-¿Quién quiere leer?- preguntó Annabeth

-Yo- Piper alzó la mano

Antes de que Annabeth pudiera entregarle el libro una luz brillante llenó la sala dejando nuevos visitantes

-¡Quirón!- exclamaron los griegos corriendo a saludar

Quirón los saludó y luego hizo una reverencia a los dioses

-¡RED!- sus amigos fueron a su encuentro

-Hola chicos ¿Qué hacemos aquí?

-Poniéndome en vergüenza- respondió Percy

Annabeth le explicó, luego Rachel se dio cuenta que los dioses la miraban y su cara se puso tan roja como su cabello

-Querida, preséntate por favor- habló Hestia

-Rachel Elizabeth Dare, oráculo de Delfos

Apolo soltó un gritito y corrió a abrazar a Rachel, luego, como el dios todopoderoso y maduro que es, hizo un pequeño pero coordinado baile mientras cantaba "Oh sí, mi oráculo ya no es una momia"

Cuando Artemisa por fin logró calmar a su hermano (con muchas flechas), la lectura continuó

Hestia puso más asientos y comida para los recién llegados

Piper tomó el libro -El capítulo se llama me ofrecen una misión

Me ofrecen una misión

A la mañana siguiente, Quirón me trasladó a la cabaña 3.

No tenía que compartirla con nadie. Gozaba de espacio de sobra para todas mis cosas: el cuerno de Minotauro, un juego de ropa limpia y una bolsa de aseo. Podía sentarme a mi propia mesa, escoger mis actividades, gritar « luces fuera» cuando me apeteciera y no escuchar a nadie más.

Pero me sentía totalmente deprimido.

Justo cuando empezaba a sentirme aceptado, a sentir que tenía un hogar en la cabaña 11 y que podía ser un niño normal -o tan normal como se pueda cuando eres mestizo-, me separaban como si tuviera una enfermedad rara.

Nadie mencionaba el perro del infierno, pero tenía la impresión de que todos lo comentaban a mis espaldas. El ataque había asustado a todo el mundo. Enviaba dos mensajes: uno, que era hijo del dios del mar; y dos, los monstruos no iban a detenerse ante nada para matarme. Incluso podían invadir el campamento que siempre se había considerado seguro.

Los demás campistas se apartaban de mí todo lo posible. Después de lo que les había hecho a los de Ares en el bosque, la cabaña 11 se ponía nerviosa conmigo,

-No queríamos hacerte sentir mal- dijo Connor

-Pero ese perro del infierno nos asustó mucho- añadió Travis

así que mis lecciones con Luke ahora eran particulares. Me presionaba más que nunca, y no temía magullarme en el proceso.

-Vas a necesitar todo el entrenamiento posible -me dijo, mientras practicábamos con espadas y antorchas ardiendo-. Vamos a probar otra vez ese golpe para descabezar la víbora. Repítelo cincuenta veces.

-Exageró un poco- añadió Jason

Annabeth seguía enseñándome griego por las mañanas, pero parecía distraída. Cada vez que yo decía algo, me reñía, como si acabara de darle una bofetada. Después de las lecciones se marchaba murmurando para sí: « Misión... ¿Poseidón...? Menuda desgracia... Tengo que planear algo...» .

Poseidón alzó una ceja

-Se supone que nos teníamos que llevar mal- se defendió Annabeth

Incluso Clarisse mantenía las distancias, aunque sus miradas cargadas de veneno dejaban claro que quería matarme por haberle roto la lanza mágica.

-Por supuesto que quería matarte, pringado

Deseé que me gritara, me diera un puñetazo o algo así. Prefería meterme en peleas todos los días a que me ignoraran.

-¿No tenías suficiente con los gritos de Annabeth?- preguntó Thalia

-Gracias- dijo la rubia con sarcasmo -muchas gracias por ayudar

Sabía que alguien en el campamento me tenía manía, porque una noche entré en mi cabaña y encontré un periódico que habían dejado en la puerta, un ejemplar del New York Daily News, abierto por la página dedicada a la ciudad.

Casi me llevó una hora leer el artículo, porque cuanto más me enfadaba, más flotaban las palabras por la página.

UN CHICO Y SU MADRE SIGUEN DESAPARECIDOS TRAS EXTRAÑO ACCIDENTE DE COCHE.

POR EILEEN SMYTHE

Sally Jackson y su hijo Percy llevan una semana en paradero desconocido tras su misteriosa desaparición. El Cámaro del 78 de la familia fue descubierto el pasado sábado en una carretera al norte de Long Island, calcinado, con el techo arrancado y el eje delantero roto. El coche había dado una vuelta de campana y patinado varios metros antes de explotar.

Madre e hijo estaban de vacaciones en Montauk, pero se marcharon muy pronto en misteriosas circunstancias. En el coche y la escena del accidente fueron hallados pequeños rastros de sangre, pero no había más señales de los desaparecidos Jackson. Los residentes de la zona rural aseguraron no haber visto nada anormal alrededor de la hora del accidente.

