ANNABETH III, IV
Annabeth
—Bueno, si sigue siendo de Annabeth creo que ahora sí les toca leer a Charles o Zoé— dijo Travis
—Por favor, con pausas dramáticas, gracias— dijo Apolo
Thalia le quitó el libro a Percy —Sí es sobre Annabeth
—Dioses, Thalia— masculló Annabeth
—Bueno ¿A quién se lo paso?— preguntó Thalia
—Decidan— comentó Travis mirando a los hermanos Jackson, ellos se voltearon a ver
—¿Piedra, papel o tijeras?— preguntó Zoé
—De acuerdo— dijo Charles —dos de tres
—Así es como se toman las decisiones importantes— asintió Connor
—No hay más seriedad que eso— dijo Percy
—Es bastante obvio que es de suma importancia— dijo Travis
Después de tres juegos Charles ganó y Thalia le pasó el libro
Annabeth deseó tener apetito porque los romanos sabían cómo alimentarse.
—Y vaya que sí— dijo Percy
—Debemos admitir que eso es cierto— dijo Apolo
—Por supuesto que lo es— asintió Hermes
Divanes y mesas bajas fueron trasladados al foro hasta que pareció una sala de muestras de muebles.
—Que genial— dijo Connor
—Una buena comida puede ayudar a generar amistad— asintió Travis
—Esa en realidad es una buena frase— dijo Katie
—Muchas gracias, a tus órdenes— dijo Travis sonriéndole
Los romanos permanecían recostados en grupos de diez o veinte, hablando y riéndose mientras unos espíritus del viento —aurae— se arremolinaban en lo alto, llevando un interminable surtido de pizzas, sándwiches, patatas fritas, bebidas frías y galletas recién horneadas.
—Eso suena muy bien en este momento— dijo Leo
—No tiene mucho que comimos— señaló Calipso
—Sí, pero tal vez alguien va a necesitar comida para tranquilizarse— murmuró Leo, era bastante seguro que iba a venir lo del ataque al Campamento Júpiter
Entre la multitud deambulaban unos fantasmas morados —lares— vestidos con togas y armaduras de legionario. En las inmediaciones del banquete, unos sátiros (no, faunos, pensó Annabeth)
—Gracias— dijo Grover
—Hay que saberlos diferenciar— asintió Travis
—Y vaya que sí— concordó Frank
—Una vez que los conoces es fácil— dijo Percy
trotaban de mesa en mesa, mendigando comida y dinero suelto. En los campos cercanos, el elefante de combate retozaba con la Señorita O'Leary, y unos niños jugaban al pilla pilla alrededor de las estatuas de Término que bordeaban el perímetro urbano.
—Pues espero que no vaya a regañar a los niños— señaló Katie
—Si rompen las reglas es posible que lo haga— dijo Apolo
—Vaya que es posible— comentó Jason
—Claro, no iba a tolerar que se rompieran las reglas— dijo Hermes
Los legados se voltearon a ver entre ellos
Toda la escena resultaba tan familiar y al mismo tiempo tan extraña que a Annabeth le producía vértigo.
—Lo sé— murmuró Percy
Lo único que quería era estar con Percy…
Charles se sonrojó antes de leer
preferiblemente a solas.
—Eso era más información de la que necesitaba cualquiera de nosotros— comentó Travis
—Bueno, pero pues cada quien— dijo Connor
Annabeth y Percy se sonrojaron
—Pues es obvio— dijo Afrodita —después de tantos meses separados
—Gracias por la información— dijo Apolo
—Por algo los pensamientos deben ser privados— masculló Annabeth
—Les dije que nos perdíamos de mucho por no leerla a ella— señaló Thalia
Annabeth resopló
Sabía que tendría que esperar. Si querían que su misión tuviera éxito, necesitaban a esos romanos, lo que significaba que tenían que llegar a conocerlos y establecer buenas relaciones.
—Por supuesto que sí— dijo Artemisa
—Creo que sí podrían lograrlo— dijo Deméter
—Viéndolos creo que sí lo lograron— comentó Perséfone
—Sí...— murmuró Leo
Reyna y varios de sus oficiales (incluido Octavio, el chico rubio, que acababa de volver de quemar un oso de peluche para los dioses)
—Ahí va otra víctima— dijo Katie
—Bueno, los osos de peluche también son geniales— dijo Apolo
—Pero no quemados— señaló Hermes
Apolo resopló —Todos son críticos
estaban sentados con Annabeth y su tripulación. Percy los acompañaba junto con sus dos nuevos amigos, Frank y Hazel.
—De la que obviamente no te pusiste celosa— dijo Thalia
—Obviamente todos sabemos que no— dijo Piper
—Basta— masculló Annabeth
—Apenas estamos empezando— señaló Thalia
Mientras un tornado de platos de comida se posaba sobre la mesa, Percy se inclinó y susurró:
—Quiero enseñarte la Nueva Roma. Solos tú y yo.
—Dioses míos, vaya propuesta— dijo Miranda
—Vaya propuesta indecente— dijo Connor negando con la cabeza
—Dioses— murmuró Percy —son unas personas horribles
—Lo sabemos, gracias— dijo Travis
Este sitio es increíble.
Annabeth debería haberse emocionado. « Solos tú y yo» era exactamente como ella deseaba estar.
—Eso explica muchas cosas, como que desde el principio querían estar a solas— señaló Leo
—Sí bueno, mínimo hubiera dejado una notita o algo— comentó Piper
—¡Piper!— chillaron Percy y Annabeth al mismo tiempo
—Bueno, los están molestando mucho, pero aun no tenemos más que el poco contexto que nos dieron después de la carrera— dijo Travis
—No podemos contarlo porque hay niños— dijo Leo
—¡Leo!— masculló Percy
—Okaaay— murmuró Zoé
Afrodita les dio una sonrisita
Sin embargo, una oleada de rencor le subió por la garganta. ¿Cómo podía Percy hablar con tanto entusiasmo de ese sitio? ¿Y el Campamento Mestizo: su campamento, su hogar?
Percy la volteó a ver —No es así
—Lo sé, es solo que….— comenzó Annabeth
Percy le tomó la mano
Procuró no mirar las nuevas marcas del antebrazo de Percy: un tatuaje con las siglas SPQR como el de Jason.
—El tatuaje por el que probablemente está castigado— señaló Thalia
—Thalia— se quejó Jason
—Es justo— asintió Percy riendo
—Van a compartir celda— bromeó Miranda
—Para que reflexionen— asintió Thalia
En el Campamento Mestizo, a los semidioses les daban collares para conmemorar los años de instrucción. Allí los romanos te tatuaban a fuego la piel, como si pensaran: « Nos perteneces. Para siempre» .
—En realidad no— dijo Reyna —es una tradición desde hace mucho tiempo, como sus collares
—Vale, pero nuestros collares no duelen— dijo Katie
—Bueno, depende— murmuró Miranda
Reprimió unos comentarios mordaces.
—Vale.
—He estado pensando —dijo él nerviosamente—. Se me ha ocurrido una idea…
—Todos queremos escuchar esa idea— dijo Afrodita
—Todos queremos— dijo Piper
—Estoy de acuerdo— asintió Thalia —no nos vamos a quedar con esta duda
—Pues yo creo que sí— comentó Percy
—De hecho sí— murmuró Charles
Se interrumpió cuando Reyna brindó por la amistad.
—Comida diplomática primero, coqueteo después— bromeó Miranda
—Aunque el coqueteo también es muy importante— dijo Afrodita
Atenea resopló
—Sí se quedaron con la duda— dijo Percy
Después de las presentaciones, los romanos y la tripulación de Annabeth empezaron a intercambiar historias.
—Espero que así los que aún no estén de acuerdo se den cuenta— dijo Hermes
—La verdad es que eso de que no se atacaran tan pronto es una especie de ganancia— dijo Deméter
—Bueno, gracias— murmuró Percy
Jason explicó que había llegado al Campamento Mestizo sin memoria y que había participado en una misión con Piper y Leo para rescatar a la diosa Hera (o Juno, como prefieras; era igual de cargante en la versión griega que en la romana)
Hera le lanzó una mirada de furia a Annabeth, pero ella no parecía arrepentida por sus palabras o pensamientos, mientras que Charles parecía haber disfrutado mucho leer esa parte
de la Casa del Lobo, en el norte de California, donde estaba encarcelada.
—¡Imposible! —intervino Octavio—. Es nuestro lugar más sagrado. Si los gigantes hubieran encerrado a una diosa allí…
—¿Bueno pues creía que los monstruos iban a pedir permiso o algo así o qué?— preguntó Katie
—Incluso por eso debió darse cuenta, obviamente quería hacerlo precisamente en ese lugar, sabía lo que significaba— comentó Rachel
—Por supuesto que sí, solo que en realidad sí fue un poco… Complicado darnos cuenta de lo que significaba— dijo Reyna
—La habrían destruido —dijo Piper—. Y habrían echado la culpa a los griegos y habrían iniciado una guerra entre los campamentos. Venga, cállate y deja que Jason termine.
—Eso no fue muy diplomático de tu parte— señaló Apolo
—Pues tu legado tampoco está ayudando con la diplomacia— replicó Afrodita
—Además debían explicar su parte de la misión sin interrupción— dijo Hermes
—Además quería hacerlo— murmuró Piper
Annabeth le sonrió
Octavio abrió la boca, pero no salió de ella ningún sonido. A Annabeth le encantaba la embrujahabla de Piper.
—Gracias— dijo Piper —cuando quieras me puedes decir que lo use contra los que quieras que te obedezcan
—Eso me sonó como una sutil amenaza— comentó Zoé
—Yo no diría que una amenaza, es más como una advertencia— bromeó Piper
—¿Ya escucharon?— dijo Zoé señalando a los mellizos, ellos la miraron indignados
—Obviamente para ti no era— señaló Apolo
—No— respondió Zoé —yo soy una persona realmente obediente
Charles miró a su hermana con una ceja levantada, Thalia, Rachel e incluso Zoë la voltearon a ver, incluso Bianca tuvo que resoplar ante la afirmación
—Dormimos en el mismo palacio Zoé así que...— dijo Thalia riendo
—Bueno, hay momento malos— dijo Zoé encogiéndose de hombros
—¿En serio?— preguntó Annabeth en un susurro a Thalia
—Digamos que es tan obediente como cualquiera de ustedes dos— señaló Thalia
—Oh vaya— murmuró Percy
Advirtió que Reyna desplazaba la vista de Jason a Piper una y otra vez y que fruncía el entrecejo, como si estuviera empezando a darse cuenta de que los dos eran pareja.
Reyna se sonrojó —Dioses
—Y obviamente va a venir la parte en donde nos les va a gustar que leamos los pensamientos de Annabeth— señaló Thalia
—Soy la primera en ver que no me gusta esto— suspiró Annabeth
—Bueno —continuó Jason—, así es como averiguamos lo de la diosa Gaia. Todavía está medio dormida, pero está liberando a los monstruos del Tártaro y despertando a los gigantes.
—Lo mismo de todos los días— dijo Percy
—Claro, obviamente es así— dijo Leo
—Por supuesto que sí— suspiró Jason
Porfirio, el líder contra el que luchamos en la Casa del Lobo, dijo que se retiraba a las tierras antiguas: la mismísima Grecia. Tiene pensado despertar a Gaia y destruir a los dioses… ¿cómo dijo? « Arrancando sus raíces» .
—Básicamente— dijo Percy
—Sí bueno, gracias por la gran pista— dijo Leo
—Claro, fue bueno saberlo— comentó Piper
—Obviamente— suspiró Annabeth
Percy asintió con la cabeza, pensativamente.
—Gaia también ha hecho de las suyas aquí. Nosotros tuvimos nuestro particular encuentro con la reina Cara de Tierra.
—Y vaya encuentro— dijo Frank
—Hubo de todo— asintió Percy
—Como sangre de gorgona y caídas por un glaciar— señaló Travis
—Por supuesto que lo hubo— suspiró Sally
Percy le sonrió con inocencia
Percy relató su parte de la historia. Explicó que se había despertado en la Casa del Lobo sin más recuerdo que un nombre: Annabeth.
—Awww, me encantan— suspiró Afrodita
Annabeth le dio una pequeña sonrisa a Percy
Cuando Annabeth lo oyó, tuvo que hacer esfuerzos para no llorar.
—Lógico— comentó Perséfone
—Es que es bellísimo— dijo Afrodita con un suspiro encantado
—¿Gracias?— murmuró Percy
Annabeth miró a la diosa con el ceño fruncido
Percy les contó que había viajado a Alaska con Frank y Hazel; que habían vencido al gigante Alcioneo, habían liberado al dios de la muerte Tánatos y habían regresado con el estandarte perdido del águila dorada del campamento para hacer frente al ataque del ejército de los gigantes.
