XIX

Annabeth

—Yo voy a leer— dijo Poseidón

Quirón le entregó el libro

Capítulo XIX, Annabeth— leyó Poseidón

No llegaron al barco.

—Lo suponíamos— dijo Thalia

—Era bastante bueno que llegaran al barco— asintió Miranda

—Definitivamente lo era— dijo Piper con una mueca

A mitad del muelle, tres águilas gigantes descendieron delante de ellas. Cada una de las aves depositó un comando romano compuesto por campistas vestidos con tejanos y camiseta morada y equipados con una reluciente armadura de oro, una espada y un escudo.

—Porque no nada más podían ser las águilas— comentó Travis

—Obviamente que no— dijo Thalia

—De nada nos hubiera servido sólo enviar las águilas— señaló Reyna

—Supongo que no— dijo Travis

Las águilas alzaron el vuelo, y el romano del centro, que era más flaco que los demás, levantó su visera.

¡Rendíos a Roma! —gritó Octavio.

—Otra vez él— dijo Miranda rodando los ojos

—Obviamente que iba a ser él, si nos atrapaba quedaba como el salvador de Roma— comentó Hazel

—Por supuesto que lo haría— dijo Reyna —y todos lo seguirían

—Bueno, podría ser algo bueno— comentó Apolo

Todos los chicos lo voltearon a ver cómo si estuviera loco

Hazel desenfundó su espada de la caballería y masculló:

Ni soñarlo, Octavio.

—Por supuesto que no— murmuró Hazel

—De ninguna manera— dijo Piper

Annabeth soltó un juramento entre dientes. Si el delgado augur hubiera estado solo, no le habría preocupado lo más mínimo, pero los otros dos chicos parecían guerreros curtidos:

—Eso es un problema— asintió Chris

—Suena como uno— dijo Connor

—Esperamos que puedan escapar— comentó Hermes

—Nosotros también lo esperábamos— dijo Piper

—Y vaya que sí— coincidió Annabeth

mucho más grandes y más fuertes de lo que Annabeth deseaba, sobre todo considerando que las únicas armas de las que Piper y ella disponían eran unas dagas.

—Pequeño detalle— dijo Piper

—Bueno, pero las dagas también son grandes armas— dijo Chris

—Sip, pero en ese momento no nos iban a ser de ayuda— dijo Piper

—No tenían el alcance suficiente— comentó Annabeth

Piper levantó las manos en un gesto apaciguador.

Octavio, lo que pasó en el campamento fue una trampa. Podemos explicarlo.

¡No te oigo! —gritó Octavio—. Tengo cera en los oídos.

—Obviamente no iba a ser tan fácil— masculló Afrodita

—Debían de tomar sus preguntas— dijo Perséfone —no iban a dejar que usaras tu encanto en ellos

—No de nuevo— asintió Reyna

Es el procedimiento habitual cuando se lucha contra sirenas malvadas.

—No soy una sirena malvada— masculló Piper

—Pero se aplica la misma técnica— comentó Reyna con un leve encogimiento de hombros

—Bueno, ahora ya lo sabemos— dijo Katie

Y ahora tirad las armas y daos la vuelta despacio para que pueda ataros las manos.

Dejad que lo atraviese —murmuró Hazel—. Por favor.

—Sonaba tentador, pero no podíamos— comentó Annabeth

—¿Por qué no?— preguntó Travis

—Porque eso iba a empeorar las cosas— dijo Annabeth

—Las cosas estuvieron bastante peor también— dijo Travis

El barco estaba a solo cincuenta metros de distancia, pero Annabeth no veía ninguna señal del entrenador Hedge en la cubierta. Probablemente estuviera abajo, viendo sus estúpidos programas de artes marciales.

—Suena como que es demasiado probable— dijo Leo

—Y fue la verdad —dijo Piper

—Es que una programa de esos obviamente no se puede interrumpir— señaló Leo

—Sería de mala educación— asintió Percy

El grupo de Jason no tenía previsto llegar hasta que se pusiera el sol, y Percy estaría bajo el agua, ajeno a la invasión. Si Annabeth pudiera subir a bordo, usaría las ballestas, pero no había forma de escapar de los romanos.

—Aún— señaló Hermes

—Bueno, eso da algo de animo— dijo Connor

—Lo que hace falta— asintió Apolo

Se le estaba acabando el tiempo. Las águilas daban vueltas en lo alto, chillando como si estuvieran avisando a sus hermanas: « ¡Eh, aquí hay unos sabrosos semidioses griegos!»

—No somos muy sabrosos— comentó Percy

—Bueno, yo sí— dijo Leo

—Bueno, pues entonces hablalo con Calipso, gracias— bromeó Piper

—¡Reina de belleza!— masculló Leo

—Dioses— murmuró Calipso

Esperanza hizo una mueca

Annabeth ya no veía el carro volador, pero dio por sentado que estaba cerca. Tenía que pensar algo antes de que llegaran más romanos.

—No es mucho tiempo— dijo Hermes

—Pero es mejor que nada— dijo Deméter

—Y ojalá puedan encontrar una solución— asintió Perséfone

—Nosotras esperabamos lo mismo— comentó Hazel

Necesitaba ay uda, alguna señal de socorro dirigida al entrenador Hedge o, mejor aún, a Percy.

—Estuvo genial tu señal— comentó Piper

—Muchas gracias— dijo Annabeth con una sonrisa

—La verdad fue bastante increíble— dijo Hazel

—Sútil y discreta— asintió Piper

¿Y bien? —preguntó Octavio.

Sus dos amigos blandieron sus espadas.

Muy despacio, empleando solo dos dedos, Annabeth desenvainó su daga. En lugar de soltarla, la lanzó al agua todo lo lejos que pudo.

—Eso suena como una increíble señal— dijo Miranda

—Bueno, ojalá funcione— dijo Deméter

—No dudo que funcione— suspiró Afrodita

—Tampoco yo— dijo Poseidón

Octavio emitió un sonido estridente.

¿A qué ha venido eso? ¡No he dicho que lances! ¡Podría haber servido de prueba! ¡O de botín de guerra!

—O un botín de guerra— dijo Percy rodando los ojos

—Como si eso fuera a pasar— dijo Annabeth, después hizo una mueca, su daga no había sido botín de guerra, pero aun así la había perdido

Annabeth intentó esbozar una sonrisa de rubia boba, en plan: « Oh, qué tonta soy » . No habría engañado a nadie que la conociera, pero Octavio pareció tragárselo. Resopló exasperado.

—Qué idiota— comentó Thalia

—Contaba con que lo fuera— dijo Annabeth encogiéndose de hombros

—La verdad fue una expresión bastante extraña en ti— dijo Piper

—Pero se lo creyó— comentó Hazel —fue lo importante

—Como el romano idiota que es— murmuró Atenea

Vosotras dos… —señaló con la hoja de su arma a Hazel y a Piper—. Dejad las armas en el muelle. Nada de tejemane…

—Uy, qué lástima— dijo Connor

—Bueno, nosotros no hicimos nada— comentó Piper

—Así es, no las puede culpar— asintió Thalia

Alrededor de los romanos, el puerto de Charleston hizo erupción como una fuente de Las Vegas en plena exhibición.

—Entrada dramática, me gusta— asintió Apolo

—Le quedan muy bien las entradas dramáticas— dijo Afrodita con un suspiro

—Gracias— murmuró Percy

—Sabíamos que esa señal no podía fallar— dijo Miranda

—Así se hace, hermano mayor— aplaudió Tyson

Percy le sonrió

Cuando el muro de agua marina descendió, los tres romanos estaban en la bahía, escupiendo e intentando desesperadamente mantenerse a flote con la armadura. Percy estaba de pie en el muelle, sosteniendo la daga de Annabeth.

