PERCY XXXIX, XL
Percy
—Zoé— dijo Connor acercándose discretamente —te diré la información que buscabas si me pasas el libro
—¿En serio?— susurró Zoé —me dijiste que no lo íbas a hacer
—En realidad dije que lo haría en el momento adecuado, este es el momento adecuado— señaló Connor —solo dame el libro
—Pero dijeron que no— murmuró Zoé indecisa
—¡Oye!— gritó Percy cortando la conversación y lo miró con sospecha —¿Estás tratando de chantajearla?
—Por supuesto que no— resopló Connor —solo le estoy ofreciendo lo que todos quieren en este mundo… Información
—¿Información?— preguntó Percy confundido
—¿Qué clase de información?— preguntó Annabeth
—Yo no tengo el trato con ustedes— dijo Connor "seriamente" y en voz más baja agregó —el trato sigue en pie todas las veces que consigas el libro
—Sí todos quisiéramos saber que clase de información— dijo Apolo mirando de Zoé a Bianca
Zoé se sonrojó y se hizo un leve silencio lleno de duda.
—Bueno— dijo Jason rompiendo el silencio —yo leo
Zoé le pasó el libro, todavía un poco sonrojada
—Capítulo XXXIX, Percy
Percy se sintió ingrávido.
Se le nubló la vista. Unas garras le cogieron los brazos y lo levantaron en el aire.
—Ese paseo no estaba contemplado en el boleto de tren— dijo Percy
—Era un paseo sorpresa — dijo Leo
—No me gustó mucho el paseo sorpresa— comentó Percy
—Pero sí nos dejó sorprendidos— señaló Frank
Debajo, las ruedas del tren chirriaron y el metal hizo un ruido estruendoso. El cristal se hizo añicos. Los pasajeros gritaron. Cuando se le aclaró la vista, vio a la bestia que lo estaba llevando hacia arriba.
—Y la vista tampoco fue la mejor— señaló Percy
—Ya entendemos por qué no te gustó ese paseo— comentó Thalia
—Completamente de acuerdo en que no te gustara el paseo— dijo Katie
Tenía el cuerpo de una pantera —lustroso, negro y felino—, con las alas y la cabeza de un águila. Sus ojos emitían un brillo rojo sangre.
—Porque obviamente no podía tener unos lindos ojos normales— señaló Leo
—Por supuesto que no— dijo Percy —eso sería demasiado pedir
—Claramente— asintió Connor
Percy se retorció. Las garras delanteras del monstruo le rodeaban los brazos como unos brazaletes de acero. No podía liberarse ni alcanzar su espada.
—Cosa que no recomiendo— dijo Percy
—No, cada vez suena menos divertido ese paseo— dijo Rachel
—Esa no es una atracción que deban tomar si alguna vez van— señaló Percy
—Muchas gracias por el consejo— dijo Travis
—De nada, cuando quieran— dijo Percy
Se elevaba más y más en el frío viento. No tenía ni idea de adónde lo llevaba el monstruo, pero estaba seguro de que el lugar no le gustaría cuando llegara.
—Me imagino que no— dijo Rachel
—Ni siquiera habría un bonito aterrizaje— comentó Percy
—Depende de como definas bonito— señaló Miranda
—Cierto y en realidad no tengo una definición que sea buena— dijo Percy
Gritó, sobre todo de frustración. Entonces algo le pasó silbando cerca del oído. Una flecha atravesó el pescuezo del monstruo. La criatura chilló y lo soltó.
—Qué excelente tiro— dijo Apolo
—Gracias— dijo Frank sonriendo
—Pobre de Percy quien va a ser el que caiga— dijo Leo
—Pero es mejor a que se lo lleven quién sabe a dónde— comentó Will
—Eso es un poco cierto— dijo Percy
—¿Un poco?— preguntó Thalia
Percy se cayó y chocó con estrépito contra unas ramas de árbol hasta que se estrelló contra un ventisquero.
—Algo así como en las caricaturas— dijo Percy
—Vaya, cuando las caricaturas rebasan al mundo real— bromeó Leo
—Y así chicos es como saben que las caricaturas sí pueden ser reales— comentó Travis
—Pero aun así no lo intenten en casa— dijo Percy
—Ni en cualquier otro lugar— señaló Jason
Lanzó un gemido, contemplando el enorme pino que acababa de hacer trizas.
—Pobre pino— dijo Connor
—Sí bueno, el familiar de Thalia se atravesó— comentó Percy encogiéndose de hombros
Thalia rodó los ojos
—Yo creo que el pino estaba ahí desde mucho antes que tú— comentó Katie
—Es cuestión de perspectiva— dijo Percy
Consiguió ponerse en pie. No parecía que tuviera nada roto.
—Ya son dos buenas noticias— señaló Piper
—Aunque también hay muchas malas noticias— comentó Jason
—Dioses míos ¿Desde cuándo te volviste tan negativo?— preguntó Leo
—Desde que se junta con Piper— dijo Thalia
Piper resopló
Frank estaba a su izquierda, disparando a las criaturas lo más rápido que podía. Hazel estaba a su espalda, blandiendo su espada contra cualquier monstruo que se acercara, pero había demasiados arremolinándose alrededor de ellos, al menos una docena.