—Que fue impresionante— dijo Katie
—Vaya que lo fue— dijo Rachel
—Y también terrorífico— comentó Hazel
—También eso— asintió Percy
Cuando Percy hubo terminado, Jason silbó, admirado.
—No me extraña que te hayan hecho pretor.
—Era bastante lógico— dijo Jason
—En realidad lo era— dijo Reyna
—Por supuesto que sí— asintió Poseidón con una sonrisa a su hijo
Zeus resopló
Octavio resopló.
—¡Eso significa que ahora tenemos tres pretores! ¡Las normas estipulan claramente que solo podemos tener dos!
—Pero tres es un buen número— dijo Katie
—Sí, pero en realidad iba contra las reglas— comentó Reyna
—Bueno pues esperemos que encuentren una manera de resolverlo— dijo Chris
Jason y Percy intercambiaron una mirada
—Sí lo hicimos— dijo Jason
—Y fue una buena decisión— asintió Percy
Frank se sonrojó
—Mirando el lado positivo, Jason y yo tenemos un rango superior al tuyo, Octavio —dijo Percy—. Así que los dos podemos decirte que te calles.
—Uhhh— corearon los Stoll
—Por mí— suspiró Apolo —¿Por qué son tan groseros?
—¿En serio es necesario explicarte?— preguntó Artemisa
—Creo que todos estamos de acuerdo que tu legado es incluso más fastidioso que tú— señaló Hermes
Apolo le lanzó una mala mirada, dejando a un lado si su legado era fastidioso o no, Apolo casi esperaba que Bianca diera un réplica inteligente como las que solía dar simplemente para pelear con él, pero no sucedió y le causaba una sensación… Extraña
Octavio se puso tan morado como una camiseta romana. Jason chocó el puño con Percy.
—Bueno, no empezaron tan mal— dijo Hermes
—En realidad pensé que empezarían como sus padres de insoportables— bufó Hades
—Oh cállate— masculló Zeus
Jason y Percy fruncieron el ceño
Hasta Reyna logró sonreír, pese a tener una mirada turbulenta.
—Tendremos que resolver el problema de los pretores más tarde —dijo—. Ahora mismo tenemos asuntos más serios que tratar.
—Muchísimo más serios— masculló Hera
—No sé, siento que ya deberían irse o algo, antes de que haya complicaciones— dijo Bianca
—Cierto, las batallas entre griegos y romanos siempre han sido las más sangrientas— dijo Zoë
Varios la voltearon a ver con sorpresa como si hubieran olvidado que de hecho ella podría haber presenciado algunas de esas batallas
—Yo renuncio a favor de Jason —dijo Percy sin problemas—. No tiene importancia.
—¿Que no tiene importancia? —dijo Octavio con voz ahogada—. ¿Una pretoría de Roma no tiene importancia?
—Pero tampoco se iban a poner a pelear sobre la pretoría— dijo Calipso
—Solo pelean por los asientos— bromeó Leo
—No vamos a hablar de eso— dijo Percy
—De ninguna manera— comentó Jason
Annabeth y Piper rodaron los ojos
Percy no le hizo caso y se volvió hacia Jason.
—Así que eres el hermano de Thalia Grace. Vaya. No os parecéis en nada.
—Gracias— dijo Thalia —imagina mi horror si me pareciera a él
—¡Oye!— dijeron Jason y Piper al unísono
—Creeme, jamás quisieras parecerte a tu hermano, es lo peor que podría pasarte en la vida— comentó Apolo
— Por supuesto que no, sobretodo si tu mellizo es un idiota— dijo Artemisa
—O tu melliza una amargada— señaló Apolo
Los mellizos se voltearon a ver e hicieron una mueca
—Sí, ya me he dado cuenta —dijo Jason—. De todas formas, gracias por ayudar a mi campamento mientras estaba fuera. Lo has hecho estupendamente.
—Lo mismo digo —contestó Percy.
—Awwww ya están formando una amistad— dijo Connor
—Así es como uno hace amigos— dijo Katie
—Claro que sí, funciona perfectamente— asintió Rachel
—Sí lo hace— dijo Piper
Annabeth le dio una patada en la espinilla.
—Me dolió— dijo Percy
—Lo siento— dijo Annabeth —pero en realidad tenía que interrumpir
—Arruinaste su momento especial— señaló Connor
Jason y Percy se sonrojaron
Detestaba interrumpir el incipiente vínculo que se estaba formando entre los dos chicos, pero Reyna estaba en lo cierto: tenían cosas serias que discutir.
—Y eso no se debe hacer— dijo Leo —no interrumpan una amistad
—Teníamos cosas que discutir— señaló Annabeth
—Lo bueno es que al menos no se pelearon— dijo Miranda
—Yo esperaba que sí pasara algo así— murmuró Connor
—Deberíamos hablar de la Gran Profecía. Parece que los romanos también la conocéis.
Reyna asintió con la cabeza.
—Nosotros la llamamos la Profecía de los Siete.
—Suena genial así— dijo Katie
—Bueno, vamos a robarles el nombre, gracias— dijo Travis
—De nada— murmuró Frank
Octavio, ¿te la sabes de memoria?
—Por supuesto —dijo él—. Pero Reyna…
—Recítala, por favor. En nuestro idioma, no en latín.
Octavio suspiró.
—Si no es mucha molestia— dijo Miranda
—Y la terminan diciendo en griego antigüo— dijo Katie
—Claro, sería súper genial— comentó Travis
—« Siete mestizos responderán a la llamada. Bajo la tormenta o el fuego, el mundo debe caer…»
—« Un juramento que mantener con un último aliento —continuó Annabeth —. Y los enemigos en armas ante las Puertas de la Muerte» .
—¿Ella la revancha por Jason terminando la profecía por mí?— bromeó Rachel
—Eso parece— dijo Annabeth
—Era una revancha justa— dijo Katie
—Aunque habría estado mejor que lo dijera en griego— señaló Leo
—Bueno, sin duda habría sido épico— comentó Apolo
—Sin duda— murmuró Reyna
Todo el mundo se la quedó mirando menos Leo, quien había fabricado un molinete con los envoltorios de papel de aluminio de los tacos y lo estaba colocando entre los espíritus del viento que pasaban.
—Estaba muy bonito— dijo Leo
—¿Qué son las profecías mortales ante un molinete de envoltorios?— preguntó Piper
—La profecía no era tan importante— dijo Leo
—Obviamente— murmuró Frank
Annabeth no estaba segura de por qué había soltado los versos de la profecía. Simplemente se había visto en la obligación de hacerlo.
—Claro, a veces pasa— dijo Piper
—Pues sí pasa— comentó Jason
—Mas de lo que uno esperaría— murmuró Annabeth
El chico corpulento, Frank, se inclinó hacia delante, mirándola fascinado, como si a Annabeth le hubiera salido un tercer ojo.
—¿Es cierto que eres hija de Min… digo, de Atenea?
—La discreción ante todo— dijo Apolo
—Esa es una forma un poco rara para hacer amigos— dijo Connor
—Y que lo digan con ese tono de sorpresa tampoco es muy diplomático— señaló Hermes
Atenea resopló
—Sí —respondió ella, poniéndose de repente a la defensiva—. ¿Por qué te sorprende tanto?
—Lo siento— dijo Frank
—Está bien— murmuró Annabeth, aunque su tono en realidad no decía si de hecho estaba bien
Octavio se burló.
—Si realmente eres hija de la diosa de la sabiduría…
—Basta —le espetó Reyna—. Annabeth no miente.
—Por supuesto que no— bufó Atenea
—En Grecia las cosas eran un poquito diferentes— señaló Apolo
—Pero tuvieron que llegar y arruinarlo todo— masculló Atenea
Los romanos se miraron incómodos
Ha venido en son de paz. Además… —lanzó a regañadientes una mirada de respeto a Annabeth—, Percy ha hablado muy bien de ti.
—Ay no— murmuró Annabeth
Percy también se movió incómodo
Annabeth tardó un momento en descifrar los matices de la voz de Reyna. Percy bajó la vista, repentinamente interesado en su hamburguesa con queso.
—No puede ser— masculló Reyna
—Nunca ves una hamburguesa con queso como esas— murmuró Percy avergonzado
—Obviamente, las hamburguesas son diferentes— dijo Thalia
—Eran hamburguesas romanas— asintió Percy sonrojado
Annabeth notó que la cara se le encendía. Oh, dioses… Reyna le había tirado los tejos a Percy. Eso explicaba el deje de amargura, incluso de envidia, de sus palabras. Él la había rechazado por Annabeth.
Incluso Charles lo leyó con cierta incomodidad
—Dioses— masculló Reyna
—Lo siento— murmuró Annabeth sonrojada
—¿Esto es así todos los días?— susurró Silena a Sammy
—En realidad no— susurró Sammy
—En realidad sí— señaló Esperanza a su lado —al menos para ellos sí
En ese momento, Annabeth disculpó a su ridículo novio todas las cosas que había hecho mal. Quería abrazarlo, pero se obligó a mantener la compostura.
—Y esto apenas es el principio— masculló Annabeth
—Te entiendo perfectamente— dijo Percy
—Gracias —le dijo a Reyna—. Por lo menos, una parte de la profecía se está aclarando. « Los enemigos en armas ante las Puertas de la Muerte…» hace referencia a griegos y romanos. Tenemos que unir fuerzas para encontrar esas puertas.
—Sí, suena a una buena posibilidad— dijo Apolo
—Aún así, esa oración precisamente no es un buen augurio— comentó Hades con el ceño fruncido
—Perfecto— masculló Poseidón
Hazel, la chica con el yelmo de la caballería y el cabello largo y rizado, cogió algo situado junto a su plato. Parecía un gran rubí, pero antes de que Annabeth pudiera asegurarse, Hazel se lo guardó en el bolsillo de su camisa tejana.
—Ahora sabemos que era un rubí— dijo Piper
—Ahora lo sabemos— asintió Annabeth
—Al menos ya no estarán más con la duda— señaló Percy
Hazel suspiró
—Mi hermano, Nico, ha ido a buscar las puertas —dijo.
—Un momento —intervino Annabeth—. ¿Nico di Angelo? ¿Es tu hermano?
Hazel asintió, como si fuera algo evidente.
—No lo sabía— dijo Annabeth
—Pues así que digas muy muy obvio, no era— señaló Connor
—¿El hecho de que Plutón sea su padre no te dió una idea?— preguntó Miranda
—Nop— dijo Connor
Una docena de preguntas más asaltaron a Annabeth, pero la cabeza le estaba dando vueltas como el molinete de Leo. Decidió dejar correr el asunto por el momento.
—Tengan el cuenta el "por el momento"— señaló Thalia
—Hay que tenerlo en cuenta— asintió Piper
—Obviamente nadie podría quedarse con esa duda— comentó Katie
—Por supuesto que no— murmuró Hazel
Bianca hizo una mueca
—Está bien. ¿Qué decías?
—Ha desaparecido —Hazel se humedeció los labios—. Me temo… no estoy segura, pero creo que le ha pasado algo.
Bianca agarró el brazo de Charles con un poquito más de la fuerza necesaria, tratando de detener el estremecimiento, él no se quejó, se suponía que le contarían que era lo que había pasado, pero Bianca de alguna manera seguía tan enfadada y dolida que por supuesto no había hablado con ellos.
Hades miró a su hijo con una mueca, esperaba que lo que sea que haya pasado no fuera tan malo, Nico se removió con incomodidad, Bianca di Angelo también miró con preocupación a su hermano preguntandose por qué tanto había pasado.
—Lo buscaremos —le prometió Percy—. De todas formas, tenemos que encontrar las Puertas de la Muerte. Tánatos nos dijo que encontraríamos las respuestas en Roma… la Roma original, quiero decir. Está camino de Grecia, ¿no?
—Sí lo está— asintió Leo
—Gracias por la información— dijo Percy
—¿Tánatos os dijo eso? —Annabeth trató de asimilar la idea—. ¿El dios de la muerte?
—Pues sí, a él lo fueron a rescatar ¿No estabas poniendo atención, Annie?— preguntó Thalia
—Sí lo estaba— replicó Annabeth —solo que era un poco difícil hacerse a la idea
—Eso es cierto— asintió Percy
—En realidad— murmuró Frank
Ella había conocido a muchos dioses, incluso había estado en el inframundo, pero la historia de Percy sobre la liberación de la encarnación de la muerte le había provocado escalofríos.
—¿Ves? Obviamente sí estaba poniendo atención— dijo Piper
—Claro, claro, mi error— dijo Thalia
—Ten más cuidado para la próxima— señaló Percy
Percy mordió su hamburguesa.
—Ahora que la Muerte está libre, los monstruos se desintegrarán y regresarán al Tártaro como antes. Pero mientras las Puertas de la Muerte estén abiertas, seguirán volviendo.
—Lo que no sonaba muy genial— dijo Travis
—Solo era genial cuando alguien de nuestro lado volvía— comentó Katie
Hades hizo una mueca
Piper retorció la pluma que llevaba en el pelo.