El marido de la señora Jackson, Gabe Ugliano, asegura que su hijastro Percy Jackson es un niño con problemas que ha sido expulsado de numerosos internados y que en el pasado manifestó tendencias violentas.

La policía no se pronuncia acerca de si el hijo Percy es sospechoso de la desaparición de su madre, pero no descarta ninguna hipótesis. Las imágenes de abajo son fotos recientes de Sally Jackson y Percy. La policía ruega a todos aquellos que posean información que llamen al siguiente número de teléfono gratuito.

Habían señalado el teléfono con un círculo en rotulador negro.

Tiré el periódico y me dejé caer en mi litera, en medio de la cabaña vacía.

Thalia negó con la cabeza tristemente

-Luces fuera -dije con tristeza.

Esa noche tuve mi peor pesadilla.

Corría por la playa en medio de una tormenta.

-Tus pesadillas son horribles, sesos de alga

-Gracias a los dioses te tengo a ti

-Awwww- Afrodita chilló de emoción

Esta vez había una ciudad detrás de mí. No era Nueva York. Estaba dispuesta de manera distinta, los edificios más separados, y a lo lejos se veían palmeras y colinas.

A unos cien metros de la orilla, dos hombres peleaban. Parecían luchadores de la televisión, musculosos, con barba y pelo largo. Ambos vestían túnicas griegas que ondeaban al viento, una rematada en azul, la otra en verde. Se agarraban, forcejeaban, daban patadas y cabezazos, y cada vez que colisionaban, refulgía un relámpago, el cielo se oscurecía y se levantaba viento.

Yo tenía que detenerlos. No sé por qué, pero cuanto más corría el viento me ofrecía mayor resistencia, hasta que acababa corriendo sin moverme, mis talones hundiéndose en la arena.

Por encima del rugido de la tormenta, oía al de la túnica azul gritarle al otro:

-¡Devuélvelo! ¡Devuélvelo! -Como dos niños peleando por un juguete.

-Siempre pelean como niños chiquitos- dijo Hades

-No hay ni a cual irle- habló Deméter

Las olas crecían, chocaban contra la playa y me impregnaban de sal.

-¡Deteneos! -gritaba-. ¡Dejad de pelear!

La tierra se sacudía. En algún lugar de su interior resonaba una carcajada, y

una voz tan profunda y malvada que me helaba la sangre entonaba con suavidad: -Baja, pequeño héroe. ¡Baja aquí!

-¡Hades!- gritó Poseidón

-No fue él, papá

La arena se separaba bajo mis pies, se abría una brecha hasta el centro de la tierra. Yo resbalaba y la oscuridad me engullía.

Desperté convencido de que estaba cayendo.

Seguía en la cama de la cabaña número 3. Mi cuerpo me indicó que era por la mañana, pero aún no había amanecido, y los truenos bramaban en las colinas:

se fraguaba una tormenta. Eso no lo había soñado.

Oí sonido de pezuñas en la puerta, un carnicol que pisaba el umbral.

-Pasa.

Grover entró trotando, con aspecto preocupado.

-El señor D quiere verte.

-¿Por qué?

-Quiere matar a... Bueno, mejor que te lo cuente él.

-Espero que no le hagas nada a mi hijo, querido sobrino

Dionisio tragó saliva

Me vestí y lo seguí con nerviosismo, seguro de haberme metido en un lío gordo.

Hacía días que llevaba esperando que me convocaran a la Casa Grande. Ahora que había sido declarado hijo de Poseidón, uno de los Tres Grandes dioses que habían acordado no tener hijos, supuse que ya era un crimen seguir vivo. Sin duda los demás dioses habrían estado debatiendo la mejor manera de castigarme por existir, y el señor D ya estaba listo para administrar el castigo.

Por encima del canal Long Island Sound, el cielo parecía una sopa de tinta en ebullición. Una cortina neblinosa de lluvia se aproximaba amenazadoramente. Le pregunté a Grover si necesitaríamos paraguas.

-No -contestó-. Aquí nunca llueve si no queremos.

Señalé la tormenta, -¿Y eso qué demonios es?

Miró incómodo al cielo.

-Nos rodeará. El mal tiempo siempre lo hace.

-Lo hacía hasta que llegó Percy

-Me lastimas súper G

Reparé en que tenía razón.

En la semana que llevaba allí jamás había estado nublado. Las pocas lluvias que habían caído lo hacían alrededor del valle.

Pero aquella tormenta era de las gordas.

En el campo de voleibol los chavales de la cabaña de Apolo jugaban un partido matutino contra los sátiros. Los gemelos de Dionisio paseaban por los campos de fresas, provocando el crecimiento de las matas. Todos parecían seguir con sus ocupaciones habituales, pero tenían aspecto tenso. No dejaban de mirar la tormenta.