—Fue bastante horrible— dijo Percy
—Suena bastante horrible— dijo Bianca
—Y vaya que sí lo hace— asintió Rachel
Percy sacó a Contracorriente. Cortó el ala de un monstruo y lo mandó girando en espiral contra un árbol, y a continuación partió a otro que se deshizo en polvo. Pero los vencidos se recomponían enseguida.
—Lamentablemente— dijo Leo
—Y que lo digas— murmuró Percy
—Solo nos estaban cansando— dijo Hazel
—Y vaya que sí— suspiró Frank
—¡¿Qué son esas cosas?! —gritó.
—¡Grifos! —dijo Hazel—. ¡Tenemos que impedir que se acerquen al tren!
Percy vio a lo que se refería. Los vagones del tren se habían volcado, y sus techos se habían hecho añicos.
—¿Pero los Grifos irían por las demás personas?— preguntó Rachel
—Pues los monstruos normalmente no van por los mortales— comentó Thalia
—Pues...— murmuró Percy
Los turistas iban dando traspiés de acá para allá, conmocionados. Percy no vio a nadie que hubiera resultado gravemente herido, pero los grifos se lanzaban en picado hacia cualquier cosa que se moviera.
—Y eso responde mi pregunta, gracias— dijo Rachel
—De nada— dijo Percy
—Bueno, esas cosas son malas— comentó Katie
—Están en la tierra más allá de los dioses, yo creo que los monstruos tampoco siguen las mismas reglas que aquí— comentó Chris
—Eso podría ser cierto— murmuró Frank
Lo único que los mantenía alejados de los mortales era un reluciente guerrero gris vestido de camuflaje: el spartus de Frank.
—Y ese fue el tercer ataque— señaló Hermes
—Pero no podían dejar que los mortales fueran atacados—dijo Deméter
—No era su culpa que estuvieran en el momento y lugar equivocado— comentó Miranda
—A cualquiera le podría pasar— asintió Rachel
—Cualquiera se puede atravesar— dijo Percy
Percy echó un vistazo y se fijó en que la lanza de Frank había desaparecido.
—¿Has usado el último ataque?
—Sí —Frank abatió de un disparo a otro grifo—. Tenía que ayudar a los mortales. La lanza se ha deshecho.
—Era importante ayudarlos— dijo Katie —aunque hayan gastado el tercer ataque
—Aunque ya no van a tener un arma que pudieran utilizar después— dijo Luke
—Pero tal vez eso es lo que tenía que pasar— señaló Apolo
—Eso es cierto— dijo Rachel
Percy asintió. Una parte de él se sentía aliviada. No le gustaba el guerrero esquelético. Otra parte se sentía decepcionada, ya que eso suponía que tenían a su disposición un arma menos. Pero no se lo reprochaba a Frank. Había hecho lo correcto.
—Pues sí— dijo Miranda
—No hay discusión sobre eso— dijo Percy
—Gracias— comentó Frank
—¡Cambiemos la pelea de sitio! —dijo Percy—. ¡Lejos de la vía!
Atravesaron la nieve dando traspiés, golpeando y rebanando grifos que volvían a formarse a partir del polvo cada vez que los mataban.
—Lo que me gustó aún menos— dijo Percy
—Sí, definitivamente no suena muy bien— dijo Will
—Suena realmente horrible—suspiró Sally
—Un poquito— dijo Percy
Percy no tenía experiencia con los grifos. Siempre se los había imaginado como enormes animales nobles, como leones con alas, pero aquellas cosas le recordaban más a unos depredadores: unas hienas voladoras.
—Esas no existen ¿Verdad?— preguntó Connor
—¿Quién sabe?— preguntó Apolo —a Hefesto se le da por ponerles alas a sus inventos
—Esperamos que no existan— comentó Chris
—Todos lo esperamos— dijo Connor
—Hay cosas que nunca jamás deberían llevar alas— señaló Miranda
—Como las cucarachas voladoras— dijo Katie
—Sí, fue idea de Hefesto— asintió Apolo
A unos cincuenta metros de la vía de tren, los árboles daban paso a un pantano descubierto. El terreno estaba tan esponjoso y cubierto de hielo que Percy se sentía como si estuviera corriendo a través de plástico de burbujas.
—Lo que puede que sí haya hecho antes— comentó Percy
—¿En serio?— preguntó Katie
—Puede— dijo Percy y le dio una sonrisa a su mamá
Frank se estaba quedando sin flechas. Hazel respiraba con dificultad. Los movimientos de espada de Percy se estaban volviendo más lentos. Se dio cuenta de que si seguían vivos era porque los grifos no intentaban matarlos.
—Perfecto— dijo Poseidón
—Que bueno que no lo estaban intentando— comentó Miranda
—Habría sido muy horrible si lo intentaran— dijo Percy
—Y que lo digas— murmuró Hazel
Los grifos querían cogerlos y llevárselos a alguna parte. Tal vez a sus nidos, pensó Percy.
—Suena probable— dijo Apolo
—O tal vez no— señaló Hermes
—O tal vez no— murmuró Percy
Entonces tropezó con algo en la alta hierba: un círculo de chatarra del tamaño aproximado de un neumático de tractor. Era un enorme nido de ave —un nido de grifo—,
—Bueno, ya no necesitarán llevarlos, llegaron ustedes solitos— señaló Leo
—No se debieron de haber molestado— dijo Percy
—Solo necesitaban darnos indicaciones— comentó Frank
cuyo fondo estaba lleno de viejas joyas, una daga de oro imperial, una insignia de centurión dentada y dos huevos del tamaño de calabazas que parecían de oro auténtico.
