Uno a uno los semidioses se fueron dispersando

Annabeth y Percy se tomaron de las manos y pasearon entre los jardines del Olimpo, era genial poder estar un momento a solas, aunque el hecho de no entender aun lo que había pasado, los tenía preocupados

Frank y Hazel también necesitaban un tiempo a solas, salieron de la sala bajo la atenta mirada de Hades, quien no sabía si asesinar primero al hijo de Marte o al de Apolo, quien estaba susurrando algo a Nico mientras este se sonrojaba

Los Stoll por su parte, molestaban a Clarisse y Chris haciendo un montón de bromas, los demás chicos se reunieron alrededor de la fogata de Hestia y empezaron a charlar animadamente sobre los libros

Mientras tanto, en uno de los jardines más alejados del Olimpo:

Thalia practicaba con unos muñecos que parecían abandonados hace mucho tiempo, los estaba destrozando uno a uno con sus propias manos, montones y montones de paja llenaban el jardín, el olor a ozono flotaba en el aire

Luke se acercó lentamente por detrás de ella, Thalia se percató de su presencia, pero siguió destrozando los muñecos

-Thalia- comenzó Luke

La hija de Zeus siguió con su ardua labor de asesinar los muñecos

-Thalia, mírame- dijo Luke

Thalia bufó y lentamente se puso frente a él, tenía una mirada furiosa y triste a la vez

-¿Que quieres?- dijo Thalia cruzándose de brazos

-Disculparme una vez más, te fallé, le fallé a Annabeth...

-Dijiste que seríamos una familia- susurró Thalia -pero nos abandonaste

-¡Tú nos abandonaste primero!- gritó Luke

-¡Lo hice por ustedes!- gritó Thalia -no podía permitir que le pasara algo a Annabeth... Ni a ti

-¡Pero no tendrías que haberte sacrificado, podíamos haber vencido... Juntos!

-¡¿Y por eso nos traicionaste?! ¿Por eso nos abandonaste? ¿Por eso te convertiste en... Él?

-Thalia entiende, los dioses no merecían reinar

-Los titanes tampoco- dijo Thalia

-Ahora lo sé- suspiró Luke, se acercó más a Thalia, sus cuerpos separados solo por centímetros -nunca me cansaré de pedirte perdón, quiero ser como antes

-Nada volverá a ser como antes- dijo Thalia

-Pero podemos intentarlo- dijo el chico acercándose aún más a Thalia...

Quería besarla, lo quería desde hace mucho tiempo, desde antes de que lo arruinara todo, antes y ahora no pudo hacerlo, Thalia puso una mano en su pecho, se veía furiosa

-He hecho un voto a Artemisa- dijo entre dientes -eres un idiota

Una moderada cantidad de electricidad salió desde su mano, obligando a Luke a dar un paso atrás, Thalia se marchó, no sin que Luke se diera cuenta de la pequeña sonrisa de la cazadora

Luke negó confundido ¿Que acababa de pasar?

Ni el mismo lo sabía...

Al día siguiente, como siempre durante el desayuno se hicieron bromas unos a otros, los Stoll contaron "discretamente" a todo el mundo que Luke había llegado con olor a ozono y la ropa un poco quemada, Percy intentó cobrarle a Annabeth los 30 dracmas, ella alegó que nunca aceptó la apuesta, Percy hizo un puchero

Artemisa se alegró de oír el pequeño "accidente" del rayo, Hermes no sabía que pensar y Afrodita solo suspiró

-Después de un desayuno... Interesante, vamos a continuar con la lectura- dijo Afrodita -¿Quién quiere leer?

-Yo- dijo Hefesto tomando el libro -práctico snowboard con un cerdo- Hefesto miró a Percy alzando una ceja

-¿Es divertido?- preguntó Apolo

-No/sí- dijeron Thalia y Percy al unísono

-Lo intentaré- dijo Apolo

Will rodó los ojos

Habíamos llegado a los alrededores de una población de esquí enclavada entre las montañas. El cartel rezaba: « Bienvenido a Cloudcroft, Nuevo México». El aire era frío y estaba algo enrarecido.

Grover suspiró recordando ese lugar

Los tejados estaban todos blancos y se veían montones de nieve sucia apilados en los márgenes de las calles. Pinos muy altos asomaban al valle y arrojaban una sombra muy oscura, pese a ser un día soleado.