Grover y yo subimos al porche de la Casa Grande. Dionisio estaba sentado a la mesa de pinacle con su camisa atigrada y su Coca-Cola light, como en mi primer día; Quirón, en el lado opuesto de la mesa en su silla de ruedas falsa.

Jugaban contra contrincantes invisibles: había dos manos de cartas flotando en el aire.

-Bueno, bueno -dijo el señor D sin levantar la cabeza-. Nuestra pequeña celebridad. Esperé.

-Acércate -ordenó el señor D-. Y no esperes que me arrodille ante ti, mortal, sólo por ser el hijo del viejo Barba-percebe.

Poseidón se aclaró la garganta -Así que... ¿Barba-percebe?

Dionisio fingió no oír

Un relámpago destelló entre las nubes y el trueno sacudió las ventanas de la casa.

-Bla, bla, bla -contestó Dionisio.

Quirón fingió interés en su mano de cartas. Grover se parapetó tras la balaustrada. Oía sus pezuñas inquietas.

-Si de mí dependiera -prosiguió Dionisio-, haría que tus moléculas se desintegraran en llamas. Luego barreríamos las cenizas y nos evitaríamos un montón de problemas. Pero a Quirón le parece que eso contradice mi misión en este campamento del demonio: mantener a unos enanos mocosos a salvo de cualquier daño.

-La combustión espontánea es una forma de daño, señor D -observó Quirón.

-Tonterías. El chico no sentiría nada. De todos modos, he accedido a contenerme. Estoy pensando en convertirte en delfín y devolverte a tu padre.

-¡Dionisio! ¡Deja de amenazar a mi hijo de muerte! No creo que quieras otros mil años de castigo

-Señor D... -le advirtió Quirón.

-Bueno, vale -cedió Dionisio-. Sólo hay otra opción. Pero es mortalmente insensata. -Se puso en pie, y las cartas de los jugadores invisibles cayeron sobre la mesa-. Me voy al Olimpo para una reunión de urgencia. Si el chico sigue aquí cuando vuelva, lo convertiré en delfín. ¿Entendido? Y Perseus Jackson, si tienes algo de cerebro, verás que es una opción más sensata que la que defiende Quirón.

Dionisio tomó una carta y con un gesto la convirtió en un rectángulo de plástico. ¿Una tarjeta de crédito? No. Un pase de seguridad.

Chasqueó los dedos.

El aire pareció envolverlo. Se convirtió en un holograma, después una brisa, después había desaparecido y dejó sólo un leve aroma a uvas recién pisadas.

Quirón me sonrió, pero parecía cansado y en tensión.

-Siéntate, Percy, por favor. Y tú también, Grover.

Obedecimos.

Quirón dejó las cartas sobre la mesa, una mano ganadora que no había llegado a utilizar.

-Quiero la revancha

Quirón sonrió

-Dime, Percy, ¿qué pasó con el perro del infierno?

Me estremecí de sólo escuchar el nombre. Quirón quizá quería que dijera:

« Bah, no fue nada. Desayuno perros del infierno» . Pero no me apetecía mentir.

-No quería que dijeras eso, muchacho

-Me dio miedo -admití-. Si usted no le hubiera disparado, yo estaría muerto.

-Vas a encontrarte cosas peores, Percy, mucho peores, antes de que termines.

-Termine... ¿qué?

-Tu misión, por supuesto. ¿La aceptarás?

Miré a Grover y vi que tenía los dedos cruzados.

-Yo... -titubeé-. Señor, aún no me ha dicho en qué consiste.

Quirón hizo una mueca.

-Bueno, ésa es la parte difícil, los detalles.

El trueno retumbó en el valle. Las nubes de tormenta habían alcanzado la orilla de la playa. Por lo que podía ver, el cielo y el mar bullían.

-Poseidón y Zeus están luchando por algo valioso... -dije-. Algo que han robado, ¿no es así?

-¿Cuando no?- bufó Hera

Quirón y Grover intercambiaron sendas miradas. El primero se inclinó hacia delante e inquirió:

-¿Cómo sabes eso?

Me sonrojé. Ojalá no hubiera abierto mi bocaza.

-El tiempo ha estado muy raro desde Navidad, como si el mar y el cielo libraran un combate. Después hablé con Annabeth, y ella había oído algo de un robo. Y... también he tenido unos sueños.

-¡Lo sabía! -exclamó Grover.

-Cállate, sátiro -ordenó Quirón.

-¡Pero es su misión! -Los ojos de Grover brillaron de emoción-. ¡Tiene que serlo!

-Sólo el Oráculo puede determinarlo.

-Sí Percy, es tu misión- dijo Rachel haciendo movimientos con las manos

-Quirón se mesó su hirsuta barba-. Aun así, Percy, tienes razón. Tu padre y Zeus están teniendo la peor pelea de los últimos años. Luchan por algo valioso que ha sido robado. Para ser precisos: un rayo.

Solté una carcajada nerviosa.

-¿Un qué? -pregunté.