—Vaya— dijo Katie
—Bueno, a los grifos no les va a convenir que uno de ustedes maneje el oro— comentó Apolo
—Se van a arrepentir de haberlo guiado a sus nidos— dijo Katie
Percy saltó al nido. Presionó uno de los huevos con la punta de su espada.
—¡Atrás o lo rompo!
—Funcionó un poquito— dijo Percy
—Sí se van a arrepentir— señaló Miranda
—Eso creo— dijo Hazel
Los grifos graznaron airadamente. Empezaron a zumbar alrededor del nido y a chasquear sus picos, pero no atacaron. Hazel y Frank permanecieron espalda contra espalda con Percy, con las armas en ristre.
—Suena a una buena imagen— señaló Travis
—Gracias, nos costó trabajo tener la imagen perfecta— bromeó Percy
—Sí, se nota que estuvieron buscando el mejor ángulo— asintió Leo
—Por supuesto— dijo Percy
—Los grifos coleccionan oro —dijo Hazel—. Les pirra. Mirad, allí hay más nidos.
Frank colocó su última flecha en el arco.
—Entonces, si esos son sus nidos, ¿adónde intentaban llevar a Percy? Esa cosa se iba volando con él.
—Ah, no iban a los nidos— dijo Leo
—Nos engañaron— dijo Connor
—Pero jamás dijimos que sí íbamos a los nidos— señaló Percy
—Pero tampoco dijeron que no— comentó Connor
Percy todavía notaba punzadas en los brazos en la zona por donde lo había agarrado el grifo.
—Alcioneo —supuso—. Quizá trabajen para él. ¿Son esas cosas lo bastante listas para recibir órdenes?
—Pueden llegar a serlo— comentó Artemisa
—Demonios— dijo Leo
—Y yo que esperaba que al menos no supieran seguir órdenes— dijo Miranda
—Yo también lo esperaba— asintió Percy
—No lo sé —dijo Hazel—. Nunca luché contra ellas cuando vivía aquí. Simplemente leí acerca de ellas en el campamento.
—¿Puntos débiles? —preguntó Frank—. Por favor, dime que tienen puntos débiles.
—Sus nidos podrían serlo— dijo Katie
—Los descubriremos— dijo Percy riendo
—Estoy muy nervioso por eso— dijo Leo
Hazel frunció el ceño.
—Los caballos. Odian a los caballos: son enemigos naturales o algo así. ¡Ojalá Arión estuviera aquí!
—Aunque creo que están un poco cortos de caballos— señaló Connor
—Un poquito— dijo Frank
—El caballo que llevaba en el bolsillo se escapó— dijo Percy
—Suele suceder— asintió Leo
Los grifos chillaron. Daban vueltas alrededor del nido con sus ojos rojos brillando.
—Chicos, veo reliquias de la legión en ese nido —dijo Frank nerviosamente.
—Lo sé —asintió Percy.
—Demonios— dijo Piper
—sí, se ponía peor— dijo Hazel
—Como siempre— comentó Thalia
—No debería sorprendernos— dijo Percy —pero lo hizo
—Eso significa que otros semidioses murieron aquí o…
—Todo irá bien, Frank —le prometió Percy.
—Suena a que les va de maravilla— señaló Hermes
—Todo puede suceder— comentó Apolo
—Pero a veces lo que sucede no es algo bueno— dijo Poseidón
—También te volviste muy negativo— señaló Apolo
Poseidón resopló
Un grifo se lanzó en picado. Percy levantó la espada, listo para apuñalar el huevo. El monstruo cambió de rumbo, pero los otros grifos estaban perdiendo la paciencia. Percy no podía alargar aquella situación mucho más.
—Pero los grifos tampoco se podrían arriesgar— comentó Rachel
—Pues como que estaban medio decididos a arriesgarse— dijo Percy
—Se veían un poco desesperados— asintió Hazel
—Y la desesperación hace cosas malas— asintió Percy
—Tengo una idea —dijo—. Hazel, ¿podrías usar todo el oro de los nidos para crear una distracción?
—Supongo… supongo que sí.
—Danos algo de ventaja. Cuando diga « Ya» , corremos a por ese gigante.
—Al menos es un plan— dijo Thalia
—Era lo mejor que teníamos— dijo Percy
—Era mejor que nada— admitió Hazel
Frank lo miró boquiabierto.
—¿Quieres que corramos hacia un gigante?
—Confía en mí —dijo Percy—. ¿Listo? ¡Ya!
—Eso fue muy rápido— dijo Bianca
—Para que así no pensemos tanto el plan— dijo Percy
—O se podrían arrepentir— dijo Thalia
—Y vaya que sí— dijo Frank
Hazel alzó la mano. Objetos dorados de una docena de nidos repartidos a través del pantano salieron disparados por los aires: joyas, armas, monedas, pepitas de oro y, lo más importante, huevos de grifo.
—Y ahí entendieron que no se debieron meter con ustedes— dijo Leo
—Creo que seguían sin entenderlo del todo— comentó Percy
—Aprenden por las malas— dijo Thalia
—Como Jason— asintió Leo
Los monstruos chillaron y se fueron volando detrás de sus huevos, desesperados por salvarlos.