—Como agua filtrándose por un dique —apuntó.
—Sí —Percy sonrió—. Tenemos un agujero en el dique.
—¿Qué? —preguntó Piper.
—Nada —dijo él—.
—Lamento no haber entendido el chiste— dijo Piper
—Ahora puedes hacerlo— señaló Percy
—Conversación de raritos— bromeó Thalia
—Y ellos son el pegamento— comentó Leo
Lo importante es que tenemos que encontrar las puertas y cerrarlas antes de ir a Grecia. Es la única forma de vencer a los gigantes y de asegurarnos de que no se recuperarán.
—Ese era nuestro mejor plan— dijo Percy
—Y vaya que lo era— dijo Annabeth
Reyna cogió una manzana de una bandeja con fruta que pasó junto a ella. La giró entre sus dedos, examinando la superficie de color rojo oscuro.
—Propones que emprendamos una expedición a Grecia en vuestro buque de guerra.
—Seeep— dijo Percy
—Básicamente— asintió Apolo
—Era para confirmar— señaló Rachel
—Por lo disparatado que sonaba, probablemente— dijo Connor
—Bastante— dijo Reyna
¿Eres consciente de lo peligrosas que son las tierras antiguas y el Mare Nostrum?
—¿El Mare qué? —preguntó Leo.
—El Mare Nostrum —explicó Jason—. « Nuestro mar» . Es como los romanos antiguos llamaban al Mediterráneo.
—Ah, eso lo dejaba más claro— dijo Leo
—Me gusta cuando me explican las cosas — asintió Travis
—A mí también— coincidió Percy
Reyna asintió.
—El territorio que antiguamente formaba el Imperio romano no solo es el lugar de origen de los dioses. También es el hogar de los antepasados de los monstruos, los titanes y los gigantes… y cosas peores.
—Definitivamente que lo es— dijo Poseidón mirando con preocupación a su hijo
—Si te sirve de algo, es bueno que ellos esté aquí— señaló Hestia
—Por supuesto que lo es— dijo Perséfone
Afrodita asintió de acuerdo
Por muy peligroso que sea para los semidioses viajar por aquí, en Estados Unidos, allí será diez veces peor.
—Dijiste que Alaska era muy peligrosa —le recordó Percy—. Y hemos sobrevivido.
—Dijo que sería 10 veces peor— señaló Thalia
—Pero Alaska también era bastante mala— dijo Percy
—Pero no tan mala— comentó Thalia
—Y ahí van a pelear de nuevo— dijo Annabeth
—Percy tiene la culpa— dijo Thalia
—Thalia empezó— dijo Percy
—Esto sí pasa todos los días— susurró Sammy a Silena
Reyna sacudió la cabeza. Sus uñas dejaban pequeñas medialunas en la manzana al girarla.
—El grado de peligro de viajar por el Mediterráneo es totalmente distinto, Percy. Durante siglos, ha estado prohibido a los semidioses.
—¿Nosotros también teníamos prohibido eso?— preguntó Katie
—Técnicamente sí— dijo Quirón moviéndose un poco en su asiento
—De todas maneras ni queríamos— murmuró Connor
Ningún héroe en su sano juicio iría allí.
—¡Entonces estamos de suerte! —Leo sonrió por encima de su molinete—. Porque todos estamos locos, ¿verdad?
—No— dijeron los otros seis semidioses de la misión
—Dioses, arruinaron el increíble diálogo que tenía— masculló Leo
—De nada— dijo Piper
—Son horribles— dijo Leo con una mueca
Además, el Argo II es un buque de guerra de primera. Nos llevará sin problemas.
—Tendremos que darnos prisa —añadió Jason—. No sé qué traman exactamente los gigantes, pero Gaia está cada vez más consciente.
—Y eso de ninguna manera puede ser bueno— dijo Miranda
—En ningún lugar— señaló Hermes
—En el lugar de los monstruos puede que sí— comentó Apolo
Está invadiendo sueños, apareciendo en lugares extraños, invocando monstruos cada vez más poderosos. Tenemos que detener a los gigantes antes de que la despierten del todo.
Annabeth se estremeció. Últimamente había tenido bastantes pesadillas.
Annabeth hizo una mueca recordando todas esas horribles pesadillas
—« Siete mestizos responderán a la llamada» —dijo—. Tiene que ser una combinación de nuestros dos campamentos. Jason, Piper, Leo y yo. Somos cuatro.
—Y yo —dijo Percy—. Además de Hazel y Frank. Sumamos siete.
—Claramente— dijo Apolo
—Creo que es bastante lógico— dijo Deméter
—Por algo fueron a las misiones— señaló Hera con obviedad
—¿Qué? —Octavio se levantó de golpe—. ¿Tenemos que aceptar eso? ¿Sin someterlo a voto en el senado? ¿Sin debatirlo como es debido? ¿Sin…?
—Bueno, a los griegos no los podían dejar afuera— señaló Artemisa
—No, pero teníamos que decidir quiénes serían los demás— comentó Reyna
—Cariño, entiendo tu punto, pero los 7 ya habían sido seleccionados— dijo Apolo —y de cualquier manera se iba a cumplir, así como cuando Percy se escapó para completar la misión de Zoë
—Creo que no era necesario agregar lo último— murmuró Percy viendo a Charles y Zoé intercambiar una mirada
—Y a nosotros nos regañaron cuando nos escapamos del campamento— susurró Zoé riendo
—Lo sé— respondió Charles
—¡Percy!
Tyson el cíclope se dirigió a ellos dando brincos seguido de cerca por la Señorita O'Leary. Sobre el lomo de la perra infernal se hallaba posada la arpía más flaca que Annabeth había visto en su vida:
—No puede ser— murmuró Annabeth recordando lo que había dicho Ella
—¿Crees que en serio venga?— preguntó Percy en un susurro
—Todo ha venido— respondió Annabeth con un suspiro
Ambos se voltearon a ver con una mueca, pensando exactamente en lo mismo
una chica de aspecto enfermizo con el cabello pelirrojo lacio, un vestido de arpillera y alas con plumas rojas. Annabeth no sabía de dónde había salido la arpía, pero le alegró el corazón ver a Tyson con una camisa de franela, unos tejanos raídos y el estandarte con las siglas SPQR sobre el pecho.
—A mí también me alegraba verte— dijo Tyson con una gran sonrisa
Annabeth le sonrió
Había vivido experiencias muy mala con los cíclopes, pero Tyson era un encanto. Además, era medio hermano de Percy (una larga historia), lo que lo convertía casi en su pariente.
—¡Yuju!— dijo Tyson
—Que bonita reunión— asintió Apolo
—Sí— dijo Tyson —fue genial
Tyson se detuvo junto a su diván y retorció sus manos rollizas.
—Ella está asustada —dijo.
—S-s-se acabaron los barcos —murmuró la arpía para sí,
—Comprendía el sentimiento— murmuró Hazel
—Los barcos son amigos— dijo Percy
—Bueno, no todos— señaló Hermes
toqueteándose furiosamente las plumas—. El Titanic, el Lusitania, el Pax… Los barcos no son para las arpías.
—Tiene un punto perfectamente razonable— señaló Bianca
—Sobretodo con el Titanic— señaló Apolo
—Parece que jamás lo van a superar— masculló Poseidón
—Pero les dio buenísimas ideas a los mortales para amores trágicos— suspiró Afrodita
Leo entornó los ojos. Miró a Hazel, que estaba sentada a su lado.
—¿Esa chica gallina acaba de comparar mi barco con el Titanic?
—Básicamente— dijo Piper
—Con que no se hunda como el Titanic— comentó Connor
—Diganme por favor que hicieron la pose del Titanic— bromeó Travis
—Lamentamos decirte que no— dijo Percy riendo
—No se nos ocurrió, perdón— comentó Piper
—Que sea para la próxima— bromeó Miranda
—No es una gallina —Hazel apartó la vista, como si Leo la pusiera nerviosa —. Ella es una arpía. Solo es un poco… nerviosa.
—Ella es guapa —dijo Tyson—.
—Eso también, claro— dijo Hazel
—Eso también se tenía que aclarar— asintió Apolo
Tyson se sonrojó
Y tiene miedo. Tenemos que llevárnosla, pero no quiere ir en el barco.
—Nada de barcos —declaró Ella. Miró directamente a Annabeth—. Mala suerte. Ahí está.
—¿Te estaba buscando?— preguntó Katie
—Eso parece— murmuró Annabeth
—Es un poco raro— dijo Bianca
Charles se sorprendió al empezar a leer
« La hija de la sabiduría anda sola…»
—¡Ella! —Frank se levantó súbitamente—. Tal vez no sea el mejor momento…
Atenea hizo una mueca
—Pésimo momento— murmuró Rachel
—Y vaya que sí— dijo Percy
—Bueno, las profecías en realidad se dicen cuando es necesario— señaló Apolo
—Pero ahí está el fastidioso de tu legado— señaló Hermes
Apolo resopló
—« La Marca de Atenea arde a través de Roma
Atenea hizo una mueca, no podía creer que estaba tan cerca, pero ¿Que tanto había tenido que pasar su hija?
—continuó Ella, tapándose los oídos con las manos y alzando la voz—. Los gemelos apagarán el aliento del ángel, que posee la llave de la muerte interminable.
—¿Quienes son los gemelos?— preguntó Connor
Dionisio hizo una mueca, pensando que tenía una buena sobre quienes era, después de todo los gigantes estaban de vuelta
—¿Y el aliento del ángel?— preguntó Zoë
Eso los confundió un poco a algunos, Bianca di Angelo volteó a ver a su hermano cuando, después de todo era obvio que lo entendiera, Will tomó la mano de Nico, también Bianca había entendido la referencia al ángel, si seguía agarrando de esa manera a Charles probablemente le dejaría un moretón
El azote de los gigantes es pálido y dorado, obtenido con dolor en un presidio hilado» .
En la sala también se hizo una silencio pesado, eso no presagiaba nada bueno para la hija de Atenea, Annabeth tomó más fuerte la mano de Percy, los hermanos Jackson se miraron con cierta alarma
El efecto fue similar al que habría producido una granada de fogueo lanzada sobre la mesa. Todo el mundo se quedó mirando a la arpía. Nadie dijo nada.
—Fue bastante impactante— dijo Apolo
—Y vaya que sí— murmuró Annabeth
A Annabeth le latía el corazón con fuerza. « La Marca de Atenea…» Resistió el impulso de mirar en su bolsillo, pero notó que la moneda de plata, el regalo maldito de su madre, se calentaba. « Sigue la Marca de Atenea. Véngame» .
—¿Regalo maldito?—preguntó Luke
—Es una larga historia— suspiró Annabeth —que no sé cuánto tiempo estos libros van a tardar en contar
Alrededor de ellos, los sonidos del banquete proseguían, pero apagados y lejanos, como si su pequeño grupo de divanes hubiera entrado en una dimensión más silenciosa.
—Nos podemos imaginar— dijo Miranda
—Las profecías suelen dar ese impacto— asintió Apolo
—Y vaya que sí— dijo Percy
Percy fue el primero en recuperarse. Se levantó y agarró el brazo de Tyson.
—¡Ya lo sé! —dijo con falso entusiasmo—. ¿Por qué no os lleváis tú y la Señorita O'Leary a Ella a tomar el fresco…?
—Eso suena increíble— dijo Connor
—Suena como la mejor idea de todo el mundo— asintió Travis
—Que se note el entusiasmo de Percy— dijo Katie
—Claro que sí— dijo Percy
—Un momento —Octavio agarró uno de sus osos de peluche y lo estranguló
con las manos temblorosas. Tenía la vista clavada en Ella—. ¿Qué ha dicho? Parecía…
—La verdad sí fue un mal momento— comentó Zoë
—Pero también las profecías son así de sorpresivas— dijo Rachel
—Eso es cierto— dijo Apolo
—Ella lee mucho —soltó Frank—. La encontramos en una biblioteca.
—¡Sí! —convino Hazel—. Debe de ser algo que ha leído en un libro.
—Libros —murmuró Ella para ayudar—. A Ella le gustan los libros.
—Por supuesto— dijo Thalia
—Eso lo explica todo— asintió Leo
—Los libros te enseñan muchas cosas— dijo Piper
—Claro, como profecías y así— coincidió Piper
—Obviamente— dijo Thalia
—Sobretodo cierto tipo de libros— dijo Jason
Después de haber recitado los versos, la arpía parecía más relajada. Se quedó sentada con las piernas cruzadas sobre el lomo de la Señorita O'Leary, arreglándose las plumas.
—Ajena a la bomba que acaba de soltar— dijo Bianca
—Entiendo esa parte— murmuró Rachel
Annabeth lanzó a Percy una mirada de curiosidad. Era evidente que él, Frank y Hazel estaban ocultando algo. Igual de evidente que Ella había recitado una profecía: una profecía que le afectaba a ella.