-No te lo tomes a la ligera -dijo Quirón-. No estoy hablando del zigzag envuelto en papel de plata que se utiliza en las representaciones teatrales de segundo curso. Estoy hablando de un cilindro de medio metro de purísimo bronce celestial, cargado en ambos extremos con explosivos divinos.

-Ah.

-Te explican sobre el arma más poderosa y ¿Solo respondes ah?- dijo Frank con escepticismo

-Eso lo explicaba bastante bien- habló Percy

-El rayo maestro de Zeus -prosiguió Quirón, nervioso-. El símbolo de su poder, de donde salen todos los demás rayos. La primera arma construida por los cíclopes en la guerra contra los titanes, el rayo que desvió la cumbre del monte Etna y despojó a Cronos de su trono; el rayo maestro, que contiene suficiente poder para que la bomba de hidrógeno de los mortales parezca un mero petardo. -¿Y no está?

-Ha sido robado -dijo Quirón.

-¿Quién?

-Mejor dicho, por quién -me corrigió Quirón, maestro siempre-. Por ti.

-¡Lo sabía, ese niño robó a rayito!

Me quedé atónito.

-Al menos eso cree Zeus -apostilló Quirón-. Durante el solsticio de invierno, durante el último consejo de los dioses, Zeus y Poseidón tuvieron una pelea. Las tonterías de siempre, que si Rea te quería más a ti, que si las catástrofes del cielo eran más espectaculares que las del mar, etcétera. Cuando terminó, Zeus reparó en que el rayo maestro había desaparecido, se lo habían quitado de la sala del trono bajo sus mismas narices. Inmediatamente culpó a Poseidón. Ahora bien, un dios no puede usurpar el símbolo de poder de otro directamente; eso está prohibido por las más antiguas leyes divinas. Pero Zeus cree que tu padre convenció a un héroe humano para que se lo arrebatara. -Pero yo no...

-Ten paciencia y escucha, niño. Zeus tiene buenos motivos para sospechar. Verás, las forjas de los cíclopes están bajo el océano, lo que otorga a Poseidón cierta influencia sobre los fabricantes del rayo de su hermano. Zeus cree que Poseidón ha robado el rayo maestro y ahora ha encargado a los cíclopes que construyan un arsenal de copias ilegales, que podrían ser utilizadas para derrocar a Zeus.

-Paranoico, como siempre- Poseidón rodó los ojos

Lo único que Zeus no sabía seguro es qué héroe habría usado Poseidón para cometer el divino robo. Ahora Poseidón acaba de reconocerte abiertamente como su hijo. Tú estuviste en Nueva York durante las vacaciones de invierno y podrías haberte colado fácilmente en el Olimpo. Por tanto, Zeus cree que ha encontrado a su ladrón.

-Debes admitir que tiene un punto- dijo Artemisa

Poseidón bufó

-¡Pero yo nunca he estado en el Olimpo! ¡Zeus está loco!

Quirón y Grover observaron el cielo, nerviosos. Las nubes no parecían evitarnos, como había prometido Grover; antes bien, se dirigían directamente hacia nuestro valle, y nos estaban cubriendo como la tapa de un ataúd.

-Esto, Percy... -dijo Grover-. No solemos usar ese calificativo para describir al Señor de los Cielos.

-Quizá paranoico... -matizó Quirón-. Además, Poseidón ha intentado destronar a Zeus con anterioridad. Creo que era la pregunta treinta y ocho de tu examen final... -Me miró como si realmente esperara que me acordara de la pregunta treinta y ocho.

-Esperaba que te acordaras de la pregunta 38- suspiró Quirón

¿Cómo podía alguien acusarme de robar el arma de un dios? Ni siquiera era capaz de robar un trozo de pizza de la partida de póquer de Gabe sin que me pillaran. Quirón esperaba una respuesta.

-Necesitas unas lecciones- dijo Hermes

-Gracias, pero así estoy bien

-¿Algo sobre una red dorada? -recordé-. Poseidón, Hera y otros dioses... Creo que atraparon a Zeus y no lo dejaron salir hasta que prometió ser mejor gobernante, ¿no?

-Y no funcionó- se quejó Afrodita

-Correcto. Y Zeus no ha vuelto a confiar en Poseidón desde entonces. Por supuesto, Poseidón niega haber robado el rayo maestro. Se ofendió muchísimo ante tal acusación. Ambos llevan meses discutiendo, amenazando con la guerra.

Y ahora llegas tú, la proverbial última gota.

-¡Pero si sólo soy un niño!

-Percy -intervino Grover-. Si fueras Zeus y pensaras que tu hermano te la está jugando, y de repente éste admitiera que ha roto el sagrado juramento que hizo tras la Segunda Guerra Mundial, que ha engendrado un nuevo héroe mortal que podría ser utilizado contra ti... ¿no estarías mosqueado?

-¡Pero Zeus hizo lo mismo!- exclamó Thalia

-Pero yo no hice nada. Poseidón, mi padre, no ha mandado robar el rayo, ¿verdad?