-Un lugar encantador- dijo Leo con sarcasmo

Incluso con mi abrigo de piel de león, estaba helado cuando llegamos a Maine Street, que quedaba a un kilómetro de las vías del tren. Mientras caminábamos, le conté a Grover la conversación que había mantenido con Apolo la noche anterior, incluido su consejo de que buscase a Nereo en San Francisco.

-Doy buenos consejos- dijo Apolo -los mejores

-Sí- Will asintió

Grover parecía inquieto.

Está bien, supongo —dijo—. Pero antes hemos de llegar allí.

-Creo que es lo más lógico- dijo Piper encogiéndose de hombros

Yo hacía lo posible para no deprimirme pensando en nuestras posibilidades. No quería causarle un ataque de pánico a Grover, pero sabía que había otra fecha límite que pendía sobre nuestras cabezas, además de la que nos obligaba a salvar a Artemisa antes de la Asamblea de los Dioses.

-Vaya, eso no sonó nada bien- dijo Hermes riéndose

-Para nada- coincidieron los Stoll

-Pero con Annabeth...- dijo Rachel riendo

Percy sonrió inocentemente

El General había dicho que sólo mantendría con vida a Annabeth hasta el solsticio de invierno, es decir, hasta el viernes.

-¿Ven?- dijo Leo riendo

-Awwww que adorable- murmuró Hazel

Sólo faltaban cuatro días. También había hablado de un sacrificio. Y eso no me gustaba nada.

-Ni a mí- murmuró Poseidón

Nos detuvimos en el centro del pueblo. Desde allí se veía casi todo: una escuela, un puñado de tiendas para turistas y una cafetería, algunas cabañas de esquí y una tienda de comestibles.

-Al menos hay comida- dijo Chris

-Es algo- coincidió Reyna

Estupendo —dijo Thalia, mirando alrededor—. Ni estación de autobuses, ni taxis ni alquiler de coches. No hay salida.

— ¡Hay una cafetería! —exclamó Grover.

-Es mejor que nada- dijo Jason

Sí —estuvo de acuerdo Zoë—. Un café iría bien.

Y unos pasteles —añadió Grover con ojos soñadores—. Y papel de cera.

-Realmente delicioso- suspiró Grover

Thalia suspiró.

Está bien. ¿Qué tal si vais vosotros dos por algo de desayuno? Percy, Bianca y yo iremos a la tienda de comestibles. Quizá nos indiquen por dónde seguir.

-Percy y Thalia juntos no- dijo dramáticamente Leo

-No siempre estamos peleando- dijo Percy

Quedamos en reunimos delante de la tienda un cuarto de hora más tarde. Bianca parecía algo incómoda con la idea de acompañarnos, pero vino sin rechistar.

-Es que sí peleaban mucho- dijo Bianca riendo

Percy y Thalia se miraron y luego rodaron los ojos

En la tienda nos enteramos de varias cosas interesantes sobre Cloudcroft: no había suficiente nieve para esquiar, allí vendían ratas de goma a un dólar la pieza, y no había ningún modo fácil de salir del pueblo si no tenías coche.

-Muy interesante- dijo Clarisse

Pueden pedir un taxi de Alamogordo —nos dijo el encargado, aunque no muy convencido—. Queda abajo de todo, al pie de la montaña, pero tardará al menos una hora. Y les costará varios cientos de pavos.

-Si alguna vez van, que sea en carro- aconsejó Percy

El hombre parecía tan solo que le compré una rata de goma. Salimos y esperamos en el porche.

Fantástico —refunfuñó Thalia—. Voy a recorrer la calle, a ver si en alguna de esas tiendas me sugieren otra cosa.

-No creo- murmuró Annabeth

Pero el encargado ha dicho...

Ya —me cortó—. Voy a comprobarlo, nada más.

-Lo bueno es que no peleaban mucho- dijo Piper

La dejé marchar. Conocía bien la agitación que sentía. Todos los mestizos tienen problemas de déficit de atención a causa de sus reflejos innatos para el combate. No soportamos la espera. Además, me daba la impresión de que Thalia aún estaba disgustada por la conversación sobre Luke de la noche pasada.