—Lo usual— dijo Katie

—Porque es de buena educación regresar la daga a quién se le cae— asintió Travis

—Todos lo sabemos— dijo Percy riendo

—Está como en un código o algo así— dijo Leo

—Es de las primeras reglas— coincidió Percy

Se te ha caído esto —dijo, totalmente impasible.

Annabeth lo abrazó.

¡Te quiero!

—Awwww que bonitos— dijo Travis

—Yo también te quiero— dijo Percy

—Son realmente bellísimos— suspiró Afrodita

Percy y Annabeth se sonrieron

Chicos —la interrumpió Hazel. Tenía una pequeña sonrisa en el rostro—. Tenemos que darnos prisa.

—Más abrazos luego— dijo Apolo

—Es más, hasta los cubrimos para que se puedan volver a ir a los establos— bromeó Leo

—¡Leo!— chillaron Percy y Annabeth

—Oigan, está ofreciendo cubrirlos— dijo Piper

—Okay, pero que no venga en los libros— añadió Zoé

—¡Zoé!— se quejó su hermano

—Son muy amables todos ustedes, pero hay que seguir leyendo— dijo Percy sonrojado con una mirada suplicante a su padre

En el agua, Octavio chilló:

¡Sacadme de aquí! ¡Os mataré!

Es tentador —dijo Percy.

—Pero no podía aceptar la oferta— dijo Percy

—Te viste en la necesidad de declinarla— asintió Thalia

—Lamentablemente sí— dijo Percy —no veía como que todo el atractivo de la oferta

—Es comprensible— coincidió Thalia

¡¿Qué?! —gritó Octavio.

Estaba agarrado a uno de sus guardias, a quien le costaba mantenerlos a los dos a flote.

¡Nada! —gritó Percy —. Vamos, chicas.

—Pobres de los guardias— dijo Connor

—Pues sí— dijo Percy

—Bueno, al parecer los romanos no son grandes nadadores— dijo Travis

—Si nos basamos en el hecho de que no respetan mucho a Neptuno, yo creo que no— comentó Katie

Poseidón hizo una mueca

Hazel frunció el entrecejo.

No podemos dejar que se ahoguen, ¿no?

—¿Por qué no?— preguntó Miranda

—Qué violentos vienen hoy— señaló Apolo

—Nada más es una pregunta por curiosidad— comentó Miranda —y porque la verdad no es como que nos cayera muy bien

—Todos nos damos cuenta, menos Apolo— asintió Hermes

Apolo resopló

No se ahogarán —le prometió Percy —. Tengo el agua circulando alrededor de sus pies. En cuanto estemos fuera de su alcance, los echaré a tierra.

—Eso suena muy bien— dijo Poseidón

—Ganan tiempo, espero que sea suficiente— dijo Grover

—No tanto como quisiéramos, pero era mejor que nada— comentó Percy

Piper sonrió.

Estupendo.

Subieron a bordo del Argo II, y Annabeth corrió al timón. —Piper, ve abajo. Utiliza el fregadero de la cocina para enviar un mensaje de Iris. ¡Avisa a Jason para que vuelvan!

—Lo antes posible— asintió Bianca

—Y ahí creo que ya no les va a quedar tanto tiempo— dijo Perséfone

—Pero nos gusta la adrenalina— dijo Leo

—Lo peor es que es cierto— comentó Hefesto negando con la cabeza

Piper asintió y corrió abajo.

Hazel, ve a buscar al entrenador Hedge y dile que suba sus peludos cuartos traseros a cubierta.

Enseguida.

—¿Cómo es que todavía no estaba ahí?— preguntó Miranda

—Estaba muy interesante su programa— dijo Piper

—Hay prioridades en esta vida— argumentó Travis

—Por supuesto que las hay— dijo Percy

Y Percy, tú y yo debemos llevar este barco al fuerte Sumter.

Percy asintió y se fue corriendo al mástil. Annabeth se colocó al timón. Sus manos se movieron a toda velocidad sobre los mandos. Tendría que confiar en que disponía de los conocimientos para manejarlos.

—Es muy intuitivo el manejo— comentó Leo

—Super intuitivo— dijo Piper con sarcasmo

—Claro— dijo Percy — el barco más fácil de manejar de todo el mundo

—Con los ojos cerrados se puede manejar— asintió Jason

—No lo recomiendo, pero sí se puede— argumentó Leo

Annabeth había visto a Percy controlar barcos de tamaño natural únicamente con la fuerza de su voluntad. Esa vez no la decepcionó. Las cuerdas salieron volando por su cuenta, soltaron las amarraderas y levantaron el ancla.

—Genial— dijo Connor

—Cómo les decía, super intuitivo— dijo Leo

—Bueno, pero porque Percy puede controlar los barcos— señaló Hazel

—De acuerdo, pero definitivamente eran geniales sus controles— dijo Leo

Las velas se desplegaron y recibieron el viento. Mientras tanto, Annabeth encendió el motor. Los remos se extendieron, emitiendo un sonido parecido al del fuego de una ametralladora, y el Argo II se desvió del muelle con rumbo a la isla situada a lo lejos.

—Bueno, pero todavía falta que lleguen los demás— comentó Chris

—Y el mapa de Annabeth— señaló Zoë

—Lo de siempre— dijo Katie

—Y lo peor es que se tienen que dar prisa porque los romanos podrían tomar el barco— dijo Hermes

—Nos encantan las mini misiones contrarreloj— dijo Leo

—Claro, son realmente increíbles— asintió Percy

—Lo mejor del mundo— dijo Piper

Las tres águilas seguían dando vueltas en lo alto, pero ninguna de ellas hacía el más mínimo intento por posarse en el barco, probablemente porque Festo, el mascarón de proa, escupía fuego cada vez que se acercaban.

—Yo creo que eso las disuadia— asintió Rachel

—Me suena lógico— dijo Miranda

—Si yo fuera un águila y me lanzaran fuego tampoco me acercaría— dijo Travis

—No creo que las águilas quieran ser pollito asado— comentó Leo

—Como que ese no es el objetivo de ningún águila— dijo Piper

Había unas cuantas águilas más volando en formación hacia el fuerte Sumter; como mínimo, una docena. Si cada una transportaba a un semidiós romano, eran muchos enemigos.

—Y vaya que sí— dijo Katie

—Y si toman el barco adiós a la misión y nos van a destruir a todos— dijo Hermes

—Eso lo resumió perfectamente bien— murmuró Perséfone

—Y no precisamente con ánimo— comentó Percy

—Definitivamente no— dijo Frank

El entrenador Hedge subió con estruendo la escalera seguido de Hazel.

¿Dónde están? —preguntó—. ¿A quién mato?

¡Nada de matar! —ordenó Annabeth—. ¡Limítese a defender el barco!

—No quieren más problemas— comentó Apolo

—¿Se podían tener más problemas?— preguntó Leo con genuina curiosidad

—Con ustedes siempre se pueden tener más problemas— dijo Hermes

—Bueno, gracias— dijo Leo

¡Pero me han interrumpido cuando estaba viendo una película de Chuck Norris!

—Y eso es una tragedia— señaló Percy

—Obviamente, a nadie le gusta que lo interrumpan mientras ve una película— dijo Miranda

—Hay que ser conscientes de que los demás están viendo películas— asintió Rachel

—Claro, hay que ser respetuosos con las películas de los demás— dijo Leo

Piper subió a la cubierta.