Percy y sus amigos echaron a correr. Sus pies chapoteaban y crujían a través del pantano helado.
—No es la mejor manera de ser sigilosos— dijo Percy encogiéndose de hombros
—Si estuvieran en una película de terror ya los hubieran encontrado— señaló Travis
—Se parecía mucho a una película de terror— dijo Percy
Percy aumentó la velocidad, pero oía que los grifos se acercaban por detrás, y en ese instante los monstruos estaban muy enfadados.
—Ya lo creo— dijo Katie
—Pues sí, utilizaron sus huevos como municiones— comentó Rachel
—¿Para que ponen huevos de oro?— señaló Percy
—Tiene un punto perfectamente lógico— comentó Thalia
El gigante todavía no se había percatado del alboroto. Estaba inspeccionándose los dedos de los pies en busca de barro, con expresión soñolienta y pacífica; le brillaban los bigotes blancos de los cristales de hielo.
—O al menos tenía expresión pacífica hasta que llegaron a molestarlo— dijo Percy negando con la cabeza
—¿Quién se habrá atrevido a tanto?— preguntó Connor
—Ni idea— dijo Piper
Alrededor del cuello tenía un collar con objetos encontrados: cubos de basura, puertas de coche, cornamentas de alce, material de acampada, incluso un lavabo. Al parecer había estado limpiando el monte.
—No has oído eso que dice "la basura de unos es el tesoro de otros"— señaló Leo
—Pues ese gigante era la descripción gráfica de eso— asintió Percy
A Percy no le hacía gracia molestarlo, sobre todo cuando eso implicaba refugiarse bajo los muslos del gigante, pero no tenían muchas alternativas.
—¡Debajo! —les dijo a sus amigos—. ¡Arrastraos por debajo!
—Que asco— dijo Thalia
—Que horrible— dijo Katie con una mueca
—Bueno, vaya escondite— dijo Travis
Avanzaron con dificultad entre las enormes piernas azules y se tumbaron en el barro, arrastrándose lo más cerca posible de su entrepierna. Percy intentaba respirar por la boca, pero no era el escondite más agradable del mundo.
—Solo a ti se te ocurre algo así— dijo Thalia riendo
—Pero era un buen escondite— dijo Percy sonrojado —ok, no era un buen escondite, pero era bueno para el plan
—Al menos el plan funcionó— dijo Frank
—Lo malo sería que no hubiera funcionado— señaló Will
—Habría sido horrible después de estar ahí— comentó Hazel
—¿Cuál es el plan? —susurró Frank—. ¿Ser aplastados por un trasero azul?
—Mantenernos quietos —dijo Percy—. No te muevas a menos que no tengas más remedio.
—Hay que evitar lo más posible que sean aplastados— dijo Leo
—sí, eso daría al traste con el plan— dijo Percy
—Y habría sido bastante humillante— comentó Thalia
—Aparte de todo— murmuró Frank
Los grifos llegaron en una oleada de picos, garras y alas furiosas, se arremolinaron alrededor del gigante e intentaron meterse debajo de sus piernas. El gigante tronó sorprendido. Se movió. Percy tuvo que rodar por el barro para evitar que su gran trasero peludo lo aplastara.
—A pesar de lo horrible del escondite, de hecho es un buen plan— señaló Apolo
—¿Ven?— comentó Percy
—Llegas a tener buenos planes— dijo Thalia
—Excepto el del Inframundo— dijo Grover
El hiperbóreo gruñó, un poco más irritado. El gigante trató de aplastar a los grifos, pero estos chillaron indignados y empezaron a picotearle las piernas y las manos.
—¿Grrr? —rugió el gigante—. ¡Grrr!
—Estos Grifos que van a molestar cuando uno ni les hace nada— comentó Leo
—Qué poca educación tienen— dijo Travis
—No les enseñaron modales en la escuela para grifos— comentó Percy negando con la cabeza
—Pésimos educadores de grifos— dijo Travis
Respiró hondo y expulsó una oleada de aire frío. Incluso protegido por las piernas del gigante, Percy notó que la temperatura disminuía. Los gritos de los grifos cesaron bruscamente, sustituidos por el ruido sordo de unos objetos pesados al caer al barro.
—Grifos 0, gigante 1— dijo Travis
—El gigante tiene como 12 con todos los grifos que eran— señaló Rachel
—Ganador indiscutible ¡El gigante!— dijo Leo
—Nos alegramos por él— dijo Percy
—Vamos —dijo Percy a sus amigos—. Con cuidado.
Salieron retorciéndose de debajo del gigante. Alrededor del pantano, los árboles estaban cubiertos de escarcha. Una enorme franja de la ciénaga lucía una capa de nieve fresca.
—Con razón les fue tan mal a los grifos— dijo Miranda
—Y a Clarisse— murmuró Connor en voz baja
Los grifos congelados sobresalían del suelo como palos de helado con plumas, con las alas todavía desplegadas, los picos abiertos y los ojos desorbitados de la sorpresa.
—El recuerdo de Alaska que todos quisieran— dijo Travis
—Lastima que no se podían cargar— dijo Percy
—Nos hubieras traído uno a cada uno— comentó Connor
—Habrían estado geniales en la entrada del Campamento— dijo Chris con sarcasmo
—Claramente— asintió Connor
Percy y sus amigos se alejaron gateando, tratando de permanecer fuera del campo de visión del gigante, pero el grandullón estaba demasiado ocupado para reparar en ellos. Estaba intentando averiguar cómo ensartar un grifo congelado en su collar.