Inconscientemente varios chicos miraron a Luke y Thalia, ambos se mantuvieron cuidadosamente inexpresivos

Bianca y yo permanecimos parados delante de la tienda con cierta incomodidad. Es decir... yo nunca me sentía demasiado cómodo hablando a solas con una chica, y hasta entonces no había estado solo con Bianca. No sabía qué decir, sobre todo ahora que era una cazadora.

Bonita rata —dijo ella por fin.

-Las conversaciones empiezan cada vez de forma más rara- dijo Perséfone

La dejé en la barandilla del porche. Quizá atraería clientela a la tienda de comestibles.

— ¿Y cómo va eso de ser cazadora? —le pregunté.

Ella frunció los labios.

— ¿No estarás enfadado aún porque me uní a ellas?

-No...- murmuró Percy

No. Mientras tú... eh... seas feliz.

No creo que « feliz» sea la palabra indicada cuando la señora Artemisa ha desaparecido. Pero ser una cazadora es superguay. Ahora me siento más serena en cierto sentido. Es como si todo lo que me rodea fuese más despacio. Supongo que debe de ser la inmortalidad.

Bianca se mordió el labio, Nico apretó un poco la mano de Will

La observé, tratando de ver la diferencia. Era cierto que se la veía más segura que antes, más tranquila. Ya no se tapaba la cara con una gorra verde. Llevaba el pelo recogido y me miraba a los ojos al hablar. Con un escalofrío, me di cuenta de que dentro de quinientos o mil años, Bianca di Angelo tendría exactamente el mismo aspecto que ahora

Nico apartó los ojos cuando su hermana lo miró, fingiendo que hablaba con Will

Tal vez mantendría una conversación parecida con otro mestizo... Y yo llevaría muchísimo tiempo muerto, pero ella seguiría pareciendo una chica de doce años.

Nico no ha comprendido mi decisión —murmuró Bianca, y me miró como si quisiese que la tranquilizara.

-Tal vez eso quería- susurró Bianca

Estará bien en el campamento —le dije—. Están acostumbrados a acoger a un montón de chicos. Annabeth vivió allí.

Bianca asintió.

Espero que la encontremos. A Annabeth, quiero decir. Tiene suerte de contar con un amigo como tú.

No le sirvió de mucho.

-Ouch- gritó Percy cuando Annabeth lo golpeó

-Deja de decir eso sesos de alga, sabes que no fue tu culpa- dijo Annabeth

No te culpes, Percy. Tú arriesgaste la vida para salvarnos a mi hermano y a mí. Aquello fue muy valiente de tu parte. Si no te hubiese conocido, no me habría parecido bien dejar a Nico en el campamento. Pero pensé que si allí había gente como tú, Nico estaría en buenas manos. Tú eres un buen tipo.

-Pero no lo suficientemente bueno como para ser el tipo de Nico- dijo Thalia

-Uhhhh- corearon los semidioses

Percy se llevó una mano al corazón -Pues perdonen por no ser hijo de Apolo ¿Qué tiene él que no tenga yo?- gritó dramáticamente

-A Nico- contestó Rachel

Los chicos estallaron en carcajadas

-¡RED! Me siento traicionado, los odio- dijo Percy con un puchero

Nico se sonrojó, Will sonrió con suficiencia

Aquel cumplido me pilló por sorpresa.

— ¿Aunque te derribase para capturar la bandera?

Ella se echó a reír.

Vale. Aparte de eso, eres un buen tipo.

-¡Ya no digan nada!- gritó Percy

A unos cien metros, vi que Zoë y Grover salían ya de la cafetería cargados de pasteles y bebidas. No me apetecía que volvieran en ese momento. Era extraño, pero me gustaba hablar con Bianca. No era tan desagradable, al fin y al cabo.

-¿Gracias?- preguntó Bianca

Y en todo caso, resultaba más fácil de tratar que Zoë Belladona.

— ¿Y cómo os las habéis arreglado hasta ahora tú y Nico? —le pregunté—. ¿A qué colegio fuisteis antes de Westover?

Ella arrugó la frente.

Creo que estuvimos en un internado de Washington. Parece como si hiciera muchísimo tiempo.

Bianca suspiró

— ¿Nunca vivisteis con vuestros padres? Es decir, con vuestro progenitor mortal.

Nos dijeron que nuestros padres habían muerto. Había un fondo en el banco para nosotros. Un montón de dinero, creo. De vez en cuando aparecía un abogado para comprobar que todo fuese bien. Luego tuvimos que dejar aquel colegio.

