de ninguna víctima mortal, entre los daños se incluyen...» Hefesto apagó el aparato.

-Al menos ningún mortal salió herido- comentó Poseidón, si eso hubiera pasado no creía que su hijo se lo hubiera perdonado

Desencadenaste una buena explosión.

Me quedé mirando la pantalla de bronce. ¿Medio millón de personas evacuadas? Daños. Heridos. ¿Qué había hecho?

-Una buena destrucción- dijo Ares

-Al menos ya no hay más monstruos- dijo Piper

Los telekhines fueron dispersados —me dijo el dios—. Algunos se volatilizaron. Otros huyeron, sin duda. No creo que vuelvan a utilizar mi fragua próximamente. Aunque tampoco yo, por otro lado.

-Detallito- murmuró Percy

La explosión hizo que Tifón se agitara en su sueño.

Tendremos que esperar y ver...

-Lo que nos faltaba- masculló Zeus -que fuera tu engendro quién agitó a Tifón

— ¿Yo no podría haberlo liberado, verdad? Quiero decir, ¡no soy tan poderoso!

-Percy ¿Que acabas de oír?- preguntó Jason -eres genial bro

Zeus bufó

El dios refunfuñó.

No tan poderoso, ¿eh? ¡Menudo cuento! Eres hijo del «Agitador de la Tierra», muchacho. No conoces tu propia fuerza.

-Lo hiciste para salvar tu vida- dijo Poseidón

Aquello era lo último que deseaba oírle decir. Yo no había sido dueño de mí mismo en aquella montaña. Había liberado tanta energía que a punto había estado de vaciarme de toda la vida que había en mí y de volatilizarme también.

-Eres demasiado peligroso- dijo Zeus

-Basta con eso- dijo Poseidón -eres paranoico

Y de pronto descubría que me había faltado muy poco para destruir el noroeste de Estados Unidos y para despertar al monstruo más horrible que habían apresado los dioses jamás. Tal vez yo fuera demasiado peligroso.

-Él lo reconoce- dijo Zeus - lo mejor hubiera sido que se quedara en la isla

Tal vez sería mejor para mis amigos creer que había muerto.

-¡Estás loco!- gritaron los chicos, Jason y Piper que estaba a su lado le dieron un golpe

-No lo vuelvas a decir- dijo Annabeth

— ¿Y Grover y Tyson? —pregunté.

Hefesto meneó la cabeza.

Ninguna noticia, me temo. Imagino que siguen atrapados en el laberinto.

-Ambos estaban en lugares mágicos, por eso no funcionaba la conexión- dijo Dionisio

— ¿Qué se supone que debo hacer?

Hefesto hizo una mueca.

Nunca le pidas consejo a un viejo lisiado, muchacho. Pero te diré una cosa. ¿Has conocido a mi esposa?

-Por supuesto que me ha conocido y veo que cumplí mi promesa de una vida interesante- dijo Afrodita

Afrodita.

La misma. Una mujer astuta, muchacho. Ten cuidado con el amor. Te pondrá el cerebro del revés y acabarás creyendo que arriba es abajo y que bueno es malo.

-No seas ridículo- dijo Afrodita -el amor es maravilloso

-Mientras dura la ilusión- dijo Artemisa

Recordé mi encuentro con Afrodita en el desierto, el invierno anterior, en el asiento trasero de un Cadillac blanco. Ella me había dicho que se había tomado un interés especial en mí y que me había puesto las cosas difíciles en el terreno romántico simplemente porque le caía bien.

-Y eso es maravilloso- dijo la diosa del amor -no todos me caen tan bien

— ¿Será esto parte del plan? —pregunté—. ¿Ha sido Afrodita la que me ha hecho aterrizar aquí?

-Creo que necesitaban un pequeño empujón- dijo la diosa con una sonrisa encantadora

Posiblemente. Difícil saberlo tratándose de ella. Ahora, en caso de que decidieras marcharte de este lugar, y yo no voy a decirte lo que está bien y lo que está mal, te prometí una respuesta para vuestra búsqueda.