Annabeth hizo una mueca
—Por supuesto que sí— dijo Apolo
La expresión de Percy decía: « Socorro» .
—Entré en pánico— dijo Percy
—Me di cuenta— dijo Annabeth
—¿Dónde quedó tu cara de póker, sesos de alga?— preguntó Thalia
—No ha habido tal— dijo Percy
—Ha pronunciado una profecía —insistió Octavio—. Parecía una profecía.
Nadie contestó.
Annabeth no estaba del todo segura de lo que ocurría, pero comprendió que Percy estaba a punto de meterse en un buen lío.
—Y con eso es suficiente— señaló Thalia
—Obviamente— dijo Perséfone
—Bastante lógico— asintió Afrodita
Percy le sonrió a Annabeth
Forzó una risa.
—Ah, ¿sí, Octavio? A lo mejor las arpías son distintas aquí, en el lado romano. Las nuestras tienen la inteligencia justa para limpiar cabañas y preparar comidas. ¿Las vuestras suelen adivinar el futuro? ¿Las consultas para hacer tus augurios?
—Supiste ocultarlo muy bien— dijo Apolo
—Es hija de Atenea, obviamente lo iba a hacer— señaló Deméter
—Además de que Percy estaba metido en un lío— señaló Afrodita
—Eso también lo explica— dijo Piper
Sus palabras ejercieron el efecto deseado. Los oficiales romanos se echaron a reír nerviosamente. Algunos evaluaron a Ella y a continuación miraron a Octavio y resoplaron.
—Aunque si hubieran visto cuán inteligente es Ella otra cosa sería— dijo Hazel
—Gracias a los dioses no lo hicieron— comentó Frank
—Habría sido malo— asintió Percy
La idea de que una mujer gallina pronunciara profecías era aparentemente tan ridícula para los romanos como para los griegos.
—Bueno, ya no suena tan ridícula— dijo Travis
—Ya aprendimos la lección, gracias— dijo Katie
—Yo, ejem… —Octavio soltó su oso de peluche—. No, pero…
—Solo está citando frases de un libro —dijo Annabeth—, como Hazel ha dicho. Además, ya tenemos una profecía por la que preocuparnos.
—Bueno, ahora tienen dos— dijo Apolo
—Como si no hubiera sido suficiente la primera— masculló Poseidón, se trataba sobre la hija de Atenea sí, pero sabía que su hijo iba a estar involucrado de una u otra manera, Sally los miró de la misma manera
Se volvió hacia Tyson.
—Percy tiene razón. ¿Por qué no te llevas a Ella y a la Señorita O'Leary y viajáis por las sombras un rato? ¿Te parece bien, Ella?
—Yo creo que suena como una excelente idea— dijo Piper
—En ese momento era lo mejor— dijo Hestia
—Antes de que pueda pasar cualquier otra cosa— comentó Hermes
—Y sí— murmuró Percy
—« Los perros grandes son buenos» —dijo Ella—. Fiel amigo, 1957, guión de
Fred Gipson y William Tunberg.
Annabeth no supo cómo interpretar la respuesta,
—Creo que le gustaba la idea— dijo Hazel
—Sí lo hacía— asintió Tyson
—Es bueno saberlo— dijo Annabeth
pero Percy sonrió como si el problema estuviera resuelto.
—¡Estupendo! —dijo Percy—. Os enviaremos un mensaje de Iris cuando hayamos terminado y os alcanzaremos.
—Suena como un plan— dijo Miranda
—Era el mejor plan que podíamos tener en ese momento— dijo Percy
—Y creo que de hecho fue lo mejor— murmuró Hazel
—Seep— dijo Percy
Los romanos miraron a Reyna, a la espera de su resolución. Annabeth contuvo la respiración.
Reyna tenía una cara de póquer antológica. Observaba a Ella, pero Annabeth no sabía qué estaba pensando.
—Ya habría sido muy malo que también leyeras la mente— señaló Thalia
—Definitivamente que lo habría sido— dijo Reyna
—y vaya que sí— dijo Piper
—Bien —dijo por fin la pretora—. Marchaos.
—¡Sí, señora!
Tyson recorrió todos los divanes y dio a todos los presentes un fuerte abrazo, incluso a Octavio,
—Dioses, solo Tyson podría ser capaz de algo así— dijo Travis
—Es que Tyson es muy buen ciclope— dijo Katie
Tyson les sonrió
—Pero sabías que era una profecía ¿Cierto?— preguntó Rachel
—Lo sabía— asintió Reyna —aunque también conocía a Octavian
al que no pareció hacerle mucha gracia.
A continuación, se subió al lomo de la Señorita O'Leary con Ella, y la perra infernal salió del foro dando saltos. Se lanzaron directos contra una sombra del muro del senado y desaparecieron.
—Bueno, eso podría funcionar— dijo Hermes
—Pues mientras está funcionando— dijo Apolo
—Lo mejor que lo ha hecho en mucho tiempo— señaló Perséfone
—Bien —Reyna dejó su manzana sin comer—. Octavio tiene razón en una cosa. Debemos obtener el visto bueno del senado antes de dejar que ninguno de nuestros legionarios emprenda una misión… sobre todo una tan peligrosa como insinuáis.
—Pero aún así ya estaba decidido por el destino— señaló Apolo
—O por Hera, en este caso— dijo Poseidón
—Por algo fueron elegidos— señaló Hera
—Todo este asunto me huele a traición —masculló Octavio—. ¡Ese trirreme no es un barco de paz!
—Sube a bordo, tío —propuso Leo—. Te daré un paseo. Podrás pilotar el barco y, si se te da bien, te daré una gorrita de capitán.
—¿Tenías gorritas y no nos diste?— preguntó Connor
—Era para las visitas— dijo Leo
—Técnicamente pudiéramos haber sido visitas— dijo Travis
—Nada más faltaba que tuvieras uno de esos cuadros donde te puedes tomar una foto en el cuerpo de algún personaje— señaló Connor
—Se habló en su momento, pero se descartó la idea— dijo Leo
—Era el barco de Annabeth y ella no quería algo así— señaló Piper
Annabeth rodó los ojos
Los orificios nasales de Octavio se ensancharon.
—¿Cómo te atreves…?
—Buena idea —dijo Reyna—. Octavio, ve con ellos. Inspecciona el barco. Convocaremos una sesión del senado en una hora.
—Ay no— murmuró Leo
Calipso lo miró con una ceja levantada —¿Que sucede?— susurró
—Nada bueno— suspiró Leo
—¿Y no podría ser que Octavian los quisiera traicionar o algo?— preguntó Calipso
—No exactamente— dijo Leo
—Pero… —Octavio se interrumpió. Al parecer, advirtió por la expresión de Reyna que seguir discutiendo no sería beneficioso para su salud—. De acuerdo.
—Al menos se dió cuenta— señaló Rachel
—Al menos— murmuró Reyna
Leo se levantó. Se volvió hacia Annabeth, y su sonrisa se alteró. Ocurrió tan rápido que Annabeth pensó que lo había imaginado, pero por un instante otra persona pareció ocupar el sitio de Leo, sonriendo fríamente con un brillo cruel en los ojos.
Todos los demás voltearon a ver a Leo, Leo les hizo un saludo con la mano
—Puede que sea un reflejo o algo ¿No?— dijo Bianca
—De hecho es una historia muy larga que espero no venga— dijo Leo
Entonces Annabeth parpadeó, y Leo volvió a ser el de siempre, con su sonrisa traviesa.
—Volvemos enseguida —prometió—. Esto va a ser épico.
—Pues...— murmuró Piper
Los chicos del Argo se voltearon a ver entre sí
—Esperamos que sea épico en el buen sentido— dijo Hermes
Un frío terrible la invadió. Mientras Leo y Octavio se dirigían a la escalera de cuerda, consideró decirles que volvieran… pero ¿cómo podría explicarlo? ¿Cómo podría decirles a todos que se estaba volviendo loca, que veía visiones y notaba frío?
—Tal vez no eran visiones después de todo— dijo Artemisa
—Con todos los enemigos que tienen detrás de ustedes, todo puede pasar— señaló Dionisio encogiéndose de hombros
—Vaya, que optimista— dijo Apolo
—Podría ser que alguien más lo haya notado— señaló Atenea
Los chicos del Argo hicieron una mueca
Los espíritus del viento empezaron a retirar los platos.
—Esto… Reyna, si no te importa, me gustaría enseñarle a Piper todo esto antes de la sesión del senado —dijo Jason—. Es la primera vez que visita la Nueva Roma.
La expresión de Reyna se endureció.
—Dioses— murmuró Reyna
Jason y Piper se sonrojaron
Annabeth se preguntaba cómo Jason podía ser tan corto. ¿Era posible que no fuera consciente de lo mucho que le gustaba a Reyna?
Los mellizos hicieron una mueca
—Dioses míos— murmuró Jason
A Annabeth le resultaba bastante evidente. Pedirle que le dejara enseñarle la ciudad a su novia era como echar sal en una herida.
Reyna le dió una mala mirada a Annabeth
—Lo siento— dijo Annabeth
Reyna sabía que todo eso había pasado, pero era realmente incómodo y bastante irritante que alguien hablara sobre sus sentimientos
—Claro —dijo Reyna fríamente.
Percy tomó la mano de Annabeth.
—Sí, yo también. Me gustaría enseñarle a Annabeth…
—No —le espetó Reyna.
Y ahora todas las miradas fueron hacia Reyna
—Bueno, realmente eso era algo lógico— señaló Rachel —Reyna es la líder de los romanos y Annabeth de los griegos, obviamente hablarían
—Cierto— dijo Miranda
—Sí, era lo lógico— dijo Thalia
Percy frunció el ceño.
—¿Cómo?
—Me gustaría hablar con Annabeth —dijo Reyna—. A solas. Si a ti no te importa, mi colega pretor.
—De hecho creo que aunque te importara— señaló Thalia
—Lo entendí— murmuró Percy
—Fue bueno para tu salud que lo hicieras— dijo Thalia
Su tono dejaba claro que no le estaba pidiendo escalofrío recorrió la columna de Annabeth. Se preguntaba qué tramaba Reyna. Tal vez a la pretora no le gustaba la idea de que dos chicos que la habían rechazado enseñaran la ciudad a sus novias.
Reyna resopló —Creeme, había cosas más importantes que esas
—Lo sé, en serio lo siento por eso— dijo Annabeth
O tal vez quería decirle algo en privado. En cualquier caso, Annabeth era reacia a quedarse sola y desarmada con la líder romana.
—Dioses, esa es toda una sorpresa— dijo Thalia
—¿Tienes reservas con Reyna, pero no con una diosa?— —señaló Apolo
Annabeth se encogió de hombros
—Supongo que eso dice mucho— señaló Rachel
—Eso espero— dijo Reyna dándole una pequeña sonrisa
—Ven, hija de Atenea —Reyna se levantó del sofá—. Acompáñame.
IVAnnabeth
Annabeth deseaba odiar la Nueva Roma. Pero como arquitecta en ciernes, no podía por menos que admirar los jardines terraplenados, las fuentes y los templos, las serpenteantes calles adoquinadas y las relucientes casas de campo blancas.
—Obviamente— dijo Piper
—Claro— dijo Thalia
—La lección de hoy sobre arquitectura— asintió Piper
Después de la guerra de los titanes que había tenido lugar el año anterior, había conseguido el trabajo de sus sueños: rediseñar los palacios del monte Olimpo.
Percy le sonrió, Atenea la miró con cierto orgullo
Pero entonces, andando por aquella ciudad en miniatura, no dejaba de pensar: « Debería haber construido una cúpula como esa. Me encanta la forma en que esas columnas dan entrada al patio» .
—Supongo que de cualquier forma que lo hayas dejado debe de estar increíble, sobretodo si tiene bastantes estatuas de mí— dijo Apolo
—Y mías obviamente— dijo Afrodita
Los legados que habían visto el Olimpo con las remodelaciones de Annabeth, sonrieron
Estaba claro que quien había diseñado la Nueva Roma había dedicado mucho tiempo y amor al proyecto.
—Eso suponemos— asintió Jason
—Esperamos eso— dijo Reyna
—Tenemos los mejores arquitectos y albañiles del mundo —dijo Reyna, como si le estuviera leyendo el pensamiento—.
—Bueno, por tu mirada no era difícil adivinar en qué estabas pensando— dijo Reyna
—Por supuesto que sí, cuando no piensa en Percy piensa en arquitectura— bromeó Thalia
—O en cosas que los simples semidioses no vamos a poder entender— dijo Piper
Roma siempre los tuvo en la Antigüedad. Muchos semidioses se quedan a vivir aquí después de su período en la legión. Van a nuestra universidad. Echan raíces y forman familias. A Percy pareció interesarle ese aspecto.