—No tienes un verdadero collar si no hay un grifo en él— señaló Hermes
—Necesitamos un grifo— dijo Leo
—Espero que lo podamos conseguir pronto— asintió Percy
—Lo podemos conseguir en Amazon— dijo Miranda —bueno, las chicas sí podemos
—Y nosotros solo nos cambiamos el nombre y ya— dijo Travis
—Percy… —Hazel se quitó el hielo y el barro de la cara—. ¿Cómo sabías que el gigante podía hacer eso?
—Una vez un hiperbóreo estuvo a punto de alcanzarme con el aliento —dijo —.
—Al menos no te alcanzaron— masculló Thalia
—Eso de escultura de hielo te lo dejo a ti— dijo Percy riendo
Thalia le aventó un cojín
—Y a Clarisse— señaló Travis
—Cállate idiota— masculló Clarisse
Será mejor que nos movamos. Los grifos no seguirán congelados mucho tiempo.
—Lamentablemente— dijo Leo
—Habría estado genial que sí se tardaran mucho— dijo Piper
—Pero las cosas nunca suceden como queremos— añadió Percy
XLPercy
Anduvieron por tierra durante aproximadamente una hora, sin perder de vista la vía del tren pero manteniéndose al abrigo de los árboles lo máximo posible.
—Lo que era demasiado necesario— dijo Percy
—Podemos ver que era necesario— dijo Miranda
—Bueno, en realidad podemos escucharlo— bromeó Connor
Mirando rodó los ojos —Se entendió el punto
Oyeron un helicóptero que volaba en dirección al tren descarrilado. En dos ocasiones oyeron chillidos de grifo, pero sonaban muy lejos.
—Eso está muy bien— dijo Katie
—Bastante bien, creo yo— dijo Percy
—Me parece perfecto que no se acercaran tanto— comentó Hazel
Por lo que Percy pudo deducir, era más o menos medianoche cuando el sol se puso por fin. Empezó a hacer frío en el bosque. Había tantas estrellas en el cielo que Percy sintió la tentación de detenerse a contemplarlas.
—Te entiendo— dijo Frank
—Era una vista realmente increíble— asintió Percy
—Y vaya que sí— dijo Frank
Entonces apareció la aurora boreal. A Percy le recordó la estufa de gas que su madre tenía en casa, cuando la llama estaba al mínimo: ondas de llamas azules fantasmales moviéndose de un lado al otro.
—Lo explica bastante bien— dijo Hazel
—Realmente es algo que quisiera ver— comentó Rachel
—Suena realmente increíble— asintió Miranda
—Y vaya que lo suena— asintió Will
—Es increíble —dijo Frank.
—Osos —señaló Hazel.
Efectivamente, un par de osos pardos avanzaban pesadamente por el pantano a varios cientos de metros de distancia, con el pelaje reluciente a la luz de las estrellas.
—EL momento perfecto para los osos— dijo Miranda
—Mientras los osos no los ataquen o algo— señaló Bianca
—Eso sería el colmo de la mala suerte— dijo Piper
—Estamos hablando de Percy— señaló Thalia
—Oye, no seas grosera— dijo Percy
—No nos molestarán —prometió Hazel—. Evitad acercaros.
Percy y Frank no le llevaron la contraria.
—No gracias— dijo Frank —con los grifos tuvimos
—Bueno, un punto para ellos porque no fueron atacados por los osos— dijo Leo
—Gracias, gracias— dijo Percy
Mientras avanzaban penosamente, Percy pensó en todos los extraños lugares que había visto. Ninguno le había dejado sin habla como Alaska. Entendía por qué era una tierra situada más allá del alcance de los dioses.
—Perfectamente comprendido— asintió Percy
—Y que lo digas— murmuró Frank
—No suenas como que muy triste por eso— señaló Apolo
Percy le sonrió
Allí todo era agreste e indomable. No había normas ni profecías ni destinos; solo el riguroso bosque y un montón de animales y monstruos. Los mortales y los semidioses iban allí por su cuenta y riesgo.
—Y ahí ya no podías decir "que sea lo que los dioses quieran"— señaló Leo
Varios chicos se miraron como diciendo "ojalá", mientras los dioses los miraron como si estuvieran locos por pensar de esa forma.
Percy se preguntaba si eso era lo que Gaia deseaba, que el mundo entero fuera así. Se preguntaba si sería algo malo.
—¿Disculpa?— preguntó Apolo
—Gaia destruiría todo —bufó Zeus
—Pero en realidad es bastante entendible a lo que se refería el chico— dijo Hestia —no a la destrucción de la civilización, pero sí a…
Hestia no tuvo que completar la idea, era bastante claro para los dioses y aún más lo era para los chicos.
Entonces descartó la idea. Gaia no era una diosa amable. Percy había oído lo que tenía pensado hacer. No era la Madre Tierra sobre la que uno leía en un cuento de hadas infantil. Era vengativa y violenta. Si llegaba a despertar del todo, destruiría la civilización humana.
