-Lo que sigue va a ser divertido- masculló Ares -¿Quién va a leer?

-Yo- dijo Hera -conocemos al dios de las dos caras. En algún momento tenía que pasar

Apenas habíamos caminado treinta metros y ya estábamos totalmente perdidos.

-Eso no es para nada un buen inicio- dijo Piper

El túnel no se parecía en nada al pasadizo con que Annabeth y yo nos habíamos tropezado.

-Por supuesto que no, el laberinto está hecho para engañar- dijo Atenea

Ahora era redondo como una alcantarilla, tenía paredes de ladrillo rojo y ojos de buey con barrotes de hierro cada tres metros. Por curiosidad, enfoqué uno de aquellos ojos de buey con la linterna, pero no vi nada. Se abría a una oscuridad infinita.

-Con lo mucho que me gusta la oscuridad- dijo Grover

Creí oír voces al otro lado, pero tal vez fuese sólo el viento.

-No era solo el viento, hermano mayor- dijo Tyson -daban miedo

Annabeth hizo todo lo que pudo para guiarnos. Pensaba que debíamos pegarnos a la pared de la izquierda.

Si ponemos todo el rato la mano en el muro de la izquierda y lo seguimos —dijo —, deberíamos encontrar la salida haciendo el trayecto inverso.

-Ahora que lo has dicho el laberinto hará lo posible por perderte- señaló Atenea

Por desgracia, apenas lo hubo dicho la pared izquierda desapareció y, sin saber cómo, nos encontramos en medio de una cámara circular de la que salían ocho túneles.

-Eso es realmente horrible- dijo Piper -odio las cámaras circulares

Hummm... ¿por dónde hemos venido? —preguntó Grover, nervioso.

Sólo hay que dar la vuelta —respondió Annabeth.

-Como si eso les fuera a servir- bufó Ares

Cada uno se volvió hacia un túnel distinto. Era absurdo. Ninguno de nosotros era capaz de decir por dónde se regresaba al campamento.

Los chicos de la misión negaron derrotados

Las paredes de la izquierda son malas —dijo Tyson—. ¿Ahora por dónde?

Con el haz de luz de su linterna, Annabeth barrió los arcos de los ocho túneles. A mi modo de ver, eran idénticos.

-Eran idénticos- confirmó Grover

-No fue la mejor manera de iniciar la misión- comentó Percy

Por allí —decidió.

— ¿Cómo lo sabes? —pregunté.

Razonamiento deductivo.

O sea... te lo imaginas.

Tú sígueme —replicó ella.

-Sí se lo imaginaba- dijo Thalia de manera burlona

Annabeth se sonrojó -No era lo mismo que las lecturas- asintió a regañadientes

El túnel que había elegido se estrechaba rápidamente. Los muros se volvieron de cemento gris y el techo se hizo tan bajo que enseguida tuvimos que avanzar encorvados.

-Ni me lo recuerdes- dijo Grover estremeciéndose -pero al final valió la pena- susurró

Tyson se vio obligado a arrastrarse.

Lo único que se oía era la respiración agitada de Grover.

No lo soporto más —murmuró éste—. ¿Ya hemos llegado?

-A penas están comenzando con la misión- comentó Apolo

Llevamos aquí cinco minutos —le dijo Annabeth.

Ha sido más tiempo —insistió Grover—. ¿Y por qué habría de estar Pan aquí abajo? ¡Esto es justo lo contrario de la naturaleza silvestre!

-Y exactamente por eso tendría sentido- dijo Dionisio

Seguimos arrastrándonos. Cuando ya creía que el túnel iba a volverse tan estrecho que acabaría aplastándonos, se abrió bruscamente a una sala enorme. Enfoqué las paredes con mi linterna y solté una exclamación.

— ¡Hala!

-Buena forma de ponerlo- dijo Grover

Toda la estancia estaba cubierta de mosaicos. Los dibujos se veían mugrientos y descoloridos, pero aún era posible identificar los colores: rojo, azul, verde, dorado.

-Era una gran sala- dijo Annabeth

El friso mostraba a los dioses olímpicos en un festín. Mi padre, Poseidón, con su tridente, le daba unas uvas a Dionisio para que las convirtiera en vino. Zeus se divertía con los sátiros y Hermes volaba por los aires con sus sandalias aladas.