-Cierto...- murmuró Piper

Te prometí revelarte cómo llegar a Dédalo. Bueno, la cosa es así. No tiene nada que ver con el hilo de Ariadna. No exactamente. Desde luego, el hilo funciona.

-Pero no es suficiente- dijo Luke

Es lo que buscará el ejército del titán. Pero la mejor manera de moverse por el laberinto... Teseo contaba con la ayuda de la princesa. Y la princesa era una mortal. Sin una gota de sangre divina, pero muy lista.

-Por supuesto que lo es- dijo Dionisio con un suspiro

Y capaz de ver, muchacho. Ella veía con toda claridad. Lo que estoy diciendo... es que yo creo que tú sabes cómo orientarte en el laberinto.

Por fin lo comprendí. ¿Cómo no me había dado cuenta antes? Hera tenía razón. La respuesta había estado a mi alcance desde el principio.

-Básicamente desde el principio del libro- dijo Rachel

Sí —admití—. Sí, lo sé.

Entonces has de decidir si vas a marcharte o no.

Yo... —Quería decir que sí. Claro que me marcharía. Pero las palabras se me atascaban en la garganta.

-¿No querías regresar?- preguntó Annabeth

-Piensa bien tu respuesta, solo tienes una oportunidad- dijo Connor

-Lo hice- dijo Percy -regresé por ti, listilla

-Awwww- chilló Afrodita

Calipso se veía un poco incomoda

Me sorprendí a mí mismo contemplando el lago y, de pronto, la idea de partir me pareció muy dura.

No lo decidas aún —me aconsejó Hefesto—. Aguarda hasta el alba. Ése es un buen momento para tomar decisiones.

-Es un buen momento- asintió Poseidón

— ¿Dédalo se dignará siquiera ayudarnos? —le pregunté—. Si le proporciona a

Luke un medio para cruzar el laberinto, estamos perdidos. He vistos cosas en sueños... Dédalo mató a su sobrino. Se llenó de amargura y de ira y...

-Pero no puedes perder la esperanza- dijo Hestia

No es fácil ser un gran inventor —respondió Hefesto con voz ronca—. Siempre solo. Siempre incomprendido. Es fácil amargarse y cometer terribles errores. Resulta más complicado trabajar con personas que con máquinas. Y cuando rompes a una persona, ya no puedes arreglarla.

-Lamentablemente- dijo Leo

Hefesto acabó de limpiarse los restos de Pepsi de su ropa.

Dédalo empezó bien. Ayudó a la princesa Ariadna y a Teseo porque le inspiraron compasión.

-Aunque Teseo no la merecía- dijo Dionisio

-Solo cometió un error- dijo Poseidón

Intentó hacer una buena obra. Y toda su vida quedó malograda por ello. ¿Eso fue justo? —El dios se encogió de hombros—. No sé si Dédalo te ayudará, muchacho, pero no te atrevas a juzgar a nadie hasta que hayas entrado en su fragua y trabajado con su martillo, ¿de acuerdo?

-Eso es lindo, debería ser así para los mortales- suspiró Rachel

Lo intentaré.

Hefesto se levantó.

Adiós, muchacho. Hiciste bien destruyendo a los telekhines. Siempre me acordaré de ti por ese motivo.

-Gracias... Creo- murmuró Percy

Sonaba a despedida definitiva. El dios volvió a transformarse en una llamarada y se deslizó sobre el agua, alejándose hacia el mundo exterior.

-Ahora hay decisiones que tomar- dijo Hestia

Caminé durante horas por la playa. Cuando volví al prado finalmente, ya era muy tarde, quizá las cuatro o las cinco de la mañana, pero Calipso seguía en su jardín, cuidando las flores a la luz de las estrellas.

