-Genial, esto se va a poner más interesante- dijo Apolo - dame el libro, yo voy a leer

-Thalia incendia Nueva Inglaterra- Apolo miró a la mencionada -¿Te lo presté?

-Sí

-¡Genial!

Artemisa había asegurado que se acercaba el alba, pero nadie lo habría dicho: estaba todo más oscuro, más frío y nevado que nunca.

-La oscuridad antes de la luz- dijo Apolo moviendo las cejas

Allá en la colina, las ventanas de Westover Hall seguían oscuras. Me preguntaba si los profesores habrían advertido la desaparición de los hermanos Di Angelo.

-No lo creo- dijo Thalia

Prefería no estar allí cuando lo descubrieran. Con mi suerte, seguro que el único nombre que la señorita Latiza recordaría sería el mío, y entonces me convertiría en víctima de una cacería humana por todo el país. Otra vez.

-Otra vez- murmuraron los chicos

Las cazadoras levantaron el campamento tan deprisa como lo habían montado. Ellas parecían tan tranquilas en medio de la nieve, pero yo aguardaba tiritando mientras Artemisa escudriñaba el horizonte por el este. Bianca se había sentado más allá con su hermano.

Hades miró a su hijo

Ya se veía por la expresión sombría de Nico que estaba explicándole su decisión de unirse a la Cacería. Desde luego, ella había sido muy egoísta al abandonar a su hermano de aquella manera.

Percy se sonrojó al ver la mirada de Bianca

-Yo no creo que haya sido egoísta- dijo Artemisa -la chica quería una familia y nosotras se la dimos

-Creo que Percy tiene razón- dijo Afrodita -solo se tenían el uno al otro y aun así lo dejó

Bianca miró al piso

-Basta- dijo Perséfone -no estamos aquí para hacerla sentir culpable

Bianca, Nico, Hazel; Hades y Deméter la miraron asombrados

Thalia y Grover se me acercaron, deseosos de saber lo que había ocurrido durante mi audiencia con la diosa.

Cuando se lo conté, Grover palideció.

La última vez que las cazadoras vinieron al campamento, la cosa no fue demasiado bien.

— ¿Por qué se habrán presentado aquí? —me pregunté—. Quiero decir, ha sido como si surgieran de la nada.

Y Bianca se ha unido a ellas —dijo Thalia, indignada—. La culpa la tiene

Zoë. Esa presumida insoportable...

Zoë la miró alzando una ceja

— ¿Cómo va uno a culparla? —dijo Grover, suspirando—. Toda una eternidad con Artemisa...

Thalia puso los ojos en blanco.

Sois increíbles los sátiros. Todos loquitos por Artemisa. ¿No comprendéis que ella nunca va a corresponderos?

-No- dijo Artemisa

Es que... le va tanto la onda de la naturaleza. —Grover parecía casi en trance.

Estás chiflado —le espetó Thalia.

Me chifla, sí —dijo Grover, soñador—. Es cierto.

Grover se sonrojó

-Es mi hermanita- dijo Apolo -cuidadito sátiro

-No soy tu hermanita- dijo Artemisa

El cielo empezó a clarear por fin. Artemisa murmuró:

Ya era hora. ¡Es tan perezoso en invierno!

-Más horas para mi sueño embellecedor

-Pues no está funcionando- dijo Artemisa

— ¿Estás esperando, eh... la salida del sol? —le pregunté.

Sí, a mi hermano.

Yo no quería ser grosero. Es decir, conocía las leyendas sobre Apolo (otras veces, Helios) conduciendo por el cielo el gran carro del sol. Pero también sabía que el sol es una estrella situada a no sé cuántos millones de kilómetros. Ya había asimilado la idea de que algunos mitos griegos fueran ciertos, pero vamos... no lograba imaginarme cómo iba a arreglárselas Apolo para conducir el sol.

-Supongo que tu cara lo decía todo- dijo Artemisa

No es exactamente lo que tú crees —me dijo Artemisa, como si me leyese el pensamiento.

Ah, bueno. —Empecé a relajarme—. Entonces no es que vaya a llegar...