Los dioses sonrieron orgullosos

Eran imágenes bonitas, pero no demasiado fieles. Yo había visto a los dioses. Dionisio no eran tan apuesto y Hermes no tenía la nariz tan grande.

Dionisio bufó

-Por supuesto que no- dijo Hermes -mi nariz es demasiado perfecta

En medio de la estancia se alzaba una fuente con tres gradas. Daba la impresión de que llevaba seca mucho tiempo.

Piper hizo una mueca

— ¿Qué es esto? —musité—. Parece...

Romano —concluyó Annabeth—. Estos mosaicos deben de tener unos dos mil años de antigüedad.

-Bueno, el laberinto se desplaza y puede incorporar cosas nuevas- dijo Hazel

-Tal vez pudo incluir algo del campamento Júpiter- dijo Reyna

Pero ¿cómo pueden ser romanos? —No es que supiera mucho de historia antigua, pero estaba casi seguro de que el Imperio romano nunca llegó a Long Island.

El laberinto es un conjunto de retazos —explicó Annabeth—. Ya te lo dije. Continuamente se expande e incorpora nuevas piezas. Es la única obra arquitectónica que crece por sí misma.

-Suena como si estuviera vivo- comentó Piper

Lo dices como si estuviera viva.

-Las grandes mentes piensan lo mismo- dijo Piper y chocó las manos con Percy

Por el túnel que teníamos delante nos llegó el eco de una especie de lamento.

No hablemos de si está vivo —gimoteó Grover—. Por favor.

-Yo secundo eso- dijo Travis

Vale —accedió Annabeth—. Adelante.

— ¿Por el pasadizo con ruidos feos? —dijo Tyson. Incluso él parecía nervioso.

Sí —respondió ella—. El estilo arquitectónico se va volviendo más antiguo. Eso es buena señal. El taller de Dédalo debería estar en la zona más vieja.

-Lo cual hubiera sido algo lógico si esa cosa no se moviera por sí sola- dijo Artemisa

Parecía lógico. Pero muy pronto el laberinto empezó a jugar con nosotros. Avanzamos quince metros y el túnel volvió a ser de cemento, con las paredes llenas de tuberías y cubiertas de graffitis hechos con espray.

-Debió ser horrible estar ahí- dijo Apolo -solo juega con tu mente

Me parece que esto no es romano —dije con amabilidad.

Annabeth respiró hondo y siguió avanzando.

-Bueno Annabeth, Percy tenía razón- dijo Thalia

Cada pocos metros, los túneles se curvaban, giraban y se ramificaban. El suelo bajo nuestros pies pasaba del cemento al ladrillo y al barro desnudo, y vuelta a empezar. No había ninguna lógica.

-Si tuviera lógica no sería tan peligroso- señaló Atenea

Nos tropezamos con una bodega provista de infinidad de botellas polvorientas alineadas en estantes de madera. Como si estuviéramos cruzando el sótano de una casa, con la única diferencia de que no había salida al exterior, sólo más túneles que seguían adelante.

-Que divertido- dijo Leo con sarcasmo

Luego el techo se convirtió en una serie de planchas de madera y oí voces por encima de nuestras cabezas y un crujido de pisadas, como si camináramos por debajo de un bar o algo parecido. Era tranquilizador oír gente, pero —una vez más— no podíamos llegar a ellos.

-Era asfixiante- dijo Leo

Estábamos atrapados allá abajo sin ninguna salida. Entonces encontramos el primer esqueleto.

-Y se pone cada vez mejor- dijo Hades

-Eso que apenas es el capítulo seis- dijo Poseidón

Estaba vestido con ropas blancas, como una especie de uniforme. Al lado, había una caja de madera con botellas de vidrio.

Un lechero —dijo Annabeth.

-¿Cómo terminó ahí?- preguntó Piper

-Hay veces que los mortales logran entrar por error- dijo Hera

-Un terrible error- dijo Jason

— ¿Qué? —pregunté.

Repartían la leche de casa en casa.

Ya, pero... eso debía de ser cuando mi madre era pequeña, hará un millón de años. ¿Qué hace éste aquí?