Quirón suspiró.

-Cualquier observador inteligente coincidiría en que el robo no es el estilo de Poseidón, pero el dios del mar es demasiado orgulloso para intentar convencer a Zeus.

-Ay, ustedes son peores que los niños pequeños- habló Hestia

Éste ha exigido que le devuelva el rayo hacia el solsticio de verano, que cae el veintiuno de junio, dentro de diez días. Por su parte, Poseidón quiere el mismo día una disculpa por haber sido llamado ladrón. Confío en que la diplomacia se imponga, que Hera, Deméter o Hestia hagan entrar en razón a los dos hermanos.

-Eso es casi imposible- dijo Deméter

Pero tu llegada ha inflamado los ánimos de Zeus. Ahora ningún dios va a echarse atrás. A menos que alguien intervenga y que el rayo original sea encontrado y devuelto a Zeus antes del solsticio, habrá guerra. ¿Y sabes cómo sería una guerra abierta, Percy?

-¿Mala?

-Imagínate el mundo sumido en el caos. La naturaleza en guerra consigo misma. Los Olímpicos obligados a escoger entre Zeus y Poseidón. Destrucción, carnicería, millones de muertos. La civilización occidental convertida en un campo de batalla tan grande que las guerras troyanas parecerán de juguete.

-Mal asunto -dije.

-Y tú, Percy Jackson, serás el primero en sentir la ira de Zeus.

-¡Que se atreva!- gruñó Poseidón

Empezó a llover. Los jugadores de voleibol interrumpieron el partido y miraron al cielo en silencio expectante.

Era yo quien había traído aquella tormenta a la colina Mestiza. Zeus estaba castigando todo el campamento por mi culpa. Sentí rabia.

-Así que tengo que encontrar ese estúpido rayo -concluí- y devolvérselo a Zeus.

-Rayo no es estúpido

-¿Qué mejor ofrecimiento de paz -apostilló Quirón- que sea el propio hijo de Poseidón quien devuelva la propiedad de Zeus?

-Si Poseidón no lo tiene, ¿dónde está ese cacharro?

-Creo que lo sé. -La expresión de Quirón era sombría-. Parte de una profecía que escuché hace años... bueno, algunas frases ahora cobran sentido para mí. Pero antes de que pueda decir más, debes aceptar oficialmente la misión. Tienes que pedirle consejo al Oráculo.

-¿Por qué no puede decirme antes dónde está el rayo?

-Porque, si lo hiciera, tendrías demasiado miedo para aceptar el desafío. Tragué saliva.

-Buen motivo.

-¿Aceptas, entonces?

Miré a Grover, que asintió animoso. Qué fácil era para él, ya que Zeus no tenía nada en su contra.

-Me emocioné un poco- dijo Grover con una sonrisa de disculpa

-De acuerdo -contesté-. Mejor eso que me conviertan en delfín.

-Pues ha llegado el momento de que consultes con el Oráculo -concluyó Quirón-. Ve arriba, Percy Jackson, al ático. Cuando bajes, si sigues cuerdo, continuaremos hablando.

Cuatro pisos más arriba, las escaleras terminaban debajo de una trampilla verde. Tiré de la cuerda. La portezuela se abrió, y de ella bajó una escalera traqueteando.

El cálido aire que llegaba de arriba olía a moho, madera podrida y algo más... un olor que recordaba de la clase de biología. Reptiles. Olor a serpientes.

Contuve el aliento y subí.

El ático estaba lleno de trastos viejos de héroes griegos: armaduras cubiertas de telarañas; escudos antaño relucientes y ahora manchados de orín; baúles viejos de cuero con pegatinas en las que se leía: « ÍTACA» , « ISLA DE CIRCE» y « PAÍS DE LAS AMAZONAS» .

Los semidioses sonrieron entre sí

Había una mesa larga atestada de tarros con cosas encurtidas: garras peludas troceadas, enormes ojos amarillos, distintas partes de monstruo. En la pared destacaba un trofeo polvoriento; parecía la cabeza gigante de una serpiente, pero tenía cuernos y una fila entera de dientes de tiburón. En la placa ponía: « CABEZA N.° I DE LA HIDRA, WOODSTOCK, NY, 1969» .

Junto a la ventana, sentada en un taburete de madera de tres patas, estaba el objeto más asqueroso de todos: una momia. No de las que van envueltas con vendas, sino un cadáver de mujer encogido y arrugado como una pasa. Llevaba un vestido teñido con nudos, muchos collares de cuentas y una diadema por encima de una larga melena negra. La piel del rostro era delgada y coriácea, y los ojos eran rajas de cristal blanco, como si hubieran reemplazado los auténticos por piedras de mármol; llevaba muerta muchísimo tiempo.