Hubo un destello repentino en el horizonte y enseguida una gran ráfaga de calor.

No mires —me advirtió Artemisa—. Hasta que haya aparcado.

« ¿Aparcado?».

Desvié la vista y vi que los demás hacían lo mismo. La luz y el calor se intensificaron hasta que me dio la sensación de que mi abrigo iba a derretirse. Y entonces la luz se apagó.

Me volví. No podía creerlo. ¡Era mi coche!

-¿Tu coche?- preguntó Apolo

-El coche de mis sueños- dijo Percy -¡Y no me dejó conducirlo!

Apolo le dio una sonrisa ladeada

Bueno, el coche con el que soñaba, para ser exactos. Un Maserati Spyder descapotable rojo. Era impresionante. Resplandecía. Aunque enseguida comprendí que relumbraba porque la chapa estaba casi al rojo. La nieve se había derretido alrededor del Maserati en un círculo perfecto, lo cual explicaba que yo notara los zapatos mojados y que de repente pisara hierba verde.

El conductor bajó sonriendo.

Apolo les dio su mejor sonrisa luminous white

Parecía tener diecisiete o dieciocho años y, por un segundo, tuve la incómoda sensación de que era Luke, mi viejo enemigo.

Luke frunció el ceño -No nos parecemos

-Por supuesto que no- coincidió Apolo -yo soy más sexy

El mismo pelo rubio rojizo; el mismo aspecto saludable y deportivo. Pero no. Era más alto y no tenía ninguna cicatriz en la cara, como Luke. Su sonrisa resultaba más juguetona. (Luke no hacía más que fruncir el ceño y sonreír con desdén últimamente). El conductor del Maserati iba con téjanos, mocasines y una camiseta sin mangas.

Uau —se asombró Thalia entre dientes—. Qué calor irradia este tipo.

Es el dios del sol —dije.

No me refería a eso.

-Es tu hermano- dijo Percy

-Los dioses no tenemos ADN- dijo Apolo guiñando un ojo a Thalia

-¡Papá/Apolo!- gritaron Will y Artemisa

— ¡Hermanita! —gritó Apolo. Si hubiera tenido los dientes un pelín más blancos nos habría cegado a todos—. ¿Qué tal? Nunca llamas ni me escribes. Ya empezaba a preocuparme.

Artemisa suspiró.

Estoy bien, Apolo. Y no soy tu hermanita.

— ¡Eh, que yo nací primero!

— ¡Somos gemelos! ¿Cuántos milenios habremos de seguir discutiendo...?

-Muchos hermanita

Bueno, ¿qué pasa? —la interrumpió—. Tienes a todas las chicas contigo, por lo que veo. ¿Necesitáis unas clases de arco?

Artemisa apretó los dientes.

Necesito un favor. He de salir de cacería. Sola. Y quiero que lleves a mis compañeras al Campamento Mestizo.

— ¡Claro, cielo...! Un momento. —Levantó una mano, en plan « todo el mundo quieto» —. Siento que me llega un haiku.

-¡No!- gritó media sala

Las cazadoras refunfuñaron. Por lo visto, ya conocían a Apolo. Él se aclaró la garganta y recitó con grandes aspavientos:

Hierba en la nieve.

Me necesita Artemisa. Yo soy muy guay.

Nos sonrió de oreja a oreja. Sin duda, esperaba un aplauso.

Igual que en la sala, al no recibirlo, siguió leyendo

El último verso sólo tiene cuatro sílabas —observó su hermana.

Él frunció el ceño.

— ¿De veras?

Sí. 77

-Eso es mejor- dijo Artemisa

No, no. Tiene seis. Hmm... —Empezó a murmurar en voz baja.

Zoë Belladona se volvió hacia nosotros.

El señor Apolo lleva metido en esta etapa haiku desde que estuvo en Japón. Peor fue cuando le dio por escribir poemas épicos. ¡Al menos un haiku sólo tiene tres versos!