-Oye tranquilo, tu madre no es vieja- dijo Thalia

-Sabes a lo que me refería- dijo Percy

Algunas personas entraron por error —dijo Annabeth—. Otras vinieron decididas a explorar y no lograron salir. Hace mucho, los cretenses incluso enviaban gente aquí abajo como si se tratara de un sacrificio humano.

-Esos si eran buenos sacrificios- dijo Ares

Grover tragó saliva.

Este lleva aquí mucho tiempo. —Señaló las botellas, cubiertas de polvo. Los dedos del esqueleto habían quedado aferrados a la pared de ladrillo, se diría que arañándola: como si el hombre hubiese muerto mientras trataba de hallar una salida.

-Eso es horrible- habló Bianca

Sólo huesos —dijo Tyson—. No te preocupes, niño cabra. El lechero está muerto.

-Aunque no deja de ser horrible- comentó Rachel

El lechero me tiene sin cuidado —replicó Grover—. Es el olor. A monstruos. ¿No lo notas?

Tyson asintió.

Montones de monstruos. Pero los subterráneos huelen así. A monstruo y a lechero muerto.

-Gracias por decirlo- dijo Rachel con una mueca

-Por eso me encantan los subterráneos- dijo Leo con sarcasmo

Ah, genial —gimió Grover—. Creía que tal vez me equivocaba.

Hemos de internarnos más en el laberinto —dijo Annabeth—. Tiene que haber un camino para llegar al centro.

-Tarde o temprano llegarán- dijo Hera

-Pues más vale que sean temprano- dijo Poseidón

Nos guió hacia la derecha y luego hacia la izquierda a través de un pasadizo de acero inoxidable, como una especie de respiradero, y llegamos otra vez a la estancia romana con el mosaico y la fuente.

Pero esta vez no estábamos solos.

-Aquí viene- dijo Poseidón

Lo primero que me llamó la atención de él fueron sus caras. Las dos.

-Sí- dijo Leo -no es como que te puedas fijar en otra parte de su anatomía

Le sobresalían a uno y otro lado de la cabeza y cada una miraba por encima de un hombro, o sea que tenía una cabeza mucho más ancha de lo normal, como una especie de tiburón martillo.

-Eso lo describe muy bien- dijo Poseidón

De frente, lo único que se veía eran dos orejas superpuestas y dos patillas que parecían un reflejo exacto la una de la otra.

Iba vestido como un conserje de Nueva York, es decir, con un largo abrigo negro, zapatos relucientes y un sombrero de copa negro que lograba sostenerse no sé cómo encima de su ancha cabeza.

-Percy siempre haciendo las preguntas correctas- dijo Apolo riendo

— ¿Annabeth? —Dijo su cara izquierda—. ¡Deprisa!

No le haga ni caso —intervino la cara derecha—. Es muy grosero. Venga por este lado, señorita.

Annabeth se quedó boquiabierta.

Eh... yo...

Tyson frunció el ceño.

Ese tipejo tiene dos caras.

-Y también tiene oídos- comentó Hermes -suele ser muy sensible

El tipejo también tiene oídos, ¿sabes? —Lo reprendió la cara izquierda—. Venga, señorita.

No, no —insistió la cara derecha—. Por aquí, señorita. Hable conmigo, por favor.

-En algún momento vas a tener que elegir- dijo Atenea con una mueca

El hombre de las dos caras observó a Annabeth lo mejor que pudo, o sea, con el rabillo de los ojos. Era imposible mirarlo de frente a menos que te centraras en uno u otro lado.

-Lo intenté- dijo Percy -no se pudo

Y de repente comprendí que eso era lo que estaba pidiendo: que Annabeth eligiera.

-¿No? ¿En serio? ¿Cómo no me di cuenta antes?- dijo Leo

-Eres muy grosero- señaló Percy

Detrás de él, había dos salidas con grandes puertas de madera y gruesos cerrojos de hierro. La primera vez que habíamos cruzado la estancia no había ninguna puerta. El conserje de las dos caras sostenía una llave plateada que se iba pasando de la mano izquierda a la derecha, y viceversa.

Hera suspiró -Siempre tratando de confundir a la gente

Los semidioses la miraron con ironía

Me pregunté si sería una sala distinta, pero el friso de los dioses parecía idéntico.

A nuestras espaldas, había desaparecido la entrada por la que acabábamos de llegar.