Apolo suspiró por su querido oráculo y luego le sonrió a Rachel

Mirarla me produjo escalofríos. Y eso fue antes de que se retrepara en el taburete y abriera la boca. De dentro de la momia salió una niebla verde que se enroscó en el suelo con gruesos tentáculos, silbando como veinte mil serpientes juntas. Tropecé intentando llegar a la trampilla, pero se cerró de golpe. Una voz se me coló por un oído y se me enroscó en el cerebro: « Soy el espíritu de Delfos, degollador de la gran Pitón. Acércate, buscador, y pregunta» .

Yo quería decir: « No, gracias, me he equivocado de puerta, sólo estaba buscando el baño» , pero me forcé a inspirar.

La momia no estaba viva. Era algún tipo de receptáculo truculento para otra cosa, el poder que ahora me envolvía en forma de niebla verde. Sin embargo, su presencia no transmitía maldad como mi profesora de matemáticas demoníaca o el Minotauro. Era más bien como las tres Moiras que había visto hilando en aquel puesto de frutas: arcaica, poderosa y sin duda no humana, pero tampoco particularmente interesada en matarme.

Reuní valor para preguntar:

-¿Cuál es mi destino?

La niebla se espesó y se aglutinó justo frente a mí y alrededor de la mesa con los tarros de trozos de monstruos en vinagre. De repente aparecieron cuatro hombres sentados a la mesa, jugando a las cartas. Sus rostros se volvieron nítidos: eran Gabe el Apestoso y sus colegas. Apreté los puños, aunque sabía que aquella partida de póquer no podía ser real.

Poseidón también apretó los puños

Era una ilusión de niebla.

Gabe se volvió hacia mí y habló con la voz áspera del Oráculo: « Irás al oeste, donde te enfrentarás al dios que se ha rebelado» .

El tipo a su derecha levantó la vista y dijo con la misma voz: « Encontrarás lo robado y lo devolverás» .

-Eso es bueno- dijo Hazel

El de la izquierda subió la apuesta con dos fichas y después dijo: « Serás traicionado por quien se dice tu amigo» .

-Te dan esperanza y luego te la quitan- dijo Piper

Por último, Eddie, el portero del edificio, pronunció la peor de todas: « Al final, no conseguirás salvar lo más importante» .

-Y luego la pisotean- terminó Annabeth

Las figuras empezaron a disolverse. Me quedé alelado contemplando cómo la niebla se retiraba y, enroscándose como una enorme serpiente verde, se deslizaba por la boca de la momia.

-¡Espera! -grité-. ¿Qué quieres decir? ¿Qué amigo? ¿Qué es lo que no podré salvar?

-Así no es como funciona- dijeron Apolo y Rachel

La cola de la serpiente de niebla desapareció por la boca de la momia, que se reclinó de nuevo contra la pared y cerró la boca con fuerza, como si no la hubiera abierto en cien años. El desván quedó otra vez en silencio, abandonado, nada más que una habitación llena de recuerdos.

Me dio la sensación de que podría quedarme allí hasta que tuviera telarañas y aun así no averiguaría nada más.

Mi audiencia con el Oráculo había terminado.

-¿Y bien? -me preguntó Quirón.

Me derrumbé en la silla junto a la mesa de pinacle.

-Me ha dicho que recuperaré lo que ha sido robado.

Grover se adelantó en su silla, mascando nervioso los restos de una lata de Coca-Cola light.

-¡Eso es genial!

-¿Qué ha dicho el Oráculo exactamente? -me presionó Quirón-. Es importante.

Aún me resonaba en los oídos el tintineo de la voz de reptil.

-Ha... ha dicho que me dirija al oeste para enfrentarme al dios que se ha rebelado. Recuperaré lo robado y lo devolveré intacto.

-Lo sabía -intervino Grover.

Quirón no parecía satisfecho.

-¿Algo más?

No quería contárselo. ¿Qué amigo me traicionaría? Tampoco tenía tantos. Y la última frase: fracasaría en lo más importante. ¿Qué clase de Oráculo me enviaría a una misión y me diría: « Ah, y por cierto, vas a fracasar» ? ¿Cómo podía confesar aquello?

-No -respondí-. Eso es todo.

Estudió mi rostro.

-Muy bien, Percy. Pero debes saber que las palabras del Oráculo tienen con frecuencia doble sentido. No les des demasiadas vueltas. La verdad no siempre aparece evidente hasta que suceden los acontecimientos.

Tuve la impresión de que sabía que me aguardaba algo malo y que intentaba darme ánimos.

-Conozco las profecías, así que sabía que guardabas información y por supuesto que intentaba darte ánimos

-Vale -dije, ansioso por cambiar de tema-. ¿Y adónde tengo que ir? ¿Quién es ese dios del oeste?

-Piensa, Percy. Si Zeus y Poseidón se debilitan mutuamente en una guerra, ¿quién sale ganando?

-Alguien que quiera hacerse con el poder -supuse.