He conseguido enviar un mensaje a Jason. Un poco confuso, pero ya viene para aquí. Debería llegar… ¡Oh! ¡Allí!

—Poquito confuso— dijo Jason con una sonrisa de lado

—Pero era entendible— asintió Piper

—Bueno, no mucho, pero con todo el ajetreo no necesitamos más— dijo Leo

—Lo importante es que regresaron— dijo Thalia

Remontando el vuelo sobre la ciudad en dirección a ellos, había un águila de cabeza blanca gigante, distinta de las aves romanas doradas.

¡Frank! —dijo Hazel.

—Qué bueno que es diferente a las romanas— dijo Chris

—Habría sido malo que Festo le escupiera fuego— comentó Travis

—La verdad es que sí habría sido pésimo— dijo Leo —pero Festo sabe distinguir

—Excelente servicio de dragón—dijo Katie

Leo iba agarrado a las patas del águila, e incluso desde el barco, Annabeth lo oía gritar y soltar juramentos.

Los chicos soltaron una carcajada

—Y por eso no debes enviar la ropa de tu compañero como cebo— señaló Calipso

—Exacto, no sabes cuando lo vas a necesitar como transporte— bromeó Connor

—Bueno, gracias— murmuró Frank

—Dieron el consejo muy tarde— dijo Leo encogiéndose de hombros

—Entonces que el consejo sea para Esperanza— dijo Connor —por cualquier cosa

—No prometo nada— dijo Esperanza

Detrás de ellos volaba Jason, montado en el viento.

Nunca había visto volar a Jason —masculló Percy —. Parece un Superman rubio.

Jason frunció el ceño

—Porque están en peligro y obviamente eso es lo que se piensa— comentó Thalia

—Pero sí parece un Superman rubio— señaló Leo

—Por supuesto que no— dijo Jason

—Por supuesto que sí— asintió Piper con una sonrisa

¡No es momento para eso! —lo regañó Piper—. ¡Mira, están en apuros!

Efectivamente, el carro volador romano había descendido de una nube y se lanzó en picado derecho hacia ellos.

—Eso ni siquiera fue lo peor— resopló Jason

—No me gustó como terminó el viaje en el águila Frank— se quejó Leo

—Estoy de acuerdo contigo— asintió Frank

Jason y Frank se apartaron y se detuvieron para evitar ser pisoteados por los pegasos. Los aurigas dispararon sus arcos. Las flechas pasaron silbando por debajo de los pies de Leo, lo que le arrancó más gritos y juramentos.

—Una experiencia de cero estrellas, realmente— dijo Leo

—Pero las flechas le añadieron un aire de adrenalina— dijo Travis

—Ya era bastante adrenalina viajar de esa manera— comentó Leo

—No la suficiente al parecer— señaló Percy

Jason y Frank se vieron obligados a dejar atrás el Argo II y volar hacia el fuerte Sumter.

¡Yo les daré! —chilló el entrenador Hedge.

—¡No!— mascullaron varios de los chicos

—Pero traten de convencerlo de que no lo haga— comentó Percy

—Esa va a ser una mala decisión— dijo Apolo

—Definitivamente sí— dijo Artemisa —están demasiado cerca unos de otros

Giró la ballesta de babor y, antes de que Annabeth pudiera gritar « ¡No sea tonto!» , Hedge disparó. Una lanza en llamas salió como un cohete hacia el carro. El proyectil estalló sobre las cabezas de los pegasos y entre los caballos cundió el pánico.

—Y seguramente no nada más les dió a ellos— dijo Katie

—Habría sido genial que nada más hubiera ocurrido eso— dijo Leo —pero no pasó

—Nunca pasa lo que queremos— señaló Percy

Lamentablemente, la lanza también chamuscó las alas de Frank y lo lanzó dando vueltas sin control. Leo se le resbaló de las patas. El carro salió disparado hacia el fuerte Sumter y se estrelló contra Jason.

—Dioses— murmuró Connor

—Es un alivio que estén ahora aquí— comentó Katie

—Gracias, a nosotros nos agrada— asintió Jason

—A nosotros más— comentó Esperanza haciendo que varios se rieran

—Supongo que tiene razón— dijo Rachel

—Creo que sí— dijo Leo

Annabeth contempló horrorizada como Jason —visiblemente confundido y dolorido— se lanzaba a por Leo, lo atrapaba y luchaba por ganar altitud. Solo consiguió retrasar la caída.

—Pero retrasar la caída era mejor que nada— dijo Apolo

—Pues yo hubiera preferido ni siquiera tener que caerme—dijo Leo

—La verdad, habría estado mejor no vivir esa caída— coincidió Jason

—Lo bueno es que lo lograste atrapar— comentó Bianca

—Hubieras dicho "llamas a mí" a ver si funcionaba— señaló Percy

—Demonios, no se me ocurrió— se quejó Leo

Los dos desaparecieron detrás de las murallas del fuerte. Frank se desplomó detrás de ellos. A continuación, el carro cayó en algún lugar en el interior del fuerte con un demoledor ¡CRAC! Una rueda partida salió dando vueltas por los aires.

—Todo perfectamente controlado— dijo Thalia con sarcasmo

—Como siempre— asintió Percy

—Lo peor es que ni siquiera fueron los romanos lo que hicieron eso— señaló Bianca

—Imagínate cómo nos sentimos nosotros— dijo Leo con fingida tristeza

—Fue duro— dijo Jason

¡Entrenador! —gritó Piper.

¿Qué? —preguntó Hedge—. ¡Solo ha sido un disparo de advertencia!

—No, pues muchas gracias— dijo Leo

—Solo puedo pensar en cómo habría sido si no fuera de advertencia— comentó Miranda

—Hubiera habido más gritos y más maldiciones— asintió Leo

—Muchísimas más— dijo Jason

Annabeth aceleró. El casco vibró a medida que cogían velocidad. Los muelles de la isla estaba solo cien metros de distancia, pero había más águilas planeando en lo alto, cada una con un semidiós romano entre sus garras.

—Esto probablemente se ponga peor— comentó Hermes

—Como siempre— suspiró Poseidón

—Es que definitivamente sí faltaba más adrenalina— señaló Travis

Los miembros de la tripulación del Argo II debían de ser como mínimo tres veces menos que sus enemigos.

Percy, vamos a entrar por las bravas —dijo Annabeth—.

—Mi especialidad— bromeó Percy

—Lo sabemos— asintió Thalia

—Ya no nos sorprende— dijo Apolo

—Gracias— dijo Percy

Necesito que controles el agua para que no nos estrellemos contra los muelles. Una vez que estemos allí, tendrás que frenar a los atacantes. El resto de vosotros, ayudadle a vigilar el barco.

Pero… ¡Jason! —dijo Piper.

—Y Frank y Leo— dijo Leo

—Ah sí, pero o sea, ustedes no son Jason— comentó Miranda

—Al menos disimula que te preocupas— bromeó Thalia negando con la cabeza

—Sí me preocupo— dijo Piper

—Pero por Jason nada más— dijo Percy riendo y chocó los cinco con Thalia

¡Frank y Leo! —añadió Hazel.

—Gracias— dijo Frank

—Que amable eres— dijo Leo

—Bueno, alguien los mencionó— señaló Connor

Los encontraré —prometió Annabeth—. Tengo que averiguar dónde está el mapa. Y estoy segura de que soy la única que puede hacerlo.