-¿Abogado?- preguntó Leo -¿Era usted?

Hades negó con la cabeza

-De vez en cuando mandaba a Alecto- dijo Nico

— ¿Por qué?

Ella volvió a arrugar la frente.

Teníamos que ir a un sitio. Un sitio importante, recuerdo. Hicimos un largo viaje y nos alojamos en un hotel varias semanas. Y entonces... No sé. Un día vino otro abogado a sacarnos de allí. Nos dijo que ya era hora de que nos fuéramos. Nos llevó otra vez hacia el este. Cruzamos Washington, subimos hasta Maine y tomamos el camino a Westover.

Los Di Angelo se miraron

Una historia bastante extraña. Claro que Bianca y Nico eran mestizos. Nada podía ser demasiado normal en su caso.

-Cierto- dijeron los mestizos

— ¿O sea, que tú te has ocupado de Nico durante casi toda tu vida? —pregunté —. ¿Simplemente vosotros dos?

Ella asintió.

Por eso me moría de ganas de unirme a las cazadoras. Ya sé que suena egoísta, pero quería tener mi propia vida y mis propias amigas. Quiero mucho a Nico, no me entiendas mal, pero necesitaba descubrir cómo sería vivir sin ser la hermana mayor las veinticuatro horas del día.

Hazel y Reyna, tal vez inconscientemente o tal vez no tanto, miraron mal a Bianca

Recordé cómo me había sentido el verano anterior cuando me enteré de que tenía un hermano menor que resultó ser un cíclope. En parte me identificaba con lo que Bianca me estaba contando.

-En parte- dijo Percy antes de que Tyson hiciera una mueca

Zoë parece confiar en ti —le dije—. Y por cierto, ¿qué era eso que estabais hablando? ¿Algo peligroso de la misión...?

-Ya te exhibiste...- dijo Nico rodando los ojos -me preguntaba cuanto tiempo tardarías

— ¿Cuándo?

Ayer por la mañana. En el pabellón del campamento —dije sin poder contenerme—. Tenía que ver con el General... Su rostro se ensombreció.

— ¿Cómo es posible...? Ah, la gorra de invisibilidad. ¿Nos estabas espiando?

-No...- murmuró Percy

— ¡No! O sea, en realidad, yo sólo...

Me salvó de mi confusión la llegada de Zoë y Grover con las bebidas y los pasteles. Chocolate caliente para Bianca y para mí. Café para ellos. Me comí una magdalena de arándanos, y estaba tan buena que casi conseguí olvidarme de la mirada indignada que me dirigía Bianca.

-Fue culpa de Nico- dijo Percy

-Te hubieras quedado callado- señaló Nico

Deberíamos probar el conjuro de rastreo —dijo Zoë—. ¿Aún te quedan bellotas, Grover?

Humm —farfulló. Estaba masticando una magdalena integral, con envoltorio y todo—. Creo que sí. Sólo tengo que... —Se quedó petrificado.

-¿Que pasó?- preguntó Frank

Iba a preguntarle qué ocurría, cuando una cálida brisa pasó por mi lado, como si en mitad del invierno se hubiera extraviado una ráfaga primaveral. Aire fresco perfumado de sol y flores silvestres. Y algo más: como una voz que tratara de decir algo. Una advertencia.

Los dioses se miraron entre sí con incredulidad

Zoë sofocó un grito.

Grover dejó caer su taza decorada con un estampado de pájaros. De repente, los pájaros se despegaron de la taza y salieron volando: una bandada de palomas diminutas. Mi rata de goma soltó un chillido; correteó por la barandilla y se perdió entre los árboles. Una rata con pelaje y bigotes reales.

-Es...- empezó Hestia

-No puede ser- dijo Deméter

-¿Lo encontraste?- preguntó Dionisio

Grover se derrumbó junto con su taza de café, que humeó en la nieve. Lo rodeamos de inmediato y tratamos de reanimarlo. Él gemía y parpadeaba.

— ¡Escuchad! —dijo Thalia, que subía por la calle corriendo—. Acabo de... ¿Pero qué le ha pasado a Grover?

No lo sé —declaré—. Se ha desmayado.

Aggg... —gemía Grover.

— ¡Pues levantadlo! —ordenó Thalia. Empuñaba la lanza y miraba hacia atrás—. Hemos de salir de aquí.