-Zoë, me lastimas- dijo Apolo

-No le hables- dijo Artemisa

— ¡Ya lo tengo! —Anunció Apolo—. « Soy fe-no-me-nal». ¡Cinco sílabas! — Hizo una reverencia, muy satisfecho de sí mismo—. Y ahora, querida... ¿un transporte para las cazadoras, dices? Muy oportuno. Iba a salir a dar una vuelta.

También tendrías que llevar a estos semidioses —precisó Artemisa, señalándonos—. Son campistas de Quirón.

No hay problema. —Nos echó un vistazo—. Veamos... Tú eres Thalia,

¿Verdad? Lo sé todo sobre ti.

Apolo le volvió a guiñar el ojo, una flecha cortesía de Artemisa se clavó en su trono

Ella se ruborizó.

Hola, señor Apolo.

Hija de Zeus, ¿no? Entonces somos medio hermanos. Eras un árbol, ¿cierto? Me alegra que ya no. No soporto ver a las chicas guapas convertidas en árboles. Recuerdo una vez...

Apolo se aclaró la garganta- Que ninguno se atreva a decir algo

Hermano —lo atajó Artemisa—. Habrías de ponerte en marcha.

Ah, sí. —Y me miró a mí, entornando los ojos—. ¿Percy Jackson?

Ajá. Digo... sí, señor.

-Este chico me cae bien- rió Apolo

Resultaba extraño llamar « señor» a un adolescente, pero ya había aprendido a ser prudente con los inmortales.

-Sííí claro- murmuró Piper

Se ofenden con gran facilidad. Y entonces todo salta por los aires.

Apolo me observó detenidamente, pero no dijo una palabra, cosa que me resultó un poco inquietante.

— ¡Bueno! —dijo—. Será mejor que subamos. Este cacharro sólo viaja en una dirección, hacia el oeste. Si se te escapa, te quedas en tierra.

Yo miré el Maserati. Allí cabían dos personas como máximo. Y éramos veinte.

Un coche impresionante —dijo Nico.

Gracias, chico —respondió Apolo.

-También me caes bien- dijo Apolo y alzó los pulgares hacia su hijo *el dios de la discreción le dicen*

— ¿Cómo vamos a meternos todos ahí?

Ah, bueno. —Parecía que acabase de advertir el problema—. Está bien.

No me gusta cambiarlo del modo « deportivo», pero si no hay más remedio... Sacó las llaves y presionó el botón de la alarma. ¡Pip, pip!

Por un momento, el coche resplandeció otra vez. Cuando se desvaneció el resplandor, el Maserati había sido reemplazado por un autobús escolar.

-Me gustaba más el Maserati- comentó Percy

Venga —dijo—. Todos, arriba.

Zoë ordenó a las cazadoras que subieran. Iba a recoger su mochila, cuando Apolo le dijo:

Dame, cariño. Déjamela a mí.

Zoë dio un paso atrás; una mirada asesina le relampagueaba en los ojos.

Apolo se llevó una mano al corazón -Solo trataba de ser un caballero

Zoë bufó

Hermanito —lo reprendió Artemisa—. No pretendas echarles una mano a mis cazadoras. No las mires, no les hables, no coquetees con ellas. Y sobre todo, no las llames « cariño».

Apolo extendió las palmas.

Perdón. Se me había olvidado.

-Siempre se te olvida- masculló Artemisa

Oye... ¿y tú adónde vas?

De cacería —dijo Artemisa—. No es cosa tuya.

Ya me enteraré. Yo lo veo todo y lo sé todo.

Artemisa soltó un resoplido.

Tú encárgate de llevarlos. ¡Sin perder el tiempo por ahí!

Pero si nunca me entretengo por el camino... Artemisa puso los ojos en blanco; luego nos miró.

Nos veremos para el solsticio de invierno. Zoë, te quedas al frente de las cazadoras. Actúa como yo lo haría.

Ella se irguió.

Sí, mi señora.

Artemisa se arrodilló y examinó el suelo, como si buscase huellas. Cuando se incorporó, parecía intranquila.

El peligro es enorme. Hay que dar con esa bestia.