—Definitivamente tienes razón— dijo Artemisa

—Justo cuando no quieres tener razón— señaló Thalia

—De hecho no quería tener razón en muchas cosas— comentó Annabeth

El fuerte está plagado de romanos —advirtió Percy —. Tendrás que abrirte paso a la fuerza, localizar a nuestros amigos (suponiendo que estén bien), encontrar el mapa y traer a todo el mundo con vida.

—Lo de siempre— dijo Thalia

—Lo que se hace todos los días después del té— comentó Katie

—Y después de un amigable paseo— asintió Connor

—Claro, es lo que cualquiera haría— dijo Thalia

¿Y todo eso sola?

Nada del otro jueves —Annabeth le dio un beso—. ¡Hagas lo que hagas, no les dejes ocupar el barco!

—Por supuesto que no— dijo Percy

—Ya sé que no— dijo Annabeth sonriéndole

—Porque si lo toman, todos estamos acabados— comentó Travis

—Pero sin presiones— dijo Percy

—Ni una sola— dijo Piper

XX

Annabeth

La nueva guerra civil había empezado.

—Y todo esto por tu culpa— masculló Zeus a Hera

Hera frunció el ceño

—Nos podemos dar cuenta— señaló Perséfone

—Pero me agrada que ahorita no estén peleando— dijo Apolo

—Porque somos personas adultas y responsables— asintió Connor

—Muy responsables— coincidió Percy

—Y muy maduros también— dijo Leo

—Y nosotros vamos a fingir que les creemos— comentó Hermes

Leo había conseguido salir ileso de la caída. Annabeth lo vio escondiéndose de pórtico en pórtico, lanzando fuego a las águilas gigantes que se abatían sobre él.

—Es una buena noticia después de una caída así— dijo Will y mirando a Jason, agregó —por favor dime que no te volviste a golpear en la cabeza

—No lo hice— dijo Jason —la peor parte de la caída se la llevó Leo

—Pero como Leo es genial no le pasó absolutamente nada— señaló Leo —además de que obviamente no me iba dejar atrapar por las águilas

Los semidioses romanos intentaban perseguirlo, tropezando con montones de balas de cañón y esquivando turistas, que chillaban y corrían dando vueltas.

—Que bueno que había turistas— comentó Sally

—Era como esas películas de super héroes— señaló Connor

—Éramos como los cuatro fantásticos— asintió Leo

—Pero éramos siete— dijo Piper

—Sip, pero nada más cuatro estábamos en tierra— argumentó Leo

Los guías turísticos no paraban de gritar: « ¡Solo es una recreación!» , aunque no parecían muy seguros. La Niebla solo podía hacer eso para alterar lo que los mortales veían.

—Supongo que fue todo un espectáculo— dijo Rachel

—Ya sabes, lo típico— asintió Percy

—Con que ningún turista sea atravesado con una espada— comentó Rachel

—No llevábamos espadas— dijo Leo

—Jason sí— dijo Rachel

—Pero no iba a travesar a nadie— dijo Jason

En medio del patio, un elefante adulto —¿podía ser Frank?— corría desbocado alrededor de las astas de bandera y dispersaba a los guerreros romanos.

—Yo creo que sí es Frank, los elefantes usualmente no atacan solo porque sí— comentó Artemisa

—Además nada más está atacando a los romanos— señaló Perséfone

—Y no creo que los elefante mortales hagan eso— dijo Katie

—A veces sí— dijo Hazel —Aníbal al menos lo hace

Jason permanecía a unos cincuenta metros, luchando con la espada contra un robusto centurión que tenía los labios manchados de rojo cereza, como si fuera sangre. ¿Un aspirante a vampiro, o tal vez un adicto a un refresco?

—Le han dicho lo del vampiro— suspiró Reyna

—Al menos no es una bebida alcohólica— dijo Deméter

—Una lástima— suspiró Dionisio

Deméter resopló

Mientras Annabeth observaba, Jason gritó:

¡Lo siento, Dakota!

Saltó por encima de la cabeza del centurión como un acróbata y golpeó al romano en la coronilla con la empuñadura de su gladius. Dakota se desplomó.

Dionisio miró a Jason con cierta irritación

—El me cayó bien en el libro anterior, así que pobre de él— comentó Katie

—Lo sé, también me cae bien, pero no podía dejar que se atravesara— dijo Jason

—Eso es cierto— dijo Percy

¡Jason! —gritó Annabeth.

Él escudriñó el campo de batalla hasta que la vio. Annabeth señaló adonde estaba atracado el Argo II.

¡Sube a los demás a bordo! ¡Retiraos!

—Bueno, ese es un buen paso en el camino de la confianza—señaló Apolo

—Por supuesto que sí— dijo Thalia con una sonrisa — confiaste en que el iba a decidir hacerte caso

Annabeth y Jason intercambiaron una pequeña sonrisa

¡¿Y tú?! —gritó él.

¡No me esperéis!

Annabeth se fue corriendo antes de que él pudiera protestar.

—Ni siquiera te dio oportunidad de abrir la boca— señaló Thalia

—Nop— dijo Jason —y tenía una buena réplica

—Por eso no me podía quedar— comentó Annabeth

Le costó abrirse paso a través de las multitudes de turistas. ¿Por qué quería ver tanta gente el fuerte Sumter un sofocante día de verano? Sin embargo, Annabeth no tardó en darse cuenta de que el gentío les había salvado la vida.

—Definitivamente— dijo Jason

—Les agradecemos a todos esos turistas— asintió Leo —esperamos que no hayamos arruinado sus vacaciones

—Van a tener que contar durante las cenas familiares— señaló Travis

—A menos que vean a través de la Niebla porque nadie les va a creer— murmuró Rachel

—Tienes un punto— dijo Travis

Sin el caos de todos aquellos mortales aterrados, los romanos ya habrían rodeado a su exigua tripulación.

—Y eso no habría terminado bien— dijo Hermes

—Ojalá les pudiéramos mandar un agradecimiento o algo— dijo Leo

—Claro, unos caramelos y una nota que diga "gracias por salvarnos la vida"— asintió Percy —pero no tenemos suficiente dinero

—Eso sería un problema— admitió Leo

Annabeth se ocultó en una pequeña habitación que debía de haber formado parte de las estancias de la guarnición. Trató de estabilizar su respiración. Se imaginó lo que habría sido ser un soldado de la Unión en esa isla en 1861. Rodeado de enemigos.

—Bueno, no tienes que imaginarlo mucho— señaló Apolo

—Puedes vivir la experiencia completa— dijo Connor

Annabeth resopló

Con la comida y las provisiones mermadas, y sin recibir refuerzos. De repente, las paredes relucieron. El aire se calentó. Annabeth se preguntó si estaba teniendo alucinaciones. Estaba a punto de correr hacia la salida cuando la puerta se cerró de un portazo.

—Así empiezan las películas de terror— dijo Travis

—Y cuando menos te lo esperas sale algo que te va a aterrorizar— asintió Connor

—Y eso de que se cierre la puerta de esa manera, es un clásico— dijo Piper

—Genial, me encanta mi propia película de terror— masculló Annabeth

—Si ves una sombra no preguntes "¿Quién anda ahí?"— recomendó Travis

—¿No es mejor saber quién está ahí?— preguntó Annabeth —así no te toman por sorpresa

—Porque así no funciona— respondió Travis

En la argamasa que había entre las piedras, empezaron a formarse burbujas. Las burbujas explotaron, y miles de pequeñas arañas negras avanzaron en tropel.