—Al menos lo has entendido— bufó Hera, a pesar de que había entendido lo que Hestia había querido decir
Percy hizo una mueca
Un par de horas más tarde, tropezaron con un pequeño pueblo entre la vía del tren y una carretera de dos carriles. El letrero del perímetro urbano rezaba: MOOSE PASS. Al lado del letrero había un alce. Por un segundo, Percy pensó que sería una especie de estatua publicitaria, pero entonces el animal se internó en el bosque.
—Una excelente manera de promocionar un lugar— señaló Connor
—La verdad es que le doy un 10— dijo Percy
—Claro ¿Qué mejor publicidad que esa?— dijo Piper
—No había mejor publicidad— comentó Leo
Pasaron por delante de un par de casas, una oficina de correos y varias caravanas. Todo estaba a oscuras y cerrado. En el otro extremo del pueblo había una tienda con una mesa de picnic y un viejo surtidor de gasolina oxidado en la parte delantera.
—Excelente lugar— dijo Percy
—Ahí sí calificas tu visita a Alaska con cinco estrellas— dijo Leo
—Solo por eso— asintió Percy
La tienda tenía un letrero pintado a mano en el que ponía: GASOLINERA DE MOOSE PASS.
—Algo no va bien —dijo Frank.
—Como siempre— dijo Thalia
—Pero era noche y estábamos cansados— dijo Percy
—Como siempre, también— señaló Thalia
—Pues sí— asintió Percy
Por acuerdo silencioso, se dejaron caer alrededor de la mesa. Percy notaba los pies como bloques de hielo; unos bloques de hielo muy doloridos.
—Concuerdo— dijo Frank
—Pero no creo que sea muy cómodo caminar con bloques de hielo— dijo Percy
—No suena a algo como lo que quisieras hacer— comentó Leo
—Pues tú si lo hubieras querido hacer cuando Quíone...— comenzó Travis
Calipso frunció el ceño
—No vamos a hablar de eso— dijo Leo
Hazel apoyó la cabeza entre la manos, se durmió y empezó a roncar.
—Dioses míos, eso es como un don o algo— comentó Travis
Hazel se sonrojó
—Necesito algo así— asintió Katie
—Ese es el mejor don del mundo— dijo Connor
Frank sacó el último refresco que le quedaba y unas barritas de cereales del viaje en tren y las compartió con Percy.
—Una cena gourmet— dijo Frank
—Estuvo muy cool nuestra cena— dijo Percy
Comieron en silencio observando las estrellas hasta que Frank dijo:
—¿Lo que dijiste antes iba en serio?
Percy miró desde el otro lado de la mesa.
—¿El qué?
—Es que estaba comiendo, me desconecté un momento— bromeó Percy
—Claro, es completamente lógico que pase eso— asintió Leo
—No pidas mucho mientras está comiendo— comentó Thalia
—No— dijo Percy
A la luz de las estrellas, la cara de Frank podría haber sido de alabastro, como la de una antigua estatua romana.
—Que… estabas orgulloso de que fuéramos parientes.
—Awwww— dijo Perséfone
—Son tan lindos— dijo Afrodita
—¿Gracias?— dijo Percy
Percy dio unos golpecitos en la mesa con su barrita de cereales.
—A ver. Te cargaste tú solo a tres basiliscos mientras yo estaba bebiendo té verde con germen de trigo.
—Y consiguiendo una cartera masculina— señaló Leo
—Creí que no íbamos a hablar sobre la cartera masculina— dijo Percy
—No, nunca aceptamos algo así— dijo Leo
Rechazaste a un ejército de lestrigones para que nuestro avión pudiera despegar en Vancouver. Me has salvado la vida disparando al grifo. Y has renunciado al último uso de tu lanza mágica para ayudar a unos mortales indefensos.
—También eso es muy cierto— dijo Rachel
Frank se sonrojó
—En realidad sí lo es— asintió Jason —fue genial
Eres, sin duda alguna, el mejor hijo de la guerra que he conocido en mi vida… tal vez el único bueno. ¿Tú qué opinas?
Clarisse rodó los ojos
—Eso no es cierto— dijo Chris con el ceño fruncido
Afrodita suspiró.
Frank se quedó mirando la aurora boreal, que seguía cocinando las estrellas a fuego lento.
—Es solo que… se suponía que estaba al mando de esta misión, era el centurión y todo eso. Pero me siento como si vosotros tuvierais que cargar conmigo.
—No es cierto— dijo Hazel
—Por supuesto que no— dijo Percy
Frank se removió incómodo ante la mirada de Ares..
—Eso no es cierto —dijo Percy.
—Se supone que tengo unos poderes que no he descubierto cómo usar —dijo Frank con amargura—. Ahora no tengo lanza y me he quedado casi sin flechas. Y… tengo miedo.
—Por supuesto que sí— dijo Poseidón
—Sería muy raro que no lo tuvieras— dijo Apolo
—Me preocuparía si no tuvieras miedo —dijo Percy—. Todos tenemos miedo.
—Pero la fiesta de Fortuna es… —Frank pensó en ello—. Es medianoche pasada, ¿no? Eso significa que estamos a veinticuatro de junio. La fiesta empieza hoy al anochecer.
—Creo que es un pequeño momento para el pánico— dijo Leo
—Nah, el pánico viene después— dijo Percy
—Con que eso no sea literal— comentó Hermes
Piper y Annabeth intercambiaron una mirada
Tenemos que arreglárnoslas para llegar al glaciar de Hubbard, vencer a un gigante que es invencible en su propio territorio y volver al Campamento Júpiter antes de que lo invadan… todo en menos de dieciocho horas.