Ahora sólo había mosaico. No podíamos volver sobre nuestros pasos.

-No te iba a dejar ir tan fácil- dijo Atenea a su hija

Las salidas están cerradas —observó Annabeth.

— ¡Todo un descubrimiento! —dijo, burlona, la cara izquierda.

-Eres igual de grosero- dijo Percy mirando a Leo

-Pero yo tengo más estilo- dijo Leo

— ¿Adónde conducen? —preguntó ella.

Una lleva probablemente adonde usted quiere ir —dijo la cara derecha de forma alentadora—. La otra, a una muerte segura.

-No me gusta la elección de la muerte segura- dijo Afrodita -eso arruinaría la pareja

Atenea bufó

Ya... ya sé quién es usted —balbuceó Annabeth.

— ¡Ah, qué lista! —Replicó con desdén la cara izquierda—. Pero ¿sabe qué puerta debe escoger? No tengo todo el día.

— ¿Por qué tratan de confundirme? —preguntó Annabeth.

-Dice que ese es su trabajo- suspiró Hermes -deberías verlo en una de las fiestas de Dionisio

La cara derecha sonrió.

Ahora usted está al mando, querida. Todas las decisiones recaen sobre sus hombros. Es lo que quería, ¿no?

Yo...

La conocemos, Annabeth —dijo la cara izquierda—. Sabemos con qué dilema se debate un día tras otro. Conocemos su indecisión. Tendrá que elegir tarde o temprano. Y la elección quizá acabe matándola.

Luke hizo una mueca

No entendía de qué hablaban, pero sonaba como si se tratara de elegir entre algo más que dos simples puertas.

-Era más que dos simples puertas- dijo Annabeth

Annabeth palideció.

No... Yo no...

Déjenla tranquila —intervine—. ¿Quiénes son ustedes, al fin y al cabo?

-¡Percy al rescate!- gritaron los Stoll

Soy su mejor amigo —respondió la cara derecha.

Soy su peor enemigo —aseguró la izquierda.

-Eso queda bastante claro- dijo Will

Soy Jano —dijeron las dos caras a la vez—. Dios de las puertas. De los comienzos, de los finales. De las elecciones.

Pronto nos veremos las caras, Perseus Jackson —sentenció la cara derecha—. Pero ahora es el turno de Annabeth. —Se echó a reír con aire frívolo—. ¡Qué divertido!

-Divertidísimo- murmuró Annabeth

— ¡Cierra el pico! —Exigió la cara izquierda—. Esto es muy serio. Una elección equivocada podría arruinar su vida entera. Puede matarla a usted y a todos sus amigos. Pero no se agobie, Annabeth. ¡Escoja!

-No tienes que preocuparte- dijo Rachel con sarcasmo

Con un escalofrío repentino, recordé las palabras de la profecía: «El último refugio de la criatura de Atenea.»

— ¡No lo hagas! —rogué.

-Adoro a este chico- dijo Perséfone

Me temo que ha de hacerlo —dijo alegremente la cara derecha.

Annabeth se humedeció los labios.

Escojo...

-Por favor no vayas a escoger la muerte segura- dijo Afrodita

-Eh... Mamá... Annabeth está aquí- señaló Piper

Antes de que pudiera señalar una puerta, una luz deslumbrante iluminó la estancia.

Jano alzó las manos a uno y otro lado para protegerse los ojos. Cuando la luz se extinguió, había una mujer junto a la fuente.

Hera lazó una ceja al leer lo siguiente

Era alta y esbelta, con una cabellera de color chocolate recogida en trenzas y entrelazada con cintas doradas. Llevaba un sencillo vestido blanco, pero la tela temblaba y cambiaba de color al moverse, como la gasolina sobre el agua.

Miradas de incredulidad por parte de los dioses se centraron en Hera

Jano —dijo—, ¿ya estamos otra vez causando problemas?

— ¡N-no, mi señora! —tartamudeó la cara derecha.

— ¡Sí! —admitió la izquierda.

-Al menos lo admite- dijo Zoë

— ¡Cierra el pico! —masculló la derecha.

— ¿Cómo? —preguntó la mujer.

— ¡No me refería a vos, mi señora! ¡Hablaba conmigo!