—Y definitivamente sí es una película de terror— murmuró Zoé

—Y ahí está la cosa que iba a salir a aterrorizarte— comentó Connor

—Pues cumplió su objetivo— resopló Annabeth

Percy la tomó de la mano

—Por supuesto que ser sus hijos— bufó Atenea

Annabeth no podía moverse. Parecía que el corazón se le hubiera parado. Las arañas cubrieron las paredes, arrastrándose unas encima de las otras, extendiéndose a través del suelo y rodeándola poco a poco. Era imposible. No podía ser real.

—Porque obviamente no podían ser cosas como mariposas o algo así— masculló Annabeth

—Habría estado genial que fueran otro tipo de insecto— asintió Percy

—Percy, las arañas no son insectos— comentó Annabeth

—Entonces ¿Qué son?— preguntó Percy riendo porque Annabeth no podía dejar pasar la oportunidad de darle la lección, aunque se tratara de arañas

—Arácnidos— respondió Annabeth

—No lo sé, eso me suena como a trampa— dijo Percy encogiéndose de hombros

El terror la sumió en sus recuerdos. Tenía otra vez siete años, sola en su cuarto de Richmond, Virginia. Las arañas llegaron de noche. Se arrastraban en oleadas desde el armario y esperaban en las sombras.

Zoé se estremeció

—Aquí no hay arañas— dijo Charles suavemente tomándola de la mano suavemente

—Pero es que las odio con toda mi alma, con toda mi alma de doce años de antigüedad— murmuró Zoé

—Esos son muchos años de antigüedad— coincidió Charles —pero no te preocupes, no creo que aquí puedan entrar las arañas y siempre las voy a apartar de ti

—Lo sé, eres el mejor hermano mayor— dijo Zoé

—Soy el único que tienes

Ella llamó a gritos a su padre, pero él se había ido a trabajar. Siempre parecía estar trabajando.

Su madrastra acudió en lugar de él. « No me importa hacer de poli malo» , le había dicho en una ocasión al padre de Annabeth, cuando creía que Annabeth no la oía.

—Genial, aquí vamos otra vez— dijo Annabeth

—Pero yo creo que ya no tarda mucho en acabar el capítulo— dijo Percy

—Eso espero porque el anterior duró una eternidad— masculló Annabeth

« Solo es tu imaginación —dijo su madrastra sobre las arañas—. Estás asustando a tus hermanos pequeños» .

Zoé pensó en las veces que se había quedado en esa casa, sobre todo la primera vez y las arañas siempre llegaban, tal vez era la casa, al menos a ella sus padres le habían creído y con razón.

« Ellos no son mis hermanos» , replicó Annabeth, y la expresión de su madrastra se endureció.

Annabeth hizo una mueca, bueno, realmente había estado muy celosa de sus hermanos en esa época, al menos ahora ya era mejor la relación

—Hey— dijo Percy en voz baja —creo que a alguien también le dan miedo las arañas— y con la cabeza hizo un gesto hacía Zoé

Annabeth hizo una mueca —Bueno, al menos en el futuro sabremos que cualquier cosa no es solo su imaginación

Sus ojos eran casi tan espeluznantes como las arañas.

« Vete a dormir —insistió su madrastra—. Se acabaron los gritos» .

Las arañas volvieron tan pronto como su madrastra hubo salido de la habitación.

—Por supuesto que sí— masculló Atenea

—Malditos insectos inteligentes que saben cuándo ir— comentó Travis

—Tienes razón, pero no son insectos— señaló Percy con aire filosófico

—Eh bueno, entonces malditas cosas inteligentes que saben cuándo ir ¿Está mejor?— preguntó Travis

—Perfecto— asintió Percy

Annabeth intentó esconderse debajo de las mantas, pero fue inútil. Al final, se durmió de puro agotamiento. Se despertó por la mañana llena de picaduras, con telarañas sobre los ojos, la boca y la nariz.

—Qué horror— murmuró Katie

—Y que lo digas— suspiró Annabeth

Las picaduras desaparecieron antes de que estuviera vestida, de modo que no tuvo nada que enseñar a su madrastra, salvo telarañas, que a la mujer le parecieron una ingeniosa artimaña.

« Se acabó hablar de arañas —dijo su madrastra con firmeza—. Ya eres una niña grande» .

—No sabía que las fobias se iban con la edad— masculló Thalia

—Hasta donde sé, se necesita un poco más de trabajo que ser grande— comentó Miranda

—Definitivamente sí— coincidió Apolo

—Genial— masculló Annabeth

A la segunda noche, las arañas regresaron. Su madrastra siguió haciendo de poli malo. Annabeth tenía prohibido llamar a su padre y molestarlo con esa clase de tonterías. No, él no volvería a casa antes. A la tercera noche, Annabeth huyó de casa.

—Pero al menos ahora las cosas ya están mejor con tu familia— dijo Percy

—Sí, supongo que todos nos dimos cuenta de nuestros errores— comentó Annabeth

—Ahora has subido las expectativas de todas las chicas para que su papá ataque un ejército con una metralleta— dijo Percy con una pequeña sonrisa

Annabeth sonrió, si era sincera, extrañaba mucho a su papá

Más tarde, en el Campamento Mestizo, se enteró de que a todos los hijos de Atenea les daban miedo las arañas. Hacía mucho, Atenea había dado una dura lección a una tejedora mortal, Aracne, maldiciéndola por su orgullo y convirtiéndola en la primera araña. Desde entonces, las arañas habían detestado a los hijos de Atenea.

—Se lo merecía— masculló Atenea

Annabeth ya no estaba tan segura de eso, claro que había hecho muy mal en ser tan orgullosa y jactarse de una diosa, pero sus tapices eran realmente increíbles, sobre todo aquel de ella y Percy besándose en el fondo del lago

Sin embargo, eso no la ayudaba a lidiar con el miedo. En una ocasión había estado a punto de matar a Connor Stoll en el campamento por ponerle una tarántula en su litera.

—Y no es broma— dijo Luke —casi te mata

—Nada más un poquito— dijo Connor

—Si mal no recuerdo estuviste en la enfermería como por una semana— dijo Will

—Cinco días— señaló Connor

—¿Qué les he dicho de las bromas?— dijo Quirón negando con la cabeza

—Qué mientras no te atrapen puedes seguir haciéndolas— respondió Connor

—Pero te atraparon— señaló Luke

—Fue un simple error de cálculo— dijo Connor

Annabeth resopló

Años más tarde había sufrido un ataque de pánico en un parque acuático de Denver cuando Percy y ella habían sido atacados por unas arañas mecánicas.

—Sí, no estuvo divertido— dijo Percy

—Arañas mecánicas que no estaban diseñadas para semidioses— masculló Annabeth

—Es culpa del cobarde que los mandó ahí y no quiso ir pos sí mismo— comentó Hefesto

Ares le dio una mirada asesina

Y las últimas semanas Annabeth había soñado con arañas casi cada noche: arrastrándose por encima de ella, ahogándola, envolviéndola en telarañas. En ese momento, sentada en los barracones del fuerte Sumter, se encontraba rodeada. Sus pesadillas se habían hecho realidad.

—Pues parece que no todas— murmuró Annabeth

—Siempre se puede poner peor— dijo Thalia

—Y que lo digas— comentó Percy

Una voz soñolienta murmuró en su cabeza:

« Pronto, querida. Pronto conocerás a la tejedora» .