-Es increíble- farfullaba Dionisio

Habíamos llegado ya al extremo del pueblo cuando aparecieron los dos primeros guerreros-esqueleto.

-No puede ser- gritó Poseidón

Surgieron de los árboles que había a ambos lados del camino. En lugar del traje gris de camuflaje, ahora llevaban el uniforme azul de la policía estatal de Nuevo México, pero seguían teniendo piel gris transparente y ojos amarillos.

Desenfundaron sus pistolas.

-Odio a los guerreros-esqueleto- murmuró Percy

Reconozco que yo había pensado más de una vez que sería genial aprender a manejar una pistola, pero cambié de opinión en cuanto los guerreros-esqueleto me apuntaron con las suyas.

-Mejor no- coincidió Poseidón

Thalia le dio unos golpecitos a su pulsera. La Égida se desplegó en espiral en su brazo, pero los guerreros no se arredraron. Sus relucientes ojos amarillos me taladraban.

Saqué a Contracorriente, aunque no sabía muy bien de qué me iba a servir contra un par de pistolas.

-Salgan de ahí- dijo Perséfone

Zoë y Bianca prepararon sus arcos. La pobre Bianca tenía ciertos problemas porque Grover seguía medio desmayado y apoyaba todo su peso en ella.

-Lo siento- dijo Grover

-Está bien- dijo Bianca

Retroceded —dijo Thalia.

Empezamos a hacerlo, pero entonces oí un crujido de ramas. Dos guerreros esqueleto más aparecieron detrás. Estábamos rodeados.

Poseidón y Hades soltaron juramentos

Me estaba preguntando dónde se habrían metido los demás guerreros esqueleto. Había visto una docena en el museo.

-No creo que quieras esa respuesta- dijo Apolo

Entonces vi que uno se acercaba un teléfono móvil a la boca y decía algo. No hablaba, en realidad. Emitía un chirrido, como unos dientes royendo un hueso. Y de repente comprendí lo que sucedía: los guerreros-esqueleto se habían dispersado para buscarnos. Ahora estaban avisando a los demás. Muy pronto tendríamos al equipo completo con nosotros.

-Tienen que poder salir- murmuraba Poseidón

Está cerca —gimió Grover.

-No hablaba de ellos- dijo Grover

Están aquí —dije yo.

No —insistió él—. El regalo. El regalo del Salvaje.

De nuevo se oyeron murmullos sorprendidos de los dioses.

No entendía a qué se refería, pero me preocupaba su estado. No estaba en condiciones de caminar, mucho menos de luchar.

Debemos combatir uno contra uno —dijo Thalia—. Cuatro contra cuatro.

Quizá así dejen en paz a Grover.

De acuerdo —repuso Zoë.

— ¡El Salvaje! —gimió Grover.

Grover suspiró con nostalgia

Un viento cálido sopló por todo el cañón, sacudiendo los árboles, pero yo mantuve los ojos fijos en aquellos pavorosos esqueletos. Recordé cómo se regodeaba el General ante el destino de Annabeth. Recordé cómo la había traicionado Luke.

Y cargué contra ellos.

-Eso fue valiente- dijo Afrodita

-Y estúpido- murmuró Hera

El primer guerrero-esqueleto disparó. El tiempo pareció ralentizarse. No voy a decir que viese venir la bala, pero sí percibí su trayectoria, tal como percibía las corrientes en el mar. La desvié con la hoja de mi espada y seguí adelante.

Los chicos aplaudieron

Mientras el esqueleto sacaba una porra, yo le rebané los brazos por el hombro. Luego le lancé un mandoble a la cintura y lo partí en dos.

Sus huesos se desmoronaron con estrépito en el asfalto. Pero casi de inmediato, empezaron a reunirse y ensamblarse de nuevo. El segundo esqueleto soltó un chirrido con sus dientes y me apuntó, pero yo le asesté un buen golpe en la mano y su pistola rodó por la nieve.

-Era un poco impresionante verte- dijo Bianca

Creía que no lo estaba haciendo mal del todo hasta que los otros dos guerreros me dispararon desde atrás.

-¡NO!- gritó Poseidón

Algunos chicos ahogaron un grito

-Trae la piel del león de Nemea- dijo Atenea con aburrimiento

Aun así Poseidón se levantó de su trono para examinar a su hijo

-Estoy bien- dijo Percy

— ¡Percy! —gritó Thalia.