-Más le vale- masculló Hera

Ya veo —dijo la dama—. Sabes que tu visita es prematura. La hora de la muchacha no ha llegado. Así que soy yo la que te plantea una elección: déjame estos héroes a mí o te convertiré en una puerta y luego te echaré abajo.

-Bueno... Poniéndolo de esa manera...- murmuró Leo

— ¿Qué clase de puerta? —quiso saber la cara izquierda.

— ¡Cierra el pico! —dijo la derecha.

Porque las puertas acristaladas son bonitas —adujo la izquierda, pensativa—. Un montón de luz natural.

-Eso es muy cierto- comentó Deméter -algo que no puedes tener en el inframundo

Hades bufó

-Madre...- murmuró Perséfone

— ¡Cierra el pico! —Aulló la derecha—. ¡Vos no, mi señora! Claro que me iré. Sólo estaba divirtiéndome un poco. Es mi trabajo: plantear elecciones.

Provocar indecisión —corrigió ella—. ¡Ahora, desaparece!

-Así por las buenas hasta yo le hago caso- susurró Hermes

La cara izquierda murmuró «Aguafiestas», alzó la llave plateada, la insertó en el aire y desapareció.

Hera suspiró

La mujer se volvió hacia nosotros y sentí que se me encogía el corazón. Sus ojos relucían de poder. «Déjame estos héroes a mí.» Aquello tenía muy mala pinta. Por un instante, pensé que casi habría sido preferible correr el riesgo con Jano. Pero entonces la mujer sonrió.

-Es mejor correr el riesgo con Jano- susurró Apolo a Percy con tono confidencial

Debéis de tener hambre —dijo—. Sentaos conmigo y hablemos.

-¡Huyan!- dijo Hefesto

Hera le lanzó una mirada asesina

Bastó un ademán suyo para que empezara a manar la fuente romana. Varios chorros de agua clara salieron disparados por el aire. Apareció una mesa de mármol repleta de bandejas de sandwiches y jarras de limonada.

-Pero es que sí teníamos hambre- susurró Percy para sí mismo

— ¿Quién... quién sois? —pregunté.

Soy Hera. —La mujer sonrió—. La reina de los cielos.

-Yo creo que se debieron quedar con Jano- dijo Poseidón

Hera bufó

Había visto una vez a Hera en la Asamblea de los Dioses, pero entonces no le había prestado demasiada atención porque me hallaba rodeado de muchos otros dioses que discutían si debían matarme o no.

-Esa es una excelente excusa- dijo Apolo

No recordaba que tuviese un aspecto tan normal. Claro que los dioses suelen medir seis metros cuando están en el Olimpo, lo cual hace que no parezcan tan normales. Pero la verdad es que Hera parecía ahora una mamá normal y corriente.

-Sí claro- dijo Hefesto

-Cállate- masculló Hera

Nos sirvió sandwiches y limonada.

Grover, querido —dijo—, utiliza la servilleta. No te la comas.

Sí, señora —murmuró él.

-Grover, muestra modeles- bromeó Connor

Tyson, te estás consumiendo. ¿No quieres otro sándwich de mantequilla de cacahuete?

El interpelado reprimió un eructo.

Sí, guapa señora.

Hera sonrió

Reina Hera —dijo Annabeth—. No puedo creerlo. ¿Qué hacéis en el laberinto?

Hera sonrió. Dio un golpecito con un dedo y el pelo de Annabeth se peinó por sí solo. Toda la mugre y el polvo desaparecieron de su rostro.

He venido a veros, desde luego —dijo la diosa.

Grover y yo intercambiamos una mirada de nerviosismo.

-Es comprensible- dijo Hades

-Ya basta- masculló Hera

Normalmente, cuando los dioses te buscan no es a causa de su bondad. Es porque quieren algo.

Lo cual no me impedía seguir zampando bocadillos de pavo con queso y bebiendo limonada.

-Estaba rico- dijo Percy

No me había dado cuenta de lo hambriento que estaba. Tyson se tragaba un sándwich de mantequilla de cacahuete tras otro y Grover estaba entusiasmado con la limonada y masticaba los vasos de plástico como si fuesen el cono de un helado.

Grover se sonrojó

No creía... —Annabeth titubeó—. Eh, no creía que os gustasen los héroes.

Hera sonrió con indulgencia.