-¿Qué bestia?- preguntó Hermes

-¿Cómo voy a saberlo?- dijo Artemisa

-Ya lo sabrán- dijo Percy

Echó a correr hacia el bosque y se disolvió entre la nieve y las sombras.

Apolo nos sonrió, haciendo tintinear las llaves.

Bueno —dijo—. ¿Quién quiere conducir?

-Yo- dijo Percy con un puchero

Las cazadoras subieron en tropel al autobús y se apelotonaron en la parte trasera para estar lo más lejos posible de Apolo y los demás varones (como si fuésemos enfermos contagiosos). Bianca se sentó con ellas y dejó a su hermano con nosotros, en las filas de delante, cosa que yo encontré muy desangelada por su parte, aunque a Nico no parecía importarle.

-Y esa es la razón por la que no deberían de leer mis pensamientos

— ¡Menuda pasada! —decía él, dando saltos en el asiento del conductor

Y otra vez los chicos hicieron caras y soniditos tiernos

-Los odio- murmuró Nico

. ¿Esto es el sol de verdad? Yo creía que Helios y Selene eran los dioses del sol y la luna. ¿Cómo se explica que unas veces sean ellos y otras veces, tú y Artemisa?

Reducción de personal —dijo Apolo—. Fueron los romanos quienes empezaron. No podían permitirse tantos templos de sacrificio, de manera que despidieron a Helios y Selene y atribuyeron a nuestros puestos todas sus funciones. Mi hermana se quedó con la luna y yo con el sol. Al principio fue una lata, pero al menos me dieron este coche impresionante.

-Muy impresionante

— ¿Y cómo funciona? —Preguntó Nico—. Yo creía que el sol era una gran esfera de gas ardiente.

Apolo se echó a reír entre dientes y le alborotó el pelo.

Ese rumor seguramente se difundió porque Artemisa tenía la manía de decir que yo era un globo enorme de humo o algo así. Hablando en serio, chico, todo depende de si quieres hablar de astronomía o de filosofía. ¿Quieres que hablemos de astronomía? Bah... ¿dónde está la gracia? ¿Quieres que hablemos de lo que los humanos piensan del sol? Ah, eso ya es más interesante. Ten presente que casi todas sus apuestas dependen de cómo corra este cacharro, por así decirlo. El sol les da calor, alimenta sus cosechas, produce energía, hace que todo parezca más risueño: más soleado, vamos. Este carro está construido con los sueños de los hombres sobre el sol. Es tan antiguo como la civilización occidental. Cada día circula por el cielo, de este a oeste, iluminando la endeble vida de los pobres mortales. El carro es sencillamente una manifestación del poder del sol tal como los mortales lo perciben. ¿Lo entiendes?

-No- dijeron varios

Nico meneó la cabeza.

Pues no.

Bueno, entonces considéralo como un coche solar muy potente y bastante peligroso.

— ¿Puedo conducirlo?

-¡NO!-gritaron Hades, Perséfone y Hazel

No. Eres demasiado joven.

— ¡Yo, yo! —se ofreció Grover, levantando la mano.

Humm... mejor no —decidió Apolo—. Demasiado peludo. —Miró más allá (pasándome a mí de largo) y se fijó en Thalia.

— ¡La hija de Zeus! —exclamó—. El señor de los cielos. Perfecto.

-No te sientas mal- dijo Poseidón -estaba demasiado ocupado coqueteando con su hermana

Uy, no. —Thalia meneó la cabeza—. Muchas gracias.

Venga ya —dijo Apolo—. ¿Qué edad tienes?

Ella vaciló.

No lo sé.

Era triste pero cierto. Thalia se había transformado en un árbol a los doce, y de eso hacía siete años. Es decir, ahora tendría diecinueve, si se contaba año por año. Pero ella se sentía aún como si tuviera doce y, si la observabas, llegabas a la conclusión de que estaba a medio camino entre los doce y los diecinueve.