Varios de los chicos empezaron a hacer las conexiones y miraron a Annabeth con incredulidad

—Ustedes entendieron lo mismo que yo acerca de quién es la tejedora ¿Verdad?— preguntó Silena a sus amigos, todos a excepción de Bianca que se limitó a darle una mirada asesina, asintieron

—No creo que eso sea bueno— murmuró Zoé hundiéndose en su asiento

—Tampoco yo— dijo Charles con una mueca

¿Gaia? —murmuró Annabeth. Temía la respuesta, pero preguntó—: ¿Quién… quién es la tejedora?

Las arañas se alborotaron, apiñándose en la paredes y arremolinándose alrededor de los pies de Annabeth como un reluciente torbellino negro.

—Eso se está poniendo muy horrible— comentó Miranda

—Sí, fue bastante horrible— asintió Annabeth, aunque nada de eso se compraba con lo que pasó después de rescatar la estatua

—Definitivamente sí fue tu propia película de terror— dijo Thalia

—Creo que no soy muy fan de esas películas— dijo Annabeth

Solo la esperanza de que fuera una ilusión evitó que Annabeth se desmayara del miedo.

« Espero que sobrevivas, niña —dijo la voz de mujer—. Te preferiría a ti como sacrificio. Pero debemos dejar que la tejedora se vengue…»

Atenea masculló una maldición

—Te preferiría a ti como sacrificio— resopló Percy

—Vaya, que amable en dejarla que se vengue— dijo Thalia con sarcasmo

—Claro, es la mejor— bufó Percy

La voz de Gaia se apagó. En la pared del fondo, en el centro del remolino de arañas, apareció un brillante símbolo rojo: la figura de una lechuza, como la del dracma de plata, que miraba fijamente a Annabeth.

—Eso es algo bueno, creo— dijo Esperanza

—Todos lo esperamos— asintió Katie

—Creo que es necesario algo bueno después de ese espectáculo de terror— comentó Bianca

—Era bastante necesario— dijo Apolo

Entonces, como en sus pesadillas, la Marca de Atenea ardió a través de las paredes y quemó las arañas hasta que en la habitación no quedó nada más que el olor dulzón de las cenizas.

« Adelante —dijo una nueva voz: la madre de Annabeth—. Véngame. Sigue la Marca» .

—Bueno, eso de quemar a las arañas fue algo— dijo Poseidón

—Al menos quemaste las arañas después de que le quitaste su gorra de invisibilidad— comentó Apolo

—Es mejor que nada— asintió Poseidón

Atenea les dio una mirada asesina, como si ellos pudieran entender

El símbolo brillante de la lechuza desapareció. La puerta de la guarnición se abrió de golpe. Annabeth permaneció aturdida en mitad de la habitación, sin saber si había visto algo real o si solo había tenido una visión.

—No creo que eso haya sido una visión— dijo Apolo

—De cualquier manera siendo visión o no, fue horrible— dijo Annabeth

—Sí, que te hagan enfrentarte a lo que te da miedo así sin aviso, es bastante horrible— asintió Thalia

—Incluso hasta con que te avisen es bastante horrible— comentó Percy

Una explosión sacudió el edificio. Annabeth se acordó de que sus amigos estaban en peligro. Se había quedado allí demasiado tiempo. Se obligó a ponerse en movimiento. Salió dando traspiés, temblando todavía. El aire del mar la ayudó a despejar la mente.

—El mar siempre ayuda— asintió Poseidón

—Estoy de acuerdo— dijo Percy

—A mí me gusta mucho el mar— dijo Tyson

—El mar es muy genial, grandullón— comentó Percy

Miró a través del patio —más allá de los turistas invadidos por el pánico y de los semidioses que luchaban— hasta el borde de las almenas, donde un gran mortero apuntaba hacia el mar. Puede que fueran imaginaciones suyas, pero la vieja pieza de artillería parecía emitir un resplandor rojizo.

—Creo que podría ser ahí donde necesitas ir— dijo Apolo

—Wow ¿No serás tú el dios de las profecías?— preguntó Hermes

—Cállate— masculló Apolo

Annabeth corrió hacia allí. Un águila se lanzó en picado sobre ella, pero se agachó y siguió corriendo. Nada podía darle tanto miedo como aquellas arañas.

—Buen punto— dijo Rachel

—Después de eso hay pocas cosas peores— comentó Bianca

—Pero las hay— murmuró Annabeth

Los semidioses romanos habían formado filas y estaban avanzando hacia el Argo II, pero una tormenta en miniatura se había formado sobre sus cabezas. Aunque el cielo estaba despejado a su alrededor, tronaba y relampagueaba encima de los romanos.

—Y vaya tormenta— dijo Piper

—Una tormenta de esas típicas— dijo Leo

—Claro, la que te puedes encontrar en cualquier lugar— asintió Hazel

—Esa tormenta dio de qué hablar— bromeó Piper

La lluvia y el viento les hacían retroceder. Annabeth no se detuvo a pensar en ello. Llegó al mortero y posó la mano en la boca. En el tapón que bloqueaba la abertura, empezó a brillar la Marca de Atenea: el contorno rojo de una lechuza.

En el mortero —dijo—. Claro.

—No sería un lugar donde revisaría, pero supongo que tiene sentido— dijo Leo

—Sí, supuse lo mismo— dijo Annabeth

—Lo importante es que no encontraste— asintió Zoë

—Y sobre todo después de esa horrible película de terror— comentó Katie

Intentó quitar el tapón haciendo palanca con los dedos. No hubo suerte. Desenvainó la daga soltando un juramento. En cuanto el bronce celestial tocó el tapón, este encogió y se soltó. Annabeth lo extrajo e introdujo la mano en el cañón.

—Bueno, genial— dijo Chris

—Ya nada más tienes que salir de ahí sin ser atrapada— comentó Connor

—No puedes pasar por todo eso para al final ser atrapada— dijo Miranda

—Pero sin presiones— dijo Katie

Sus dedos tocaron algo frío, liso y metálico. Sacó un pequeño disco de bronce del tamaño de un platillo de té, con bonitas letras e ilustraciones grabadas. Decidió examinarlo más tarde. Lo guardó en la mochila y se volvió.

¿Tienes prisa? —preguntó Reyna.

Todos voltearon a ver a Reyna

—La verdad es que sí llevaba un poco de prisa— dijo Travis

—Ya sabes, porque los romanos están a punto de atraparlos— dijo Katie

—Lo que pasa todos los días— comentó Reyna

La pretora estaba a tres metros de distancia, ataviada con una armadura de combate completa, sosteniendo una jabalina dorada. Sus dos galgos metálicos gruñían a su lado.

—Eso no suena bien— dijo Perséfone

—Sí, no creo que vaya muy bien que digamos— comentó Hermes

—Pero nada más atacan si no dices la verdad ¿No?— preguntó Will

—Normalmente, pero esa no era una situación normal— dijo Reyna

—Genial— dijo Miranda

Annabeth escudriñó la zona. Estaban prácticamente solas. La mayor parte del combate se había desplazado hacia los muelles. Esperaba que todos sus amigos hubieran subido a bordo, pero tendrían que zarpar enseguida o se arriesgaban a ser invadidos. Annabeth tenía que darse prisa.

—Por favor y gracias— bromeó Piper

—Si no es mucha molestia— dijo Leo —antes de que la tormenta se acabe

—Sí, lo siento por no apresurarme— dijo Annabeth rodando los ojos

—Nada más ten cuidado para la próxima— comentó Piper

—Claro— murmuró Annabeth

Reyna, lo que pasó en el Campamento Júpiter fue obra de Gaia —dijo—. Los eidolon, unos espíritus…

Resérvate las explicaciones para el juicio —dijo Reyna.