—Ya sentía la presión— dijo Percy
—Pero el pánico no— señaló Leo
—Pues no— dijo Percy —ese es hasta después, como por ejemplo en el glaciar— murmuró en voz baja
—Y cuando liberemos a la Muerte, podría cobrarse tu vida —dijo Percy—. Y la de Hazel. Créeme, he estado pensándolo.
Frank miró fjiamente a Hazel, que seguía roncando suavemente. Tenía la cara cubierta por una mata de cabello castaño rizado.
Los chicos de la misión hicieron una mueca
—Es mi mejor amiga —dijo Frank—. He perdido a mi madre, a mi abuela… No puedo perderla a ella también.
Percy pensó en su antigua vida: su madre en Nueva York, el Campamento Mestizo, Annabeth.
—Qué hermoso— chilló Afrodita
Hazel y Frank se sonrojaron, al igual que Percy y Annabeth
—Son tan lindos— suspiró Afrodita —¡Me encantan!
Lo había perdido todo durante ocho meses. Incluso entonces, que estaba recuperando la memoria… nunca había estado tan lejos de su hogar. Había ido al inframundo y había vuelto. Se había enfrentado a la muerte en docenas de ocasiones.
Percy le sonrió a su mamá con inocencia. Sally suspiró
—Alguien va a estar más tiempo castigado— señaló Leo
—Quién sabe quién será ese alguien— dijo Percy
—Un completo misterio quién será— dijo Piper
Pero sentado a esa mesa de picnic, a miles de kilómetros de distancia, más allá del poder del Olimpo, nunca había estado tan solo… exceptuando a Hazel y Frank.
—Claramente— dijo Rachel
—Claramente— asintió Percy
—No pienso perderos a ninguno de los dos —prometió—. No voy a permitir que eso ocurra. Eres un líder, Frank. Hazel diría lo mismo. Te necesitamos.
Frank agachó la cabeza. Parecía absorto en sus pensamientos.
—Lo siento— dijo Frank
—No te preocupes— dijo Percy con una pequeña sonrisa
—¿Por qué te disculpas?— preguntó Katie
—Por lo que sigue— dijo Jason leyendo
Finalmente se inclinó hacia delante hasta que su cabeza chocó contra la mesa. Empezó a roncar en armonía con Hazel.
Percy suspiró.
—Otro edificante discurso de Jackson —dijo para sí—. Descansa, Frank. Nos espera un día importante.
—Fue un buen discurso— dijo Katie
—Das buenos discursos en realidad— dijo Rachel
—A veces— comentó Thalia
Al amanecer la tienda abrió. Al dueño le sorprendió un poco encontrar a tres adolescentes dormidos sobre su mesa de picnic, pero cuando Percy le explicó que habían escapado del accidente ferroviario que se había producido la noche anterior, el hombre se compadeció de ellos y los invitó a desayunar.
—Qué excelente servicio— dijo Leo
—¿Ven como sí era el mejor lugar de Alaska?— preguntó Percy
—Ya nos dimos cuenta— asintió Will
Llamó a un amigo suyo, un nativo inuit que tenía una cabaña cerca de Seward. Pronto avanzaban con estruendo por la carretera en una camioneta Ford destartalada de la época en que Hazel había nacido.
—Oye, no seas grosero— dijo Connor
—Oye, yo no lo dije de esa manera— murmuró Percy
Nico le dio una mirada asesina Connor
Hazel y Frank estaban sentados en la parte de atrás. Percy iba delante con el curtido anciano, que olía a salmón ahumado. El hombre le contó historias sobre Oso y Cuervo, los dioses esquimales, y Percy confió en no llegar a conocerlos. Ya tenía suficientes enemigos.
—No queremos saber, gracias— dijo Leo
—Podemos vivir sin esa información— asintió Connor
—Por nuestra salud mental— asintió Miranda
—Qué groseros son— señaló Apolo
La camioneta se averió a pocos kilómetros a las afueras de Seward. Al conductor no pareció sorprenderle, como si le pasara varias veces al día. Dijo que podían esperar a que reparara el motor, pero como Seward estaba a pocos kilómetros de distancia, decidieron ir andando.
—Además tampoco tenían mucho tiempo— dijo Rachel
—No, ese ya se nos estaba acabando— dijo Percy
—Y bastante rápido— murmuró Hazel
A media mañana, subieron una cuesta de la carretera y vieron una pequeña bahía rodeada de montañas. La ciudad era una estrecha medialuna situada en la orilla derecha, con muelles que se extendían en el agua y un crucero en el puerto. Percy se estremeció. Había tenido malas experiencias con los cruceros.
Luke hizo una mueca y de pronto cayó la sombra de esa guerra, en la Sala de Trono. Aunque Luke ya estaba un poco más integrado todavía había ciertas dificultades que superar.
—Seward —dijo Hazel.
No parecía alegrarse de ver su antiguo hogar.
—No mucho— murmuró Hazel —era… Demasiado
Los chicos asintieron tratando de comprenderla.
Habían perdido mucho tiempo, y a Percy no le gustaba lo rápido que estaba ascendiendo el sol. La carretera torcía alrededor de la ladera, pero parecía que pudieran llegar a la ciudad más rápido yendo recto a través de los pantanos. Percy salió de la carretera.