-Ay, sí me quieres- dijo Percy

-Idiota- masculló Thalia

Aterricé boca abajo en el pavimento. Pasó un momento antes de que comprendiera... que no estaba muerto. El impacto de las balas me había llegado amortiguado, como un buen empujón.

¡La piel del León de Nemea! Mi abrigo era a prueba de balas.

Thalia arremetió contra el segundo esqueleto. Zoë y Bianca habían empezado a disparar sus flechas a los otros dos. Grover se mantenía en pie y extendía los brazos hacia los árboles, como si quisiera abrazarlos.

-Siento no haber sido de ayuda- murmuró Grover

Se oyó un estruendo en el bosque, a nuestra izquierda, algo parecido a una excavadora. Quizá llegaban refuerzos para los guerreros-esqueleto. Me puse en pie y esquivé una porra. El esqueleto que había cortado en dos se había recompuesto y se echaba otra vez sobre mí.

Una pequeña ola empapó a Luke quien jadeó de sorpresa

Hermes miró mal a su tío

No había modo de pararlos. Zoë y Bianca les disparaban a bocajarro, pero las flechas no les hacían mella. Uno de ellos embistió a Bianca. Creí que estaba perdida, pero ella sacó de improviso su cuchillo de caza y se lo clavó en el pecho. El guerrero entero ardió en llamas en el acto, dejando sólo un montoncito de ceniza y una placa de policía.

-Muy buen trabajo- dijo Nico

— ¿Cómo lo has hecho? —preguntó Zoë.

No lo sé —dijo Bianca, nerviosa—. ¿Un golpe de suerte?

— ¡Pues repítelo!

Bianca lo intentó, pero los tres esqueletos restantes recelaban de ella y no se le acercaban. Nos obligaron a retroceder blandiendo sus porras.

-Pues no eran tontos- dijo Hazel

— ¿Algún plan? —dije mientras nos batíamos en retirada.

Nadie respondió. Inesperadamente, los árboles que había a espaldas de los guerreros empezaron a estremecerse y sus ramas a quebrarse.

Un regalo —murmuró Grover entre dientes.

Grover sonrió

Entonces, con un poderoso rugido, irrumpió en el camino el cerdo más grande que he visto en mi vida. Era un jabalí salvaje de unos diez metros de altura, con un hocico rosado y lleno de mocos y colmillos del tamaño de una canoa. Tenía el lomo erizado y unos ojos enfurecidos.

-¿Eso es un regalo?- preguntaron los Stoll confundidos

-Al principio no lo parecía- admitió Percy

— ¡Oííííínk! —chilló, y barrió a los tres esqueletos del camino con sus colmillos. Tenía una fuerza tan enorme que los mandó por encima de los árboles y rodaron ladera abajo hasta hacerse pedazos, dejando un reguero de huesos retorcidos.

-Eso es bueno- señaló Rachel

Luego el cerdo se volvió hacia nosotros.

Thalia alzó su lanza, pero Grover dio un grito.

— ¡No lo mates!

El jabalí gruñó y arañó el suelo, dispuesto a embestir.

Es el Jabalí de Enmanto —dijo Zoë, tratando de conservar la calma—. No creo que podamos matarlo.

-Eso trataba- dijo Zoë -no siempre ves una criatura como esa

Es un regalo —dijo Grover—. Una bendición del Salvaje.

La bestia volvió a chillar y nos embistió con sus colmillos. Zoë y Bianca se echaron de cabeza a un lado. Yo tuve que empujar a Grover para que no saliera disparado en el Expreso Colmillo de Jabalí.

— ¡Sí, una gran bendición! —dije—. ¡Dispersaos!

-Era una bendición- dijo Grover

-Pero ¿Dónde está él?- masculló Dionisio

-Solo era una bendición- dijo Grover -él estaba... En otro lugar

Corrimos en todas direcciones y por un instante el jabalí pareció confundido.

— ¡Quiere matarnos! —dijo Thalia.

Por supuesto —respondió Grover—. ¡Es salvaje!

-Y entonces ¿Cuál es la bendición?- dijo Piper

— ¿Y dónde está la bendición? —preguntó Bianca.

Parecía una buena pregunta, pero al parecer el cerdo se sintió ofendido, pues cargó contra ella.