— ¿Por aquella pequeña trifulca con Hércules? ¡Hay que ver la cantidad de mala prensa que he llegado a tener por un solo conflicto!

-Claro- murmuró Thalia

— ¿No intentasteis matarlo, eh... un montón de veces? —preguntó Annabeth.

Hera hizo un gesto desdeñoso.

Eso ya es agua pasada, querida. Además, él era uno de los hijos que mi amantísimo esposo tuvo con otra mujer. Se me acabó la paciencia, lo reconozco.

-Que raro- dijo Thalia

Hera le lanzó una mirada asesina

-Thalia, déjalo- susurró Jason a su hermana

Pero desde entonces Zeus y yo hemos asistido a unas excelentes sesiones de orientación conyugal. Hemos aireado nuestros sentimientos y llegado a un acuerdo. Sobre todo, después de ese último incidente menor.

-Al parecer dos incidentes menores- masculló Hera

Las manos de Thalia echaron chispas

— ¿Habláis de cuando tuvo a Thalia? —aventuré, pero de inmediato me arrepentí.

-Percy...- murmuró Poseidón

En cuanto oyó el nombre de nuestra amiga, la hija mestiza de Zeus, los ojos de Hera se volvieron hacia mí con una expresión glacial.

Percy Jackson, ¿no es eso? Una de las... criaturas de Poseidón. —Tuve la sensación de que tenía otra palabra en la punta de la lengua en lugar de «criaturas»—.

-Hera siempre tiene palabras amables que decir- dijo Poseidón

Por lo que yo recuerdo, en el solsticio de invierno voté a favor de dejarte vivir. Espero no haberme equivocado.

Se volvió de nuevo hacia Annabeth con una sonrisa radiante.

A ti, en todo caso, no te guardo ningún rencor, querida muchacha.

-Hasta ese momento- susurró Percy a su novia

Comprendo las dificultades de tu búsqueda. Sobre todo cuando tienes que vértelas con alborotadores como Jano.

Annabeth bajó la vista.

— ¿Por qué habrá venido aquí? Me estaba volviendo loca.

Lo intentaba —asintió Hera—. Debes comprenderlo, los dioses menores como él siempre se han sentido frustrados por el papel secundario que desempeñan. Algunos, me temo, no sienten un gran amor por el Olimpo y podrían dejarse influenciar fácilmente y apoyar el ascenso al poder de mi padre.

-Espero que se pongan del lado correcto- dijo Zeus

— ¿Vuestro padre? —dije—. Ah, vale.

Había olvidado que Cronos también era el padre de Hera, además de ser el de Zeus, de Poseidón y de los olímpicos más antiguos. Lo cual, supongo, convertía a Cronos en mi abuelo, pero la idea me resultaba tan sumamente extraña que preferí arrinconarla.

Los hijos de los tres grandes se miraron con horror

Debemos vigilar a los dioses menores —prosiguió Hera—. Jano, Hécate, Morfeo.

Todos ellos defienden el Olimpo de boquilla y no obstante...

Por eso se ausentó Dionisio —recordé—. Para supervisar a los dioses menores.

-Que buen trabajo- dijo Dionisio -mejor que estar en ese odioso campamento

Así es. —Hera contempló los descoloridos mosaicos de los olímpicos—. Verás: en tiempos revueltos hasta los dioses pierden la fe. Y entonces empiezan a depositar su confianza en cosas insignificantes; pierden de vista el cuadro general y se comportan de un modo egoísta. Pero yo soy la diosa del matrimonio, ¿sabes? Conozco las virtudes de la perseverancia. Hay que alzarse por encima de las disputas y el caos, y seguir creyendo. Has de tener siempre presentes tus objetivos.

-Y vaya que los tenía presentes- murmuró Annabeth

— ¿Cuáles son vuestros objetivos? —preguntó Annabeth.

Ella sonrió.

Conservar a mi familia unida, naturalmente. A los olímpicos, me refiero. Y por ahora, la mejor manera de hacerlo es ayudaros a vosotros. Zeus no me permite interferir demasiado, la verdad. Pero una vez cada siglo más o menos, siempre que sea en favor de una búsqueda que me importe especialmente, me permite conceder un deseo.

Zeus gruñó

— ¿Un deseo?