-Pero son horas perfectas para la jardinería- dijo Perséfone

-Me parece que son más perfectas para dormir- dijo Leo

Su lazo de luna emitía un resplandor plateado y las demás plantas respondían a su magia con destellos rojos, amarillos y azules.

Te ha ordenado que regreses —adivinó Calipso.

-Aconsejado- dijo Hefesto - es su elección

Bueno, no ordenado. Me ha planteado una elección.

Me miró a los ojos.

Prometí que no te lo propondría... — ¿El qué?

Que te quedaras.

-Oh, que fuerte- comentó Travis

-Ojalá alguna chica me hiciera una propuesta así- dijo Connor

Quedarme, ¿cómo? —me sorprendí—. ¿Para siempre?

En esta isla serías inmortal —dijo ella en voz baja—. No envejecerías ni morirías. Podrías dejar la lucha en manos de los demás, Percy Jackson. Podrías escapar de tu profecía.

-Esa es una gran oferta, deberías hacerlo- bufó Zeus

La miré, atónito.

— ¿Así como así?

Ella asintió.

Así como así.

Pero... mis amigos.

-Lo que en realidad se traducía como "pero Annabeth"- dijo Thalia

Calipso se sonrojó

Percy le dio una sonrisa de oreja a oreja a su novia

Calipso se levantó y me tomó la mano. Su piel me transmitió una cálida corriente por todo el cuerpo.

-Ya quiero acabar este capítulo- masculló Calipso

-También yo- dijo Leo

Calipso le dio una tímida sonrisa

Me preguntaste por mi maldición, Percy. No quería contártelo. La verdad es que los dioses me mandan compañía de vez en cuando. Cada mil años más o menos, permiten que llegue a mis costas un héroe, alguien que necesita mi ayuda. Yo lo cuido y me convierto en su amiga. Pero nunca sucede al azar. Las Moiras se encargan de que el tipo de héroe que me envían...

Le tembló la voz y tuvo que detenerse.

Estreché su mano con más fuerza.

Los Stoll volvieron a hacer ruiditos molestos

— ¿Qué? ¿Qué he hecho para entristecerte?

Envían una persona que nunca puede quedarse —susurró—. Que nunca puede aceptar la compañía que le ofrezco más allá de un breve período de tiempo.

-Bueno querida, no todos- dijo Perséfone mirando a Leo

Me envían un héroe del que no puedo evitar... precisamente el tipo de persona del que no puedo evitar enamorarme.

-Me costó un poquito más de trabajo- murmuró Leo

La noche se había quedado en silencio, salvo por el gorgoteo de las fuentes y el murmullo de las olas en la playa. Me costó un rato comprender lo que estaba diciendo.

-Chicos... -murmuró Piper -son tan ciegos que a veces dan ternura

-Y otra veces los quieres matar- dijo Annabeth

— ¿Yo? —dije.

Si pudieras verte... —Reprimió una sonrisa, aunque todavía tenía lágrimas en los ojos—. Claro que sí. Tú.

— ¿Por eso procurabas apartarte de mí?

-Lo descubriste- bufó Atenea

Lo he intentado con todas mis fuerzas, pero no puedo evitarlo. Las Moiras son crueles. Te enviaron a mí, mi valiente, sabiendo que me romperías el corazón.

Pero... Yo sólo... O sea, sólo soy yo.

-Y con eso es más que suficiente, sesos de alga- dijo Annabeth y luego se sonrojó, aunque para su desgracia hubo más caras sonrojadas

A mí me basta —aseguró Calipso—. Me dije a mí misma que no hablaría de ello, que te dejaría marchar sin proponértelo siquiera. Pero no puedo. Supongo que también eso lo sabían las Moiras. Podrías quedarte conmigo, Percy. Me temo que sólo así serías capaz de ayudarme

-Destino- murmuró Rachel -él no era quien te tenía que ayudar

Contemplé el horizonte. Las primeras luces del alba teñían el cielo de rojo. Si me quedaba allí para siempre, desaparecería de la faz de la tierra y viviría con Calipso, atendido por criados invisibles.