-Era una pregunta perfectamente razonable- dijo Bianca

Por suerte, era más rápida de lo que yo creía: rodó para eludir las pezuñas y reapareció detrás de la bestia, que atacó con sus colmillos y pulverizó el cartel de « BIENVENIDOS A CLOUDCROFT».

-Pobre cartel- murmuró Travis

Me devanaba los sesos tratando de acordarme del mito del jabalí. Estaba casi seguro de que Hércules había luchado con él una vez, pero no conseguía recordar cómo lo había vencido. Tenía una vaga sensación de que el bicho había arrasado muchas ciudades griegas antes de que Hércules lograra someterlo. Rogué que Cloudcroft estuviera asegurada contra catástrofes (incluidos ataques de jabalíes salvajes).

-Ojalá- murmuró Connor

— ¡No os quedéis quietos! —chilló Zoë.

Ella y Bianca corrieron en direcciones opuestas. Grover bailaba alrededor del jabalí tocando sus flautas, mientras el animal soltaba bufidos y trataba de ensartarlo. Pero Thalia y yo fuimos los que nos llevamos la palma en cuestión de mala suerte.

-Eso no es una novedad- murmuró Annabeth

Cuando la bestia se volvió hacia nosotros, Thalia cometió el error de alzar la Egida para cubrirse. La visión de la cabeza de la Medusa le arrancó un pavoroso chillido al jabalí. Quizá se parecía demasiado a alguno de sus parientes.

A pesar de la tensión, los dioses y algunos chicos rieron

El caso es que nos embistió enloquecido.

Logramos mantener las distancias porque corríamos cuesta arriba esquivando árboles, mientras que el monstruo iba en línea recta y tenía que derribarlos.

-Al menos tienen algo de ventaja- dijo Piper

Al otro lado de la colina encontré un viejo tramo de vía férrea, medio enterrado en la nieve.

-Odio tus ideas- dijo Thalia

— ¡Por aquí! —Agarré a Thalia del brazo y corrimos por los raíles con el jabalí rugiendo a nuestra espalda.

El animal se deslizaba y resbalaba por la pendiente. Sus pezuñas no estaban hechas para aquello, gracias a los dioses.

-De nada- dijo Apolo

A cierta distancia había un túnel que desembocaba en un viejo puente de caballetes que cruzaba un desfiladero. Tuve una idea loca.

-Toda la vida- dijo Nico

— ¡Sígueme!

Thalia redujo la velocidad —no tuve tiempo de preguntarle por qué—, pero yo la arrastré y ella me siguió a regañadientes.

Thalia se puso un poco pálida al recordar ese momento

A nuestra espalda venía un tanque porcino de diez toneladas, derribando pinos y aplastando rocas con sus pezuñas.

Thalia y yo cruzamos el túnel y llegamos al otro lado.

— ¡No! —gritó Thalia.

Todas las miradas fueron a Thalia

Había palidecido como la cera. Estábamos en el inicio mismo del puente. A nuestros pies, la ladera descendía abruptamente formando un barranco de unos veinte metros de profundidad.

-Ahora entiendo- dijo Jason -¿Cómo lograste que lo hiciera?

-No le pregunté- dijo Percy

Teníamos al jabalí justo detrás.

— ¡Vamos! —dije—. Seguramente aguantará nuestro peso.

— ¡No puedo! —gritó Thalia con ojos desorbitados.

-Te odio- masculló Thalia

-Soy tu primo favorito- afirmó Percy

El jabalí se había metido a toda marcha en el túnel y avanzaba destrozándolo a su paso.

— ¡Ahora! —grité.

Ella miró hacia abajo y tragó saliva. Habría jurado que se estaba poniendo verde, aunque no tenía tiempo de adivinar la causa: el jabalí venía por el túnel directo hacia nosotros. Plan B: le hice un placaje a Thalia y, evitando el puente, empezamos a deslizamos por la ladera.

-Excelente manera de hacer que bajara- dijo Jason

Thalia bufó

Casi sin pensarlo, nos montamos sobre la Égida como si fuera una tabla de snowboard, y bajamos zumbando entre las rocas, el barro y la nieve. El jabalí tuvo menos suerte; no podía virar tan deprisa, de modo que sus diez toneladas se adentraron en el puente, que crujió y cedió bajo su peso. El animal se despeñó por el barranco con un chillido agónico y aterrizó en un ventisquero con un estruendo colosal.