Antes de que lo formules, déjame aconsejarte, eso puedo hacerlo gratis. Ya sé que buscas a Dédalo. Su laberinto me resulta tan misterioso a mí como a ti. Pero si quieres conocer su destino, yo en tu lugar iría a ver a mi hijo Hefesto a su fragua. Dédalo fue un gran inventor, un mortal del gusto de Hefesto. No ha habido ningún otro al que haya admirado más. Si alguien se ha mantenido en contacto con Dédalo y conoce su destino, ése tiene que ser Hefesto.

Hefesto se veía sonrojado -Un increíble inventor

Pero ¿cómo podemos llegar allí? —Preguntó Annabeth—. Eso es lo que deseo.

Quiero encontrar el modo de orientarme en el laberinto.

Hera pareció decepcionada.

Sea. Sin embargo, deseas algo que ya te ha sido concedido.

-Que forma de desperdiciar el deseo- masculló Hera

No entiendo.

Ese medio de orientación lo tienes a tu alcance. —Me miró—. Percy conoce la respuesta.

— ¿Yo?

-Tampoco es como que te gustara mucho esa forma- bromeó Rachel

Annabeth se sonrojó

Pero eso no es justo —dijo Annabeth—. ¡No me estáis diciendo qué es!

Hera movió la cabeza.

Conseguir algo y saber utilizarlo son cosas distintas. Estoy segura de que tu madre, Atenea, coincidiría conmigo.

-Tiene razón- dijo Atenea entre dientes

Algo parecido a un trueno lejano retumbó en la sala. Hera se levantó.

Debo irme. Zeus empieza a impacientarse. Piensa en lo que te he dicho, Annabeth. Busca a Hefesto. Tendrás que cruzar el rancho, imagino. Pero tú sigue adelante. Y utiliza todos los medios disponibles, por comunes que parezcan.

-Zeus empieza de dramático- dijo Poseidón

Señaló las puertas y ambas se disolvieron, mostrando la boca de dos oscuros corredores.

Una última cosa, Annabeth. Sólo he aplazado el día en que hayas de elegir, no anulado. Pronto, como ha dicho Jano, tendrás que tomar una decisión. ¡Adiós!

-Obviamente faltaba la nota feliz- comentó Leo

Agitó la mano y se transformó en humo blanco. Lo mismo sucedió con la comida, justo cuando Tyson estaba a punto de engullir otro sándwich, que se le esfumó en la boca.

-¡Eso es tan triste!- gritaron los Stoll

La fuente goteó y se detuvo. Los mosaicos de las paredes se difuminaron y se volvieron mugrientos de nuevo. La estancia ya no era un lugar donde te apeteciera celebrar un picnic.

Annabeth pateó el suelo.

— ¿Qué clase de ayuda es ésta? «Toma, cómete un sándwich. Pide un deseo. ¡Ah, no puedo ayudarte! ¡Puf!»

-¡Que desagradecida!- bufó Hera

— ¡Puf! —asintió Tyson con tristeza, mirando su plato vacío.

Bueno. —Grover respiró hondo—. Ha dicho que Percy conoce la respuesta. Ya es algo.

Todos me miraron.

Pero no la sé —me lamenté—. No tengo ni idea de qué quería decir.

-¿Y que tal te fue cuando lo descubriste?- preguntó Piper de manera burlona

-No muy bien- dijo Percy divertido

Annabeth suspiró.

Muy bien. Entonces vamos a seguir.

— ¿Por dónde? —quise saber. Tenía ganas de preguntarle a qué se refería Hera cuando había hablado de la elección que debería hacer.

-Te hubiera mandado muy lejos- dijo Thalia

Pero justo entonces Grover y Tyson se pusieron alerta y se levantaron a la vez, como si lo hubiesen ensayado.

Por la izquierda —dijeron los dos.

-Ambos estando de acuerdo no es algo bueno- comentó Apolo

Annabeth frunció el ceño.

— ¿Cómo estáis tan seguros?

Porque algo viene por la derecha —contestó Grover.

Algo grande —asintió Tyson—. Y muy deprisa.

La izquierda me parece muy bien —decidí.

-A mí también- dijo Poseidón

Y nos zambullimos en el oscuro pasadizo.

-Fin del capítulo- dijo Hera mirando a los chicos con molestia -¿Quién va a leer?