-No suena tan mal- dijo Frank

Hazel le dio un leve golpe

Plantaríamos flores en el jardín, hablaríamos con los pájaros, caminaríamos por la playa bajo un cielo siempre azul. Sin guerras. Sin profecía. Sin tener que tomar partido.

No puedo —le dije

Afrodita chilló -Lo sabía, no me decepcionas

-Gracias- murmuró Percy

Ella bajó la mirada con tristeza.

Nunca haría nada que te perjudicara, pero mis amigos me necesitan. Y ahora sé cómo ayudarlos. Debo volver.

-Además de que el chico no pondría en peligro a alguien por quedarse- dijo Artemisa

Ella tomó una flor de su jardín: una ramita del lazo de luna plateado. Su resplandor se desvaneció al salir el sol. «El alba es buen momento para tomar decisiones», había dicho Hefesto. Calipso me metió la flor en el bolsillo de la camiseta.

Se puso de puntillas y me besó en la frente, como dándome una bendición.

-Traté...- murmuró Calipso

Entonces vamos a la playa, mi héroe valiente. Te indicaré el camino.

La balsa era un rectángulo de tres metros cuadrados hecho con troncos amarrados, provisto de un palo a modo de mástil con una sencilla vela blanca.

-Pero funciona- dijo Apolo

No daba la impresión de estar preparada para navegar, ni por el mar ni por un lago.

Esta balsa te llevará a donde deseas —me prometió Calipso—. Es bastante segura.

-De hecho lo es- dijo Leo -¿Quién lo diría?

Le tomé la mano, pero ella la apartó suavemente.

Quizá pueda visitarte —dije.

Ella negó con la cabeza.

Ningún hombre encuentra Ogigia dos veces. Una vez que te vayas, no volveré a verte.

-Excepto el chico en llamas al parecer- dijo Apolo

Leo le dio una mirada que parecía decir "¿Qué puedo hacer? Soy el mejor", aunque se veía un poco molesto y tal vez nostálgico

Pero...

Márchate, por favor. —Se le quebró la voz—. Las Moiras son crueles, Percy. Acuérdate de mí. —Una tenue sonrisa se insinuó en su rostro—. Y planta por mí un jardín en Manhattan, ¿lo harás?

-Que belleza- dijo Perséfone

Te lo prometo. —Subí a la balsa y de inmediato empezó a alejarse de la orilla.

Mientras me internaba en las aguas del lago, me di cuenta de que las Moiras eran realmente muy crueles.

-Y tal vez eso tenga que ver con lo que están haciendo ahora- dijo Rachel

Le enviaban a alguien que ella no podía evitar amar. Pero eso funcionaba en ambos sentidos, porque yo me acordaría de mi salvadora durante toda la vida. Calipso permanecería para siempre en mi interior como un enorme interrogante: « ¿Y si...?»

Annabeth alzó una ceja

-Espero que ya acabe- murmuró Percy

En unos minutos, la isla de Ogigia se perdió entre la niebla y me encontré navegando hacia el sol naciente.

Entonces le dije a la balsa lo que debía hacer. Le indiqué el único lugar en el que podía pensar. Necesitaba el calor de mis amigos.

Al Campamento Mestizo —dije—. Llévame a casa.

-Dos semanas después, Perseus Jackson- regañó Travis -eso no se hace

-Fin del capítulo- anunció Afrodita -que interesante

-Es hora de que vayan a descansar- dijo Artemisa

Percy se levantó de su lugar seguro, observó que Leo y Calipso hablaban en voz baja, suspiró, ese capítulo había sido incómodo, recordó la maldición de Calipso que había tenido en el Tártaro, se acercó a su novia

-Hola- dijo Percy, Annabeth lo miró con una ceja alzada y con la insinuación de una sonrisa -¿Vas a golpearme?