-Me siento un poco mal por él- murmuró Piper

Nos detuvimos derrapando. Los dos jadeábamos. Yo me había hecho multitud de cortes y sangraba. Thalia tenía el pelo lleno de agujas de pino.

-Tu familia te demuestra su amor- dijo Nico

Muy cerca, la bestia daba chillidos y forcejeaba. Lo único que se le veía era la punta erizada del lomo. Estaba completamente encajado en la nieve, como un juguete en su molde de poliestireno. No parecía herido, pero tampoco podía moverse.

Miré a Thalia y le dije:

Te dan miedo las alturas, ¿eh?

Los dioses y chicos que aún no lo sabían (eran pocos) la miraron incrédulos

Ahora que estábamos a salvo al pie del desfiladero, tenía su expresión malhumorada de siempre.

No seas idiota.

-Eso es pedir demasiado- dijo Nico

-¡Oye!- se quejó Percy

Lo cual explica por qué te asustaste en el autobús de Apolo. Y por qué no querías hablar de ello.

Respiró hondo y se sacudió las agujas de pino del pelo.

Te juro que si se lo cuentas a alguien...

-Pues ahora ya lo saben- dijo Percy

Thalia gruñó -Les juro que aquel que haga una broma sobre eso, no vive para contarlo

No, no —la tranquilicé—. Pero es increíble. O sea... la hija de Zeus, el señor de los cielos, ¿tiene miedo a las alturas?

-Ironía- canturreó Leo

Thalia estaba a punto de derribarme en la nieve cuando la voz de Grover sonó por encima de nuestras cabezas:

-Gracias Grover- dijo Percy

— ¡Eeeeeoooo!

— ¡Aquí abajo! —grité.

Unos minutos después se nos unieron Zoë, Bianca y Grover. Nos quedamos todos mirando al jabalí, que seguía forcejando en la nieve.

Una bendición del Salvaje —dijo Grover, aunque ahora parecía inquieto.

Estoy de acuerdo —dijo Zoë—. Hemos de utilizarlo.

Un momento —dijo Thalia, irritada. Aún parecía que acabara de ser derrotada por un árbol de Navidad—.

Los chicos rieron

Explícame por qué estás tan seguro de que este cerdo es una bendición.

Grover miraba distraído hacia otro lado.

Es nuestro vehículo hacia el oeste. ¿Tienes idea de lo rápido que puede desplazarse este bicho?

-Ahora sí- dijo Thalia

— ¡Qué divertido! —dije—. Cowboys, pero montados en un cerdo.

-Tu idea de diversión asusta- dijo Hermes

Grover asintió.

Tenemos que domesticarlo. Me gustaría disponer de más tiempo para echar un vistazo por aquí. Pero ya se ha ido.

— ¿Quién?

Él no pareció oírme. Se acercó al jabalí y saltó sobre su lomo. El animal ya empezaba a abrirse paso entre la nieve. Una vez que se liberase, no habría modo de pararlo. Grover sacó sus flautas. Se puso a tocar una tonadilla muy rápida y lanzó una manzana hacia delante. La manzana flotó en el aire y empezó a girar justo por encima del hocico del jabalí, que se puso como loco tratando de alcanzarla.

-Es una buena manera- dijo Artemisa

Dirección asistida —murmuró Thalia—. Fantástico. —Avanzó entre la nieve y se situó de un salto detrás de Grover.

Aún quedaba sitio de sobras para nosotros.

Zoë y Bianca caminaron hacia el jabalí.

Una cosa —le pregunté a Zoë—. ¿Tú entiendes a qué se refiere Grover con lo de esa bendición salvaje?

-Solo tú no entenderías- bufó Atenea

Poseidón decidió ignorarla

Desde luego. ¿No lo has notado en el viento? Era muy fuerte... Creía que no volvería a sentir esa presencia.

— ¿Qué presencia?

Ella me miró como si fuese idiota.

Zoë rió -Lo siento, creí que sería obvio

El señor de la vida salvaje, por supuesto. Por un instante, cuando ha aparecido el jabalí, he sentido la presencia de Pan.

-Fin del capítulo- anunció Hefesto

-Tenemos que leer otro- dijo Dionisio sorprendiendo a todos -tenemos que saber que pasa con Pan

-¿Quién quiere leer?- preguntó Hestia

-Yo- dijo Bianca

-No- gritó Percy