Atenea resopló

—Vaya, pero ¿No era mejor que te explicara?— preguntó Katie

—De cualquier manera no cambiaba nada por cómo estaban las cosas en el Campamento— dijo Reyna

—Cambia el hecho de que no los traicionaron— dijo Katie

—Pero no teníamos ninguna prueba, más que nuestra palabra y eso la verdad no valía de mucho— señaló Jason

Los perros gruñeron y avanzaron muy lentamente. Esa vez parecía que les diera igual que Annabeth estuviera diciendo la verdad. Trató de pensar en un plan de escape. Dudaba que pudiera vencer a Reyna en un combate entre las dos. Con aquellos perros metálicos, lo tenía crudo.

—Aunque estaría interesante— comentó Miranda

Reyna y Annabeth la voltearon a ver

—Bueno, si no quieren no— dijo Miranda

—Definitivamente no— dijo Annabeth

—También paso— asintió Reyna

Si dejas que Gaia separe nuestros campamentos —dijo Annabeth—, los gigantes habrán ganado. Destruirán a los romanos, a los griegos, a los dioses y el mundo de los mortales entero.

¿Crees que no lo sé? —la voz de Reyna era dura como el acero—.

—A nadie le conviene esa pelea— dijo Deméter

—Sí bueno, pero los romanos nunca han perdonado una traición— dijo Ares —siempre han sido unos buenos guerreros

—Sí claro— bufó Atenea

¿Qué alternativa me has dejado? Octavio huele la sangre. Ha provocado el frenesí en la legión, y no puedo detenerlo.

—¿Qué decías de tu legado?— masculló Artemisa —prácticamente nos está condenando a todos si sigue de esa manera, la misión de los siete debe de tener éxito

—¿No puede caber la explicación de quizás está confundido?— preguntó Apolo

—Por favor— resopló Artemisa —está incluso yendo en contra del Oráculo, por algo está la profecía

—Con Hera y ese mocoso esto no va a terminar bien— bufó Zeus

—Querido, pero puedes verlos conviviendo de manera pacífica— señaló Hera

—¿Por cuánto tiempo?— resopló Zeus, pero nadie contestó porque Poseidón siguió la lectura

Entrégate. Te llevaré a la Nueva Roma para que seas juzgada. No será justo. Serás ejecutada de forma dolorosa.

—Suena increíble, pero mejor no— dijo Connor

—¿A eso se le llama justicia?— bufó Atenea dándole una mirada asesina a Reyna

—Eso ya pasó— dijo Annabeth a su madre

Pero puede que sirva para impedir que se desate más violencia. Octavio no quedará satisfecho, está claro, pero creo que podré convencer a los demás para que se retiren.

¡No fui yo!

—Le faltó el "llevense a Leo"— bromeó Travis

Leo se sonrojó

—No, es molesto, pero lo necesitábamos— dijo Annabeth

—wow, gracias— dijo Leo

¡Eso da igual! —le espetó Reyna—. Alguien tiene que pagar por lo que ha ocurrido. Que seas tú. Es la mejor opción.

—¿Por qué?— preguntó Rachel

—Porque es la líder de la misión y más de uno en el Campamento se pudo dar cuenta— señaló Reyna —con ella quedarían conformes, costaría trabajo, pero se controlaría

—Lo siento, pero suena bastante horrible— dijo Katie

—Lo sé, pero los romanos no solemos dejar pasar ninguna falta— dijo Reyna

—Ah— murmuró Rachel

A Annabeth se le puso la carne de gallina.

¿Mejor que qué otra opción?

Utiliza esa sabiduría tuya —dijo Reyna—. Si hoy escapas, no te seguiremos. Ya te lo dije: solo un loco cruzaría el mar hasta las tierras antiguas.

—Bueno…— murmuró Leo

—Nos dijo locos— señaló Percy

—Pero sí lo somos— comentó Leo

—Tú lo eres— dijo Piper

Si Octavio no puede tomarse la revancha con vuestro barco, se centrará en el Campamento Mestizo. La legión marchará sobre vuestro territorio. Lo arrasaremos y lo reduciremos a cenizas.

—Por favor— masculló Clarisse rodando los ojos

—En todas las guerras civiles que ha habido no hay un solo "ganador", a veces uno vence y a veces los otros vencen— señaló Dionisio

« Mata a los romanos —oyó a su madre incitándola—. Jamás podrán ser tus aliados» .

Annabeth tenía ganas de llorar. El Campamento Mestizo era el único hogar de verdad que había conocido y en un intento por hacerse amiga de Reyna, le había revelado su ubicación exacta.

—Nos dimos cuenta— asintió Connor

—Pero la señorita pretora no tenía por que dársela al idiota de Octivian— masculló Clarisse

Reyna resopló —¿Y qué esperabas qué hiciera? Les abrimos las puertas del Campamento y nos traicionaron, por supuesto que la venganza no se iba a quedar de lado

—¿Así que esperan sacrificar a todo un campamento como si nos fuéramos a dejar solo porque hirieron su orgullo?— bufó Clarisse

Los ojos de Reyna brillaron con ira —Traicionaron nuestra confianza, piensalo dándole a Octavian la dirección no podía hacer nada para adueñarse del Campamento y hacer las cosas peores

—No te veo que estes muy en contr…

—Como dije— interrumpió Connor —somos unas personas maduras y responsables que no pelean

—Además eso ya pasó— señaló Rachel —ambas partes aprendimos de los errores

—Cállate— bufó Clarisse

—¡Oye!— masculló Reyna

—Te lo dije— bufó Zeus

Reyna y Clarisse dejaron de mirarse mal la una a la otra y voltearon a ver al dios, ambas dejaron de dar sus "argumentos", no le iban a dar ese gusto al dios y los demás chicos también intercambiaron miradas

—Vaya— murmuró Silena

No podía dejarlo a merced de los romanos y recorrer medio mundo. Pero su misión,

—Tenías que ir a la misión— señaló Miranda

—Por supuesto que sí, también podemos defendernos— asintió Chris

—No estamos indefensos, no te preocupes— dijo Will

—Lo sé, chicos— dijo Annabeth

y todo lo que había sufrido para recuperar a Percy …, si no iba a las tierras antiguas, no serviría de nada. Además, la Marca de Atenea no tenía que conducir a la venganza.

—Es cierto— dijo Hestia

Atenea resopló —Ya lo veremos

—Creo que lo estamos viendo— señaló Poseidón

« Si pudiera encontrar la ruta —había dicho su madre—, el camino a casa…»

« ¿Para qué usarás tu premio? —había preguntado Afrodita—. ¿Para la guerra o para la paz?»

Había una respuesta. La Marca de Atenea podía llevarla hasta ella… si sobrevivía.

—Era la mejor opción— dijo Zoë

—La única opción realmente viable— dijo Thalia

—Y vaya que sí— comentó Will

Me voy —le dijo a Reyna—. Voy a seguir la Marca de Atenea hasta Roma.

La pretora sacudió la cabeza.

No tienes ni idea de lo que te espera.

Annabeth hizo una mueca

—Pero de cualquier manera por cómo estaban las cosas, cualquier decisión habría podido terminar mal— señaló Zoë

Sí que la tengo —dijo Annabeth—. El rencor que hay entre nuestros campamentos… puedo ponerle fin.

Nuestro rencor tiene miles de años de antigüedad. ¿Cómo puede ponerle fin una persona?

—No fui yo sola— comentó Annabeth

Reyna le dio una pequeña sonrisa

Annabeth deseó poder ofrecerle una respuesta convincente, mostrarle a Reyna un diagrama tridimensional o un brillante esquema, pero no podía.