-Pues sí. Alguien que les guarda rencor, que lleva descontento con lo que le ha tocado desde que el mundo fue dividido hace eones, cuyo reino se volvería poderoso con la muerte de millones. Alguien que detesta a sus hermanos por haberle hecho jurar que no tendría más hijos, un juramento que ahora han roto ambos.

Pensé en mis sueños, la voz malvada que había hablado desde las entrañas de la tierra.

-¿Hades?

-¿Por qué siempre yo? No necesito más súbditos

-Lo siento Lord Hades, era la opción más lógica- contestó Quirón

Quirón asintió.

-El Señor de los Muertos es el candidato seguro.

A Grover se le cayó un pedazo de aluminio de la boca.

-Uau. ¿Q-qué?

-Una Furia fue tras Percy -le recordó Quirón-. Lo observó hasta estar segura de su identidad, y luego intentó matarlo. Las Furias sólo obedecen a un señor: Hades.

-Hades odia a los héroes -comentó Grover-. Y si ha descubierto que

Percy es hijo de Poseidón...

-No los odio, es solo que dan mucho trabajo

-Un perro del infierno se metió en el bosque -prosiguió Quirón-. Sólo pueden ser invocados desde los Campos de Castigo, y tuvo que hacerlo alguien del campamento. Hades debe de tener un espía aquí. Debe de sospechar que Poseidón intentará usar a Percy para limpiar su nombre. A Hades le interesa ver a este joven muerto antes de que pueda acometer su misión.

-Estupendo -murmuré-. Ahora quieren matarme dos de los dioses principales.

-Pero una misión al... -Grover tragó saliva-. Quiero decir, ¿no podría estar el rayo robado en algún lugar como Maine? Maine es muy bonito en esta época del año.

-Hades envió a una de sus criaturas para robar el rayo -insistió Quirón-.

Lo ha escondido en el inframundo, sabiendo de sobra que Zeus culparía a Poseidón. No pretendo entender las razones del Señor de los Muertos, o por qué ha elegido este momento para desatar una guerra, pero hay algo que es seguro: Percy tiene que ir al inframundo, encontrar el rayo maestro y revelar la verdad.

Sentí un extraño fuego en mi estómago. Fue lo más raro del mundo: porque no era miedo, sino ganas. El deseo de venganza. Hades había intentado matarme ya tres veces, con la Furia, el Minotauro y el perro del infierno. La desaparición de mi madre en un destello de luz era culpa suya. Ahora intentaba atribuirnos a mi padre y a mí un robo que no habíamos cometido.

Estaba listo para devolvérsela.

Hades alzó una ceja impresionado, después de todo su sobrino era solo un niño

Además, si mi madre estaba en el inframundo...

« Vamos, chico -dijo la pequeña parte de mi cerebro que aún conservaba un atisbo de cordura-. Eres un crío. Y Hades un dios» .

Grover estaba temblando. Había empezado a comerse las cartas del pinacle como si fueran chips. El pobre tenía que cumplir una misión conmigo para conseguir su licencia de buscador, fuera eso lo que fuese, pero ¿cómo podía yo pedirle que me acompañara en esta misión, sobre todo cuando el Oráculo me había dicho que estaba destinada a fracasar? Era un suicidio.

-Una aventura es más divertida si huele a peligro- rió Rachel

-Mire, si sabemos que es Hades -le dije a Quirón-, ¿por qué no se lo decimos a los otros dioses y punto? Zeus o Poseidón podrían bajar al inframundo y aplastar unas cuantas cabezas.

-Sospechar y saber no son la misma cosa -repuso él-. Además, aunque los demás dioses sospechen de Hades (y supongo que Poseidón no será la excepción), ellos no podrían recuperar el rayo. Los dioses no pueden cruzar los territorios de los demás salvo si son invitados. Ésa es otra antigua regla. Los héroes, en cambio, poseen ciertos privilegios. Pueden ir a donde quieran y desafiar a quien quieran, siempre y cuando sean lo bastante osados y fuertes para hacerlo. Ningún dios puede ser considerado responsable de las acciones de un héroe. ¿Por qué crees que los dioses operan siempre a través de humanos?

-Me está diciendo que estoy siendo utilizado.

-Estoy diciendo que no es casualidad que Poseidón te haya reclamado ahora. Es una jugada arriesgada, pero el pobre se encuentra en una situación desesperada. Te necesita.

Poseidón se agarró la cabeza, no era posible que sólo reconociera a su hijo por necesidad

Mi padre me necesita.

Las emociones se arremolinaron en mi interior como pedacitos de cristal en un calidoscopio. No sabía si sentir rencor o agradecimiento, si estar contento o enfadado. Poseidón me había ignorado durante doce años. Y ahora de repente me necesitaba.

Poseidón abrió la boca, pero Percy lo interrumpió

-Eso es pasado... O futuro, no lo sé, pero ya no pienso así

Miré a Quirón.

-Usted sabía que era hijo de Poseidón desde el principio, ¿verdad?

-Tenía mis sospechas. Como he dicho... también yo he hablado con el Oráculo.