—¡Ya lo exhibiste!— dijo Connor
Percy se sonrojó
—Sí, ya vimos que tan implicado está— dijo Apolo con una ceja levantada mirando a los hermanos Jackson
—Vean ese nivel de compromiso— dijo Miranda riendo
—Que aspecto tan interesante— dijo Travis
Incluso Sally se estaba riendo
Annabeth, Percy y los hermanos Jackson se sonrojaron furiosamente
—Voy a seguir leyendo— murmuró Charles
—Por favor— dijo Percy
Annabeth se preguntó qué significaba eso. Debió de fruncir el ceño más de la cuenta porque Reyna se rió.
—Ya lo creo que eres una guerrera —dijo la pretora—. Tienes fuego en los ojos.
—¿Era un cumplido?— preguntó Apolo
—Era reconocer a una guerrera— dijo Reyna
—Gracias— dijo Annabeth
Rachel hizo una pequeña mueca
—Lo siento.
Annabeth trató de suavizar su mirada furiosa.
—No lo sientas. Soy hija de Belona.
—¿La diosa romana de la guerra?
—Y ahora tenemos muchos más nombres que aprender— dijo Travis
—Por algo los teníamos separados— señaló Apolo
Reyna asintió con la cabeza. Se volvió y silbó como si estuviera pidiendo un taxi. Un instante después, dos perros metálicos corrieron hacia ellas: unos galgos mecánicos, uno de plata y otro de oro.
—Es lógico— dijo Artemisa
—Bueno, mejor no mientas— dijo Thalia
—Por supuesto que no— murmuró Annabeth
Rozaron las piernas de Reyna al pasar y observaron a Annabeth con unos brillantes ojos de rubíes.
—Bueno, esperamos que te vaya bien— dijo Katie
—Muchas gracias, también lo esperaba— dijo Annabeth
—Mis mascotas —explicó Reyna—. Aurum y Argentum. ¿Te importa si vienen con nosotras?
De nuevo, Annabeth tuvo la sensación de que no era realmente una petición.
—La pregunta solo era por protocolo— dijo Apolo
—Sí, lo noté— dijo Annabeth
—Necesitaba estar segura— dijo Reyna
Se fijó en que los galgos tenían unos dientes como puntas de flecha de acero. Puede que dentro de la ciudad no estuvieran permitidas las armas, pero las mascotas de Reyna podían hacerla pedazos si les venía en gana.
—Las mascotas armas no cuentan solo como armas— dijo Katie
—Ah, eso tiene sentido— dijo Percy
—Técnicamente— dijo Reyna
Reyna la llevó a un café con terraza cuyo camarero obviamente la conocía.
Sonrió y le dio un vaso para llevar, y acto seguido ofreció otro a Annabeth.
—¿Te apetece? —preguntó Reyna—. Preparan un chocolate caliente delicioso.
—El chocolate es lo mejor del mundo— asintió Miranda
—Obviamente, no podemos estar en desacuerdo con eso— dijo Katie
—Nadie podría— dijo Piper
La verdad es que no es una bebida romana…
—Pero el chocolate es universal —dijo Annabeth.
—Exacto.
—Claramente— dijo Apolo
—¿Y si en vez de un puesto de tacos ponemos una fábrica de chocolate?— bromeó Travis
—Me tientan— dijo Leo
—Y contratas también a Helena— dijo Katie —ella dijo que quería trabajar en una
—Sí— chilló Helena
—En realidad suena genial— dijo Percy
—Sí, lo hace— asintió Esperanza
—Se puede discutir— dijo Leo
Era una cálida tarde de junio, pero Annabeth aceptó el vaso con gratitud. Las dos siguieron andando, mientras los perros de oro y de plata de Reyna rondaban cerca.
—En nuestro campamento, Atenea es Minerva —dijo Reyna—. ¿Sabes en qué se diferencia su forma romana?
—Pues yo no y es algo que me está matando de la curiosidad— dijo Connor
—En realidad estoy de acuerdo, sobretodo por sus reacciones— murmuró Miranda
Lo cierto era que Annabeth no lo había pensado. Recordó que Término había llamado a Atenea « esa» diosa, como si fuera escandalosa. Octavio se había comportado como si la mera existencia de Annabeth fuera un insulto.
—No precisamente así, pero...— dijo Jason un poco incómodo
—Bueno, ahora ya lo sé— comentó Annabeth
Charles y Zoé se voltearon a ver, en realidad en algún momento incluso a ellos los romanos todavía los llegaba a ver como si fueran bichos raros y por la mirada de Bianca parecía que a ella tambié, pero por un motivo completamente distinto
—Supongo que Minerva no es… tan respetada aquí.
Reyna sopló el humo de su vaso.
—Respetamos a Minerva.
Atenea resopló —Sí claro
—sigue leyendo— aconsejó Poseidón —no te detengas mucho en eso
Charles lo miró con una mueca, pero de cualquier manera tenía que seguir leyendo
Es la diosa de las artes y la sabiduría… pero en realidad no es una diosa de la guerra. No para los romanos.
—¿Por qué?— preguntó Katie
—Así se pasó hacía Roma— murmuró Reyna con cierta incomodidad por la mirada indignada de Atenea
También es una diosa doncella, como Diana… la que vosotros llamáis Artemisa. No encontrarás ningún hijo de Minerva aquí. La idea de que Minerva tenga hijos… Sinceramente, es un poco escandalosa para nosotros.
—Ah.
—Esa es una respuesta muy elocuente— dijo Apolo
—Pues realmente no sabía que más podía decir— comentó Annabeth con una mueca
—No tienes que decir nada para ellos— masculló Atenea
Annabeth notó que se ruborizaba. No quería entrar en detalles sobre los hijos de Atenea, que nacían directamente de la mente de la diosa, como la propia Atenea había brotado de la cabeza de Zeus.
—Y que tú no quieras no quiere decir que el libro no quiera— señaló Thalia
—Perfecto— masculló Annabeth
A Annabeth siempre le cohibía hablar del tema porque se sentía como si fuera un bicho raro.
—Bueno, eres tan bicho raro como cualquiera de nosotros aquí— dijo Thalia
—Ah no, a nosotros no nos metan— dijo Apolo
—Y a excepción de Sally, obviamente— comentó Thalia
—Somos un excelente club de bichos raros— dijo Travis
—Me parece bien— dijo Percy
La gente solía preguntarle si tenía ombligo o no, ya que había nacido por arte de magia. Por supuesto que tenía ombligo. Aunque no podía explicar cómo. Lo cierto era que no quería saberlo.
—Por tu estabilidad— dijo Piper
—Definitivamente— dijo Annabeth
—Tengo entendido que los griegos no veis las cosas de la misma forma — continuó Reyna—. Pero los romanos nos tomamos los votos de castidad muy en serio. Las vestales, por ejemplo… Si rompieran sus votos y se enamoraran de alguien, serían enterradas vivas. Así que la idea de que una diosa virgen tenga hijos…
—Ese castigo es un poco cruel— comentó Miranda
—Tal vez, pero roma se trata sobre la tradición— dijo Reyna
—Por supuesto— murmuró Rachel con unto de voz un poco extraño
Nico volteó a ver a Reyna con una mirada que parecía de ¿Advertencia?
—Ya lo pillo —de repente, el chocolate caliente de Annabeth le supo a tierra. No le extrañaba que los romanos la hubieran estado mirando mal—. Yo no debería existir. Y aunque en vuestro campamento hubiera hijos de Minerva…
—Para los romanos las cosas son distintas— dijo Deméter —no te lo tomes personal
—A mí me parece demasiado personal— señaló Hermes
—No serían como tú —dijo Reyna—. Podrían ser artesanos, artistas, incluso consejeros, pero no guerreros. No podrían ser líderes de misiones peligrosas.
—Ah, pues me gusta más nuestra parte, la verdad— dijo Travis
Los griegos asintieron de acuerdo
Annabeth se disponía a protestar diciendo que ella no era la líder de la misión. Oficialmente, no. Pero se preguntó si sus amigos del Argo II opinarían lo mismo.
—Nop— dijo Piper
—Era bastante lógico de hecho— señaló Rachel
—Incluso nosotros lo sabíamos— dijo Hazel
—Y aun así aquellos dos hicieron lo de la mesa— bromeó Piper
—¿Podemos dejar lo de la mesa atrás?— preguntó Jason
—Por favor— dijo Percy —lo que pasó en el Argo II se queda en el Argo II
—No creo que los libros vayan a opinar lo mismo— murmuró Piper
Durante los últimos días habían acudido a ella para que les diera órdenes; hasta Jason, que podría haberse aprovechado de su rango superior como hijo de Júpiter, y el entrenador Hedge, que no recibía órdenes de nadie.
—Obviamente eres la líder— dijo Apolo
—Es bastante lógico— dijo Atenea
—Hay algo más —Reyna chasqueó los dedos y su perro dorado, Aurum, se acercó trotando. La pretora le acarició las orejas—. La arpía Ella… ha recitado una profecía. Las dos lo sabemos, ¿verdad?
—Uy, pillada— dijo Connor
—¿Qué otra cosa podría haber sido?— dijo Rachel
—Por más raro que sean los libros no traen esa clase de información— dijo Connor
—Este libro trae esa clase de información— comentó Zoé
—Pero me refiero a los libros normales— dijo Connor
Annabeth tragó saliva. Había algo en los ojos de rubíes de Aurum que la inquietaba. Había oído que los perros eran capaces de oler el miedo, incluso también de detectar cambios en la respiración y en los latidos del corazón de los humanos.
—Mejor no mientas— dijo Hermes
No sabía si eso se podía aplicar a los perros de metal mágicos, pero decidió que lo mejor sería decir la verdad.
—Mucho mejor— dijo Deméter
—Por el bien de todos— asintió Piper
—Parecía una profecía —reconoció—. Pero yo no he conocido a Ella hasta hoy, y tampoco había oído exactamente esos versos.
—Yo sí —murmuró Reyna—. Por lo menos algunos…
—Esa sí es una sorpresa— dijo Miranda
—Ah pues eso explica que ella sí sabía que era una profecía— dijo Travis
—Cierto— dijo Katie
El perro de plata ladró a escasa distancia. Un grupo de niños salió en tropel de un callejón cercano y se reunió alrededor de Argentum, acariciando al perro y riéndose, sin inmutarse ante sus afilados dientes.
—Yo creo que nada más era un peligro para ti— dijo Apolo
—Solo si mentías o algo así— dijo Reyna
—Es un alivio saberlo— murmuró Annabeth
—Deberíamos seguir adelante —dijo Reyna.
Avanzaron serpenteando por la colina. Los galgos las siguieron y dejaron atrás a los niños. Annabeth no dejaba de mirar la cara de Reyna.
—Suenas un poco acosadora— dijo Thalia
—Un poco nada más— dijo Piper
—Lo siento— comentó Annabeth
Un vago recuerdo empezó a despertar en ella: la forma en que Reyna se recogía el pelo detrás de la oreja, su anillo de plata con un dibujo de una antorcha y una espada…
—Bueno, ya se dio cuenta— dijo Thalia
—Más vale tarde que nunca— comentó Apolo
—Habían pasado algunos años— señaló Annabeth
—Hemos coincidido antes —se aventuró a decir Annabeth—. Eras más joven, creo.
Reyna le dedicó una sonrisa irónica.
—Muy bien. Percy no se acordaba de mí.
—Por otro lado Percy no se acordaba de nadie— comentó Miranda
—Ese es un excelente punto— asintió Percy
—Lo es— dijo Thalia
Claro que tú hablaste más con mi hermana mayor Hylla, que ahora es la reina de las amazonas. Se ha marchado esta misma mañana, antes de que vosotros llegarais.
—Si la hubieras visto no creo que te haya querido matar, pero nunca se sabe— señaló Apolo
—Pues no mató a Percy— dijo Thalia
—Supongo que tampoco le haría nada a Annabeth— dijo Reyna
En cualquier caso, la última vez que nos vimos, yo era solo una criada de la casa de Circe.
—Circe…
—Fue una sorpresa— dijo Annabeth
—Ya lo creemos— dijo Miranda
Annabeth recordó su viaje a la isla de la hechicera. Tenía trece años. El mar de los Monstruos los había arrastrado hasta la orilla, a ella y a Percy.
—Obviamente siempre tienen que ser los dos— dijo Apolo
—Ya lo hemos aprendido— dijo Poseidón
Hylla les había dado la bienvenida. Había ayudado a Annabeth a lavarse y le había ofrecido un precioso vestido nuevo y una sesión completa de maquillaje y peluquería.