—Pero cuando quieras Annabeth te puede enseñar un diagrama tridimensional— asintió Leo

—Podemos encontrar uno— asintió Annabeth

—Gracias— dijo Reyna —pero no el de las esposas chinas

—Definitivamente no— dijo Annabeth

Simplemente sabía que tenía que intentarlo. Recordó la expresión de confusión del rostro de su madre: « Debo regresar a casa» .

La misión tiene que tener éxito —dijo—.

—Por supuesto que sí— dijo Apolo

—Pues tu legado idiota no está ayudando mucho— señaló Artemisa

—A lo mejor después lo hace— dijo Apolo —y no les digas idiotas a mis legados

—Ah no, no nos dijo a todos, fue contra él, hay niveles, gracias— comentó Bianca

Varios de los chicos soltaron una risita

Puedes intentar detenerme, en cuyo caso tendremos que luchar a muerte. O puedes dejarme marchar, y yo intentaré salvar nuestros dos campamentos. Y si tienes que marchar sobre el Campamento Mestizo, por lo menos intenta aplazar la marcha. Retrasa a Octavio.

Todos se voltearon a ver a Reyna con la esperanza de que ya nadie dijera nada

Reyna entornó los ojos.

De una hija de una diosa de la guerra a otra, respeto tu audacia. Pero si te marchas ahora, condenarás a tu campamento a la destrucción.

No subestimes el Campamento Mestizo —advirtió Annabeth.

—Exacto, nunca subestimen a un enemigo— bufó Ares

—Ningún enemigo es pequeño— coincidió Zoë —mientras sepas explotar sus debilidades

—Es cierto— comentó Reyna

Tú nunca has visto a la legión en guerra —replicó Reyna. En los muelles, una voz familiar gritó por encima del viento:

—Y tú nunca nos has visto a nosotros— replicó Clarisse

—No es que dude de nosotros ni nada por el estilo, pero aquellos artefactos que tenían…— señaló Travis

—Yo tampoco dudo de nosotros, pero Travis tiene un punto— dijo Miranda

—Era como hacer trampa— asintió Connor

—Ni siquiera sé de dónde los consiguió— masculló Reyna

¡Matadlos! ¡Matadlos a todos!

Octavio había sobrevivido a su chapuzón en el puerto. Estaba agachado detrás de sus guardias, alentando a gritos a los otros semidioses

—Wow, que increíble líder— dijo Thalia con sarcasmo

—Dando el ejemplo— dijo Calipso rodando los ojos

romanos mientras se dirigían con dificultad al barco, levantando sus escudos como si así fueran a desviar la tormenta que bramaba a su alrededor. En el embarcadero del Argo II, Percy y Jason permanecían uno al lado del otro, con las espadas cruzadas.

Percy y Jason chocaron los cinco

—Ah, ahora entendemos por qué esa tormenta— dijo Bianca

—Qué bien que empiecen a trabajar como un equipo— asintió Hestia

—Creo que ambos necesitábamos aprender a hacerlo— dijo Percy

—Y vaya que sí, fue realmente genial— dijo Jason

Annabeth notó un hormigueo en la columna al ver que los chicos estaban luchando como uno solo, invocando el cielo y el mar para que cumplieran sus órdenes. El agua y el viento se agitaban juntos. Las olas batían las murallas y el cielo relampagueaba.

—Estuvo increíble— dijo Percy

—Por supuesto que sí, sus poderes son complementarios— señaló Apolo

—Y vaya que lo era, había usado mis poderes muchas veces antes— dijo Jason —pero esa vez fue como si se viera de diferente manera

—Y que lo digas— asintió Percy y chocó los cinco con Jason

Poseidón y Zeus intercambiaron una mirada

Las águilas gigantes estaban siendo abatidas. Los restos del carro volador ardían en el agua, y el entrenador Hedge blandía una ballesta montada, disparando al azar a las aves romanas que pasaban volando por lo alto.

—Lo ves querido, están trabajando como un equipo— asintió Hera orgullosa de sí misma

Zeus seguía sin parecer satisfecho

¿Lo ves? —dijo Reyna con amargura—. La lanza ya ha sido arrojada.

Nuestra gente está en guerra.

No si yo tengo éxito —repuso Annabeth.

—Todavía hay esperanza— asintió Hestia

—Por supuesto que sí— dijo Artemisa

—Y realmente esperamos que tengas éxito— dijo Perséfone

La expresión de Reyna era la misma que le había visto en el Campamento Júpiter cuando se había dado cuenta de que Jason había encontrado a otra chica.

—Íbamos tan bien— masculló Reyna

—Lo siento— murmuró Annabeth

Jason y Piper se sonrojaron, los mellizos hicieron una mueca

La pretora se sentía demasiado sola, demasiado resentida y demasiado traicionada para creer que algo pudiera salirle bien otra vez. Annabeth esperó a que atacara.

En cambio, Reyna agitó la mano. Los perros metálicos retrocedieron.

—Qué buena decisión— dijo Rachel

—Ahora lo sé— dijo Reyna dándole una pequeña sonrisa

Annabeth Chase —dijo—, cuando volvamos a coincidir, seremos enemigas en el campo de batalla.

La pretora se volvió y atravesó las murallas, seguida de sus galgos.

—Tu temple es digno de admirarse— dijo Artemisa

—Gracias— dijo Reyna

—Eres una buena líder— dijo Thalia

—Esperamos que ese legado no te lo complique mucho— comentó Zoë

Annabeth temía que se tratara de una treta, pero no tenía tiempo para hacerse preguntas. Corrió hacia el barco. Los vientos que castigaban a los romanos no parecían afectarle. Annabeth se abrió paso corriendo entre sus filas.

—Así como ella de cierta manera confió en ti para dejarte ir, tú tienes que hacerlo con ella para que veas que no es una trampa— comentó Artemisa

Annabeth asintió

—Por supuesto que no— dijeron Percy y Jason al mismo tiempo

—Muchas gracias, chicos— dijo Annabeth

¡Detenedla! —gritó Octavio.

Una lanza pasó silbando al lado de su oreja. El Argo II ya se estaba separando del muelle. Piper estaba en la plancha, con la mano extendida.

—Escena de película— bromeó Piper

—Yo creo que tendríamos buen rating— dijo Annabeth

—Eso espero— dijo Piper —nos quedó a la primera

—Gracias a los dioses que lo hizo— señaló Annabeth

Annabeth saltó y agarró la mano de Piper. La plancha cayó al mar, y las dos chicas se desplomaron en la cubierta.

¡Vamos! —gritó Annabeth—. ¡Vamos, vamos, vamos!

—Y cuanto antes mejor— dijo Apolo

—Ya teníamos todo listo, sólo la esperábamos a ella— asintió Leo

—Y ya van al mar antiguo— suspiró Poseidón

Los motores retumbaron detrás de ella. Los remos giraron. Jason cambió la dirección del viento, y Percy levantó una ola enorme, que elevó el barco por encima de las murallas del fuerte y lo empujó hacia el mar.

—Creo que ahí sí se formó su lazo especial— señaló Thalia

—Creo lo mismo— dijo Piper

—Estoy completamente de acuerdo— asintió Annabeth

Jason y Percy se sonrojaron

Cuando el Argo II alcanzó la máxima velocidad, el fuerte Sumter no era más que una mancha a lo lejos, y el tirreme surcaba las olas velozmente hacia las tierras antiguas.

—Genial— dijo Annabeth

—El capítulo acabó— comentó Poseidón —¿Quién quiere leer?