Intuí que me estaba ocultando buena parte de su profecía, pero decidí que ahora no podía preocuparme por eso. Después de todo, también yo me estaba guardando información.

-Bueno, a ver si lo he entendido -dije-. Se supone que debo bajar al inframundo para enfrentarme al Señor de los Muertos.

-Exacto -contestó Quirón.

-Y encontrar el arma más poderosa del universo.

-Exacto.

-Y regresar al Olimpo antes del solsticio de verano, en diez días.

-Exacto.

-Pan comido- dijo Annabeth

Miré a Grover, que se estaba tragando el as de corazones.

-¿He mencionado que Maine está muy bonito en esta época del año? - preguntó con un hilo de voz.

-No tienes que venir -le dije-. No puedo exigirte eso.

-Oh... -Arrastró las pezuñas-. No... es sólo que los sátiros y los lugares subterráneos... Bueno... -Inspiró con fuerza y se puso en pie mientras se sacudía pedacitos de cartas y aluminio de la camiseta-. Me has salvado la vida, Percy. Si... si dices en serio que quieres que vaya contigo, no voy a dejarte tirado.

Me sentí tan aliviado que tuve ganas de llorar, aunque no me parecía un gesto demasiado heroico. Grover era el único amigo que me había durado más de unos meses. No estaba seguro de hasta qué punto podría ayudarme un sátiro contra las fuerzas de los muertos, pero me sentí mejor sabiendo que estaría conmigo.

-Pues claro que sí, súper G. -Me volví hacia Quirón-. ¿Y adónde vamos? El Oráculo sólo ha dicho hacia el oeste.

-La entrada al inframundo está siempre en el oeste. Se desplaza de época en época, como el Olimpo. Justo ahora, por supuesto, está en Estados Unidos.

-¿Dónde?

Quirón pareció sorprendido.

-Pensaba que sería evidente. La entrada al inframundo está en Los Angeles. -Ah -dije-. Naturalmente. Así que nos subimos a un avión...

-¡No!- exclamaron todos los semidioses y algunos dioses

-¡No! -exclamó Grover-. Percy, ¿en qué estás pensando? ¿Has ido en avión alguna vez en tu vida?

Meneé la cabeza, avergonzado. Mamá nunca me había llevado a ningún sitio en avión. Siempre decía que no teníamos suficiente dinero.

-No era por eso- habló Poseidón

Además, sus padres habían muerto en un accidente aéreo.

-Percy, piensa -intervino Quirón-. Eres hijo del dios del mar, cuyo rival más enconado es Zeus, Señor del Cielo. Así pues, tu madre fue suficientemente sensata como para no confiarte a un avión. Estarías en los dominios de Zeus y jamás regresarías a tierra vivo.

Por encima de nuestras cabezas, refulgió un rayo. El trueno retumbó.

-Vale -dije, decidido a no mirar la tormenta-. Bueno, pues viajaré por tierra.

-Bien -prosiguió Quirón-. Puedes ir con dos compañeros. Grover es uno. La otra ya se ha ofrecido voluntaria, si aceptas su ayuda.

-Caramba -fingí sorpresa-. ¿Quién puede ser tan tonta como para ofrecerse voluntaria en una misión como ésta?

-¿Quién podría ser?- preguntó Piper con sarcasmo

El aire resplandeció tras Quirón.

Annabeth se volvió visible quitándose la gorra de los Yankees y la guardó en el bolsillo trasero.

-Llevo mucho tiempo esperando una misión, sesos de alga -espetó-. Atenea no es ninguna fan de Poseidón, pero si vas a salvar el mundo, soy la más indicada para evitar que metas la pata.

-Anda, si eso es lo que piensas -repliqué-, será porque tienes un plan, ¿no, chica lista?

-Uhhhh

Se puso como un tomate.

-¿Quieres mi ayuda o no?

Vaya si la quería. Necesitaba toda la ayuda que pudiera obtener.

-Un trío -dije-. Podría funcionar.

-Oh querido, los tríos siempre funcionan, recuerdo aquella vez que...

-¡MAMÁ!- gritó Piper incómoda y sonrojada

Hazel se echaba aire con las manos, otros reían y otros veían a la diosa del amor avergonzados

Piper continuó la lectura

-Excelente -añadió Quirón-. Esta tarde os llevaremos a la terminal de autobús de Manhattan. A partir de ahí estaréis solos.

Refulgió un rayo. La lluvia inundaba los prados que en teoría jamás debían padecer climas violentos.

-No hay tiempo que perder -dijo Quirón-. Deberíais empezar a hacer las maletas.

-Qué buen capítulo, creo que a partir de ahora Poseidón sufrirá muchos ataques- dijo Hermes

-Fue la misión más tranquila- dijo Annabeth

Percy asintió

-Tengo hambre

-¿Podemos comer?- preguntó Travis

-Vamos- dijo Hestia, su llama estaba recobrando de nuevo su fuerza...