-Eso es muy esclarecedor- dijo Thalia con sarcasmo

-Si el señor del tiempo te usó para darse una segunda oportunidad deberías tener alrededor de 15- comentó Atenea

Según deducía Quirón, ella había seguido creciendo cuando era un árbol, pero mucho más despacio.

Apolo se dio unos golpecitos en el labio.

Tienes quince, casi dieciséis.

Atenea les dio una mirada de "se los dije"

— ¿Cómo lo sabes?

Bueno, soy el dios de la profecía. Tengo mis trucos. Cumplirás dieciséis en una semana, más o menos.

— ¡Es verdad!, ¡es mi cumpleaños! El veintidós de diciembre.

Lo cual significa que ya tienes edad suficiente para conducir con un permiso provisional.

Zeus bufó

Thalia se removió en su asiento, nerviosa.

En...

Ya sé lo que vas a decir —la interrumpió Apolo—. Que no mereces el honor de conducir el carro del sol.

No, no iba a decir eso.

— ¡No te agobies! El trayecto desde Maine hasta Long Island es muy corto. Y no te preocupes por lo que le pasó a mi último alumno. Tú eres hija de Zeus. A ti no te sacará del cielo a cañonazos.

-Y cómo iba contigo, a mí tampoco- dijo Percy

-Es un alivio- dijo Poseidón

Se echó a reír con ganas. Los demás no nos unimos a su regocijo.

Thalia intentó protestar, pero Apolo no estaba dispuesto a aceptar un « no» por respuesta. El dios pulsó un botón del salpicadero y en lo alto del parabrisas apareció un rótulo. Tuve que leerlo invertido (cosa que, para un disléxico, tampoco es mucho más complicada que leer al derecho). Ponía: « Atención:

Conductor en prácticas».

— ¡Adelante! —Le dijo Apolo—. ¡Seguro que eres una conductora nata!

Los que iban en el carro se miraron horrorizados

He de reconocer que tenía celos. Yo me moría por empezar a conducir.

-¿Quieres conducirlo?- ofreció Apolo

-Sí- dijo Percy

-No- gritó Poseidón

-Mañana por la mañana- dijo Apolo

-Podemos invitar a los demás- dijo Percy

-Pero no podrás manejar el carro de tus sueños

-No importa- dijo Percy

-¿Quien se apunta?

-Yo- dijeron Annabeth, Leo, Piper, Jason, los Stoll, Nico, Will, Rachel y Reyna

-Están locos- dijeron los dioses

-Genial- dijo Percy -no me iba a quedar con las ganas de conducir el carro solar

Mi madre me había llevado a Montauk un par de veces aquel otoño, cuando la carretera de la playa estaba vacía, y me había dejado probar su Mazda. Vale, sí, aquello era un turismo japonés y esto, el carro del sol... Pero ¿había tanta diferencia, a fin de cuentas?

La velocidad y el calor van a la par —le explicó Apolo—. O sea, que empieza despacio y asegúrate de que has alcanzado una buena altitud antes de pisar a fondo.

-Pon atención Percy, no quiero que tu padre me mate- dijo Apolo

Thalia agarraba el volante con tanta fuerza que los nudillos se le habían puesto blancos. Daba la impresión de que se iba a marear de un momento a otro.

— ¿Qué pasa? —le pregunté.

Nada —dijo temblando—. N-no pasa nada.

-Que fijado eres- rió Thalia

Tiró del volante y el autobús dio una sacudida tan brusca que me fui hacia atrás y me estrellé contra una cosa blanda.

— ¡Uf! —exclamó Grover.

Lo siento.

Más despacio —le recomendó Apolo.

Perdón —dijo Thalia—. ¡Lo tengo controlado!

-Ajá

Logré ponerme en pie. Por la ventana vi un círculo humeante de árboles en el claro desde el que habíamos despegado.

Thalia —le dije—, afloja un poco.

Ya lo he entendido, Percy —me respondió con los dientes apretados. Pero ella seguía pisando a fondo.

Relájate.

— ¡Estoy relajada! —Se la veía tan rígida como si se hubiese convertido otra vez en un trozo de madera.