—También nos acordamos de eso, supongo que Percy más— bromeó Piper
—Es probable— dijo Percy
Annabeth se sonrojó
Luego Circe había soltado su rollo publicitario, intentando convencer a Annabeth de que si se quedaba en la isla, podría recibir formación mágica y un poder increíble. Annabeth se había sentido tentada, tal vez demasiado,
—Fuertes declaraciones— dijo Travis
—Odio estos libros— masculló Annabeth
—Y solo van dos capítulos— comentó Thalia
Annabeth resopló
hasta que se dio cuenta de que el lugar era una trampa y Percy se había transformado en roedor. (La última parte parecía divertida al recordarla,
Varios soltaron una risita
—Oye no seas grosera— dijo Percy
—Charles también se está riendo— señaló Thalia amablemente
—Lo siento— dijo Charles
—No vamos a hablar de eso— dijo Percy
—Ve el lado positivo, querías cambiar de forma— señaló Thalia con una carcajada
—Sí, pero a un oso o un tiburón o un dragón— dijo Percy
pero en su momento fue aterradora.) Respecto a Reyna, había sido una de las criadas que habían peinado a Annabeth.
—Esa parte no la sabíamos— dijo Connor
—Pues así fue— dijo Reyna
—Tú… —dijo Annabeth, asombrada—. ¿Y Hylla es la reina de las amazonas? ¿Cómo habéis…?
—Es una larga historia —dijo Reyna—. Pero te recuerdo bien.
—Bueno, supongo que de cualquier manera ahora ya saben un poco más— dijo Reyna
—Y vaya que sí— dijo Annabeth
Fuiste valiente. Nunca había visto a alguien que rechazara la hospitalidad de Circe, y mucho menos que fuera más lista que ella. No me extraña que Percy te quiera.
—Ya no— masculló Reyna
Tenía un tono de voz triste. A Annabeth le pareció más prudente no responder.
Se hizo un momento de incómodo silencio
Llegaron a la cima de la colina, donde había una terraza con vistas a todo el valle.
—Este es mi sitio favorito —dijo Reyna—. El Jardín de Baco.
—Obviamente— dijo Dionisio como si no pudiera esperar menos
Espalderas de parras formaban un dosel elevado. Las abejas zumbaban entre la madreselva y los jazmines, que impregnaban el aire de la tarde de una embriagadora mezcla de perfumes.
—en realidad suena como un sitio exquisito— dijo Katie
—Lo es— dijo Reyna
—Era genial— dijo Annabeth
En medio de la terraza se levantaba una estatua de Baco en una especie de postura de ballet, sin otra vestimenta que un taparrabos, con las mejillas hinchadas y los labios fruncidos desde los que manaba un chorro de agua a una fuente.
Algunos de los dioses se echaron a reír
—Sí, esa estatua como que no te va bien— señaló Apolo
Dionisio bufó, los semidioses soltaron risitas disimuladas
A pesar de sus preocupaciones, Annabeth estuvo a punto de echarse a reír. Conocía la forma griega del dios, Dioniso… o señor D, como lo llamaban en el Campamento Mestizo. Ver al viejo cascarrabias que dirigía su campamento inmortalizado en piedra, vestido con un pañal y echando agua por la boca le hizo sentirse un poco mejor.
Dionisio le lanzó una mirada asesina
—Ahora que lo dice es cierto— susurró Frank a Hazel
—¿Creen que quedaría para las remodelaciones del campamento?— susurró Travis a Connor y a Katie
—Supongo que sí, pero nosotros sí tenemos al señor D, ahí— comentó Katie
—Y la verdad no quiero ser un delfín— dijo Connor
Reyna se detuvo en el borde de la terraza. La vista merecía la ascensión. Toda la ciudad se extendía debajo como un mosaico tridimensional. Hacia el sur, más allá del lago, había un grupo de templos encaramados en una colina.
—Te lo digo— susurró Will a Nico en lo que Charles seguía la lectura
—¿Y que podría haber pasado?— preguntó en un tono bajo Nico
—Ni idea, pero la forma en la que llegó al palacio— Will negó con la cabeza
—En toda la lectura ni siquiera ha hablado— dijo Nico
—O le ha replicado a Apolo— dijo Will —hay algo raro aquí y tenemos que ver qué es lo que pasa
Nico asintió de acuerdo
Hacia el norte, un acueducto avanzaba hacia las colinas de Berkeley. Cuadrillas de trabajadores reparaban una sección rota, probablemente dañada en el transcurso de la reciente batalla.
—Pues sí— dijo Percy
—Quería oírla de tus labios —dijo Reyna.
Annabeth se volvió.
—¿Oír qué?
—La verdad —contestó Reyna—. Convénceme de que no estoy cometiendo un error fiándome de ti. Háblame de ti. Háblame del Campamento Mestizo.
—No me digas que fue ahí cuando le diste la dirección del campamento— resopló Clarisse
Annabeth se sonrojó
—Bueno, de cualquier manera todo se solucionó— señaló Chris
Los dioses se miraron confundidos
Tu amiga Piper es una hechicera de las palabras. Pasé bastante tiempo con Circe para reconocer a alguien que tiene poder de persuasión cuando lo oigo. No me fío de lo que dice.
—Bueno, tiene un punto— comentó Perséfone
—Bueno, gracias— murmuró Piper
Y Jason… bueno, ha cambiado. Parece distante, como si ya no fuera del todo romano.
Su voz reflejaba un dolor muy intenso.
Reyna hizo una mueca, esperaba que el capítulo pronto acabara
Annabeth se preguntó si ella también se había mostrado así durante todos los meses que había pasado buscando a Percy. Por lo menos había encontrado a su novio.
—Dioses— murmuró Annabeth
—Y parece que el capítulo no acaba— señaló Percy
—Lo sé— dijo Annabeth —espero que no todo el libro sea sobre mí
Reyna no tenía novio. Sobre sus hombros recaía la responsabilidad de dirigir un campamento entero ella sola. Annabeth percibía que Reyna deseaba que Jason la amara. Pero había desaparecido y había vuelto con otra novia.
—Annabeth solo lleva dos capítulos y esto se está poniendo más incómodo que los siete libros anteriores— comentó Travis
—Es el poder de Annabeth— asintió Connor
Annabeth les dio una mala mirada
—Que capítulo tan incómodo te tocó, hermanito— susurró Zoé
—Creeme, ya me di cuenta— dijo Charles
Mientras tanto, Percy había ascendido a pretor, pero también había rechazado a Reyna. Y ahora Annabeth había venido para llevárselo. Reyna se quedaría otra vez sola, cargando con un trabajo pensado para dos personas.
Se hizo un silencio incómodo
Cuando Annabeth había llegado al Campamento Júpiter, estaba preparada para negociar con Reyna, e incluso para pelearse con ella si era necesario. Sin embargo, no estaba preparada para compadecerse de ella.
—No necesito que me compadezcas— masculló Reyna
—sí, lo sé, lo siento por eso, nunca creí que se fuera a leer eso— dijo Annabeth con una mueca
Mantuvo ocultas sus emociones. Reyna no le parecía alguien que apreciara la compasión.
En lugar de eso, le hizo a Reyna un resumen de su vida. Le habló de su padre, de su madrastra y de sus dos hermanastros de San Francisco, y le explicó que siempre se había sentido una extraña en su propia familia.
—Bueno, cuanta información— dijo Apolo
—En realidad sí es un poco raro que le hayas contado tantas cosas— dijo Thalia
—Esa es una forma de hacer amigos— dijo Piper
—Es cierto— comentó Annabeth sonriéndole
Le reveló que se había fugado cuando solo tenía siete años, que había encontrado a sus amigos Luke y Thalia, y que se habían dirigido al Campamento Mestizo en Long Island. Le describió el campamento y los años en los que había crecido allí.
—Y a Percy se lo dijo hasta muchos días después de conocerlo— bromeó Thalia
—A mí me dijo "no es asunto tuyo"— asintió Percy
—Nos acordamos— asintió Apolo
—Bueno, es que fue porque eres hijo de Poseidón— le dijo Annabeth riendo
—Lo sé y "teníamos que llevarnos mal"— dijo Percy
—Super mal— dijo Thalia con sarcasmo
Le relató cómo había conocido a Percy y las aventuras que habían vivido juntos.
Reyna sabía escuchar.
Annabeth estuvo tentada de hablarle de sus problemas recientes: la pelea con su madre,
Atenea miró a su hija con una ceja enarcada ¿En la pelea le había dado la moneda o algo así?
el regalo de la moneda de plata y las pesadillas acerca de un antiguo temor tan paralizante que había estado a punto de renunciar a participar en la misión. Pero no se sentía con el valor suficiente para abrirse tanto.
—Eso no se dice en la primer hora de amistad— señaló Travis
—No, hay que preservar cierto misterio— asintió Thalia
—Claramente— dijo Piper riendo
—Así se vuelve más interesante— señaló Apolo
Cuando Annabeth hubo terminado de hablar, Reyna contempló la Nueva Roma. Sus galgos metálicos husmeaban por el jardín, intentando morder a las abejas que libaban en la madreselva.
—Pobres abejas— dijo Connor
—Espero que ninguna haya sido mordida— señaló Katie
Finalmente, Reyna señaló con el dedo el grupo de templos situados sobre la apartada colina.
—¿Ves el pequeño edificio rojo del norte? —dijo—. Es el templo de mi madre, Belona
Reyna sonrió con orgullo
—Reyna se volvió hacia Annabeth—. A diferencia de tu madre, Belona no tiene equivalente griego. Es romana al cien por cien. Es la diosa de la protección de la patria.
Annabeth no dijo nada. Sabía muy poco sobre la diosa romana.
—Sería raro que hubieras estado bien informada en cuanto a ella— dijo Perséfone
—Cierto, aunque ya se hayan juntado— dijo Apolo
Ojalá se hubiera informado, pero el latín nunca le había resultado tan fácil como el griego. Abajo, el casco del Argo II relucía mientras flotaba sobre el foro, como un enorme globo de fiesta hecho de bronce.
—Tal vez ya deberían de irse antes de que algo salga mal— comentó Apolo
—¿Por qué esperas que algo salga mal?— preguntó Hermes
—Porque así son estos libros, además ya pasaron mucho tiempo sin pelear— dijo Apolo
—Cuando los romanos vamos a la guerra, visitamos antes el templo de Belona —continuó Reyna—. El interior es una parcela de terreno simbólico que representa el suelo enemigo. Lanzamos una lanza a ese terreno para indicar que estamos en guerra.
—Vaya— dijo Connor
—No sé por qué, pero eso no me da un buen sentimiento— dijo Apolo
—A nosotros tampoco— dijo Miranda
Los romanos siempre hemos creído que el ataque es la mejor defensa. En la Antigüedad, cuando nuestros antepasados se sentían amenazados por sus vecinos, los invadían para protegerse.
—Sí, lo sabemos— dijo Apolo
Los romanos se sonrojaron un poco
—Conquistaron a todos los pueblos que les rodeaban —dijo Annabeth—. Los cartagineses, los galos…
—Y los griegos —Reyna dejó el comentario en el aire—.
Los griegos fruncieron el ceño
Lo que quiero decir, Annabeth, es que no está en la naturaleza de Roma colaborar con otras potencias. Cada vez que los semidioses griegos y romanos hemos coincidido, hemos luchado.
—Bueno, pero pueden cambiar eso— dijo Hestia
—Al menos el hecho de que no se estén matando aquí unos a otros es algo— señaló Deméter
—Gracias, gracias— dijo Travis
Los conflictos entre los dos bandos han dado lugar a algunas de las guerras más terribles de la historia de la humanidad; sobre todo, guerras civiles.
Griegos y romanos se removieron incómodos
—No tiene por qué ser así —repuso Annabeth—. Tenemos que trabajar codo con codo o Gaia nos destruirá a ambos.
—Estoy de acuerdo —dijo Reina—.
—De acuerdo, eso es muy bueno— dijo Hermes
—Parece que la reunión diplomática salió bien después de todo— dijo Perséfone
—No lo digas hasta que se hayan ido— dijo Apolo
Pero ¿es posible la cooperación? ¿Y si el plan de Juno no es acertado? Hasta las diosas pueden cometer errores.
Hera hizo una mueca
Annabeth esperó a que Reyna cayera fulminada por un rayo o se convirtiera en un pavo, pero no pasó nada.
Will resopló
Lamentablemente, Annabeth tenía los mismos temores que Reyna. Efectivamente, Hera cometía errores. Aquella diosa despótica no había dado más que problemas a Annabeth, y jamás perdonaría a Hera por llevarse a Percy, aunque fuera por una causa noble.
—No necesito tu perdón, niña—masculló Hera
Annabeth rodó los ojos
—Yo no me fío de la diosa —reconoció Annabeth—. Pero sí me fío de mis amigos. No es una trampa, Reyna. Podemos trabajar juntos.
—Esperemos que sí— dijo Hermes
—Todos en realidad lo esperamos— dijo Poseidón
Reyna se terminó su chocolate. Dejó el vaso sobre la barandilla de la terraza y contempló el valle como si se estuviera imaginando líneas de batalla.