—No puede ser— murmuró Percy
—Y que lo digas— dijo Hazel con una mueca
—No sé por qué pero la carretera parecen malas noticias— dijo Hermes
—Son malas noticias— confirmó Frank
—Vamos.
El terreno era fangoso, pero no le dio importancia hasta que Hazel gritó:
—¡No, Percy!
—A ver, Percy— dijo Leo —tenemos que hablar seriamente sobre el terreno fangoso y sus propiedades
—Un poco tarde esa charla— señaló Percy
—O temprano— dijo Leo —depende de cómo lo veas
—Ay sesos de alga— dijo Thalia negando con la cabeza
El siguiente paso que dio atravesó directamente el suelo. Se hundió como una piedra hasta que la tierra se cerró sobre su cabeza y lo engulló.
—No puede ser— masculló Poseidón
—Sí deben tener la charla sobre las propiedades de la tierra— dijo Piper
—No la vamos a tener— comentó Percy
—Fin del capítulo— anunció Jason
—Tenemos que seguir leyendo— dijo Poseidón
—No sé, creo que mejor deberíamos esperar, el capítulo que viene podría ser… Difícil— comentó Deméter
—Bueno, yo también creo que deberíamos descansar un rato porque...
— Ya es justo, ya me aburrieron estos mocos— interrumpió Dionisio
—En realidad iba a decir que porque quería ir a coquetear con algún mortal — señaló Apolo
— ¡Papá!— se quejó Will
Varios de los dioses rodaron los ojos, pero aún así empezaron a salir de la Sala.
—¿Quieres aprender a tirar rayos de la manera adecuada?— preguntó Thalia acercándose a Thom, que a su vez se había acercado junto con su hermana al lugar donde estaban Jason, Piper, Leo y Calipso
— ¡Sí!— gritó el niño entusiasmado
— Pero debemos escoger los disfraces de hadas— dijo Helena
— Los... ¿Qué?— preguntó Thalia
— Mejor no preguntes— murmuró Leo
— ¿Sigues sin aceptar que vas a ser Maléfica? — dijo Piper divertida
Leo le dio una mala mirada
— Oye, Esperanza te propuso— señaló Jason
Thalia los miró con confusión
— ¿Quieres ser un hada?— preguntó Helena con entusiasmo a Thalia
— Yo... No
— Huye mientras puedas— susurró Leo
—Pero yo sí quiero aprender los rayos— dijo Thom —y luego escojo el disfraz
Helena asintió
— Ok— dijo Thalia — vámonos, no sé que están planeando, pero no quiero ser parte de esto
— No te salvarás por siempre, Grace — dijo Piper riendo
Thalia miró al pequeño grupo como si se hubieran vuelto locos y ella y Thom salieron a aprender a utilizar los rayos.
Bianca había dejado a sus amigos charlando juntos, se dirigía al Palacio de Apolo para preguntar acerca de alguien que la tenía intrigaba. El Palacio (como lo esperaba) estaba solo a excepción de Apolo que parecía escoger un arco de su colección "para conquistar mortales", se volteó en cuanto Bianca entró, Bianca quedó de espaldas a la puerta
—Quiero preguntar algo— dijo Bianca sin perder el tiempo
—Si es sobre el carro solar ya te dije que no— señaló Apolo
—No es sobre… ¿Por qué no?
—Porque soy muy bello para morir— dijo Apolo con obviedad
—Eres inmortal— dijo Bianca
—¡Ese no es el punto! el punto es que me matarían
—¿Quién?
—Para empezar Las Moiras— dijo Apolo enumerando con los dedos —luego, probablemente Hades y Perséfone
Bianca resopló —Lo dudo
Apolo la miró con una ceja enarcada —luego tus amigos, obviamente y por si no fuera poco Nico y mi hijo
—¿En serio?
—Obviamente. Luces muy satisfecha por eso— señaló Apolo
—De cualquier manera— dijo Bianca cambiando de tema —no venía a preguntar sobre eso
—Si es sobre la información de Percy…
—¡No! En realidad es sobre… Bianca di Angelo
—Bianca di Angelo— repitió Apolo —¿Qué sobre ella?
—Bueno...— murmuró Bianca —tal vez lo estoy imaginando o es porque no la conozco, en realidad no lo sé, pero quiero saber ¿Qué pasó? Porque creo que la tía Hazel y mi pap… ¿Will?
—Dile papá, no es para nada raro— comentó Apolo. Bianca estaba tan distraída que no se había dado cuenta que Apolo miraba detrás de ella.
—Bueno, creo que le caen mal o algo así, no lo sé como si fueran una especie de problema o…
—Yo no te puedo contar la historia, pero puedes preguntarle a Will— dijo Apolo señalando con la cabeza
Bianca se volteó hacia la puerta como si la hubieran atrapado haciendo alguna travesura (no es que le haya pasado antes, no), se sonrojó y le dio una mirada asesina a Apolo
—Bueno, tengo que ir a coquetear con los mortales y revisar a mis vacas rojas— dijo Apolo guiñandole el ojo, les hizo un gesto para que cerraran los ojos y acto seguido desapareció
Bianca y Will se quedaron parados viéndose el uno al otro por un momento
—Así qué… ¿Bianca di Angelo?— preguntó Will
Ella asintió
—Bueno, te diré lo que pasó antes de que ustedes llegaran, ven siéntate….
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