-Así me relajo yo- dijo Thalia

Hemos de virar al sur para ir a Long Island —dijo Apolo—. Gira a la izquierda.

Thalia dio un volantazo y me lanzó de nuevo en brazos de Grover, que soltó un gañido.

La otra izquierda —sugirió Apolo.

-Esta se llama derecha- dijo Leo alzando una mano -esta es izquierda- levantó la otra

Thalia bufó

Cometí el error de mirar de nuevo por la ventana. Ya habíamos alcanzado la altitud de un avión, e incluso más porque el cielo empezaba a verse negro.

Esto... —empezó Apolo. Me dio la impresión de que se esforzaba por parecer tranquilo—. No tan arriba, cariño. En Cape Cod se están congelando.

-Debes tener cuidado- dijo Hades -mis hijos van contigo

Thalia accionó el volante. Tenía la cara blanca como el papel y la frente perlada de sudor. Algo le sucedía, sin duda. Yo nunca la había visto así.

El autobús se lanzó en picado y alguien dio un grito. Quizá fui yo.

-Sí fuiste tú- rió Bianca

Ahora bajábamos directos hacia el Atlántico a unos mil kilómetros por hora, con el litoral de Nueva Inglaterra a mano derecha. Empezaba a hacer calor en el autobús.

Apolo había salido despedido hasta el fondo, pero ya avanzaba de nuevo entre los asientos.

-Así se hace- dijo Ares

— ¡Toma tú el volante! —le suplicó Grover.

No os preocupéis —dijo Apolo, aunque él mismo parecía más que preocupado—. Sólo le falta aprender a... ¡Uuaaaau!

Yo también vi lo que él veía. A nuestros pies había un pueblecito de Nueva Inglaterra cubierto de nieve. Mejor dicho, había estado allí hasta hacía unos minutos, porque ahora la nieve se estaba fundiendo a ojos vistas en los árboles, en los tejados y los prados. La torre de la iglesia, completamente blanca un momento antes, se volvió marrón y empezó a humear. Por todo el pueblo surgían delgadas columnas de humo, que parecían velas de cumpleaños. Los árboles y tejados se estaban incendiando.

-En serio, lamento eso- dijo Thalia

— ¡Frena! —grité.

-Sabes, cuando alguien empieza a conducir, no debes gritarle- sugirió Apolo

Thalia tenía en los ojos un brillo enloquecido. Tiró del volante bruscamente. Esta vez logré sujetarme. Mientras ascendíamos a toda velocidad, por la ventanilla trasera vi que el súbito regreso del frío sofocaba los incendios.

— ¡Allí está Long Island! —Dijo Apolo, señalando al frente—. Todo derecho. Vamos a disminuir un poco la velocidad, querida. No estaría bien arrasar el campamento.

Nos dirigíamos a toda pastilla hacia la costa norte de Long Island. Allí estaba el Campamento Mestizo: el valle, los bosques, la playa. Ya se divisaban el pabellón del comedor, las cabañas y el anfiteatro.

Lo tengo controlado —murmuraba Thalia—. Lo tengo...

-Ajá- murmuró Grover

-Claro- dijo Zoë

-Fue genial- comentó Nico

Estábamos a sólo unos centenares de metros.

Frena —dijo Apolo.

Lo voy a conseguir.

¡Frena!

Thalia pisó el freno a fondo y el autobús describió un ángulo de cuarenta y cinco grados y fue a empotrarse en el lago de las canoas con un estruendoso chapuzón. Se alzó una nube de vapor y enseguida surgieron aterrorizadas las náyades, que huyeron con sus cestas de mimbre a medio trenzar.

El autobús salió a la superficie junto con un par de canoas volcadas y medio derretidas.

Bueno —dijo Apolo con una sonrisa—. Era verdad, querida. Lo tenías todo controlado. Vamos a comprobar si hemos chamuscado a alguien importante, ¿te parece?

-No lo hice- dijo Thalia -pero no me vuelvo a subir

-Fin del capítulo más ardiente- dijo Apolo -hora de cenar, Percy y acompañantes, los espero antes del amanecer en mi templo esto será muy guay.