—¿Lo estabas haciendo?— preguntó thalia
—No específicamente líneas de batalla— dijo Reyna
—Te creo —dijo—. Pero si vas a las tierras antiguas, sobre todo a Roma, hay algo que debes saber acerca de tu madre.
A Annabeth se le pusieron los hombros rígidos.
—¿Mi… mi madre?
—Ese fue un giro que no esperaba— dijo Connor
—No el único giro que va a haber— susurró Leo
—Cuando vivía en la isla de Circe recibíamos muchas visitas —dijo Reyna—. Una vez, más o menos un año antes de que tú y Percy llegarais, un joven fue arrastrado por el mar hasta la orilla.
—Vaya— murmuró Leo
—Eso es algo… Extraño— dijo Katie
Estaba medio desquiciado por la sed y el sol. Había estado yendo a la deriva durante días. Sus palabras no tenían mucho sentido, pero dijo que era hijo de Atenea. Reyna hizo una pausa, como si esperara una reacción.
—Pues bueno, suena un poco sorprendente— dijo Miranda
—Y que lo digas— murmuró Annabeth
Atenea hizo una mueca
Annabeth no tenía ni idea de quién podía ser el chico en cuestión. No le constaba que otros hijos de Atenea hubieran emprendido una misión en el mar de los Monstruos, pero aun así le invadió el miedo.
—Por supuesto que sí— dijo Artemisa —es normal
—Pero no te dejes guiar por él— dijo Atenea
La luz que se filtraba a través de las vides hacía que las sombras se retorcieran en el suelo como un enjambre de bichos.
Annabeth hizo una mueca
—¿Qué fue de ese semidiós? —preguntó.
Reyna agitó la mano como si fuera una pregunta trivial.
—Por supuesto, Circe lo transformó en un conejillo de Indias.
—Obviamente— murmuró Percy
—Era lógico— dijo Piper
—Pero ya no es un roedor ¿No?— señaló Rachel
—Ni idea, supongo que no— dijo Reyna
Era un roedor de lo más extraño. Pero antes de eso, no paraba de hablar de su misión fallida. Afirmaba que había ido a Roma siguiendo la Marca de Atenea.
—Pausa dramática— dijo Apolo interrumpiendo a Charles
—Es que no supiste hacer la pausa dramática— señaló Zoé a su hermano
—Bueno, gracias— murmuró Charles
Annabeth se agarró a la barandilla para mantener el equilibrio.
—Sí —dijo Reyna, al ver su inquietud—. No paraba de murmurar sobre la hija de la sabiduría, la Marca de Atenea y el azote de los gigantes pálido y dorado.
—Pero si la profecía dice "hija de la sabiduría" ¿Por qué un chico haría la misión?— preguntó Katie
—Tal vez lo interpretaron mal— dijo Rachel, aunque de hecho lo dudaba, tal vez, la diosa no lo sabía del todo
—¿Y eso del azote de los gigantes?— preguntó Bianca
—Esa también es otra larga historia— señaló Nico
Los mismos versos que acaba de recitar Ella. ¿Y dices que no los habías oído hasta hoy?
—No… no como los ha pronunciado Ella.
La voz de Annabeth sonaba débil. No mentía.
—Sí hubieras mentido no creo que los perros siguieran siendo amigables— señaló Thalia
—Tampoco lo creo— dijo Annabeth
Nunca había oído la profecía, pero su madre le había mandado que siguiera la Marca de Atenea, y al pensar en la moneda que llevaba en el bolsillo, una terrible sospecha empezó a arraigar en su mente.
—Ya quiero que el capítulo acabe— murmuró Annabeth
Percy asintió —Espero que sea pronto
Se acordó de las palabras mordaces de su madre. Pensó en las extrañas pesadillas que estaba teniendo últimamente.
—¿Explicó ese semidiós… en qué consistía su misión?
—No— dijo Reyna
—Además no siempre es bueno decir en que se centran las misiones— dijo Apolo
Reyna negó con la cabeza.
—En esa época yo no tenía ni idea de lo que hablaba. Mucho más tarde, cuando me convertí en pretora del Campamento Júpiter, empecé a sospechar.
—¿Cómo es que en el Campamento no lo sabíamos?— preguntó Katie
—Te darás cuenta que hay muchas cosas que no sabíamos— comentó Miranda
—Exijo más presupuesto e información— dijo Travis
Quirón se removió —Todo eso es muy complicado, muchachos
—Sospechar… ¿qué?
—Hay una antigua leyenda que los pretores del Campamento Júpiter se han ido transmitiendo a lo largo de los siglos. De ser cierta, podría explicar por qué los dos grupos de semidioses nunca han sido capaces de trabajar juntos.
—¿Y tiene que ver con Atenea?— preguntó Bianca
Jason asintió
Podría ser la causa de nuestra animosidad. Según la leyenda, hasta que esa vieja cuenta se salde, romanos y griegos no estarán en paz. Y la leyenda se centra en Atenea…
Un sonido estridente hendió el aire.
—Ay no— murmuró Leo hundiéndose en su asiento
—¿Qué sucede?— preguntó Calipso
—Nena, digamos que ese sonido no son precisamente fuegos artificiales— dijo Leo
Annabeth vio un destello de luz con el rabillo del ojo. Se volvió a tiempo para ver cómo una explosión abría un nuevo cráter en el foro. Un sofá en llamas voló por los aires. Los semidioses se dispersaron presas del pánico.
—No puede ser— masculló Poseidón
—Les dije que se fueran antes de que algo mala pasara— comentó Apolo
—Bueno, fue un poquito tarde, pero gracias por el consejo, papá— comentó Will
—¿Gigantes? —Annabeth alargó la mano para coger su daga, pero no la llevaba encima—. ¡Creía que su ejército había sido vencido!
—No son los gigantes —los ojos de Reyna echaban chispas de ira—. Has traicionado nuestra confianza.
—¡Te dije que algo así iba a pasar!— masculló Zeus mirando a su esposa
—Querido, todavía no sabemos lo que ha pasado— señaló Hera
—¿Qué? ¡No!
En cuanto lo dijo, el Argo II lanzó otra descarga.
—¿Que demonios?— dijo Luke
—Eso es lo que todos nos preguntamos— dijo Hermes
—¿Los traicionaron?— preguntó Deméter con incredulidad
—¡No!— dijeron Annabeth, Jason, Piper y Percy
—Las visiones— murmuró Atenea
Su ballesta de babor disparó una enorme lanza envuelta en fuego griego que atravesó la cúpula destruida del senado, estalló en el interior e iluminó el edificio como una calabaza de Halloween. Si hubiera habido alguien dentro…
—Dioses— murmuró Bianca
Los que no sabían la historia se miraron entre sí con confusión
—Dioses, no —Annabeth sufrió un acceso de náuseas, y por poco no se le doblaron las rodillas—. No es posible, Reyna. ¡Nosotros nunca haríamos esto!
—¿Entonces qué fue lo que pasó?— bufó Zeus
—Bueno, hay muchas cosas que pudieron salir mal y que no precisamente tenga que ver con los chicos, padre— comentó Artemisa
—Pues más vale que se vayan explicando— dijo Zeus
Los perros metálicos acudieron corriendo al lado de su ama. Gruñeron a Annabeth, pero se paseaban con aire indeciso, como si se resistieran a atacar.
—Estás diciendo la verdad —consideró Reyna—. Puede que tú no fueras consciente de la traición, pero alguien debe pagar por ella.
—Pero eso no es posible ¿Cómo los iban a traicionar?— preguntó Hefesto mirando con cierta preocupación a su hijo que parecía querer desaparecer entre su asiento
—¿Tuviste algo que ver?— susurró Calipso
—De cierta forma— dijo Leo avergonzado
En el foro, el caos se estaba extendiendo. Las multitudes se empujaban y arrollaban. Estaban empezando a producirse peleas a puñetazos.
—Es una masacre —dijo Reyna.
—Todo esto es tu culpa— bufó Zeus dándole una mirada furiosa a su esposa
—Querido, mantengamos la calma— dijo Hera
—Sabías que el juntarlos era peligroso y nos afectaría y aún así lo hiciste— bufó Zeus
—Lo hice por nuestro bien— dijo Hera
—Y mira como ha salido todo— replicó Zeus
—¡Tenemos que detenerla!
Annabeth tenía la horrible sensación de que podía ser la última vez que Reyna y ella actuaran de acuerdo, pero corrieron juntas colina abajo.
—Eso puede ser cierto— dijo Apolo
Si hubiera estado permitido tener armas en la ciudad, los amigos de Annabeth ya habrían estado muertos.
—Y vaya que sí— murmuró Piper
—Y que lo digas— suspiró Jason
Los semidioses romanos del foro se habían juntado y se habían convertido en una turba furiosa. Algunos lanzaban platos, comida y piedras al Argo II, una medida inútil, ya que la mayoría de las cosas volvían a caer entre el gentío.
—Sí bueno, no todo— masculló Jason
—No me lo recuerdes— murmuró Piper —fue realmente horrible
Varias docenas de romanos habían rodeado a Piper y a Jason, que estaban intentando tranquilizarlos sin mucha suerte. La embrujahabla de Piper no servía de nada contra tantos semidioses chillones y coléricos.
—Por supuesto que no, no te van a escuchar— dijo Afrodita —están demasiado enojados
—Además es demasiado confuso lo que está pasando— señaló Apolo
A Jason le sangraba la frente. Su capa morada había acabado hecha jirones. No paraba de decir: « ¡Estoy de vuestra parte!» , pero su camiseta naranja del Campamento Mestizo no ayudaba a mejorar la situación;
Jason hizo una mueca
ni tampoco el buque de guerra que flotaba en lo alto, disparando lanzas en llamas contra la Nueva Roma. Una cayó cerca y convirtió en escombros una tienda de togas.
—Pero recordemos que ahí está Octavio, pudo ser una trampa— señaló Hermes
—Oye, que no les caiga bien no quiere decir que esté detrás de las cosas malas— comentó Apolo
—¿Por qué lo defiendes?— quiso saber Artemisa
—Porque mis legados no pueden ser la clase de personas insufribles— señaló Apolo
—¡Por las hombreras de Plutón! —exclamó Reyna—. Mira.
Unos legionarios armados se dirigían a toda prisa al foro. Dos dotaciones de artillería habían colocado catapultas fuera de la línea del pomerio y se estaban preparando para disparar al Argo II.
—¡Te dije que algo así podría pasar!— masculló Zeus —ahora vamos a tener una nueva guerra civil por tu culpa
—Querido…
—Padre— dijo Artemisa —tal vez lo que sea que haya pasado se pueda detener, velos en realidad ellos no están peleando y si miras a los legados puedes ver que de hecho los campamentos están colaborando
Zeus frunció el ceño —más vale que sea así— le dio una mirada furiosa a su esposa
—Eso no hará más que empeorar las cosas —dijo Annabeth.
—Odio mi trabajo —gruñó Reyna.
—Siempre es buen momento para quejarse del trabajo— dijo Apolo
—Yo también lo odiaría— dijo Thalia
Se fue corriendo hacia los legionarios, con los perros a su lado.
« Percy —pensó Annabeth, escudriñando desesperadamente el foro—. ¿Dónde estás?»
—Awwww es como esa película en dónde si tienes 5 segundos ¿Que sacas de tu casa?— comentó Katie
—Esa es una increíble analogía— dijo Travis
Percy le sonrió a Annabeth
Dos romanos intentaron agarrarla. Ella los esquivó y se lanzó a la multitud. Por si los romanos furiosos, los sofás quemados y los edificios que explotaban no creaban suficiente confusión, cientos de fantasmas morados deambulaban por el foro, atravesando directamente los cuerpos de los semidioses y gimiendo de forma incoherente.
—Por supuesto que sí— dijo Dionisio
—Esperamos que solo sea un malentendido o algo así— dijo Hermes
—¿Cómo podría eso ser un malentendido?— preguntó Hades
Los faunos también habían aprovechado el caos. Pululaban alrededor de las mesas, cogiendo comida, platos y vasos. Uno pasó trotando junto a Annabeth con los brazos cargados de tacos y una piña entera entre los dientes.
Grover hizo una mueca
Una estatua de Término apareció acompañada de un estallido justo delante de Annabeth. Se puso a gritarle en latín, llamándola seguramente mentirosa y transgresora de normas, pero ella derribó la estatua y siguió corriendo.
—Yo creo que eso fue lo menos que te gritó— comentó Apolo
—Ahí agradeces no saber latín— dijo Connor
—Sí, creo que gritó algunas cosas bastante preocupantes— murmuró Reyna
—Que bueno que no hablas latín— señaló Apolo
Por fin vio a Percy. Él y sus amigos Hazel y Frank estaban en medio de una fuente mientras Percy rechazaba a los furiosos romanos con chorros de agua. La toga de Percy estaba hecha jirones, pero él parecía ileso.
—Al menos— suspiró Sally
—Fue una buena noticia— dijo Poseidón
—Sí lo fue— asintió Percy
Annabeth lo llamó en el mismo instante en el que otra explosión sacudió el foro. Esta vez el destello de luz brilló justo encima de su cabeza. Una de las catapultas romanas había disparado, y el Argo II crujió y se ladeó, las llamas bullendo sobre su casco revestido de bronce.
—Eso está poniéndose horrible— señaló Hermes
—Deben de salir de ahí en cuanto antes— dijo Artemisa
—Solo está el pequeño problema de que deben pasar por los romanos— comentó Perséfone
Annabeth se fijó en una figura que se aferraba desesperadamente a la escalera de cuerda tratando de bajar. Era Octavio, con la túnica echando humo y la cara negra del hollín.
—¿Y Leo?— preguntó Apolo
—Bueno...— murmuró Leo
Junto a la fuente, Percy seguía lanzando agua a la turba de romanos. Annabeth echó a correr hacia él, esquivando un puño romano y un plato volador de sándwiches.
—No me gustan los sandwiches cuando vuelan— comentó Percy
—Y mucho menos si aun tienen el plato integrado— señaló Piper
—Menos así— dijo Percy
—¡Annabeth! —gritó Percy—. ¿Qué…?
—¡No lo sé! —contestó ella.
—¡Yo os diré lo que pasa! —gritó una voz desde abajo.
Octavio había llegado al pie de la escalera—. ¡Los griegos han disparado sobre nosotros! ¡Tu amigo Leo ha apuntado sus armas contra Roma!
Absolutamente todas las miradas fueron a Leo
—¿Cómo se te ocurrió hacer algo así?— gruñó Zeus
—¿Lo hiciste?— preguntó Hefesto calmadamente
—Sí— dijo Leo
Esperanza miró con incredulidad
—No— dijeron al mismo tiempo los demás del Argo II, al principio pudieron estar bastante irritados y preocupados por lo que pasó, pero ya sabían que no había sido él
—Ponganse de acuerdo— dijo Apolo
—No era él el que lo estaba haciendo— dijo Piper —estoy segura que vendrá lo que pasó
A Annabeth se le llenó el pecho de hidrógeno líquido. Se sentía como si fuera a estallar en un millón de pedazos helados. —Mientes —dijo—. Leo nunca…
—¡Yo estaba allí! —chilló Octavio—. ¡Lo he visto con mis propios ojos!
—Pero sí puede estar mintiendo— señaló Hefesto
—Leo acaba de decirlo— resopló Apolo
El Argo II devolvió el fuego. Los legionarios que había en el campo se dispersaron cuando una de sus catapultas se hizo astillas.
—¿Ves? Parece que no mintió— señaló Apolo
—¿Lo ves? —gritó Octavio—. ¡Romanos, matad a los invasores!
Annabeth gruñó de la frustración. No había tiempo para descubrir la verdad. Los enemigos eran cien veces más que la tripulación del Campamento Mestizo,
—Y creo que nos iría terriblemente mal— comentó Piper
—Sí, también suponía eso— comentó Annabeth
—Definitivamente— dijo Percy
—Creo que todos— dijo Piper
y aunque Octavio se las hubiera ingeniado para organizar una trampa (cosa que Annabeth creía probable), antes de que pudieran convencer a los romanos serían vencidos y eliminados.
—Definitivamente— dijo Artemisa
—No suena para nada bueno— dijo Connor
—No, nos gustaban las probabilidades— señaló Percy
—Tenemos que marcharnos —le dijo a Percy—. Ya.
Él asintió con la cabeza seriamente.
—Hazel, Frank, tenéis que tomar una decisión. ¿Venís con nosotros?
—Así es como se deciden las cosas— dijo Ares
—Pues sí— murmuró Frank
Hazel parecía aterrada, pero se puso su yelmo de la caballería.
—Pues claro. Pero no llegaréis al barco a menos que ganemos algo de tiempo.
—Tiene un punto— dijo Perséfone con una mueca
—Si algo puede salir mal, va a salir terriblemente mal— dijo Dionisio siendo realmente optimista
—Cállate Dionisio— dijeron Poseidón, Hades, Perséfone y Afrodita
—¿Cómo? —preguntó Annabeth.
Hazel silbó. Inmediatamente, un destello de color beis atravesó el foro como un rayo. Un majestuoso caballo apareció al lado de la fuente. El animal se empinó, relinchó y dispersó a la multitud.
—Por supuesto que sí— dijo Deméter
—Es una buena idea— dijo Poseidón
Hazel se subió a su grupa como si hubiera nacido para montar. Sujeta con correas a la silla de montar del caballo había una espada de la caballería romana.
Hazel desenvainó su hoja dorada.
Hades miró a su hija con cierta preocupación ¿Y si el caballo no llegaba a ser lo suficientemente rápido?
—Mandadme un mensaje de Iris cuando estéis a salvo, y nos reuniremos con vosotros —dijo—. ¡Corre, Arión!
El caballo pasó zumbando entre el gentío a una velocidad increíble, haciendo retroceder a los romanos y sembrando el pánico colectivo.
—Más pánico colectivo— murmuró Reyna
—Al menos ahora todo está resuelto— comentó Rachel
—La mayor parte— dijo Reyna
Rachel le dió una mirada confundida
Annabeth albergó un rayo de esperanza. Tal vez pudieran salir de allí con vida. Entonces, cuando estaba en mitad del foro, oyó a Jason chillando.
—¡Romanos! —gritó—. ¡Por favor!
—Realmente no creo que te vayan a hacer caso tampoco— dijo Perséfone
—Con todo el caos que hay probablemente no— dijo Apolo
Él y Piper estaban siendo acribillados con platos y piedras. Jason trató de proteger a Piper, pero un ladrillo le dio encima del ojo. Se desplomó, y la multitud se abalanzó sobre ellos.
—¡Atrás! —gritó Piper.
—¡Oye!— masculló Thalia
—Estaban enojados Thalia— dijo Jason —y tenían razón
Thalia frunció el ceño
Su poder de persuasión actuó sobre la multitud y les hizo vacilar, pero Annabeth sabía que el efecto no duraría. Percy y ella no podrían llegar a tiempo para ayudarles.
—Por eso, no me gustan las multitudes— murmuró Piper
—Te entiendo— dijo Annabeth
—Y vaya que sí— dijo Percy
—Depende de ti, Frank —dijo Percy—. ¿Puedes ayudarles?
Annabeth no entendía cómo Frank podría conseguirlo él solo, pero el chico tragó saliva con nerviosismo.
—Gracias— dijo Jason
—No hay de qué— dijo Frank
—Oh, dioses —murmuró—. Vale. Subid a las cuerdas.
Percy y Annabeth se lanzaron hacia la escalera de mano. Octavio seguía aferrándose a la parte inferior, pero Percy lo bajó de un tirón y lo lanzó contra la multitud.
Percy se encogió de hombros
Apolo resopló
—Iba a aterrizar en la multitud— murmuró Percy
Empezaron a subir mientras los legionarios armados entraban a raudales en el foro. Las flechas pasaban silbando muy cerca de la cabeza de Annabeth. Una explosión estuvo a punto de hacerla caer de la escalera de mano. A mitad de la ascensión, oyó un rugido abajo y miró.
—Esto definitivamente no debía salir así— dijo Deméter
—Por supuesto que no— dijo Zeus — es la razón de tenerlos separados
—Tuvimos que correr ese riesgo por un bien mayor— dijo Hera
—Tuviste que hacerlo solo para desafiar mis órdenes— masculló Zeus
Los romanos gritaron y se dispersaron cuando un dragón de tamaño natural embistió a través del foro: una bestia todavía más espeluznante que el dragón de bronce que hacía las veces de mascarón de proa del Argo II. Tenía la piel áspera y gris, como un dragón de Komodo, y unas alas de murciélago curtidas.
—Buena elección— dijo Ares
—Gracias— dijo Frank
—Eso en realidad suena genial— dijo Silena a Sammy
—Lo hace ¿Verdad?— dijo Sammy
—Cuando aprendas a cambiar intenta un dragón
—De acuerdo— dijo Sammy con una pequeña sonrisa
Flechas y rocas rebotaban en su pellejo sin causarle el más mínimo daño mientras se dirigía pesadamente hacia Piper y Jason, los cogía con las garras delanteras y los lanzaba al aire.
—La verdad, fue un poquito terrorífico— murmuró Piper —pero también fue genial
Frank sonrió
—¿Es…?
Annabeth no podía expresar su pensamiento con palabras.
—Frank —confirmó Percy, a escasa distancia por encima de ella—. Tiene unas cuantas aptitudes especiales.
—Que yo no tengo— dijo Percy
—¡Percy!— se quejó Frank
—Eso es quedarse corto —murmuró Annabeth—. ¡Sigue subiendo!
Sin el dragón y el caballo de Hazel que distrajeran a los arqueros, no habrían podido subir por la escalera.
—Que bueno que pudieron hacerlo— dijo Perséfone
—Ahora sí ya váyanse de ahí— dijo Poseidón
Finalmente, treparon por encima de una hilera de remos aéreos y subieron a la cubierta. El aparejo se había incendiado. El trinquete estaba roto hasta la mitad, y el barco se escoraba peligrosamente a estribor.
—Dioses —dijo Connor
Leo hizo una mueca
No había ni rastro del entrenador Hedge, pero Leo estaba en mitad del barco, recargando tranquilamente la ballesta.
—Explicate niño— masculló Zeus
—Tal vez es mejor que dejes que sigan leyendo— señaló Poseidón —ya escuchaste a los otros 6 tripulantes, él no lo hizo
A Annabeth se le revolvieron las entrañas del horror.
—¡Leo! —gritó—. ¿Qué haces?
—Destruirlos… —miró hacia Annabeth. Tenía los ojos vidriosos. Sus movimientos eran como los de un robot—. Destruirlos a todos.
—Definitivamente no es él— señaló Hefesto
—Entonces ¿Que sugieres que pasó?— bufó Zeus
—Nuestra enemiga, obviamente— dijo Hefesto
—Con la sensación de frío y todo eso podría ser algún espíritu— dijo Perséfone
—Un eidolon, supongo— dijo Hades
—¿Eso fue?— preguntó Calipso en voz baja
Leo asintió
Se volvió de nuevo hacia la ballesta, pero Percy lo placó. La cabeza de Leo cayó con fuerza contra la cubierta, y se le pusieron los ojos en blanco.
—Lo siento...— comenzó Percy
—Está bien— dijo Leo —hiciste lo que tenías que hacer, de otra manera podría haber sido peor
Esperanza hizo una mueca, Charles la miró y recordó, había estado tan centrado en Bianca, tan preocupado por ella que se había olvidado totalmente de Esperanza, quien también tenía derecho a saber lo que había pasado en el Campamento Mestizo ¿Cómo podía haberse olvidado de ella? Volteó a ver a su hermana, algo debió haber notado porque también puso una expresión un tanto culpable, tenían que decirle...
El dragón gris apareció surcando el cielo. Rodeó el barco una vez, aterrizó en la proa y depositó a Jason y a Piper, quienes se desplomaron.
—¡Vamos! —gritó Percy—. ¡Sácanos de aquí!
Annabeth comprendió asombrada que se dirigía a ella.
—Eh pues sí, si alguien podía manejar el barco eres tú— dijo Percy
—Eso es cierto— dijo Piper
—Bueno, supongo que gracias por confiar en eso— dijo Annabeth
Corrió al timón. Cometió el error de mirar por encima del pasamanos y vio a los legionarios armados cerrando filas en el foro y preparando flechas llameantes.
—Creo que sería mejor irse de una vez— comentó Hermes
—O no se van a ir— dijo Apolo
—Nah, me gusta más la idea de sí irnos— dijo Percy
—A todos— asintió Piper
Hazel espoleó a Arión, y salieron corriendo de la ciudad perseguidos por una turba. Más catapultas estaban siendo desplazadas para tenerlos a tiro. A lo largo de la línea del pomerio, las estatuas de Término emitían un brillo morado, como si estuvieran acumulando energía para algún tipo de ataque.
—Dioses— murmuró Bianca
—Obviamente que sí— dijo Travis
Annabeth miró los mandos. Maldijo a Leo por hacerlos tan complicados.
—Aun así los supiste utilizar— murmuró Leo
—Eso es cierto— dijo Piper
—Pues al menos había algo básico— dijo Annabeth
No había tiempo para maniobras difíciles, pero conocía una orden básica: arriba.
Agarró el mando de gases de aviación y tiró de él hacia atrás.
—Bueno, al menos— dijo Apolo
—Pero ya están en camino fuera del alcance de los romanos— dijo Perséfone
El barco crujió. La proa se inclinó hacia arriba y adoptó un ángulo espeluznante. Las amarras se partieron, y el Argo II salió disparado hacia las nubes.
—Fin del capítulo— anunció Charles
—Por fin— murmuró Annabeth
—¿A quién le paso el libro?— preguntó Charles
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